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Víctimas de violencia de género: revictimizadas por el propio sistema

Por Yolanda Besteiro de la Fuente

Las víctimas de la violencia de género son revictimizadas por los operadores jurídicos de nuestro país, se sienten solas y desprotegidas.  No es algo nuevo, pero sí cada vez más grave y preocupante.

El mensaje que se transmite desde las instituciones, los medios de comunicación y la sociedad en general es que existe un rechazo general a la violencia de género, así como que concurre un  sistema judicial e institucional de protección al que pueden acudir las mujeres maltratadas. Se las hace creer que ellas solo tienen que tomar la  decisión de denunciar porque para el resto, hay un sistema que la está esperando para protegerla, apoyarla y acompañarla.

La mujer que sufre violencia de género tiene reconocido el derecho a asistencia jurídica gratuita, inmediata y especializada desde el mismo momento en que va a presentar la denuncia. Esto significa que tiene derecho a solicitar un abogado o abogada de oficio y esperar a que se traslade a la comisaría o cuartel para poder hablar con quien va a representarla en el procedimiento y presentar la denuncia, asesorada y acompañada.

La primera sorpresa viene con la acogida en ese lugar de denuncia. El profesional que le toque, que debería tener formación especializada en esta materia, le preguntará qué ha pasado y la mujer le contará que su pareja, novio, marido o expareja le ha amenazado con acabar con ella, matarla, destrozarle la vida, que le ha pegado una o mil veces mientras le llamaba de todo… Entonces puede ocurrir que ese o esa profesional considere que también tiene algo que opinar: “eso no se puede denunciar porque no hay pruebas, no es para tanto, al final ha sido una discusión y si denuncias le vamos a detener y tú no quieres eso, yo te recojo la denuncia pero esto no va a servir para nada…”.

Si la mujer supera este primer momento, que muchas  no lo hacen y deciden irse, pasamos a la siguiente fase: piden una  abogada/o de oficio y manifiestan que prefieren esperar a que llegue para presentar la denuncia. Ante la solicitud, comienza la segunda resistencia: se le informa que tiene derecho a pedirlo pero se insiste en que su representante legal va a tardar en llegar y que ella puede presentar la denuncia igual. Se le indica que en la comparecencia en el juzgado sí estará representada por su abogado o abogada. Es muy posible que ante esta segunda resistencia, que tiene parte de realidad, ya que  es verdad que su representante legal pueda tardar en llegar unas horas a la comisaría, la mujer presente la denuncia sola con escaso o ningún tipo de asesoramiento especializado y por tanto con poquísimo conocimiento de lo que va a pasar a partir de ese momento. El deseable acompañamiento profesional y emocional puede brillar por su ausencia.

La llegada al juzgado tampoco va a ser fácil. Si no ha conocido al abogado o abogada en la comisaría, muy poco tiempo antes se conocerán y le preguntará sobre los hechos que puede que hayan sucedido a lo largo de toda una vida. Además, la mujer tendrá miedo a encontrarse con su maltratador. Y, en el mejor de los casos, le informarán de que hay una sala donde estará separada durante la espera y que durante la declaración existe la posibilidad de colocar un biombo para evitar que se vean, como si esa medida fuera a tranquilizarla. Sin embargo, puede que al acceder a dicho lugar se encuentre con la familia de él que le pedirá que no declare, que retire la denuncia o la presionarán de cualquier otra manera.

Durante la comparecencia, el juez le preguntará sobre lo denunciado, no antes recordándole que  puede acogerse al derecho a no declarar. En caso de hacerlo, la mujer tratará de explicar los hechos  violentos que hayan sucedido en diferentes momentos y el Juez o Jueza le cortará para que relate únicamente los hechos que se hayan recogido en la denuncia, que “vaya al grano”. Le harán preguntas intentando buscar contradicciones, le cuestionarán por el hecho de tener una formación determinada y haber aguantado esas situaciones, le preguntarán por qué no denunció antes, se le presionará hasta que la mujer se derrumbe porque en caso contrario parece que la mujer no es víctima.

El agresor negará los hechos o la acusará a ella de maltratarle a él, la mujer escuchará la declaración de cómo su maltratador miente sobre lo sucedido sin temor a que pueda sucederle algo porque no tiene la obligación, a diferencia de ella, de decir la verdad. Ella, en el peor de los casos, puede salir de allí como imputada. El caso de Isabel López es solo un ejemplo de esto que cuento.

Y tras unos días de horror, se encontrará en la puerta del juzgado sin ningún tipo de explicación de lo que ha pasado. Además, puede ocurrir que su representante legal tuviera mucha prisa para marcharse a otro juicio y, en ese momento, si no ha pasado antes,  se arrepentirá de haber denunciado.

Bajo mi punto de vista, los problemas fundamentales ante esta situación son la falta de formación de los operadores jurídicos sobre lo que es realmente la violencia de género, lo que conlleva una alarmante falta de comprensión y empatía con las víctimas, a lo que se suma una ineficaz vía de reclamación de responsabilidad de los agentes que participan de este engranaje. No tiene ninguna consecuencia cuestionar, valorar, negarte a recoger la denuncia, no informar correctamente de los derechos a las mujeres… y así un suma sigue. La mujer víctima de violencia de género no puede enfrentarse al maltratador y además a un duro y cuestionador sistema judicial que duda constantemente de su palabra.

 

Yolanda Besteiro de la Fuente es Presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas

El amor no duele

Por Flor de Torres 

Más allá de actos, lazos y recuento de víctimas, en la lucha contra la violencia de género aún queda pendiente una revolución desde el interior. Aquella a la que debemos ir juntos mujeres y hombres en armonía e igualdad. Una batalla, una revolución desde la profunda defensa de las víctimas y de sus familias para que el desgarro de la pérdida de vidas no vaya acompañado por la incomprensión y la frustración. Porque el amor no duele.

El amor no duele. Imagen de Vladislav Muslakov en Slack.

Pero esta revolución debe venir también del lado masculino. Hombres y mujeres debemos compartir una idea: la violencia de género está instalada en la desigualdad. La sociedad aún no puede ganar la partida porque, pese a que el Estado y la ley se han volcado en las víctimas, aún se pone en entredicho la violencia de género y se hace contrapeso con falacias sobre falsas denuncias o indeterminados privilegios en la atención a las víctimas.

Se acaba de presentar la Memoria de la Fiscalía General del Estado en la apertura del Año Judicial. De un total de142.893 denuncias en Violencia de Genero en 2016 resultaron condenadas o en causas tramitadas por denuncia falsa sólo 14 de ellas. Solo un 0,01%. Empírica y científicamente queda fuera de toda duda la veracidad y contundencia de la violencia de género.

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Cuando llega el momento de decir basta

Por Nuria Coronado

Cada cuatro minutos una mujer denuncia en España a su maltratador. Un tic, tac de reloj insufrible que marca para siempre a quien solo comete un error: enamorarse de la persona equivocada. Cris Papin, militante y activista en redes sociales del PSOE en Galicia, lo sabe bien. Le duele aún ‘revolver en la basura de esos recuerdos’, pero lo hace porque como dice en su perfil de Twitter lo importante es ser útil. ‘Dar la cara y denunciar a los maltratadores es el principio del fin de una condena impuesta en la que se sufre una humillación indescriptible. Si mi ejemplo sirve para que una sola mujer, se anime a denunciar, habrá merecido la pena porque habrá salvado su vida‘.

Cris Papin, con una compañera de partido. Imagen de Nuria Coronado.

Cris Papin, a la izquierda, con una compañera de partido. Imagen de Nuria Coronado.

Cris conoció a su maltratador con 31 años y siendo madre separada. ‘Me enamoré como una loca de él‘. De su primera relación aprendió que no quería discutir y por ello con su verdugo empezó cediendo parcelas. Ahí comenzó un calvario que duró diez años. ‘Es una espiral que te come y de la que no puedes salir. Una situación que nunca pensé me pudiese pasar a mí, una mujer que me creía con carácter’. Su historia pasó del ‘no me gusta que venga tu madre‘ a lograr que se distanciase de amigos o familiares.  ‘En las pocas salidas a comer o cenar con amigos no abría la boca para no molestarle y evitar así una bronca en casa. Cualquier halago hacía mí era hacerle de menos a él y no estaba dispuesto a soportar o permitir tal agravio’, recuerda.

Con el pasar del tiempo tuvieron un hijo y a los reproches se sumaron los silencios prolongados como castigo, el ser agarrada por el cuello o recibir patadas en las espinillas o en la barriga incluso estando embarazada. ‘Era insoportable. Era su esclava.  Ni siquiera me podía negar a tener sexo con él fuese cuando fuese’. Humillaciones en el cuerpo y en el alma que paró definitivamente hace cinco años (un 11 de septiembre) cuando encontró la fuerza para ponerle una denuncia por maltrato en el cuartel de la Guardia Civil. ‘Ese día dije basta al ver que además de agredirme a mi intentó hacerlo con mi hija de 16 años. Saqué el coraje de madre y me fui a denunciarle’.

Al que de puertas para afuera era un conocido y respetado empresario (además de concejal y compañero de partido) se le cayó la máscara. ‘Desde entonces tiene una orden de alejamiento que durará hasta 2020′ . Aun así tiene una espina clavada. El juez que dictó sentencia reconoce la violencia de género denunciada contra ella y su hija junto a un rosario de siete delitos, pero no contra su hijo. ‘Tiene sentencia de maltrato y para rebajar su pena se declaró culpable, pero el juez ha determinado su derecho a conciliar y a ver a nuestro hijo’, relata triste. ‘Cada vez que tiene que ir con él me llama por teléfono para decirme que le humilla y le veja y me pregunta cuándo será la última vez que tiene que ir’. Por eso Papín clama porque se haga ya un Pacto de Estado que evite este sufrimiento: ‘un maltratador no es un buen ejemplo para sus hijos’.

Esta socialista también ha aprendido que frente a lo que mucha gente piensa, no hay un perfil de maltratada pero sí de agresor: ‘La violencia de género no es que te levanten la mano o te humillen, es un proceso de dominio perverso en el que el maltratador se siente fuerte y no quiere cambiar porque lo ve correcto y la mujer es la que pierde en todos sus derechos. Mi maltratador decía que nuestro matrimonio era lo normal, y el de los demás no‘, recalca.

Aunque la historia de Cris aún no se pinta a todo color, reconoce que por fin, gracias por un lado a su familia y amigos, pero en especial a sus compañeros de partido, a quien estará siempre agradecida ‘por haberla animado y no sentir pena de ella’, ha vuelto a recuperar las ganas de vivir. Su psicóloga que le animó a volver a vivir a través de una pasión y se volcó en dos: la política y las redes sociales. Ha formado parte del equipo de redes de Pedro Sánchez.  ‘Gracias a lo que sabía como community manager y a mi partido he encontrado el camino de nuevo’, dice. También ha recuperado la sonrisa. ‘Tuvo que pasar un año desde que puse la denuncia y me fui con mis hijos hasta que me reí libremente sin mirar a los lados’.

Ojala su valiente testimonio sirva de ejemplo a otras mujeres y sobre le ponga las pilas a quienes tienen el poder  y el deber de pensar en quienes son tan vulnerables como valiosas y valientes.

NuriaCoronadoNuria Coronado es periodista, editora en www.lideditorial.com  y responsable de Comunicación de Juan Merodio

 

¿El hombre de tu vida?

Por Maribel Maseda Maribel Maseda 2

Venimos de una colección de cuentos, canciones, películas, libros, etc. en los que se hace partícipe de la historia al lector a través de las emociones que generan en él. Habitualmente la pena y el sufrimiento se presenta como vía de salvación de alguien, generalmente un hombre duro, severo, carente de empatía, que no ha conocido el amor anteriormente, por lo que su recuperación es una cuestión de aprendizaje y este de la carga de sacrificio y dolor que la mujer salvadora, paciente y sufrida quiera soportar.

Ilustración de Coco del Pino publicada en el libro La Zona Segura.

Ilustración de Coco del Pino publicada en el libro La Zona Segura.

El  espectador, al principio oscila entre el rechazo hacia la maldad del  hombre y la angustia de verla a ella sufrir sin obtener beneficio alguno. Esta recompensa se anhela tanto, que si el guion establece que el hombre comienza a humanizarse, el espectador le perdona todo lo anterior y aplaude el triunfo del amor que acababa por unir a la mujer con ‘el hombre de su vida’. Solo es necesario que aquel hombre diga con sentimiento y alguna lágrima en los ojos ‘te quiero’. Y si tras este derroche de humanidad, ella decide abandonarle, justo en ese momento, el telespectador desarrolla una compasión solidaria con aquel y  a veces, un reproche más o menos sutil hacia ella. Así, el lector o televidente cae en la trampa de no reconocer el maltrato y peor aún, de quitarle importancia si ve un atisbo de ternura en el maltratador. Además, sucumbe a otra no menos errónea y peligrosa: la de depositar en la mujer la responsabilidad de convertirle en la persona que nunca ha sido. Otra más todavía: la de culparla si no lo consigue o si se da por vencida antes de hacerlo.

Es una reacción a una ficción que además se sabe que lo es. Y esta reacción dura en el espectador el tiempo que dura la película o la lectura del libro. Sus emociones  han cobrado vida y a partir de un punto de esa historia, casi deja de tener el control sobre ellas y pasan a depender del guion. Estoy hablando de algo irreal, y sin embargo acabo de describir los rasgos característicos y habituales que se conjugan en  una situación de maltrato. Aquello que no se entiende que acepte o se genere en la mujer maltratada, ha sido experimentado por cientos, miles de telespectadores y lectores. Pensarán que nada tiene que ver porque ellos saben perfectamente que se trata de una ficción…

Cierto, y sin embargo, sus emociones han sido reales. Y estas le han situado del lado del agresor sin saberlo. Y es que la mujer maltratada tarda en saberlo también. El complicado proceso por el que una mujer pierde el sentido  de lo que merece y de aquello ante lo que debe rebelarse o no, se gesta por el simple hecho de que existe un hombre que  la destruye. Esta es la causa, aquello la consecuencia. No al revés. Y es fundamental que este orden se preserve para no confundirla de nuevo,  para no confundir a los que aún no han llegado a comprender el problema del maltrato. Pero fundamentalmente, para no hacer creer al maltratador que tiene razón.

El hombre que maltrata, que, como dijo la víctima del programa Entre todos, le pega bofetadas, no es ni puede ser  el hombre de su vida, porque el hombre con el que soñaba, en sus sueños no la pegaba ni denigraba. Es evidente que la presentadora  no hablaba del mismo hombre del que hablaba la víctima. Desdibujó al agresor y perfiló a un hombre injustamente abandonado e injustamente calumniado. Creó una ficción y generó una concatenación de emociones en una parte de la audiencia. Y a partir de ahí, los papeles de víctima y verdugo se desdibujaron para algunos también. Cuando una mujer toma conciencia de que debe huir de las agresiones, denunciará cuando se sienta capacitada para ello, pues no le resultará fácil ni llegará a ese momento tras un camino sencillo, como se demostró ese día. No está en la obligación de callarse para siempre si tarda semanas, meses o años en hacerlo. En la historia que intentó contar aquella mujer, había un verdugo, pero no se habló de él. Solo era necesario escucharla.

Maribel Maseda es Diplomada Universitaria en Enfermería, especialista en psiquiatría y experta en técnicas de autoconocimiento. Autora de obras como HáblameEl tablero iniciático, y La zona segura.