Por Laura Martínez Valero
Semilla: inicio y origen de la vida. Semilla, alimento. Semilla, semilla, semilla, futuro. Físicamente, una semilla es un granito de maíz o una pipa de girasol, pero en potencia es mucho más. Como defiende la Campaña Alimentos con Poder de Oxfam Intermón, son derechos, igualdad, educación, libertad. Quien controle la semilla, controlará su desarrollo y sus beneficios. Y, como siempre, los intereses económicos y políticos entran en juego.
De ello es experta Alicia Amarilla, Secretaria de Relaciones de la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Rurales e Indígenas (CONAMURI) en Paraguay. Ayer, día en que Oxfam Intermón presentó su Informe sobre Hambre, era de obligado rigor que ella estuviera presente para hablar de su experiencia.
En Paraguay, el país con mayor nivel de desigualdad de América Latina (el 80% de la tierra cultivable está en manos del 2% de la población), se ha implantado un modelo agroexportador. Las grandes multinacionales, como la estadounidense Monsanto, acaparan la mayor parte de tierras y agua para destinarlas a monocultivos orientados a la exportación, como la soja, acabando así con la biodiversidad y con la fuente de alimento de los campesinos y campesinas. Para ello, en muchos casos, expulsan a los campesinos de sus tierras de forma violenta.
Además de acaparar tierras, estas empresas promueven el uso de semillas transgénicas, es decir, modificadas genéticamente. “Están patentando nuestra semilla y privatizándola. Nos están arrebatando nuestros medios de subsistencia, nuestro medio de vida”. Son propiedad de las empresas y para usarla los campesinos deben comprarla cada año, lo que les puede llevar a la ruina. Y en un país con una alta tasa de feminicidios, el aumento de la pobreza está generando aún más violencia contra las mujeres, como denuncia Alicia.
Alicia Amarilla ayer durante la rueda de prensa y posterior entrevista en la sede de Oxfam Intermón en Madrid. (c) Ana Sara Lafuente / Oxfam Intermón
Por otro lado, las semillas transgénicas son resistentes a los herbicidas, que suelen vender también los fabricantes de semillas transgénicas para que todo quede en casa, pero a un coste muy alto. “A través de la plantación transgénica que viene con su paquete tecnológico agrotóxico, la mujeres paraguayas nos vemos muy afectadas. Tenemos miles de mujeres con cáncer de cuello uterino, de mama, niños con leucemia, niños malformados… Y eso significa que las mujeres son responsables de esos hijos malformados”.
Las mujeres tienen un papel muy importante en el mundo del rescate y cuidado de las semillas. “Para trabajar en la tierra hay saber mucho sobre cada semilla. Las mujeres campesinas podemos hablar con propiedad. Hay compañeras que se van a casa y se pelean con el marido porque él quiere usar Matatodo o Roundup. Desde el Estado, el Ministerio de Agricultura ‘agarra’ a los hombres y les mete en la cabeza que lo mejor son las semillas transgénicas, los agrotóxicos… Sin embargo, las mujeres campesinas no están en esa situación porque históricamente alrededor de su casita siempre tienen verdura y fruta, y alimentan a su familia de esa producción, orgánicamente”.
Alicia me contó ayer que tienen un dicho: “alimento sano, pueblo soberano”. Y por ello, las mujeres de CONAMURI intentan solventar esta situación mediante incidencia política: presentan proyectos de ley de derecho a la alimentación, de defensa de las semillas nativas, y en contra de la violencia y la discriminación de las mujeres. “La alimentación de nuestro pueblo es fundamental porque significa que nos vamos empoderando y vamos resistiendo con nuestro patrimonio, que es la semilla. Porque la semilla es nuestra, es del pueblo, no es de Monsanto, no es de las empresas multinacionales”
https://www.youtube.com/watch?v=LdIkq6ecQGw
Laura Martínez Valero es estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Colaboradora del equipo de comunicación de Oxfam Intermón.