Archivo de agosto, 2015

¿Quién se beneficia de la violencia de género?

Por Dori Fernández  Dori Fernández

El movimiento feminista está organizando la mayor concentración contra la violencia de género de la historia de nuestro país. Cientos de miles de mujeres (y hombres concienciados) abarrotarán las calles de Madrid el próximo 7 de noviembre. El objetivo es doble. Por un lado, realizar el trabajo que no hace con suficiente interés el gobierno concienciando a la ciudadanía de que un Estado democrático y de derecho tiene que ser capaz de garantizar la vida de la mitad de su población,  y por otro, exigir que se cumpla toda la normativa en materia de igualdad y violencia de género, que es la única forma de prevenir este tipo particular de violencia. Un pacto de Estado que garantice estos dos aspectos independientemente del gobierno de turno que esté el frente.

Y es que aún en época de vacaciones, el terrorismo machista no descansa. Este verano ha sido realmente trágico: 13 hombres han asesinado a sus parejas o ex parejas mujeres, e incluso a sus propios hijos e hijas como en el caso de Casteldefells. Y la gente de la calle, la gente que no ha estudiado las causas y orígenes de esta barbarie, se pregunta por qué. Por qué hay hombres que matan a mujeres, por qué ocurren estas cosas y cómo podemos evitarlas. La investigadora Coral Herrera Gómez  ha publicado recientemente un artículo donde explica con  claridad qué mecanismos culturales hacen que un ser humano varón llegue a convertirse en un asesino de mujeres. Les recomiendo leerlo con calma y con la mente abierta: tenemos mucho trabajo personal (y político) por hacer, y los hombres –permítaseme afirmarlo- mucho más.

Imagen de la película 'La bicicleta verde'.

Imagen de la película ‘La bicicleta verde’.

Pero yo me he puesto al teclado hoy para intentar explicar de dónde nace la violencia de género, qué causas externas, estructurales, del sistema, hacen que ésta persista, que se perpetúe de generación en generación y que además no seamos capaces de detectarla y erradicarla. Y lo más importante, ¿quién se beneficia de esta violencia machista?

Vivimos en sociedades patriarcales, en donde las mujeres son percibidas como seres inferiores a los hombres y tratadas como tal: menores salarios en iguales trabajos, empleos más precarios, enormes dificultades en el acceso, promoción y permanencia en el empleo asalariado, sistemas sociales de cotización y de pensiones que no reconocen el ingente trabajo gratuito que realizan las mujeres en los hogares y del que se beneficia toda la sociedad… En artículos anteriores pueden ver los datos que fundamentan este párrafo.

Pero vamos a adentrarnos en las definiciones, porque como destaca siempre la filósofa Celia Amorós, “conceptualizar es politizar”. Para entender lo que es un sistema patriarcal o basado en el sexo-género, primero debemos atender a lo que significa género, que no es ni más ni menos, que la construcción social que en cada latitud del planeta, en cada sociedad, se hace de los sexos. El género atribuye a las mujeres un rol determinado (tareas, funciones, formas de ser, de pensar y hasta de amar, que se desarrollan normalmente en el ámbito privado del hogar) y totalmente diferente al rol que asigna a los hombres (rol que se desarrolla generalmente en el ámbito público, fuera del hogar).

Por consiguiente, definimos un SISTEMA PATRIARCAL O BASADO EN EL SEXO-GÉNERO, como un sistema de organización social basado en el poder de la figura del “pater”,  elevado a la categoría política y económica y generalizada a todos los ámbitos de actuación donde se reproducirá el sistema de jerarquía y dominación masculina. Será a través de sus estructuras socioeconómicas y políticas, de las normas y valores y de los procesos de socialización la manera como se establece una asignación asimétrica y jerarquizada de roles (conjunto de tareas y funciones) y de espacios en razón de su sexo. Se atribuyen a mujeres y a hombres distintos trabajos y valor, así como distintas responsabilidades y obligaciones (PNUD, 2006).

En sus orígenes, explica la historiadora Gerda Lerner (1990), el concepto deriva de las relaciones familiares desarrolladas bajo el patriarcado, en las que el padre detentaba un poder absoluto sobre los restantes miembros de la unidad familiar. A cambio, estaba obligado a darles apoyo económico y protección. Aplicado a las relaciones familiares, hay que advertir que las responsabilidades y las obligaciones no están repartidas equitativamente entre los protegidos: la subordinación de los hijos a la dominación patena es temporal; dura hasta que ellos mismos pasan a convertirse en cabezas de familia. La subordinación de las hijas y esposas es de por vida.

La filósofa ecofeminista, Alicia H. Puleo (1995), distingue entre dos tipos de patriarcado: patriarcados de coerción, “los que estipulan por medio de leyes o normas consuetudinarias sancionadoras con la violencia aquello que está permitido y prohibido a las mujeres”, y los patriarcados de consentimiento, donde se da la igualdad formal ante la ley: “los occidentales contemporáneos que incitan los roles sexuales a través de imágenes atractivas y poderosos mitos vehiculizados en gran parte por los medios de comunicación”. Sobre los patriarcados de consentimiento recomiendo que vean este vídeo de otra gran filósofa feminista, Ana de Miguel Álvarez, no deja lugar a dudas.

Todo este entramado de poder masculino tiene consecuencias graves para las mujeres desde el mismo momento en que hacen, sienten o piensan de forma diferente a como establece su rol femenino y que como sabemos está incluso delimitado muchas veces por las layes de cada país (p. ej. lapidaciones por adulterio en patriarcados de coerción). Y es que un sistema basado en la desigualdad social entre los sexos, como cualquier otro sistema de dominación (p. ej. las sociedades esclavistas), sólo es sostenible a través de la violencia. Este tipo de violencia, que parte de una presunción elaborada en cada sociedad de cómo han de ser, pensar, sentir y hacer las personas de cada sexo, es la que conocemos como violencia de género, violencia machista, sexista o patriarcal. Una herramienta fundamental para que nadie absolutamente se salga del carril que la sociedad heteropatriarcal le asigna al nacer.

¿Cómo se transmite de generación en generación? Si han leído a Coral Herrera Gómez como les he invitado a hacer, verán que es con absoluta invisibilidad. Esto es, normalizando, biologizando o incluso genetizando –como dijo inocentemente el chiquillo de 12 años del programa de MasterChef junior- los roles asignados a cada sexo: “las chicas saben limpiar mejor genéticamente», afirmó convencido.

Así que contestando a la pregunta sobre quién o quiénes se benefician de la violencia machista, es evidente que –les guste o no- son los hombres en general: tienen mejores oportunidades de acceder, mantenerse y promocionar en los empleos al no hacerse cargo de los cuidados, cobran más, ostentan mayores tasas de empleo incluso cuando son padres, llegan a la jubilación con pensiones dignas,  se autoexcluyen en sus mayoría de las responsabilidades domésticas porque en su rol no entra hacer cosas de mujeres, colocan a mayor nivel de importancia su derecho al tiempo libre que el de  sus parejas mujeres, etc.  Pero sobre todo, y para que no se me echen encima todos los señores que me leen, especificaré que quienes se benefician más son aquellos hombres que conocemos –y reconocemos- como “machos alfa” y que son los que están situados en los ámbitos del poder de la estructura social: en las familias poderosas, en las empresas, en la política, en la ciencia, en la economía, en e deporte, en los CFSE, en las confesiones religiosas…

¿Que también hay mujeres en esos lugares, como la Sra. Merkel, la Sra. Lagarde o la vecina del quinto? Claro. No hay mejores gestoras de una familia poderosa que las mujeres bien socializadas en el sistema patriarcal. Son quienes mejor entienden lo que necesitan los “machos alfa” de su familia, y actúan como pantalla protectora para distorsionar el hecho de que en realidad son ellos –los mercados- los que mandan.

Pues bien. Si hemos comprendido hasta aquí que los sistemas patriarcales son sistemas que utilizan la fuerza en todas sus modalidades para perpetuarse (violencias sutiles como los micromachismos, violencias visibles como los insultos o el inferior salario a igual trabajo, o bestialmente directas como los asesinatos de mujeres), no erraremos si clasificamos esta violencia como un tipo de terrorismo que pretende someter o supeditar a la mitad de la población a la voluntad de la otra mitad, para que acepte “el modelo de organización social basado en el poder de la figura del “pater”,  elevado a la categoría política y económica y generalizada a todos los ámbitos de actuación”. Las similitudes con el terrorismo, pues,  son muchas, no hay más que echar un vistazo a cómo lo define la RAE. Luego –a mi entender- la respuesta institucional –si es que interesa desmontar semejante, injusto y neardental sistema social- ha de ser la misma.

Porque la violencia de género no es sólo la que se da en el ámbito de las relaciones afectivas; la violencia de género es la que se ejerce contra las mujeres para someterlas a un patrón de conducta que es del interés del poder patriarcal. Es un poder que ejerce la violencia de forma sutil –simbólica- mostrando por ejemplo menor valor para las mujeres mediante su representación constante en todos los medios de comunicación como “cuerpos sexuados al servicio de…”. O asignándolas los trabajos más precarios y peor pagados porque el objetivo es que sientan que no compensan y vuelvan a sus casas a ocuparse gratis (por amor) de la reproducción y el cuidado de la sociedad (de su familia y del resto a través del voluntariado en cualquier ONG). O prohibiéndolas conducir cualquier cosa que tenga ruedas, como en Arabia Saudí, para asegurarse de que van donde “deben” y de paso tener un nicho de negocio masculino siempre en alza, el de taxista de mujeres (ver la película La bicicleta verde, es muy ilustrativa).

O la violencia sutil (sangrante aunque invisible) de las políticas públicas que siguen fomentando el reparto del trabajo en función del sexo: los hombres al asalariado y las mujeres al gratuito (p. ej. los desiguales permisos de maternidad y paternidad; la tributación conjunta que sigue premiando más tener una esposa sin trabajo que tener un bebé; la conciliación de la vida laboral y familiar enfocada sólo a las mujeres desde el momento en que no incentiva a los hombres a ejercerla; los pictogramas de los servicios de señoras que siguen representando la silueta “mujer + bebé” para indicar que los hombres no entran en ese trabajo de cambiar pañales y cuidar criaturas…, y miles de ejemplos más que podría poner.

Se utiliza la violencia contra las mujeres, las distintas formas de violencia, porque la sociedad patriarcal heteronormativa, capitalista- neoliberal en la que vivimos, NECESITA de su trabajo gratuito de reproducción y cuidados. NECESITA que su mano de obra esté atendida y asegurada gracias al trabajo gratuito de ellas. NECESITA de todo ese ingente trabajo que se hace en el ámbito de los hogares (comidas, compras, ropa, atención a menores, mayores, dependientes…) para seguir ganado dinero, pero sobre todo, para seguir acumulando PODER. “Poder sobre” el resto de seres vivos, sobre el planeta, no “poder para” cuidarlo y hacerlo sostenible. Es reinar para sí mismos. Los machos alfa de los mercados lo saben muy bien, porque básicamente dedican su vida a eso, a calcular de qué forma se gana más en ambos aspectos.

Así que si sientes que no eres de esos, que te han inculcado un rol que te hace infeliz porque deseas poder cuidar a tus hijas e hijos igual que puede su madre, si crees que este sistema es injusto para todas y también para todos los que no son “machos alfa”, si crees que es un sistema de involución no de evolución, si estás convencido como lo estamos nosotras de que hay que despatriarcalizar la sociedad, serás bienvenido el día 7 de noviembre. Te recibiremos como se recibe a quienes se reconocen iguales: con una sonrisa de complicidad y la esperanza de ser millones.

Dori Fernández Hernando es Graduada en Igualdad de Género por la URJC. Formadora y consultora freelance en igualdad de género, nuevas tecnologías y Prevención de Riesgos Laborales, colabora entre otras conSinGENEROdeDUDAS, CB., Comunidad de Conocimiento Profesional con Enfoque de Género. Actualmente participa en un proyecto formativo que lidera el Instituto Madrileño de Formación. Pertenece a la PPIINA y a la Asamblea de Mujeres de Córdoba Yerbabuena.

Los cromos que nos faltan

Por Beatriz PBea Pozoozo 

Hace unos días me llegó al correo una petición de Change.org. Pedía a Panini que en sus próximos álbumes de La Liga incluyera cromos de jugadoras de futbol. La iniciativa, en un principio, puede parecer un poco frívola: al fin y al cabo, solo son unos cromos. Además, como alguien me dijo, los niños lo que quieren son imágenes de sus ídolos, de Cristiano, de Messi… Y a estas chicas no las conocen de nada. No obstante, ¿cómo se va a conocer a las futbolistas si no se apuesta por conocerlas? ¿Si no se hacen cromos de ellas? ¿Si no se retrasmiten sus partidos?

Album del mundial de fútbol femenino. Fuente: blog 'Hay una lesbiiana en mi sopa'

Album del mundial de fútbol femenino. Fuente: blog ‘Hay una lesbiiana en mi sopa’

Cuando yo era pequeña, hacía colecciones de este tipo de cromos. Como ahora, todas las fotos eran de chicos. De la misma forma, nunca vi en la tele un partido de futbol femenino. Así, mis ídolos, eran todos futbolistas masculinos. No conocía a ninguna mujer futbolista. A mí eso no me desanimó. Con 6 años empecé a jugar de portera en una liga mixta, porque quería ser como Casillas. La cuestión es que, aunque no lo sabía, no podía. Sí que podía ser como la portera de la selección femenina, pero no la conocía.

Todos estos asuntos, los cromos o las retrasmisiones de los partidos, se refieren a un mismo problema: Apostar por el futbol femenino. No se puede decir que no gusta o que la gente no está interesada en ello, si no se les ha dado una oportunidad de disfrutarlo. Es lo mismo que pasa con muchos deportes considerados minoritarios. La particularidad de este caso es que no estamos hablando de un deporte minoritario. El futbol, en España, es el deporte mayoritario por excelencia. A la gente le encanta, lo que hace más absurdo que no se le dé esa oportunidad al femenino.

El problema, por tanto, no es el deporte. La raíz de todo esto, probablemente, está en lo mismo que hace que a un niño se le regale un balón de futbol y a una niña una muñeca. El deporte, en general, es percibido como una cosa de chicos y el futbol, el deporte por excelencia, más aún. El físico suele ser la excusa. Un hombre corre más rápido, salta más alto y le da a la pelota más fuerte. No obstante, lo mismo pasa en el tenis, en la natación o en el atletismo y, sin embargo, sus versiones femeninas sí que se ven y se retrasmiten. Además, que haya una diferencia física, no quiere decir que las chicas tengan menos nivel técnico o táctico y, desde luego, no creo que un equipo de primera división femenina dé menos espectáculo que uno de segunda B masculino, algunos de cuyos partidos sí que se televisan.

En cualquier caso, antes de sacar ninguna conclusión precipitada y dar por hecho que a la gente no le gusta, sería necesario darle visibilidad al futbol y a cualquier otro deporte femenino en su misma situación. Una iniciativa como la de los cromos es un pequeño paso en ese sentido, como lo fue otra petición muy similar, que pedía que en el próximo videojuego FIFA se incluyeran partidos y equipos de futbol femenino. Tuvo éxito y el próximo FIFA 16 contará con las selecciones femeninas de futbol. Aquí podéis ver un tráiler, con la selección española femenina.

Muchas veces para facilitar que se practique más un deporte basta con encontrar un buen referente. Alguien a quien se pueda admirar y que sirva como inspiración. Los niños tienen muchos referentes a la hora de jugar el futbol. Las niñas deberían tenerlos. No tratar de ser como Messi, sino como Vero Boquete.  Iniciativas como estas ayudan a ello y a que tanto niños y niñas se acostumbren a ver a jugadoras de futbol y así, poco a poco cambiar esa idea del deporte, y dentro de él el futbol, como algo masculino.

Beatriz Pozo es estudiante de periodismo y comunicación audiovisual. Colabora con el equipo de comunicación de Oxfam Intermón.

¿Por qué borrar lo que somos?

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hace unos meses estalló una polémica tras filtrarse unas fotos sin photoshop de la conocida modelo Cindy Crawford. En ella aparecía la top model con una tripa flácida y con estrías;  como la que puede tener cualquier mujer de su edad, y más habiendo sido madre en dos ocasiones. Lo más triste de lo ocurrido es que posteriormente se trató de tapar mostrando fotos donde la modelo lucía un vientre plano y liso; como si el tener estrías o tener la tripa blanda fuese algo negativo o descalificador.

Imágenes de la cuenta de Cindy Crawford en Instagram

Imágenes de la cuenta de Cindy Crawford en Instagram

Para mí lo realmente alarmante es perpetuar modelos de mujeres irreales, que tratan de cambiar su físico a toda costa con tal de parecer más guapas, delgadas y sobre todo más jóvenes. Nos exigimos unos cánones irreales, rígidos y devaluadores que nos acaban quitando y borrando lo que somos y esto lo absorbemos en la televisión, en los medios y en la publicidad a diario, sin juzgarlo, examinarlo críticamente o exigir algo diferente.

De hecho el otro día estaba con unos amigos viendo una película estadounidense  y casi no reconocía a muchas de las actrices que en ella aparecían por sus retoques de cirugía y demás. Habían perdido su identidad, su carácter; es como si hubiesen dejado de ser ellas. Todas eran mujeres guapas en el pasado que tratando de parecer más jóvenes habían sido sometidos entre otros retoques a la secta del pato Donald; aquella que reconstruye rostros haciendo que la expresión de la zona de la boca y labios parezca la del famoso personaje de Disney, perdiendo toda autenticidad, realismo, belleza e individualidad.

Esta idealización descabellada y totalitaria del cuerpo y el rostro joven, liso, delgado, uniforme, es como señalaba anteriormente absurda. Sobre todo por el sometimiento que implica a un modelo poco real, principalmente de la mujer, y donde realmente acabamos siendo sometidas a ser otros meros artículos más, que a su vez acaban consumiendo productos para evitar tener arrugas, celulitis, estrías, color de piel determinado, etc.

En la consulta hace algo menos de un mes unos padres me hablaban entre otras cosas de lo preocupados que están porque su hija de nueve años tiene un ligero sobrepeso. A mí lo que me resultaba más alarmante es que en el campamento donde estaba se había convertido en ‘la gorda‘; ese insulto se había convertido en su seña de identidad. Ni que decir cuántas mujeres en psicoterapia han manifestado su frustración y rechazo hacia su cuerpo o su rostro.

Sobre esto hay un documental que realizó la activista italiana Lorella Zanardo en 2009 que habla sobre esa imagen de la mujer en la televisión italiana, que no difiere mucho de lo que pasa en otros países, entre ellos España. Titulado “El cuerpo de las mujeres” hace un recorrido de diferentes programas televisivos donde la mujer llega a ser un objeto de entretenimiento más; despersonalizada, humillada de forma más o menos sutil, y desprovista de personalidad e identidad. Meras muñecas de entretenimiento. Lo ponemos a continuación; no tiene desperdicio.

Parece que todas tenemos que cumplir con unos cánones de belleza que no permiten la singularidad, el carácter, el paso del tiempo, la historia pasada con sus alegrías, sus enfados y sus tristezas. Se nos vende un modelo de uniformidad y homogeneidad irreal y degradante que esconde todo lo que somos detrás de la cirugía; personas con una historia rica para ser apreciada y valorada por lo que somos y hemos vivido, no por lo que parecemos.

En todo esto no podemos obviar que no es la mirada de los hombres la que nos persigue, sino la de las propias mujeres, las más críticas y fulminantes que apoyan esa obligación a seguir respondiendo rígidamente a esos cánones. No nos rebelamos porque lo tenemos asumido. Hemos entrado en el juego incorporando también a nuevas generaciones de mujeres para que lo sigan haciendo.

Modelos de mujer artificiales sometidas a unos patrones que nos alejan de lo que somos y de lo que deberíamos querer ser, simplemente mujeres.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

Un día señalado para rendir homenaje a la vida

Por María Sánchez-Contador             Maria Sanchez-Contador

Hoy se celebra el Día Mundial de la Ayuda Humanitaria. Un día como hoy, 19 de agosto, de 2003, 22 trabajadores humanitarios fueron asesinados en un atentado en la sede de la ONU en Bagdad. Años más tarde, en 2008 se decidió designar este día para que el público tome mayor conciencia de las actividades de ayuda humanitaria en todo el mundo.

Quiero aportar mi granito de arena recordando a compañeros de Sudán del Sur. Recientemente viajé allí para conocer de primera mano los proyectos que Oxfam está realizando gracias al apoyo de la Comisión Europea. El país está devastado por la guerra, la violencia, el hambre. Debo reconocer que tenía cierto temor; es distinto leerlo o  escucharlo que verlo con tus propios ojos. Y lo que vi renovó la convicción de lo necesaria que es la ayuda humanitaria y la admiración por los compañeros por su abnegada dedicación.

Me gustó compartir una semana con el equipo de prevención, preparación y respuesta a emergencias en la provincia de Tonj East. Me encantó que todo el equipo fuera local, sur sudanés, y que fuera realmente un equipo mixto.  Conocí así a Mariana, Juan Joyce y Kiden, mujeres comprometidas y entusiastas que viven con pasión su trabajo.

Joyce

Juan Joyce se siente orgullosa del trabajo que realizan como equipo, sobre todo cuando ve resultados palpables en las comunidades que aplican las formaciones. (C) Gabriel Pecot / Oxfam Intermón

La provincia de Tonj East es fronteriza con  el Estado de Unity, donde el conflicto armado se recrudeció en el pasado abril. La guerra entre el Gobierno y la oposición, la escasez de alimentos y la crisis económica en la que está sumergido Sudán del Sur han provocado un incremento de la violencia y el vandalismo. Los ataques se sucede: arrasan pueblos, roban ganado y las pocas pertenencias de sus habitantes, queman las casas y en la lucha se llevan vidas por delante. Los supervivientes solo tienen una cosa: miedo. Esta zona además está muy castigada por la naturaleza y llevan dos años padeciendo sequías e inundaciones consecutivas, lo que agrava la situación de inseguridad alimentaria.

equipo4

Descargando kits de higiene del coche: cubos, jarras y jabón para transportar el agua en buenas condiciones y usarlo como lavamanos. (C) Gabriel Pecot / Oxfam Intermón

Gracias al apoyo de la Comisión Europea, desde  Oxfam estamos impulsando el trabajo de  Emergencia, Preparación y Respuesta.  Un equipo de respuesta rápida es capaz de ir directamente a las zonas más afectadas, por lo general muy remotas, y asistir inmediatamente con agua limpia o comida, antes de que el resto de la comunidad humanitaria pueda responder. Durante un periodo corto, de 3 a 5 meses, se cubren las necesidades más básicas y se trabaja junto a la población para que pueda afrontar la crisis. En esta ocasión, el equipo tiene la misión de reparar pozos e instalaciones de agua en la provincia -casi todos inutilizados-, antes de que las lluvias los hagan inaccesibles y facilitar a la población el acceso a agua limpia y la promoción de higiene que mejore sus condiciones de vida e impida contraer enfermedades.

Pregunto a las compañeras que es lo que más les gusta de su trabajo: “Me gusta lo que hago porque ayudo a la gente a que consigan agua ¡agua limpia! Aquí en Sudán del Sur la gente no tiene acceso a agua y aquí en Tonj East la situación es muy mala. Me hace sentir bien; puedo ayudar a la gente y me hace sentir feliz”, me dice Mariana, ingeniera técnica de higiene pública. A sus 31 años ha tenido que superar muchas barreras para lograr estudiar, en el contexto de guerra que vivía el país, con mayores retos al ser mujer, y ahora, al vivir alejada de su familia para trabajar en lo que cree.

Juan Joyce, también de 31 años, hace 5 meses que trabaja como oficial de promoción de higiene pública en el mismo equipo.  “Lo que más me gusta del trabajo es cuando hago talleres de higiene en las comunidades, cuando les animas y formas en higiene personal, tratamiento de los alimentos, el agua y el entorno. Cuando ves que la gente aplica las formaciones, cambia sus hábitos. Ves que el entorno está cambiando. ¡Es muy gratificante!

equipo3

Juan Joyce revisando la lista de niñas a las que distribuirán las compresas. Algo tan básico para nosotras puede significar la diferencia de su futuro. Desde hace relativamente poco tiempo, se han introducido en el kit de higiene a distribuir. Muchas niñas abandonan la escuela durante el periodo y esta es una forma de fomentar la permanencia. (C) Gabriel Pecot / Oxfam Intermón

“Me gusta salvar a gente vulnerable. Aquí en Sudán del Sur la gente está sufriendo mucho, especialmente las mujeres, los niños y las personas mayores. Realmente necesitan asistencia. Me siento bien por poder ayudarles. Me gusta trabajar con las comunidades. En cuanto veo que las comunidades están sufriendo, veo a mi madre, a mi padre, a mi hermana sufriendo y me alegra poder hacer algo para aliviarlo. Gracias a los donantes y a la organización, que me permite trabajar aquí” añade Kiden.

Todas transmiten la satisfacción de poder ayudar y sobre todo ver los resultados palpables sin dar mayor importancia a sus vidas sacrificadas compartiendo las penurias de la población: sin acceso al agua corriente, bebiendo el mismo agua que se trata -innegable que es la mejor prueba de trabajo bien hecho-, las letrinas,.. vidas limitadas por los toques de queda y la atención permanente ante un posible conflicto.

La situación es complicada y los retos enormes. Aún así sacan las fuerza para empezar y empezar una y otra vez ante tales desafíos, adecuándose al contexto específico de cada comunidad, y además, hacerlo todo con alegría. Ante todo, mi reconocimiento a la superación de la frustración, del que apenas hablan. En estos días que he compartido con el equipo en el terreno es de los aspectos que más me ha admirado.

Notas:

  • Sudán del sur es el estado más frágil del mundo. El conflicto y el desplazamiento de la población impide que puedan cultivar, hecho que sumado a las sequías e inundaciones recurrentes, ha provocado una alarmante situación alimentaria y económica. Muchas personas no pueden comer cada día y se están viendo obligadas a vender lo poco que tienen para conseguir alimentos. El país ha entrado en una espiral de caída libre, con un constante aumento del coste de la vida.
  • Más de dos millones de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares a causa del conflicto y más de 4 millones pasan hambre.
  • Desde Oxfam hemos liderado, con la colaboración de la Unión Europea, la provisión de agua y saneamiento en el asentamiento de Minkaman, así como en los centros de Protección de civiles de Naciones Unidas en Bor y Juba, entre otros. Realizamos también distribución de alimentos, promoción de higiene, cobijo y protección. Desde que se inició el conflicto, hemos conseguido ayudar a más de 690.000 personas con acción humanitaria.
  • El viaje forma parte del proyecto EUsaveLIVES-Tu salvas vidas, impulsado por Oxfam y la Unión Europea para visibilizar la situación de la población refugiada y desplazada en el mundo

 

María Sánchez-Contador, publicista y RRPP, trabaja en el departamento de Comunicación de Oxfam Intermón, con el convencimiento que a partir de la comunicación es posible cambiar vidas que cambian otras vidas. Un efecto multiplicador parar conseguir vivir en el mundo justo que deseamos

Yo también las he matado

Por Mayte Mederos Mayte

Señor juez, vengo a entregarme.

Ya sé que han detenido al padre por el presunto parricidio. Y que la fiscalía ve indicios claros de culpabilidad. Pero escúcheme, siéntese un momento conmigo y lo entenderá.

Yo soy la vecina que escucha discusiones y golpes por la ventana del patio y no llama a la policía, porque en cosas de pareja no hay que meterse.

Soy el hermano que le dice a ella que aguante, que siempre estará mejor en casa y con un sueldo que mantenga a sus hijos. Que los insultos se olvidan y los morados se tapan, y la vida es así de injusta. Pero es que un hombre es un hombre.

Soy la madre y el padre que no enseñan a sus hijos a amar a sus parejas en lugar de poseerlas, inculcándoles valores y respeto. Que si hablan de sexo seguro es sólo con ellas, porque la responsabilidad no es cosa de los varones. Y que no educan a sus hijas para que se valgan por sí mismas, en lugar de necesitar a hombres que las protejan y las salven.

Soy el maestro que destila sexismo y cree firmemente que las mujeres están mejor en casa. El que trasmite la desigualdad patriarcal, ayudando a consolidar la pobreza en España en el lado femenino de la balanza.

Soy la directiva que prefiere contratar hombres que no se embaracen ni falten al trabajo por las anginas de sus criaturas. Y el marido que prioriza su carrera por delante de la de su mujer, que al fin y al cabo iba a ganar menos por el mismo trabajo. Soy la sociedad que no permite la autonomía de las mujeres, que se ven encarceladas también económicamente por sus verdugos.

Soy el juez que permite el avance del neomachismo lavándose las manos con las custodias compartidas impuestas. Esos regímenes concedidos al por mayor a hombres que nunca se interesaron por el cuidado de su prole, pero que las piden para seguir controlando y angustiando a sus exmujeres.

Y soy el responsable político que cree que 44 niñas y niños asesinados por su padre por violencia de género en la última década en España (26 de ellos ahogados, acuchillados o tiroteados durante el régimen de visitas) o que 1.360 mujeres asesinadas por terrorismo machista solo desde 1995 no son asunto de estado.

Señor juez, ya sé que no me ve ensangrentada. Pero si supiera en qué medida soy cómplice de esta sangría de dolor y de vidas, no habría clemencia que me salvara.

Mayte Mederos es activista feminista y lésbica, madre de familia numerosa homomarental y autora del blog Avatares de una amazona.