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Amores tóxicos: pasaporte a la infelicidad

Por Mayte Mederos Mayte Mederos firma

Estos días ando a vueltas con el corazón, supongo que como final de un ciclo de varios años en el que he estado enredada en la madeja de los amores difíciles.

Y es la primera vez en este tiempo en que consigo entender que hay una pauta en todo esto: que cuando mi gente me dice que mi vida da para escribir una novela,  la razón del drama no está solo en las mujeres con las que me tropiezo, sino en lo que realmente me atrae de ellas.

Amor tóxico. Imagen de TrasTando

Amor tóxico. Imagen de TrasTando

 

Desde niñas se nos educa para el amor. Llevamos siglos de historia a la espalda que nos sitúan en el ámbito doméstico,  sin pensamiento crítico ni voz propia, relegadas a lo íntimo y con el único reconocimiento social del matrimonio y la maternidad. Nuestra emancipación es reciente y precaria, y aun no nos ha dado tiempo de superar ese planteamiento tan arraigado en nosotras de que la mujer es objeto, nunca sujeto, del amor.

Esta base social no ayuda a vivir relaciones sanas, porque muchas mujeres aprendemos a valorarnos en tanto que somos queridas. Y a entender que todo vale para lograrlo, porque el amor es sacrificio, el amor es entrega, y en ese tamiz tan ancho con que nos envolvemos se cuela el sufrimiento cuando nos arrimamos a quien no nos quiere bien.

La ecuación es clara: en nuestra sociedad el amor generoso no está de moda. Los estereotipos potencian a la persona vividora y sobrada frente a quien te trata con cariño y respeto.  Si encima te gustan los retos y tu mente hace ‘clic’ ante un discurso diseñado para generar mariposas sin querer llegar al fondo del asunto, estás perdida.

Cargamos de cualidades a esas personas que no nos quieren por nosotras mismas y que nos hacen renunciar voluntariamente a lo que nos hace felices. Y sin embargo por ellas estiramos al máximo nuestra capacidad de sufrimiento. Ahí es donde nuestra idea equivocada del amor encuentra un amplificador en la sociedad -que nos valora por ser sumisas y abnegadas- y ya no hace falta hacer más. El tendido eléctrico está creado, y ahora vete a cortocircuitarlo. Empiezas a aceptar que no alabe tus éxitos porque solo existen los suyos; que ponga coto a tu presencia en su vida, porque se considera un ser libre;  y empiezas a ser su marioneta por amor. Por el amor que tú pones en la relación, porque obviamente no es correspondido más que en la forma.

Hasta que un día siente que puede perderte. En ese momento pasas repentinamente a ser centro de su atención. Y, por supuesto, es cuando te plantea que hay que avanzar como pareja. Aunque tú ya tengas un pie fuera, sus palabras te hacen sentir que el sufrimiento ha valido la pena. Y vuelve a prender la chispa de la pasión, pero no te das cuenta, no quieres saber que no hay nada más detrás.

Estos amores tóxicos no solo son malos en sí mismos, sino que con según qué personas pueden ser la perfecta antesala al maltrato. Y con una prevalencia de relaciones violentas en torno al 30% de la población, el riesgo es enorme. Nos jugamos demasiado si no cambiamos el chip.

¿Y eso cómo se hace? Pues no hay remedio en forma de pastilla, sino como proceso interior. Se trata de valorar en la otra persona aspectos más realistas que la pasión. ¿Es tu felicidad tan importante para ella como la suya propia? ¿Se siente bien cuando tú lo estás? ¿Le importan tus pequeñas cosas? ¿Te dedica tiempo? ¿Te respeta? ¿Es desinteresada, o eres una relación ajustada a su propia conveniencia?

Si analizas y se suceden los síes, vas por buen camino. El problema es que el amor incondicional y tranquilo no nos despierta emoción a quienes tenemos el filtro mal calibrado. Y entonces se impone un ejercicio de aprender a querer sin sacrificios, cambiando poco a poco la erótica del masoquismo por la de la honestidad.

Porque el amor es acoger y compartir, y no necesitas vender tu alma al diablo para ser amada. Ese planteamiento solo nos ha servido como pasaporte a la infelicidad. Y ya es hora de viajar a sitios mejores.

 

Mayte Mederos, Coordinadora del Área de Familias Diversas de Algarabía, la asociación LGBTI de Tenerife, es madre de familia numerosa y autora del blog Avatares de una amazona.