Archivo de noviembre, 2014

En la guerra y en la paz

Por Laura Martínez Valero Laura Martínez Valero

Creo que en todo conflicto armado hay un tercer bando, que no combate, formado en su mayoría por mujeres y niños. Mujeres que son violadas y asesinadas sistemáticamente por, a mi juicio, dos razones principales: porque es un acto generalizado, invisible y silenciado que tradicionalmente ha quedado impune. Y porque es una efectiva forma de control que buscar destruir la dignidad de las mujeres y anularlas como lideresas u opositoras. No se trata sólo de un botín de guerra o un daño colateral. Son actos premeditados y calculados.

Ayer tuve la oportunidad de escuchar los interesantes avances del papel de la mujer en los conflictos armados en el acto ‘Mujeres, Paz y Seguridad’ organizado por la AECID. Por ejemplo, la ONU está realizando cursos y formaciones con los cascos azules para que sepan actuar específicamente ante situaciones de violencia sexual; o la existencia de asesores de género en el ejército español para saber identificar los roles culturales de la mujer en otros países y actuar conforme a ellos; o la contratación por parte de la ONU de investigadores internacionales que realizan informes y recaban datos para luchar contra la impunidad de la violencia sexual.

(C) Oxfam Intermón

Foto realizada en Madrid en el marco de la campaña “Saquen Mi Cuerpo de la Guerra” para denunciar la impunidad en la que viven los autores de delitos de violencia sexual contra mujeres cometidos de modo masivo por parte de todos los actores armados en el conflicto colombiano (C) Oxfam Intermón

Sin embargo para mí el mayor avance es que las mujeres están abandonando su papel de víctimas, asumiendo un papel activo en las mesas de negociaciones de paz, algo que tradicionalmente se les ha negado.

Un buen ejemplo de ello es Colombia, paradigma de violencia sexual contra las mujeres en el marco de un conflicto que dura más de 50 años, como hemos hablado en ocasiones anteriores. En las actuales negociaciones de paz con las FARC-EP en La Habana se ha producido un hecho sin precedentes. Por primera vez dos mujeres, Nigeria Rentería y María Paulina Riveros, son negociadoras en la mesa de La Habana, llevando la voz de todo un movimiento a los diálogos de paz. Y no negociadoras cualquiera, sino integrantes plenipotenciarias del equipo del Gobierno Nacional, es decir, con peso real en las decisiones que se tomen. Además, entre los grupos de víctimas que han viajado en comisión a La Habana, para sentarse cara a cara con las FARC-EP ha habido una representación de mujeres, aunque escasa.

Todo ello es un gran logro en un mundo en el que, según la ONU, las mujeres representan el 8% de quienes participan en las negociaciones de paz y menos del 3% de quienes firman los acuerdos de paz. Y eso que actualmente el 90% de las víctimas de las guerras son mayoritariamente mujeres y niños.

Pero queda mucho por hacer. Como explicaba ayer en el acto Alejandro Matos, director de Oxfam Intermón en Colombia, las mujeres no denuncian las agresiones porque les piden pruebas, en ocasiones incluso años después de la agresión. “No tiene sentido seguir exigiendo el análisis de fluidos”, afirmaba. En su lugar, Matos afirmaba que hay que presionar y exigir a los inculpados que expliquen por qué en las fosas comunes aparecen cuerpos de hombres vestidos y de mujeres desnudas, ya que esto es un signo claro de que fueron violadas antes de que las asesinaran. Este es el tipo de indicios que hay que buscar, en lugar de dificultar a las mujeres el proceso de denuncia.

Laura Martínez Valero trabaja en el equipo de comunicación de Oxfam Intermón y participa en el proyecto Avanzadoras. Cree firmemente en el Periodismo Comprometido.

Lo insoportable

Por Charo Mármol Charo Mármol

Digamos que se llama Yolanda, aunque no podemos llamarla por su nombre real porque lo más importante ahora es proteger su seguridad. Vino de un país de Latinoamérica. Tiene poco más de 40 años y ha vivido años de  maltrato. Denunció a su agresor y abandonó su casa, con todas las consecuencias. Ahora está en una Casa de Acogida de la Fundación Luz Casanova. ‘En el Centro me he sentido muy apoyada: la psicóloga, la educadora… me han ayudado a entender muchas cosas que yo antes no veía.  Hasta el día que salí de casa me sentí culpable, cosa que ya no lo siento. Me han ayudado en todo: a volver a cuidarme, a arreglarme, a valorarme como persona, que hasta eso lo había perdido…’ 

Imagen del video 'Casa de acogida', de la Fundación Luz Casanova.

Imagen del video ‘Casa de acogida’, de la Fundación Luz Casanova.

‘También se necesita mucho coraje para enfrentar lo que viene, pero ahora estoy tranquila, duermo bien. Tengo un techo, no me falta comida, tengo a mis hijos… Estoy formándome en un curso para ver si más adelante puedo trabajar. Hace tres meses que estoy aquí, tres meses que se han ido volando y en tan poco tiempo hemos conseguido tanto, y tanto hemos avanzado que ni yo me creo cómo estaba cuando vine aquí y cómo estoy ahora‘.

Relatos como el de Yolanda, o el de las mujeres que cuentan su historia común en este breve video, son un grito de esperanza:

66.000 mujeres y niñas son asesinadas cada año en el mundo, según estadísticas e informes de organismos fiables. Son muchas las mujeres que pasan años de su vida compartiendo techo con su maltratador. El hombre que dice que la quiere, la quiere tanto que sólo la deja relacionarse con él, la aísla de  sus amigos, de su familia. La quiere sólo para él. Es su propiedad y se hace dueño de sus movimientos, de sus afectosUn hombre muchas veces amable y afectuoso con los de fuera y agresivo y malhumorado con ella y con los hijos. Y aquí empieza el calvario que vive la mujer maltratada, sintiéndose en muchas ocasiones sola y  culpable de lo que está ocurriendo. Dubitativa ante lo que le puede esperar si decide dar el paso, denunciar: ¿dónde ir? ¿qué va a ser de ella, de sus hijos, de sus cosas? Salen de sus casas como ladrones en la oscuridad, sin poder volver a ellas en la mayoría de las ocasiones. ¿Cómo separar a los hijos de su padre, de sus amigos, de su colegio?

Cuando deciden denunciar es el fin del maltrato, pero es el comienzo de un camino lleno de incertidumbre. Muchas van a las casas de acogida. No saben dónde van, qué se van a encontrar. Los primeros meses son los peores. El maltratador es como un animal acorralado que no sabe dónde está su hembra, su posesión, sus hijos… Este es un momento muy delicado en que las mujeres no pueden tomar contacto con nadie conocido: amigos, familia… En esta situación en la que necesitaría mayor apoyo y comprensión sus seres queridos están lejos, hay que cortar con ellos… Están en un proceso de ruptura difícil pues aunque ha habido violencia, la dependencia emocional existe y ellas se mueven mucho en torno al sentimiento de pena.

La recuperación en casas o centros de acogida es una opción para superar la dependencia emocional y romper con el círculo vicioso del maltrato. Cuando comienzan a entender lo que les ha ocurrido, se abre una puerta para la esperanza. ‘Ahora que conozco estos recursos‘, dice Yolanda,  ‘lo que me sale es decir a las mujeres que de todo se sale menos de la muerte,  que no soporten lo insoportable porque yo llegué a querer morirme pero siempre hay esperanza y una salida para todo, hay que salir adelante y a flote con y por nuestros hijos, no sólo por nosotras’.

Charo Mármol es comunicadora, feminista, militante de causas perdidas y autora del blog La mecedora violeta.

¿Y después del 25N, qué?

Almudena Díaz PagésPor Almudena Díaz Pagés 

Pasó el 25 de noviembre. Hoy muchas personas son más conscientes que anteayer sobre la gravedad de la violencia hacia las mujeres en todo el mundo. Pero generar conciencia e inspirar acciones que pongan fin a una de las formas de desigualdad de género más severas existentes, tiene que seguir presente en nuestras vidas. Hablábamos de la campaña ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres, de la iniciativa del llamado Día Naranja. Toda la sociedad civil del mundo ha sido invitada a mostrar su sensibilidad y conciencia sobre la violencia de género, con dos propuestas muy claras:

Imagen de la campaña #orangeourworld de Naciones Unidas.

Imagen de la campaña #orangeourworld de Naciones Unidas.

#Orangeurworld en #16days

Al 25N le siguen los 16 días de activismo (hasta el 10 de diciembre) de la campaña ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres, que este año 2014 propone bajo el lema #orangeurhood, visibilizar en las calles, las tiendas, los recintos públicos (escuelas, bibliotecas…) y los negocios de tu comunidad, a través del color naranja por medio de proyección de luces, banderas, lazos…o lo que esté en nuestras manos, la problemática de la violencia de género.

La agenda de ONU Mujeres para erradicar la violencia contra las mujeres

Paralelamente a estos 16 días de activismo, la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, ha presentado una exhaustiva agenda de políticas para poner fin a la violencia contra las mujeres en todo el mundo, y ha instado a los líderes mundiales a movilizar la voluntad política y las inversiones para garantizar que las mujeres disfruten de su derecho fundamental a una vida libre de violencia.

Todos los 25 de cada mes son el #DíaNaranja

Podemos seguir haciendo un gesto el día 25 de cada mes, como parte de esta misma campaña. Porque la conciencia de la violencia que sufren las mujeres y las niñas no es suficiente, y la reflexión y la denuncia tampoco,  cada año Naciones Unidas y las organizaciones de defensa de los derechos humanos de las mujeres definen como prioritarios diferentes temas que, a día de hoy, tienen un impacto decisivo sobre la mitad de la población mundial.

A lo largo del 2014, los temas sobres los qué se ha querido levantar conciencia han sido:

  • La prevención del acoso sexual y otras formas de violencia en los espacios públicos. Todavía una asignatura pendiente incluso en los países con mayores índices de igualdad.
  • El estigma de la violencia contra las niñas. A día de hoy se estima que 700 millones de mujeres han experimentado un matrimonio prematuro, práctica que en muchas ocasiones implica la pérdida de oportunidades de educación y de acceso al mercado laboral, mayores tasas de mortalidad materna y de violencia doméstica.
  • La violencia de género a través de la economía informal. Y en especial, la que acontece contra las trabajadoras del hogar, ya que aunque la violencia contra las mujeres en el entorno laboral puede afectar a todos los sectores, las trabajadoras domésticas son las principales víctimas.
  • La violencia contra las mujeres y las niñas en el mundo del deporte. Muchas mujeres y niñas sufren las barreras impuestas por la tradición, la religión y la sociedad, a la hora de querer practicar un deporte. Además, este sector de la sociedad es mucho más proclive a sufrir la violencia doméstica tras la celebración de grandes eventos deportivos.
  • La violencia contra la mujer en el entorno laboral. Este tipo de violencia de género puede adoptar diferentes formas, desde el acoso sexual hasta la discriminación de género y el bullying. Las empresas tienen la responsabilidad de asegurar entornos laborales libres de violencia para todas las mujeres y las niñas.
  • La violencia sexual contra las mujeres y las niñas bajo situaciones de conflicto puede sucederse de manera sistémica, como arma de guerra, y muchos de sus perpetradores lo hacen con total impunidad. Además, debido a la inestabilidad resultante del conflicto, los supervivientes tienen miedo y son muchas las dificultades para acceder a la justicia y denunciar.
  • La Mutilación Genital Femenina (MGF) es una violación de los derechos humanos, su práctica se justifica en una mezcla de razones culturales, sociales y religiosas y se calcula que más de 130 millones de niñas y mujeres en el mundo han sido víctimas de esta práctica.
  • El acceso a la justicia para las sobrevivientes de la violencia de género. A día de hoy, todavía son muchos los obstáculos que impiden a las mujeres y a las niñas poder reportar estos abusos, e incluso, en algunas áreas del planeta ni siquiera son considerados crímenes, o las autoridades la permiten.

Aunque haya pasado el día, siempre tenemos que tener presente que la violencia contra las mujeres y las niñas NO es inevitable. La prevención es posible y esencial, si queremos caminar hacia una sociedad libre de violencia y discriminación por razones de género, sensibilízate como si todos los días fueran el Día de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y las Niñas, #orangeurworld.

Almudena Díaz Pagés es politóloga y especialista en Relaciones Internacionales. Editora de Género de la plataforma United Explanations.

Contra la violencia: salir de casa

Por Laura Martínez ValeroLaura Martínez Valero

Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La verdad que nunca me había planteado de dónde viene este día, tan acostumbrada estoy a aceptar esta realidad. Así que he mirado por Internet y he descubierto que el 25 de noviembre de 1960 en República Dominicana, tres mujeres fueron torturadas, asesinadas a golpes, descuartizadas y arrojadas por un precipicio en República Dominicana. Eran las hermanas Mirabal y su crimen fue ser opositoras del régimen del dictador Trujillo. En su honor se instituyó este día.

Esta historia me recordó el actual clima generalizado de violencia contra la mujer en Latinoamérica, y en concreto el caso de Guatemala, donde en 2013 el feminicidio fue la causa de muerte de 512 mujeres y 7 de cada 10 mujeres declaran haber sufrido algún tipo de violencia alguna vez en su vida. A esto hay que sumarle un factor que muchas veces no se tiene en cuenta: la discriminación de la mujeres indígenas. Podríamos decir que las indígenas sufren triplemente la violencia: por ser mujeres, por ser indígenas, lo que dificulta su acceso a las entidades estatales,  y por violencia del Estado, especialmente durante el conflicto interno armado (1960 – 1996), en el que el 83% de las víctimas fueron mayas asesinados por el ejército guatemalteco.

De todo ello me hablaron María Morales y Edna Calí, dos mujeres mayas que se han organizado para combatir la violencia contra la mujer y la discriminación. María, como coordinadora general de la organización Majawil Q’ij (“El Nuevo Amanecer”), y Edna desde la Asociación Mujer Tejedora Del Desarrollo (Amuted) ayudan a las mujeres en situaciones violencia y de pobreza.

María Morales y Edna Calí en el II Seminario Internacional Violencia contra las Mujeres organizado por AIETI, Alianza por la Solidaridad y Oxfam Intermón, entre otros (Madrid, 14 octubre 2014). (C) Ana Sara Lafuente / Oxfam Intermón

María Morales y Edna Calí en el II Seminario Internacional Violencia contra las Mujeres organizado por AIETI, Alianza por la Solidaridad y Oxfam Intermón, entre otros (Madrid, 14 octubre 2014). (C) Ana Sara Lafuente / Oxfam Intermón

Para María, que aprendió a leer y escribir a los 16 años, su situación actual es fruto de una evolución y un cambio de mentalidad. “Nunca he compartido la idea de que las mujeres deban estar en casa. Tenemos que participar en todo», me confesó. Sin embargo, también admitió que hasta que comenzó a trabajar en la organización creía que la violencia contra la mujer era algo normal. Ahora trabaja para despertar a otras mujeres y empoderarlas, para que conozcan sus derechos y salgan a la calle a denunciar las situaciones de violencia. “Les hago entender que las mujeres no somos presas de nuestros hogares”.

Otro de las denuncias fundamentales de María es la discriminación de los pueblos indígenas, que se ha mantenido tras el fin del conflicto armado y que ha sido reconocida por la ONU. “En el sistema del estado no se hablan nuestros idiomas. Entonces cuando nosotras, las mujeres mayas, llegamos y explicamos nuestra situación no nos entienden; y si ponen traductores son de otros lugares que no entienden las características de nuestras etnias”.

La historia de Edna es diferente. Tuvo la oportunidad de formarse y estudiar en la universidad gracias a una beca, algo que resulta extraño en un país donde el porcentaje de mujeres indígenas que llegan a la universidad es mínimo. Ahora, trabaja en la atención integral directa en los casos de violencia contra la mujer, basándose en dos aspectos que considera fundamentales: la formación política y la independencia económica. “El hecho de irnos formando, nos abre muchas puertas oportunidades. Muchas mujeres no pueden abrirse al espacio económico o de participación política porque sufren violencia. Primero tienen que ser libres con ellas mismas, libres de todas las ataduras que tienen por los roles sociales que ejercen”.

En su organización también realizan talleres de terapia y sanación para mujeres víctimas de violencia, a las que les ‘duele el corazón’, que en su idioma significa el alma. Algo que no pueden encontrar en los centros de salud, donde el simple hecho de vestir con el traje tradicional maya ya es un obstáculo para que las atiendan.

Si queréis conocer las historias de otras mujeres avanzadoras os invito a visitar la web ‘Mujeres contra la violencia’ de Oxfam Intermón.

Laura Martínez Valero trabaja en el equipo de comunicación de Oxfam Intermón y participa en el proyecto Avanzadoras. Cree firmemente en el Periodismo Comprometido.

Tres preguntas básicas sobre la violencia contra las mujeres

Por Almudena Díaz Pagés Almudena Díaz Pagés

Mañana martes 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. También conocida como violencia por razones de género, este tipo de violencia constituye una violación fundamental del derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad, a la dignidad, a la igualdad entre hombres y mujeres, a la no-discriminación y a la integridad física y mental. Una verdadera pandemia global que en pleno siglo XXI está todavía muy lejos de ser erradicada.

almudipa Portada

¿Qué se entiende por violencia contra la mujer?

De acuerdo a la Asamblea General de Naciones Unidas:  ‘Por violencia contra la mujer se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada’.

¿Cuáles son las formas de ejercer esta de violencia?

Aunque es difícil distinguir entre diferentes tipos de violencia ya que éstas no son excluyentes, múltiples y a cada cual más terrible, son las formas de ejercer este tipo de violencia: la violencia doméstica, el acoso sexual, la violación sexual, la mutilación genital femenina, los matrimonios forzados, los crímenes de honor, el tráfico de mujeres, la prostitución forzada, la violación sistemática como arma de guerra, la esterilización, el aborto y el embarazo forzado, la esclavitud sexual, el infanticidio femenino, y la selección prenatal por razones de sexo.

No se trata de una práctica que sólo suceda en determinadas partes del mundo. Las cifras son claras: 1 de cada 3 mujeres en el mundo ha soportado violencia física o sexual, principalmente por un compañero sentimental. Este tipo de violencia supone una violación de los derechos humanos de las personas. Su perpetración refuerza y refleja las desigualdades actuales existentes entre hombres y mujeres, y como estas desigualdades son patentes en todos los rincones del planeta, la violencia de género también lo es.

¿Qué se esta haciendo para acabar con la violencia de género?

Con el objetivo de generar conciencia e inspirar acciones que pongan fin a una de las formas de desigualdad de género más severas existentes, hoy 25 de noviembre Naciones Unidas, a través de su campaña ÚNETE contra la violencia contra las mujeres y las niñas, celebra el llamado Día Naranja.  Durante este día se invita a toda la sociedad civil a lucir algo de color naranja como muestra de sensibilización y conciencia sobre la violencia de género.

Pero no sólo se puede lucir el naranja el 25 de noviembre, sino el 25 de cada mes. Liderado por la campaña ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas.  El día señalado de cada mes se llevan a cabo actividades que pretenden denunciar todas las formas de violencia de género que sufren las mujeres y las niñas. Y para ello cada año, Naciones Unidas y las organizaciones de defensa de los derechos humanos de las mujeres definen como prioritarios diferentes temas que, a día de hoy, tienen un impacto decisivo sobre la mitad de la población mundial.

 

Almudena Díaz Pagés es politóloga y especialista en Relaciones Internacionales. Editora de Género de la plataforma United Explanations.

El equilibrio imperfecto

Por Belén de la Banda @bdelabanda 

El video se titula así: el equilibrio imperfecto. Su protagonista es Maïmouna Souleïmane Haddo, una mujer chadiana de una pieza que hace unas semanas nos abrió las puertas de su casa. Maïmouna se parece a tantas otras mujeres que hemos conocido en el viaje a Chad, en sus preocupaciones, sus intereses, hasta en su aspecto. Pero además del equilibrio del balancín en el que cada día carga unos cántaros de agua, Maïmouna ha logrado unos cuantos equilibrios más en su vida.

Maïmouna Souleïmane Haddo charla con Emmanuel Ratou, técnico de promoción de higiene y saneamiento de Oxfam Intermón. Imagen de Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

Maïmouna Souleïmane Haddo charla con Emmanuel Ratou, técnico de promoción de higiene y saneamiento de Oxfam Intermón. Imagen de Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

Creo que ella es muy consciente de su suerte. Cuando era joven, pudo estudiar y graduarse como profesora de árabe. Luego se casó y vinieron sus siete hijos, y una vida dura que le daba para poco más que para ir a buscar agua, preparar la comida y limpiar su patio día tras día. Su rostro se oscurece cuando recuerda en inmenso esfuerzo de todos esos años:  ‘Cuando no había agua todo era muy diferente. Cada viaje suponía unas dos horas. Por la mañana iba tres veces a buscar agua, y por la tarde dos. Nos llevaba muchísimo tiempo coger agua y después teníamos que hacer la comida. Y por la noche no podíamos ir a buscar agua, teníamos miedo. Al volver del segundo viaje por la tarde ya se ponía el sol, y no podíamos ir a buscar más agua. Desde que tenemos agua, estamos muy aliviadas.’

El terreno de esta zona es rocoso, muy difícil de perforar. Hacen falta maquinarias especiales para sacar el agua limpia del subsuelo. Pero además, una vez construido el pozo,  hace falta la formación de todos para mantener el pueblo limpio, el agua sin contaminar. En Dirbeye todo el pueblo lo ha hecho, y ahora se sienten muy orgullosos de cómo han logrado reducir las enfermedades, compartir la responsabilidad, mantener el pueblo libre de suciedad.

Para Maïmouna, el trabajo de agua, higiene y saneamiento en su pueblo ha sido un cambio radical en su vida. Ahora tiene 48 años y puede trabajar con todos los alumnos de la escuela de Dirbeye: es su profesora de árabe. En temporada escolar, por la mañana salen todos juntos de casa, los niños a estudiar y ella a trabajar.

Su conciliación, su apertura a la vida profesional, vinieron de la mano del pozo:  con el agua limpia, con las letrinas, con las enfermedades que sus niños ya no tenían.

‘El equilibrio imperfecto’ es una buena forma de definir también la vida de Maïmouna, y al de muchos de nosotros: la familia y el trabajo. Pero también dos cántaros de agua colgando de un balancín desde sus hombros. Sólo que ahora, en diez minutos, estarán llenos.

Belén de la Banda es periodista y trabaja en el equipo de comunicación de  Oxfam IntermónAhora mismo empeñada en promover la campaña ‘cambia su agua, cambia su vida‘.

Presupuestos Generales del Estado: ¿tacones y maquillaje?

Por María Pazos Morán  María Pazos

Un manifiesto firmado por un centenar de asociaciones feministas analiza los Presupuestos Generales del Estado para 2015 y su conclusión aparece clara y meridiana ya en el propio título ‘A las elecciones con tacones y maquillaje. Los PGE para 2015 se quedan muy lejos de atender los nuevos problemas y desigualdades; no digamos de abordar las ya existentes antes del actual desmantelamiento de nuestro aún precario estado del bienestar.

Para este análisis no ha ayudado el Informe de Impacto de Género del Proyecto de Ley de PGE 2015, ya que no se refiere ni a una sola cifra de los PGE 2015. Sus conclusiones, que ocupan la mitad de la página 509, tampoco contienen ninguna valoración de los PGE 2015. Eso sí, en ellas se repite el “axioma o principio básico” de que “todo gasto tiene impacto de género” y se declara la intención de “seguir desarrollando las técnicas de análisis de género”. Este curioso proceder, por raro que parezca, no es un caso aislado. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Durante varias décadas, los llamados ‘organismos de igualdad’ han sido los encargados de aplicar las llamadas ‘políticas de igualdad’ con menos de un 1% de los presupuestos públicos. Mientras, los ministerios de siempre seguían (siguen) dedicando más del 99% del presupuesto a las políticas de siempre, y por supuesto cometiendo las injusticias de siempre.

En 1995, el Congreso de la ONU sobre las mujeres celebrado en Beijing llegó a la conclusión de que estas actuaciones marginales no podrán nunca llegar a compensar las desigualdades producidas por la corriente principal de las políticas públicas, y en consecuencia definió la ‘estrategia del mainstreaming de género’.  Pero ¿cómo cambiar la corriente principal? A la vista de los pobres resultados, diez años más tarde cobró fuerza la idea de que debían analizarse, y cambiarse, todos los presupuestos públicos; lo que se conoce como ‘incorporación de la perspectiva de género a los presupuestos públicos’.

 

Alternativas para la igualdad. Imagen: TrasTando.

¿Maquillando el presupuesto para que siga siendo el mismo?. Imagen: TrasTando.

Pues bien, hoy estos términos han sido adoptados por los gobiernos, pero también desactivados. Así, existen unidades de mainstreaming de género por doquier, como la del Instituto Europeo de Igualdad de Género (EIGE), que tiene como misión exclusiva ‘desarrollar métodos, herramientas y  buenas prácticas‘. También hay múltiples experiencias de presupuestos con perspectiva de género, muchas de ellas en países que conculcan los más elementales derechos de las mujeres. Como señala Mary Daly, “la tendencia más extendida es la de centrarse en herramientas y procedimientos, sin considerar la desigualdad de género como un problema estructural”.

En efecto, para incorporar la perspectiva de género a los presupuestos basta con eliminar las partidas que promueven la desigualdad e incluir las necesarias para garantizar los derechos de todas las personas, sin desdeñar los de las mujeres. Hoy sabemos cuáles son esas partidas. Sabemos, por ejemplo, que en el gasto fiscal por tributación conjunta de los matrimonios es antisocial y especialmente pernicioso para las mujeres casadas. Con la partida prevista en 2015 por ese concepto podría equipararse el permiso de paternidad al de maternidad, tal como propone la PPIINA. Naturalmente, ambas operaciones deben realizarse conforme a un plan progresivo, pero el camino puede trazarse hoy.

Otro ejemplo: la universalización de la educación infantil y de la atención a la dependencia es perfectamente posible y altamente rentable, también mediante un plan de implantación progresiva. Claro que para ello es necesaria una reforma fiscal de signo contrario a la que está a punto de aprobarse. Y así sucesivamente.

No cabe duda de que los estudios, las consultorías y los informes pueden ser necesarios, pero también pueden convertirse en una coartada para el inmovilismo. Es urgente debatir y luchar por el cambio estructural hacia una sociedad en igualdad total.

 

María Pazos Morán es licenciada en Matemáticas por la UCM y máster en Estadística por la Universidad de Harvard. Actualmente trabaja en el Instituto de Estudios Fiscales (Ministerio de Economía y Hacienda, España), desde donde coordina la línea de investigación ‘Hacienda Pública e Igualdad de Género’. Una de las personas promotoras del llamamiento urgente ante la reforma fiscal que prepara el Gobierno. Su último libro publicado es ‘Desiguales Por Ley‘. Pertenece a la PPIINA y al Fórum de Política Feminista

Preocupaciones de madre

Por Yasmina BonaYbona

Cuando tenemos hijos, solemos aumentar nuestras medidas de higiene. Nos lavamos las manos más a menudo, procuramos que la casa esté siempre limpia, lavamos los biberones a conciencia – incluso llegamos a esterilizarlos-, usamos un detergente neutro para la ropa… Mientras unas madres nos preocupamos, a veces en exceso, por dejar libre de bacterias y microbios todo lo que rodea a nuestros bebés, hay otras madres que no tienen más remedio que dar de beber agua sucia a sus hijos.

Ellas son madres que viven en algunos países del África subsahariana. Dan de beber agua contaminada a sus hijos porque no tienen acceso al agua potable. Cada año mueren más de 1,5 millones de niños menores de cinco años por enfermedades evitables relacionadas con el agua, como la diarrea. Una higiene deficiente y la falta de acceso al agua limpia son la principal causa de ello.

Mañana es el Día Mundial del Saneamiento, o también conocido como el Día Mundial del Retrete. Desde el año pasado, la Organización de las Naciones Unidas ha querido dedicar cada 19 de noviembre a fomentar la sensibilización y la movilización para reivindicar que el 37% de la población mundial carece de un saneamiento y una higiene adecuados.

Muchas mujeres en el mundo ven morir a sus hijos por no poderles dar agua limpia. (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Muchas mujeres en el mundo ven morir a sus hijos por no poderles dar agua limpia. (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Merece la pena, en un día como este, que nos acordemos de los más de 700 millones de personas que carecen de acceso al agua potable. Mi pensamiento va, en concreto, para las madres de países africanos como Burkina Faso, Chad, Etiopía… para aquellas que han perdido a sus hijos por no poder ofrecerles otra agua que la contaminada. Dice la Organización Mundial de la Salud que uno tiene acceso al agua potable si la fuente se encuentra a menos de 1 kilómetro de distancia del lugar de utilización y si uno puede obtener de manera fiable al menos 20 litros diarios para cada miembro de la familia. Estas mujeres dedican al menos cinco horas diarias a buscar agua al pozo más cercano y apenas pueden cargar con dos vasijas cada una.

Pero vale la pena también aprovechar el Día Mundial del Saneamiento para mostrar que estas enfermedades se pueden prevenir. Muchas ONG trabajan en estos países formando a los ciudadanos sobre la importancia de la higiene para reducir enfermedades. Arreglan pozos para que las familias tengan agua limpia cerca de casa, construyen letrinas en los hogares para evitar la contaminación del agua subterránea, reparten kits de higiene con pastillas de jabón. Una simple pastilla de jabón, por ejemplo, puede salvar vidas. Lavarse las manos con jabón puede reducir los casos de diarrea a la mitad, y los problemas respiratorios, a un tercio.

Los esfuerzos de las organizaciones humanitarias han logrado que en casi treinta años 2.300 millones de personas hayan conseguido acceder al agua potable. Pensemos hoy en hacer subir esa cifra y lograr que las madres de Chad puedan dar de beber un agua segura y de calidad a sus hijos.

Yasmina Bona es periodista y trabaja en Oxfam Intermón.

Esas cosas terribles que les ocurren a otros

Por Catalina Villa Catalina Villa

A veces, una obra de ficción ilumina zonas ocultas de la realidad y nos permite tomar consciencia sobre la violencia invisibilizada, y muchas veces naturalizada, que vivimos las mujeres cotidianamente, como en el caso de la violación. Poco se habla de ella, a veces creemos que se trata de una realidad lejana que sólo afecta a ciertos países en guerra, con estados fallidos o con un machismo brutal, pero en nuestro entorno más inmediato la pensamos como una realidad esporádica a pesar de que las mujeres, de una u otra manera, llevamos ese miedo en nuestro cuerpo.

Esta es la historia de una mujer que tuvo un intento de violación y que fue violentada por segunda vez por las instituciones del Estado que se suponía debían defenderla y protegerla y en cambio desconfiaban de su testimonio. Insinuaban que sería una cuestión de venganza o provocación por parte de ella. La historia de esta mujer me hizo recordar un corto de Eléonore Pourriat titulado ‘La mayoría oprimida‘.

Imagen promocional del cortometraje 'Mayoría oprimida´

Imagen promocional del cortometraje ‘Mayoría oprimida´

A través de la ficción nos muestra cómo las relaciones de género están atravesadas por aquella violencia invisible que sufrimos las mujeres a diario y de qué modo el sistema descree a las mujeres o las culpabiliza a la hora de denunciar el acoso o la agresión sexual y terminan sintiendo vergüenza, impotencia o directamente desisten de denunciar.

La primera vez que vi este extraordinario corto me dio pie a un trabajo de reflexión sobre el tema con un grupo de mujeres que acompaño. Ellas veían claramente que el protagonista del corto estaba siendo violentado continuamente y, sin embargo, cuando hablábamos del caso de las mujeres la violencia dejaba de ser tan obvia. Finalmente el corto nos permitió ser conscientes de lo naturalizados que tenemos ciertos estereotipos, mandatos y prohibiciones de género que hacen que lo que es vivido como violencia en el caso de los hombres sea vivido como provocación, insinuación o falta de precaución en el caso de las mujeres.  Basta ver las recomendaciones del ministerio del interior sobre la prevención de la violación.  ¿Hasta qué punto llega el machismo interiorizado por hombres y mujeres que nos es tan fácil ver la violencia ejercida cuando se trata de un hombre y en cambio no lo es tanto en el caso de las mujeres a quienes se les culpabiliza reiteradamente?

Dice la periodista y escritora Susan Brownmiller que la violación es parte de un sistema de control que se ejerce sobre las mujeres, una forma en que se restringe su movilidad, pues el miedo a ser violadas, del que muchas mujeres no somos conscientes, nos hace tener ciertas precauciones que limitan de alguna manera nuestra libertad de movimiento. Y es que las violaciones son más frecuentes de lo que se dice y se reconoce. No hablamos de una cuestión de patología, hablamos de la frecuencia con que estos hechos ocurren y muchos de ellos si acaso llegan a la consulta psicológica pues las mujeres tienen miedo de que no comprendan su situación, no les crean o las culpabilicen: mujeres adolescentes que son drogadas y violadas por el grupo de amigos, mujeres que viven en pisos compartidos y que son violadas o han vivido situaciones de agresión sexual por parte de algún compañero de piso, empleadas del hogar que han vivido agresiones sexuales por parte de algún miembro de la familia donde trabajan y mujeres que dentro de las relaciones de pareja han sido igualmente violadas.

¿Qué tipo de socialización perversa le otorga un poder indiscriminado a los hombres que pueden hacer una apropiación del cuerpo de las mujeres, que se sienten con el derecho a utilizarlo como quieran, incluso como botín de guerra, como trofeo o como manifestación de superioridad sin algún tipo de consciencia de que están haciendo algo inadmisible en ningún caso? ¿Y hasta cuándo las mujeres vamos a seguir pensando que el feminismo es una cuestión de mujeres resentidas y dejaremos de ser reproductoras de la misoginia patriarcal que culpabiliza a las mujeres?

 

Catalina Villa es psicóloga y máster en estudios interdisciplinares de género. Coordina el área psicológica de Pueblos Unidos.

Un día en la vida de Sauda

Por Belén de la Banda @bdelabanda

Hassaballah no para. Es un bebé dicharachero, que se mueve y ríe constantemente. Pasa de los brazos de su hermana mayor, Fatimé Zara, a los de su madre, pide teta, y luego quiere ir otra vez con su hermana. Quiere coger cualquier cosa que aparezca a su alrededor, se ríe otra vez, parlotea. Le digo a Sauda, su madre, que parece un niño muy feliz.  Sauda sonríe: ‘es mi alegría. Para mí es muy importante que Hassaballah esté bien’.

Sauda, con sus hijos Hassaballah y Fatimé Zara. Imagen (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Sauda, con sus hijos Hassaballah y Fatimé Zara. Imagen (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Sauda ha perdido dos niños, para ella no es una teoría: sabe que en su entorno muchos niños no llegan a los cinco años, y también sabe por qué. Hace unas semanas tuve la ocasión de pasar un día con ella y ver cómo conjura el temor y la preocupación. Trabajando.  Sauda Hamid vive en Am-Ourouk, al final de una pista de tierra muy difícil,  en la región del Guera, más o menos al centro de Chad. Tiene 28 años y seis niñas y niños. Ella dice que tiene ocho hijos, y explica con enorme tristeza que dos de sus hijos, un niño y una niña, murieron. Necesita  pensar que esto no volverá a ocurrir. Su única oportunidad es trabajar mucho, hacerlo todo muy bien.

Su día se compone de muchas tareas sencillas que implican mucho esfuerzo, y no parar. ‘En la estación seca me levanto a las 4 de la mañana. Enciendo el fuego, caliento el agua, hago mis abluciones con el agua caliente. Después pongo la olla al fuego y barro el patio. Preparo la masa que voy a dar de comer después a los hombres para la comida. Después caliento el agua para lavar a los niños, los lavo y preparo los cántaros para ir a buscar el agua. Cuando vuelvo con el agua, la vierto y tengo que volver porque un solo viaje no es suficiente. Traigo otro viaje de agua y lo dejo en casa. Me siento a la sombra para descansar un poco. Entre tanto, llega el momento de la oración de mediodía. Rezo y vuelvo a coger las cosas para ir al pozo. Cuando vuelvo, limpio de nuevo la casa. ‘

El camino al pozo. Las mujeres van juntas para evitar peligros. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

El camino al pozo. Las mujeres van juntas para evitar peligros. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

En la estación de lluvias, además, están las tareas del campo. Sólo llueve tres meses al año, así que tienen pocos días para trabajar duramente y conseguir las tres cuartas partes de lo que la familia necesita.  ‘Cuando llega la lluvia, damos gracias a Dios. Gracias a ella tendremos una cosecha y viviremos. Si la cosecha no es suficiente, trabajaremos para otros. Y si eso no es posible, tenemos que irnos lejos. Dejamos el pueblo para buscar algo que comer hasta que llegan las primeras lluvias. Entonces volvemos para sembrar y cultivar de nuevo

Esta región de Chad tiene un clima saheliano, desértico la mayor parte del año. Sólo entre julio y septiembre llueve, y en ese momento hay que hacer la mayor parte de la labor, cultivar el 80 por ciento de lo que comerán durante el año. La lluvia, que es la bendición esperada, no siempre está a la altura de lo esperado. A veces no es suficiente. Y otras veces, como durante nuestra visita,  cae en forma de grandes tormentas, con demasiada fuerza y rompe las plantas, o inunda los campos y hace que todo se pudra.  El agua para beber, en la estación de lluvias, está más cerca, pero está en grandes charcas naturales que se forman en las zonas bajas. Tiene bacterias, gusanos, riesgo.

Hay enfermedades. No tenemos la posibilidad de tener agua limpia. Todo lo que tenemos es esa charca que veis, y que Dios nos ha dado, pero provoca muchas enfermedades. Provoca enfermedades de la piel a los niños, enfermedades del estómago, eso lo hemos notado. Mi hija Ramla, que tiene tres años, tiene diarrea permanentemente. La he llevado al hospital y me han dicho que el agua que consume no es buena para ella. Incluso su papá, si toma esta agua, se pone enfermo. Así que tengo que ir a buscarla a otro sitio, mucho más lejos. Paso casi todo el día para ir y volver.

Sauda recoge agua en una charca junto con otras mujeres de Am-Ourouk. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Sauda recoge agua en una charca junto con otras mujeres de Am-Ourouk. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

En el reparto tradicional de las tareas, son las mujeres quienes se ocupan del agua. Necesitan agua para todo, así que Sauda piensa qué más puede hacer, además de ir y volver tres veces cargada con veinte litros en cada hombro y dedicar muchas horas al día a buscar agua: ‘A veces lavo muy bien un recipiente y lo pongo sobre el tejado para recoger agua del cielo cuando llueve. Después conservo el agua dentro de casa. Hago todo esto para evitar las enfermedades. Mi pequeñita bebe de esta agua y su papá también.’

Si alguno de los niños cae enfermo, tendrán que endeudarse y llevarlo a dos horas y media de camino para que lo vea un enfermero en el centro de salud. Pero muchas veces no hay dinero, y tratan de curarlo con infusiones.  Y también tiene que endeudarse para que sus hijos puedan estudiar, porque en Am-Ourouk no hay escuela. ‘Yo no fui a la escuela, crecí aquí, pero fui algún tiempo a la escuela coránica. Por eso entiendo bien lo importante que es el colegio, por eso llevo a los niños a estudiar, quiero que mis niños estudien, que vayan a la escuela, necesito que tengan esa oportunidad’.

A la hora del descanso, todo es también trabajo. Pero para Sauda es un momento especial, quizá el mejor del día:  ‘Enciendo el fuego, preparo la cena. Caliento el agua, lavo a los niños, les pongo las mosquiteras fuera para que se sienten un rato. Entonces llega la puesta de sol. Después de cenar y entretener un poco a los niños extiendo las mosquiteras dentro y los acuesto para que pasen la noche. Después voy a lavarme para ir a dormir. Tengo que protegerlos del calor y los mosquitos. Si no pongo la mosquitera, los mosquitos pican a los niños y se ponen enfermos. Eso me hace sufrir mucho, quiero evitarlo. Por eso les pongo las mosquiteras para que estén bien protegidos en el interior y para que puedan dormir bien.’  

El agua es un problema en la mayor parte del mundo, y aquí, en Chad, muy especialmente. Mis compañeros de Oxfam Intermón en la zona están trabajando para construir un pozo de agua potable en Am-Ourouk. Es el deseo de Sauda: agua limpia, cerca de casa, para alejar la preocupación y empezar a cambiar su vida. Después de sólo un día con ella, yo también  deseo con todas mis fuerzas que ese pozo sea realidad. Que cada día en la vida de Sauda pueda empezar a cambiar.

Belén de la Banda es periodista y trabaja en el equipo de comunicación de  Oxfam IntermónAhora mismo empeñada en promover la campaña ‘cambia su agua, cambia su vida‘.