Con una gran ayuda de los amigos

Por Maribel Maseda Maribel Maseda 2

Voy a lanzar un bravo por esos amigos y amigas que se mantienen invariablemente en el lado de la coherencia cuando su amiga se ha visto arrastrada a la zona gris, al maltrato,  y aún no lo sabe.

Porque hablamos siempre de la situación terrible de la mujer maltratada- que lo es- pero no quiero olvidar a estas personas que quieren de verdad. Por querer bien  algunas veces son acusados injustamente, desplazados, desqueridos, enjuiciados. No es fácil para el amigo, para la amiga, ver cómo aquella mujer va siendo confundida, cómo se va convirtiendo en alguien que no reconoce, y a la que siente cada vez más lejos y menos accesible.

Red de amistad. Ilustración de Coco del Pino para La Zona Segura.

Red de amistad. Ilustración de Coco del Pino para La Zona Segura.

El amigo, la amiga, aparece bruscamente en una situación para la que no está preparado  y en la que tiene que elaborar estrategias para no dañar, para no perder a su amiga, para reaccionar de manera lógica, para lidiar con su propio temor y su propia tristeza.

La apropiada manera de ayudar no necesariamente será la que deje ver resultados. Al menos no de inmediato. Y esto le generará una gran impotencia. Dependerá de la etapa del proceso en el que esté. La mujer maltratada, en el primer estadio de su proceso, no quiere oír que deje a su amor, sino un consejo de cómo recuperarlo,  de cómo hacerle entender que ella lo único que quiere es darle lo mejor de sí misma. Incluso le defenderá por encima de la buena intención de la persona amiga. En esta fase, la propia víctima no está preparada para creer en su maltrato y  no querrá que le hablen de él.

El amigo debe mantenerse en el lado sano y no sucumbir al dolor y al temor de perder a su amiga. Aquí la ayuda proviene de actitudes que no debe tomar: no consolar desde dentro de su zona gris, no animar a seguir intentando una relación feliz, no confundir diciendo que no es tan grave o que él no quería decir o hacer lo que hizo o dijo. Culparle a él, quizás haga que ella se ponga a la defensiva contra el amigo/a. Intentar que recuerde lo que ella era, lo que hacía, cómo sentía y cómo deseaba ser feliz, ayudará a mantener ese lado sano y coherente tan fundamental porque lo irá olvidando progresivamente. El amigo en esta etapa, ‘solo‘ podrá, con esfuerzo, mantener el extremo de la cuerda situado al otro lado del abismo, para que ella no pierda del todo el contacto con la cordura.

En la siguiente etapa importante del proceso, la mujer maltratada comenzará a tener dudas sobre su relación,  su pareja y su propia objetividad. Aún no se verá capaz de tomar decisiones tajantes ni podrá discernir. Dejará ver situaciones que vive en su relación, contará algunas actitudes o comentarios de su pareja, con el fin de observar la reacción que causa  en su entorno. Precisará comprobar sus dudas a través del impacto que provoca entre sus amigos o conocidos o incluso en foros o chats. El amigo o la amiga aquí representa el lado sano con el que ella puede comparar.

En la etapa que llamo del despertar,  la mujer víctima toma conciencia de que su capacidad de ‘ser‘ ha sido sistemáticamente atacada y gravemente dañada. Es aquí cuando  la amiga que se ha mantenido más o menos cerca pero con el extremo de la cuerda firmemente sujeta, podrá tirar de ella y acercarla hacia la frontera entre las dos zonas y desde allí, ayudarla a ver y usar la red segura de ayuda, como la del 016.

 

Maribel Maseda es Diplomada Universitaria en Enfermería, especialista en psiquiatría y experta en técnicas de autoconocimiento. Autora de obras como Háblame, El tablero iniciático, y La zona segura.

4 comentarios

  1. Dice ser Marta

    En esta vida lo más importante después de la salud, es la familia y los amigos http://xurl.es/sz9zg

    13 marzo 2014 | 10:18

  2. Dice ser Antonio

    Me siento muy identificado con el texto, a pesar que mis amigos y familia me lo van dejando caer, no quieres verlo, crees que simplemente estas cambiando y que con esos cambios tu relacion va a mejor.

    La realidad es que vives con miedo, sin ser tu mismo, y a expensas de la otra persona.

    Siempre te dicen; Dejala, pero el miedo a lo que pueda hacer despues y la esperanza de todo cambiara….no es facil.

    Un saludo

    13 marzo 2014 | 12:51

  3. Dice ser curri

    no, los amigos primero. a la familia le importas una m.

    13 marzo 2014 | 13:58

  4. Dice ser "Sin palabras"

    «Hacía ya muchos años que en ese país habían desaparecido las palabras. Estaban secuestradas, presas en algún lugar oculto, controlado férreamente por los más poderosos. Nadie podía tener palabras, y mucho menos utilizarlas. Estaba prohibido hablar, o escribir. Solo un pequeño grupo de poderosos a los que denominaban “Los sabios” estaba autorizado a usarlas para nombrar las cosas según su conveniencia. Para los demás, poseer palabras y usarlas se había convertido en un delito castigado con la pena máxima.

    Las personas se comunicaban con gestos y ya nadie leía. Los únicos libros y revistas que se publicaban tenían espectaculares ilustraciones que abusaban de los colorines, pero estaban desprovistos del más mínimo atisbo de lenguaje escrito. Por la radio solo se emitía un hilo musical permanente, cuajado de monotonía, que convertía cualquier estancia en una vulgar sala de espera. La televisión vomitaba imágenes superpuestas, que salían de la pantalla como si se tratara de una gran cascada repleta de irrealidad.

    Al no utilizar el lenguaje, la memoria colectiva se estaba perdiendo y la mayoría de las personas se comportaba con una mansedumbre propia de las ovejas de corral. Las calles eran lugares ordenados, en donde las gentes se desplazaban en un silencio solo interrumpido por las bocinas de los coches o los gemidos turbios de los tubos de escape de las motocicletas.

    Ya nadie recordaba lo que había pasado.

    Nadie, excepto una mujer casi centenaria que había decidido desobedecer desde el principio y que se dedicó a recopilar y a conservar palabras. Para que no la descubrieran guardó todas las palabras que tenía almacenadas en su cerebro en una especie de armario gigante que construyó camuflado bajo la pared del salón de su casa. El armario estaba lleno de cajones ordenados alfabeticamente y en cada uno de ellos había depositado las palabras que se iniciaban por la letra que daba nombre al cajón. Así, en el cajón dedicado a la letra “A” estaban guardadas “alforja”, “alambre”, “almíbar”, “arbusto”, “araña”, “ameno”, “amor”, “amistad”, “alucinante”, “alevoso”, “aire”…, y miles de palabras más, todas las que ella había podido recordar. Lo mismo sucedía con el cajón dedicado a la “S” o con el de la “M” o con el de la “T”. Había consagrado su vida entera a escribir todas las palabras en pequeños trocitos de papel y a la tarea inmensamente peligrosa de conservarlas.

    Ella tenía predilección por el cajón destinado a la letra “P”, porque dentro de él se encontraba la palabra “pesadilla”, una palabra que parecía inocua, pero que llegó a convertirse en un término revolucionario. Esta fue la primera palabra proscrita por las autoridades. La palabra “pesadilla” fue prohibida el día dos de octubre del año 2015, justo cuando ella cumplía treinta años, por eso lo recordaba tan bien.

    La palabra “pesadilla” se decía mucho por aquellos entonces, la gente no paraba de repetirla para describir la situación que se vivía y las autoridades terminaron por prohibir el uso de esa palabra, como si así todo mejorara de forma automática y se dejara de vivir en una “pesadilla” por arte de magia.

    La mujer casi centenaria que decidió desobedecer desde el principio recuerda ahora que comenzaron las señales de alarma muy pronto, pero que casi nadie se daba cuenta de ello. Los maniquíes de los escaparates empezaron a fabricarse sin boca, sobre todo los que representaban la figura de las mujeres. Se convirtió en una moda, todos los maniquíes femeninos se creaban sin boca. Aquello era una premonición, pero nadie lo veía. Luego vinieron todos los demás, los que representaban a los hombres o a los niños y a las niñas.

    Otra de las señales fue que se popularizó abusar de los eufemismos y dejaron de llamarse a las cosas por su nombre. Por ejemplo, nadie denominaba “culo” al “culo”, las gentes se dejaron arrastrar por la moda estúpida de llamarle “pompi”. Y no digamos ya cosas importantes como “hambre”, no se decía, se sustituía por “necesidad”. Como si el hambre dejara de existir por cambiarle el nombre.

    El hecho fue que la situación se hizo insostenible para las autoridades y como vieron que no era suficiente con cambiar el nombre de las cosas, decidieron que lo mejor para conservar su poder era prohibir las palabras, terminar con ellas. Y así se inició toda una campaña de reeducación brutal, donde se emplearon todos los métodos. Simplemente el lenguaje pasó a mejor vida. Todas las palabras fueron recluidas, secuestradas, prohibidas.

    Cuando la mujer casi centenaria recordaba la secuncia de los acontecimientos le entraban unas ganas tremendas de gritar palabras a voz en cuello a los cuatro vientos y de abrir todos los cajones del armario de su salón para que volaran libres y salieran por los ventanales como las mariposas que anuncian la primavera, buscando el aire fresco para inundar las calles.

    El momento de la liberación de las palabras estaba cerca. Había soñado con ese momento muchas veces y tenía que hacer realidad sus propios sueños. No podía irse a la tumba con ese anhelo cosido a su hígado.

    Dentro de cuatro días, el dos de octubre de 2085, iba a cumplir cien años y había llegado la hora de comenzar a luchar. Se haría un regalo. Su pequeña revolución consistiría en abrir los cajones del armario de las palabras y los ventanales del salón para colocarse en el centro de la galería con un megáfono, dispuesta para gritar una por una todas las palabras según el orden en que habían sido prohibidas: “pesadilla”, “hambre”, “educación”, “consuelo”, “solidaridad”, “física”, “boca”, “amor”, “revolución”, “igualdad”, “cuerpo”, “matemáticas”, “consuelo”, “sangría”, “chorizo”, “resistencia”, “carne”, “libertad”…así, miles y miles de ellas, hasta la última que nombraría, que sería la palabra “pensar”.

    El momento de la liberación de las palabras estaba cerca».

    nuevatribuna.es | Relatos | Carmen Barrios | 28 Septiembre 2013

    13 marzo 2014 | 17:16

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