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¿Pero la abuela todavía disfruta del sexo?

Por Alejandra LuengoAlejandra Luengo

No sé si a muchas personas el título de este artículo puede sorprenderlas. Si es así no hace más que corroborar todo lo que hay que seguir avanzando en materia de equidad y transformación social, pero también desde el ámbito de desarrollo personal.

Sigue siendo un aspecto que todavía se arrastra, lleno de tabúes y de estigmas sociales y culturales. ¿Las mujeres mayores practican el sexo?

Cartel de la película 'la vida empieza hoy'

Cartel de la película ‘la vida empieza hoy’

 

En las últimas décadas no hay duda de que ha habido un progresivo envejecimiento de la población, y por tanto de un aumento de la esperanza de vida. Si antes a una persona se le consideraba ‘mayor’ por tener 55 -60 años, y su media de mortalidad podían ser los setenta años, ahora mismo nos encontramos con un largo periodo de vejez que puede extenderse durante varias décadas. Sólo hay que fijarse en la vida de cualquiera para pensar en lo que hemos podido cambiar durante 20 años. Pues eso sucede en la vejez actual; etapa que puede comenzar a los sesentaicinco años y prolongarse hasta los setenta, ochenta, noventa o cien. Mucho tiempo en la vida de una persona.

En nuestra cultura Occidental donde se idealiza la juventud y la belleza se sigue asemejando la vejez con deterioro, enfermedad, dependencia, inactividad y una cierta pasividad social. Frecuentemente se pretende decidir por las personas mayores, acabándoles por ver como seres asexuales y carentes de deseo y placer. ¿Cuántos anuncios de publicidad, películas, literatura relacionados con relaciones sexuales tienen como protagonistas a personas mayores, y sobre todo a mujeres mayores? Pocos.

Una pareja a la que atendí hace ya muchos años fue la primera que me abrió los ojos. Habían superado ella los setenta y seis años y él los setenta y ocho años y querían mejorar sus relaciones sexuales. En el caso de él sentía un gran miedo a no aguantar como antes, mientras que ella había dejado de gustarse físicamente. Fue todo un aprendizaje para mí acompañarles en su readaptación para poder tener una vida sexual diferente a la de cuando tenían cuarenta años, pero estando activos y apreciando, lo que tenían en ese momento. Por supuesto, las relaciones sexuales cambian a medida que uno envejece, pero eso no tiene que significar que se pierdan.

Por lo tanto la sexualidad no está condicionada por la edad, o con tener o no pareja. Sí que hay otros factores que por supuesto influyen; pero lo hacen en cualquier momento vital: una buena salud física, emocional y cognitiva, mantenerse activo familiar y socialmente, una relación de pareja sana, un bajo nivel de ansiedad, el consumo o no de determinados fármacos, ausencia de trastornos psíquicos, etc.

A esto hay que añadirle las variables de tipo social, cultural y religioso que han sido, y siguen siendo, grandes bloqueadores de cara a favorecer la sexualidad de las mujeres mayores, generando una serie de creencias y actitudes que la anulaban en la vejez. Considerar la sexualidad con la única función procreadora y dentro del matrimonio ha dejado sin posibilidades a aquellas mujeres viudas, solteras o casadas mayores que superaban determinada edad. Muchas han envejecido, y lo siguen haciendo, desconociendo su cuerpo, y habiendo cumplido los patrones de sumisión centrados en el “dar” pero sin posibilidades de “desear” y de “recibir”.

Uno de los motivos que perjudica de cara a tener mayor deseo sexual es no aceptar que una se hace mayor, y que su cuerpo cambia. Se incrementa así el estado de ansiedad y de inapetencia aniquilando la oportunidad del re-conocimiento. Pretender seguir haciendo lo mismo tampoco ayuda mucho; como por ejemplo centrarse exclusivamente en la penetración. Hay muchísimas más opciones dentro de la sexualidad; el tema es sacarnos partido, como a las caricias por toda la piel.

En resumen, cumplir años no tiene por qué poner límites en la sexualidad. Hay deseo, placer y orgasmo como en cualquier otra etapa de la vida. Hay que salir de la monotonía, fantasear a través de la imaginación, no verse como enfermas por envejecer, reconciliarse con el propio cuerpo, liberarse de las preocupaciones, conocerse a una misma para saber lo que se desea, valorándose positivamente, aceptándose y queriéndose de forma integral. Saborear el placer de la sexualidad en solitario o acompañada, permite sentirse más viva y seguir reafirmándose como mujer.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

¿Cómo se construye nuestra sexualidad?

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hombres y mujeres nacemos con aparatos genitales distintos. Ese es un rasgo físico que evidentemente nos diferencia, los hombres con el pene hacia el exterior, que se aprecia y resalta desde un principio, y las mujeres con la vagina que es aparentemente inapreciable. Esto hace que el niño ya desde bebé tenga mucho más presente su órgano sexual que la niña. Por un lado porque los adultos de alrededor hablan de su pene y le ponen motes, lo miran, lo tocan al limpiarlo, juegan con él, y por otro porque dada esa presencia física próxima, el mismo niño se entretiene y divierte con él.

Nuestra sexualidad es también una construcción social. Imagen de Sergio Perea.

Nuestra sexualidad es también una construcción social. Imagen de Sergio Perea.

Comienzan entonces una serie de juegos placenteros y gratificantes relacionados con la sexualidad, pero sin el componente sexual que tienen en la vida adulta. Es frecuente que haya niños y niñas que tengan experiencias eróticas de placer estimulando sus partes genitales con el mero deseo de esa satisfacción que les provoca, muy alejado de la connotación que desde la adultez se tiene. Su mundo de placer es inocente y en base a la estimulación y al juego.

Pero la realidad es que nuestra sexualidad se va construyendo socialmente, muy integrada en la cimentación de la propia identidad. La devolución que adultos y pequeños, medios de comunicación, sociedad, etc, nos hacen sobre lo que somos, debemos ser, tenemos, nos comportamos o no hacemos, genera una imagen de nuestra sexualidad y de nosotras mismas.

Ante conductas de estimulación genital en la niñez, ¿cómo responden los adultos? ¿Permiten, reprenden, esconden..? Recuerdo a Sonia, una mujer que atendí hace tiempo, y que comentaba que a ella le gustaba rozarse de pequeña con la esquina de su cama. Cuando su madre lo vio por primera vez le dijo que era una niña sucia, y que eso no se debía hacer, y la castigó. Lo siguió haciendo a escondidas; como si de algo muy negativo se tratase.

A medida que vamos creciendo tenemos acceso a más información de lo que es la sexualidad. Así niño y niña van diferenciando que lo que hacen en la cama los progenitores no es solo dormir. Se va construyendo una idea, imagen y fantasía de lo que es el sexo (Algo bonito, feo, placentero, violento, sucio, etc. ), sin tener experiencia real de ello pero que va generando emociones: curiosidad, rechazo, miedo….

La realidad es que es mucha la educación sexual que tenemos pero no educación emocional, y ésta es básica en nuestra sexualidad. El desconocimiento personal y emocional se paga caro con embarazos no deseados, enfermedades infecciosas, con abusos sexuales encubiertos o manteniendo relaciones sexuales que no se desean.

Y es que se sabe cómo se realiza un acto sexual, pero no lo que nos motiva a hacerlo; que a menudo no es el mero placer sexual. He conocido chicas que señalan que ellas tuvieron su primera relación sexual porque el chico con el que estaban le había dicho que eso era una prueba de amor (necesidad de vínculo, seguridad, protección; no de sexo en sí), otros que han mantenido relaciones porque querían sentirse mayores que sus compañeros (necesidad de destacar en grupo, sentirse importante, experimentar, etc). Recuerdo cómo una mujer me contaba en la consulta que el único momento en que su marido era cariñoso era cuando tenían relaciones sexuales, por lo tanto ella accedía porque quería sentirle cerca.

Nuestras emociones y mente se ponen en juego en la sexualidad frecuentemente más que el cuerpo y de esta forma afloran necesidades que tenemos según la identidad que hemos ido forjando: de sentirnos seguras, importantes, valiosas, destacadas frente al grupo, sumisas, buenas y cuidadoras de todo el mundo y de nuestras parejas, etc.

La sexualidad está en continua construcción; en absoluto es algo estático o fijo. Está muy relacionada con lo que somos; con lo que queremos ser y con la imagen que tenemos de nosotras mismas. Para disfrutar de la capacidad sexual una tiene que permitirse conocerse primero, porque si estamos únicamente centradas en ‘dar’ no saboreamos lo maravilloso de recibir tanto de nosotras mismas, como de las demás personas.

 

Alejandra LuengoPsicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel

Conectar con la propia sexualidad

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

La sexualidad forma parte de nosotros y nosotras desde que nacemos y configura gran parte de las relaciones que tenemos a lo largo de nuestra vida. Últimamente reflexiono con frecuencia sobre lo que implica para las mujeres su sexualidad; o mejor dicho: la falta de conexión con ésta.  En pinceladas generales, hablo de situaciones que no sucedieron hace cincuenta años: algunas me las he ido encontrando los últimos años, en los últimos meses, y no son tan ajenas a las historias de muchas de las mujeres con las que me relaciono. Me gustaría reflexionar sobre los ejemplos de cuatro mujeres con sus respectivas historias de vida muy distintas.

Imagen de Sergio Perea.

Imagen de Sergio Perea.

Pienso en Jessica, una adolescente que conocí en Perú hace más de una década, y que con 12 años había sufrido abuso por parte de su padrastro. Desde el colegio se dio la voz de alarma cuando la menor sufrió un desvanecimiento en el centro y se descubrió que estaba embarazada, aspecto que su madre conocía perfectamente.

O en María José, mujer española de cincuenta años, casada desde hace más de dos décadas con su marido, único hombre con el que ha mantenido relaciones sexuales, y madre de tres hijos. Su experiencia sexual nunca había sido placentera, y resaltaba que no sabía lo que era el orgasmo del que tanto se hablaba.

Carmen, de treinta y cinco años; abogada con gran éxito profesional. Está casada y tiene un hijo. Cuando nos entrevistamos por primera vez hace meses, manifestaba entre sollozos que muchas de sus relaciones sexuales son para complacer a su pareja y que a menudo le resultan desagradables.

O María, en plena adolescencia con sus quince años, que fue traída a España por su madre. Esta menor ha tenido en estos últimos dos años más de cinco parejas sexuales, algunas mayores de edad. Se quedó embarazada hace meses y finalmente abortó.

Personas aparentemente muy distintas, vidas e historias muy diferentes, y que sin embargo comparten un aspecto común: Son mujeres que desconocen su sexualidad: de dónde viene, lo que significa y lo que implica en su identidad. Y es que cuando hablamos de sexualidad tenemos que ir más allá de saber lo que es un clítoris, una vagina, un pene, un orgasmo o un preservativo.

En unas por defecto, en otras por exceso, se llega a lo mismo: ha habido un sometimiento al placer del varón. En esas cuatro mujeres tan distintas no hay una conexión con su propia sexualidad, ni conocimiento de la misma. Son ejemplos de distintas generaciones en los que se perpetúa un mismo modelo: hombres y mujeres priorizan el placer masculino, sometiendo y anulando de una forma más o menos encubierta la sexualidad femenina.

¿Qué ocurre con estas mujeres de distintos mundos que no se sienten con la legitimidad para decir y actuar desde el ‘no quiero’ o ‘quiero esto’? ¿Cómo es posible que a menudo acaben ‘mutilando’ su deseo, su placer, o su propio descubrimiento? Experiencias de mujeres del primer y del tercer mundo que no se deben quedar sólo en palabras, sino en reflejos para el cambio.

Maria José, María, Carmen decidieron iniciar un proceso profundo de autoconocimiento. Un libro que siempre recomiendo a las mujeres para avanzar en su trabajo de conocimiento sexual es Tu sexo es tuyo de Silvia de Béjar. A mí me parece muy adecuado ya que se lee muy fácilmente, y hace hincapié en el derecho a conocerse y decidir desde ejemplos muy concretos de la vida íntima y sexual.

Estas mujeres a través de su propio análisis histórico pudieron reflexionar y analizar todas aquellas creencias falsas que habían interiorizado y las expectativas hacia sí mismas respecto a su sexualidad y hacia la de los varones. De esa toma de conciencia aprendieron sus derechos sexuales y cómo estos afectaban en su identidad. Hubo ya actuaciones concretas afrontando las consecuencias de decir lo que no querían, y sus deseos explícitos, favoreciendo la posibilidad de poder ir mejorando su autoestima y seguridad en la medida que se ha podido averiguar todo el potencial de su sexualidad y lo que implica.

En todo este camino en algunos casos les han acompañado sus parejas, y en otros ellas han elegido continuar sin esos hombres que les estaban restringiendo. Carmen decía el otro día en sesión que se está conectando con su parte más animal de disfrute y que se permite decir lo que le gusta y lo que no, disfrutando mucho más. Tenemos que potenciar relaciones sexuales igualitarias donde ninguna persona pierda; es trabajo de todas y todos.

 

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel