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Dime qué impuestos pagas…

Por Déborah ItriagoDéborah Intriago

Una madre soltera, con dos hijos y bajos ingresos, podría estar pagando más impuestos que una familia tradicional de clase media con un solo hijo. Esto es lo que puede que esté pasando en muchos países de América Latina, donde el diseño del sistema tributario no tiene en cuenta la situación de miles de mujeres que, por mucho que nos duela, siguen siendo víctimas de salarios bajos y empleos precarios e inestables, escasas oportunidades, techos de cristal y serias limitaciones a la representación sindical.

Muchas de las políticas fiscales modernas (impuestos y gasto público) siguen estando profundamente influidas por la vieja concepción que el hombre es el único proveedor del hogar, y por ello es el sujeto que interactúa económicamente con el mercado y el Estado. El problema es que si las políticas fiscales no reconocen los condicionamientos impuestos al colectivo femenino se amplían las diferencias entre hombres y mujeres, en lugar de disminuirlas. En Bolivia, por ejemplo, no existen beneficios fiscales asociados a circunstancias personales (como por ejemplo las cargas familiares, el número de hijos e hijas, la jefatura única de hogar o el grado de minusvalía de una persona).

Esto, junto con los déficits de políticas robustas en materia de cuidado infantil y atención a la tercera edad, supone una carga particularmente negativa para el creciente número de hogares monoparentales en la región latinoamericana encabezados por mujeres que afrontan solas la doble tarea de la supervivencia económica y el cuidado de sus familiares e hijas e hijos.

(c) Percy Ramírez / Oxfam Intermón

En América Latina, muchos hogares están encabezados por madres que afrontan solas la doble tarea de garantizar la supervivencia económica y el cuidado de la familia (c) Percy Ramírez / Oxfam Intermón

La política tributaria puede ser más injusta para las mujeres que para los hombres dados sus diferentes patrones de consumo, las actividades económicas que suelen emprender o debido al rol de “cuidadoras” que por defecto les ha sido atribuido. Si a eso le unimos un gasto público escaso que dificulta, por ejemplo, que puedan llevar a los bebés a la guardería o a las personas dependientes a centros de día, lo que tendremos será un sistema fiscal que es un obstáculo más en el camino hacia la autonomía de las mujeres. Frente a políticas públicas ignorantes, ellas se verán obligadas a elegir trabajos informales, medias jornadas y, en consecuencia, escasos derechos. Por el contrario, un sistema fiscal sensible al género puede ser una herramienta potente para superar las desigualdades. En Canadá, por ejemplo, un estudio señala que la decisión de crear un régimen individualizado para el impuesto sobre la renta en la década de 1980 contribuyó significativamente a incrementar la participación de las mujeres en el mercado laboral.

“No solo en lo social se juega lo social”, dijo la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena. Y es que todavía falta mucho para que terrenos tradicionalmente “masculinos” como la economía o la fiscalidad, se analicen desde una perspectiva de género superadora. El informe que acaba de sacar Oxfam intenta aportar un grano de arena a este tema y plantea una batería de preguntas que ayuden a explicitar los déficits ocultos de las políticas fiscales que son un obstáculo para el máximo aprovechamiento del potencial de las mujeres y, en definitiva, para reducir las brechas entre hombres y mujeres.

 

Déborah Itriago es investigadora en Oxfam y coautora del informe “Ajustar la lente: Fiscalidad desde un enfoque de género”.