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Alejar a las niñas de las cuchillas: mutilación genital femenina

 

Por Celia ZafraCelia Zafra

Cada año, la Organización Mundial de la Salud nos informa de que hay 28 países del África Subsahariana y Oriente Medio en los que se practica la mutilación y nos mareamos con la cifra de las 140 millones de niñas y mujeres han sido víctimas de esta práctica. UNICEF nos traduce el dato a lo cotidiano, y así sabemos que, cada día, 6.000 niñas de entre 4 y 10 años son mutiladas.

Pero conocemos menos sus historias, el día de fiesta que muchas niñas africanas esperan sin saber el dolor que esconde el festejo; conocemos poco la presión brutal del entorno para someterse a la ablación, la espiral del silencio que deja tan poca escapatoria; conocemos muy poco sus dudas, sus debates internos, sus miedos a ser apartadas de la comunidad si no se han ‘cortado’, a no poder casarse, a vivir señaladas.

Oumul cuenta en el documental Bref esa búsqueda infantil de pertenencia al grupo, de querer ser como las demás: «mi madre no quería someterme a la práctica, pero yo sí, porque si no lo hacías te llamaban cosas feas. Pensé: si las demás lo hacen yo también lo voy a hacer. Yo también quería ropa rara (de fiesta, como la que llevan las niñas el día que se mutilan)»

Algunas de estas mujeres llegan a Europa, a España, y las contradicciones se agudizan, y ahora las ‘raras’ son las mutiladas, y ahora el miedo es regresar a sus países de origen con sus hijas y ser capaces de protegerlas.

Y ahora Oumul ha visto, ha escuchado, y habla ‘de lo que se pierde’ con la ablación, de las complicaciones en los partos, de las muertes de niñas por hemorragias. De ahí al ‘a mi hija no se lo haré, dios me libre’, hay todo un proceso de reflexión, toda una toma de conciencia del propio cuerpo.

Esa ha sido la aspiración de Médicos del Mundo desde 2005, contribuir al proceso de reflexión de las mujeres residentes en España que proceden de países donde la mutilación está arraigada. Sin figuras de autoridad, sino conectando con ellas -mujeres de Nigeria, Gambia, Senegal o Malí, y también sus parejas- a través de mediadoras pertenecientes a su cultura (66 en 2012). Muchas de las mediadoras pasaron antes por la ablación, así que saben de lo que hablan. «Estoy luchando para que las nuevas generaciones de mi familia y otras mujeres del mundo puedan sentir como cualquier mujer», clama Fátima Djarra, mediadora guineana de Médicos del Mundo en Navarra.

Son muchas las familias que adquieren el compromiso de no practicar la MGF  y además de proteger a sus hijas, se unen a la lucha activa  contra la MGF.

Son muchas las familias que adquieren el compromiso de no practicar la MGF a sus hijas y se unen a la lucha activa contra la misma. Foto: Asier Alcorta Hernández / Médicos del Mundo

Creemos que hay que perseguir firmemente el delito, pero que sin prevención y sensibilización no se lograrán éxitos duraderos en el retroceso de la mutilación genital. Así que buscamos sacar «el tema» de la esfera de lo tabú, acercándonos a las mujeres a través de la cocina para terminar hablando de derechos. Explorando caminos paralelos, pero convergentes: autoconocimiento del cuerpo, talleres de prevención, atención psicológica, formación de profesionales sanitarios y sociales, revisiones pediátricas.

Y luego están los viajes de vacaciones a África, ay, el peligro de los viajes. Y frente a eso, la firma del ‘compromiso’ de las familias de alejar a las niñas de las cuchillas. Lo contamos en una exposición fotográfica de la mano del fotógrafo Asier Alcorta. No hay sangre en estas fotos. Hemos preferido mostrar la sonrisa de la niña que no ha perdido nada en el camino.

Celia Zafra es responsable de comunicación de Médicos del Mundo, una asociación independiente que trabaja para hacer efectivo el derecho a la salud para todas las personas, especialmente para aquellas que viven en situación de pobreza, inequidad de género y exclusión social o son víctimas de crisis humanitarias.

Partos en el techo del mundo

Por Celia Zafra Celia Zafra

Imagina que vives al norte de Bolivia y eres una mujer aymara. Estás embarazada, pero quizá no sabes que la mortalidad materna en la zona en la que vives es una de las más alta de América Latina, con 190 muertes por cada 100.000 nacimientos con vida. Aunque no conoces la estadística, has visto vecinas morir en tu aldea. Unos nacen y otras mueren; a veces hasta al mismo tiempo; así son las cosas.

Los mensajes del gobierno y de los agentes de salud te recomiendan ir a un hospital, pero allí no conoces a nadie y lo sientes tan ajeno como los programas de mansiones de Hollywood que ponen en la televisión. Te cuentan unas amigas que a la sala de parto no dejan entrar a familiares ni a la partera de tu comunidad, que tanta tranquilidad te da, porque sabe mucho. Además, el transporte hasta allí es bien caro. Decides dar a luz en casa, como tu madre, como la madre de tu madre. Así nació tu primer hijo -qué joven eras- y la segunda, una niña que enseguida rompió a llorar. Con el tercero algo no fue bien, y el niño murió. Quizá en el hospital hubieran podido salvarle, pero llegar hasta allí tomaba tres horas de camino o más, con la carretera llena de barro como estaba ese día.

Para parir al cuarto pensaste que mejor lo intentabas en Patacamaya, en la ciudad. Un día de mercado pasaste por allí, tratando de perderle el miedo a quedarte en manos de personas desconocidas. Y resultó que las cosas habían cambiado. Las habitaciones eran agradables, con colores cálidos, con frazadas para protegeros del frío invierno andino. Te informaron de que podías elegir quién querías que estuviera presente en el momento del nacimiento: podía ser tu madre, tu suegra, la partera de tu comunidad e incluso tus hijos e hijas mayores. Ni siquiera tenías que empujar tumbada en la camilla -esa postura que siempre te pareció tan rara-; podías hacerlo de cuclillas, de rodillas, como tu cuerpo se acomodara mejor al dolor. Si las cosas iban mal, el quirófano estaba allí mismo, y no habría que pagar por la cesárea.

Allí vino al mundo Alejandra, toda redondita. Ahora hay que ocuparse de que ella y sus hermanos vayan creciendo y no se queden chiquitos. Dicen los informes que hacen en las oficinas que uno de cada cuatro niños o niñas de tu país sufre de desnutrición crónica, y tú ya pariste cuatro.

Esta podría ser la historia de Marlene, de Silvia o de Elsa. Sus historias y las de sus partos las ha seguido y fotografiado Olmo Calvo, ganador del XVI Premio de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña y ahora se pueden ver en el blog que Médicos del Mundo ha creado para mostrarlas, Partos en el techo del mundo.

Ellas son las protagonistas de este trabajo, pero lo más importante es que quieren ser protagonistas también de sus vidas y de las decisiones sobre cómo comienzan las vidas de sus hijas e hijos. Olmo Calvo las siguió el último mes de su embarazo, retrató el momento íntimo del parto y les preguntó por sus sentimientos y sus convicciones. Un video y más de cien fotografías lo reflejan.

Los partos con adecuación cultural forman parte del trabajo de Médicos del Mundo en Bolivia, donde llevamos más de 10 años contribuyendo a mejorar los servicios públicos de salud en las áreas rurales de los departamentos de La Paz y de Santa Cruz. En el departamento de La Paz más de la mitad de las mujeres (el 55%) paren en sus casas. Allí las posibilidades de intervenir en caso de problema son limitadas y el número de fallecimientos es significativamente más alto que cuando el parto tiene lugar en un centro sanitario.

Por estos motivos, en coordinación con el Ministerio de Salud boliviano, nos planteamos el objetivo de aumentar los partos en instalaciones sanitarias. Sin embargo, las mujeres indígenas no acuden a los centros de salud a dar a luz porque están lejanos a su domicilio, no pueden hacer frente a los gastos de transporte o bien porque desconfían del personal sanitario o tienen miedo a la discriminación. Para vencer estas resistencias a tener a su descendencia fuera de su casa, hemos tratado de ‘trasladar’ el ambiente de sus hogares a los centros sanitarios, desarrollando lo que se conoce como ‘parto caliente‘ o ‘parto con adecuación cultural‘.

Hasta hoy Médicos del Mundo ha impulsado la apertura de salas de parto con adecuación cultural en más de 18 municipios del departamento de La Paz y más de 500 mujeres aymaras han escogido esta opción de parto respetado, lo que se ha traducido en un incremento importante de los nacimientos con control sanitario.

 

Las historias de los Partos en el techo del mundo se presentan en Madrid el sábado 5 de abril a las 13 horas, en la sala Borau de la Cineteca de Matadero Madrid.

Celia Zafra es responsable de comunicación de Médicos del Mundo, una asociación independiente que trabaja para hacer efectivo el derecho a la salud para todas las personas, especialmente para aquellas que viven en situación de pobreza, inequidad de género y exclusión social o son víctimas de crisis humanitarias.