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La bolsita de té

Por Charo Mármol

‘Una mujer es como una bolsita de té. Nunca sabes lo fuerte que es hasta que se encuentra en agua caliente’

Eleanor Roosevelt

Hace unos días participé en Segovia en el VII Encuentro Mujeres que transforman el Mundo, y  tuve la suerte de conocer y escuchar a dos excelentes  mujeres, sencillas mujeres, en principio como cualquiera de nosotras, hasta que un día las pusieron en agua hirviendo y dieron todo el sabor que llevaban en su bolsita de té.

La periodista Pilar Requena y la Premio Nobel de la Paz 2011, Leymah Gbowee en el VII Encuentro de Mujeres que Transforman el Mundo. Imagen: Charo Mármol

Una de ellas, Leymah Gbowee  era una joven de 26 años embarazada, con tres hijos y un marido que la golpeaba. Entonces se encontraba en  un campo de refugiados de Ghana donde había llegado huyendo de la guerra que asolaba a su país, Liberia.  Aguantó los malos tratos hasta que un día su marido la golpeó en público. Sin pensarlo más cogió a sus tres hijos y, embarazada como estaba, regreso a su país haciendo autostop. Pasó por un momento de angustia y depresión sin saber muy bien qué iba a ser de su vida. Hasta que su madre le dijo: ‘tienes que luchar por tus sueños, hacer lo que quieras hacer’. Y decidió cambiar de vida sin imaginar que cambiaría la vida de los demás.

Comenzó a estudiar y formarse. Empezó a trabajar en Sierra Leona con mujeres que habían sido violadas y con niños soldados, a los que en sus comienzos odiaba por lo que habían hecho y con los días y el trabajo trasladó ese odio a los que habían hecho las guerras.

Regresó a Liberia y empezó a trabajar con mujeres, al principio sólo 7. Se dieron cuenta que no podían acabar con la guerra si antes no sanaban ellas el trauma que acarreaban debido a la guerra, las violaciones y el maltrato. . En 2002 congregó a mujeres musulmanas y cristianas para rezar por la paz y realizar protestas pacificas entre las que destacó la huelga de sexo dirigida a forzar a los hombres a deponer las armas, pero sobre todo a llamar la atención de los medios de comunicación y lo cierto es que lo lograron. El número de mujeres fue creciendo y vestidas con sus camisetas blancas se convirtieron en una fuerza política contra la violencia que terminó con la guerra civil que mataba a miles de personas en aquel país africano.

En 2011, junto a Ellen Johnson, Presidenta de Liberia y Tawakkul Karman recibió un merecido Premio Nobel de la Paz. Hoy es presidenta de la Fundación creada por ella para dar educación y liderazgo  a las niñas de su país  y viaja por el mundo con un mensaje de esperanza: hay que luchar por los sueños y si lo hacemos juntas lo podremos lograr

Por la tarde escuchamos a  la australiana Melinda McRostie, quien desde los 7 años vivía con su madre en la isla de Lesbos. Allí en esa preciosa isla regentaba, y aún regenta, un restaurante The Captain’s Table, que hacía las delicias de los miles de turista que llegaban a Lesbos.  Melinda en 2010 vio cómo cambiaba el rostro de las personas que llegaban a su isla: ya no eran los turistas adinerados que viajaban  a disfrutar del sol y de los placeres de las islas griegas, ahora empezaron a llegar miles de personas refugiadas huyendo de la guerra, de la violencia, del hambre y muchas veces de la muerte y no se lo pensó: empezó a darles comida y bebida, a proporcionarles alojamiento hasta que las 100 personas que llegaban a la semana se convirtieron en 1000 al día desbordando toda su capacidad de ayuda. Decidió movilizar y coordinar a un grupo de voluntarios. Pronto fueron más de 1500 personas y creo la Starfish Foundation para alimentar, vestir y proporcionar asistencia médica a más de 200.000 refugiados.

Involucró a sus hijos, a su marido… sin ellos no sería posible su dedicación plena a esta tarea, no siempre comprendida por lo vecinos que en su gran mayoría viven del turismo y que hoy se enfrentan  a la reconstrucción de su economía turística.

Estas son sólo dos historias de otras muchas que escuchamos a lo largo del encuentro, llevadas de la mano de excelentes mujeres profesionales del periodismo como Alicia G. Montano, Rosa Mª Calaf o Marta Gómez entre otras. Un encuentro para visibilizar a aquellas mujeres que sin pensarlo ni buscarlo se vieron de lleno en un recipiente de agua hirviendo e igual que las bolsitas de té, dieron lo mejor de sí mismas.

Charo Mármol es comunicadora, feminista, militante de causas perdidas y autora del blog La mecedora violeta.

Caddy Adzuba: el verdadero precio del coltán

Por Júlia SerramitjanaJulia Serramitjana

Caddy Adzuba empieza lanzando el siguiente dato: cada día 40 mujeres son violadas en su país, la República Democrática del Congo. La cifra me entra por los oídos, la proceso y me va directamente al estómago.  ¿Lo he oído bien? Sí, 40 mujeres al día. ¿Por qué?

Caddy tiene un año más que yo. También es periodista. Trabaja para Radio Okapi, una emisora de la Misión de Naciones Unidas. Está amenazada de muerte desde que denunció la violencia sexual que sufren las mujeres de su país, en guerra desde 1996. Ha estado a punto de morir asesinada en dos ocasiones. A pesar de ello, sigue trabajando para dar a conocer esa realidad. Conozco a pocos periodistas de mi edad con una trayectoria y valentía como la suya.

Sigo repasando su biografía mientras la escucho durante el III Foro Internacional DevReporter en el que se debatió si el periodismo es un estímulo o un obstáculo para la comprensión global del mundo. Los datos sobre su país van cayendo en mi estómago: más de 25 años de guerra, el conflicto que más víctimas mortales ha provocado desde  la Segunda Guerra Mundial.  Miles de mujeres violadas. Y, aún así, el silencio mediático sigue imperando. ¿Por qué?

Caddy Adzuba (dcha) junto a la periodista Montse Santolino en el Foro DevReporter celebrado en Barcelona. (c) Bibian Escudero

Caddy Adzuba (derecha) junto a la periodista Montse Santolino en el Foro DevReporter celebrado en Barcelona. (c) Bibian Escudero

Ella sabe mucho de esto. Como fundadora de la red ‘Un altavoz para el silencio’, es perfectamente consciente de que lo que no se visibiliza no existe a los ojos del mundo, anestesiado por unas coberturas mediáticas  superficiales y centradas sólo en la catástrofe y el desastre.

Desde su perspectiva como periodista, Caddy cree que nos falta profundización en temas tan complejos. “De la República Democrática del Congo sólo os llega que nos hemos matado los unos a los otros”, afirma.

Allí, a las poblaciones se las ha infra-informado con intenciones perversas. Es difícil acceder a la información, cuenta Caddy. Pero aquí no tenemos excusa: “Estamos muy decepcionados de cómo os llega la información desde allí”, sentencia.  Estoy de acuerdo, tenemos que superar la cultura del desastre.

El conflicto que vive el país está causado en gran parte por controlar los yacimientos de coltán, un mineral clave en las nuevas tecnologías como los teléfonos móviles. Las violaciones y abusos a mujeres llevadas a cabo por los combatientes han sido utilizadas como arma de guerra por todos los grupos implicados. Una realidad compleja y difícil, que los periodistas tendemos a simplificar como un mecanismo para afrontar la complejidad.

Caddy termina su charla. Salgo del auditorio. “¿Qué hacer ahora con toda esta información en el estómago?”, pienso.  Del 22 al 25 de febrero se celebra el Mobile World Congress en mi ciudad, en Barcelona. Cada año las portadas de los diarios, las radios y las teles abren los informativos explicando el lleno descomunal de hoteles y el gremio de taxistas aparece en los medios explicando que no dan abasto. Poco más.

¿Qué tal si abrimos el foco y hablamos en los medios de cómo la guerra provocada por el coltán, el mineral esencial para fabricar los móviles que usamos acaba causando que 40 mujeres al día sean violadas en otra parte del mundoEl famoso efecto mariposa.

Caddy vino a recordárnoslo un día de febrero, pero ahora nos toca a nosotros desde aquí seguir repitiéndolo e insistiendo para que se visibilice esa realidad.

Júlia Serramitjana es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Huir de Siria hacia un callejón sin salida

Por Júlia SerramitjanaJulia Serramitjana

“Caminamos de noche para alcanzar la frontera con Jordania. Yo llevaba en brazos a mi hijo de dos meses. El corazón me palpitaba de miedo. Al llegar al paso fronterizo, no encontraba a mi marido ni a mis cuatro hijas. Empecé a oír disparos a mi alrededor. Creía que les había perdido. Fueron los minutos más angustiosos de mi vida.”

Ghossoun de 38 años, maestra, recuerda así la huida de su familia de Siria hace año y medio, cuando fueron a buscar refugio en Jordania. Tiene seis hijos, de entre 2 y 12 años. Llegó a Amman con su documento de identidad, una sillita de bebé y algo de ropa de los niños. Al llegar, alquiló un piso desvalijado de dos habitaciones por 150 dinares jordanos (unos 200 euros) al mes y sobrevivieron con los jornales que su marido Samer conseguía ganar de vez en cuando.

Mujeres refugiadas sirias que viven en un asentamiento informal al lado de una carretera esperan para salir a trabajar a los campos de tomates en el valle de Bekaa en el Líbano.

Mujeres refugiadas sirias que viven en un asentamiento informal al lado de una carretera esperan para salir a trabajar a los campos de tomates en el valle de Bekaa en el Líbano. Imagen:  Bekki Frost

Para las refugiadas como Ghousson es prácticamente imposible conseguir un permiso de trabajo debido a la estricta legislación laboral jordana. Al no poder obtener unos ingresos estables, se ve obligada a gastar todos sus ahorros y depender de la ayuda humanitaria. Mujeres como ella se encuentran en un callejón sin salida. Pero es que además, la falta de fondos ha obligado a las organizaciones humanitarias a recortar sus programas. Los ahorros con los que contaba Ghousson están prácticamente agotados. ¿Qué futuro le espera?

Hace poco más de un año escribía en este mismo blog, sobre Sawthan Alshami, una mujer que también emprendió una dolorosa huida desde Siria y recuerdo que en ese momento pensé que ese conflicto no podía alargarse más. Ni la violencia ni el sufrimiento de todas estas mujeres.

Un año más tarde me entristece enormemente saber que siguen existiendo historias como la de Ghousson. Y mientras, el goteo de personas muertas, desplazadas o en situación de necesidad urgente como consecuencia del conflicto sigue aumentando. El coste humano es escalofriante: 190.000 personas han perdido la vida y 6,5 millones han tenido que desplazarse en Siria. Y con tres millones de refugiados, se trata de una de las peores crisis  desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy leía el informe publicado por Oxfam Intermón: Un trato más justo para la población siria, en el que se advierte que combinación de agotamiento de los ahorros y menor ayuda no dibuja un panorama muy alentador y advierte que muchas mujeres tendrán que recurrir cada vez más a mecanismos de subsistencia negativos y arriesgados, como trabajo infantil, prostitución, matrimonios tempranos y mendicidad.

Júlia Serramitjana es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

«Tened fe en las mujeres sirias. Podemos lograrlo todo»

Por Jenny EnarssonJenny Enarsson

Días después de la cumbre de alto nivel sobre cómo acabar con la violencia sexual en los conflictos de Londres, un grupo de mujeres sirias se reunió en Amman (Jordania). En esta reunión no hubo personas famosas ni cámaras de televisión. De hecho, su hubiese habido cámaras, muchas de las mujeres no habrían podido participar.

Se trataba de una iniciativa de la Syrian Women’s Initiative for Peace and Democracy (SWIPD), una red de organizaciones de mujeres de la sociedad civil cuyo objetivo es influir en la búsqueda de una solución política a la crisis que sigue asolando Siria y afectando a toda la región. Tras tres años de largo conflicto, el ambiente en Amman era sincero. Una de las participantes subrayó: La comunidad internacional ha estado mirando a otro lado mientras nos íbamos sumiendo en esta situación; en este infierno’.

 

Una mujer coge a su hija mientras la aviación siria bombardea un barrio cercano a su casa. Foto: Sam Tarling / Oxfam

Una mujer coge a su hija mientras la aviación siria bombardea un barrio cercano a su casa. Foto: Sam Tarling / Oxfam

La coalición, que cuenta con 49 organizaciones, se formó en vistas de las esperadas negociaciones de paz de Ginebra II que comenzaron en enero de este año para fracasar tras semanas de negociación entre las distintas partes del conflicto. Algunas organizaciones están consolidadas y tienen vínculos internacionales, mientras que otras son grupos pequeños que están respondiendo a esta crisis sobre el terreno y que no pueden ser ignoradas. En los meses previos a Ginebra II, las líderesas de las organizaciones miembro, tanto de dentro como de fuera de Siria, hicieron recomendaciones para garantizar que en el proceso de construcción de paz y de recuperación las mujeres participaran activamente y se tuvieran en cuenta las cuestiones relacionadas con el género así como las demandas de las organizaciones de mujeres. Aunque sabemos por los conflictos que existen en todo el mundo que una mayor participación de las mujeres incrementa las posibilidades de éxito de los procesos de construcción de paz, finalmente estas organizaciones fueron excluidas de las negociaciones.

Trabajando para la paz en distintas esferas
En Amman, la reunión se centró en planificar los próximos pasos. La labor de Syrian Women’s Initiative for Peace and Democracy se centra principalmente en abogar por la reanudación de las negociaciones de paz, pero sus integrantes están convencidas de que esta se debe desarrollar nivel local, regional e internacional al mismo tiempo. Esto significa que las organizaciones de la sociedad civil, así como otras organizaciones comunitarias de base y las personas a título individual, deben participar y trabajar juntas y de forma paralela a los debates políticos de alto nivel entre Gobiernos, Naciones Unidas y otros actores internacionales para que la paz sea sostenible a largo plazo. La coalición argumenta que para ello, se debe incrementar el rol de las mujeres como portadoras de este mensaje de paz civil y seguridad. ‘A veces, los países occidentales solo quieren vernos como madres, mujeres y hermanas. Pero no queremos ser víctimas de estereotipos. Tenemos el derecho de participar en las negociaciones y en las decisiones sobre el futuro de nuestro país. Ese es nuestro papel y debe ser tomado muy en serio’.

La Syrian Women’s Initiative for Peace and Democracy (SWIPD) reúne lideresas de 49 organizaciones. Fuente: http://swipad.org/node/45

La Syrian Women’s Initiative for Peace and Democracy (SWIPD) reúne lideresas de 49 organizaciones. Fuente: http://swipad.org/node/45

La voz de la amplia mayoría debe ser escuchada
Para que esta amplia gama de partes interesadas puedan colaborar en pro de la paz, es necesario fomentar la confianza para que las personas sirias de todo tipo de afiliación puedan trabajar juntas. ‘Necesitamos empezar un proceso de paz basado en los intereses y preocupaciones comunes de todas las personas participantes. El pueblo sirio está cansado y quiere una solución pacífica. Las personas extremistas son solo el 5% en ambos bandos del conflicto. Debemos centrarnos en el 90% restante.

La implicación de la comunidad internacional es clave
Pero no solo las organizaciones de mujeres deben coordinar sus esfuerzos. También la comunidad internacional. Las integrantes de la coalición fueron claras en cuanto a qué querían. Una de las participantes explicó: ‘Necesitamos que la comunidad internacional presione para que las negociaciones de paz se reanuden. Y necesitamos apoyo para que nuestra voz sea tenida en cuenta en el proceso de paz. Queremos que la comunidad internacional nos ayude a construir un Estado democrático; el Estado con el que soñamos’.

Cuando la reunión en Amman estaba a punto de terminar y todas las participantes se pusieron en pie dispuestas a marcharse, una de ellas tomó el micrófono:
‘Antes de que nos marchemos, quiero contaros una historia. Hace un año, un grupo armado entró en mi pueblo. Actuaron con violencia. Los hombres no podían salir a la calle porque corrían el peligro de ser tiroteados o secuestrados. Al final, fueron las mujeres quienes rodearon a los combatientes y los echaron del pueblo. Me gustaría decirle a la comunidad internacional que tenga fe en las mujeres sirias. Podemos lograrlo todo‘.

Jenny Enarsson, asesora en temas de género en la respuesta humanitaria de Oxfam en Siria

La cooperante y el guerrillero, o cómo atraer la atención hacia Sudán del Sur

Por Laura HurtadoLaura Hurtado

Hace unos días terminé de leer La guerra de Emma (Ed. Marbot, 2011) donde la periodista norteamericana Deborah Scroggins cuenta la historia de Emma McCune, una británica de buena familia que lo dejó todo para impulsar un proyecto de educación en Sudán del Sur, cuando todavía no se había separado de Sudán. En medio de la guerra más larga de África y de una de las primeras hambrunas mediáticas, Emma se enamoró de Riek Machar, entonces un líder guerrillero del Ejército Popular de Liberación de Sudán (EPLS). Machar terminaría ocupando la vicepresidencia del nuevo país independiente en 2011 como representante de la etnia nuer, pero actualmente permanece escondido tras ser acusado por el presidente Salva Kiir -de la etnia dinka- de encabezar un golpe de Estado el pasado mes de diciembre.

La británica Emma McCunne con su marido guerrillero, Riek Machar, en Sudán del Sur

La británica Emma McCunne con su marido guerrillero, Riek Machar, en Sudán del Sur. Imagen: www.theage.com.au

Como os podéis imaginar, la relación entre la cooperante inglesa y el guerrillero sursudanés nunca fue fácil. Por un lado, los cooperantes extranjeros que eran colegas de Emma no entendieron que se casara y se fuera a vivir con un ‘señor de la guerra’ y de esta forma tomara partido en el conflicto, poniendo en riesgo la neutralidad que deben tener las personas que trabajan para las ONG con el fin de garantizar su labor en el país: ayudar a la población civil a sobrevivir en medio de la brutalidad. Por otro lado, los miembros del EPLS afines a Riek Machar insinuaban que no era suficiente duro para disciplinar a sus tropas debido a la influencia de su esposa ‘khawaja’ (término árabe que usan los sudaneses para referirse a los blancos). De hecho, ‘la guerra de Emma’ fue el nombre que algunos miembros del EPLS dieron a la guerra que estalló en 1991 entre los seguidores de la John Garang, el líder del EPLS, y los de sus lugartenientes Riek Machar, Lam Akol y Gordon Kong, como si ella fuera la culpable de todo. Un clásico, por cierto, como Eva en el Paraíso, por citar un ejemplo.

Emma McCune fue una mujer comprometida con la población afectada por la guerra en Sudán del Sur

Emma McCune fue una mujer comprometida con la población afectada por la guerra en Sudán del Sur. Imagen: louderthanwar.org

De todas formas, la intención del libro no es ni mucho menos contar una historia de amor. El controvertido romance solo sirve como excusa para intentar comprender la guerra civil sudanesa que, exceptuando pequeños paréntesis de paz, duró más de 50 años (1955-2005) y dejó millones de muertos (sí, millones). Todo ello para conseguir  ‘atraer el interés de los lectores occidentales’, según confiesa la autora en las primera páginas.

A lo largo del libro, Scroggins relata escenas horripilantes que vivió en su propia piel cuando viajó a Sudán del Sur para cubrir la hambruna en 1988 o la guerra en 1990 para un periódico de Atlanta (EEUU). Miles de personas hambrientas peleándose por la comida que distribuían unas pocas ONG, en un país abandonado a su suerte por Occidente y víctima de los ‘señores de la guerra’ locales, que sacan partido de sembrar el caos.

Pero lo peor de todo es que, mientras leía el libro, los enfrentamientos en Sudán del Sur estallaron de nuevo. De repente, la historia se repetía. Y el horror también. Casi un millón de personas (1 de cada 8 sursudaneses) ha tenido que abandonar su hogar repentinamente, atemorizadas, dejando atrás sus tierras y su ganado, es decir, su medio de subsistencia. Se calcula que 5 millones de personas necesitan alimentos, agua y refugio, mientras Occidente mira a otro lado. De los 1,27 billones de dólares que pidió Naciones Unidas a la comunidad internacional para esta emergencia solo se ha conseguido una tercera parte.

Por suerte, algunas ONG seguimos allí, dispuestas a salvar vidas.

 

Laura Hurtado es periodista, feminista y trabaja en Oxfam Intermón. Si quieres, puedes ayudarnos a responder a la emergencia en Sudán del Sur.

Siria: ‘nunca pensé que esto podría pasarnos’

Por Claire Seaward Claire Seaward

Recientemente he conocido a Reema*, una joven siria de 19 años de edad, en un campo de refugiados de Líbano. En Siria, Reema tenía toda la vida por delante. Acababa de terminar la escuela secundaria y estaba a punto de entrar en la universidad. Estaba ansiosa por trabajar y forjarse un futuro.

Pero en ese momento su casa fue bombardeada y ella, sus padres y hermanas tuvieron que huir. Ahora espera sentada en un campo sin posibilidad de acceder a la educación superior, sin perspectivas de independizarse, y –tal como refleja su mirada- sin esperanza para un futuro mejor.

Lamentablemente, la historia de Reema es solo una de muchas en Siria. En los últimos cuatro meses, he conocido a muchas mujeres refugiadas en el Líbano y Jordania. Me siento honrada de escuchar sus historias. En una crisis como ésta, las opiniones y preocupaciones de la gente común a menudo son difíciles de encontrar. Las voces de las mujeres son especialmente raras.

Muchas mujeres sirias están luchando para hacer frente a esta nueva realidad. Como tú o como yo, tenían casas, trabajo, agua, electricidad, educación y salud. Algunas son profesoras universitarias, arquitectas, y sus maridos son diseñadores de jardines, albañiles y empresarios. Hasta que, un día, todo desapareció.

A muchas madres que he conocido lo que más les preocupa son sus hijos. Muchas huyeron de Siria porque temían por sus vidas. Están preocupadas porque sus hijos e hijas no pueden ir a la escuela, porque el agua que beben les provoca enfermedades, o porque no serán capaces de darles la comida que necesitan. Las mujeres embarazadas están preocupadas por dar a luz y criar a sus bebés en un campo polvoriento y sucio.

Samira se ha visto obligada a vivir en un campo de refugiados de Líbano. © Luca Sola/Oxfam.

Samira se ha visto obligada a vivir en un campo de refugiados de Líbano. © Luca Sola/Oxfam.

Escuchar estas historias hace que sea consciente de la suerte que tengo de haber crecido en un país estable y próspero como Australia. Cuando estoy enferma, voy a ver a mi médico de cabecera. Cuando abro un grifo, tengo agua potable. ¿Qué haría yo si mañana me convirtiera en una refugiada? Sinceramente, no lo sé. Y suelo pensar que eso no me pasará nunca.  Aunque estas mujeres sirias pensaban lo mismo que yo. De hecho, una de las frases que más he escuchado entre las personas refugiadas de Siria es: «Nunca pensé que esto nos iba a pasar a nosotros.»

Desde que comenzó el conflicto hace tres años, 1,8 millones de personas han tenido que abandonar Siria para encontrar seguridad en los países vecinos, a veces con nada más que la ropa que llevaban puesta. Otros 4,25 millones de personas están todavía dentro de Siria, pero han tenido que huir de sus hogares para tratar de encontrar un lugar seguro para vivir.

Oxfam (donde yo trabajo), y muchas otras organizaciones, son capaces de ayudar con los problemas inmediatos que enfrentan las personas refugiadas. Por ejemplo, en Oxfam estamos trabajando con organizaciones locales para proporcionar dinero en efectivo y cupones para que las familias puedan comprar alimentos y tener un techo sobre sus cabezas, aunque ese techo sea un sótano, que forma parte de un edificio abandonado, o láminas de plástico para hacer una tienda de campaña.

Pero la ayuda que dan los gobiernos y las personas individuales es lo que realmente marca la diferencia, es lo que está salvando vidas.

La ONU acaba de pedir a Estados Unidos 5 millones de dólares para proporcionar a las personas afectadas por la crisis de Siria durante el 2013. Se trata de una enorme cantidad de dinero, pero es lo que se necesita para proporcionar la ayuda esencial, como alimentos, agua, refugio y atención médica a millones de personas afectadas.

Lo que Oxfam y otros organismos de ayuda no podemos hacer es que Siria vuelva a ser lo suficientemente segura para que su población pueda volver. Los gobiernos y los grupos de la oposición dentro de Siria tienen que lograrlo y les instamos enérgicamente a encontrar una solución pacífica a la crisis lo antes posible.

Las mujeres con las que he hablado quieren desesperadamente volver a casa. Ellas aman Siria. Pero hasta que no sea seguro volver, se sientan en el limbo, en países como Líbano y Jordania, sin saber cuál será su destino.

Para ayudar a las mujeres como Reema a volver a su hogar, puedes hacer un donativo para la emergencia de Siria.

 

 

* Reema no es su verdadero nombre. Hemos tenido que cambiarlo por motivos de seguridad.

Claire Seaward es responsable de campañas de Oxfam. Durante los últimos 9 años ha trabajado en Gran Bretaña,  África y  Asia. Defiende los derechos de los refugiados sirios en el Líbano y Jordania desde febrero de 2013.