Rachel Carson: una pionera del ecologismo

Por María Aurora Esteban María Aurora Esteban

Siempre he sentido un gran amor hacia los animales y las plantas. Me recuerdo de niña persiguiendo a los perros por la calle para acariciarlos o poniéndole nombre a las flores que tenía mi madre en el balcón, por no hablar de la lagartija que pasó una semana en la pared del baño de mi tía Eli y a la que llamé Isabel. Siempre he pensado que debía cuidarlos y protegerlos. Creo que tengo eso que se llama conciencia ecológica y, tal vez sin saberlo, deba agradecérselo a Rachel Louise Carson.

Rachel Carson ante su máquina de escribir Imagen de TrasTando

Rachel Carson ante su máquina de escribir.  Imagen de TrasTando

El pasado 27 de mayo se celebró el 107º aniversario de su nacimiento. Fue una bióloga marina estadounidense que contribuyó a la puesta en marcha de la moderna conciencia medioambiental. Nació en Springdale, Pensilvania. Pasó su infancia explorando las 26 hectáreas de la granja familiar. Le encantaba leer. El tema común de su literatura favorita era el mundo natural, en particular el océano.

Aunque inicialmente estudió Literatura inglesa, cambió la especialidad de sus estudios por la Biología. Continuó estudiando un máster en Zoología y en 1935 comenzó a trabajar en la Administración de Pesca y Vida Salvaje donde ejerció como autora de textos divulgativos. Publicó numerosos artículos sobre temas marinos que tuvieron un notable éxito entre los críticos y el público en general. En 1941 publicó el libro ‘Bajo el viento del mar‘ donde hablaba sobre la lucha por la supervivencia que se da en el fondo marino.

El éxito cosechado por estas obras le permitió dedicarse enteramente a la literatura. Profundizó entonces en sus reflexiones sobre las relaciones que mantenemos los seres humanos con nuestro entorno natural. Habiéndose mudado por razones familiares al campo de Maryland, empezó a observar los devastadores efectos producidos por los pesticidas, en especial el DDT, sobre la vida silvestre. Se preguntó sobre las consecuencias de la utilización y la diseminación de partículas químicas en la naturaleza y de sus efectos sobre el ser humano.

Es entonces cuando inicia la elaboración de su obra más influyente, Primavera silenciosa, que vería la luz cuatro años más tarde, en 1962. Con ella puso en evidencia los peligros de los pesticidas, cuya larga vida amenaza al planeta con un envenenamiento progresivo. El libro provocó una intensa polémica, incluso antes de su publicación, por parte de las autoridades y de la industria, ya que tocaba importantes cuestiones económicas sobre la producción agrícola y señalaba el abandono de los responsables políticos, que no sólo no reflexionaban sobre estas cuestiones antes de autorizar el uso de los pesticidas, sino que tampoco eran capaces de actuar a posteriori.

Rachel debió hacer frente a críticas excesivas principalmente relacionadas con su condición de mujer. A pesar de todo, el libro tuvo una gran influencia y ayudó a cristalizar el movimiento ecologista. El debate generado contribuyó a la creación de una Agencia para la protección del medio ambiente por parte del gobierno americano y a la adopción de las primeras grandes leyes antipolución.

Carson falleció en 1964, a los 56 años de un cáncer de mama. Su obra marca el momento en el que la sociedad comprende que la naturaleza es un todo complejo, que todo está interconectado y que las consecuencias de cualquier acción, incluso sobre la salud humana, son difíciles de predecir. En palabras de la propia Rachel:

El ser humano es parte de la naturaleza y su guerra contra la naturaleza es, inevitablemente, una guerra contra sí mismo

 

María Aurora Esteban es profesora de Matemáticas y autora del blog La campana de Gauss

6 comentarios

  1. Dice ser contestataria

    Muchas gracias Dra. Carson, jamás podremos agradecerle suficientemente su trabajo. Aún recuerdo la impresión que nos producía pensar en un mundo sin los cantos de los pájaros, allá por los años 60, en aquella España que empezaba a abrirse al mundo. La gente como usted merece entrar en la Historia, y honra a la especie humana.

    17 junio 2014 | 08:53

  2. Dice ser Elle.

    Gracias, María, por presentarnos a otra mujer pionera y con una gran visión de futuro. Lástima que hagamos oídos sordos a quienes nos advierten sobre lo que estamos destrozando. A ver si entre todos conseguimos que se siga escuchando su mensaje y mejorar nuestro entorno.

    17 junio 2014 | 10:33

  3. Dice ser SurReal

    Muy inspiradora la historia de esta mujer, a quien todavía debemos tanto, y que debería recibir más atención. Gracias!

    17 junio 2014 | 11:54

  4. Dice ser Casandra

    Sábado 9 de Febrero de 2013

    Hitler y la Ecología

    Los biógrafos de Adolf Hitler aseguran que en los últimos meses de su vida, estando Berlín cercado, el dictador repetía frecuentemente la frase de Federico el Grande: “Cuanto más conozco a las personas más cariño siento hacia los animales”, probablemente influenciado por el filósofo alemán, Arthur Schopenhauer, quien profesaba un particular sentimiento por los animales, especialmente por los perros.
    Aunque muchas sociedades protectoras de animales y organizaciones ecologistas se sientan incómodas, es inevitable señalar que la Alemania de Hitler fue pionera en materia de protección tanto de los animales como de la naturaleza. “En el nuevo Reich no debe haber cabida para la crueldad con los animales”, decía Hitler en un mensaje de profundo cinismo que inspiró la sanción de la ley de protección de los animales (la Reichs-Tierschutzgesetz de 1933), la de caza (Reichs-Jagdgesetz de 1934) y la de protección de la naturaleza (Reichs-Naturschutzgesetz de 1935).

    NADA FUE CASUAL. El perfil ecologista del cuerpo normativo del partido nazi tenía un correlato en la conducta de sus altos mandos, quienes, como Hitler, eran vegetarianos, defensores de los animales y protectores de la naturaleza. Y eso era absolutamente coherente con su ideología, ya que el respeto a los animales se fundaba en el valor intrínseco que se le daba a todo ser vivo (biocentrismo), tanto que un animal poseía el mismo o mayor valor que un ser humano (hecho que dependía de su condición racial). Por su parte la “Naturaleza” (con mayúscula, tal como era concebida por los nazis por su condición de “madre natural”) debía ser protegida integralmente, incluyendo a la especie humana como parte de la misma. De ese modo, defender a la Naturaleza implicaba la defensa de la raza aria, que era la más fuerte y la más preparada genéticamente dentro de la especie humana. Nótese que la ideología nazi encontró un fuerte sustento en el “darwinismo social”, una traslación de la teoría de la “selección natural” de Charles Darwin (la “supervivencia de los más aptos”) en la interpretación de los fenómenos sociales.
    Es evidente que el régimen nazi tuvo una fuerte atracción por la ecología. Según Jorge Orduna, “se protegió especies en extinción, se crearon áreas protegidas, se combatió las especies foráneas y se cuidó que el trazado de las más avanzadas autopistas de la época tuviera en cuenta el impacto ambiental, sitios de valor histórico o simbólico, la belleza del paisaje y la armonía con la naturaleza. Todo esto, dentro de una visión mística natural. En la Alemania nazi, los temas clásicos ecológicos estaban a la orden del día” (1). De hecho, el nazismo y la ecología tuvieron precursores comunes. Uno de ellos, quizás el más notable, fue biólogo Ernest Haeckel (1834-1919), quien definió originalmente a la Ecología como “el estudio de las interacciones de los organismos con su medio ambiente”. Tuvo también su lado oscuro por haber sido fundador de la Liga Monista (Monistenbund), que promovía una “religión de la ciencia” denominada “monismo”, mediante la cual reducía las ciencias sociales y la ética a la biología aplicada. Esta corporación, más que una sociedad científica, fue una usina ideológica en torno de la “pureza racial” y un centro de formación y proselitismo nazi.

    17 junio 2014 | 15:21

  5. Dice ser SurReal

    Valiente chorrada, Casandra. Cuando bombardeaban no cuidaban ni los bosques ni a los animales, así que la realidad es que Hitler y su gente NO eran ecologistas. Por no hablar de la destrucción de recursos naturales para el esfuerzo de guerra.

    Estoy con la última frase que dice Rachel Carson, somos animales que viven en un entorno que no debería ser hostil a nosotros mismos.

    17 junio 2014 | 15:24

  6. «Atravesamos, desde hace mucho tiempo, momentos cruciales en nuestro devenir histórico. Nuestro planeta pasa por dificultades de alcance. No todo el mundo valora de igual modo los síntomas detectados. Mientras algunos diagnostican catástrofes graves, otros se mantienen en una especie de incredulidad semejante al escepticismo. Incluso los hay que opinan, desde la mayor de las ignorancias voluntarias, por aquello de la calificación que otorgan, con desprecio, de todos aquellos que advierten de las penalidades potenciales. Estos últimos suelen ser los que tienen pocas razones para valorar ajustadamente lo que poseen o disfrutan, por haber tenido que aportar pocos méritos para alcanzar el status logrado o heredado.

    Lo cierto y verdad es que, desde el mundo de la Ciencia, se viene concediendo importancia a detalles reveladores de graves dolencias que afectan a nuestro planeta. Han sido las únicas voces capaces de levantarse contra la amplia y desconsiderada agresión intelectual, además de la física, que los gigantes energéticos practican, al unísono con las grandes petroleras y en una alianza sólidamente acordada, que están en campaña permanente, ocultando datos, hechos y circunstancias y violentando la verdad de lo que acontece, intentando mantener sus intereses aún a costa de los colectivos y generales de las personas que habitan este planeta llamado Tierra.

    El mundo de los beneficios ha logrado concitar en derredor suyo a mucha gente que, en espera o bajo promesas, de compartir algo de lo obtenido o por obtener, es capaz de aportar cuanto tienen a mano, para hacer posible su rentabilidad personal. No escapa de esta trama el colectivo de los profesionales de la información y comunicación que tienen entre sus filas a algunos miembros que actúan de voceros de intereses bastardos. Todo el mundo conoce los manejos en el Reino Unido de un siniestro personaje llamado Murdoch, por cierto, “patrón”, también, del anterior presidente del Gobierno del PP, José María Aznar. En los Estados Unidos, se acusa a su imperio de apoyar mediática e incondicionalmente a las grandes petroleras. Le acusan de que en torno al 80% de la información que se da e USA sobre el calentamiento global en los periódicos de Murdoch, induce a error.

    Se acaba de formular una llamada advirtiendo del hecho de que el “amigo” de Aznar, ha decidido entrar a saco en una posición que minimice las referencias a las dificultades de nuestro planeta y al cambio climático en marcha o en ciernes, o irremediablemente logrado. La pretensión, no es otra, que disuadir al magnate de la comunicación interesada, ya que lo único decente es decir y dar a conocer la verdad. Todo el mundo puede adherirse apoyando la iniciativa. Tiene por objeto sumar las voces para efectuar un llamamiento a Murdoch y que acepte lo que se valora científicamente y los pronósticos que plantea y que esas verdades sean las que vean la luz en los medios de comunicación, para que no se violente la información que las personas reciben. En torno a 2000 científicos están en ello.

    No se pueden obviar las necesarias actuaciones gubernamentales que permitan dar un giro en el maltrato al planeta que constituye nuestro hábitat. Hoy hay signos evidentes de cambios en la dirección perniciosa: sequías persistentes, tormentas descomunales, amenaza de un nivel del mar que puede engullir parte de las osadas construcciones consentidas o no, en las riberas marítimas, incluso obra pública, clara disminución del espesor del hielo en el Ártico o desaparición de glaciares o de islas habitadas y un largo etcétera.

    Confiar en que la Tierra es un sistema autosuficiente, entre otras cosas atribuyendo carta de naturaleza a lo que presumiblemente ha debido ocurrir con anterioridad, desde el origen de nuestro planeta, es una licencia injustificada. Argumentar que la evidencia es que ha debido superar las adversidades, dado que aquí estamos, es, cuando menos, ignorar una parte fundamental de los hechos, cual es la aportación del hombre como especie, al deterioro infringido. No hay elementos suficientes para determinar, inequívocamente, cual es el punto de no retorno. Solamente, sensatamente, podemos plantearnos que, por si acaso estamos a tiempo, debemos activarnos en la dirección de evitar mayores contribuciones al quebranto del delicado sistema ambiental, que se fue configurando para albergarnos generosamente desde hace unos 4.500 millones de años. Negar el cambio climático es amparar, con excusas, a los que tienen intereses en juego, por encima de lo que aportan a la Humanidad y, por descontado, no contabilizados en los imputs-outputs del negocio propio. Que haya mercenarios capaces de apoyar, desde la Ciencia o desde los escritos o desde cualquier foro y nos infecten y arrastren a otros a que lo hagan, no debe afectarnos, con el convencimiento de que su falta a la verdad no encontrará descanso de conciencia.

    Lo único cierto es que, de nuestra inhibición, solamente derivan las opciones de mayores perjuicios. Sabemos lo que lo que hacemos mal y sabemos igualmente que lo que hacemos mal es a costa de un precio que pagan los demás. Así se puede competir porque el precio es más barato. Pero alguien tiene que pagar la diferencia. Así venimos haciéndolo desde que nos reconocemos. ¿Y si empezáramos a preocuparnos por ello? Si colectivamente lo logramos, y desenmascaramos a los que actúan a la contra, porque quieren seguir aprovechándose de los demás, podremos limpiar la conciencia de las múltiples tachas pasadas, que las tenemos. Unidos podemos. Vivimos un presente que da paso a un futuro y no somos propietarios, sino solo usuarios. Si dejamos que los espabilados referidos actúen a sus anchas, la Tierra como fiambre, está servida. Tú verás».

    por Alberto Requena
    nuevatribuna.es

    04 Octubre 2013

    18 junio 2014 | 00:25

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