Archivo de abril, 2014

La madre de todos los derechos

Por Mayte Mederos Mayte Mederos firma

Cuando hace unos años me planteé ser madre, lo primero que me vino a la cabeza fue un peque gordinflón de anuncio en los brazos, oliendo a colonia infantil. Y lo segundo que pensé fue: ¿cuánto nos costará la aventura? Cualquiera que planifica la maternidad se hace unos números básicos antes de empezar. La leche, los pañales, la cuna, la guardería… Luego llegas hasta calcular el cole, y ya no sigues más adelante porque entonces hay que hacerse el harakiri o tirar la toalla antes de empezar.

Pero eso, que es así para la mayoría de madres y padres, es un supuesto que no aplica a todo el mundo. Por un momento cierra los ojos e imagina que ese bebé mofletudo al que has cuidado y querido desde que nació, de repente no es reconocido como tuyo. Que de pronto tu cuenta de gastos se ve desbordada por costas judiciales, lo que menos imaginaste al empezar, simplemente para poder demostrar tu maternidad. Ese es el caso de Maribel Blanco.

Imagen de la acción iniciada por Maribel Blanco. Change.org

Imagen de la acción iniciada por Maribel Blanco. Change.org

Maribel es una mujer lesbiana de Talavera de la Reina. Llevaba nueve años de relación con su expareja cuando decidieron de mutuo acuerdo tener un hijo por inseminación, que nació en 2003. Cuando se separaron, tres años más tarde, ya existía la ley de matrimonio igualitario, pero la madre biológica le negó la filiación del niño.

Su vida desde entonces ha estado encadenada a un juzgado. Tuvo que desatender su trabajo -al que no puede dedicar más de dos días en semana- para librar una interminable batalla legal. El juzgado de Talavera de la Reina le concedió plenos derechos, pero ante un recurso de la madre biológica la Audiencia Provincial se los revocó, dándole tan solo un régimen de visitas como allegada. Ella, que se quedó en casa los primeros nueve meses de vida del niño para cuidarlo y que era la madre que más tiempo le dedicaba en el día a día, se vio fuera de la foto cuando la Audiencia decidió que no era la madre de su hijo por no haber matrimonio mediante.

A ningún juzgado le importó que la madre biológica emprendiera una cruzada para alejar al niño de ella, mudándose siete veces en siete años (alguna de ellas en mitad del curso escolar, cambiando a su hijo de centro). Ni que entrara en la cárcel para cumplir condena por apropiación indebida en la asesoría en la que trabajaba, y el menor quedara de hecho (que no de derecho) en manos de una hermana a la que ningún servicio social había evaluado previamente.

Ocho meses estuvo entonces Maribel sin ver a su niño. Sin saber ni siquiera en qué condiciones vivía. Y mientras tanto, no cesó su rosario de denuncias, hasta dos y tres cada semana, por incumplimiento del régimen de visitas. Era el único medio que tenía para hacer algo. Aunque supusiera dedicar cada euro que tenía a la causa, y desgastarse emocional y económicamente hasta el límite.

Finalmente el mes pasado el Tribunal Supremo revoca la sentencia de la Audiencia Provincial, pronunciándose así sobre el vacío legal de las niñas y niños nacidos antes de la ley de matrimonio igualitario en España. Y lo hace aplicando el artículo 131 del Código Civil, que permite reclamar la filiación ‘por posesión de estado‘, o lo que es lo mismo, por haber ejercido la maternidad por un tiempo de forma constante.

Pero esa victoria se ve amenazada por el recurso que ha presentado este mes la madre biológica, en el que argumenta que la filiación es algo exclusivo de las parejas heterosexuales, y que tener dos madres es una forma de discriminación para su hijo. Si este recurso prospera, no es solo la maternidad de Maribel la que se ve amenazada, sino la de todos los padres y madres no biológicos y, finalmente, la de todo el colectivo LGBTI. Y esta batalla tan importante para las miles de familias diversas que vivimos en España, la está lidiando una mujer sola, arruinada económicamente, que sólo cuenta con la fuerza inquebrantable del amor que la une a su hijo.

Su pequeño, de diez años, es un hombrecito maduro y templado, que cuando su madre biológica se lo llevaba de su lado le decía a Maribel que no llorara, que él siempre la esperaría, que iban a conseguir que un día no volvieran a separarlos.

Da miedo lo que esta mujer lleva vivido a cuenta de una injusticia homófoba que exige a las parejas lesbianas casarse, cuando en las heterosexuales basta con que el hombre reconozca verbamente como propia a la criatura al inscribirla. Por eso, consciente de que aquí se están dirimiendo el futuro y los derechos de muchas familias, Maribel Blanco ha puesto en marcha una recogida de firmas en una carta dirigida al Ministro de Justicia en Change.org que ya lleva recogidas cerca de 40.000. Ha hablado en muchos medios, entre ellos en el programa de Julia Otero el pasado día 23. Y ha montado una plataforma (Hij@s de hecho, hij@s con derecho) que en año y medio ha dado información y apoyo a más de 300 personas que están en una situación parecida a la suya.

Maribel necesita recaudar fondos para hacer frente a la próxima batalla que se le plantea en los juzgados. 14.000 euros que servirán para defender esta causa y para crear un fondo que ayude también a otras familias. No nos quedemos de brazos cruzados en el sillón de casa ante esta injusticia: en Facebook y en el blog de Maribel es posible colaborar con ellos. Con aportaciones pequeñas, no importa: pero euro a euro podremos hacerlo

Lo último que me dijo Maribel en nuestra larga conversación entre madres es lo feliz que le hacía, a pesar de todo este despropósito, ver a su hijo convertirse en un chico cada día más cariñoso y solidario. A pesar de haber vivido situaciones límite, sin tener muchas veces a qué aferrarse en un entorno tambaleante y desgraciado, el pequeño sólo quiere mirar hacia delante y construir un mundo seguro y estable. Si las leyes le dejan. Está en nuestras manos.

 

Mayte Mederos, Coordinadora del Área de Familias Diversas de Algarabía, la asociación LGBTI de Tenerife, es madre de familia numerosa y autora del blog Avatares de una amazona.

100 kilómetros con un pañuelo blanco en la cabeza

Por Sandra Cava Sandra Cava

El pasado fin de semana tuve la suerte de participar activamente en la organización de la 4º edición del Oxfam Intermón Trailwalker, una marcha solidaria de 100km para acabar con la pobreza que inspiró hace unos días una entrada de mi compañera Yasmina Bona. El sábado a las 10:00h Olot daba el pistoletazo de salida entre ánimos, fuerza y mucha emoción a 340 equipos, un total de 1356 corredores, 389 mujeres, una proporción muy alta para una carrera de este tipo.

Ha sido un fin de semana difícil de olvidar. Junto con un enorme equipo de personas (voluntarios, participantes, amigas y compañeros…) hemos compartido tiempo, experiencias, emoción y sufrimiento. Y especialmente el momento en el que he tenido oportunidad de conocer una historia que quiero compartir, una historia que pueden contar cada año 1.380.000 mujeres en el mundo.

Miembros del equipo Aloges en un momento de la carrera: Mireia Triquell, Carme Colomo, Ester Mendoza, Xerta Puig, Arita Diaz, Nuria Siso. Imagen cedida por Carme Colomo.

Miembros del equipo Aloges en un momento de la carrera: Mireia Triquell, Carme Colomo, Ester Mendoza, Xerta Puig, Arita Diaz, Nuria Siso. Imagen cedida por Carme Colomo.

Aloges es un equipo de mujeres, amigas, madres, que repetía experiencia después de participar en el Trailwalker el año pasado. Las Aloges son seres femeninos de la mitología catalana, son creadoras de vida, una representación de las fuerzas femeninas de la naturaleza (¡y no se me ocurre mejor nombre para un equipo tan especial!).

Carme Colomo forma parte de este equipo, tiene 34 años y una sonrisa sincera permanente. Es de Tona, una localidad de la comarca de Osona. Este año ha entrenado duro junto a sus compañeras para los 100 km, han colocado huchas en las tiendas de su pueblo, ha vendido lotería, y juntas han realizado diferentes actividades recaudar más de 2000 euros. Pero este año no ha podido correr. Vio desde el equipo de apoyo como sus compañeras cruzaban la línea de llegada en St. Feliu de Guíxols, 25 horas después de la salida.

Todo eso con un pañuelo blanco en la cabeza. Un pañuelo hecho a mano por una de sus compañeras. Ese pañuelo es el que Carme llevaba cuando compartía conmigo su historia, es un pañuelo que todas las componentes del equipo llevaban como forma de apoyo, de fuerza para ella, de compañía y solidaridad. Un pañuelo, uno de tantos que lleva desde que el día 26 de enero le detectaron un tumor maligno en el pecho y el pelo se le comenzó a caer por el tratamiento de quimioterapia. Desde ese día su vida ha sido una montaña rusa de emociones, de operaciones y de lucha.

Lo comparto así, al final, porque es como ella lo comparte. No lo oculta, pero lo naturaliza adaptando su enfermedad a la realidad que le rodea; como cuando tiene que explicarle a su niño de 6 años que lleva el pañuelo para protegerse del sol o no coger frío ahora que no tiene pelo. Correr o no el Trailwalker es sólo un ejemplo, uno de sus muchos retos personales. Carme sigue entrenando 20km si se encuentra bien, ahora puede hacer ‘una montañita’ como ella dice, sabiendo que este año no ha podido correr, pero lo hará el año que viene.

Sólo me queda darle las gracias a Carme, al valiente equipo Aloges, y a las 2040 personas (entre corredores y equipo de apoyo) que participaron en el Oxfam Intermón Trailwalker.  Juntos hemos colaborado para contribuir a que millones de personas tengan una vida más digna. Pero también hemos puesto en el empeño nuestra vida, nuestra alegría, y, como Carmen, un inmenso sentido del esfuerzo y la superación.

Sandra Cava Ortiz forma parte del equipo de comunicación de Oxfam Intermón

 

Derechos de quita y pon

Por Sandra Johansson sjohansson

Nunca había imaginado que los derechos de las mujeres pudiesen conquistarse con puntos y comas; pero los derechos también avanzan o retroceden con lápiz y borrador. Una sola palabra puede marcar la diferencia, por eso justo antes de la ansiada semana de vacaciones, feministas de todo el mundo nos dedicamos en Nueva York, en la 47ª Comisión de Población y Desarrollo, a marcar esa diferencia en una de las reuniones de mayor importancia para garantizar uno de los derechos humanos más fundamentales: los derechos sexuales y reproductivos.

Reunión de la 47ª Comisión de Población y Desarrollo de Naciones Unidas, en abril de 2014. Imagen: UNFPA.

Reunión de la 47ª Comisión de Población y Desarrollo de Naciones Unidas, en abril de 2014. Imagen: UNFPA.

El documento final de esta conferencia no sólo son palabras; para bien o para mal es una declaración de intenciones, que marcará  el rumbo a seguir durante las próximas décadas para garantizar estos derechos tan íntimos y tan controvertidos a la vez. Pero las palabras importan. Importan a los estados, porque les comprometen. E importan para millones de personas, porque son la diferencia entre tener o no derecho a decidir sobre las cuestiones más fundamentales de su existencia: ¿Quiero tener hijos? ¿Ahora? ¿Cuántos? ¿Quiero casarme? ¿Quiero tener relaciones sexuales? ¿Con quién?… 

Cartel de la campaña '20 formas en las que ha cambiado el mundo en los últimos 20 años'. Su texto dice: El uso de anticonceptivos ha crecido. Pero todavía hay una enorme necesidad sin cubrir. Unos 222 millones de mujeres no tienen acceso a métodos modernos de contracepción.' Imagen: UNDPA.

Cartel de la campaña ’20 formas en las que ha cambiado el mundo en los últimos 20 años’. Su texto dice: El uso de anticonceptivos ha crecido. Pero todavía hay una enorme necesidad sin cubrir. Unos 222 millones de mujeres no tienen acceso a métodos modernos de contracepción.’ Imagen: UNDPA.

El mejor ejemplo es la palabra aborto. Los estados combinan este sustantivo con adjetivos como ‘legal’ y ‘seguro’, lejos de la realidad, pero de acuerdo con sus convicciones. Para los que ganaron la batalla esta vez, se trata de ‘abortos seguros únicamente donde son legales’. Una combinación de palabras que tiene como consecuencia que 47.000 mujeres mueran al año debido a abortos inseguros. Las mujeres abortan digan lo que digan las leyes. La diferencia está en si lo pueden hacer en condiciones seguras o no. Algo que con unas palabras bien combinadas, se puede hacer realidad. ‘Abortos seguros’ a secas. Para todas. Vivan donde vivan. Para ellas  no es un juego de palabras, es cuestión de vida y muerte.

Por otra parte, la inclusión de la palabra soberanía también borra de un plumazo derechos conquistados a lo largo de décadas. No estamos hablando de soberanía sobre nuestros cuerpos, como los territorios independientes que son. Hablamos de la soberanía a la que se acogen los estados para no respetar los derechos de las mujeres. Un cheque en blanco para tener el ‘derecho soberano’ de implementar, o no, los compromisos acordados a nivel internacional, según sus valores religiosos, éticos y culturales. Esto significa mantener leyes que violan derechos básicos, como el derecho a ser niñas, y no esposas.

En este sentido no deja ser curioso cómo los países forman alianzas que en otros contextos serían  imposibles, como es el caso del grupo árabe y la Santa Sede. Su delegado decía no entender por qué la gente necesita tantos derechos sexuales y reproductivos, él tampoco los puede ejercer y no hay ningún problema. Controversias aparte, no deja de ser irónico ya que precisamente el haber elegido libremente vivir en celibato y no casarse, implica que de facto está ejerciendo sus derechos sexuales y reproductivos. Si fuera una niña de 10 años en muchos países del mundo, es muy poco probable que hubiera podido hacer esa elección.  Ya le hubieran concertado un matrimonio.

A pesar del fuerte vínculo con el desarrollo, palabras como derechos sexuales y reproductivos son verdaderos tabúes, pero son claves para acabar con las desigualdades sociales y económicas en todo el mundo. El desarrollo sostenible solo es posible si estos derechos se cumplen.

Sandra Johansson, activista por los derechos de las mujeres, trabaja en Alianza por la Solidaridad

Mujeres deportistas: la otra carrera

Por Yasmina Bona  Ybona

Los veranos en los que se celebran los Juegos Olímpicos para mí siempre son especiales. Me gusta ir siguiendo las diferentes pruebas, ver cómo los y las deportistas se superan a sí mismos ante la mirada estupefacta de millones de personas en todo el mundo. De todos los deportes, tengo una particular predilección por el atletismo en su modalidad femenina.

Cuando veo a las atletas competir, no siento más que admiración. Cuando las veo correr sobre la pista, siguiendo la ruta marcada, con su principio y su final bien definido, pienso en cuál debe haber sido su otro camino, el que han tenido que recorrer previamente para llegar aquí donde están ahora, a lo más alto. Quizás haya sido más tortuoso, o quizás no. Y también pienso en aquellas que se habrán quedado a mitad de camino, que lo habrán dado todo por estar allí y que sin embargo, no aparecen en nuestras pantallas.

Pie de foto: La atleta Lornah Kiplagat en los FBK Games de Holanda en 2007. Imagen de Wikipedia.

Pie de foto: La atleta Lornah Kiplagat en los FBK Games de Holanda en 2007. Imagen de Wikipedia.

Hace unos meses, tras un viaje a Etiopía, Elena Rodríguez, responsable de eventos deportivos solidarios en Oxfam Intermón, contaba en este blog la historia de Banchiayhu, atleta etíope que se entrena duro para competir al más alto nivel y llegar algún día a alcanzar el sueño olímpico. De este país salen grandes atletas que compiten por los primeros puestos a nivel mundial, pero no todos tienen las mismas oportunidades. En Etiopía más de un tercio de la población sufre hambre y las mujeres están sometidas a restricciones tanto económicas como culturales, sobre todo en las comunidades rurales, donde las poblaciones están expuestas a una mayor vulnerabilidad. Precisamente en el campo se crío Banchiayhu, quien ahora se siente privilegiada por tener un trabajo y poder entrenar. El éxito cada vez mayor de las mujeres etíopes en el atletismo contribuye a mejorar su reconocimiento entre los hombres y cambiar el panorama social de Etiopía. Banchiayhu sabe que con su esfuerzo y dedicación no solo se superará a sí misma, sino que con su ejemplo puede mejorar la vida de sus compatriotas en su país.

En los países empobrecidos las mujeres se encuentran con muchas barreras que dificultan su participación en el deporte. Según el investigador Jon Mikel Zabala algunas de estas dificultades son ‘la persistencia de roles de género estrictamente forzados, las restricciones legales a la libre movilidad, la falta de apoyo familiar, una cultura tradicional, y la dificultad o imposibilidad de practicar deporte al aire libre por el riesgo que ello puede conllevar para su integridad física’. La atleta keniata Lornah Kiplagat sufrió algunas de estas dificultades cuando empezó a correr en su país. No estaba bien visto que las mujeres se dedicaran al atletismo, pero aún así Lornah ha conseguido cosechar medallas por todo el mundo. Consciente de la desigualdad de género que se vive en su país, Lornah utilizó el dinero conseguido tras ganar la maratón de Los Ángeles en 1997 para construir un centro de entrenamiento para las jóvenes deportistas de Kenya. Ahora, el centro de Lornah es el punto de encuentro de miles de deportistas de todo el mundo que acuden allí para entrenarse junto con la población keniata.

El otro día, una compañera me descubría el caso de Samia Yusuf Omar, atleta que en 2008, con 17 años, representó a Somalia en los 200 metros lisos de los Juegos Olímpicos de Pekín y quedó última. En Somalia, Samia había sufrido amenazas de muerte para que dejara el deporte. Al volver a su país no la dejaron entrenar más y cuatro años más tarde fallecía en una patera camino a Italia tratando de seguir su carrera deportiva y hallar un futuro mejor, lejos de un país marcado por una guerra y sumido en la pobreza.

Samia, Lornah y Banchiayhu son símbolos de superación. Corren en otra carrera paralela: la de la lucha por la igualdad de oportunidades, por cambiar las condiciones de vida de la población de su país. Y aunque en este caso no hay medallas, con su admirable esfuerzo contribuyen a construir una sociedad más justa. Desde aquí, aunque la impotencia a menudo se manifieste cuando oímos hablar de la realidad que se vive en los países en vías de desarrollo, muchas organizaciones también nos sumamos a esta carrera y trabajamos para que historias como las de estas tres mujeres crucen fronteras y contribuyan a generar cambios positivos en la sociedad.

Samia Yusuf, y por los valores de superación y lucha que representa, es quien inspira la participación de uno de los equipos inscritos en la 4ª edición del Oxfam Intermón Trailwalker que se celebra en Girona el próximo 26 y 27 de abril y que también contará con una edición en Madrid el 5 y 6 de julio. En esta marcha solidaria, 356 equipos recorrerán 100km para cambiar la vida de millones de personas que pasan hambre y no viven en condiciones dignas.  

El año pasado asistí a la salida del Oxfam Intermón Trailwalker y pude ver la emoción con la que cerca de 2.000 personas afrontaban el reto de caminar los 100 km. Una emoción que,  mediante los donativos que logran los participantes, se traduce en más recursos para que personas que viven en países empobrecidos puedan seguir adelante con sus vidas.

Esta es también nuestra carrera, la de todas y todos.

Yasmina Bona es periodista y trabaja en Oxfam Intermón.

En busca de la autoestima perdida

Por Maribel Maseda Maribel Maseda 2

Pensando ayer en una persona que lee @masdelamitad, decido aparcar mi coche para telefonearla:

-Hola, Luisa… Cuando tenías la autoestima tan baja, ¿qué hubiera pasado si alguien te dice que ‘eres’ especial?

-Que no me lo hubiera creído

-¿Qué pasó cuando te dije: ‘tienes’ algo especial?

-(Se ríe ilusionada) Eso sí me podia permitir creerlo y te hice una propuesta: ‘¿Cuando empezamos?’

El restablecimiento de la autoestima de cada persona es un proceso dinámico en el cual las pautas se modifican y ajustan de acuerdo a los escalones que se van ascendiendo, desde un sótano- al que por uno u otro motivo ha llegado-, hasta alguna planta por encima del mismo. Ese salto es el que marcará el comienzo de la recuperación.

Tan solo un escalón por encima, la perspectiva de la vida es ya diferente a la que se veía a través de  la pequeña rendija por la que observaba el mundo de los demás, y que hacía siempre perdedor al mundo propio. En ese sótano interior la aspiración se limita a hacer confortable el aislamiento, sobrevivir a él. Subir el primer escalón es encontrar el valor de tener un objetivo correcto: ‘congeniar con la vida’.

Es un regreso al hogar íntimo y privado en el que cuidar de uno mismo y de todo lo que se aloja allí. Es probable que se tenga que ir descubriendo poco a poco ya que cada persona posee el suyo y es exclusivo y diferente del de los demás. Esta diferencia no hace peor ni  resta reconocimiento, respeto, amor, credibilidad.  Un error de base suele ser  intentar reconocerse a través de la imagen que reflejan los otros, real o no, porque cuando no se es capaz de apostar por uno mismo, la diferencia con quienes le rodean se convertirá en agravio comparativo y nunca en aportación sumatoria. Recordar en ese momento el potencial inherente a todas y cada una de las personas para ser y hacer algo bien, bueno, diferente aportará arrojo para al menos tratar de hacerse visible.

" Y si la vida solo está esperando a que yo quiera ser lo que soy?" Imagen: B. de la Banda

«¿Y si la vida solo está esperando a que yo quiera ser lo que soy?» Imagen: B. de la Banda

Así es cada ser humano, especial, y así va aprendiendo, enriqueciéndose, reconociendo los aciertos y los que no lo son tanto. Equivocarse no devuelve a la invisibilidad del sótano, sino que procura una nueva oportunidad para conseguir lo que se desea por vías distintas. No le arrebata su turno para hacerlo. La equivocación es un baremo valioso para concretar y definir bien el objetivo en base a sus capacidades para realizarlo. Ceder espacio a la frustración es mantener un  vacío carente de eficacia que hará imposible salir de ella.

Con el primer  escalón, el objetivo debe estar muy claro y no  perderlo de vista: recuperarse a sí misma, a sí mismo, y descubrir  o recordar las capacidades y cualidades que posee, la valía que tiene siendo quien es. Si precisa de modelos que inspiren su proceso de crecimiento, deben ser compatibles y asumibles y no ser quien no se tiene  posibilidad de ser por no encajar en las diferencias específicas que cada plantilla posee. Tener autoestima no significa perder la identidad y pasar a engrosar  las filas estandarizadas y estereotipadas de quienes parece que sí la tienen. Conservar su propia idiosincrasia aporta elementos vitales para un mismo y para el grupo social, familiar, profesional, etc. al que se pertenezca. Dentro de él, se van matizando, adaptando e incorporando nuevas herramientas y actitudes necesarias para la justa convivencia, pero sin necesidad de autodestruirse para conservarla.

Hay que descubrir cuál es la plantilla propia y exclusiva para, a partir de ahí, sacarle todo el partido posible. Es importante identificar el puesto que se ha estado ocupando durante el tiempo que se ha perdido la propia identidad y renunciar a él. No se puede recuperar la plantilla original mientras se está ocupando otra que no le pertenece por miedos, desconocimiento o imposiciones.

Tener una correcta autoestima es asomarse al interior de uno mismo sin miedo a descubrirse y sin temor a valorarse o a corregirse. Desde su escalón cada vez más conocedor de la realidad sabe que quien menosprecia no posee la razón, sino el problema, que intenta ocultar creando uno igual en el otro. ‘Ser’ con la seguridad de poseer el liderazgo propio permite agradecer y pedir perdón desde la humildad sin el temor a caer en la subordinación moral. Una vez en ese escalón, lo demás fluirá de manera diferente a como lo sentía desde su sótano; por eso no siempre las prioridades que veía allí coincidirán con las que descubra una vez se instale en el escalón de  su propia aceptación.

El proceso de reencuentro con la autoestima es un camino enriquecedor y plagado de descubrimientos.

Hoy puede ser un día estupendo para ponerse en marcha.

 

Maribel Maseda es Diplomada Universitaria en Enfermería, especialista en psiquiatría y experta en técnicas de autoconocimiento. Autora de obras como HáblameEl tablero iniciático, y La zona segura.

¿Y si hubiera nacido en Marruecos?

Por Alejandra Machín Ale Machín

No hubiera podido estudiar más allá de la educación primaria, porque en los douar (los pueblos que se asientan alrededor de las plantaciones en el campo marroquí) no hay institutos. Al llegar a los 18 años habría tenido que tomar la decisión de ponerme a trabajar de manera intensiva en el campo para poder ser independiente económicamente. Con suerte, habría tenido la oportunidad de trabajar recogiendo fresas en los campos de cultivo que abastecen a las grandes distribuidoras de alimentos europeas.

 

Caravana de formación en derechos laborales en Marruecos. Imagen de Chus García-Fraile.

Caravana de formación en derechos laborales en Marruecos. Imagen de Chus García-Fraile.

Si fuera así probablemente no tendría un contrato. Ni siquiera podría estar segura de que la empresa paga por mí la seguridad social. Si me pusiera mala o si tuviera un accidente de trabajo probablemente no tendría derecho a reclamar ni baja ni indemnización. Trabajaría alrededor de 12 horas al día por algo menos de 5 euros la jornada en unas condiciones muy duras. Me dolería la espalda de pasarme toda la jornada agachada con una caja en la espalda cuando trabajara recolectando en el campo, y pasaría frío y trabajaría toda la noche si estuviera en las plantas de envasado.

Lo peor es que me sentiría indefensa, rabiosa, porque no sabría muy bien defender mis derechos como trabajadora y porque sola no tendría la fuerza para enfrentarme a mis empleadores y exigirles lo que por ley me corresponde.

El futuro sería muy negro.

Espero que un día, al salir del trabajo, me hubiera encontrado con la caravana de Oxfam Intermón en mi douar. Allí, otras compañeras trabajadoras de la fresa, me habrían animado a poner en regla mis papeles de la seguridad social, me hubieran indicado correctamente como hacerlo. Con ellas, habría tenido la oportunidad e integrarme en la Asociación Al-Karama (dignidad en árabe) y de poder seguir aprendiendo y exigiendo mis derechos laborales con otras compañeras. Incluso, junto con ellas, podría haber comenzado a emprender proyectos económicos más satisfactorios y menos penosos. Me sentiría más fuerte, más valiente y más acompañada.  Mi suerte habría cambiado.

Reunión en la Asociación Al-Karama. Imagen de Isabel Cebrián.

Reunión en la Asociación Al-Karama. Imagen de Isabel Cebrián.

Todo esto sería posible solo si España siguiera financiando el programa de Justicia de Género que se lleva a cabo en Marruecos.

El pasado mes de diciembre tuve la oportunidad de ir a conocer a un grupo de mujeres que trabajan en el cultivo de la fresa en Marruecos. Fui como parte del proyecto de Más y Mejor Ayuda que Oxfam Intermón está realizando para poner en valor la importancia de la cooperación española como política pública y como herramienta para crear un mundo más justo para todas.

Y es que la ayuda oficial al desarrollo (una de las principales herramientas de la cooperación internacional para luchar contra la pobreza y la desigualdad en el mundo) es muy importante en Marruecos. A pesar de la idea de país desarrollado y de buenos datos macroeconómicos que podamos tener de Marruecos, la frontera entre Marruecos y España es una de las más desiguales del mundo. En España somos 9,7 veces más ricos que nuestros vecinos marroquíes. Y esta diferencia se nota sobre todo en el ámbito rural y en las mujeres trabajadoras.

¿Es o no es importante la cooperación internacional?

 

Alejandra Machín es investigadora especializada en estudiar las causas de la desigualdad y la pobreza. Actualmente trabaja en el proyecto Más y Mejor Ayuda, cuyo objetivo es defender la cooperación internacional como una política pública muy importante de solidaridad internacional.

Deconstruir la violencia

Por Flor de Torres Flor de Torres + nueva

Los menores expuestos a la violencia de género la sufren también en primera persona, y acaban desarrollando patologías. El menor que no las ha desarrollado, generalmente se debe no a una falta de exposición a la violencia sino al desarrollo de su resilencia o capacidad de aceptación, de resistencia de restitución, de recuperación, que le permite acceder a una vida sin violencia.

Parte del control se ejerce a través del control y la manipulación de los hijos en común. Imagen de Ana Sara Lafuente.

Parte del control en los casos de violencia de género se ejerce a través del control y la manipulación de los hijos en común. Imagen de Ana Sara Lafuente.

La psicología  y las ciencias forenses nos demuestran en el día a día judicial, a través de sus pericias que el menor al formar parte de de la familia está expuesto a la violencia de género por agresión a la madre no puede estar ajeno a ella. Es prácticamente imposible que no les afecte, pues precisamente forman parte del sistema familiar en el que se hallan integrados.

Se ha demostrado científicamente que:

Psíquicamente desarrollarán agresividades, problemas de inhibición, falta de empatía y autocontrol, baja autoestima y egocentrismo cognitivo y social.

Físicamente el menor expuesto a la violencia de género va a proyectar patologías físicas desde su percepción en el desarrollo fetal. Se le manifestaran retrasos en el crecimiento, transtornos de la conducta alimentaria (bulimia, anorexia), problemas de sueño y de habilidades motoras, Enfermedades y síntomas psicosomáticos (alergias, hiperreactividad bronquial, problemas dermatológicos como atopia y eczemas, migraña, dolor abdominal recurrente, enuresis nocturna…), incremento de enfermedades infecciosas, según un estudio de la prestigiosa pediatra Dolores Aguilar Redorta.

Todos estos extremos se confirman día a día en la experiencia judicial. Son los menores hijos del maltratador, las otras víctimas directas de violencia de género dirigira a su madre. Su destino y fin único es  prolongar la violencia cuando ya  no se puede ejercer directamente sobre ella, o para multiplicar las trágicas  consecuencias de sus efectos.

Y las menores y los menores son mucho más victimas, si aun cabe en esa palabra, pues hasta ahora  han sido invisibles. Por eso es muy importante hablar de ellos y ellas, porque así estarán siempre presentes. Y es que lo que no se nombra, no existe y su extrema situación necesita que sea visible. Me gusta usar el término ‘maltrato infantil de género’ para definirlo, y para que  esas patologías que científicamente acaban desarrollando sean conocidas y evaluadas.

No en vano la Academia Americana de Pediatría (AAP) reconoce que “ser testigo de violencia de género puede ser tan traumático para el niño como ser víctima de abusos físicos o sexuales”. 

Si a ello unimos que la transmisión intergeneracional de la violencia de género, que pasa de padres a hijos, la exposición del niño redundará en conductas imitativas al padre, y la exposición  de la niña derivará en una situación de victima futura de violencia de género, situándose en el mismo papel que su madre. No existe ni una duda que los hijos que sufren la violencia de género son víctimas directas de ella.

Hay que deconstruir esta violencia que pasa de padres a hijos eliminando su  germen. Es necesario que se rompan en mil pedazos los roles de chicos y chicas basados en patrones patriarcales. Solo así avanzaremos hacia relaciones de pareja más igualitarias en    nuestros menores.

Pensemos en  que los  menores no serán víctimas directas de la violencia de género en un futuro si se ha ganado definitivamente la igualdad frente al presente  orden patriarcal que aun convive y que deriva en ella cuando se impone como rol aprendido y transmitido como el único posible.

Apostemos por la educación en valores de igualdad. Esta apuesta sí que es segura pues ganará definitivamente la batalla contra la violencia de género.  Vamos a ello con nuestros hijos e hijas. Sin espera. Es  la herencia que tenemos que dejarles: un mundo en igualdad y sin violencia de género.

 

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminacion sexual.

Jaula de oro

Por Belén de la Banda @bdelabanda

Una adolescente entra en un baño colectivo, en algún lugar de Guatemala. Ante el espejo, con sus propias tijeras, se corta el pelo mechón a mechón. Después, se quita la camiseta y se envuelve el pecho con una venda, bien apretado. Se pone una gorra, se coloca la mochila, y abre la puerta. Quien sale de ese lugar podría ser perfectamente un chico. Querría serlo. Todavía no sabemos por qué.

Es una de las primeras escenas de La jaula de oro, una magnífica e impresionante película de Diego Quemada-Díez. Cuenta el viaje de tres jóvenes, una pareja de guatemaltecos y un joven indígena chiapaneco, hacia Eldorado de América del Norte. Una ruta alrededor de la vía del tren, cuando no directamente sobre ella.

Cartel de la película 'La jaula de oro',  de Diego Quemada-Díez

Cartel de la película ‘La jaula de oro’, de Diego Quemada-Díez

No quisiera hacer un spoiler, pero difícilmente una película como ésta puede tener un final feliz. Lo que sí se ve claramente a medida que se desarrolla la historia es por qué Sara trata de pasar por un hombre en esta travesía. Además de los riesgos que sufren todos los migrantes, las mujeres pueden ser, y son, víctimas de violencia, y de trata de personas, con mucha más frecuencia. El peligro para ellas se multiplica en el camino.

‘La jaula de oro’ es una de esas películas que merece la pena ver, ahora o cuando se pueda. Porque igual que en uno de sus cortometrajes más premiados, I want to be a pilot, Diego Quemada-Díez pone el centro en los valores, los sueños y las capacidades de las personas que se enfrentan a la ruta. En su deseo, que es su derecho, a tener una vida digna. Que es el mismo deseo, el mismo derecho, que todos tenemos.

 

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

La tapada de la democracia española

Por Mariana Vidal Mariana Vidal

Mañana será de nuevo Sábado Santo. No puedo evitar recordar el Sábado Santo más importante en la historia reciente de España. Ya sé que las fechas no coinciden exactamente, pero al acercarse la fecha se siente más la gran ausencia. Casi nadie habla de Carmen Díez de Rivera. Ni siquiera con motivo del fallecimiento de Adolfo Suárez se ha mencionado su gran contribución a la democracia más allá de un artículo de la periodista Ana Romero, a la que la política permitió ver sus cuadernos y concedió largas entrevistas en sus últimos meses de vida. El artículo estaba en la sección ‘la otra crónica’ de su periódico, una ‘zona rosa’ muy alejada de la política. Tampoco le hizo gran favor Manuel Vicent en ‘El azar de la mujer rubia’, situándola en las nieblas de la relación personal y el olvido político. Pero se trata de un personaje histórico y político de primer orden que debe ser reconocido como tal.

Portada del libro Carmen, Suárez y el Rey: El triángulo de la transición, de Ana Romero (Ed. Planeta)

Portada del libro Carmen, Suárez y el Rey: El triángulo de la transición, de Ana Romero (Ed. Planeta)

El sábado santo de 1977 fue 9 de abril. Ha pasado a la historia como ‘sábado santo rojo’ por la legalización del Partido Comunista de España (PCE) tras los años de la dictadura. Legalizar el PCE, junto con los partidos de izquierda en general pero con un carácter mucho más emblemático, fue probablemente la decisión más valiente de Adolfo Suárez. Esa legalización fue la clave para que las elecciones generales de 1977, que luego fueron Constituyentes, fueran percibidas por el pueblo español como una oportunidad real para el pluralismo. Fue la decisión que legitimó con hechos la transición y la democracia española, aunque muchas personas ahora no lo recuerden.

Porque la realidad es que muchas personas no quieren o no pueden recordar. Carmen Díez de Rivera estaba en la sala de máquinas de la Transición, como jefa de gabinete de Suárez. Varios de los gestos valientes de Carmen han quedado olvidados, quizá conscientemente o deseadamente olvidados, para dar protagonismo a otros actores.

Fue muy sonado un encuentro público de Carmen Díez de Rivera con Santiago Carrillo cuando éste aún estaba en la clandestinidad. Ambos pretendían mostrar que era normal y deseable para la democracia que la presencia de su partido, que encarnaba en el imaginario popular la oposición al franquismo. Sin su participación, para Carmen, las elecciones se verían como un ‘cambiar todo para que nada cambie’, dado el lastre de legitimidad con que llegaban tanto Suárez como el Rey, herederos del régimen franquista. En Presidencia, a Carmen le costó un gran disgusto el saludo a Carrillo, que Suárez consideró inconveniente e inoportuno. Y Carmen recibió numerosos anónimos, amenazas de muerte, insultos de la poderosa ultraderecha.

 

En enero de 1977, cuando un comando ultraderechista asesinó a 5 personas en un despacho de abogados laboralistas en Atocha, ni Suárez ni el Rey se preocuparon de dar condolencias a su familia. En medio del caos, ni siquiera querían autorizar el entierro que el Colegio de Abogados se ofrecía a organizar. Carmen Díez de Rivera tuvo una actuación destacada para permitir que las víctimas tuvieran su despedida y homenaje. La organización impecable de la seguridad a cargo del Partido Comunista fue otro de los gestos históricos de dignidad que permitió abrir un nuevo frente de confianza.

Imagen del encuentro entre Díez de Rivera y Carrillo, al día siguiente en el periódico Diario 16.

Imagen del encuentro entre Díez de Rivera y Carrillo, al día siguiente en el periódico Diario 16.

Probablemente fueron gestos de dignidad como éstos los que no le dejaron otra salida a Suárez que dejarse llevar por uno de sus arranques de valentía por los que ha pasado a la historia. Acostumbrado a la negociación oculta y sin focos, Suárez estaba dispuesto a dejar para después de las primeras elecciones la legalización del PCE, para no molestar a las fieras del régimen. Pero la historia no hubiera sido la misma, ni mucho menos.

Afortunadamente, el legado de Carmen puede salvarse todavía. En los dos libros de Ana Romero (‘Historia de Carmen‘, y su reciente versión ‘El triángulo de la transición’) se transcriben partes de sus diarios, con interesantísimos comentarios sobre los acontecimientos de la Transición. Merece la pena leerlos y releerlos, porque se ve claramente cómo el motor de determinadas decisiones no fue Suárez, ni el Rey. Fue la única de todos los que estaban allí que tenía alguna experiencia, por su trayectoria internacional, de lo que tenía que ser una democracia.

Y ya es hora, también, de que buenos historiadores comiencen a investigar y poner en valor la figura de Carmen Díez de Rivera y su contribución a la democracia en España.

 Mariana Vidal es comunicadora y experta en política latinoamericana.

El patio de Alba, sin rosa ni azul

Por Eva MoureFoto Eva Moure

Lo primero que vi cuando entré al patio de Alba fue una carretilla de color lila apoyada sobre un poste, una de esas carretillas de currante,  para trajinar trastos. Era el recuerdo de una reunión de mujeres en la que había participado. Pensé que era un buen símbolo para Alba: trabajadora, decidida, sensible y muy consciente de su condición de mujer campesina, con tantas ganas de crecer como la caña de azúcar de su pequeña plantación, a 60 km de la capital, Asunción.

 

Antes de viajar ir allí, lo que sabía sobre Paraguay se reducía a unos cuantos datos: población que habla guaraní, sin salida al mar, una dictadura tan larga como la española que duró hasta el 89 y, en los últimos años, uno de los países más sexys para la inversión extranjera, sobre todo para empresas que buscan tierra buena- bonita- barata donde plantar soja, maíz y otros productos para la exportación. Como trabajadora de Oxfam Intermón, también sabía que en el departamento de Arroyos y Esteros de Paraguay está Manduvirá, una cooperativa azucarera de comercio justo  que es un referente de organización ejemplar desde que hace 40 años plantó cara a la empresa local que esclavizaba a los trabajadores y apostó por el asociacionismo, el desarrollo ecológico y la producción en pequeñas fincas. Dicen de sí mismos que están haciendo una ‘revolución dulce’, asegurando que los socios reciben semanalmente la paga por su producción, dando servicio técnico, crédito,  asistencia sanitaria y educativa, además de fomentar la participación y la negociación colectiva. De las 1.700 personas que forman hoy la cooperativa, el 44% son mujeres. Y Alba es una de ellas. Por eso tenía ganas de conocerla, a ella y a otras socias de la cooperativa.

 

Alba Zaracho en un momento de descanso tomando mate con su madre. (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Alba Zaracho en un momento de descanso tomando mate con su madre. (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

 

Le pedimos a Alba, que tiene 35 años, no se ha casado, juega al voleibol y le gusta el fútbol, que nos cuente. Nos dice que está activamente implicada en la cooperativa. Cree en ella. Su padre vendió durante toda su vida la producción de caña a la empresa que ostentaba el monopolio local y pagaba arbitrariamente (cuando pagaba) a los trabajadores. Asociarse a Manduvirá el año 2006 fue un salto evolutivo. “Ahora tenemos más ingresos y con ese dinero podemos hacer muchas cosas más: invertir en la finca, comprar algunas cositas para la casa, estudiar, ir al oculista…”. A pesar de que la cooperativa fomenta la igualdad de género, nos cuenta que a los hombres no les gusta que las mujeres hagan trabajos en las fincas, “aunque las socias productoras se manejan muy bien”. Ella tiene una huerta para autoconsumo que trabaja ella misma y una pequeña finca con caña de azúcar para la que contrata jornaleros en época de la cosecha. Su clave para que hagan las cosas como ella quiere es “cómo les tratas”: con respeto pero firme, con las cosas claras. Exige, pero a cambio les paga un poco más. No hace bandera de ello, simplemente lo cuenta como su manera de trabajar en un entorno de hombres que al principio no la dejaban jugar con ellos a volei. Como en el patio de una escuela antigua, en rosa y azul.

Con Alba, como con tantas otras mujeres que empujan hacia adelante, me vuelve a la cabeza la habitación propia de Virginia Wolf. Decía que la libertad intelectual depende de lo material. Sin usar la palabra empoderamiento, Wolf señaló con el dedo que sin autonomía económica y sin espacio propio, la mujer no podía ser libre. El próximo reto de Alba es conseguir un trabajo en la fábrica que Manduvirá inaugura el 25 de abril, un hecho histórico: una cooperativa de pequeños productores que construye una fábrica para poder procesar su propia producción de azúcar. En un país que no ha levantado una fábrica desde hace más de 40 años. Bravo.

 

Eva Moure es periodista y trabaja en Oxfam Intermón