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Cómo ser mujer me salvó la vida

Por María José Agejas 

Muriel explica, sin dejar de reír, cómo ser mujer le salvó la vida: ‘si había hombres los sacaban y los asesinaban. Yo tuve miedo, porque tengo el pelo corto. Pensaron que era un hombre, pero me pidieron que me quitara la ropa y vieron mis pechos‘ dice, señalando sus generosas mamas, ‘y me dejaron irme’. 

Muriel en el campo de refugiados de Castor, Bangui. Imagen de Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Muriel en el campo de refugiados de Castor, Bangui. Imagen de Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Aunque aún sea capaz de reír, Muriel es una de las víctimas de la guerra en la República Centroafricana. En 2013 tuvo que huir de su barrio, arrasado por las milicias. Ahora vive en un campo de desplazados de Bangui. Se trata de una guerra tan olvidada que ni siquiera conocemos cuántos muertos ha dejado. Una guerra que se reaviva como los rescoldos mal apagados y en la que todo vale.

A Muriel aquel día le salvó ser mujer, pero a otras les ha costado caro. Los equipos de Oxfam Intermón en Paoua han escuchado historias de mujeres y niñas atacadas durante sus desplazamientos hasta los pozos o manantiales. Normalmente son ellas las encargadas de este viaje, que en muchos casos se ha alargado, debido al conflicto.

Y es que en esta guerra, que comenzó en 2012, el agua ha sido utilizada como arma. La destrucción de las ya escasas infraestructuras y la contaminación o inutilización de los pozos, de los que se surte buena parte de la población, sobre todo en las zonas rurales, alejan las fuentes de agua de los hogares y fuerzan a madres e hijas a caminar distancias mucho más largas. Es en esos trayectos donde las mujeres nos han contado que han sufrido ataques.

¿Qué hacer cuando esto sucede? Lamentablemente en la República Centroafricana la justicia no funciona, ni para las mujeres ni para los hombres. Fuera de Bangui el Estado brilla por su ausencia, incluyendo el sistema judicial, sustituido cada vez con más frecuencia por la “justicia popular”. Las mujeres no pueden denunciar, ni pueden esperar que la policía o el ejército, cuerpos totalmente desmantelados, les ofrezcan la protección debida.

Ante matrimonios forzosos y tempranos, violaciones, maltratos y asesinatos, de poco les sirve a las centroafricanas tener una presidenta mujer… y feminista. En efecto, Catherine Samba-Panza es la presidenta del  gobierno de transición y tiene un buen currículum como luchadora por los derechos de la mujer. Militó, por ejemplo, en la Asociación de Mujeres Juristas de Centroáfrica, especializada en luchar contra la mutilación genital femenina, de la que es víctima una de cada cuatro niñas en ese país, y trabajó también para Amnistía Internacional en temas de derechos humanos.  Ahora apenas puede aguantarse en la silla mientras ve cómo barrios enteros se vacían de un día para otro al ritmo de los ataques de uno y otro bando.

María José Agejas es periodista. Forma parte del equipo de Oxfam Intermón en República Centroafricana.