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Mujeres valientes al volante

Por Júlia Serramitjana

Julia SerramitjanaAdmiración y respeto. Son los adjetivos que me vienen a la cabeza si tengo que describir las personas impulsoras de la campaña «Saudi Women To Drive» (Mujeres al volante). Valentía es lo que transmite la acción emprendida por estas mujeres saudíes que, a través de la red, tomaron la decisión de denunciar lo que para las del resto de países del mundo es algo tan cotidiano: conducir.


Una mujer conduciendo por las calles de Riyadh, en Arabia Saudí.

 

En Arabia Saudí, país que obtuvo el vergonzoso puesto 131 de 135 países considerados en el Gender Gap Index 2012, no existe una ley que lo prohiba explícitamente, pero las mujeres no pueden sentarse solas al volante de un coche. Necesitan que les acompañe el marido o algún familiar. No puedo imaginarme la falta de libertad que implica no poder conducir. Llevo coche desde los 18 años y tener la licencia ha supuesto una autonomía en mi vida de la que no imagino prescindir. Por eso, admiro estas mujeres que, a cara descubierta y, teniendo en cuenta lo que se juegan a nivel social (detenciones, amenazas, etc) , reivindican que se respeten sus derechos civiles.

Todo empezó hace un par de años, cuando Manal al-Sharif  se filmó ella misma mientras conducía. Fue detenida y estuvo encarcelada por ello. Hoy, su gesto de protesta se ha extendido por todo el mundo, coincidiendo a la vez con todos los cambios sociales y políticos que ha supuesto la primavera árabe. Ahora, son muchos los hombres que les apoyan de diveras formas, por ejemplo haciendo una parodia del «No woman no cry» de Bob Marley, ridiculizando esta absurda prohibición.


El activista saudí Hisham Fagih hizo un video satírico versionando ‘No woman, no cry’.

 

El 26 de octubre fue la fecha elegida por la campaña Saudi Women To Drive y la plataforma oct26driving (hashtags oficiales #women2drive y #قيادة_26اكتوبر). En dos días,  al menos 35 mujeres participaron en la campaña.  Se publicaron cinco videos de mujeres conduciendo. Otras, según los organizadores, optaron por quedarse en casa tras recibir amenazas.

La web de la campaña sufrió ataques justo el mismo día de lanzarse la acción.  Pero, a pesar de todo, estas mujeres (y también hombres) siguen avanzando hacia su libertad con el convencimiento de que, tal y cómo dijo la misma activista saudí Manal al-Sharif,  «una sociedad no será libre si las mujeres de dicha sociedad no lo son». ¡Que el mundo siga siendo de las valientes!

 

Júlia Serramitjana es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

La bicicleta verde

Por Belén de la Banda @bdelabanda

Una niña mira una bicicleta verde en un bazar. La desea, y quiere cumplir con ella el reto de ganar a su amigo en una carrera. Una historia sencilla si ocurriera en cualquier calle de nuestras ciudades. Pero la historia de La bicicleta verde es la historia de Wajda, una niña de diez años que vive en los suburbios de Riad, en Arabia Saudita. Todavía está en algunos cines y merece la pena verla.

Cartel de 'La bicicleta verde (Wajda)'

Cartel de ‘La bicicleta verde (Wajda)’

Es difícil no sentir simpatía por esta niña alegre, dinámica, siempre con alguna idea entre manos, siempre con una sonrisa y capaz de sentirse fuerte por sí misma. Y es difícil no sufrir cuando vemos cómo poco a poco los límites, las barreras, las murallas, van surgiendo a su alrededor.

No me gustaría estropear la historia, pero algunos de los elementos que más preocupan en la película es que hay personas que quieren mucho a Wajda, y que quieren protegerla del sufrimiento evitándole el rechazo de su entorno. Para ello no tienen otro remedio que invitarle a cumplir las normas, sin cuestionarse si son injustas. Son las paradojas de estas sociedades conservadoras, donde los papeles están muy claros y las normas para las mujeres son tremendamente limitantes: quien quiera a una mujer no la invitará a exponerse a un castigo implacable.

En el entorno de Wajda, muchas personas piensan que una bicicleta no es propia de la dignidad de una niña. No es conveniente que aprenda a montar, no es conveniente que se le vea en público con ella. No es correcto que tenga el anhelo de conseguir una bicicleta, ni que haga lo posible por conseguirla. Debe acostumbrarse, no es más que un ejemplo, y cuando sea mayor, tampoco podrá conducir un coche. Si no se resigna, sufrirá. Si se resigna, nunca podrá ser ella misma.

Siempre que se habla de las mujeres árabes en este blog, surgen muchos comentarios sobre la cultura y las costumbres. En muchos de ellos se percibe la superioridad. Pero no hace tantos años, a una mujer que fumaba, que bailaba o que hacía top less en una playa se le suponía una baja calidad moral. No reproduciré aquí los comentarios que todavía se escuchan en cualquier pueblo de la Mancha cuando una chica cambia de pareja con frecuencia. De modo que quizá hay factores culturales que también para nosotros se convierten en barreras.

Haifaa Al Mansour, la primera mujer directora de cine de Arabia Saudí, dice que muchas escenas de la película están basadas en sus propias experiencias. Quizá por eso pone mucho cuidado en que los personajes no se vean como estereotipos, sino como personas con conflictos y emociones en su pequeño entorno. Un entorno que los presiona para que sean y se comporten de determinadas maneras, y si eligen otra vía, serán considerados anormales, despreciables. El temor a quedar marginado, a sufrir el castigo de un sistema brutal e implacable, es para todos.

 

Quizá por eso merece la pena, aún más, ver esta película. Porque si conseguimos burlar el miedo, o reflexionar sobre los estereotipos – los de otros y también los nuestros- llegaremos a cuestionar y demoler las barreras. Entonces, para esta niña árabe, y para nuestras hijas, seguirá habiendo esperanza.

 

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Intermón Oxfam