Las manos invisibles

Por Alba Trepat

Ambur es una ciudad árida y polvorienta situada en la carretera nacional que va de Bengaluru a Chennai, al norte del estado sureño de Tamil Nadu, en la India. La ciudad y los pueblos de los alrededores dependen de la industria del cuero, con más de un centenar de curtidurías, fábricas y pequeños talleres. Fuera de los centros formales de producción, cientos de mujeres del estatus social más bajo y las castas inferiores trabajan desde su domicilio en la región, empleadas principalmente para coser las piezas de cuero que forman la pala – la parte superior que luego se une a la suela – de los zapatos.

Todas ellas suponen mano de obra barata y flexible para un sector fuertemente globalizado. Es decir que la labor que realizan no es artesanal o tradicional, sino que está integrada a los procesos de producción modernos de las principales marcas y distribuidores occidentales. El modelo de zapato, el número de puntadas, el hilo y el método de trabajo dependen completamente de las indicaciones de la fábrica.

Sin embargo, las trabajadoras a domicilio no obtienen los encargos directamente de las fábricas ni son reconocidas como trabajadoras de estas, sino que reciben los pedidos a través de intermediarios quienes, a su vez, consiguen el encargo de una fábrica subcontratada por la fábrica principal. Debido a su dispersión por el territorio no tienen ningún poder de negociación.

“No podemos negociar con los intermediarios porque conocen a mucha gente que quiere trabajar y lo necesita de verdad. Así que si intento negociar por una o dos rupias más se irán a otra zona” declara Runa, una trabajadora a domicilio de Ambur.

Estas mujeres constituyen una gran fuerza de trabajo invisible, y no son reconocidas como trabajadoras por sus empleadores, el gobierno e incluso sus familias. Se trata de mujeres que están atadas a la casa por responsabilidades domésticas pero que necesitan ganarse la vida por sí mismas y para su familia. Para muchas, trabajar en casa es la única opción que tienen de conseguir empleo.

Sus condiciones de trabajo son todavía más duras que en las fábricas, ya que, sin contrato de trabajo, no tienen ninguna seguridad de poder trabajar, los precios a destajo son más bajos y no tienen cobertura social ni sanitaria de ningún tipo. Esta situación de precariedad extrema las mantiene en la pobreza e inmersas en espirales de endeudamiento insostenibles para llegar a cubrir sus necesidades básicas, y es el resultado de unas relaciones laborales basadas en la discriminación de género y casta. Mientras no se visibiliza esta realidad es imposible solucionar estas formas de discriminación.

Hay una necesidad urgente de que se reconozca legalmente a las trabajadoras a domicilio como mano de obra, que se establezca una relación laboral clara y concreta con los fabricantes de calzado y se reconozca el importante papel que desempeña este colectivo dentro de las cadenas de suministro globales.

Estas son las conclusiones del la investigación ‘Las Vidas Tras tus Zapatos: Las trabajadoras a domicilio en el sur de la India’

Alba Trepat es responsable de comunicación de la Campaña Ropa Limpia y miembro del consorcio europeo Cambia Tus Zapatos por parte de la Federación SETEM  @AlbaTrepat

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