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Cao Shunli: cuando los principios son el fin

Por Violeta Assiego Violeta Assiego

‘La libertad es un valor en sí mismo y por sí mismo, porque sin él, los seres humanos nunca podrían desarrollar todo su potencial. De otra forma, un país no puede desarrollar todo su potencial’  (Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz 2010)

Cao Shunli, abogada y activista china, murió bajo custodia de las autoridades chinas el pasado 19 de marzo. Esta mujer, de poco más de cincuenta años, tenía previsto viajar a Ginebra el pasado 14 de septiembre cuando desapareció en el aeropuerto de Beijing. Se dirigía a una sesión de capacitación a miembros de las ONG sobre los mecanismos de derechos humanos de la ONU. No llegó a coger el avión y de ella no se volvió a saber nada hasta poco más de un mes después cuando las autoridades chinas confirmaron lo que todo el mundo sospechaba, había  sido detenida.

Cao Shunli. Imagen de Chinadigitaltimes.net

Cao Shunli. Imagen de Chinadigitaltimes.net

Los cargos de los que le acusaban fueron participar en enfrentamientos y provocar disturbios. Y los hechos que sostenían dicha imputación eran haber participado durante 90 días, de junio a septiembre, en una acampada frente al Ministerio de Exteriores junto a un grupo de mujeres de mediana y avanzada edad para reclamar que las ONG y la sociedad civil pudieran participar en las consultas y redacción del informe nacional sobre Derechos Humanos cuyo examen periódico estaba previsto para el 22 de octubre. Desde el año 2008 –y siempre utilizando los mecanismos legales y judiciales de su país así como los mecanismos internacionales de derechos humanos– Cao Shunli ha luchado para que haya transparencia y rendición de cuentas en materia de derechos humanos por parte del Gobierno chino así como para que las ONG y la sociedad civil participasen y formasen parte de las consultas necesarias en la elaboración de los informes y planes nacionales de derechos humanos. Las autoridades chinas se han resistido sistemáticamente a este tipo de peticiones  invocando, entre otras razones, el secreto de Estado.

Durante todos estos meses, desde su detención –y a pesar de la protesta internacional y de la movilización de sus propios compatriotas–  la situación de Cao Shunli ha sido objeto del más puro hermetismo. Las causas que han desencadenado su muerte hace apenas quince días –según informa la ONG china HRIC– tienen que ver directamente con la negativa por parte de los responsables del centro de detención donde se encontraba de proporcionarle el tratamiento que necesitaba al padecer una gravísima dolencia hepática. Este hecho, junto con otras dudosas condiciones en su confinamiento, son las que también alegan sus familiares y su abogado como motivos directos del deterioro imparable que sufrió su salud hasta la muerte. Y a pesar de que se solicitó su libertad condicional para poder ser atendida médicamente solo fue trasladada al hospital el 19 de febrero cuando ya estaba en coma. Pasó sus últimos días conectada a un respirador artificial y sin poder tener contacto directo con nadie.

“Es común negar atención médica a activistas detenidos a fin de debilitarlos o castigarlos. Las autoridades chinas deben poner fin de inmediato es esta práctica ilegítima e inhumana”, afirman desde Amnistía Internacional. Algo especialmente preocupante cuando se tiene conocimiento de que Cao Shunli no es la única defensora de derechos humanos china detenida y encarcelada por manifestar de manera pacífica y legal su desacuerdo con las autoridades chinas. Es el caso de Liu Xia, –que además de ser esposa del encarcelado premio nobel Liu Xiaobo, es poeta y fotógrafa– que tiene prohibida exponer su obra en china, vive bajo arresto domiciliario desde el año 2010 (cuando se entregó a su marido el premio nobel de la paz) y a la que las autoridades chinas también han negado tratamiento médico adecuado o la libertad condicional. De hecho desde el pasado mes de febrero se encuentra hospitalizada.

Liu Xiaobo y Liu Xia. Foto particular.

Liu Xiaobo y Liu Xia. Foto particular.

Y mientras el secretario general de Naciones Unidas lamenta la muerte de Cao Shunli y reconoce que cuando las autoridades chinas atendieron sus problemas de salud ya era demasiado tarde, el Gobierno chino se opone férreamente a las críticas: «nos negamos a que importantes países en nombre de los Derechos Humanos interfieran en la soberanía judicial y en la independencia de China». Lo paradójico de todo esto es que China, en el mes de noviembre pasado, obtuvo por un periodo de tres años un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el órgano responsable de promover el respeto universal y la protección de los derechos humanos y libertades fundamentales en el mundo.

La memoria de Cao Shunli, su vida, el cómo la vivió y tristemente el cómo la perdió, sirven para recordar que lo que parece el final no es más que el principio y que el buen nombre de los Derechos Humanos no se lo dan sus organismos ni los países que ocupan sus asientos sino las personas que los encarnan y que a pesar de que ello les implique la exclusión, la ruina, la clandestinidad, la cárcel e incluso la muerte siguen gritando al Mundo que son muy necesarios.

 

Violeta AssiegoAbogada y Activista. Especialista en Vulnerabilidad Social y Discriminación. Conferenciante, analista, docente y colaboradora en diferentes organizaciones desde una perspectiva de derechos.