Archivo de abril, 2016

Madres y coraje

Por Nuria Coronado

En el instante precioso y preciso en el que la maternidad llama a las puertas del hogar nace también la imperiosa necesidad de cuidar más allá de las medidas racionales del tiempo y del espacio de ese ser tan especial. Es entonces cuando haces un pacto contigo misma y te prometes, desde el rincón más cálido y hermoso de tu alma, que le cuidarás y acompañarás en el viaje de la vida con dos propósitos: que sea feliz y nunca le pase nada.

Sin embargo hay veces que esa promesa se vea sacudida por un terremoto inesperado de intensidad tal, que deja ese juramento en la zona cero de la tristeza. Es entonces, cuando uno se queda en ese territorio o, a pesar del dolor, saca fuerzas que no se sabe de dónde vienen pero si para el lugar al que van. Maria Jesús González, madre de Irene Villa, lo sabe bien. Aquel 17 de octubre de 1991 se dirigía con su hija de 12 años al colegio cuando una bomba colocada bajo su coche y no solo cargada de explosivos, sino de la peor de las iras, les cambió la vida para siempre. O eso parece. “Solo nos cambió por fuera, por dentro seguimos siendo las mismas”, me dice.

María Jesús González con sus hijas, Irene y Virginia.

María Jesús González con sus hijas, Irene y Virginia. Imagen familiar.

Su pequeña además de sus piernas y tres dedos de una mano dejó en la acera en la que yacía sus sueños de bailar, de desfilar como una modelo o de seguir haciendo esas manualidades que tanto le gustaban. Ella también quedó incapacitada: sin una pierna y un brazo. A pesar del durísimo golpe y de tantas idas y venidas por largos pasillos de hospitales y quirófanos, que no habían hecho más que empezar, decidió seguir adelante para dar ejemplo y esperanza a su querida niña. Decidió que la vida seguía mereciendo la pena.Saberla y sentirla viva después de tanto horror me bastaba. Era lo único que quería y necesitaba escuchar para seguir adelante”, dice. Su amor de madre pudo más que la incomprensión de aquellos que no entendían como podía sonreír y estar contenta después de todo lo vivido o como antepuso por egoísmo personal su paz interior al odio para siempre a quienes les hicieron aquello. “Lo que no habría podido asimilar era saber que a Irene le hubiera pasado lo peor. ¿Cómo se sobrevive a la muerte de un hijo?”, recalca.

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Mujeres al frente: Luz Marina Bernal

Por Beatriz Pozo

El 8 de enero de 2008 la vida de la colombiana Luz Marina Bernal cambió para siempre. Ese día su hijo Leonardo desapareció y no volvieron a saber de él durante ocho meses. Para Luz Marina fueron ocho meses sin poder dormir, y sin poder comer, buscando a su hijo en albergues y hospitales, recorriendo una y otra vez el barrio para preguntar a cualquiera que pudiera haberle visto o haber oído de él. Luego recibió la llamada. Le decían que habían encontrado el cadáver de su hijo en una fosa común, en Ocaña, en el departamento del Norte de Santander. El ejército aseguraba que allí habían enterrado a 14 guerrilleros de las FARC, a los que había abatido en una operación el 12 de enero, cuatro días después de la desaparición de Leonardo.

Luz Marina Bernal en la habitación de su hijo Leonardo. Pablo Tosco /Oxfam Intermón

Luz Marina Bernal en la habitación de su hijo Leonardo. Pablo Tosco /Oxfam Intermón

El hijo de Luz Marina tenía 26 años, una discapacidad mental y el brazo y la pierna derecha paralizados. Sin embargo, el ejército aseguraba que era un dirigente de las FARC. A Luz Marina no le dejaron ver el cuerpo de su hijo. No obstante, le aseguraron que en su mano derecha portaba una pistola que había sido disparada. Era el brazo que no podía utilizar.

Junto a Leonardo, habían encontrado el cadáver de otros 13 chicos. Todos eran del mismo barrio, Soacha, una de las zonas más pobres de Bogotá. Todos habían desaparecido de sus casas en días anteriores y a ninguno se le conocía un pasado guerrillero previo. El caso de Leonardo fue el más flagrante, y el que destapó el escándalo, pero todos eran ejemplos de “falsos positivos”.

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Mujeres de Nepal, a un año del terremoto

Por Beatriz Pozo

‘Cuando sentí el temblor en las piernas, me pregunté por qué habría camiones pesados en el pueblo. Para cuando ese pensamiento había cruzado mi mente, todo el suelo vibraba violentamente. Se oía un gran estruendo, un sonido muy grave, que venía de todas partes. Estaba realmente asustada. Me giré a mirar mi casa, y vi que se mantenía en pie, pero, cuando entre, cada piedra, cada trozo de pared, se había derrumbado. Fue horrible.’

 The communities living in Ghairung, Ghorka take part in an Oxfam funded Cash for work scheme to rebuild a 5km trail. The trail connects two villages, a health centre and a local market and will benefit 1140 households. The 153 people (both men and women) taking part in the scheme are being paid 510 rupees per day for 32 days. In Jhyamir (one of the two villages) there are 160 households, 80 of which had their houses completely destroyed in the 2015 earthquake. Only 2 houses in Jhyamir are still safe to live in. Oxfam previously distributed 300 latrines in Ghairung.

Mujeres nepalís construyen un camino en Jhyamir, Ghairung (Nepal). Kieran Doherty/ Oxfam

Hoy hace un año del terremoto que asoló Nepal, dejando casi 9000 muertos y 850000 casas destruidas o dañadas. La de Kamala Koirala, de 42 años, fue una de ellas. Desde entonces, ella y su familia han estado viviendo en una pequeña cabaña

que construyeron con el dinero que les dieron de ayuda humanitaria. En su pueblo Jhyamir, la mitad de las casas quedaron completamente destruidas tras el terremoto y solo en dos de ellas es seguro vivir.

Bimela, en cambio, estaba viendo la televisión con su bebé, cuando la tierra empezó a temblar. De repente, la pantalla se apagó, se fue la luz y todo empezó a moverse. Sujetando a su bebé, se protegió debajo de la escalera.  Su casa, por suerte, aguantó y no tuvo que lamentar ninguna perdida en su familia.

Ahora, tanto Kamala como Bimela tratan de recuperar su vida anterior. Ambas trabajan en el proceso de reconstrucción de sus pueblos, con la ayuda de Oxfam. Kamala, pese a haberse roto una mano durante el terremoto y tener aún secuelas, participa en la construcción de un nuevo camino, más seguro, que conecta dos pueblos, un centro sanitario y un mercado. Antes Kamala vivía de lo que daban sus tierras, pero estas quedaron totalmente destruidas por el terremoto.

Bimela, por otro lado, trabaja en la reconstrucción de unos canales de irrigación que se rompieron durante el terremoto e inundaron toda la zona. Es una labor que están realizando solo mujeres. ‘Aquí, tras el terremoto, los hombres se llevaban las manos a la cabeza ante la destrucción de sus casas y se preguntaban qué iban a hacer. Las mujeres, en cambio tenían que cuidar a sus hijos y su casa. Al final han sido ellas las que han dado un paso adelante y tomado la iniciativa.’ Ahora, son las mujeres, en muchos casos, las que proveen para sus familias, gracias a proyectos como este.

Sin embargo, tratar de recuperar la vida de antes es difícil para todos los nepalíes; y más con las constantes replicas, más de 400 en un año, que constantemente les recuerdan lo que pasó. Mucha gente tiene miedo de reconstruir sus casas o de dormir bajo techo solido, por si la tragedia se volviera a repetir. Kamala cree que no tiene ningún sentido reconstruir su casa, porque, si hubiera un nuevo terremoto, se derrumbaría de nuevo.

A pesar de las dificultades, tanto Bimela como Kamala están muy agradecidas por poder trabajar. La ayuda humanitaria ha ayudado a muchos de los habitantes de Nepal a sobrevivir durante estos últimos 12 meses. Una vez pasado el desastre, sus consecuencias permanecen y el país tardará aún mucho tiempo en recuperarse de lo que pasó. Las víctimas mortales, los heridos y los edificios derruidos, no han sido las únicas consecuencias del terremoto. El miedo, la sensación de haber perdido una forma de vida, la incertidumbre ante probables nuevas catástrofes y el dolor por lo que ocurrió, afectan todavía a la población nepalí. Bimela, Kamala y tantos otros como ellas, aún necesitan nuestra ayuda.

Beatriz Pozo es estudiante de periodismo y comunicación audiovisual. Colabora como voluntaria con el equipo de comunicación de Oxfam Intermón.

Madre soltera: una decisión

Por Thai Jungpanich

Tengo 38 años y voy a ser mamá de una niña en junio. Es probable que muchas mujeres que estarán leyendo estas líneas estén pensando si dar el paso o no, si seguir esperando a encontrar a alguien con quien emprender este viaje, si aún hay tiempo para apurar la decisión, si de verdad quieren ser madres a toda costa, si es egoísta traer a una niña o uni niño sin padre, si están dispuestas a renunciar a su vida más o menos cómoda para ser madres y otras tantas preguntas que evidentemente nadie puede responder más que ellas. Pero si sirve de algo aquí van mi historia y mis miedos por si ayudan a no sentirnos tan solas en esta decisión.

Embarazo. Imagen de TrasTando.

Embarazo. Imagen de TrasTando.

En mi caso, no hubo una época de reflexión como tal porque yo tomé la decisión de ser madre estando en pareja. Al principio fue pura emoción y felicidad, pero después de más de año y medio intentándolo de manera natural y con ayudas médicas sin éxito llegó la temida frase: ‘tenemos que hablar’. Recuerdo que lo primero que pensé y dije cuando sonaron las fatídicas palabras fue ‘mi hijo no va a tener un padre’. En ese momento supe que sería madre soltera porque estaba decida a ser madre así que seguí sola con los procesos de reproducción asistida mientras pasaba el duelo por la pareja y por la figura del ‘no padre’ y ahora, más de 2 años después, aquí estoy: embarazada de 7 meses llena de felicidad y miedo a partes iguales.

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Sobrevivir

Por Flor de Torres

Decir ‘violencia de género’ es hablar de tragedias personales y a la vez familiares. Es hablar de una tragedia que arrastra  víctimas de todos tipos: un dolor que va mucho mas  allá de un asesinato. Tragedias  que se multiplican entre familiares y que se arrastrarán de por vida y en generaciones posteriores.

Dolor en la familia. Imagen de TrasTando.

Dolor en la familia. Imagen de TrasTando.

Siempre me preocupa mucho pensar cómo se puede sobrevivir siendo madre  de una  victima de violencia de género. O siendo el  hijo de una mujer asesinada por tu padre.  Para darme una respuesta está a mi lado Luva Petrova, madre de Irina y abuela de Sergio, asesinados  por la violencia de género de su pareja y padre respectivamente. Sergio apenas tenia 8 meses y estaba siendo amamantado por Irina, su madre, en su casa de Málaga. Hablo mucho con Pilar Gallardo, que intenta sobrevivir  sin su hija Leonor asesinada por su padre en el régimen de visitas en Campillos (Málaga): una víctima de la violencia de genero cuando apenas había cumplido 7 años. Siento la tragedia de la familia de Ana Padilla: cuando Ana fue asesinada por su pareja, toda la familia -su madre, sus hermanas y sus dos hijos- se volcó en el activismo contra la violencia.

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El franquismo y las mujeres: una cuestión de derechos

Por Evelyn Recinos Contreras 

“Nuestros valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”

Gonzalo Queipo de Llano, General Franquista.

Entrada del ejército franquista en la localidad de Constantina.

Entrada del ejército franquista en la localidad de Constantina (Sevilla). Imagen de José Antonio Bru (Blog).

En España hablar de la guerra civil es un tema incómodo. No puedo decir que genere discusiones o que sea controversial. Sencillamente no existe, no se toca. El acuerdo sobre olvido y silencio es extensivo y transmitido de generación en generación.

Si pregunto, la mayoría dice que hay que dejar el pasado en el pasado. Yo me niego rotundamente a pactar olvido.

No quiero olvidar a Matilde Landa, Margalida Jaume, Pilar Sánchez, Daria Buxadé, Mercedes Buxadé y Lidia Falcón. No quiero olvidar la historia de represión, tortura, violación, prisión, fusilamiento y ensañamiento contra las mujeres republicanas. No quiero ignorar el daño irreparable causado a todas las mujeres españolas durante el régimen franquista condenando a algunas a cumplir roles impuestos y a otras a la violencia brutal.

La historia de las mujeres españolas no puede ser condenada al olvido y la impunidad.

En España, como en el resto del mundo la guerra de los hombres no solo se pelea en el cuerpo de las mujeres sino que sus efectos y daños trascienden el nivel personal, afectan a hijas e hijos, familia, comunidad y sociedad en general, y permanecen a través del tiempo. De allí supongo nace la necesidad de los responsables de forzar a un país entero a olvidar y callar.

Es necesario evidenciar que las violencias cometidas contra las mujeres en cualquier parte del mundo nos afectan a todas, que si tocan a una nos tocan a todas, por eso no puedo ni quiero olvidar a las mujeres republicanas que por su participación política, ideales o nexos afectivos fueron humilladas, rapadas, purgadas, difamadas, violadas, torturadas, privadas de libertad, cuyos hijos e hijas fueron robados, mujeres desaparecidas y ausentes. No quiero olvidar que las tropas franquistas tenían órdenes y total libertad para hacer con las mujeres enemigas lo que quisieran,  y usaron todo su poder para destruirlas y acabar con su dignidad por todos los medios.

Porque hay muchas heridas que siguen abiertas aunque las tumbas estén cerradas. Porque la memoria es importante para cambiar la historia, porque las palabras mueven y transforman, porque ya basta de vivir en miedo, estas líneas finalmente son una invitación a recordar a las mujeres ausentes y de alguna manera hacerles justicia. Una invitación a hacer tu parte.

Desde Women’s Link Worldwide estamos contribuyendo a que estos terribles crímenes cometidos durante la dictadura no sean olvidados ni invisibilizados, para ello hemos presentado la primer querella sobre crímenes de género durante el franquismo para que en la investigación penal que se lleva a cabo en Argentina se incluyan los crímenes cometidos contra las mujeres.

Por Evelyn Recinos Contreras, abogada de Women’s Link Worldwide @WomensLink

Dar o no dar (la talla)

Por Nuria Coronado

Sin centímetros o arrugas. Así esculpe la sociedad occidental la imagen de la que ha de ser la mujer actual. Como si el universo femenino se redujera a un mero maniquí la proporción 90-60-90 y la juventud mandan. Tanto es así que tal y como indica el informe “Los estereotipos de género en la publicidad” elaborado por el Consejo Audiovisual de Andalucía (CAA): el 85% de las mujeres que salen en los anuncios son jóvenes. No hay ni rastro de profesionales cualificadas o de mujeres maduras. Y cuando aparece una persona en este rango de edad, la cantidad de varones dobla a la de mujeres.

Lo de menos es la talla.

Lo de menos es la talla. Imagen de Dreamstime.org

Y así pasa que de tanto que nos ponen medidas, nos hacen olvidarnos de la verdadera belleza. La que todas y cada una de nosotras llevamos grabada en el adn y no entiende de tallas ni está en un rostro perfecto.

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Alimentar, educar, sobrevivir, cambiar

Por Dori Fernández

Al principio, ellos salían a cazar, mientras ellas y la prole dedicaban su tiempo a recoger bayas, granos y frutos silvestres que constituían la base de la alimentación del grupo. La caza de animales se volvía muy difícil sin más armas que lanzas y piedras talladas, con lo que ingerir proteína animal se convertía en una celebración esporádica. (Recomiendo leer Las mujeres en la prehistoria, editado en el 2008 por el Museu de Prehistòria de València).

Imagen del documental 'Cartografía de la Soledad', de Nocem Collado.

Imagen del documental ‘Cartografía de la Soledad’, de Nocem Collado.

Ni ellas ni ellos reconocían la causa-efecto de la copulación, con lo que los hijos e hijas que alumbraban eran entendidos como un bien común que había que cuidar porque aseguraba la pervivencia de la tribu. Sin saberlo, tenían claro que «para educar a un niño hace falta la tribu entera», que dirá con acierto Jose Antonio Marina.

Más tarde, aprendieron a domesticar animales y a cultivar la tierra con su ayuda. Y también a ver las consecuencias de la copulación entre un hombre y una mujer. Ya nada era cosa de la tribu entera, sino de dos, de ellas y ellos, aunque seguían siendo los varones quienes salían fuera de su jurisdicción para intercambiar productos, semillas o ganado con sus otros iguales. Los constantes embarazos y el cuidado de la prole ataban a las mujeres al ámbito del ahora hogar-huerto.

Y con la agricultura aparecieron los excedentes y la propiedad privada. La tierra producía más de lo que una pareja y su prole eran capaces de consumir. Se hizo necesario mercadear con lo sobrante, cambiándolo bien por bienes de consumo, bien por bienes de acumulación (propiedades, ganado y otros bienes patrimoniales). La tribu había desaparecido para dar paso a la familia, la unidad básica de consumo, o “el medio de reproducción de la fuerza de trabajo” como la definiría Marx.

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La mancha negra de los cascos azules en el corazón de África

Por María José Agejas

Cada nuevo caso de abusos por parte de los Cascos Azules en la República Centroafricana causa una gran indignación y mucha tristeza entre los centroafricanos y entre los que integramos la comunidad humanitaria en este país.

Los militares y policías de la MINUSCA han salvado incontables vidas desde su llegada al país en abril del 2014. Eso nadie con sentido común lo duda. Su presencia aquí es extremadamente necesaria, puesto que las fuerzas de seguridad nacionales, tanto militares como policiales, no son capaces todavía de defender a la población. A pesar de la firma de los acuerdos de paz  en 2014 los grupos armados siguen en buena parte activos y la proliferación de armas ha extendido la violencia hasta al último rincón.

Miembros de la misión de cascos azules trabajando en República Centroafricana. Imagen: un.org

Miembros del contingente de cascos azules trabajando en República Centroafricana. Imagen: un.org

Y sin embargo, los casos de abusos sexuales emborronan el expediente de esta misión. Sexo a cambio de algo de comida o unos céntimos, violaciones individuales o colectivas, contra niñas, niños y mujeres… Son algunas de las acusaciones  que, por ahora, no han llevado que se sepa a la cárcel a ninguno de sus perpetradores. Los países a los que pertenecen los contingentes, y no la ONU, son los encargados de juzgar a los presuntos autores.

Las víctimas son en su mayor parte chicas menores que viven en la pobreza más desoladora. Ahora sabemos que, además de ser víctimas de explotación y abusos sexuales por parte de algunos elementos de los cascos azules en República Centroafricana,  no reciben la asistencia debida.

Son raramente informadas de sus derechos, y son empujadas a testificar incluso aunque eso podría afectar gravemente a sus vidas, estigmatizándolas en el seno de sus comunidades’.  Es parte del texto de una carta que  24 ONG internacionales presentes en la República Centroafricana han escrito a Jane Holl Lute, la nueva coordinadora nombrada por Ban Ki Moon para mejorar la respuesta de la ONU a la explotación y los abusos sexuales.

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