Sudán del Sur: cuando las mujeres se llevan la peor parte

Por Júlia SerramitjanaJulia Serramitjana

La semana pasada tuvo lugar en Londres la cumbre contra la violencia sexual como arma de guerra organizada por Naciones Unidas, en la que se reunieron más de 100 gobiernos, los directores de ocho agencias de Naciones Unidas y casi un millar de expertos. El objetivo: sellar un compromiso internacional para que se investiguen y documenten estos crímenes; para que se persiga a los que los han cometido y se garantice asistencia a los que les han sufrido; la mayoría mujeres y niñas.

Mujeres en Sudán del Sur

Una mujer en el campo de desplazados de Mingkaman, en Sudán del Sur. Imagen: Pablo Tosco

Mientras leía la carta de conclusiones firmada por Angelina Jolie y William Hague me pregunté: ¿Servirá de algo? Debería. Al menos para visibilizar esta situación e impulsar medidas para frenarlo. Son muchos los lugares en el mundo dónde este drama sigue destrozando las vidas de millones de personas, principalmente mujeres, que tienen que convivir con la frustración de ver cómo los terribles abusos que han sufrido quedan impunes y olvidados.

Y es que la cultura de la impunidad que ampara esos crímenes es bien arrelada en muchos países como Sudán del Sur, un país que acaba de cumplir un triste aniversario: seis meses de conflicto armado. Medio año de guerra y dolor.

Cuando estuve allí, hace ya un par de meses, conocí a Edmund Yakani, director de CEPO, una organización defensora de los derechos civiles, que está documentando, entre otros temas, el impacto que tiene el conflicto entre las mujeres. Y lo hacen en un contexto realmente difícil.

Edmund me contaba que en este conflicto, como en muchos otros, las mujeres se están llevando la peor parte. En situaciones de violencia como la que está viviendo Sudán del Sud, nos contaba que son las principales víctimas de violaciones, humillaciones y asesinatos.

Yakani explicaba la razón por la cual esto es así: en las guerras las mujeres juegan un papel primordial en el cuidado de la familia, ejerciendo un rol de protección y estabilidad. Con sus maridos muertos o en el frente, muchas de ellas, ahora, solas y con varios hijos e hijas a su cargo, se encargan de mantener a toda la familia. Se encargan de buscar y preparar la comida y el agua, de garantizar un techo para resguardarse, de cuidar de las personas mayores y de los pequeños.

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Edmund Yakani, director de CEPO, organización pro derechos civiles. Imagen: Pablo Tosco

Ambos bandos son conscientes del papel que juegan las mujeres en este conflicto. De cómo ellas salvaguardan la vida en un contexto dominado por la muerte, así que la forma para causar aún más dolor entre los hombres en el frente es humillando, violando y matando a sus mujeres. Es así como usan la violencia sexual como arma de guerra. Y es así como destrozan la vida, que precisamente ellas representan.

Ahora, seis meses después que empezara la guerra, recuerdo cómo me impresionó conocer a Yakani. Cómo me chocó su valentía y determinación a la hora de trabajar y denunciar la violencia sexual presente en su país en guerra en y el sentimiento de entrega, preseverancia y compromiso que transmitía a la hora de contarlo. Ojalá un día ya no deba de seguir luchando por ello.

 

Júlia Serramitjana es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

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