Forges lo ha visto muy bien: los garrotazos de Goya, pero con cubos de agua.
¡Qué imagen tan española!
Si algo excita las bajas pasiones del ser humano es la lucha por un cacho de tierra o por un chorro de agua. Es más, detrás de casi todas las guerras conocidas se esconden la tierra y/o el agua.
No me extraña que los del PP se hayan reenganchado al batallón de los agravios interterritoriales haciendo alarde de tanta desmesura.
Les puede salir el tiro por la culata. Cuando remueves las tripas a base de demagogia, no sabes cómo recuperar la calma.
El griterío de los conservadores de Valencia y Murcia puede provocar las iras de los castellanos-manchegos que llevan décadas enviándoles agua del Tajo para regar las huertas de Levante.
Estoy notando la falta de una declaración clara y firme del Gobierno de España diciendo que cuando exista el peligro de emergencia para consumo humano a valencianos y/o murcianos (como ocurre ahora en Barcelona) tampoco les faltará el agua de boca a Valencia ni a Murcia.
¿Somos o no somos iguales ante el agua?
Hoy escuché en la tele al alcalde de Barcelona y explicó el conficto con claridad meridiana. Habló de evitar una situación de emergencia en otoño para dar de beber a una población de 5-6 millones de personas. El mini trasvase temporal previsto de las perdidas de agua del Ebro al consumo humano de Barcelona aportará 40 hm3/año (el 10 por ciento de las necesidades). En cambio, el travase permanente del Ebro previsto por el Gobierno de Aznar preveía 1.050 hm3/año.
El del PSOE para beber costará 170 millones de euros. El del PP para beber y regar hubiera costado 3.777 millones de euros. Hay trasvases, trasvasines y trasvasazos.
Los dos grandes diarios de pago han reducido la guerra del agua a un titulín de una columna casi irrelevante en sus portadas. Veremos lo que da de sí esta guerra del agua (tan recuerrente desde Caín y Abel) en los próximos días.
Para abrir boca, es la primera pregunta parlamentaria con la que se estrena el PP (aún de Rajoy), tras perder las elecciones generales.