De la huida a la reconstrucción personal: la historia auténtica de una refugiada

Por Maribel Maseda

La situación mundial está siendo tan compleja y difícil que a duras penas se puede decidir en cual de los conflictos  fijar la mirada. La guerra de Siria ha tomado mayor protagonismo cuando sus efectos han puesto en peligro o en evidencia  posiciones y acuerdos  entre algunos países  que no pensaban tener que revisar tan pronto y que quizá por razones de ego no habían contemplado el factor de lo imprevisible, aún cuando la fragilidad de las relaciones entre ellos siempre había sido por todos conocida.

Aní huyó de la guerra y se ha convertido en una profesional valiosa en nuestra sociedad. Imagen: Maribel Maseda.

Aní huyó de la guerra y se ha convertido en una profesional valiosa en nuestra sociedad. Imagen: Maribel Maseda.

 

Hablo con Aní, refugiada armenia que llegó a España hace años huyendo de la guerra de Nagorno Karabaj,lo más difícil para mí ha sido dejar esa noche mi casa sabiendo que no volvería a verla nunca más; de un día para otro, es como arrancar del corazón todo lo que has vivido desde que naciste’.

Quiere mantenerse en el anonimato. No quiere ser estigmatizada por su historia, y aunque dice haber recibido muchas ayudas altruistas de parte de los españoles, en su ruta hacia un ‘refugio’ seguro, también ha vivido rechazos y desconfianzas hacia su persona. La recurrencia de las guerras pone al descubierto la capacidad del mundo de  negociar la vida. Pero el mundo se escapa de las manos del  ciudadano, que solo puede esperar que sus dirigentes posean esa capacidad. Pero además, le hace tomar conciencia de que lo lejano no siempre es sinónimo de ajeno. Y ha pasado de preguntarse ‘¿por qué ha ocurrido y qué más va a ocurrir?‘ para temer un ‘¿podría ocurrirnos a nosotros?’.

La realidad va mucho más allá de lo que uno pueda imaginarse leyendo, escuchando o viendo las noticas relacionadas. Aní tuvo suerte de lograr finalizar sus estudios durante su ruta de huida ‘yo no pedía trabajar en mi profesión; pedía que me dieran la oportunidad de buscar cualquier trabajo, tenía una bebé de meses y tenía que alimentarla’.

Una vez que la persona refugiada deja su vida, debe esperar el momento que le den para enfrentarse a las nuevas circunstancias que va a vivir a partir de ese momento: el idioma, las costumbres, los requisitos burocráticos y legales, el hogar, su familia, la salud deteriorada durante tanta incertidumbre y adversidades… pero antes de llegar a esto, debe salir del lugar intermedio en el que está hoy.  Porque hoy los refugiados sirios están esperando en medio de todo y de nada a tener esa oportunidad.

 ‘Cada uno llegaba al aeropuerto como podía; los Cascos Azules intentaban organizarlo de manera que se facilitara la salida; allí había mucha gente a la que habían echado de sus casas con lo puesto, en pijama, chanclas, esperando que les llevaran en algún vuelo. Si nos quedábamos, podían matarnos en cualquier momento’.

Aní recuerda que en alguno de los países por los que pasó, la existencia de centros de acogida y refugio ofrecía ciertas garantías básicas de supervivencia, sin embargo, en otros en los que no existían, uno tenía que contar con su espíritu de lucha y fortaleza para vencer las inclemencias de cada día.

Y es que la realidad del refugiado incluye la certeza de que durante mucho tiempo ya no podrá gozar de autonomía, ni de la libre elección del minuto siguiente; va a necesitar de la disposición de otros  a ayudarles para sobrevivir.

Hoy Aní está perfectamente adaptada a España y espera que le aprueben la petición de la nacionalidad. Sabe que su integración requiere de la renuncia a la tristeza por la pérdida y no habla de ella. Tiene la posibilidad de mirar al futuro y gracias a esa oportunidad que le dieron algunos, en una de esas vueltas de la vida, otros pudieron tener una mejor calidad en la suya gracias a su intervención.

Dar refugio no es solo dejar estar. La magnitud del sufrimiento de los refugiados sirios puede contarse sin mencionar  los  factores que enredan la comprensión del problema; sin utilizar versiones de uno u otro país; sin recurrir a tratados, pactos, estados o  gobiernos. Sin terminologías que especializan una situación que debería ser un asunto global y que devuelve el control de los derechos humanos a esferas que le quedan muy lejanas al ciudadano.

Pero para que un refugiado pueda contar que en su camino encontró ayuda en personas desconocidas, hay que conocer su existencia. Atreverse a intentarlo aún cuando uno crea que al no  entender de política o no creer en ella o no saber qué versión dar como válida no podrá implicarse en la ayuda humanitaria y solidaria tan fundamental en toda catástrofe y que es la que en verdad define la evolución humana. Aún cuando sepa que la solución real necesitaría de actitudes que hoy identificaría de pura demagogia porque él mismo ha perdido la confianza.

El drama de los refugiados sirios ocupa ahora los primeros espacios en las agendas políticas aunque lamentablemente no parece que sea debido a motivos prioritariamente humanitarios. El ciudadano de a pie se pregunta cómo se ha podido llegar a una situación semejante de desorganización y desconexión internacional. En ella, el  sálvese quien pueda parece quedar escrito en tinta invisible tras los compromisos, que como es habitual, le llegan en medio de sus propios intentos de discernir qué parte de lo que le cuentan es real y objetiva, cual necesaria para los intereses  que ya sabe que de seguro existen  y cual para la solución real y humanitaria. Cuando intenta comprender el conflicto se topa con unos embrollados antecedentes de los que debe partir, en los que participa una multitud internacional donde nada es lo que parece y donde las confianzas son tan frágiles como condicionadas.

Mientras tanto, miles de mujeres, hombres, niños y niñas que poseen sus ilusiones para la vida, sus proyectos para llevarla a cabo, sus aportaciones que ofrecer a la sociedad si esta les da la oportunidad, han perdido incluso sus propios nombres y han pasado a llamarse todos igual: refugiados. Y en este enorme grupo, ya de nada vale la propia identidad ni todo aquello que pensaban harían en la vida.

A partir de ahora, la vida se les concede.Y  así, se tejen soluciones en base a deudas invisibles para muchos pero sólidamente grabadas que reforzarán las consecuencias de la  pérdida del arraigo, la de la identidad y con ella, la de sus derechos como seres humanos.

Debemos atrevernos a mirar más allá de la complejidad creada. De otro modo, miles, millones de personas, quedarán ocultas tras ella.

El desconocimiento de la realidad de este tipo de conflictos permite que se mantenga y se repita la impunidad con la que se generan.

Maribel Maseda es Diplomada Universitaria en Enfermería, especialista en psiquiatría y experta en técnicas de autoconocimiento. Autora de obras como Háblame, El tablero iniciático, y La zona segura.

3 comentarios

  1. Dice ser Chema

    La verdad es que leo cosas en esta entrada que ni me había planteado. Gracias por la reflexión…y esperemos que no nos pase a nosotros.

    05 mayo 2016 | 12:24

  2. Dice ser Tina

    No sé como empezó esta guerra, lo reconozco. La mayor parte de la gente no lo sabe. Pero creo que lo que están haciendo con los refugiados no debería ser legal. Desde luego, es totalmente amoral. Me gusta el post y su punto de vista. Bravo por Aní y su hija.

    05 mayo 2016 | 15:42

  3. Dice ser Juanki

    Me ha gustado mucho tu post, consigues que nos metamos una vez más en el pellejo de personas que lo pasan fatal por la situación en sí que están pasando más la incompresible actuación de los gobiernos que contribuyen más si cabe a toda esta desgracia

    06 mayo 2016 | 12:06

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