Archivo de mayo, 2016

Alevosía

Por Flor de Torres

Como jurista, pero también como ciudadana, percibo con frecuencia que hay respuestas jurídicas a hechos delictivos que son difícilmente entendibles por la sociedad. El derecho es sobre todo y ante todo sentido común. Si el sentido común no está presente, la distancia entre la Justicia y la sociedad aumenta, se hace difusa y nuestro trabajo como mínimo puede ser calificado de incomprensible.

Alevosía. Imagen de TrasTando.

Alevosía. Imagen de TrasTando.

En este sentido, recuerdo siempre la historia de María Antonia. Su vida se refleja en una sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo de fecha 17/11/2009. María Antonia sufrió un hecho que aún me estremece al recordarlo. Pero también sufre el perjuicio añadido de no encontrar el sentido común necesario en la respuesta que el Alto Tribunal valoró sobre el repertorio de conductas de su maltratador, que era su esposo y a quienes se identifica por las iniciales J.L.

Como jurista, acato y respeto una resolución con numerosos matices técnicos, pero entiendo que muchas personas reclamen insistentemente que la violencia de género vaya unida a la perspectiva de género. Su ausencia produce  desconcierto y más sufrimiento para las víctimas. Éste es un resumen de los hechos que recoge la sentencia:

El día 28 de junio de 2006, incumpliendo una medida de alejamiento, el agresor , J.L. se presentó en el domicilio de María Antonia a las cuatro de la mañana para realizar un ataque sorpresivo y certero. Utilizó las llaves que usaba cuando estaban casados para abrir la puerta y una radiografía para alterar el pestillo de seguridad con el que María Antonia se consideraba a salvo.

Garantizó su acto al proveerse de un cuchillo de la cocina con el que en vez de apuñalarla intentó asfixiarla para que ella sintiera la certeza de su muerte. La tiró al suelo delante de sus hijos y, tras reanimarla para que sintiera su agonía, le retorció el cuello y se lo partió. La abandonó cuando creyó que ya había muerto.

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El sexto sentido de las mujeres para los desastres

 

Por Cristina Niell

Cuenta Svetlana Aleksiévich en su libro “Los muchachos del zinc” que las madres de combatientes rusos presentían la muerte de sus hijos. ¿Será cierto que hay un sexto sentido? ¿Qué las mujeres lo poseemos? ¿Y que es lo que siempre se han llamado intuición femenina? Hay una cantidad ingente de literatura pseudocientífica en la red a favor y en contra de ello.

Leía un trabajo de campo realizado por responsables de la promoción de la salud de Oxfam en Etiopía. Preguntaban a personas que viven la aridez y la dureza de un territorio que cíclicamente se ve inmerso en graves sequías, cuándo son conscientes de que la escasez de lluvias va a desembocar en una situación de crisis. Pues bien, las respuestas de hombres y mujeres, fueron sensiblemente distintas. ¿A ver si va a ser verdad lo de la intuición? Ellas eran conscientes del problema antes que ellos. Para ellos, la respuesta fue ‘cuando los animales mueren‘; sin embargo, para ellas la alerta era más temprana, “cuando los animales dejan de dar leche”.

habodo

Muchas personas como Habodo viven en pequeños asentamientos tras haberse visto obligadas a abandonar sus hogares. Imagen: Oxfam.

Creo que simplemente las mujeres etíopes constataron una realidad vinculada a su rol en la familia y en la sociedad. Responsables de la alimentación de la familia, fueron conscientes del peligro cuando no había leche para la familia. Así que más que un sexto sentido adivinatorio, vieron señales distintas de un mismo problema. Busco más información sobre la realidad de Etiopía. Nuevamente, este país ha atravesado una grave sequía provocada el fenómeno de El Niño. 10 millones de personas precisan ayuda, mientras de cerca de 8 millones más están siendo ya atendidas por el Gobierno etíope. Oxfam, la organización para la que trabajo, colabora con la población de la región Somalí y de los distritos de Afar y Oromía. Ayuda a 282.000 personas a las que ha facilitado agua apta para el consumo, sistemas de saneamiento o dinero a cambio de trabajos para la comunidad como la rehabilitación de pozos y canalizaciones de agua.

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En el Día de África: un futuro para María

Por Julia-Serramitjana
desde Bangui

María es centroafricana y tiene poco más de un mes. Su vida ha empezado en el campo de desplazados de Capucien, a las afueras de Bangui, la capital de República Centroafricana. Sin casa, ni hospital, ni agua corriente ni luz.
Su madre, Keemzith, recuerda perfectamente el día en que llegó a este lugar: era el 5 de diciembre de 2013. Fue el mismo día en el que tuvo que abandonar su barrio a causa de la violencia, en una de las terribles crisis que han sacudido las vidas de la gente en Centroáfrica en los últimos años. Y aquí siguen desde entonces, en un descampado al lado de una iglesia donde también se concentra un centenar de personas más. Aguantando como pueden.

María, en brazos de su madre en el campo de refugiados de Capucien, en República Centroafricana. Imagen de Júlia Serramitjana/Oxfam Intermón.

María, en brazos de su madre en el campo de desplazados de Capucien, en República Centroafricana. Imagen de Júlia Serramitjana/Oxfam Intermón.

La situación es mucho más tranquila, pero no han podido recuperar sus vidas. ‘Aquí no tenemos nada, vinimos corriendo cuando atacaron nuestras casas‘, recuerda Keemzith. Sostiene a su hija con delicadeza y con actitud tranquila y serena, a pesar de todo. A ella la puede alimentar con leche, pero no a sus otros 3 hijos. ‘No hay nada que comer aquí‘, explica. Si las cosas no cambian, cuando María crezca tampoco tendrá qué llevarse a la boca.

Hoy, 25 de mayo se celebra el Día de África, una jornada conmemorativa que tiene como objetivo celebrar los logros del continente y reflexionar sobre sus problemas. En República Centroafricana no parece que haya mucho que celebrar, la verdad.
Casos como el de María son descorazonadores en un lugar del mundo en el que se concentra gran parte de la población joven. Los hombres y mujeres que vendrían a representar el futuro de nuestro planeta. Y es que el 40% de la población de la República Centroafricana tiene menos de 14 años pero la esperanza de vida no llega a los 50 años.

¿Qué futuro cabe esperar? Quizá, con ayuda de todos, el país pueda superar la situación de crisis, y la familia de María pueda rehacer su vida. Y  conseguir que estos primeros días en un campo de desplazados sean sólo un recuerdo borroso, o se olviden completamente. Porque María merece un futuro.

Júlia Serramitjana es periodista y trabaja en Oxfam Intermón. Actualmente destacada a República Centroafricana.

Tirar la piedra y esconder la mano

Por Maribel Maseda

Hace unos meses  vi estupefacta una parte de una película de la década de los 50 en la que el marido de una señora la ponía sobre sus rodillas y la azotaba mientras ella sollozaba. El hijo pequeño le decía ‘¡mamá!, papá te está pegando!!’ a lo que el padre respondía con absoluta normalidad ‘claro, hijo’. Y el hijo  replicaba mirando con fascinación la escena:  ‘¡entonces es que papá te quiere, mamá!’ y a la madre se le iluminaba la cara y recibía entonces los azotes feliz, sin sollozos.

Ejemplo de campaña contra la violencia dirigida a las mujeres. Imagen: JSE

Ejemplo de campaña contra la violencia dirigida a las mujeres. Imagen: JSE

‘¿porqué no le deja?’. ‘Cómo puede seguir con él?’-

’con toda la información que hay hoy en día, ¿cómo siguen metiéndose en relaciones así?’-

La única parte real de esta escena es la de que el maltratador realmente se cree en el derecho y el poder de pegar a su mujer, no porque la quiera, sino porque la cree ‘suya’. Nos preguntamos porqué la violencia contra la mujer continúa y lo hacemos sin tomar conciencia de la cantidad de mensajes contradictorios que se dictan y se consienten.

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Lorena Moncholí: información y derechos contra la violencia obstétrica

Por Cristina Andújar

Si tuviéramos que caracterizar a Lorena Moncholí sin duda sería por su energía “Soy insaciable. Si me marco un objetivo voy a por él, con paciencia pero sin desfallecer”. Son muchas las mujeres, que al igual que Lorena, intentan cambiar el mundo que le rodea. Pero el suceso que transformó a esta mujer no es muy diferente a lo que puede ocurrirle a cualquier  madre.

Lorena Moncholí, abogada especializada en Derecho Sanitario y Derecho de Familia. Imagen: Toni Marín Marco

La vida de Lorena era la de una abogada en una entidad financiera y posteriormente en una consultora. Pero la maternidad cambió por completo su vida. Hasta aquí no hay nada extraño: es normal que tener un hijo ponga tu mundo patas arriba. Pero lo reseñable de Lorena es que de la adversidad, ser “superviviente” de la violencia obstétrica, dio origen a su lucha.  En el parto de su primer hijo experimentó muchas situaciones difíciles, desgraciadamente  muy familiares para otras madres, y de las que leemos en espacios como el blog Madre Reciente. Por esa experiencia transformó su carrera profesional para especializarse en derecho sanitario y en sensibilización contra este tipo de violencia. Lo convirtió en su objetivo profesional y vital.

Quizás si decimos violencia obstétrica para la inmensa mayoría de las personas sea un concepto abstracto, pero estamos hablando de “mujeres que sufen un  trastorno de estrés postraumático, tras haber pasado por un trato deshumanizado o humillante en su parto y en vez de obtener un diagnóstico serio que les ayude a superar su vivencia, se les acusa de ser meras  “víctimas de las hormonaso de que han perdido los nervios.”

El principal problema es que no se oye hablar de la violencia obstétrica: muchas madres no saben ni siquiera que la han padecido. E incluso las que no somos madres no somos conscientes de que tales prácticas puedan darse.

Por si no fuera suficiente, con frecuencia las mujeres no son escuchadas por los profesionales de la medicina. “Se nos infantiliza como regla general, en todos los sentidos. El paternalismo está patente en cada prueba, en cada visita, en cada revisión. Es como si dejáramos de ser dueñas de nuestro cuerpo por el hecho de albergar otra vida en nuestro vientre. Nuestro cuerpo se convierte en un objeto, que se puede tocar y manejar en nombre de una especie de “interés superior”.  Puede que en muchos casos estos profesionales  no sean conscientes, pero no podemos negar que este tipo de violencia de género, aunque sea invisible, existe en nuestra sociedad.

El gran problema reside en que las futuras madres, al igual que cualquiera de nosotros, viven en un mundo marcado por la publicidad y los medios de comunicación.  Te indican qué tienes que comprar o incluso lo que sentir estando embarazada, normalizándose prácticas obstétricas que las instituciones sanitarias desaconsejan absolutamente.

Y ante toda esta contaminación y desconocimiento Lorena trabaja cada día por conseguir una sociedad mejor a través el Proyecto Díkê con el cual consigue, mediante prevención jurídica e información, el empoderamiento de las mujeres en el momento del nacimiento de sus hijos. “Por supuesto que una sociedad mejor es posible y creo que  hay que desear siempre avanzar”.

Lorena Moncholi ha sido una de las finalistas del Concurso Avanzadoras 2016, promovido por 20 minutos y Oxfam Intermón

Cristina Andújar  es estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid. Voluntaria en Oxfam Intermón. Insaciable lectora  y convencida de que con pequeñas acciones se puede cambiar el mundo.

Quiero enseñar las tetas, en nombre de Rosa Elvira

Por Lula Gómez

“(Rosa Elvira) puso en riesgo su integridad y vida, hasta el punto de que JAVIER VELASCO le cercenó su existencia; si ROSA ELVIRA CELY no hubiera salido con los dos compañeros de estudio después de terminar sus clases en las horas de la noche, hoy no estuviéramos lamentando su muerte”, señala el documento jurídico de la Alcaldía de Bogotá emitido hace unos días. Con él se defiende de las acusaciones de la familia de la mujer asesinada (Rosa Elvira Cely) contra varias entidades del Distrito, acusadas de no haber prestado atención oportuna para evitar su trágica muerte.

Está claro, lo dice la ley, si eres mujer no puedes salir con tus colegas de clase por la noche: tienen derecho a matarte. Si has nacido fémina, no puedes aparcar tu coche en un descampado: puede haber alguna fiera que te ataque y tú tendrás la culpa por haber osado a dejar el coche donde podías. Si tienes tetas, cúbretelas: no vayas a provocar la sexualidad del contrario y claro, ¡se las enseñaste! Volvamos a la burka. Si te violan, pregúntate si cerraste bien las piernas, porque de lo contrario, eres una facilona (así lo preguntó la magistrada del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Victoria a una pregunta víctima hace apenas unos meses.

Protestas en el lugar donde apareció el cuerpo de Rosa Elvira. Imagen de Julián Ortega Martínez. Licencia CC.

Protestas en el lugar donde apareció el cuerpo de Rosa Elvira. Imagen de Julián Ortega Martínez. Licencia CC.

Todo esto viene a colación porque Colombia estos días vive indignada bajo la campaña #RosaElviranoesculpable. En el año 2012 un asesinato conmovió al país, el de Rosa Elvira Cely, a quien mató en un parque un compañero de estudio. Aquella aberración terminó con su vida (la de ella) y una ley, una norma que lleva su nombre, Rosa Elvira Cely. Gracias a esa norma, en Colombia el crimen contra una mujer por su condición femenina en un delito autónomo (feminicidio) y conlleva una de las mayores penas entre los homicidios. Cuesta por eso entender el documento remitido estos días, por muchas excusas que se hayan presentado después. ¡Los políticos salpicados dicen además que no se utilice la violencia de género contra ellos!

Pero, por qué en vez de capar nuestras libertades no enseñamos quienes asumen esa máxima que lo abominable no es la hora a la que lleguemos borrachas y a rastras?. En la escuela debemos repetir a los violentos que el crimen está en acosar, matar, abusar, molestar… y eso es lo que debe repararse. En nombre de Rosa Elvira hoy quiero enseñar las tetas y pedir dimisiones, la de quienes siguen pensando que Rosa Elvira no tenía que haber salido de su casa. ‪#‎RosaElviraNoEsCulpable #‎RenuncieMiguelUribe.

Lula Gómez, escritora y periodista todoterreno. Actualmente dirige su propia agencia desde la que propone contenidos, edita, crea y ejecuta ideas de comunicación. Ha dirigido el documental Mujeres al frente, la ley de las más nobles, sobre siete protagonistas de la historia reciente de Colombia.

Ciento setenta y dos mujeres en la pausa del café

Por Belén de la Banda

Tengo que reconocer que cuando se habla de café no puedo ser imparcial. La única adicción que no he podido quitarme nunca más allá de dos o tres días es el café con leche. Ahora mismo, mientras escribo, tengo la taza llena al alcance de la mano derecha. Y mientras lo preparo, y cuando lo tomo, me siento bien. Y el concepto de pausa de café me resulta una de las ideas más estimulantes: en medio de cualquier evento, supone un momento de encuentro libre con las personas que nos encontramos en ese camino. Y en los días de trabajo, las pocas veces que hay un hueco, supone un estupendo momento especial con las compañeras.

Betty ha encontrado nuevas oportunidades de desarrollo gracias al cultivo del café Tierra Madre. Imagen: Sergi García / Oxfam Intermón.

Betty ha encontrado nuevas oportunidades de desarrollo gracias al cultivo del café Tierra Madre. Imagen: Sergi García / Oxfam Intermón.

Por eso me ha resultado muy simpática la propuesta del Día Mundial del Comercio Justo, que se celebra mañana sábado: la mayor pausa de café del mundo, #FairTradeChallenge. Donde estés, con quien estés, diez o quince minutos para reflexionar en torno a una taza sobre lo mucho que puedo hacer para mejorar la vida de otras personas.

Para mí este año también va a ser muy especial ese momento. Lo celebraré con mi familia (tendrá que ser pausa-café y pausa-chocolate, e incluso pausa-galletas para tener a todos satisfechos). Lo que es seguro es que sabremos de quién acordarnos. Porque desde hace cinco años seguimos la historia de las mujeres que cultivan café en Nicaragua, y ahora añadiremos a las cooperativas de mujeres que se incorporan a enviarnos su café desde Uganda bajo la etiqueta Tierra Madre.

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Lo que nos falta es lo que nos separa

Por Nuria Coronado

No es por tirar piedras sobre nuestros tejados pero día sí y día también, a cada foro que acudo sobre liderazgo femenino, escucho que las mujeres no estamos donde nos merecemos por dos obstáculos que nos ponemos solitas. Nos falta hacer networking y perder el miedo a hablar en público.

Si bien, tal y como dice el influencer Alfonso Alcántara @yoriento en la vida profesional  “hace falta más work y menos net”, en el caso de las mujeres puede que tengamos que darle la vuelta a la tortilla. Trabajar ya trabajamos de lo lindo (algo debe influir aquello de creer que tengamos superpoderes y nos liemos la manta a la cabeza para hacer miles de cosas a la vez…aunque en ello se nos vayan las fuerzas) y se prefiera anteponer en muchos casos la conciliación a acudir a saraos varios en los que conectar y darse a conocer.

Hace bien poco decía Monserrat Tarrés @tarremo presidenta de la Asociación de Directivos de la Comunicación (DIRCOM) que “las mujeres trabajamos mucho pero no trabajamos nada el networking y eso no nos ayuda en la vida laboral”  y razón no le falta.

Las redes de contacto (no hablo de las 2.0) dan visibilidad. Una visibilidad que en el caso de estar buscando trabajo resulta más necesaria si cabe. Según el experto @juanmerodiohay que dejar de buscar trabajo para centrarse en conocer gente. Esa es la clave para que surjan oportunidades”. Y como la ocasión la pintan calva los hombres no la dejan escapar. Tanto es así que por cada dos mujeres hacen networking, hay tres hombres que lo hacen. Por eso no deberíamos olvidar que las redes de contacto “no sólo sirven para facilitar las relaciones, sino también para compartir experiencias o generar ideas”, tal y como describe PWC @PwC_Spain en su informe Inspirando, women as leaders

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Berta Zúñiga Cáceres y la lucha contra el ‘desarrollo’

Por Cristina Niell

¿Puede una comunidad, apelando a su cultura ancestral, a su legado, luchar contra el desarrollo? Esta es la pregunta que surge cuando una escucha a la hija de Berta Cáceres, la activista hondureña que fue asesinada el pasado 3 de marzo tras haber dirigido la lucha contra un proyecto hidroeléctrico en el río Gualcarque, en el corazón de la comunidad lenca. Una comunidad donde las mujeres, tradicionalmente han participado activamente en su defensa.

Berta Zúñiga Cáceres recibe el premio Joan Alsina en Barcelona esta semana. ©Casa Amèrica Catalunya/Cristina Rius.

Berta Zúñiga Cáceres, hija de Berta Cáceres, recibiendo el premio Joan Alsina de Derechos Humanos que otroga la Casa Amèrica Catalunya en nombre de la organización COPINH. ©Casa Amèrica Catalunya/Cristina Rius.

Berta Zúñiga Cáceres, siguiendo los pasos de su madre y con apenas 25 años, habla de cómo una región, un país se transforma por el peso de las nuevas ciudades; ciudades dedicadas a la generación de energía; ciudades madereras que talan y exporta; ciudades de maquilas, ciudades privatizadas dedicadas al turismo… Ciudades que para ella no son un foco de riqueza sino una fuente de saqueo y expolio, que son el motivo de ‘las luchas territoriales que los pueblos indígenas llevamos contra el modelo de desarrollo extractivista que en nada beneficia a la comunidad’.

¿Pero esas nuevas ciudades, no son el desarrollo? ¿No van a repercutir en el bienestar del país y de la propia comunidad? ¿No son una apuesta por el bien común? Responde Berta Zúñiga Cáceres con otra pregunta, una pregunta que ha hecho a las compañías que financian y participan en el proyecto hidroeléctrico que afecta a la comunidad lenca: ‘¿Si su proyecto es tan bueno, por qué han muerto tantas personas por él?’

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De la huida a la reconstrucción personal: la historia auténtica de una refugiada

Por Maribel Maseda

La situación mundial está siendo tan compleja y difícil que a duras penas se puede decidir en cual de los conflictos  fijar la mirada. La guerra de Siria ha tomado mayor protagonismo cuando sus efectos han puesto en peligro o en evidencia  posiciones y acuerdos  entre algunos países  que no pensaban tener que revisar tan pronto y que quizá por razones de ego no habían contemplado el factor de lo imprevisible, aún cuando la fragilidad de las relaciones entre ellos siempre había sido por todos conocida.

Aní huyó de la guerra y se ha convertido en una profesional valiosa en nuestra sociedad. Imagen: Maribel Maseda.

Aní huyó de la guerra y se ha convertido en una profesional valiosa en nuestra sociedad. Imagen: Maribel Maseda.

 

Hablo con Aní, refugiada armenia que llegó a España hace años huyendo de la guerra de Nagorno Karabaj,lo más difícil para mí ha sido dejar esa noche mi casa sabiendo que no volvería a verla nunca más; de un día para otro, es como arrancar del corazón todo lo que has vivido desde que naciste’.

Quiere mantenerse en el anonimato. No quiere ser estigmatizada por su historia, y aunque dice haber recibido muchas ayudas altruistas de parte de los españoles, en su ruta hacia un ‘refugio’ seguro, también ha vivido rechazos y desconfianzas hacia su persona. La recurrencia de las guerras pone al descubierto la capacidad del mundo de  negociar la vida. Pero el mundo se escapa de las manos del  ciudadano, que solo puede esperar que sus dirigentes posean esa capacidad. Pero además, le hace tomar conciencia de que lo lejano no siempre es sinónimo de ajeno. Y ha pasado de preguntarse ‘¿por qué ha ocurrido y qué más va a ocurrir?‘ para temer un ‘¿podría ocurrirnos a nosotros?’.

La realidad va mucho más allá de lo que uno pueda imaginarse leyendo, escuchando o viendo las noticas relacionadas. Aní tuvo suerte de lograr finalizar sus estudios durante su ruta de huida ‘yo no pedía trabajar en mi profesión; pedía que me dieran la oportunidad de buscar cualquier trabajo, tenía una bebé de meses y tenía que alimentarla’.

Una vez que la persona refugiada deja su vida, debe esperar el momento que le den para enfrentarse a las nuevas circunstancias que va a vivir a partir de ese momento: el idioma, las costumbres, los requisitos burocráticos y legales, el hogar, su familia, la salud deteriorada durante tanta incertidumbre y adversidades… pero antes de llegar a esto, debe salir del lugar intermedio en el que está hoy.  Porque hoy los refugiados sirios están esperando en medio de todo y de nada a tener esa oportunidad.

 ‘Cada uno llegaba al aeropuerto como podía; los Cascos Azules intentaban organizarlo de manera que se facilitara la salida; allí había mucha gente a la que habían echado de sus casas con lo puesto, en pijama, chanclas, esperando que les llevaran en algún vuelo. Si nos quedábamos, podían matarnos en cualquier momento’.

Aní recuerda que en alguno de los países por los que pasó, la existencia de centros de acogida y refugio ofrecía ciertas garantías básicas de supervivencia, sin embargo, en otros en los que no existían, uno tenía que contar con su espíritu de lucha y fortaleza para vencer las inclemencias de cada día.

Y es que la realidad del refugiado incluye la certeza de que durante mucho tiempo ya no podrá gozar de autonomía, ni de la libre elección del minuto siguiente; va a necesitar de la disposición de otros  a ayudarles para sobrevivir.

Hoy Aní está perfectamente adaptada a España y espera que le aprueben la petición de la nacionalidad. Sabe que su integración requiere de la renuncia a la tristeza por la pérdida y no habla de ella. Tiene la posibilidad de mirar al futuro y gracias a esa oportunidad que le dieron algunos, en una de esas vueltas de la vida, otros pudieron tener una mejor calidad en la suya gracias a su intervención.

Dar refugio no es solo dejar estar. La magnitud del sufrimiento de los refugiados sirios puede contarse sin mencionar  los  factores que enredan la comprensión del problema; sin utilizar versiones de uno u otro país; sin recurrir a tratados, pactos, estados o  gobiernos. Sin terminologías que especializan una situación que debería ser un asunto global y que devuelve el control de los derechos humanos a esferas que le quedan muy lejanas al ciudadano.

Pero para que un refugiado pueda contar que en su camino encontró ayuda en personas desconocidas, hay que conocer su existencia. Atreverse a intentarlo aún cuando uno crea que al no  entender de política o no creer en ella o no saber qué versión dar como válida no podrá implicarse en la ayuda humanitaria y solidaria tan fundamental en toda catástrofe y que es la que en verdad define la evolución humana. Aún cuando sepa que la solución real necesitaría de actitudes que hoy identificaría de pura demagogia porque él mismo ha perdido la confianza.

El drama de los refugiados sirios ocupa ahora los primeros espacios en las agendas políticas aunque lamentablemente no parece que sea debido a motivos prioritariamente humanitarios. El ciudadano de a pie se pregunta cómo se ha podido llegar a una situación semejante de desorganización y desconexión internacional. En ella, el  sálvese quien pueda parece quedar escrito en tinta invisible tras los compromisos, que como es habitual, le llegan en medio de sus propios intentos de discernir qué parte de lo que le cuentan es real y objetiva, cual necesaria para los intereses  que ya sabe que de seguro existen  y cual para la solución real y humanitaria. Cuando intenta comprender el conflicto se topa con unos embrollados antecedentes de los que debe partir, en los que participa una multitud internacional donde nada es lo que parece y donde las confianzas son tan frágiles como condicionadas.

Mientras tanto, miles de mujeres, hombres, niños y niñas que poseen sus ilusiones para la vida, sus proyectos para llevarla a cabo, sus aportaciones que ofrecer a la sociedad si esta les da la oportunidad, han perdido incluso sus propios nombres y han pasado a llamarse todos igual: refugiados. Y en este enorme grupo, ya de nada vale la propia identidad ni todo aquello que pensaban harían en la vida.

A partir de ahora, la vida se les concede.Y  así, se tejen soluciones en base a deudas invisibles para muchos pero sólidamente grabadas que reforzarán las consecuencias de la  pérdida del arraigo, la de la identidad y con ella, la de sus derechos como seres humanos.

Debemos atrevernos a mirar más allá de la complejidad creada. De otro modo, miles, millones de personas, quedarán ocultas tras ella.

El desconocimiento de la realidad de este tipo de conflictos permite que se mantenga y se repita la impunidad con la que se generan.

Maribel Maseda es Diplomada Universitaria en Enfermería, especialista en psiquiatría y experta en técnicas de autoconocimiento. Autora de obras como Háblame, El tablero iniciático, y La zona segura.