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Lo mejor del Mundial

Por Susana ArroyoSusana Arroyo

A mí el amor por el fútbol me lo enseñó mi abuelita. Los mejores recuerdos de mi niñez incluyen nuestros domingos de ligas europeas por la mañana y juegos del campeonato costarricense por la tarde.  Esos eran, quizá, sus únicos momentos de descanso.

Todavía hoy – a mis treinta y tantos y a sus ochenta y muchos- toda gran cita futbolística la comentamos por teléfono. Si las famosas cadenas deportivas nos escucharan, nos ficharían seguro. El domingo nos juntamos después del (aburridísimo) Argentina-Alemania y ésta que les comparto acabó siendo nuestra lista de lo mejor del Mundial.

Un grupo de niños jugando al fútbol en Chad. (C) Laurens/ Oxfam Intermón

Un grupo de niños jugando al fútbol en Chad. (C) Laurens/ Oxfam Intermón

Lo mejor en el campo: Los porteros, Pirlo, Mondragón, Costa Rica eliminando a dos campeonas del mundo, la fase de grupos, todos los récords rotos,el tiro libre de Messi contra Nigeria, el gol de Van Persie contra España, los seis goles de James Rodríguez y este gol feminista:

Un Gol Feminista (subtítulos en inglés) from Fondo Centroamericano de Mujeres on Vimeo.

Lo mejor fuera del terreno de juego: Los memes, la ebullición de las redes sociales,  La Sele tica luchando contra la violencia doméstica, los jugadores de Grecia y Argelia donando sus primas, la exigencia de estadios libres de racismo y homofobia, la aficionada convertida en modelo que perdió su contrato por cazar animales en peligro de extinción y la campaña para que la FIFA algún día pague impuestos.

El equipo ideal: Hay tantos once ideales como personas aficionadas al fútbol. ¿Cómo elegir al mejor? Al fin y al cabo, como dice mi papá, ‘hablar de superioridad es más un discurso ejercido desde el poder y la dominación que desde la base humana’ . Pero una copa no puede acabar sin campeón, así que nosotras llegamos a un acuerdo: por su entrega, esfuerzo y compromiso, por su pasión, perseverancia y el valor de su juego, nuestro equipo ideal lo forman estas mujeres que se lo dejan, cada día, todo en el campo:

Susana Arroyo es responsable de comunicación de Oxfam en América Latina. Tica de nacimiento, vive en Lima. Quiere que cambiar el mundo nos valga la alegría, no la pena.

Tres mujeres y un destino

Por Irene Milleiro Irene Milleiro

El pasado domingo, Mía cumplió dos añitos. Dos años que ha pasado viviendo en la cárcel, entre Costa Rica y España.

A su madre, Raquel, la detuvieron cuando tenía 19 años en un aeropuerto de Costa Rica. Se había tragado 55 bolas de cocaína. Pero dentro tenía algo más: estaba embarazada de tres meses. Cuando se enteraron, las autoridades de la cárcel le dijeron que le quitarían a la niña cuando naciese. Por eso decidió llamarla Mía, como un conjuro para que siempre fuese suya.

Raquel y su hija Mía. Imagen: change.org

Raquel y su hija Mía. Imagen de su abuela, Cristina Hércules. Change.org

Mía y Raquel, Raquel y Mía han pasado dos años espeluznantes. Estaban en el Buen Pastor, irónico nombre para una de las cárceles con peores condiciones de América Latina. Allí Raquel fue víctima de robos, amenazas y extorsiones. Durmió en el suelo, pasó frío, pasó hambre. Pero Mía consiguió nacer. Y no se la quitaron.

Su familia en España estuvo años luchando por traérselas. Después de un largo camino de burocracia y papeleos, hace seis meses Mía y Raquel fueron trasladadas a nuestro país. A su familia le dijeron que cuando llevaran 2 meses aquí, Raquel tendría derecho a permisos. Que el ser madre y haber pasado dos años en una prisión centroamericana en condiciones infrahumanas ayudarían. Pero no. No le han dado ni un permiso por Navidad. Ni para celebrar por primera vez el cumple de su niña en la calle, con sus abuelos.

Desesperada ya, agotadas todas las instancias, Cristina, la madre de Raquel, la abuela de Mía, ha creado una petición en Change.org para pedir la libertad de su hija y de su nieta. “Raquel no es una asesina, no es una violadora, no es un peligro para la sociedad. Está arrepentida de lo que hizo y tiene una familia decente esperándola. Ella ha pagado con creces lo que hizo pero nadie nos escucha. Hemos pedido un indulto que sigue sin respuesta, hemos pedido permisos que han sido denegados, he pedido ayuda a la Defensora del Pueblo. Nada funciona.” 

Casi cada día me encuentro en mi trabajo con casos como éste. Personas como tú y como yo, que se enfrentan a un sistema deshumanizado que no les atiende, que no les escucha, que no les contesta. Personas que no salen en las portadas de los periódicos, que no tienen dinero para pagar grandes abogados, que no tienen contactos con gente poderosa. Personas que ya no creen en el sistema y que por eso recurren a lo último que les queda: el apoyo y la comprensión de otras personas como ellas. Esas personas que firman su petición y le ayudan así a transformar su voz en un grito, un grito que hoy inunda el correo de un ministerio y mañana consigue llamar la atención de algún medio de comunicación; un grito que pone cara, ojos e historia a un número de expediente. Pero sobre todo y ante todo, un grito que les dice que no están solas, que alguien les escucha, les entiende y les apoya.

Y a veces el grito consigue además cambiar su destino. Fue el caso de Miguel Montes Neiro, de Emilia Soria, de David Reboredo, de Lola Sánchez y de las muchas otras personas que, gracias al apoyo de cientos de miles de ciudadanos, consiguieron el indulto que sus familias pedían.

Ojalá sea también el caso de Raquel y Mía. Su grito se ha hecho muy grande. Más de 110.000 personas están apoyando a Cristina para pedir el indulto de su hija, que es además la libertad de su nieta. Con esas 110.000 firmas se va a ir al Ministerio de Justicia, y no va a parar hasta que tenga a sus niñas en casa. Todavía estás a tiempo de echarle una mano.

 

Irene Milleiro es responsable de campañas en Change.org