Delgadas, delicadas y calladas

Por Camino Quirós CamQC

Princesas, hadas, cocinitas de juguete, guapas, muñecas, cochecitos, maquillaje, madres, vestidos, rosa, lazos… Delgadas, delicadas y calladas. Somos, en parte, lo que hemos aprendido a ser. Somos, por tanto, lo que nos han enseñado a ser. ¿Y cómo nos enseñan a ser?

En la sociedad en la que vivimos, regida por un modelo patriarcal que estipula unos marcados roles de género, se pierden las diferencias individuales para tratar de encasillarnos dentro de la cuadrícula que resulta cómoda para los que tienen el poder. Este intento de fabricar mujeres tradicionales se traduce en un bombardeo silencioso de mensajes sobre cómo debemos ser, desde la publicidad en los medios de comunicación, pasando por el cine, la música, las calles con sus pintadas y sus carteles, el sistema educativo, las aulas, el deporte, la política, el sistema laboral, hasta la propia familia.

¿Quieres decir que una mujer puede abrirlo?

¿Quieres decir que una mujer puede abrirlo? Anuncio de ketchup de los años 50 en Estados Unidos

Hablamos de violencia simbólica. Uno de los tipos de violencia machista que no aparece en las leyes, que la sociedad no conoce. Un ataque casi imperceptible, un modelado invisible; “la violencia que no se ve”. Es decir, la violencia simbólica constituye una forma de agresión que resulta difícil de identificar y distinguir, porque está inmersa en lo cotidiano y, a través de sus mensajes, naturaliza situaciones que no son en absoluto naturales, como la falta de respeto a las mujeres o el ejercicio de poder sobre ellas.

El gran problema radica en que cuando algo es habitual, socialmente se confunde con lo normal, y de esta manera ciertas estrategias del modelo patriarcal que se expresan muy sutilmente para perpetuar los estereotipos sobre las mujeres, se hacen invisibles. Cuando algo no se ve, no se nombra, por lo que aparentemente no existe, y la lucha por erradicar un agravio sin forma tangible se torna en una tarea llena de obstáculos.

Los mensajes de la violencia simbólica hacia las mujeres cuentan con un gran repertorio desde el cual se nos transmiten, llegando a una profundidad peligrosa, sin que apenas nos demos cuenta, las reglas sociales sobre cómo debemos ser, cómo debemos actuar, cuáles han de ser nuestros objetivos en la vida y por consiguiente, aquello que no está aceptado dentro de la categoría de mujer tradicional. De esta manera, desde que nacemos se nos lanza como camino a seguir el color rosa, los lazos, los vestidos, los juguetes para niñas, la delicadeza, la sumisión, la resignación, los zapatos de tacón, el cuerpo de revista del corazón, el maquillaje, determinado estilo de vestir, el amor romántico, encontrar un príncipe azul, casarse, ser madre.

La sociedad patriarcal nos obliga a la fuerza a jugar con sus normas, exponiéndonos sin hacer ruido a otros tipos de violencia machista, tratando de crear mujeres que encajen en sus roles, vulnerables al poder de los hombres, sumisas, que aguanten.

Mirando más allá de lo normal –habitual- se puede evitar caer en la trampa oculta y ver realmente qué quiero ser y no qué quieren que sea.

 

Camino Quirós Chacón es psicóloga experta en violencia de género, terapeuta EMDR, especialista en trauma y apego. Con consulta propia en León y colaboradora de las asociaciones Simone de Beauvoir y Aspacia. 

14 comentarios

  1. Dice ser El Soberano

    Creo que os lo tenéis muy creído. Sinceramente.

    Yo soy ecualitarista, y creo que todos merecemos las mismas oportunidades. Para mi es conceptualmente imposible considerar a una mujer inferior por ser mujer. Si tiene menos fuerza física que yo es cuestión de masa muscular, no de genitales.

    Ahora, os anticipo que los cambios que buscáis no pueden funcionar JAMÁS en el transcurso de una generación. ¿Podríais explicarle a una mujer islámica que ha llevado burka toda su vida que es igual que su marido? Si, pero no os hará ningún caso. ¿Y a su hija? Pues algo más, pero es probable que todavía tenga ideas de su madre. ¿Y a su nieta? Probablemente herede menos de lo que su madre le transmita.

    Probablemente su bisnieta esté al mismo nivel que en Europa, si se dan las condiciones adecuadas en su entorno. Pensad en vuestras madres. Ahora las abuelas. Ahora las bisabuelas. Pensad en vosotras. ¿Veis el patrón?

    «Gradual»

    Con esto, hago el siguiente enunciado:

    «TODO CAMBIO PROFUNDO HA DE HACERSE POCO A POCO PARA QUE CALE COMO ALGO NATURAL. DE LO CONTRARIO, FRACASARÁ»

    Dicho esto, lanzo una pregunta al aire: ¿de verdad creéis, por un segundo, que una niña va a dejar de amar el rosa porque eso es machista?

    ¡¿DE VERDAD?!

    «Los roles que el patriarcado nos asigna», no son tales, se desprenden de vuestra propia naturaleza.

    Los hombres tendemos a ser más promiscuos que vosotras, más territoriales, y por otra parte más claros. No nos paramos a pensar en los triples sentidos de las cosas y en general somos más confiados.

    Somos como somos.

    No podéis evitar sentiros atraídas por el rosa del mismo modo que los niños no pueden evitar ser atraídos por el azul en algún momento.

    Lo que tenéis que tener claro es que los «roles» que describís como esclavizadores no os los vais a sacar nunca de encima. Pero no por ser «roles», sino porque consideráis como tales ciertas cosas que están en vuestra naturaleza.

    Machos y hembras tenemos ciertas cosas grabadas en los genes, cosas que no pueden cambiar nos pongamos como nos pongamos.

    22 noviembre 2013 | 09:54

  2. Dice ser victor_elche

    vuestro victimismo y quejiquerismo llega a cansar y aburrir..lo sabiais¿.Siempre con el mismo tema sin hablar de la parte que os beneficia de ciertos temas..

    22 noviembre 2013 | 10:11

  3. Dice ser albitaguapa2

    la culpa de gran parte de esto las tienen las propias mujeres, que un bebe niña lo distingues enseguida por lo rosa y las chuminadas

    22 noviembre 2013 | 10:53

  4. Dice ser mainzer

    Camino,

    el fondo del artículo me ha parecido correcto e interesante, pero he de decir que el enfoque no.

    Algunas frases me parecen muy poco afortunadas: «La sociedad patriarcal nos obliga a la fuerza a jugar con sus normas, exponiéndonos sin hacer ruido a otros tipos de violencia machista, tratando de crear mujeres que encajen en sus roles, vulnerables al poder de los hombres, sumisas, que aguanten.»

    Se habla mucho de igualdad y de evitar el sexismo. Esa misma frase cambiando un par de palabras creo que sería mucho más acertada:

    La sociedad nos obliga a la fuerza a jugar con sus normas, exponiéndonos sin hacer ruido a otros tipos de violencia, tratando de crear individuos que encajen en sus roles, vulnerables al poder, sumisos, que aguanten.

    A los hombres también les exige la sociedad ser fuertes, valiente, tomar la iniciativa, proteger a los suyos: Los niños no juegan con muñecas. No llores, sé un hombre. No tengas miedo, mariquita. Aguanta como un hombre. Échale huevos. Nenaza…

    No entiendo la obsesión de tanto experto en seguir marcando una clara línea roja entre hombres y mujeres cuando dicen defender la igualdad. En mi humilde opinión, creo que a las personas hay que tratarlas y educarlas como individuos, independientemente de lo que tengan entre las piernas y sin marcar ninguna diferencia. Intento seguir este principio en el trabajo, en mi vida privada y en la educación de mis hijos.

    22 noviembre 2013 | 11:06

  5. Dice ser Brisha

    Por partes:

    Si bien es cierto que el occidentalismo ha sido, y es, patriarcal. También es cierto que el papel de la mujer ha sido importante a lo largo de los años (no creo que tenga que recordarte las cientos de mujeres que han sido claves para el progreso en el último siglo).
    Es cierto que en estos últimos años hemos vivido una revolución feminista sin precedentes, donde mujeres de todos los ámbitos ha cogido las riendas de su vida y su sexualidad y han convertido la sumisión en verdadera rebeldía.
    Pero creo que estas muy equivocada en tu mirada de la mujer. Dudo mucho que para reivindicar la libertade la mujer deba perder su esencia, su feminidad. La mujer es madre, es orden, es estabilidad. Tiende a ver las cosas más sosegadamente y ser menos impulsiva. Aunque claro, generalizar tampoco es bueno, ya que la mujer también es risas, secretos y juegos.
    La mujer que viste de rosa, que juega con muñecas, que aprende desde niña “cosas de chicas”, no es dependiente jamás del papel del hombre, más violento, más visceral. Y creo, con verdadero fervor, que estos “papeles” aunque intercambiables son la esencia misma de la humanidad.
    Odio ver como confundimos el feminismo con convertir a la mujer en un hombre, la mujer no debe ser un hombre para tener los mismos derechos, la mujer no necesita asumir el rol del hombre porque la mujer tiene su rol y debe obtener sus derechos con ese rol.
    No, no estoy hablando de cocinar, cuidar de los críos. Quien todavía piensa que eso es trabajo de la mujer es porque vive en el siglo pasado. Se ha cambiado mucho y ahora en la mayoría de los hogares las tareas se reparten por igual (no es el hombre el que ayuda, son tareas repartidas). Estoy hablando en su peso en la política, en la justicia, en las empresas, en el hogar y en la familia. Son mujeres, mujeres que hacen de mujeres y piensan como mujeres, las que finalmente triunfan. No se convierten en hombres con vagina. Son mujeres con zapatos de tacón, con vestidos de fiesta, con las uñas pintadas y perfume, mujeres que aun besan la “pupa” de sus retoños y sonríen tiernamente a sus maridos, mujeres que son capaces de dirigir empresas y países.

    22 noviembre 2013 | 11:31

  6. Dice ser Antonio

    Si miras mas allá veras, que esa «violencia» que comentas ocurre con todos, independientemente del sexo, raza o cultura.

    Con lo que lo que es común a todo el mundo, no puede explicarse ni combatirse a nivel especifico.

    Un saludo.

    22 noviembre 2013 | 12:07

  7. Dice ser Daniela

    Querida Camino,

    Buen discurso, bien articulado con argumentos comunes en los últimos años… Pero… El bendito pero…

    Soy mujer y estoy sobre los 40, tengo un buen trabajo y estoy pronta a comprar mi departamento. No uso el color rosa porque nunca me gustó, no uso tacones porque (aunque los adoro) me matan, no uso ropa ajustada porque me es incómoda, no tengo pareja porque si no está lo que yo quiero por qué tengo que conformarme con lo que queda?, no tengo hijos porque no me gustan los niños, soy malhablada, contestataria y confrontacional (perfil que en mi trabajo se agradece), amo la cocina y tengo algo de sobrepeso, no me maquillo pero si (por mi propia vanidad) mis uñas están casi siempre pintadas e impecables; me gusta dormir hasta tarde y dejar platos sucios durante el fin de semana, no bañarme los sábados y dormir sin pijama…

    Soy completamente heterosexual. Si tengo sexo con alguno, no lo llamo de vuelta si no me satisface ni lo llevo a mi departamento porque no me gustan las visitas sorpresa y soy celosa de mi privacidad; salgo con mis amigos y con mi mejor amiga (hermana de la vida) nos conocemos hace 30 años… Mi familia es matriarcal, los hombres han estado de adorno pero no por «romper las cadenas» si no porque las relaciones no han funcionado y, de todos, ninguno ha podido seguirle el paso a estas mujeres durante 3 generaciones (4 con la mía). No hablamos despacito ni estamos en casa, gritamos como locas y trabajamos como burras, nos reimos fuerte, fumamos y bebemos; frente al acoso sexual (sutil o no) recurrimos a la ironía, frente al placer respondemos en cuerpo y alma…

    Me educaron para ser persona antes que mujer, me enseñaron a pensar y a ser autocrítica, a reirme de mi misma… He pasado por muchas cosas y he estado en el cielo y en el infierno… y en el medio también. Pero cada uno elige la vida que quiere tener porque está lo que nos enseñan, lo que aprendemos y lo que nos sirve, aun cuando lo más difícil sea vivir nuestras vidas de la mejor manera posible sin hacerle daño a los demás…

    Si, a las mujeres en general se les enseña a ser así: «delgadas, delicadas y calladas», pero con ese argumento sólo las hacen ver más estúpidas y descerebradas al mostrarlas como seres incapaces de tomar las riendas de sus vidas… Creo que es más violento mostrarlas como seres sin voluntad y ni raciocinio que culpar eternamente a la sociedad patriarcal; al fin y al cabo (y aunque con esto las feministas me escupan a la cara) son las mujeres las que crían a los hombres…

    Saludos

    22 noviembre 2013 | 18:23

  8. Dice ser jodida

    es impresionante leer tanto comentario de machos lloriqueando.

    22 noviembre 2013 | 18:48

  9. Dice ser Cristina

    En los comentarios hay tanta estupidez junta que no se por donde empezar a contestar, así que creo que iré por orden:
    A El Soberano: decir que las cosas tienen que venir de cambios graduales y que no pueden ocurrir en una generación. Muy bien. ¿Y qué? ¿Acaso somos todas unas locas por pretender que nuestras hijas o nietas vivan mejor de lo que lo hemos hecho nosotras? Por supuesto que somos conscientes de que el cambio no ocurrirá para mañana, pero desde luego como no va a ocurrir es siendo tan cerrado de mente como seguramente lo eres tu. Por otro lado, ¿que está en nuestra naturaleza que nos guste el rosa? ¿Que los hombres son más promiscuos por naturaleza? Si tuvieras un poco de cultura general, sabrías que eso no son más que estupideces. El color asignado para distintos papeles es absolutamente cultural. Valga el manido ejemplo del blanco como color de duelo en la India. El rosa es un color asociado a la feminidad por la cultura, pero no hay nada que nos determine a ello. Y sobre la promiscuidad… también es aprendido. La promiscuidad varía muchísimo entre diversas etnias. Te invito a informarte sobre el tema.
    A victor_elche… las mujeres sólo tienen más privilegios que los hombres en cuanto a la custodia de los hijos, y esto es porque se las sigue asociando al entorno familiar y de cuidados, lo cual no nos beneficia en absoluto «if you look at the big picture». Hay una corriente llamada masculinismo, por si lo quieres mirar. No se me ocurre a qué mas te puedes referir con «todo lo que tenemos las mujeres que no tienen los hombres». Por otro lado, los roles patriarcales también pueden afectar a los hombres, como menciona mainzer, que no quieran seguirlos. Pero la mujer sigue siendo la perdedora en cuanto a esto, puesto que al hombers siempre se le impulsa hacia una posición de poder (la quiera o no), mientras que a la mujer se la sigue empujando hacia un segundo plano.
    A albitaguapa2: si, hay mujeres muy machistas. Que sea su culpa, es distinto. Lo primero es la culpa de la sociedad, que nos educa para seguir unos roles. Después viene la culpa de la mujer individual, que no es capaz de oponerse a la sociedad entera.
    A Brisha: ¿que la mujer no debe perder su femineidad? Es decir, si no llevo zapatos de tacón, no me pinto las uñas, no soy mujer? ¿Entonces, se puede ser madre y no mujer? Es un disparate. En concreto creo que hay que tener especial cuidado con este discurso, es muy dañino. Es del tipo, la mujer puede hacer lo que quiera, «incluso» alcanzar grandes cuotas de poder, pero siempre que conserve su apariencia de florero. Sencillamente, es injusto que, para ser considerada «normal», una mujer tenga que depilarse y pasar horas en la peluquería, cuando un hombre es «normal» tal como nace.

    22 noviembre 2013 | 19:22

  10. Dice ser AGA

    Yo debo ser muy rara pero no entiendo por que la mujer debe dejar de hacer cosas tradicionalmente femenina para sentirse liberada…
    A mi me encanta el rosa, y los vestidos de las barbies. Adoro cocinar, y tengo como suenio ser madre algun dia. Y el maquillaje, y los zapatos…
    Pero tambien soy ingeniera, tomo mis propias decisiones, se lo que quiero, vivo en un mundo con mas hombres que mujeres y no me siento discriminada ni dominada por nadie…
    No se, sigo sin verlo incompatible. Yo quiero que se me respete como persona, pero quiero seguir siendo una mujer.
    Creo que somos nosotras mismas muchas veces las que despreciamos lo que es tradicionalmente femenino haciendolo de menos…

    22 noviembre 2013 | 21:17

  11. «La cuestión metafísica de cuándo empieza la vida humana pasa a ser política en el momento en que los Estados pretenden actuar sobre los cuerpos donde se gestan esos procesos orgánicos. De sobra conocemos la cruzada antiabortista que se lleva a cabo mediante la férrea alianza entre dos fuerzas patriarcales primitivas: Estado y religión.

    Lxs católicxs se sirven del conservadurismo político y éste, a su vez, del discurso moral cristiano. De este modo, cuando los gobiernos intervienen en los cuerpos, pasamos del juicio de la Iglesia a un asunto de las clases dirigentes y a una materia biopolítica. Si a esta pólvora añadimos la mecha del discurso “científico” antielección, el resultado es un cóctel molotov de argumentaciones legitimadas que solapan las voces de las mujeres. Las políticas de control del cuerpo entroncan con la perpetuación del sistema capitalista, especialmente en el caso de las mujeres. Para éste, nuestros cuerpos no son más que centros de producción o de reproducción humana, lo que no es nuevo. Como apunta Federici, desde la Edad Moderna el Estado ha redirigido la natalidad mediante diferentes estrategias de control social propias de los procesos de acumulación originaria y aparición del capitalismo.

    Los tiempos no han cambiado tanto. Además de los poderes mencionados, hay uno que podría considerarse prioritario y que lxs conservadorxs han manejado de forma sublime para esta causa: los medios de comunicación. Tanto la construcción social del feto, vinculada demagógicamente con el imaginario de los bebés, como el discurso en torno a “la vida humana” del embrión, tienen mucho que ver con estrategias publicitarias y con el uso de imágenes que proliferan desde que en el año 65 la revista Life publicara la primera fotografía de un feto humano. Empezó entonces a tomar forma la idea que convierte al resultado de la fecundación en una entidad con esencia y vida propia. La socióloga Nayla Vacarezza nos cuenta que, conscientes de la proliferación y el uso ideológico de este tipo de imágenes, en la década de 1980 el feminismo cultural norteamericano crea el concepto “feto público” para desenmascarar y combatir los pseudoargumentos antiabortistas. La imagen pública del feto configura la subjetividad de las mujeres –sobre todo de las embarazadas– y crea un vínculo –¿filial?– entre la mujer que gesta y el embrión/feto, además de instituir una especie de cultura ideográfica de la esencia de la vida humana. Mecanismos de representación como fotografías de niñxs nacidxs para denunciar el aborto, la no relación de dependencia entre mujer gestante/feto y la visión de éste como ser individual que flota tranquilamente en algo parecido al escenario del Sputnik, ayudan al desarrollo discursivo del feto como sujeto autónomo. En campañas mediáticas antiabortistas se recurre a la invisibilización de las mujeres mediante encuadres cerrados en los que solo vemos sus recipientes –vientres– en avanzado estado de gestación. También es común en sus actividades publicitarias el uso de la primera persona del singular, que posiciona al embrión como una suerte de subalterno y nos interpela inoculando culpa, eje esencial de la moral judeo-cristiana.

    A través de estas falacias, la Iglesia, el Estado conservador, lxs ultras provida, etc., pretenden la vuelta de las mujeres a los fogones y a las cunas, así como la perpetuación de su rol en el modelo de familia nuclear tradicional. Nos obligan a ser madres, pero nos echan de los trabajos al anunciar embarazo; nos arrebatan la capacidad decisiva, pero nos acortan las bajas de maternidad y merman las de paternidad; la ley nos obliga a parir, pero impide una sociedad accesible a todas las personas y no provee las condiciones materiales para una crianza digna; encarecen los bienes de primera necesidad; desahucian a mujeres lactantes y a niñxs de 3 años –esxs sí son personas-; privatizan la educación pública… en definitiva, nos predestinan a la precariedad. Todo esto conforma un engranaje clave de la máquina heterocapitalista, que se beneficia del trabajo femenino, silenciado y no valorado de la retaguardia, para seguir funcionando. Defensa de la vida. ¿Vida embrional? Puede. ¿Vidas humanas vivibles? Nunca.

    La reforma de la ley del aborto no es, por tanto, una cuestión ética, sino un ataque ideológico. No se trata de un debate moral, sino político. Y los derechos de las mujeres a controlar su cuerpo y su vida no deben ser objeto de debate político. Gallardón insiste en la desaparición de estos derechos y condena a las mujeres que desean anteponer su vida a la de otra persona. Las que resistimos sentimos vergüenza y tristeza al cantar consignas de hace más de 30 años. Nos duele el pecho cuando escuchamos a nuestras madres y abuelas: «no me puedo creer que vosotras estéis así».

    Y a eso vamos el 28 de septiembre. Ese día y los que hagan falta. ¿Provida? Provida nosotras las feministas, que luchamos por la salud y la vida plena y libre de todas las mujeres.
    Nos vemos en las calles».

    Yendéh R. Martínez
    Elisa Mandillo Cabañó

    23 noviembre 2013 | 00:57

  12. Dice ser Hartadetonterias

    Totalmente de acuerdo con el primer conentario. Soy mujer y estoy convencida de que estos artículos nos perjudican y nos convierte en mártires de tercera. Seamos inteligentes y no victimicemos a nuestro género. Nos hacéis daño que fomenta visitas y le echáis la culpa a la sociedad patriarcal que fomentais vosotras mismas.

    23 noviembre 2013 | 14:50

  13. Dice ser Brisha

    a Cristina:

    No, yo no he dicho que tengas que ser femenina. Ni que te depiles, ni que vistas falta, ni tan siquiera que te guste el rosa. Pero si eres femenina, si deseas ser coqueta, vestir bonita, andar con tacones y perfumarte lo hagas, no por ello dejaras de ser feminista, ni habras de perder tus derechos como mujer.

    Lo que yo he dicho es que una mujer no debe vestir de camionero para ser feminista, para luchar por la igualdad o ser igual a un hombre (aunque de esto discrepo, ya que un hombre jamas sera como una mujer).

    Que puedas parir no te convierte en una mujer, principalmente porque conozco «MUJERES» (y lo enfatizo porque ellas son verdaderas mujeres) que no pueden parir, principalmente porque nacieron con un sexo equivocado y gracias a sus tesón y los avances en medicina corrigieron ese problema.

    Nota: Merecela pena tu Blog y animo a los aqui presentes a leerlo.

    25 noviembre 2013 | 12:25

  14. Dice ser UnaMujerMás

    Jaa,ja,ja….esto me recuerda a un comentario de un tio que tenía una joyería, yo solia entrar para comprale cosas a mi madre y mis amigas, y una vez va y me suelta, mirando con disgusto mi cara lavada y mis vaqueros y camiseta «YO creo que una mujer que no se maquilla ni es mujer ni es ná…» Asi, sin venir a cuento (estabamos hablando de otra cosa)..jeee,je,je…cerró al cabo de un año…si trataba así a todas las clientas, normal,hijo…..

    A lo largo de mi vida -voy hacia los 40- he tenido que aguantar de todo: a mi madre, superfeminista y también superfemenina, que intentó hacer de mi un clon suyo (creo que sobra decir que no lo consiguió), a mi padre y mi abuelo -su padre- que intentaron que llevara vestidos más allá de los 12 años y que me pareciera un poco mas a mi madre -sólo en el vestir, en el resto de pensar como una feminista no, of course-, a mi novio, que al principio me reclamaba faldas cortas y pelo y uñas largas (no le hice ni caso, claro, y al cabo del tiempo me dijo que me quería precisamente por eso)…..

    Siempre he dependido de mi inteligencia y de pensar por mi misma. Creo que seguiré haciendolo, hasta ahora no me ha ido tan mal…

    PD: aviso a los y las envidiosos: he tenido varios novios y muy guapos y listos -normal-, todos me han querido mucho y ahora estoy con un tio que es el mas guapo del mundo y que quiero y me quiere con locura…

    26 noviembre 2013 | 10:39

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