Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Resurge la España negra (como sus sotanas)

Cada día estoy más de acuerdo con Alfonso Guerra en lo que se refiere a las relaciones Iglesia-Estado. El presidente de la Comisión Constitucional del Congreso dijo ayer que «antes o después no va a haber otro camino» que la denuncia de los acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede, ya que los obispos españoles «están apretando tanto» que «aunque no se quiera reconocer, no hay otra» opción.

Gaspar Llamazares fue un poco más lejos cuando, hace unos días, nos advirtió:

«Cría obispos y te sacarán los ojos»

¿No se darán cuenta estos obispos, salidos de una España tan negra como sus sotanas, que cuanto más aprietan en su campaña electoral, a favor del PP y en contra del PSOE, más están perjudicando al pobre Rajoy?

Hasta el perpicaz y desinteresado Pedro Jota se ha dado cuenta. Ayer lo adviritó en su editorial a los obispos. Estos reverendísimos sepulcros blanqueados de la ultra derecha no se enteran del daño que están haciendo al PP.

Muchos jóvenes e indecisos acudieron cabreados a las urnas, el 14 de marzo del 2004, para votar en contra las mentiras miserables del trío Pinocho (Aznar-Acebes-Zaplana) sobre ETA en el 11-M.

Desmontada por la Justicia la teoría conspiratoria de Aznar, Pedro Jota y la radio COPE de los obispos ultras, aquellos cientos de miles de votantes airados estaban un poco apáticos, dormidos o desmovilizados en esta campaña electoral. Ahora no había un elemento tan fuerte como aquellas mentiras despiadadas de Aznar para movilizarles hacia las urnas.

Sin embargo, la amenaza del resurgir de la España negra de los obispos ultras les está despertando…

Zapatero debe estar dando saltos de alegría y poniéndole velas y misas al cardenal ultra Rouco Varela para siga metiendo cizaña inquisitorial contra el PP en la campaña electoral. Cuanto más se acerque al PP, más daño le hace.

Así se las ponían a Fernando VII.

¡Qué potra tiene este Zapatero!

Y el pobre Rajoy ya no sabe donde esconderse de las sotanas que, en tan mala hora, le persiguen…

El Rey, «molesto con los ultras». Y con razón

El ruido interesado que la extrema derecha del PP está haciendo con la quema de fotos del Rey me recuerda la anécdota del ministro de Franco, Serrano Suñer, y el embajador del Reino Unido.

En los años más duros del franquismo, un grupo de manifestantes gritaba ante la embajada inglesa, con pancartas de «¡Gibraltar español!».

Cuentan que el ministro de Franco telefoneó al embajador británico para ofrecerle el envío de más policías, con el fin de proteger la embajada de eventuales actos violentos.

El flemático embajador inglés le contestó:

-No me mande más policías, señor ministro. Prefiero que me mande menos manifestantes.

¿Han perdido el juicio nuestros líderes políticos?

He pasado varios días junto al mar, sin periódicos y conectado con el resto del mundo únicamente a través de www.20minutos.es.

En casa, me habían guardado los diarios viejos y ayer tuve la oportunidad de echarles un vistazo rápido. Comencé con El País del viernes para leer tranquilamente todo lo interesante que me había perdido durante un largo y maravilloso fin de semana al sol. Buscando la columna de Sol Gallego, fíjense con lo que me topé: ¡la gallina!. Cada vez que veo esa bandera fascista con la gallina se me ponen los pelos de punta. Me da miedo. Y eso que tiene los mismos colores de mi bandera…

Estoy reflexionando sobre el comportamiento de nuestros líderes políticos. ¿Acaso se están volviendo locos? Me refiero a Zapatero y a Rajoy, pues, es esto de la crispación y de la bronca entre dos, tanto monta monta tanto. Conste que no soy ni trato de ser equidistante. Tengo mi corazoncito en el lado izquierdo y mi bolsillo en el lado derecho, como todo hijo de vecino. Pero, aunque se me vea el plumero -que nunca trato de ocultar- soy bastante libre y aquí escribo, como dije el primer día, como si fuera libre.

Ahora me voy corriendo a cosas del trabajo atrasado pero volveré con esta reflexión esta noche o mañana. ¿Hay por ahí alguien sensato?

Si es así, que diga algo, por favor.

«Ultras» y neonazis, en El País; inmigración, en El Mundo

Las dos portadas van hoy dedicadas –y con razón- al asesinato de una heroína de la libertad de expresión: Anna Politkovskaja. Y los titulares y las fotos (a dos y a tres columnas) son bastante similares. Ambos diarios se acercan en asuntos internacionales (salvo con Bush) y se alejan, hasta la antípodas, en asuntos nacionales.

El Mundo:

Asesinada la periodista que denunciaba los abusos de Putin

El País:

Asesinada a tiros la mujer que simbolizaba la crítica a Putin

Siempre que leo algo sobre asesinatos, torturas o persecuciones de colegas, que luchan por la libertad de expresión y de información de sus lectores, me da algo en el estómago.

Siento un nudo en las entrañas que pronto se transforma en cabreo monumental que me impulsa a volver a primera línea informativa. El tiempo no pasa en vano y, a medida que voy haciendo mayor, me hago más radical en la defensa de mis principios. Ayuda mucho tener la casa pagada y los niños (casi) criados. El asesinato de Anna, admirada y querida por sus compañeros de profesión (recibe mi más sincero pésame amigo Eugene), me ha trastornado en esta mañana luminosa de domingo en Almería, donde estoy por boda familiar.

¡Ay! Rusia, Rusia. Ahora brotarán multitud de teorías conspirativas para explicar las causas de su asesinato. Quizás no sepamos nunca quien dió la orden de matarla a tiros en el ascensor de su casa. Tenía numerosos enemigos, que fueron centro de sus investigaciones y críticas periodísticas: el gobierno de Chechenia, el presidente Putin, sectores corruptos del Ejército y de la policía rusos, bandas fascistas y neonazis, mafias precapitalistas infiltradas en las grandes compañías, etc.

Una frase de la información de primera de El País abre mucho el abanico, y creo que no se equivoca, cuando dice lo siguiente:

“Las primeras hipótesis de su muerte apuntan hacia la política y el ambiente de histeria nacionalista que hoy se respira en Rusia”.

“Ambiente de histeria nacionalista…”

No lo echemos en saco roto. Dice el refrán:

“Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”.

Debajo de la foto espléndida de Anna, El País titula a tres columnas:

10.000 personas militan en grupos “ultras” y neonazis españoles

Y con este sumario:

La policía alerta del ascenso de una organización racista americana

Junto a la foto de Anna, con un libro suyo sobre Putin, El Mundo titula a una columna:

Rajoy: “El pacto sobre inmigración del PSOE es la treta del boxeador sonado”

El País también habla de inmigración en el dos por dos (abajo) de su portada con este titular:

“Sólo la muerte me impedirá regresar a España”

Sumario:

Relato de un menor repatriado a Marruecos

Rajoy” El pacto de inmigración es un trágala”

Ese mismo lugar de portada lo dedica El Mundo a un titular deportivo-patriótico:

Humillante derrota de la selección ante Suecia

Pero el tema principal de portada de El País es una noticia (quizás exclusiva) sobre las bombas atómicas que cayeron, hace cuarenta años, cerca de mi casa de Mojácar. Lleva este titular:

España y EE UU acuerdan limpiar la radiactividad de Palomares

Y el artículo más sugerente que he leído hoy en la prensa es éste de Santós Juliá, lleno de sentido común:

NACIONAL

LA COLUMNA – Santos Juliá

Aquel día memorable

Entre todos han ido amontonando basura sobre el 11-M de Madrid

Santos Juliá

DOMINGO – 08-10-2006

HAY FECHAS en la historia de las ciudades que merecen ser recordadas con unánime devoción porque en ellas se fundieron sentimientos que apenas pueden aflorar en la rutina cotidiana. Una de esas fechas es el 11 de marzo de 2003, en Madrid, cuando todos los que vivimos en esta ciudad comenzamos la tarea diaria sumergidos en la pesadumbre por los terribles atentados de aquella mañana. Luego, de inmediato, la ciudad dio lo mejor de sí: cientos, miles de personas, modificaron sus horarios, echaron horas extras, donaron sangre, colaboraron en el transporte de heridos, acondicionaron espacios para atender a quienes ingresaban en los hospitales. La ciudad se llenó de silencio que, en lugar de originar un caos y multiplicar los efectos buscados por los terroristas, potenció la eficiencia y permitió que jóvenes y jubilados, médicos y personal sanitario, taxistas y policías, servicios de urgencia y autoridades municipales, ofrecieran un impagable ejemplo de civismo y solidaridad.

Era el 11 de marzo de 2003 un día para el recuerdo sobre el que ha caído un periódico, El Mundo, empeñado en propalar relatos de fantásticas conspiraciones elaborados por delincuentes dispuestos a contarnos, si les pagan, la guerra civil; una emisora de radio, propiedad de la Conferencia Episcopal, experta en el insulto y la injuria; unos policías sedicentemente científicos, autores de un par de folios que les habrían valido el despido como vigilantes de tercera categoría; unos políticos a los que el rencor ha dejado indelebles marcas en el rostro, y unos dirigentes de víctimas de otro terrorismo que no saben ya qué consignas balbucear ni qué camisas vestir para llamar a la rebelión.

Entre todos han ido amontonando basura sobre una de las memorables jornadas de la villa de Madrid. Fueron primero las consignas emitidas por el ministro del Interior y los servicios diplomáticos del Exterior en el sentido de que había que atribuir la comisión de los atentados a ETA. Vino más tarde la denuncia de una conspiración en la que habrían participado las policías de Francia, España y Marruecos, más los terroristas de ETA, más ciertos dirigentes del PSOE. Ahora lo que se propala es que alguien ha manipulado un informe de la policía científica que establecía la vinculación de ETA con los islamistas. Y que esa manipulación exige seguir investigando. Queremos saber más, repiten hasta la hartura los dirigentes del PP, ministros de un Gobierno bajo cuya mirada se cometieron los atentados y se suicidaron los terroristas.

Manipulación ¿de qué informe? Porque si toda la prueba que unos policías han esgrimido para fantasear sobre la vinculación de ETA con los islamistas es que en la guarida de éstos apareció un bote de ácido bórico similar a otro hallado hace cuatro años en la guarida de aquéllos; si eso es todo lo que la policía científica española ha descubierto para fundamentar un vínculo entre etarras e islamistas, aviados estamos con nuestra policía, con nuestra ciencia y con nuestra España. De verdad, si hay algo irritante en este caso, es que el Horatio que recibió los dos folios del trío de subordinados no les echara una de sus penetrantes miradas y les impusiera la tortura de contemplar doce horas seguidas durante un año todos los episodios de todas las series de policías científicas que pululan por televisión.

Es desolador que todo este enredo en el que se encuentra empantanada la política española, con jueces a la greña y políticos y periodistas arrojándose su habitual sarta de piropos, no pase de ser una tomadura de pelo. No sabía bien el jefe de los científicos que, al rectificar los términos del supuesto informe, echaba verdadera carnaza a todos los pescadores en río revuelto. Y ahí están, machacando una y otra vez hasta que la gente olvide el impresentable texto origen del barullo y centre su atención en una supuesta manipulación que, siguiendo la lógica de nuestros brillantes policías científicos, sólo podría explicarse por un intento de ocultación.

Y ya tenemos a Rajoy y a toda la ristra clamando contra la ocultación. Es el mundo al revés: los que tendrían que dar explicaciones, Rajoy, Acebes, Zaplana, quieren saber más: se ve que en el momento de la verdad estaban en babia y todavía no se han enterado de que los autores del crimen fueron terroristas islámicos y que esta gente se basta y se sobra para matar y matarse, sin necesidad de vinculación alguna con nadie. Deberían pararse un momento, pedir a los ciudadanos excusas por su monumental error al atribuir a ETA el atentado, rendir homenaje a la memoria de los muertos y dejar de sembrar de sal el recuerdo de aquel día, por tantas razones inolvidable, de la historia de Madrid.

FIN