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Dolor, fronteras y ley

Por Flor de Torres Flor de Torres

Cuando José Luis Sampedro ingresó en la Academia de la Lengua, en su maravilloso discurso de ingreso del 2 de Junio de 1991 hablaba ‘Desde la Frontera’. Y lo hacía con esta visión:

‘Mis fronteras son todas trascendibles, como lo es la membrana de la célula, sin cuya permeabilidad no sería posible la vida, que es dar y recibir, intercambio, cruce de barreras. Y más aún que trascendible la frontera es provocadora, alzándose como un reto, amorosa invitación a ser franqueada, a ser poseída, a entregarse para darnos con su vencimiento nuestra superación: ese es el encanto profundo del vivir fronterizo. Encanto compuesto de ambivalencia, de ambigüedad —no son lo mismo—, de interpenetración, de vivir a la vez aquí y allá sin borrar diferencias.

Hablar y opinar de otros Derechos, de otras culturas, exige lo que el Maestro Sampedro exponía: acercarse a esa frontera lejana para estar más cerca de lo que hay detrás, de los límites culturales que nos hacen diferentes.

Un grupo de mujeres en el cauce de un río en Chad. Foto: Belén de la Banda.

Un grupo de mujeres en el cauce de un río. Foto: Belén de la Banda.

Desde la frontera donde nos hemos aproximado a las otras culturas y tras observar podremos hablar del concepto de ‘las otras’, y del respeto a la diversidad cultural desde una perspectiva no europeísta que con tanto énfasis propone la Antropología. Pero todo este proceso de empatizacion tiene ciertos límites jurídicos, Y es que no se puede dar la espalda o cerrar los ojos ante la ablación genital femenina como violación de derechos humanos, argumentando que es solo un tema cultural. Es un acto de auténtica violencia a la mujer en el nuevo concepto amplio de violencia de género que proponen el Parlamento Europeo y el Consejo desde el año 2012.

El Parlamente Europeo nos dice que la violencia de género abarca también actos de violencia ejercidos al género femenino por el sólo hecho de ser mujer y no solo en el ámbito de la pareja. La mutilación genital femenina es un crimen ejercido a las mujeres por el hecho de ser mujeres.
Y así es como habla el Parlamento Europeo (en la Directiva 2012/29/UE del Parlamento Europeo y del Consejo de 25 de octubre de 2012 ) por la que se establecen normas mínimas sobre los derechos, el apoyo y la protección de las víctimas de delitos:

‘La violencia por motivos de género se entiende como una forma de discriminación y una violación de las libertades fundamentales de la víctima y comprende, sin limitarse a ellas, la violencia en las relaciones personales, la violencia sexual (incluida la violación, la agresión sexual y el acoso sexual), la trata de personas, la esclavitud y diferentes formas de prácticas nocivas, como los matrimonios forzosos, la mutilación genital femenina y los denominados «delitos relacionados con el honor».’

La OMS alerta sobre el hecho de que la ablación genital femenina nada aporta a la salud, todo lo contrario: produce efectos nefastos en la mujer que lo padece. Efectos físicos y psicológicos perversos.

Las leyes son instrumentos de libertades y herramientas de lucha contra los atropellos físicos y psíquicos. Contra la violación de cualquier derecho humano. Y cómo no, a las consentidas culturalmente que afectan a las mujeres: A ‘las otras’ que cierran los ojos y el alma ante tan nefastos actos.

Apliquemos la Justicia Universal y lo que el Tribunal Europeo mantiene: es un crimen perseguible de forma universal. Es violencia de género.

Y es que solo hace falta contemplarlo y aplicarlo como tal. No, no es solo un delito de lesiones graves a la mujer. Es más. Mucho más. Es violencia de género. Es violencia a la mujer. Contemplando este atentado a la salud física y psíquica de la mujer como un acto de violencia de género podremos atacarlo con las mismas armas legales y protocolarias con las que actuamos contra cualquier acto de violencia de género.

Y así, solo así, entenderíamos las palabras de la somalí Abdi-Noor H. Mohamed en su poema contra la ablación. Y así, solo así, lo combatiríamos con todas nuestras armas legales y nuestro compromiso en su erradicación.

‘El nacimiento de un bebé debe ser una bendición
Pero el mío fue poco menos que una maldición
El rostro de papá no se iluminó Los tambores no hicieron ruido
No hubo disparos. Ninguna ceremonia se llevó a cabo
El recién nacido era yo. Soy una chica
En mi cultura, el género cuenta.
Una chica no es tan bienvenida como un niño
Aumentar los camellos en los pastizales
es la más alta prioridad de la familia
Ellos creen que una chica no tiene manos
ásperas que combatan contra los enemigos
es la más alta prioridad de la familia
Ellos creen que una chica no tiene corazón para
La reconciliación tras un conflicto
Es la más alta prioridad de la familia
Ellos creen que una chica no tiene cabeza
A los cinco años tuve que enfrentar lo peor
Un corte de cuchillo en mis genitales
Una partera me circuncidó
Me cosió, me infibuló.
Donde yo tenía un clítoris
Tengo una cicatriz negra ahora
¿Por qué me causaron ese dolor?
Este verdadero dolor de las culturas primitivas
Llorando estoy, en cada etapa de mi vida
Mamá y papá, ¿no soy una hija?
Querido hermano, ¿no soy una hermana?
Querida humanidad, donde quiera que estés
¿No soy un ser humano?
Lágrimas, lágrimas, lágrimas’

Flor de Torres Porras. Fiscal Delegada de violencia a la Mujer  y contra la discriminación sexual de género. Fiscal Decana de Málaga

Alejar a las niñas de las cuchillas: mutilación genital femenina

 

Por Celia ZafraCelia Zafra

Cada año, la Organización Mundial de la Salud nos informa de que hay 28 países del África Subsahariana y Oriente Medio en los que se practica la mutilación y nos mareamos con la cifra de las 140 millones de niñas y mujeres han sido víctimas de esta práctica. UNICEF nos traduce el dato a lo cotidiano, y así sabemos que, cada día, 6.000 niñas de entre 4 y 10 años son mutiladas.

Pero conocemos menos sus historias, el día de fiesta que muchas niñas africanas esperan sin saber el dolor que esconde el festejo; conocemos poco la presión brutal del entorno para someterse a la ablación, la espiral del silencio que deja tan poca escapatoria; conocemos muy poco sus dudas, sus debates internos, sus miedos a ser apartadas de la comunidad si no se han ‘cortado’, a no poder casarse, a vivir señaladas.

Oumul cuenta en el documental Bref esa búsqueda infantil de pertenencia al grupo, de querer ser como las demás: «mi madre no quería someterme a la práctica, pero yo sí, porque si no lo hacías te llamaban cosas feas. Pensé: si las demás lo hacen yo también lo voy a hacer. Yo también quería ropa rara (de fiesta, como la que llevan las niñas el día que se mutilan)»

Algunas de estas mujeres llegan a Europa, a España, y las contradicciones se agudizan, y ahora las ‘raras’ son las mutiladas, y ahora el miedo es regresar a sus países de origen con sus hijas y ser capaces de protegerlas.

Y ahora Oumul ha visto, ha escuchado, y habla ‘de lo que se pierde’ con la ablación, de las complicaciones en los partos, de las muertes de niñas por hemorragias. De ahí al ‘a mi hija no se lo haré, dios me libre’, hay todo un proceso de reflexión, toda una toma de conciencia del propio cuerpo.

Esa ha sido la aspiración de Médicos del Mundo desde 2005, contribuir al proceso de reflexión de las mujeres residentes en España que proceden de países donde la mutilación está arraigada. Sin figuras de autoridad, sino conectando con ellas -mujeres de Nigeria, Gambia, Senegal o Malí, y también sus parejas- a través de mediadoras pertenecientes a su cultura (66 en 2012). Muchas de las mediadoras pasaron antes por la ablación, así que saben de lo que hablan. «Estoy luchando para que las nuevas generaciones de mi familia y otras mujeres del mundo puedan sentir como cualquier mujer», clama Fátima Djarra, mediadora guineana de Médicos del Mundo en Navarra.

Son muchas las familias que adquieren el compromiso de no practicar la MGF  y además de proteger a sus hijas, se unen a la lucha activa  contra la MGF.

Son muchas las familias que adquieren el compromiso de no practicar la MGF a sus hijas y se unen a la lucha activa contra la misma. Foto: Asier Alcorta Hernández / Médicos del Mundo

Creemos que hay que perseguir firmemente el delito, pero que sin prevención y sensibilización no se lograrán éxitos duraderos en el retroceso de la mutilación genital. Así que buscamos sacar «el tema» de la esfera de lo tabú, acercándonos a las mujeres a través de la cocina para terminar hablando de derechos. Explorando caminos paralelos, pero convergentes: autoconocimiento del cuerpo, talleres de prevención, atención psicológica, formación de profesionales sanitarios y sociales, revisiones pediátricas.

Y luego están los viajes de vacaciones a África, ay, el peligro de los viajes. Y frente a eso, la firma del ‘compromiso’ de las familias de alejar a las niñas de las cuchillas. Lo contamos en una exposición fotográfica de la mano del fotógrafo Asier Alcorta. No hay sangre en estas fotos. Hemos preferido mostrar la sonrisa de la niña que no ha perdido nada en el camino.

Celia Zafra es responsable de comunicación de Médicos del Mundo, una asociación independiente que trabaja para hacer efectivo el derecho a la salud para todas las personas, especialmente para aquellas que viven en situación de pobreza, inequidad de género y exclusión social o son víctimas de crisis humanitarias.

Objetivo: acabar con la mutilación genital femenina

Por Janet Naningoi Janet Naningoiy Kenia

Mi nombre es Janet y  he venido a España para contar mi lucha contra la mutilación genital femenina porque hoy, 6 de febrero, es el Día Mundial de la Tolerancia Cero a la Ablación. Vengo de Marigat, una comunidad de Kenia. Tengo 23 años y si todo va bien, terminaré mi formación como profesora en abril. En mi familia somos 7 hermanas y 3 hermanos, yo soy la segunda. Mi hermana mayor fue la única de las hijas en pasar por la ablación.

Niñas de Marigat (Kenia). Imagen: World Vision

La mayoría de las niñas deja la escuela tras pasar por la ablación. Imagen: World Vision

Cuando yo tenía 13 años, a mi colegio llegó una profesora de otra zona del país donde no se realiza la mutilación genital femenina y por primera vez supe que podía pedir no pasar por esta práctica. Cuando llegaron las vacaciones escolares vi como mis padres preparaban lo necesario para llevar a cabo el ritual de iniciación en el que se practica la ablación a las adolescentes. Reuní el valor para preguntarle a mi madre si iba a ser mutilada y su respuesta fue: «sí, así tiene que ser».  Ese mismo día decidí huir y refugiarme en casa de mi tía. Tres meses después, cuando terminaron las vacaciones, volví porque lo que más deseaba era seguir estudiando.

Mi padre me permitió continuar en el colegio y no pasar por la ablación siempre y cuando no me quedara embarazada pues eso sería una gran vergüenza para mi familia, dado que, según la tradición de mi región, sólo una mujer que ha pasado por la ablación genital puede casarse o tener hijos. Cuando llegué a clase, mis 29 compañeras de clase habían sido mutiladas ese verano. Ninguna de ellas quería hablarme ni acercarse a mí, ni siquiera mi hermana mayor. Era rechazada y aislada, todo ello por no haber pasado por la ablación.

Sentí que la única solución era seguir estudiando y esforzarme para demostrar que una joven que no ha sido mutilada puede ser también una buena alumna. Me refugié en el colegio y en conseguir mi sueño de ser profesora. Fue entonces cuando conocí al personal de  World Vision, ellos habían escuchado mi historia y buscaban jóvenes y mujeres como yo capaces de decir no a la mutilación genital femenina. Comencé a asistir a las sesiones de formación y sensibilización sobre las consecuencias de la ablación y los derechos de las mujeres que organiza esta ONG en Marigat, primero a escucharlas y luego para hablar yo misma ante las más jóvenes. Las niñas más pequeñas comenzaron a fijarse en mí porque veían que hay una opción diferente a seguir una tradición que causa daños físicos y psicológicos.

Niñas de Marigat (Kenia). Imagen: World Vision

Tras la ablación genital muchas niñas se enfrentan a la posibilidad de un matrimonio forzado. Imagen: World Vision

No pasar por la mutilación genital femenina ha sido muy duro, no sólo porque fui rechazada por mis compañeras, aún hoy sufro las consecuencias de mi decisión. En mi comunidad, hasta que no pasas por el rito de la ablación, y sin importar la edad que tengas, eres considerada una niña que no ha pasado a la edad adulta. Además, soy consciente de lo difícil que es para una chica que no ha pasado por la mutilación genital femenina encontrar un hombre que la acepte como esposa.

Mi sueño sigue siendo estudiar, hacer una maestría o un doctorado. Quiero ser un ejemplo para las niñas y mujeres de mi comunidad y enseñarles hasta donde pueden llegar sin tener que pasar por la mutilación genital femenina. Sigo colaborando con World Vision en su proyecto de lucha contra la ablación porque aún son muchas niñas que al oeste de mi país tienen que sufrir las consecuencias de una práctica que, aunque es ilegal, tiene un profundo arraigo social y cultural.

 

Janet Naningoi es estudiante y líder anti-ablación en su comunidad de Marigat (Kenia). Su visita a España forma parte de la campaña Stop Ablación de World Vision.