Archivo de marzo, 2014

Cao Shunli: cuando los principios son el fin

Por Violeta Assiego Violeta Assiego

‘La libertad es un valor en sí mismo y por sí mismo, porque sin él, los seres humanos nunca podrían desarrollar todo su potencial. De otra forma, un país no puede desarrollar todo su potencial’  (Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz 2010)

Cao Shunli, abogada y activista china, murió bajo custodia de las autoridades chinas el pasado 19 de marzo. Esta mujer, de poco más de cincuenta años, tenía previsto viajar a Ginebra el pasado 14 de septiembre cuando desapareció en el aeropuerto de Beijing. Se dirigía a una sesión de capacitación a miembros de las ONG sobre los mecanismos de derechos humanos de la ONU. No llegó a coger el avión y de ella no se volvió a saber nada hasta poco más de un mes después cuando las autoridades chinas confirmaron lo que todo el mundo sospechaba, había  sido detenida.

Cao Shunli. Imagen de Chinadigitaltimes.net

Cao Shunli. Imagen de Chinadigitaltimes.net

Los cargos de los que le acusaban fueron participar en enfrentamientos y provocar disturbios. Y los hechos que sostenían dicha imputación eran haber participado durante 90 días, de junio a septiembre, en una acampada frente al Ministerio de Exteriores junto a un grupo de mujeres de mediana y avanzada edad para reclamar que las ONG y la sociedad civil pudieran participar en las consultas y redacción del informe nacional sobre Derechos Humanos cuyo examen periódico estaba previsto para el 22 de octubre. Desde el año 2008 –y siempre utilizando los mecanismos legales y judiciales de su país así como los mecanismos internacionales de derechos humanos– Cao Shunli ha luchado para que haya transparencia y rendición de cuentas en materia de derechos humanos por parte del Gobierno chino así como para que las ONG y la sociedad civil participasen y formasen parte de las consultas necesarias en la elaboración de los informes y planes nacionales de derechos humanos. Las autoridades chinas se han resistido sistemáticamente a este tipo de peticiones  invocando, entre otras razones, el secreto de Estado.

Durante todos estos meses, desde su detención –y a pesar de la protesta internacional y de la movilización de sus propios compatriotas–  la situación de Cao Shunli ha sido objeto del más puro hermetismo. Las causas que han desencadenado su muerte hace apenas quince días –según informa la ONG china HRIC– tienen que ver directamente con la negativa por parte de los responsables del centro de detención donde se encontraba de proporcionarle el tratamiento que necesitaba al padecer una gravísima dolencia hepática. Este hecho, junto con otras dudosas condiciones en su confinamiento, son las que también alegan sus familiares y su abogado como motivos directos del deterioro imparable que sufrió su salud hasta la muerte. Y a pesar de que se solicitó su libertad condicional para poder ser atendida médicamente solo fue trasladada al hospital el 19 de febrero cuando ya estaba en coma. Pasó sus últimos días conectada a un respirador artificial y sin poder tener contacto directo con nadie.

“Es común negar atención médica a activistas detenidos a fin de debilitarlos o castigarlos. Las autoridades chinas deben poner fin de inmediato es esta práctica ilegítima e inhumana”, afirman desde Amnistía Internacional. Algo especialmente preocupante cuando se tiene conocimiento de que Cao Shunli no es la única defensora de derechos humanos china detenida y encarcelada por manifestar de manera pacífica y legal su desacuerdo con las autoridades chinas. Es el caso de Liu Xia, –que además de ser esposa del encarcelado premio nobel Liu Xiaobo, es poeta y fotógrafa– que tiene prohibida exponer su obra en china, vive bajo arresto domiciliario desde el año 2010 (cuando se entregó a su marido el premio nobel de la paz) y a la que las autoridades chinas también han negado tratamiento médico adecuado o la libertad condicional. De hecho desde el pasado mes de febrero se encuentra hospitalizada.

Liu Xiaobo y Liu Xia. Foto particular.

Liu Xiaobo y Liu Xia. Foto particular.

Y mientras el secretario general de Naciones Unidas lamenta la muerte de Cao Shunli y reconoce que cuando las autoridades chinas atendieron sus problemas de salud ya era demasiado tarde, el Gobierno chino se opone férreamente a las críticas: «nos negamos a que importantes países en nombre de los Derechos Humanos interfieran en la soberanía judicial y en la independencia de China». Lo paradójico de todo esto es que China, en el mes de noviembre pasado, obtuvo por un periodo de tres años un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el órgano responsable de promover el respeto universal y la protección de los derechos humanos y libertades fundamentales en el mundo.

La memoria de Cao Shunli, su vida, el cómo la vivió y tristemente el cómo la perdió, sirven para recordar que lo que parece el final no es más que el principio y que el buen nombre de los Derechos Humanos no se lo dan sus organismos ni los países que ocupan sus asientos sino las personas que los encarnan y que a pesar de que ello les implique la exclusión, la ruina, la clandestinidad, la cárcel e incluso la muerte siguen gritando al Mundo que son muy necesarios.

 

Violeta AssiegoAbogada y Activista. Especialista en Vulnerabilidad Social y Discriminación. Conferenciante, analista, docente y colaboradora en diferentes organizaciones desde una perspectiva de derechos.

En la piel de las personas mayores

Por Flor de Torres Porras Flor de Torres + nueva

El maltrato a las personas mayores es un delito invisible. Goza de absoluta impunidad. Sus autores se prevalen de la extrema vulnerabilidad de la víctima.

No hay cifras, ni recuentos oficiales. Es invisible hasta en su percepción. Se maquilla en estadísticas comunes de violencia a la familia. Pero esta ahí: invisible, ocultado por sus cuidadores, sus hijos, sus familiares, en residencias no homologadas donde son depositados. Ellos, sus maltratadores, son a su vez cuidadores y responsables de su dignidad y seguridad. Son los que ejercen el maltrato físico, el psíquico, el abuso económico, la sobre sedación, la no asistencia, el aislamiento, el acoso, la falta de cuidados, los atentados a un integridad moral, la institucionalización sin garantías, la tiranía emotiva, las agresiones sexuales. Si, ahí están también ellos, los ancianos: callados, vulnerables y enfermos. Sin protección.

Según el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, las cifras del Ministerio del Interior arrojan un escaso porcentaje de tres de cada 10.000 ancianos maltratados. Pero según estudios de organizaciones nacionales e internacionales, la cifra real de ancianos que sufren malos tratos se sitúa entre el 4% y el 5% de la totalidad de la población mayor de 65 años.

Y es la incidencia de la dependencia lo más preocupante relacionado con el universo de los malos tratos. Más de un millón de personas mayores padecen situaciones de dependencia grave o muy grave.

Los recursos, cada vez más limitados, y la dependencia familiar no cualificada incide en la medida que puede provocar reiteración además de conductas de violencia ya aprendidas o desplegadas ante personas extremadamente vulnerables. Es un hecho que el maltrato a ancianos tiene también componente de género y que en su mayoría se proyecta sobre nuestros mayores pero en el universo femenino, sea hombre o mujer el maltratador. Conductas enquistadas en la educación y en la familia se transmiten de padres a hijos e incluso se proyectan sobre la misma victima con varios maltratadores simultáneos y que conviven en la impunidad de un domicilio, del silencio y la extrema dependencia de la víctima.

Los ancianos son a la vez cuidadores de hijos esquizofrénicos, con problemas de alcohol, de drogas. Es el sustento último de personas que el que han excluido social, laboral e institucionalmente. Y ahí están siempre ellos: nuestros mayores. Cuidando en vez de ser cuidados. Sufriendo patologías ajenas cuyas agresividades les revierten. Y esto no es reflejo de un estado social, es muestra de la crueldad y la falta de valores del ser humano. No hay mayor injusticia que agredir y maltratar a una persona aprovechándose de su extrema vulnerabilidad.

Esta es una bolsa oculta de absoluta impunidad: la que se enconde en el maltrato a los mayores al concurrir la ventaja añadida que el trinomio ‘mayor-maltratado-vulnerable’ nunca denuncia el hecho, provocando que el oscurantismo de esta conducta permanezca, se mantenga y enquiste en la dependencia física y emocional con su agresor o agresores.

Pongámonos en su piel y denunciemos lo que ellos no pueden. No seas cómplice de sus maltratadores.

 

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de Andalucía de violencia a la mujer y contra la discriminacion sexual.

¿Dónde está Joy?

 Por Margarita Saldaña MargaritaSaldaña

Hablar de los CIE es visibilizar la situación de miles de personas que, por el hecho de hallarse en España en situación irregular, son privadas de libertad en los denominados Centros de Internamiento para Extranjeros. Personas inmigrantes, mujeres y varones, que sin cometer ningún delito se ven reducidas a un régimen penitenciario mientras se resuelve si se las expulsa de nuestro país o se las deja nuevamente en libertad. La situación de estas personas normalmente no es noticia, a pesar de la vulneración de derechos que sufren, pero estos días está saltando a los medios gracias al Informe que acaban de publicar el Servicio Jesuita a Migrantes y Pueblos Unidos: Criminalizados, internados, expulsados.

Doble página del informe, con dos retratos de mujeres inmigrantes. Imagen: Archivo Pueblos Unidos.

Doble página del informe, con dos retratos de mujeres inmigrantes. Imagen: Archivo Pueblos Unidos.

Por el CIE de Aluche, en Madrid, han pasado durante el 2013 más de 3.000 personas, cada una de ellas con una trayectoria de lucha y superación personal que se ve brutalmente truncada a partir de su detención y encerramiento. A falta de cifras oficiales, es imposible saber cuántas de estas personas internadas son mujeres, aunque son ellas las que con frecuencia presentan signos de mayor vulnerabilidad que exigirían especial protección. Por ejemplo, las mujeres cuentan muchas veces que en su periplo migratorio padecieron reiteradamente abusos sexuales.

En ocasiones, contingentes de personas que llegan a nuestras costas en patera son enviadas al CIE. En esos casos, las mujeres suelen ser ‘chicas subsaharianas de África occidental, la mayoría muy jóvenes. Vienen del bosque de Marruecos y unas pocas dicen que del bosque de Argelia. Todas menos una dicen que han venido solas (sin pareja). Refieren no conocerse entre ellas hasta montar en la patera. Que no han pagado nada por el viaje o cantidades irrisorias. Muchas decían haber conseguido esas cantidades mendigando en Marruecos‘ (Informe pg. 31). Hay una sospecha fundada de que estas mujeres son víctimas de trata y han sido captadas por redes de tráfico sexual.

Podría ser el caso de Joy, nigeriana de 16 años. ‘Cuenta que escapó de su aldea. Que la recogió un señor que la alojó en su casa y la entregó a un señor árabe. El señor árabe la llevó en su coche, viajando durante varios días, a su casa. Que en su casa hace las tareas domésticas para él y la viola frecuentemente. Allí está un período largo, ella dice como un año. Ha dado a luz un niño hace poco, que ha muerto. Un día, el señor árabe la lleva al bosque y la entrega a un senegalés. Durmió varios días en el bosque (tiene muchas cicatrices) y una noche le dicen que corra con los demás. Ella pregunta que dónde van, dice que no quería ir porque no sabía donde iba, pero que le pegaron y le gritaban, y les llevaron hasta la zodiac. Que no sabe en qué país ha estado, si era Marruecos o cuál. Que no pagó nada. Presenta síntomas de estar bajo un fuerte traumatismo emocional. Reconocida como menor por el médico-forense, el informe recoge su “estado de angustia, con tendencia al llanto, mutismo y desconfianza”. Pasa a disposición del servicio de protección de menores. Va al Centro de Primera Acogida tras 18 días en el CIE. Quiere volver a entrevistarse con la Policía, pero días antes desaparece durante una salida del Centro de Menores’ (Informe pg. 32).

Es cierto que la Ley de Extranjería introdujo el art. 59 bis para otorgar amparo a potenciales víctimas de trata en situación irregular. Sin embargo, el Informe denuncia que, siendo crucial la detección temprana de posibles víctimas, ‘faltan mecanismos de identificación dentro del propio CIE, en lo que pueden colaborar las entidades sociales. (…) La labor de las entidades se ve actualmente dificultada al no existir en el CIE espacios de intimidad suficientes para enfrentar el proceso de dominación y sometimiento de las víctimas con tranquilidad y confidencialidad. También sería necesaria una formación del propio personal del CIE en lo referente a identificación de víctimas de trata’ (Informe, pg. 33).

¿Dónde está Joy? Nadie lo sabe… Y, aunque se activen mecanismos necesarios para que a otras mujeres no les suceda lo mismo,  seguramente para ayudar a Joy ya será tarde.

Marga Saldaña trabaja en el Centro Pueblos Unidos, de Madrid.

¿El hombre de tu vida?

Por Maribel Maseda Maribel Maseda 2

Venimos de una colección de cuentos, canciones, películas, libros, etc. en los que se hace partícipe de la historia al lector a través de las emociones que generan en él. Habitualmente la pena y el sufrimiento se presenta como vía de salvación de alguien, generalmente un hombre duro, severo, carente de empatía, que no ha conocido el amor anteriormente, por lo que su recuperación es una cuestión de aprendizaje y este de la carga de sacrificio y dolor que la mujer salvadora, paciente y sufrida quiera soportar.

Ilustración de Coco del Pino publicada en el libro La Zona Segura.

Ilustración de Coco del Pino publicada en el libro La Zona Segura.

El  espectador, al principio oscila entre el rechazo hacia la maldad del  hombre y la angustia de verla a ella sufrir sin obtener beneficio alguno. Esta recompensa se anhela tanto, que si el guion establece que el hombre comienza a humanizarse, el espectador le perdona todo lo anterior y aplaude el triunfo del amor que acababa por unir a la mujer con ‘el hombre de su vida’. Solo es necesario que aquel hombre diga con sentimiento y alguna lágrima en los ojos ‘te quiero’. Y si tras este derroche de humanidad, ella decide abandonarle, justo en ese momento, el telespectador desarrolla una compasión solidaria con aquel y  a veces, un reproche más o menos sutil hacia ella. Así, el lector o televidente cae en la trampa de no reconocer el maltrato y peor aún, de quitarle importancia si ve un atisbo de ternura en el maltratador. Además, sucumbe a otra no menos errónea y peligrosa: la de depositar en la mujer la responsabilidad de convertirle en la persona que nunca ha sido. Otra más todavía: la de culparla si no lo consigue o si se da por vencida antes de hacerlo.

Es una reacción a una ficción que además se sabe que lo es. Y esta reacción dura en el espectador el tiempo que dura la película o la lectura del libro. Sus emociones  han cobrado vida y a partir de un punto de esa historia, casi deja de tener el control sobre ellas y pasan a depender del guion. Estoy hablando de algo irreal, y sin embargo acabo de describir los rasgos característicos y habituales que se conjugan en  una situación de maltrato. Aquello que no se entiende que acepte o se genere en la mujer maltratada, ha sido experimentado por cientos, miles de telespectadores y lectores. Pensarán que nada tiene que ver porque ellos saben perfectamente que se trata de una ficción…

Cierto, y sin embargo, sus emociones han sido reales. Y estas le han situado del lado del agresor sin saberlo. Y es que la mujer maltratada tarda en saberlo también. El complicado proceso por el que una mujer pierde el sentido  de lo que merece y de aquello ante lo que debe rebelarse o no, se gesta por el simple hecho de que existe un hombre que  la destruye. Esta es la causa, aquello la consecuencia. No al revés. Y es fundamental que este orden se preserve para no confundirla de nuevo,  para no confundir a los que aún no han llegado a comprender el problema del maltrato. Pero fundamentalmente, para no hacer creer al maltratador que tiene razón.

El hombre que maltrata, que, como dijo la víctima del programa Entre todos, le pega bofetadas, no es ni puede ser  el hombre de su vida, porque el hombre con el que soñaba, en sus sueños no la pegaba ni denigraba. Es evidente que la presentadora  no hablaba del mismo hombre del que hablaba la víctima. Desdibujó al agresor y perfiló a un hombre injustamente abandonado e injustamente calumniado. Creó una ficción y generó una concatenación de emociones en una parte de la audiencia. Y a partir de ahí, los papeles de víctima y verdugo se desdibujaron para algunos también. Cuando una mujer toma conciencia de que debe huir de las agresiones, denunciará cuando se sienta capacitada para ello, pues no le resultará fácil ni llegará a ese momento tras un camino sencillo, como se demostró ese día. No está en la obligación de callarse para siempre si tarda semanas, meses o años en hacerlo. En la historia que intentó contar aquella mujer, había un verdugo, pero no se habló de él. Solo era necesario escucharla.

Maribel Maseda es Diplomada Universitaria en Enfermería, especialista en psiquiatría y experta en técnicas de autoconocimiento. Autora de obras como HáblameEl tablero iniciático, y La zona segura.

Valientes con V de Venezuela

Por María Elena Piña Vargas mariepinavargas

‘¡Valiente, valiente!’

De esta forma suelen recibir en medio de aplausos a la parlamentaria María Corina Machado, la más votada en las elecciones al Parlamento, y cabeza visible dentro de las protestas que ya llevan más de un mes ocurriendo en Venezuela. Machado no dudó en apoyar y capitalizar esa efervescencia, ese clamor popular que incendió las calles venezolanas de la mano del movimiento estudiantil, que clamaba por la liberación de sus compañeros estudiantes detenidos. Su trabajo constante y su claridad a la hora de denunciar al Gobierno, le ha valido un par de golpizas y decenas de amenazas.

Hasta el miedo me lo robaron. Imagen de Horacio Siciliano.

‘Hasta el miedo me lo robaron’. Manifestante en las calles de Caracas.  Imagen de Horacio Siciliano.

Y es que Venezuela y sus calles se han llenado de protestas, para exigir cambios efectivos dentro de un país polarizado y violentado, que estos días se enfrenta a un sinfín de violaciones de los derechos fundamentales.

Otra mujer que destaca estos días es la periodista Carla Angola, que lidera un nuevo programa de entrevistas que se transmite a través de internet, para contrarrestar la falta de información de los canales de radio y televisión. Carla se lanza a la calle en busca de historias positivas y hasta heroicas. Busca mostrarnos que los venezolanos podemos reencontrarnos.  Presentando historias de hombres y mujeres que trabajan para construir un mejor país, ejerce un periodismo cercano que promueve la reconciliación.

Pero a estas mujeres líderes de opinión, les ha tocado ceder la palabra a muchas otras que ayer eran menos conocidas o incluso anónimas.

Valor y constancia es lo que transmite Gabi Arellano, dirigente estudiantil y miembro del Movimiento Estudiantil Venezolano.  Herida durante las manifestaciones del 20 de marzo,  pedía disculpas esa misma tarde porque no podría asistir por la noche a una asamblea ciudadana. Inagotable su espíritu, insiste en que el Gobierno ‘no tiene balas suficientes para silenciar la voz de la juventud’. A través de un intenso trabajo, lidera una serie de actividades que ya trascienden la mera protesta callejera.

Otras mujeres no han sufrido agresiones físicas, pero no por ello escapan al dolor. Dolor por un hijo/a arrestado o asesinado. Dolor que han dejado en casa, porque están en la calle contando sus desgarradoras historias subidas a una tarima o frente a cámaras de televisión. Sus testimonios nos dejan  impávidos, sin saber si llorar de tristeza o de impotencia.  Algunos lo llaman resiliencia. Yo lo llamo indignación.

Es el caso de de Doris Morillo, cuyo hijo de 18 años lleva ya un mes detenido tras una brutal represión. Ha sido torturado. Teme por su hijo.

Pero otras madres ya ni eso. La violencia se los ha arrebatado. Rosa Orozco, cuya hija de 23 años fue asesinada, ya ha declarado para CNN y el 22 de marzo acompañará a Machado a la sesión del Consejo Permanente de la OEA.  Ha tenido que aprender en corto tiempo términos legales y judiciales, así como a hablar en público, y hasta cómo usar las redes sociales.

Escucho a diario que a esta generación de estudiantes le ha tocado ser ‘valientes’. ¿Y a sus madres? Son ellas las que les han enseñado a no rendirse.  Venezuela está repleta de mujeres valientes, que buscan una sociedad más justa y tolerante.

Ellas me invitaron a ser valiente. Yo te invito a ti.

 

María Elena Piña. Comunicadora Social, defensora de los DDHH. Especializada en tecnologías de información y comunicación. Me apasiona acercar estas tecnologías a las personas, para que las incorporen a su vida, como instrumentos de construcción de una ciudadanía activa y responsable.

Ni una más

Por Susana Martínez Novo SusanaMartinezNovo70

La sociedad vive atónita los nuevos casos de violencia machista que azotan a las mujeres de nuestro entorno. Cuatro casos de mujeres muertas en los últimos días, son cifras alarmantes e  intolerables.

Creo que es hora de dejar de alimentar la sensación de poder e impunidad que subyace  detrás de cada una de estas muertes y de buscar soluciones efectivas.

Servicios de atención y ayuda a la mujer maltratada. Imagen: www.malostratos.org

Servicios de atención y ayuda a la mujer maltratada. Imagen: www.malostratos.org

Si analizamos los casos de mujeres presuntamente asesinadas en los últimos días, comprobamos que existen características en común. Se trata de mujeres que por sus circunstancias son especialmente vulnerables.

Una de ellas inmigrante, con hijos a su cargo que quedan en situación de absoluto abandono, constituye un claro ejemplo de la vulnerabilidad en que se encuentran las mujeres migrantes en nuestro país. La falta de apoyos económicos y familiares las convierte en victimas propicias de este tipo de abuso.

Otra de ellas constituye un claro ejemplo del sometimiento a que están sujetas muchas mujeres que por su avanzada edad y por la asunción del rol que han desempeñado durante muchos años, nunca llegan a denunciar su situación.

Circunstancias como estas, unidas al azote económico que impide a muchas parejas separarse en unas condiciones mínimas de subsistencia, y obligan a la mujer a aguantar situaciones intolerables, sostienen y alimentan la violencia machista que en determinados periodos alcanzan sus cuotas más elevadas y extremas.

Desde el punto de vista de profesionales y expertos, considero que debemos extremar las alertas ante casos potenciales y reales de mujeres en situación de especial vulnerabilidad.

Asimismo es necesario poner en marcha, tanto desde la Administración pública como desde el ámbito empresarial privado- haciendo un llamamiento de solidaridad, políticas reales y efectivas de inserción laboral que faciliten la independencia personal y económica de las víctimas. La ley de medidas integrales contra la Violencia de Género se debe aplicar no solo por parte de los juzgados y tribunales, sino a través de políticas de empleo sólidas y permanentes.

Las campañas de sensibilización deben dar un giro de tuerca y fomentar el rechazo absoluto al maltratador.

Por último debemos continuar apoyando a la víctima desde su autoestima y empoderamiento personal, pues solo su propia visión de la realidad, de su dignidad como persona y de su valía, la harán reaccionar cuando todavía está a tiempo.  Crear redes de apoyo entre mujeres, talleres de autoestima mediante musicoterapia, arte y movimiento, son uno de los métodos que más éxito está teniendo en organizaciones como la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, que lleva años trabajando en ello.

De esta forma potenciaremos asimismo una relación sana de pareja, que será el valor más preciado que los padres y madres podrán transmitir a sus hijas e hijos para evitar que en un futuro que persista cualquier forma de violencia y abuso contra la mujer.

 

Susana Martínez Novo. Abogada y activista. Presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, participa también en la Asociación Española de Abogados de Familia

Consejos para seguir viva en estos tiempos

Por Irantzu Varela Irantzu Varela n

Una de cada tres mujeres europeas ha sido agredida por uno o varios hombres. O sea que, por mucho que vivas en la civilizada europa, tienes, por lo menos, un tercio de boleto de que te toque. O de que te haya tocado ya. Si no es el caso, vamos a darte unos trucos, para que evites ser violada, agredida sexualmente o asesinada:

 

El maltratador impone sus normas y su voluntad de forma constante. Ilustración de Ana Sara Lafuente.

El maltratador impone sus normas y su voluntad de forma constante. Ilustración de Ana Sara Lafuente.

El primero sería que trataras de evitar vivir en una sociedad patriarcal. Tenemos que admitir que es realmente difícil, pues todas las sociedades del mundo son sistemas de dominación en los que las mujeres estamos en posición de subordinación. Pero si encuentras algún sitio libre de patriarcado al que ir, avisa.

No vuelvas a reírte de un chiste o comentario machista. Sabemos que te ríes por compromiso, así que no te va a costar nada. De hecho, no vuelvas a callarte ante un chiste o comentario machista. Porque cada vez que un hombre hace un comentario despectivo, humillante o irrespetuoso sobre una o todas las mujeres, y nadie le calla, el patriarcado -ese sistema de dominación que sostiene que las mujeres somos seres subordinados a las necesidades de los hombres- crece un poquito más. Los que matan y violan a mujeres se sienten legitimados por los que desprecian en público a las mujeres, pero también por quienes toleran en silencio ese desprecio.

No te dejes convencer por el miedo. Si estás asustada, eres vulnerable. Si eres vulnerable te sientes insegura y asustada. Si estás asustada, te dejas dominar. Sal a la calle, vive tu sexualidad, expresa tus deseos, disfruta de tu cuerpo, toma tus decisiones, desde la libertad y sin dejar que nadie te convenza de que ser libre es peligroso. Porque nada es más peligroso que la sumisión.

Aléjate de los hombres que saben “lo que es mejor para ti”. Huye de quienes te dicen “lo que tienes que hacer”. Escapa corriendo de quienes te consideren un “diamante en bruto” que van a pulir. Porque los diamantes se pulen a golpes.

Imponle tu voluntad a tu cuerpo. Sólo tú puedes decidir donde, cuándo y con quién (si se deja, claro) te frotas -o no- la piel. No hay expectativas, obligaciones, copas, reproches ni súplicas que puedan imponerse a eso.

Habla con amigas, cultiva la solidaridad con otras mujeres, lee libros o artículos feministas, vete a manis, charlas y concentraciones por los derechos de las mujeres. Porque la libertad de la que disfrutamos las mujeres de hoy se la debemos a todas las que han luchado, escrito, leído, peleado y resistido antes que nosotras.

Ninguno de estos consejos te va a librar del peligro de ser agredida, violada o asesinada. Porque vives en una sociedad que ha convertido el ser mujer en una vulnerabilidad impuesta artificialmente. Pero te van a ayudar a tener una vida más libre, más consciente y más feliz. Y de eso se trata ¿no?

Nuestra venganza será la libertad , la consciencia y la alegría.

 

Irantzu Varela es periodista, feminista, experta en género y comunicación, y (de)formadora en talleres sobre igualdad en Faktoría Lila.

Doblemente refugiadas

Por Júlia Serramitjana Julia Serramitjana

Cuando se cumplen tres años de la guerra de Siria, he conocido la historia de Sawthan Alshami. Vive en Wadi Zeina, un barrio de mayoría palestina en las afueras de Beriut, en el Líbano. Hace un año huyó de Siria. Ha sido doblemente refugiada: primero huyendo del conflicto palestino-israelí y ahora de la guerra civil que está asolando este país hace ya tres años. Vivía en Damasco y trabajaba en una guardería.

Créditos: Sawthan Alshami vive en el barrio de Wadi Zeina con su familia desde hace un año. La violencia ha hecho que estos refugiados lo sean por dos veces: ahora en Líbano y en pésimas condiciones. Viven hacinados en pisos de alquiler, en tiendas y locales que rentan por precios desorbitados o, como en la imagen, en mezquitas que las familias dividen con tablones y sábanas para tratar de ganar intimidad. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Sawthan Alshami vive con su familia en el barrio de Wadi Zeina desde hace un año,  en un local que dividen con tablones y sábanas para tratar de ganar intimidad. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

 

Nunca en la vida pensé que terminaría viviendo en una tienda‘, dice su hija Nadiya, que estudiaba música. Antes de la guerra cantaba y tocaba varios instrumentos pero aquí me paso el día metida en el local dónde vivimos. A  veces salgo con mi madre a algún recado; la verdad, no  hay mucho qué hacer‘, añade la joven que quiere ser periodista para ‘contar esto algún día‘.

Son mujeres y niñas a las que la guerra ha obligado a vivir como refugiadas y se resisten a la idea de que Líbano sea su nuevo hogar para siempre.  La generación de Sawthan  nació y vivió en Siria. ‘Ha sido nuestro hogar y es a donde queremos regresar‘, dice. Y es que, según una encuesta de Oxfam Intermón, más del 65% de personas que han huido del conflicto piensa que no podrá volver nunca a su país a pesar de sus enormes deseos de hacerlo.

No puedo evitar hacer paralelismo de mi vida con la de Nadiya: mi madre es profesora como Sawthan. Yo también estudié música, toqué varios instrumentos cuando era joven y, como ella,  quise ser periodista. A diferencia de Nadiya, mi vida no se truncó por ninguna guerra. No tuve que huir de mi país sin saber si algún día podré volver y, ahora mismo puedo escribir estas líneas desde la comodidad de mi casa.

Una de las cosas que más me estremece del conflicto sirio es la similitud de  las vidas de mujeres y niñas como Sawthan y Nadiya con las de cualquier mujer o niña que conozco. Esta incredulidad que manifiesta Nadiya de preguntarse cómo ha acabado viviendo en un local  y cómo su anterior vida cotidiana se ha desvanecido. El  pensar ‘me podría haber pasado a mi‘ hace que empatize con estas mujeres. Como yo, tenían una vivienda, un centro de salud, una escuela, un mercado dónde comprar, cines  y bibliotecas. Sus vidas eran ‘normales’ en Siria, como la mía o como la tuya.

Hace poco leía a Zygmunt Bauman, en su libro Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre donde recoge muy bien este sentimiento: ‘Quién ha sido refugiado una vez ya lo es para siempre. Los caminos de regreso al paraíso perdido (o, mejor dicho, al paraíso ya inexistente) del propio hogar han sido cortados y todas las salidas del purgatorio llevan al infierno. Nunca se liberarán de la sensación agónica que el sitio dónde están es transitorio, indefinido y provisional”

Y es que estas mujeres se enfrentan a ahora a la incertidumbre de no saber cuándo terminará un conflicto que ya hace tres años que dura y, además,  la de no saber si podrán volver algún día a retomar sus vidas.

Júlia Serramitjana es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Donde no llega el Estado, la ayuda llega

Por Valentina González Villegas Valentina

Soy Valentina, de Casa Amazonía, una organización local de mujeres de Colombia en la que trabajamos a favor de los derechos de niñas, niños, adolescentes, jóvenes y mujeres en regiones donde el conflicto armado impacta de manera radical la vida.

Nuestro trabajo es sobre todo con población indígena, campesina y afro, habitantes de zonas rurales dispersas, del departamento del Putumayo, que hace frontera con Ecuador. Es un lugar bellísimo, rico en recursos naturales y diversidad en todos los sentidos  y por eso mismo también codiciado por fuertes intereses económicos que apuestan por un modelo de desarrollo único, devastador e impositivo.

Retratos de mujeres de Colombia. Imagen de Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Retratos de mujeres de Colombia. Imagen de Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Como Casa Amazonía nos hemos propuesto trabajar en esta región promoviendo los derechos de las niñas, niños, adolescentes, jóvenes y mujeres y previniendo las violencias en su contra. Consideramos que un paso fundamental para la prevención es visibilizar lo que sucede, nombrarlo, desnormalizarlo, para esto es necesario generar espacios de confianza, redes de apoyo, procesos organizativos que desde la solidaridad y el afecto propicien transformaciones individuales y colectivas.

En este camino son fundamentales las alianzas, amigas y amigos. En lo nacional hacemos parte de la Mesa de Mujer y Conflicto Armado y la Coalición contra la vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia y con esta Coalición hacemos parte de la Campaña ‘Violaciones y otras violencias: Saquen mi cuerpo de la guerra. La Campaña se ha propuesto visibilizar los crímenes de violencia sexual en el marco del conflicto armado en Colombia y en su último informe, se centra en niñas, niños y adolescentes.

Es gracias al apoyo solidario de la cooperación internacional que podemos llegar a estos lugares, donde el Estado no llega, pues en las zonas rurales alejadas y en municipios de no más de 100.000 habitantes, la presencia del Estado se reduce a lo militar, la propuesta social no existe.

Gracias al apoyo solidario de la cooperación internacional logramos que situaciones a las que poco se les da importancia adquieran relevancia, y que ese marco legal y normativo en el que se ha avanzado a favor de los derechos de las mujeres, de las niñas y niños aterrice en estos contextos en los que las violencias, tanto las familiares como las el conflicto persisten y las mujeres de base viven en medio de circunstancias de extrema pobreza que son en sí mismas violencia estructural.

Es articulándonos en campañas, como ‘Violaciones y otras violencias: saquen mi cuerpo de la guerra‘, y procesos más amplios que hacemos incidencia y exigibilidad de derechos. Ese respaldo político y apoyo financiero que la cooperación aporta incrementa la protección para el trabajo en estos contextos, además de permitir el intercambio de experiencias, conocimientos y propuestas y generar redes de apoyo para abordar de manera integral realidades tan dolorosas como la violencia sexual contra mujeres, niñas y niños dentro y fuera de los conflictos armados.

Como dicen nuestras compañeras en este video que hemos realizado en la frontera de Colombia y Ecuador, con las compañeras de LolaMora Producciones y la Federación de Mujeres de Sucumbíos

‘ Resistir, permanecer’

‘Me siento más libre, puedo hacer muchas cosas más, puedo animar a otras mujeres a que sean fuertes, que no se dejen.’

‘En los años de vida que me quedan, yo sí quiero ver algún cambio, por eso trabajo con las niñas y adolescentes. A pesar de todas las violencias que hemos vivido en el Putumayo, es como apostarle a que la vida puede cambiar, creer que hay esperanza.’

Valentina González Villegas trabaja en Corporación Casa Amazonía, organización defensora de los derechos de las mujeres, niñas, niños y adolescentes, en Colombia.

 

 

La vergüenza del maltratador

Por Flor de Torres Flor de Torres

El concepto  solidario de ‘paz social‘ que contiene la Constitución en su artículo 10 es un logro como derecho,  pero también como deber fundamental  y compromiso del Estado para todos los ciudadanos. La paz social solo se obtendrá cuando la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la Ley y a los derechos de las mujeres víctimas de violencia de género sea una realidad. No hay paz social mientras exista una sola mujer maltratada en la impunidad de su domicilio. 

Es compromiso estar al lado de la mujer maltratada. Nuestro compromiso es la empatía, el saber el porqué de sus actos y  estar a su lado. Al  lado de sus hijos para que definitivamente  entienda que no está sola frente a la vergüenza social del maltrato. Cuando comprendamos  que su voluntad está claramente disminuida, que su autoestima y escala de valores  están profundamente dañados  y  que sus sentimientos  le afloran altamente  manipulados es cuando entendemos la auténtica magnitud de su problema, de nuestro problema social.

No podemos permanecer más tiempo impasibles ante las agresiones físicas, sexuales y psíquicas a las mujeres. Aislemos esta vergüenza, la del maltratador,  de  toda la sociedad. Que esa vergüenza quede al descubierto, desenmascarada y desvestida para  que cada uno desde nuestro ámbito sepamos auxiliar a cada víctima y tenderle la mano desde la escuela, desde la prevención, en el vecindario, en el trabajo, desde los ámbitos sanitarios, policiales, asistenciales, judiciales, psicológicos, desde los Centros de Igualdad.  Que no queden impunes sus acciones y que consigamos con  nuestros actos suplir la voluntad de sus víctimas inmersas en el abandono,  en la soledad  de su suerte tras el delito, en el etiquetamiento y en la falta de apoyo psicológico para que sean nuestras acciones las que levanten la máscara donde se ocultan impunemente los maltratadores.

Solo así, de forma igualitaria, contribuiremos con actos positivos, visibles  y de acción a luchar activamente contra la violencia de género. No vale ser solidario, ser compasivo o  manifestar que estamos en contra de los maltratadores. Porque ya suena a frase construida y políticamente correcta. Parece obvio. Es una cuestión de Estado y como tal todos y todas  tenemos que contribuir a hacer visibles conductas y hechos que desenmascaren una vergüenza social: La que esconde cada maltratador al entrar en su domicilio y cerrar la puerta de su casa y su dormitorio. La que  oculta la vergüenza del maltrato tras esa puerta.

No afecta a todos. El problema puede estar en nuestras hijas y en nuestras madres, o en las hijas,  las madres o  a las esposas  de nuestros amigos, de nuestros compañeros y de nuestros vecinos. Afecta al  Estado. Es un problema de Estado.

No sigamos buscando causas. No justifiquemos conductas. No validemos la violencia de género con conceptos tan vagos y sin conexión a las agresiones como: celos, alcohol, drogas, trastornos de personalidad, irritabilidad, pensamientos impulsivos, falta de control,  propiedad, emancipación, separación, autonomía de la mujer. No hay  ni una sola palabra, ni un solo concepto, ni siquiera un pensamiento que pueda adornar o aminorar la vergüenza que la sociedad siente por los maltratadores.

Porque no estamos condenados  a sentir la vergüenza del maltratador, sino a seguir luchando contra él y sus actos.

 

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de violencia contra la mujer y contra la discriminación por identidad sexual y de género.