Archivo de noviembre, 2013

La mejor defensa

Por Irantzu Varela Irantzu Varela n

Contra la violencia machista, la mejor defensa no es el ataque.

No es cuestión de vengarse de los maltratadores, comprarse una tijera castradora o irnos todas a vivir a un mundo sin hombres.

La violencia machista no es “una lacra”, como les gusta llamarla a los políticos y medios reaccionarios; ni una sucesión casual de hechos aislados, protagonizados por hombres enajenados o problemáticos, que no responden a ningún patrón ni tienen un trasfondo político.

La violencia machista es la manifestación de una ideología, el machismo, que considera que las mujeres somos personas “de segunda”, objetos de deseo, adorno o molestia -según toque- y sólo sujetas de satisfacción. Ajena, por supuesto.

Por eso, contra la violencia machista hay que tomar medidas políticas, culturales, colectivas e individuales.

Guardameta de fútbol. Imagen: (c) Marta Hernández Arriaza

Guardameta de fútbol. Blog la sonrisa del arlequín. Imagen: (c) Marta Hernández

 

Contra la violencia machista, la mejor defensa es la educación. Explicar y demostrar a niñas y niños que no tienen que ser de una manera determinada por ser lo uno o lo otro, ayudarles a cuestionar todo lo que se les presupone -o se les impide- por ser de un sexo, enseñarles a relacionarse con personas, no con miembros de uno u otro sexo. Porque establecer la diferencia como forma de identificación en la personalidad de las criaturas, desde pequeñas, supone obligarlas a crecer entendiéndose como opuestos. Unas son lo que otros no. Y viceversa.

Contra la violencia machista, la mejor defensa es la deslegitimación. No tolerar, en ningún contexto ni con ninguna excusa, el lenguaje sexista, las bromas machistas, el uso de tópicos, la reproducción de estereotipos, los comentarios despectivos o paternalistas. Porque la trivialización del machismo, las risas -pero también los silencios- cómplices, legitiman y alimentan una forma de pensar en las mujeres como seres “distintos”, que es el primer paso para perderles el respeto. Y se acaba encontrando una excusa para la violencia.

Pero hay dos armas infalibles contra la violencia machista. Una, son las mujeres. Mujeres felices, seguras de sí mismas, con conciencia feminista, con la autoestima sana, que se respetan y entienden que tienen un lugar en el mundo. Mujeres que quieren con condiciones y no desean que las quieran mucho, sino que las quieran bien; que disfrutan de su cuerpo tal y como es, que se cuidan para estar mejor, no para gustar; que se miran con ojos generosos, no con reflejos crueles de la mirada ajena. Contra esas mujeres, es difícil ejercer la violencia. Porque no se creen el papel de frágiles satisfactoras de deseos ajenos que les ha asignado el patriarcado.

La otra arma contra la violencia machista son los hombres. Hombres felices, seguros de sí mismos, con conciencia feminista, con la autoestima sana, que se respetan y entienden que tienen un lugar en el mundo. Hombres que quieren relacionarse como iguales, desde la complicidad y la libertad, que se atreven a reconocer sus debilidades y que no tienen nada que demostrar. Esos hombres no ejercen la violencia contra las mujeres. Porque no se creen el papel de duros líderes de las vidas ajenas que les ha asignado el patriarcado.
Irantzu Varela es periodista, feminista, experta en género y comunicación, y (de)formadora en talleres sobre igualdad en Faktoría Lila.

Violencia, pandillas y prevención en la escuela

Por Mélida Guevara Foto_2 Mélida Guevara 70

Jaina es el nombre que dan a una chica en El Salvador cuando es compañera sexual de varios pandilleros. Hace algunas semanas, una de ellas agredió a otra chica con un arma cortopunzante (un espejo quebrado) ocasionándole heridas en el cuello en la escuela pública a la que asistía. Esta acción delictiva de una chica contra otra es consecuencia del acoso constante que recibe por parte del pandillero que ejerce poder sobre ella.

Existe un acoso constante de las niñas en las escuelas por parte de chicos vinculados a las pandillas.  Hay niñas desde 10 años de edad que ya viven en situaciones de riesgo por esta situación. Existe la costumbre de tatuarles en el pecho el nombre de sus parejas. Algunas abandonan la escuela por amenazas, por la violencia o directamente por un embarazo.

Notas recogidas en un taller de prevención de la violencia con adolescentes. Oxfam en El Salvador

Notas recogidas en un taller de prevención de la violencia con adolescentes. Oxfam en El Salvador

Cuando en un grupo de 22 estudiantes de noveno grado (entre 13 y 15 años) preguntamos con quién viven las chicas y chicos, únicamente 3 personas respondieron que viven con su madre y padre. Hay quienes viven con solo con su madre, o abuela o tía u algún otro familiar. Muchos no tienen una vivienda establecida y deben andar de un lado a otro. Esta situación de violencia e inseguridad atenta contra la dignidad y los derechos humanos de la niñez y de la adolescencia en nuestro país.

Estos son algunos de los muchos casos que se nos encontramos cuando trabajamos en las escuelas públicas en El Salvador. Por ello buscamos aliados que nos acompañen para prevenir violencia de género y especialmente violencia sexual y contribuir de esta manera a que miles de chicos y chicas puedan actuar antes de que algo grave pase en su vida que les marque para siempre.

Para dar respuesta a estas situaciones, y prevenir que sigan sucediendo estos hechos, nos hemos encontrado con aliados claves y estratégicos que nos acompañan, cooperantes y ONG comprometidas. Juntas desarrollamos un proyecto en 40 centros educativos en riesgo, e hicimos una investigación que nos permitiera conocer la situación de la violencia sexual en centros educativos públicos.

Las conductas frecuentes de violencia sexual son palabras obscenas sexualizadas, grabación y divulgación de videos y fotografías pornográficas en el teléfono, tocamiento de diferentes áreas del cuerpo a través de la ropa, abrazos o acercamientos corporales insistentes, autotocamiento de las partes intimas frente a las demás personas, mandar a una menor tocar las áreas sexualizadas de otra persona.  Los lugares donde ocurre: en las aulas de clase, los pasillos, los baños y los alrededores de la escuela.

A partir de los hallazgos encontrados diseñamos una estrategia que incorpora dos fases. Primero trabajamos en la sensibilización y formación especializada para fortalecer las competencias del personal docente, trabajamos también con comités de estudiantes, y grupos de madres y padres. El camino es prevenir la violencia de género desde todos los posibles ángulos y ponernos de acuerdo para que la comunidad educativa cuente con un protocolo de actuación ante los distintos casos de violencia sexual.

Ahora nuestra esperanza está en la segunda fase.  Estamos animando a los comités de estudiantes para que realicen iniciativas innovadoras con el acompañamiento de sus docentes para abordar los problemas que han detectado en sus propios centros. Pondrán en marcha iniciativas participativas y buscaremos el apoyo de la comunidad para sus proyectos innovadores. Porque ellos tienen la llave para reducir de manera eficaz la violencia sexual en sus centros educativos y en sus vidas.

Mélida Guevara coordina un programa de prevención de violencia en El Salvador y Guatemala dentro del programa de Justicia de Género de Oxfam. A través de la ‘ventana ciudadana’ trabaja con otras mujeres en escuelas, (con estudiantes, docentes, madres y padres), y también con funcionarias y funcionarios públicos para mejorar la vida de las mujeres que acuden a la justicia.

Erradicar la violencia día a día

Por Susana Martínez Novo SusanaMartinezNovo70

Hace sólo dos días, el lunes 25 de noviembre se conmemora, como todos los años el día Internacional de lucha contra la Violencia de Género. Para nosotras, todos los días son días de conciencia y trabajo en este ámbito.  El día 25 fue elegido en homenaje a las hermanas Mirabal, tres activistas políticas asesinadas en 1960 a manos de la Policía secreta en la República Dominicana. Han pasado muchos años desde entonces y comprobamos que sigue siendo alarmante el número de  mujeres asesinadas, violentadas y víctimas de trata de  personas como consecuencia de esta lacra en nuestro país y en el mundo.

Aparecen nuevas formas de violencia,  y el ejercicio del control de unos sobre otras se multiplica con ayuda de las nuevas tecnologías. Muy a nuestro pesar, la administración ofrece respuestas todavía hoy insuficientes, como lo demuestran las últimas cifras sobre violencia. Según fuentes oficiales del Ministerio de Sanidad y Asuntos Sociales, (Delegación Gobierno para la Violencia de Género), 45 mujeres han muerto a consecuencia de actos de este tipo de violencia en nuestro país en lo que va de año, 5 niñas o niños han muerto por la misma causa y 40 menores han quedado huérfanos.

Viñeta de Eneko. Blog 'Y sin embargo se mueve', de 20 Minutos

Viñeta de Eneko. Blog ‘Y sin embargo se mueve’, de 20 Minutos

Las mujeres en muchas ocasiones siguen sin recibir la atención personalizada y el seguimiento que sería necesario para que no se vieran forzadas a mantener la relación de dependencia emocional y económica que las une a su agresor. Todavía hay sectores especialmente vulnerables, como las mujeres que sufren algún tipo de discapacidad, mujeres rurales e incluso mujeres de avanzada edad o jóvenes, sobre las que tenemos muy poca o ninguna información, pues por sus propios condicionantes y circunstancias ni tan siquiera se han podido identificar como victimas.

La detección y la valoración de la situación de riesgo en núcleos de población aislados o entre mujeres que  dependen para la realización de sus actividades más elementales de la vida, de otras personas que las someten con total impunidad, obligan a  los profesionales y al entorno a que extremen sus alertas.

Por otra parte es preocupante ver que las y los jóvenes siguen reproduciendo roles que sorprendentemente creíamos ya superados, y que además los difunden con total naturalidad e impunidad por las redes sociales, conscientes o no de sus consecuencias.Desde nuestra organización, la Comisión de Investigación de Malos Tratos a Mujeres, trabajamos con las victimas, en función de su edad y circunstancias,  para reeducarlas y ayudarlas a no reproducir esquemas en sus relaciones de pareja que las lleven a nuevas situaciones de violencia. Intentamos  fortalecer su autoestima y favorecer su independencia personal. Frases como ‘dónde voy a ir’ ‘qué voy a hacer’ o ‘con quién voy a salir ‘ son recurrentes en estas mujeres, hasta que se dan cuenta de que hay muchas  personas que están dispuestas y encantadas de compartir actividades y experiencias con ellas.

Con las jóvenes trabajamos en terapias grupales que las ayudan a identificar los primeros síntomas de violencia, como si se reflejaran en un espejo  y las proporcionan  recursos para poner límites y sentar las bases de una relación sana y en igualdad. Somos conscientes de que la adolescencia es una etapa crucial para cambiar dinámicas mal adquiridas y la reiteración de patrones sexistas. ‘Hoy me ha llamado 15 veces porque me quiere mucho’, puede llegar a convertirse en la normalización de la limitación de la libertad individual de una persona; ‘me ha sacado varias fotos en momentos íntimos y temo que se las mande a mis padres’ nos hace saltar las alertas.

También ofrecemos información a profesionales y personas del entorno que detectan situaciones sospechosas, activando los protocolos de actuación necesarios. No es la primera vez que un padre o una madre, nos llama porque no sabe cómo ayudar a su hija, o un profesional porque tiene que remitir a la víctima a otros servicios especializados.

La lucha contra la violencia implica un trabajo importante para el conjunto de la sociedad y conmemorar el día 25 de noviembre aunque no suficiente, es fundamental como ejercicio de reflexión para que adquiramos el compromiso de aportar nuestro pequeño o gran granito de arena.

María Jose Diaz-Aguado, catedrática de psicología evolutiva de la Universidad Complutense de Madrid, lo expresa con toda claridad: ‘ La violencia de género no es una cuestión biológica ni patológica, es un producto cultural que podemos erradicar’.
Susana Martínez Novo es abogada y activista.

Salir de la violencia, ser feliz

Por M.J.G y J.M.M  fabricanciones - generando igualdad

Lo fundamental para prevenir actos de violencia de género es que puedas reconocer tú misma que los estás sufriendo.

Va más allá de un puñetazo o‬ un golpe. Las palabras son las que hacen que lleguemos al punto de aceptar un‬ puñetazo como algo normal.‬

 

Todo empieza con una manipulación psicológica. Él va haciendo que te alejes de‬ todo lo que quieres y de todos a los que quieres, que dejes de tener vida‬ social y familiar y que te centres únicamente en él. Se basa sobre todo en hacerte‬ creer que sin él no eres nada.‬

Cuando tu pareja te obliga a estar en un sitio determinado aunque te esté‬ anulando totalmente sin dejarte ni siquiera hablar con nadie.

Cuando recibes‬ un golpe por llegar 10 minutos tarde, cuando recibes otro golpe y te dice que es que lo tenías que haber llamado por teléfono y no lo has hecho.

Cuando te pega un empujón porque simplemente estas dando una opinión distinta a la suya. Cuando te dice que eres una inútil por no pensar como‬ él, que nunca serás nada sin él, que te quedarás sola si lo dejas.

Estos son‬ síntomas de una violencia de género que tanto nosotras como nuestro‬ entorno tenemos que detectar y prevenir.‬

No dejes que nadie te manipule, que nadie te convenza de que no vales nada, de que no sirves para nada.

Que no te quiten el derecho a expresarte, a reír, a comunicarte…

No normalices situaciones de este tipo y sobre todo déjate‬ ayudar.‬

“Grita” por lo que estás pasando, por encima del miedo y la vergüenza.

Cuando alguien de tu entorno (familia, conocido, amiga, amigo, compañera o compañero de‬ trabajo…) te comente que no eres tú cuando te encuentras al lado de tu pareja, y te exprese síntomas como los citados anteriormente, no los rechaces. Hazles‬ caso, tómalos en cuenta, sé fuerte, corta esa relación dañina y que mata tu‬ vida.‬

Nunca des segundas oportunidades. Eso lo único que hace es reforzar a tu agresor, hacerle sentir más poderoso.

‪Siente que no estás sola, y que lo que estás pasando no es algo que te merezcas.

Tú no tienes la culpa de lo que pasa, aquí sólo hay un culpable y es la persona que te limita, te golpea, te veja, te insulta. Ésta es la persona culpable.‬

Todos tenemos derecho a ser felices, no dejes que nadie te mate en vida.

‪‪El llanto, el miedo, la pena y los lamentos son enemigos tuyos. Juegan en‬ tu contra.‬

Cámbialos por la rabia y el valor.

No tengas vergüenza. Tú no eres culpable de nada.

Cuéntalo a quien creas que te puede ayudar…verás como siempre encuentras‬ a alguien que te tienda una mano.‬

Una vez des el primer paso, no te arrepentirás.‬  Habrás conseguido cambiar tu angustia por tranquilidad.‬

 

 M.J.G y J.M.M son dos mujeres víctimas de violencia de género, integrantes del taller de fabricanciones de Rafa Sánchez en la Asociación Generando igualdad

Violencia sexual: valor, vida, impunidad

Por Sandra Cava Ortiz Sandra Cava
Desde que tenemos uso de razón interiorizamos un concepto de valor de la vida y asimilamos de manera natural que tiene un valor incalculable, por grande y por difícil de determinar; tan incalculable y enorme que se nos escapa, como intentar contar el número exacto de estrellas en el cielo.

Imagen: Jovana Sáenz, víctima de violación y desplazamiento forzado (c) Pablo Tosco / Oxfam

Imagen: Jovana Sáenz, víctima de violación y desplazamiento forzado (c) Pablo Tosco / Oxfam

Pero en algunos lugares, bajo algunos contextos, este cielo pierde su inmensidad y el valor de la vida pasa a ser calculable, medible, e incluso inexistente. Y cuando digo vida me refiero al sentido más amplio de la palabra, incluyendo tus decisiones, tus derechos, tu libertad, tu cuerpo.
Algunas zonas de Colombia parecen ser uno de estos lugares. Una sociedad de herencia machista y patriarcal que parece naturalizar la violencia hacia las mujeres, exacerbada por un contexto de conflicto armado que dura ya más de 50 años.
Todos hemos escuchado historias de maltrato, de violencia, más cercanas o menos, pero cuando pude escuchar las voces de las mujeres víctimas de violencia sexual en Colombia se me encogió el corazón. Siento que nunca entenderás una historia así como cuando la escuchas cara a cara, de mujer a mujer, cuando el aire que contiene su dolor es el mismo que tú respiras.
Con el paso de los días conocíamos mujeres, mujeres urbanas o rurales, afros o indígenas, intentábamos entender las historias y aprendíamos de todas ellas. Algunas nos decían “yo quiero hablar, aunque no sé si aguantaré las lágrimas”; por dentro pensaba si ante historias tan crudas aguantaría yo.Es difícil contener las lágrimas escuchando a Jovana Sáenz,  compañera de Angélica Bello en la lucha por los derechos de las mujeres. La guerrilla asesinó a gran parte de su familia y sufrió dos veces desplazamiento forzado. En Bogotá se vinculó a Afrodes, la asociación de afrodescendientes de desplazados y allí empiezó una fuerte actividad con mujeres, a través del auto 092 , una resolución judicial que protege a las mujeres víctimas del desplazamiento forzado. En este punto comenzaron las amenazas, los golpes y las persecuciones, hasta que un día fue acorralada y violada me hicieron lo que quisieron y me dijeron que si seguíamos jodiendo con el auto 092 harían lo mismo con todas las compañeras, sólo escuchaba insultos, risas. Después de esto recibí burlas en lugar de apoyo, explica.

Muchas mujeres, como Jovana,  habían sufrido algún tipo de violencia sexual, su cuerpo se había convertido en un botín de guerra, en un trofeo para el disfrute de diferentes agentes armados; otras habían sido violadas; otras maltratadas y torturadas; y todas ellas se sentían humilladas, avergonzadas, manchadas y discriminadas por haber sufrido esta violencia y por ser mujeres. Algunas debían sumar la violencia de los diferentes agentes armados a la propia violencia intrafamiliar.

Las historias se iban sumando y aumentaban su dureza, ¿cuánto dolor soporta el cuerpo y la mente de una mujer? Parece que después de días escuchando tanta violencia entendí la generalización, la normalidad de una situación que al principio me impactó por fuerte, dura y supuestamente aislada.

Imagen: María Eugenia Sánchez, directora de la Casa de la Mujer junto a víctimas y colaboradoras (c) Pablo Tosco / Oxfam

Algunas de estas mujeres ya no tienen fuerzas y no ven esperanza, pero muchas otras siguen luchando, dicen que no han logrado romperlas. Se apoyan en diferentes organizaciones para recibir apoyo, conocer otras historias, entender que deben denunciar y que pueden superar el daño sufrido. La casa de la mujer o Afrodes son algunas de estas organizaciones.

En un día como hoy, el Día de la Eliminación de la violencia contra la Mujer, toma especial relevancia la necesidad de solucionar un hecho que no es aislado y que goza de total impunidad. Las víctimas de estos crímenes exigen verdad, justicia y reparación pero no lo consiguen. En este sentido, y para entender la magnitud de este problema, en la actualidad se debate en el Congreso de la República de Colombia si la violencia sexual en el conflicto armado se considera crimen de lesa humanidad.
La definición establece que deben ser crímenes inhumanos, generalizados y sistemáticos dirigidos a la población civil. Las voces de las 489.000 mujeres que han sufrido violencia en Colombia entre 2001 y 2009 parecen contar historias que siguen esta definición.
Sandra Cava forma parte del equipo de comunicación de Oxfam Intermón

Delgadas, delicadas y calladas

Por Camino Quirós CamQC

Princesas, hadas, cocinitas de juguete, guapas, muñecas, cochecitos, maquillaje, madres, vestidos, rosa, lazos… Delgadas, delicadas y calladas. Somos, en parte, lo que hemos aprendido a ser. Somos, por tanto, lo que nos han enseñado a ser. ¿Y cómo nos enseñan a ser?

En la sociedad en la que vivimos, regida por un modelo patriarcal que estipula unos marcados roles de género, se pierden las diferencias individuales para tratar de encasillarnos dentro de la cuadrícula que resulta cómoda para los que tienen el poder. Este intento de fabricar mujeres tradicionales se traduce en un bombardeo silencioso de mensajes sobre cómo debemos ser, desde la publicidad en los medios de comunicación, pasando por el cine, la música, las calles con sus pintadas y sus carteles, el sistema educativo, las aulas, el deporte, la política, el sistema laboral, hasta la propia familia.

¿Quieres decir que una mujer puede abrirlo?

¿Quieres decir que una mujer puede abrirlo? Anuncio de ketchup de los años 50 en Estados Unidos

Hablamos de violencia simbólica. Uno de los tipos de violencia machista que no aparece en las leyes, que la sociedad no conoce. Un ataque casi imperceptible, un modelado invisible; “la violencia que no se ve”. Es decir, la violencia simbólica constituye una forma de agresión que resulta difícil de identificar y distinguir, porque está inmersa en lo cotidiano y, a través de sus mensajes, naturaliza situaciones que no son en absoluto naturales, como la falta de respeto a las mujeres o el ejercicio de poder sobre ellas.

El gran problema radica en que cuando algo es habitual, socialmente se confunde con lo normal, y de esta manera ciertas estrategias del modelo patriarcal que se expresan muy sutilmente para perpetuar los estereotipos sobre las mujeres, se hacen invisibles. Cuando algo no se ve, no se nombra, por lo que aparentemente no existe, y la lucha por erradicar un agravio sin forma tangible se torna en una tarea llena de obstáculos.

Los mensajes de la violencia simbólica hacia las mujeres cuentan con un gran repertorio desde el cual se nos transmiten, llegando a una profundidad peligrosa, sin que apenas nos demos cuenta, las reglas sociales sobre cómo debemos ser, cómo debemos actuar, cuáles han de ser nuestros objetivos en la vida y por consiguiente, aquello que no está aceptado dentro de la categoría de mujer tradicional. De esta manera, desde que nacemos se nos lanza como camino a seguir el color rosa, los lazos, los vestidos, los juguetes para niñas, la delicadeza, la sumisión, la resignación, los zapatos de tacón, el cuerpo de revista del corazón, el maquillaje, determinado estilo de vestir, el amor romántico, encontrar un príncipe azul, casarse, ser madre.

La sociedad patriarcal nos obliga a la fuerza a jugar con sus normas, exponiéndonos sin hacer ruido a otros tipos de violencia machista, tratando de crear mujeres que encajen en sus roles, vulnerables al poder de los hombres, sumisas, que aguanten.

Mirando más allá de lo normal –habitual- se puede evitar caer en la trampa oculta y ver realmente qué quiero ser y no qué quieren que sea.

 

Camino Quirós Chacón es psicóloga experta en violencia de género, terapeuta EMDR, especialista en trauma y apego. Con consulta propia en León y colaboradora de las asociaciones Simone de Beauvoir y Aspacia. 

El papel de las mujeres en la prevención de las crisis

Por Laura Martínez Valero Laura Martínez Valero

A veces cuando oímos que una región está sufriendo una crisis alimentaria o una sequía, pensamos que se trata de desastres fortuitos e inevitables, contra los que no se podía hacer nada con anterioridad. Sin embargo, la realidad es que pueden y deben deben crearse estructuras para prevenir, enfrentarse y recuperarse de estas situaciones límite. Es lo que se conoce como resiliencia.

En el caso del Sahel en África, he tenido la oportunidad de conversar sobre el importante papel de las mujeres en la prevención de desastres y crisis con El Hadj Mamadou, director de la Asociación Mauritana por el Auto-Desarrollo (AMAD), y Hindatou Amadou, responsable de Incidencia Política y Género en la Asociación para la Promoción de la Ganadería en Sahel y la Sabana (APESS).

Me han explicado cómo en países como Mauritania o Burkina Faso, basados en una economía agropastoral, las crisis alimentarias repercuten directamente en los agricultores y ganaderos. Las mujeres son especialmente vulnerables, ya que dependen del capital natural, mientras que los hombres tienen la posibilidad de buscar otro trabajo remunerado. De hecho durante una crisis los hombres suelen emigrar, mientras que las mujeres quedan al frente de la familia y sufren las consecuencias de primera mano.

Hindatou N. Amadou y El Hadj Mamadou Bâ ayer en la sede de Oxfam Intermón en Madrid

Hindatou N. Amadou y El Hadj Mamadou Bâ ayer en la sede de Oxfam Intermón en Madrid

Después de la crisis alimentaria de Sahel en 2012, las medidas preventivas están comenzando a tomar fuerza. En Mauritania, El Hadj trabaja para que sean los agricultores quienes, a través de un sistema de alerta precoz, alerten al Gobierno ante la falta de precipitaciones o la oscilación en los precios de los alimentos. En Burkina Faso, Hindatou trabaja en la formación de las familias para que puedan realizar diagnósticos de su propia situación alimentaria. “Las mujeres tienen un acceso clave a la información, por lo que tienen un papel fundamental en los sistemas de alerta”, cuenta Hindatou, “pero se encuentran fuera de las esferas de decisión”.

Por ello, están trabajando para que las mujeres formen parte de los comités de decisión de las asociaciones y puedan transmitir sus necesidades y realidades, muy diferentes a las de los hombres. Una de las principales trabas para que las mujeres accedan a estos comités es la sobrecarga laboral, ya que además de su rol productivo cuentan con un rol reproductivo al frente de la familia, y la escasa alfabetización femenina, que implica una inversión en formación que generalmente está destinada a los varones.

Tanto El Hadj como Hindatou remarcan la importancia de crear proyectos específicos para incluir a las mujeres en los sistemas de vigilancia. Ambos contribuirán con su experiencia en el seminario que tendrá lugar hoy y mañana en Madrid: “De la vulnerabilidad a la superación de las crisis: la resiliencia de las comunidades”, organizado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y Oxfam Intermón.

Laura Martínez Valero es estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Colaboradora del equipo de comunicación de Oxfam Intermón.

Una liana hacia el futuro

Por Margarita Saldaña MargaritaSaldaña

Con apenas veinte años, Paula ha pasado ya más de la mitad de la vida fuera de Perú, su país natal. La suya es una historia de superación que deja ver cómo algunas mujeres son capaces de transformar las sogas que pretenden ahogarles en lianas para saltar hacia el futuro.

Antes de llegar a España, Paula migró con su madre y sus hermanas a Rusia, donde aprendió el idioma por su cuenta, estudió secundaria y trabajó dando clases de español. Vino a España para estudiar el bachillerato, hizo selectividad y actualmente cursa el último año de carrera.

Para ayudar a la economía familiar, Paula lleva varios años trabajando en empleo doméstico, igual que su madre. Reconoce que al principio sentía vergüenza: «yo no decía en qué trabajaba mi madre, decía que era ama de casa, porque en Perú teníamos otro estilo de vida, teníamos empleada que nos ayudaba. Luego vi que eso no era malo. Yo valoro mucho a mi madre, veo que nos ha sacado adelante con mucho esfuerzo y para mí es un ejemplo de superación a pulso».

Hizo la prueba de colocarse como interna. La señora le daba permiso para ir a clase a cambio de no descansar el fin de semana, pero enseguida tuvo que dejar el trabajo porque el tiempo de estudio no era suficiente.

Empleada doméstica. Imagen de periodismohumano.com

Empleada doméstica. Imagen de periodismohumano.com

En estos momentos, Paula trabaja como externa seis horas diarias: «limpio, cocino, plancho y cuido de una niña de año y medio. Como son pocas horas, tengo que tener todo muy esquemático para que me rinda el tiempo. Con la familia me llevo muy bien, me dan buen trato, son flexibles. A veces ellos me piden un viernes en la noche que me quede con la niña y yo se lo hago, y me pagan. Otras veces yo les pido un permiso para un examen o para el médico y me lo dan, y luego recupero las horas». Piensa que el hecho de estar estudiando influye para que sus jefes la valoren: «saben que no me voy a dejar avasallar».

Con el paso del tiempo, Paula ha descubierto que este tipo de trabajo le está permitiendo alcanzar sus objetivos, y confía en poder dedicarse a su profesión cuando termine la carrera: «la verdad es que no quisiera seguir trabajando en empleo doméstico. Para mí es temporal, quisiera poder conseguir una beca en una empresa y empezar a trabajar de lo mío. Trabajar y estudiar me tiene sobresaturada, aunque es verdad que lo valoro más porque veo que he podido, y encima saco buenas notas; para mí, el intentar compaginarlo todo es un incentivo».

Margarita Saldaña trabaja en  Pueblos Unidos

Algo más que un juego

Por Belén de la Banda @bdelabanda

Las encontramos por casualidad, callejeando junto a la mezquita. Llamaban la atención. Eran muy pequeñas, demasiado para lo que estaban haciendo. Cocinaban con fuego vivo, real, en unas diminutas y perfectas cacerolitas metálicas, réplicas a escala de las que sin duda usaban cada día sus madres y sus abuelas. 

Tres niñas juegan a cocinar  en una calle de Bobo Dioulasso en 1995.

Tres niñas juegan a cocinar en una calle de Bobo Dioulasso (Burkina Faso, África Occidental)

Era imposible no pararse a mirarlas. Como si tuvieran poderes magnéticos, iban atrayendo a distintas personas. Otros niños se acercaban, con envidia probablemente, quizá con la esperanza de ser admitidos en el juego. Pero ellas seguían, tranquilas y concentradas, a lo suyo. Trasteando con las cucharas, las calabacitas, avivando el fuego bajo las piedras. Llamaban la atención, probablemente por la perfección de sus movimientos, también réplica a escala del trajín de cocineras experimentadas que preparan recetas mil veces repetidas. Pero llamaban la atención, sobre todo, por la alegría nuclear de su juego. O de su verdad. Sabían que estaban haciendo algo importante.

Varias personas se acercan a contemplar el juego.

Varias personas se acercan a contemplar el juego.

Era el verano de 1995, y han pasado muchos años, pero Burkina Faso sigue entre los países más pobres del mundo: el cuarto por la cola. Y allí la comida, los alimentos, son el centro de todo. Tener alimentos supone poder hacer mucho más. Quizá por eso ayer recordé a las pequeñas cocineras leyendo el magnífico especial de 20 minutos sobre el poder de los alimentos, y viendo con admiración  el video de las productoras de arroz de Burkina Faso. Y busqué aquellas fotos que fueron diapositivas. Quizá sólo son un pálido reflejo de aquel momento, pero merece la pena recuperarlo. Entonces y ahora, vuelven esta alegría y esta verdad: el poder de los alimentos, la alegría de tenerlos y transformarlos en algo mejor. No muy lejos del lugar donde jugaban aquellas niñas, Mariam Nana y sus vecinas convierten el arroz en oportunidades de futuro.

Una pequeña cocinera mirando a su público. Imagen: @bdelabanda

Una pequeña cocinera mirando a su público. Imágenes de @bdelabanda

Los alimentos tienen poder.  El mango que lucha por las mujeres, el arroz que enseña a leer, la patata que mejora la vivienda, el maíz que permite no desarraigarse, el azúcar que da trabajo digno…  Y como entonces, merece la pena asomarse a verlo. E incluso participar en el juego con un pequeño gesto. Porque el mero hecho de comer, de acabar con el hambre, hace posible que todo alrededor cambie.

 

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Juliana, mujer sin patria

 Por Susana ArroyoSusana Arroyo

“Tiene usted apellidos sospechosos”. Eso le dijeron a Juliana los funcionarios de la oficina donde fue a solicitar su documento de identidad hace unas semanas. Allí mismo le arrebataron la documentación y desde entonces le cambió la vida: no puede ir al banco ni hacer trámites públicos, no puede conseguir empleo ni acceder a servicios de protección social.

“Yo lo que necesitaba era declarar a mis cuatro hijos, sin documento de identidad no puedo declararlos y la profesora me ha dicho que va tener que sacarlos de la escuela porque no pueden seguir sin acta de nacimiento”, explicaba Juliana a la prensa dominicana.

Deguis Pierre. Esos son sus apellidos, ambos haitianos, reveladores de su origen pero no su nacionalidad: ella es dominicana. Nació ahí y de ahí se siente, el Estado dominicano la declaró ciudadana y le entregó la documentación que la acredita como tal.

Pero podría quitársela a ella y a otras 200.000 personas que se verían afectadas por una sentencia que les retiraría la nacionalidad a través de lo que el Estado dominicano ha llamado “programa de rescate y adecentamiento del Registro del Estado Civil”. La medida afectaría sobre todo a hijos e hijas de padre y madre haitianos y ha sido considerada contraria al derecho a la igualdad y la no discriminación de la Constitución Dominicana y la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Según la sentencia del Tribunal Constitucional, los cuatro hijos de Juliana tampoco tienen derecho a la nacionalidad dominicana debido a que el estatus migratorio de sus progenitores es irregular en el país. © Orlando Ramos. Publicada por “La lupa sin trabas”

Según la sentencia del Tribunal Constitucional, los cuatro hijos de Juliana tampoco tienen derecho a la nacionalidad dominicana debido a que el estatus migratorio de sus progenitores es irregular en el país. © Orlando Ramos. Publicada por “La lupa sin trabas”

Cuando hablan de “rescatar y adecentar” el Registro Civil, hablan de revisarlo para listar a todas las personas que desde 1929 fueron declaradas dominicanas, pero cuyos progenitores no puedan probar que su situación migratoria en el país era regular cuando declararon a sus hijos.

“Tengo 28 años y nunca he ido a Haití, ni una sola vez (…) a lo mejor porque me vieron el color negro pensaron que yo era haitiana, pero les dije que yo no soy haitiana, que mi mamá me parió aquí y que éste es mi país”, decía Juliana a otro medio local.

El despojo de la nacionalidad a miles de personas les aniquilará civilmente al eliminarles, a ellas y a sus hijas e hijos, no solo sus derechos civiles sino también su capacidad para ejercer sus derechos sociales, económicos y culturales. Carecer de documentos de identidad limita todos los ámbitos de la vida de las personas desde el cambio de un cheque o la compra de una casa; hasta su derecho al voto, a la protección social o ir a la escuela.

El Estado dominicano puede determinar soberanamente las condiciones para adquirir la nacionalidad, pero deberían hacerlo protegiendo siempre los derechos fundamentales de las personas y cumpliendo los llamados de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

¿Cuántas mujeres habrá como Juliana? ¿Cuántas hijas, nietas, bisnietas de migrantes haitianos, que luego de tener nacionalidad dominicana ahora podrían quedarse sin ninguna?

Susana Arroyo (@suarroyob) es responsable de comunicación de Oxfam en América Latina. Tica de nacimiento, vive en Lima. Quiere que cambiar el mundo nos valga la alegría, no la pena.