Una ruta entre mujeres

Por Patricia Reyes

Mientras deshago la maleta, multitud de imágenes regresan a mi cabeza. Me doy cuenta de que en ellas aparecen siempre mujeres. Mujeres, las diputadas que decidimos viajar con Oxfam Intermón. Mujeres, las representantes de esta ONG que vinieron con nosotras. Mujeres, las que nos sirvieron de guía en esta ruta maravillosa y sobre todo, mujeres sirias que escapan de la muerte para encontrarse con otro tipo de muerte en vida: la falta de libertad. Para ellas, esta falta de libertad es doble, la que ya sufren en su entorno por el hecho de ser mujer y la de vivir  en un campo de refugiados.

Patricia Reyes, junto con otras dos diputadas, visita el centro comunitario de ARDD (Arab Reinaissance for Democracy & Development) en Jordania, donde defienden el acceso de las mujeres a la justicia. Imagen de Jorge Fernández Mayoral.

Hemos vivido emociones fuertes en apenas cinco días y de repente, soy consciente de que no he tenido tiempo de analizar todas esas sensaciones. Intento hacerlo a través de las imágenes que vuelven ahora a mi mente.

La primera es la de unos enormes ojos negros que destacan aún más detrás del maquillaje, al que acompaña un hiyab azul eléctrico a juego con su caftán de terciopelo y mismo color. Es una niña. Se llama Amira. Debe tener apenas quince años y está sentada en el suelo, unos centímetros detrás del patriarca. Ella sobresale en esa escena, en la que hay otras mujeres. Lo hace, además de por la situación en la que está estratégicamente colocada, por su vestido de gala y color, frente a tanto gris.

Estamos en Zaatari, el segundo campo de refugiados del mundo en extensión. Esta familia ha querido, de manera generosa, recibirnos en lo que se ha convertido en su casa: un contenedor que bien podría estar de camino a Canadá, cargado de piezas para calefactores. Aquí uno sería bienvenido. Hace mucho frío.

Pues bien, el patriarca no hace más que agradecer la posibilidad de tener un techo, mientras las mujeres asienten con la cabeza. Me llama la atención cómo gesticula una de ellas, mientras me mira directamente a los ojos. Se nota que quiere hablar pero al parecer, no puede. Meto la ropa sucia en la lavadora y pienso que me hubiera gustado hablar a solas con todas esas mujeres.

Vuelvo a Zaatari y a los grandes ojos y me pregunto: ¿Será la hija de nuestro anfitrión? ¿O será una de sus esposas? Después de quitarme de la cabeza la posibilidad de preguntárselo directamente a través del intérprete, intento obtener la respuesta preguntándolo de otra manera.

¿Va Amira al colegio? –digo, mirando al traductor. –No, Amira no va al colegio porque no quiere estudiar, pero mis otras hijas, sí van– Sus otras hijas deben tener aproximadamente cinco y ocho años.

Amira advierte que hablamos de ella y esboza una media sonrisa mirando al suelo. ¿Querrá realmente estudiar Amira?- pienso. No creo que nadie le haya preguntado. Seguramente para su padre, un futuro mejor para ella pase únicamente por encontrar un buen marido. Entiendo de repente por qué va vestida y maquillada de esa manera.

Ahora ya en Madrid, con la lavadora centrifugando, recuerdo mi infancia en Tenerife y a una buena amiga, Dunia. Más mujeres pasan por mi mente. Dunia tiene cinco hermanas y una madre muy luchadora. La familia se trasladó de Marruecos a España siendo ella muy pequeña. Eran musulmanes cuando llegaron y siguen siéndolo ahora, pero Dunia descubrió aquí, la posibilidad de estudiar y la libertad que estos estudios podrían darle. No sin mucho pelearlo y con ayuda de su madre, consiguió que su padre accediera a sus deseos de empezar una carrera universitaria. Comparo a su padre con nuestro anfitrión en Zaatari: dos hombres buenos que quieren a sus hijas.

Quizá si Amira y toda su familia estuvieran reasentados en España, ella tendría la posibilidad de estudiar y la mujer que me miraba directamente a los ojos, la posibilidad de hablar, sin tener que esperar el permiso de su marido. Quizá muchos españoles, tuviéramos la posibilidad de tener como amigos, como compañeros de trabajo, como familia, a personas con la capacidad de lucha y superación que tienen tantos sirios. Quizá tendríamos la posibilidad de aprender tantas cosas, como las que yo aprendí de Dunia, de su madre y de sus hermanas.

A día de hoy,  la cifra de refugiados que han sido reubicados o reasentados en España, apenas llega al 4% del compromiso que adquirimos. La historia juzgará con dureza a los Estados que se quedaron con los brazos cruzados y miraron hacia otro lado. Recordemos que hubo un tiempo en el que los refugiados éramos nosotros, los españoles. Es hora de ponernos en marcha, recuperar el protagonismo internacional y hacer frente con valor y firmeza a esta grave crisis humanitaria que nos concierne de manera directa.

Patricia Reyes es diputada de Ciudadanos y Secretaria cuarta de la Mesa del Congreso

3 comentarios

  1. Dice ser susi

    «La historia juzgará con dureza a los Estados que se quedaron con los brazos cruzados y miraron hacia otro lado.» Como por ejemplo Arabia Saudí o los Emiratos, que no quisieron acoger a sus «hermanos musulmanes», teniendo el dinero por castigo, así como el resto de países islámicos q han mirado para otro lado más aún que Europa. ¿Pq tenemos que asumir los europeos esa responsabilidad? ¿Qué culpa tenemos de que tengan la mentalidad que tienen y sigan anclados en una religión fanática y proclive a la guerra? Allí donde está el Islam siempre hay discordia, ya sea entre ellos o con otras religiones. Europa lleva décadas recibiendo este tipo de inmigración y muchos de ellos se empeñan en mantener sus valores y costumbres totalmente arcaicos, impropios de una democracia occidental del siglo XXI. Si dejamos que esta gente entre en grandes cantidades asistiremos a un retroceso en cuanto a libertades y derechos humanos increíble (y si eres mujer ni te cuenta ¿te imaginas tener un jefe musulmán?), a la par que va a subir la ultraderecha como la espuma, por ser los únicos que dicen a las claras lo que muchos autóctonos piensan: no queremos hordas de gente que no comparte ni respeta nuestra cultura ni nuestros valores más básicos y encima intenta imponer los suyos. Ya está pasando en la vecina Francia, y más que pasará.
    Y si, los españoles fuimos refugiados e inmigrantes. Yo misma tengo familia en Francia. Pero sabes que? Fueron con humildad y respeto hacia el país que los acogió. Se integraron y hoy están casad@s con franceses/as. Se siente de allí, al igual que sus hijos, no han ido formando guettos y sociedades paralelas. Muchos «franceses» de origen argelino no se sienten de allí, y crean guettos y actúan con violencia frente al país que les acogió. Y no me refiero a los terroristas, ese es el caso más extremo….es q tienen una mentalidad q aquí no cuadra, y que trae conflictos.

    12 enero 2017 | 10:00

  2. Dice ser isidoro

    pues todas esas mujeres no tienen pinta de pasarlo muy mal. A una moza de quince años Amira la llama niña cuando a esa edad los varones ya están pegando tiros en esos países. En esa foto veo a mucha «turista de la democracia» que estamos pagando entre todos

    12 enero 2017 | 17:22

  3. Dice ser internauta

    @susi
    No pertenezco a ningún club religioso, pero en mi biblioteca El Corán tiene su espacio, más que nada por aquello que dice que el saber no ocupa lugar. La cultura se ha demostrado como el antídoto más eficaz contra la ignonimia, no se trata de utilizarla como argumento, o sea: lo que tú haces.
    Si te tomas la molestia de volver a leer el post podrás comprobar de lo que trata, de lo que no trata es de lo que tú has «entendido».

    12 enero 2017 | 21:05

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