Entradas etiquetadas como ‘adolescentes’

Apostar por la igualdad desde la adolescencia y con ellos

Por Julia Almansa

La cifra de asesinadas no deja de crecer. La de las violentadas, tampoco. Hace voluntad política, presupuestos, llamar a las cosas por su nombre (violencia de género, en este caso) y trabajar con los jóvenes, con ellos y ellas. Los motivos del machismo, de los golpes y de la desigualdad vienen por una clara estructura patriarcal y por el inmovilismo de los hombres, que suelen pensar que conseguir erradicar esa violencia es cosa de las mujeres. Pero no solo eso, los hombres deben también renunciar a privilegios, los que hacen que ellos cobren más, no tengan techos de cristal, vivan un ocio más rico en horas y no tengan miedo de salir a la calle, por ejemplo. 

Para avanzar, hay que atajar esos problemas culturales y empezar a preguntarse cómo interpretan los hombres el origen y el significado de la violencia de género. ¿Se ha generado algún cambio significativo en nuestros jóvenes y adolescentes con respecto a las generaciones anteriores? ¿El grado de compromiso e implicación de los hombres ha variado sustancialmente en estos cuarenta años de democracia? Y sí, sin duda, hemos avanzado: empezamos a tener conciencia de que nos matan por ser mujeres y cuando salimos a las calles a pedir igualdad, nos emociona encontrarnos con hombres de distintas edades que claman por la igualdad. 

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La bicicleta que cambia la vida

Por Bárbara Lazcano

Ana tiene 15 años y nunca se había subido a una bicicleta. Cuando empezó con los talleres de ciclismo en el marco del proyecto “Chicas Bici-bles” la vimos caerse una y otra vez. Pero también la vimos levantarse. A casi un año de que aprendió a rodar con el resto del equipo de Promoción Juvenil Comunitaria de SiKanda, Ana platica que le gusta andar en bicicleta porque le sirve para distraerse, “Si tengo problemas, me voy en mi bici”.

Vista desde la cima del vertedero de Oaxaca. Imagen del proyecto Chicas Bici-bles de SiKanda.

La bicicleta puede ser una herramienta de transformación muy poderosa. Ayuda a derribar todo tipo de barreras, tanto personales, como de género. Nos permite combatir la violencia, la discriminación y forjar comunidad. Es por ello que nació Chicas Bici-bles, proyecto dirigido a adolescentes que viven y estudian en la zona alrededor del basurero más grande del estado de Oaxaca.

Trabajo en equipo. Imagen de SiKanda.

Buscando fortalecer la autonomía y empoderar a las jóvenes, el proyecto brinda durante dos años capacitación y acompañamiento.  Como dice Adriana, “Al principio van a tener miedo. Como se van subiendo en la bici se van a sentir más seguras de sí mismas y van a agarrar más valor de andar solas en las calles o carreteras, o en cualquier lugar donde vayan”.

Las Chicas Bici-bles no sólo aprenden a rodar juntas. Participan en talleres sobre derechos humanos, género, derechos sexuales y reproductivos, habilidades para la vida y prevención de violencia. Forman parte de un equipo de Promoción Juvenil Comunitaria, en donde comparten con sus pares lo aprendido y organizan actividades dentro y fuera de las escuelas.

Todo lo anterior sucede en el municipio de Villa de Zaachila, donde se encuentra un basurero que recibe alrededor de 700 toneladas de residuos, provenientes de más de 20 municipios, todos los días.

SiKanda, asociación civil oaxaqueña, trabaja en la zona desde su fundación en 2009. Desde hace cuatro años, implementa proyectos junto con las y los jóvenes de la localidad. Un reto particularmente grande es enfrentar la inequidad y violencia de género. Por ello, Chicas Bici-bles promueve que las jóvenes mujeres se hagan visibles a nivel local, apropiándose de una herramienta que normalmente sólo sus pares hombres utilizan con regularidad: la bicicleta.

Durante dos años las y los Promotores Juveniles participan en el programa. Con sus bicis idénticas, cascos y chalecos fosforescentes, es difícil no detenerse para mirarles pasar. Al rodar por su comunidad se reapropian y resiginifican el espacio. Al hacerlo juntas, construyen familia y comunidad.  

En febrero de 2017, el nuevo equipo de Chicas Bici-bles estará listo para recibir sus corceles de aluminio.

Este proyecto necesita apoyo. Es posible adoptarlo compartiéndolo o haciendo una donación.  Más información en la web Si-Kanda.org, en la página de Facebook de la organización o en twitter: @sikanda_oaxaca

Bárbara Lazcano es maestra en Desarrollo Local por la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH). Actualmente colabora con Solidaridad Internacional Kanda A.C. (SiKanda) como Coordinadora de Comunicación y Vinculación.

Consentimiento sexual, ¿cuestión de edad?

Por Susana Martínez-Novo SusanaMartinezNovo70

Diversas fuentes gubernamentales han confirmado estos días que la reforma del Código Penal incluirá la elevación de la edad mínima de consentimiento en el delito de agresiones y abusos a menores, de 13 a 16 años. Esta noticia ha sido acogida de forma favorable por alguna organización que trabaja en defensa de los derechos de los menores y criticada por otros sectores que consideran adecuada la edad mínima actual o que piensan que el referente debe estar en la madurez de la persona y no en su edad.

Cuando hablamos de edad mínima en las relaciones sexuales, nos estamos refiriendo a la edad de la víctima de un posible delito y no del agresor que deberá ser juzgado conforme a la legislación que le corresponda según su edad.

Adolescente. Imagen de @despendolada.

Adolescente. Imagen de @despendolada.

Cada persona llega a la madurez  en momentos diferentes de la vida. Nuestra madurez o grado de vulnerabilidad puede variar incluso según las  circunstancias  una vez alcanzada la mayoría de edad. Sin embargo, la ley debe establecer unos mínimos criterios de referencia que nos sirvan para determinar cuándo una conducta es delictiva, pues la indeterminación del delito es contraria a nuestro sistema constitucional, aunque los tribunales tienen un margen de discrecionalidad para actuar según el caso concreto. En estos supuestos, la edad es un criterio válido del que partir, si bien lo que nos estamos cuestionando ahora es si la diferencia entre los 13 y los 16 años es sustancial.

Para empezar,  no existe un criterio objetivo para determinar una edad u  otra , sino el consenso al que se llegue por los políticos en un momento determinado. Es cierto que cuanto menor es una persona más fácil es manipular su voluntad y forzar su consentimiento. En sentido inverso, las secuelas que estos hechos dejan en las víctimas, son mayores cuando más conocimiento y conciencia de lo ocurrido tienen, y en muchos casos son irrecuperables.

En tal sentido si valoramos la medida como mecanismo preventivo y disuasorio frente a los abusos a menores, podríamos pensar que supone un plus de protección frente a estos delitos. Pero  si valoramos esta medida desde un contexto más amplio, nos encontramos con múltiples problemas.

Establecer la edad mínima de consentimiento en los 16 años supone negar la posibilidad de que los jóvenes tengan relaciones sexuales con anterioridad, so pena de incurrir en un delito, lo cual implica desconocer la realidad social en la que nos movemos en la actualidad ya que todos sabemos  que muchas chicas y chicos tienen relaciones antes. En estos supuestos, se prevé según parece la exclusión de la responsabilidad si el autor de los hechos es de edad próxima a la víctima o similar grado de madurez, con lo cual volvemos a la indeterminación del concepto y al arbitrio judicial. Por otra parte habrá que ver en que medida se puede producir como efecto colateral un  incremento en los abortos ilegales. La chica que tenga relaciones con su novio antes de los 16 abortará para ocultar un hecho que puede implicar a su pareja en la comisión de un delito.

Tampoco hay que olvidar lo que puede pasar si la presión de los padres lleva a alguna menor a alegar «abuso» ante el miedo de haber cometido un acto no permitido por la ley o como los padres pueden presionar a los hijos para presentar cargos en estos casos.

Ante todas estas disquisiciones con las que podríamos llenar páginas, personalmente solo puedo decir que percibo en todo esto  un halo de vuelta al proteccionismo del Estado sobre la libertad sexual de las personas, y especialmente de las mujeres, que excede de lo estrictamente jurídico para entrar en la esfera de lo ideológico. 

Quedan muchas preguntas por responder. ¿Qué relación tiene esta medida con las demás  planteadas por el Gobierno? ¿ De qué forma puede afectar la elevación de la edad mínima de consentimiento para mantener relaciones a la libertad de las mujeres para decidir sobre su sexualidad y sobre su maternidad? ¿Por qué hablamos de 16 y no de 15 ó de 14 años?

No podemos olvidar que ésta forma parte de un paquete de reformas cuyo texto definitivo todavía no conocemos.  Aún así, lo que es preocupante en este caso es que  las pretendidas garantías vengan acompañadas de grandes retrocesos, como el que va a suponer entre otros la reforma  del aborto  para muchas mujeres en nuestro país.

Considero que el gran problema, al margen de la edad, en los casos de agresiones y abusos sexuales, consiste en la prueba sobre los hechos. Los que trabajamos día a día en los pasillos de los juzgados, sabemos lo difícil que es en la práctica probar la existencia o no del consentimiento en las relaciones sexuales, sobre todo cuando estas conductas se desarrollan habitualmente en un ambiente de intimidad sin la concurrencia de testigos. Imaginaos la indefensión de la víctima que solo cuenta con su palabra contra la del agresor.

Más complicada aun es la situación cuando se trata de mujeres jóvenes, cuyo desarrollo físico induce a pensar que tienen una edad o desarrollo madurativo superior al real. Si esto se acompaña de unas copas en un fin de semana “divertido” el tema ya no hay por donde cogerlo y la impunidad es absoluta.

Por ello en lo que yo haría hincapié es en trabajar para reforzar las medidas de prevención, información y educación sexual en igualdad, especialmente entre jóvenes adolescentes, pues la prevención es la mejor manera de luchar contra este tipo de conductas que desgraciadamente son tan comunes en nuestra sociedad.

 

Susana Martínez Novo. Abogada y activista. Presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres y miembro de la Asociación Española de Abogados de Familia.

Violencia de género en adolescentes: mensajes contradictorios

Por Laura Martínez Valero Laura Martínez Valero

La violencia de género no es un problema desconocido para los jóvenes. Ya en el año 2010 un estudio del Ministerio de Igualdad y la Universidad Complutense de Madrid mostraba como un 76% de las chicas y un 65% de los chicos rechazaban abiertamente este tipo de violencia.

Sin embargo, pese a que muchos adolescentes afirman conocer la teoría, cada vez son más las jóvenes que acuden a los organismos dedicados a la ayuda a las víctimas de violencia de género. En el año 2012, según un informe de la fundación ANAR, 927 menores de edad llamaron a su teléfono. En total, un 17% más que en el año anterior. De ellas, un 58,9 % tenían 17 años; un 19,1% tenía 16 años, y un 12% tenían entre 13 y 14 años de edad.

Por tanto, una cosa es la teoría y otra, la práctica. Y es que aún predominan muchos referentes machistas, como las ideas de protección y control de la ‘joven desvalida’, en películas, libros y canciones (analicen la letra de ‘Every breath you take’ de The Police).

El conocido best-seller 50 sombras de Grey de la autora E.L. James es un ejemplo muy reciente. En este libro, vendido como un manual de liberación femenina, Christian Grey, un multimillonario sexy y dominante, cautiva a Anastasia, que para variar es torpe y poquilla cosa, siguiendo la estela de Bella en Crepúsculo de Stephenie Meyer.

Según un reciente estudio de la Universidad Estatal de Ohio en Columbus (EEUU), Anastasia presenta un comportamiento típico de mujeres maltratadas con una ‘constante amenaza percibida, identidad perdida y ansiedad’.

Veamos un fragmento de un diálogo del libro:

—Anastasia, ¿dónde estás? Dímelo ahora mismo.

 Su tono es tan… tan dictatorial. El controlador obsesivo de siempre. (…)

  —Eres tan… dominante —le digo riéndome.

  —Ana, contéstame: ¿dónde cojones estás?

No es para tomárselo a broma. Muchas adolescentes están recibiendo mensajes contradictorios que hacen difícil reconocer las situaciones de abuso, celos y acoso. No desconocen la teoría, pero no saben aplicarla. Quizá no permitan que el novio las pegue, pero sí que controle sus mensajes, las llame a todas horas, les pida que no se vistan de cierta manera… como en sus novelas favoritas.

Imagen de la película Crepúsculo, basada en la novela de Stephenie Meyer

Imagen de la película Crepúsculo, basada en la novela de Stephenie Meyer

Por poner más ejemplos, en Crepúsculo, Bella ama a un vampiro cuya máxima tentación es matarla. La joven hace las siguientes reflexiones: ‘Había una cosa que sabía a ciencia cierta. El amor concede el poder de destruirte’; ‘Tampoco importaba si no me quería. No importaba cuánto tiempo pudiera llegar a vivir, jamás podría llegar a querer a otro’ o ‘Si tu vida fuera todo lo que tuvieras que darle a tu amado, ¿cómo podrías negársela?’.

Con mensajes así, ¿cómo esperamos que haya coherencia en la ideas de las adolescentes? Obviamente, la solución no es prohibir su lectura, yo misma leí Crepúsculo con 15 años, pero sí fomentar una actitud crítica para no confundir el amor con la dependencia y la sumisión. Y crear nuevos modelos, para mujeres y para hombres, basados en el respeto y la igualdad.

Laura Martínez Valero es estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Colaboradora del equipo de comunicación de Intermón Oxfam.