Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Se limpian el culo con Bush. Y no pasa nada.

Una prima de mi mujer que vive en el Medio Oeste, casi al pie de las Montañas Rocosas, nos ha enviado un regalo que en nuestra familia hemos considerado simpático.

Unos amigos de derechas -que los tenemos- también han sonreido al verlo. Algunos incluso han celebrado con un «¡hay que ver!» la libertad de expresión que impera en los Estados Unidos.

El regalo en cuestión es, ni más ni menos, un rollo de papel higiénico con fotografías en blanco y negro del rostro sonriente del presidente George W. Bush, jefe del Estado norteamericano, con frases textuales extraídas de sus discursos.

Esos rollos de papel higiénico se venden en las tiendas de Estados Unidos. Y no pasa nada.

Algunos incrédulos dudan del buen o mal gusto de algunos norteamericanos a la hora de usar un papel higiénico u otro. Por eso he pegado arriba la foto del rollo en cuestión.–

Aquí, unos energúmenos queman una foto del jefe del Estado y se arma la marimorena en la portada y muchas páginas interiores de algunos diarios. En cambio, no da ni para media página en otros. Depende, naturalmente, de los intereses de cada empresa editora y de sus lectores.

Con la quema de la foto del Rey en Girona y la «guerra» de las banderas y las no banderas en los balcones de algunos ayuntamientos (lo que también ocurría cuando gobernaba en PP), El Mundo ha montado hoy seis páginas con el cintillo común «DESAFIO NACIONALISTA»..

Vuelven a sus páginas los tambores de «se rompe España»

El País sólo da un sumario en primera a una columna con el fiscal como sujeto:

El fiscal pide a la Generalitat datos de la quema de fotos de los Reyes en Girona

En página interior y par, despacha este asunto de las fotos reales con un titular a tres columnas y una crónica que no llena ni media página.

La presunta «guerra de las banderas«, que se suele desenfundar en vísperas electorales, sólo le da a El País para dos columnas que no llenan ni un cuarto de página.

O sea, 6,7 páginas en El Mundo contra 0,7 en El País .

En este análisis comparativo de noticias, el tamaño también importa, aunque no tanto como el sujeto y, sobretodo, el verbo.

«Queman», en El Mundo; «tranquiliza», en El País

«Posible OPA», en El País

«Falso rumor de OPA», en El Mundo

El fracaso del catolicismo español

SUSO DE TORO en El País 14/09/2007

Es común dar por hecho que la religión, heredada del tiempo de nuestros mayores y ancestros, decae históricamente y que, siendo extemporánea, ya no juega un papel significativo en nuestro tiempo. Y esto a despecho de que la principal potencia económica y militar, Estados Unidos, tenga en su Constitución y en su moneda, que es el patrón de la economía mundial, la invocación al dios cristiano, manifestando así prácticamente la confesionalidad del Estado. Y de que todos sus presidentes se declaren creyentes públicamente y hagan de ello bandera política. A despecho también de que el Estado de Israel, que juega un papel tan importante en la política norteamericana y mundial, viva verdaderamente como Estado confesional; de que países como Irán, que juega un papel cada día más activo en el escenario internacional, sea beligerantemente confesional; de que la religión musulmana esté siendo desde hace unas décadas un instrumento de afirmación identitaria para una parte importante de la juventud árabe, creando un nacionalismo radical religioso transversal a los Estados existentes, árabes o europeos.

En realidad, la religión, basta considerarla en su dimensión ideológica, es, en nuestro tiempo, un instrumento principalísimo en el conflicto entre intereses y visiones del mundo. No el comunismo, es la religión el fantasma que recorre Europa y el planeta. Y donde la religión no se manifiesta de forma clara aparece en sus formas más seculares: en ideologías místicas comunitarias. Pues los humanos seguimos buscando y hallando credos y fes en las que disolver nuestro insoportable yo en algún nosotros. Buscamos argumentos que nos sitúan no sólo en el espacio sino también en el tiempo, que nos dan memoria y futuro, o sea trascendencia a nuestras vidas. Y de este modo encontramos algo de sentido a nuestra vida individual y solitaria.

Lo que en la inteligencia europea es minusvaloración de la religión, que le impide ver la realidad, en España es un desprecio intelectual absoluto. Quizá ese desprestigio de la religión en general se deba entre nosotros a algo más que al esquematismo de epígonos tardíos de la Ilustración, es la repulsa hacia la Iglesia católica que ha condicionado tanto nuestras vidas y la sociedad. Pues el catolicismo para nosotros tiene rasgos propios, es la ideología nacional, y nacionalista, española. El nervio del argumento de la nación española fue escrito por clérigos y el supuesto continuo histórico católico-castellano se basa en la continuidad de la Iglesia católica española. Las crónicas medievales de Ximénez de Rada pretenden continuarse ahora en el discurso de Rouco Varela. Es lógico que frente a ese argumento de la esencia de España exista un contradiscurso comunitario nacional en las diócesis vascas y catalanas.

Y es que no hablamos de fe, hablamos de política, la lucha por el poder es lo que hay tras la beligerancia de la Iglesia española. Cuando presionan para imponer su doctrina a todos los ciudadanos, cuando intentan que su ideario religioso sea la ideología del Estado y la sociedad, intentan mantener su papel histórico. La Iglesia católica española, los obispos, creen ser la esencia de España, los que coronan reyes o casan príncipes, hablan literalmente en nombre de España.

Evidentemente es falso, intentan usurpar el poder y negar la existencia a la ciudadanía, pero la Iglesia es dueña de los símbolos que articulan la vida política toda, incluso los ministros juran su cargo ante un crucifijo. Y hasta ahora ha sido dueña de los ritos de la vida social y personal, del bautizo al entierro, pasando por la boda. El debate político que la Iglesia católica le plantea a la sociedad española es profundo, le disputa a la ciudadanía la propiedad del Estado y, en su sentido más profundo, la misma autoridad.O mandan los obispos o mandan los ciudadanos.

Los obispos reclaman el poder que se les escurre entre los dedos y por eso remarcan los rasgos de su ideología, su integrismo frente a una cultura laica que la sociedad ya ha interiorizado hace tiempo de un modo natural. Los cambios sociológicos e ideológicos han sido profundos, esta Iglesia ya no expresa a esta sociedad. La representaba ideológicamente después del golpe contra la República, de la represión de posguerra y durante el franquismo: cuando la Iglesia tenía su cupo en las Cortes franquistas, cuando para ser obispo había que tener el plácet de Franco. Entonces la Iglesia sí era dueña ideológicamente de España, o sea de los españoles. Hoy, no.

La violencia de la Cope es el canto del cisne de lo que fue. El integrismo católico hoy es un tigre o más bien un fantasma de papel, la prueba es su agresividad, síntoma de su impotencia. La sociedad simplemente no querría vivir encerrada en su utopía reaccionaria. La Iglesia se reclama dueña de la historia española pero es su esclava, atada a ese pasado que tuvo su fruto granado en el nacional catolicismo franquista. Incapaz de romper con su pasado, de asumir errores, cargando con su integrismo, ha perdido su hegemonía sobre la sociedad. Su fracaso ideológico es patente, la Iglesia española tendrá aún mucha parroquia pero está sectarizada. Sólo una facción, esta derecha en su búnker, acepta su liderazgo moral.

Ese fracaso histórico es clamoroso, pues el nacional catolicismo fue un régimen totalitario en el que Ejército e Iglesia no sólo controlaron la vida pública, también modelaron el yo de generaciones de españoles. Tal fue su poder.

Y precisamente es en España, debido al fracaso del catolicismo, donde se da de un modo más acusado que en otras sociedades europeas la pérdida de todo el crédito de la religión. Al no adaptarse a nuestro tiempo histórico resulta un obstáculo, lo que el catolicismo nos dice no tiene nada que ver con lo que vivimos y sentimos. La ley de los obispos resulta extemporánea e inhumana, carece de sentido de la realidad. Así, excepto en Euskadi y Cataluña, donde el catolicismo se ha pegado más a la comunidad y todavía es un referente con un papel aceptado en la vida social, se puede decir que la sociedad española es hoy irreligiosa. La corrupción del mensaje cristiano que fue el nacional catolicismo ha merecido la censura política e incluso moral de la mayoría de la sociedad y el empecinado integrismo, su alejamiento. Así, el fracaso de la Iglesia ha ayudado a que la católica y tradicional sociedad española, paradójicamente parezca ser la más «moderna» de las europeas.

Cabe preguntarse qué consecuencias está teniendo para la moral social, hay signos de anomia en nuestra sociedad. Si la moral católica tradicional no es válida para esta sociedad, ¿qué moral social existe? ¿Cuál es el consenso moral? ¿Lo hay? ¿Quién tiene legitimidad o capacidad para establecer un nuevo consenso que nos diga lo que está bien y lo que está mal? ¿O soportaremos vivir sin un orden que nos diga lo que está bien y lo que está mal? Si es así, no podremos educar a nuestros hijos en una ética personal. Sin moral, qué ética. La ética es dinámica y ágil pero la moral tiene que tener consistencia y estabilidad, no se levanta sobre pilares relativos. ¿Podemos tener moral sin fundamento religioso? Es decir, sin fundamento, sin mito fundacional. No creo que las ideologías puedan fundar moral, sólo lo hacen cuando se transforman en mito comunitario, como el comunismo, el fascismo o algunos nacionalismos. Es el mito, la religión, quien da el orden último al mundo. Pero como no parece posible tener una fe religiosa simplemente porque nos convenga quizá debamos afrontar hoy este vivir desmoralizados, pues es nuestra realidad. ¿O sabe alguien una manera de cimentar valores comunes indiscutidos y aceptados?

O eso o repensar la religión, y tendría que ser un pensar distinto, un pensar sintiendo. En ese caso deberíamos mirar hacia atrás, al principio, y volver a preguntarnos por el final, la muerte. La muerte es una fuente de preguntas sobre la vida. ¿Es la vida humana sagrada? Antes de contestar podríamos detenernos para siempre en discutir lo que es «sagrado», pero también podemos contestar sí o no simplemente. Si no es sagrada es un bien tangible y tasable, si es sagrada quizá podamos sobre eso levantar moral para nuestro vivir. Que es un vivir cada vez más ensanchado, o achicado, por el espacio que crean los mass media, ese mundo vigoroso creado por nosotros pero que parece haberse emancipado y tener vida propia: resultó que nuestra civilización apolínea incubó el huevo del monstruo dionisíaco. Es un mundo nuevo, una nueva dimensión, donde la moral pinta muy poco y manda el deseo.

En este tiempo nuevo las generaciones adultas conservamos, aunque no lo reconozcamos, la moral judeocristiana que nos trasmitió de grado o por fuerza la Iglesia, aunque ella no la siga. Ésas son las nociones que muy malamente intentamos transmitir a los que vienen, ¿pero ellos qué heredarán? ¿Una discoteca, una pantalla?

Suso de Toro es escritor.

¡Viva El Jueves! Quien se pica, señor juez, ajos come

Desde luego, es de risa; para mear y no echar gota.

¿Quién habrá sido el genio que ha organizado esta descomunal campaña de marketing a favor de la monarquía y del buen humor de los españoles?

Esta es la nota que aparecía esta tarde en la web de El Jueves, que copio y pego como homenaje a los colegas de la revista inexplicablemente secuestrada:

«¿ 20 de Julio de 2007?

Escribimos esta nota el viernes, 20 de Julio de 2007, a las 19h. Tenemos la redacción llena de medios de comunicación que nos preguntan el por qué del secuestro de la revista. No sabemos qué responderles. El Jueves ha publicado cientos de dibujos sobre la familia real ( y sobre políticos, famosos, la ETA y todo lo que se mueve). Incluso hemos publicado un libro, TOCANDO LOS BORBONES, un tomazo de 350 páginas que recopilaba los dibujos más divertidos.

Somos humoristas gráficos y trabajamos conscientes de que nuestra obligación, lo que nos piden los lectores, es que exploremos el límite de la libertad de expresión. Podemos aceptar que, incluso, en alguna ocasión, lo podamos traspasar . Gajes del oficio. Si nos pasamos para eso están los tribunales pero…¿un secuestro? ¿ la policía recorriendo los quioscos de todo el país retirando nuestra revista? ¿ De verdad escribimos esto el 20 de Julio del 2007″?

El secuestro del semanario «El Jueves» (del que soy fiel seguidor) me ha traido algunos recuerdos de otros secuestros sufridos por las revistas que he dirigido en tiempos de la ominosa dictadura del general Franco. Aquellos secuestros franquistas iban muy en serio, pero algunas veces acabaron de forma cómica.

Ahora es un poco tarde, y me ha dado un ataque de sueño, pero mañana intentaré contar aquí algunos casos de secuestros señalados de los que pude salir, más o menos bien parado, pese as las amenazas de Consejos de Guerra, prisión militar, Tribunal de Orden Público, Tribunal de Honor, Dirección General de Seguridad, Brigada Político Social, etc. etc., por intentar escribir, como si fuera libre, en plena dictadura fascista. Eran, afortunadamente, otros tiempos.

El secuestro de esta tarde es para morirse de risa. O, como dicen en mi tierra, para mear y no echar gota. El juez del Olmo ha conseguido que yo tenga hoy dos ejemplares de «El Jueves», en vez de uno. Claro que, a lo mejor, ha sido una iniciativa de algún fiscal con ganas de ascender en el escalafón y que, por exceso de celo, ha puesto al juez del Olmo en un compromiso.

Mientras tanto, el Rey se estará partiendo de la risa. Y con razón.

La transición, el Rey y yo: un ataque de nostalgia

No había fotógrafos por allí cerca. Es una pena, porque hubiera presumido mucho en mi pueblo de una foto irrepetible. Un amigo dijo, en voz alta:

-“Quien es ese alto de gris que abraza tan efusivamente a JAMS”.

En realidad, éramos dos hombres vestidos con idéntico traje gris claro: el Rey y yo. Idénticos en el color y en la gracia que teníamos al lucirlos, aunque seguramente no en el precio ni en la calidad del paño. Los demás eran también gente muy principal pero vestían mayoritariamente de oscuro. Por eso, tras el cariñoso saludo del monarca, le dije:

“Señor, aquí somos los únicos “grises” que vamos de uniforme”.

La cortesía me impide reproducir las palabras del Rey, pero si puedo certificar sus risas y mis comentarios. Estábamos comentando en círculo las excelencias de la exposición, organizada por la Fundación Pablo Iglesias, que se abrirá al público en próximo martes, 26 de junio.

Todos –especialmente, los políticos de la derecha y herederos del centro- felicitaron a Alfonso Guerra por la exquisita neutralidad, el afecto y la generosidad que ha demostrado al elegir los personajes, los momentos y las imágenes, los sonidos, textos y objetos que rememoran la transición de la Dictadura a la Democracia.

Recorrí varias salas del brazo de Marisa Hernández, viuda del vicepresidente Fernando Abril Martorell –que fue mi jefe en esos años claves para la historia de España, y tuve un espléndido ataque de nostalgia. Dos fotos me impresionaron. Una hecha por Juan Santiso que muestra a dos jóvenes (Adolfo Suárez y Felipe González) fumando e intercambiando confidencias casi al oído y otra de Fernando Abril Martorell haciendo lo mismo con Alfonso Guerra. Buscaré esa foto de Abril y Guerra en el catálogo de la Exposición para copiarla y pegarla en el blog.

Esa foto deberá estar algún día en los libros de historia, porque recordará a los dos hombres claves en la construcción del consenso constitucional. Abril y Guerra fueron los padres de la concordia.

El comentario general era:

“Debemos traer aquí a nuestros hijos, para que vean que la Democracia no vino sola y no fue un regalo. Hubo que luchar mucho por ella”.

El Rey estuvo de acuerdo en que “nuestros hijos se creen ahora que todo es gratis”.

No pude evitar un corte publicitario:

“Gratis, gratis, sólo el 20 minutos, señor”.

Naturalmente, como de costumbre, llevaba un ejemplar de 20 minutos en la mano, lo que provocó algunas risas. No se por qué.

Ahora tengo trabajo y voy a hacer un recado. Mas tarde seguiré contando la crónica social del la Exposición.

Ahí pego la información de EFE:

Los Reyes inauguraron hoy en Madrid la exposición ‘Tiempo de transición’, que hace un recorrido gráfico y documental de lo acontecido en España entre 1975 y 1982, en un homenaje a la sociedad española, la verdadera protagonista del cambio, según la Fundación Pablo Iglesias, organizadora de la muestra.

El presidente de la Fundación, Alfonso Guerra, actuó de anfitrión de Don Juan Carlos y Doña Sofía, que pudieron ver las 200 fotografías que ha facilitado la Agencia Efe para la ocasión y en las que se muestran desde la proclamación del Rey a una serie de instantáneas del 23-F, realizadas por Manuel Hernández de León y Manuel Pérez Barrriopedro, cuando el teniente coronel Antonio Tejero tomó por la fuerza el Congreso.

A los seis días de cumplirse el treinta aniversario de las elecciones generales de 1977, que pusieron fin a más de cuarenta años de dictadura, la Fundación ha querido mostrar cómo se transformó la sociedad española en tan poco tiempo.

Para ello muestra, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a los verdaderos actores que permitieron ese cambio, que ha sido admirado y aplaudido internacionalmente, y que, dejando de lado las diferencias, lograron llegar a acuerdos para construir un futuro común.

El recorrido se inicia con la muerte de Francisco Franco y termina con las elecciones de 1982. Se ha dividido en cuatro periodos: de Silencio, de Incertidumbre (1975/1976), de Consenso (1977-1978) y de libertad (1979-1982) para dar una visión lo más global posible de aquellos años.

Así, Don Juan Carlos y Doña Sofía pudieron ver el pasaporte falso, a nombre de Carlos Velarde, que utilizó Santiago Carrillo, y las actas de constitución de los diversos partidos democráticos.

La exposición pone de manifiesto la tensión que se vivió en algunos momentos, como la matanza de los abogados de Atocha. La agenda personal de uno de los asesinados, Javier Sauquillo, aparece en una de las vitrinas junto a otros objetos personales que su hermana, Paca, vio hoy durante el recorrido.

El que fuera el primer presidente de la Democracia, Adolfo Suárez, es uno de los protagonistas principales de esa época y se le puede ver tanto en instantáneas fijas, como en soporte audiovisual.

En el acto de hoy estuvo representado por su hijo, Adolfo Suárez Illana.

También está en una de las vitrinas el mechero y un cajetilla de cigarrillos ‘Fetén’ de Suárez, así como la cazadora que el líder del Partido Socialista, Felipe González, utilizaba en los mítines.

Los carteles de las elecciones del 15 de junio ocupan también parte de la muestra, en la que se puede contemplar una de las actas manuscritas de los resultados de aquel histórico día.

Una edición príncipe de la Constitución, fotografías del que fue el primer presidente de la Generalidad tras la Dictadura, Josep Tarradellas, en Francia, y su máquina de escribir son otras de las curiosidades.

Una de los manuscritos exhibidos es la carta que la familia de Pablo Picasso escribió a Adolfo Suárez para que su obra ‘Guernica’ se quedara en Madrid.

Además de Guerra, estuvieron en la inauguración el presidente del Congreso de los Diputados, Manuel Marín; la ministra de Educación, Mercedes Cabrera; el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, y el director de la Fundación, Salvador Clotas.

En el salón de baile del Círculo de Bellas Artes se reunieron también políticos que vivieron en primera persona aquellos años, como Fernando Alvarez de Miranda, Marcelino Oreja, Landelino Lavilla o Miguel Angel Martínez.

También asistieron Trinidad Jiménez, José Blanco, Nicolás Redondo Terreros y Rafael Simancas, entre otros.

Las 300 piezas que se exhiben se han obtenido en archivos oficiales, museos, centros de documentación y bibliotecas como el Archivo Histórico Nacional, Ministerio de la Presidencia, Ministerio del Interior, Museo Casa de la Moneda, MNCARS, IVAM, Fundación Abogados de Atocha o Congreso de los Diputados, así como de colecciones privadas.

Para completar la exposición se ha realizado una montaje con un ‘reloj’ que muestra, en 59 momentos, algunos de los hechos más importantes acaecidos durante esa etapa, y que los Reyes vieron antes de comenzar el recorrido por la muestra.

La exposición, concebida como un homenaje a la sociedad española, estará abierta al público desde el 26 de junio hasta el 31 de agosto.

(EFE)

«Una ligereza del Rey», según Pedro Jota

El Rey «elude», en El Mundo, y «apela», en El País

Empezando por los verbos («elude» y «apela«), cada diario ve la feria según le va en ella.

El País titula con algo que dijo el Rey para el fin de ETA:

El Rey apela al «deber» de todos los partidos de unirse para el fin de ETA

Sumario:

PSOE y PP afirman «compartir» el discurso del monarca, pero se culpan mutuamente del desencuentro

El Mundo prefiere comparar este discurso con el de 1998 y titula con algo que no dijo el Rey sobre el fin de ETA:

El rey elude dar al «proceso de paz» el apoyo que sí le dio en el 98

Sumarios:

Se limitó a pedir «unidad» para acabar cn el terrorismo dentro de la Constitución

Hace 8 años se refirió expresamente a la tregua de ETA y propuso afrontarla con «diálogo, generosidad y justicia»

En sus páginas interiores, el Rey «recuerda» en El País, pero sigue eludiendo en El Mundo:

En cuanto a la ilustración gráfica, El País ve al Rey de colores, aunque sin bandera, mientras que El Mundo lo ve en blanco y negro, con bandera y belén al fondo.

La diferencia de trato es espectacular en el caso de los policías de la falsa trama «ETA/11-M«, apadrinados por El Mundo.

El País dedica a esta noticia un tercio de columna, casi escondida en página par, con este titular:

En libertad dos policías ligados a la falsa trama de explosivos

El Mundo , en cambio, se suelta el pelo con este extraño caso y le dedica titular a tres columnas en portada, comentario editorial y toda una página completa en el interior:

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Interesante artículo especialmente para blogueros, internautas y gente que quiera estar al día:

El efecto YouTube

MOISÉS NAÍM

El País, 26/12/2006

Un vídeo muestra a unas personas que recorren lentamente, en fila india, un camino cubierto de nieve. Se oye un disparo; la primera persona cae. Se oye una voz en off: «Les están matando como perros». Otro disparo, y cae otro cuerpo al suelo. Un soldado chino de uniforme vuelve a disparar su rifle. Un grupo de soldados examina los cuerpos caídos.

Estas imágenes las captó, en las cumbres del Himalaya, un miembro de una expedición alpinista que asegura que se topó por azar con la matanza. El vídeo se vio por primera vez en la televisión rumana, pero captó la atención mundial cuando se colocó en YouTube, la popular página web de vídeos compartidos. Los grupos de derechos humanos explicaron que los muertos eran un grupo de refugiados tibetanos en el que había monjes, mujeres y niños. Según el gobierno chino, los soldados habían disparado en defensa propia cuando alrededor de 70 refugiados les atacaron. El vídeo hace que cueste mucho aceptar esa explicación. El embajador estadounidense en China se apresuró a presentar una protesta formal por el trato dado por China a los refugiados.

Bienvenidos al efecto YouTube. Es el fenómeno que consiste en que diversos fragmentos de vídeo, a menudo producidos por personas que actúan por su cuenta, se difunden rápidamente y a todo el mundo gracias a páginas de vídeos compartidos como YouTube, Google Video y otras. Cada día se cuelgan 65.000 nuevos vídeos. En su mayoría son frívolos, producidos por y para los adolescentes que constituyen el grueso de los visitantes de la página. Pero hay algunos serios. En YouTube se ven vídeos realizados por terroristas, grupos de derechos humanos y soldados de Estados Unidos en Irak. Algunos muestran incidentes que tienen consecuencias políticas o documentan tendencias importantes, como el calentamiento global, la inmigración ilegal y la corrupción. Algunos vídeos revelan verdades. Otros difunden desinformaciones, propaganda y mentiras descaradas. Todos forman parte del efecto YouTube.

Hace quince años, el mundo se asombró ante el legendario «efecto CNN». Se creó la expectativa de que los ojos impasibles de las cámaras de televisión, fuera del alcance de los censores, iban a llevar más responsabilidad y transparencia a los gobiernos y el sistema internacional. Una expectativa que, en cierto sentido, quedó satisfecha.

Desde los primeros años noventa, hubo fraudes electorales que salieron a la luz cuando podían haber permanecido ocultos, revueltas democráticas que recibieron inyecciones de energía, hambrunas que se contuvieron y guerras que empezaron o terminaron gracias al efecto CNN. Ahora bien, el efecto YouTube va a ser todavía más intenso. Aunque la BBC, la CNN y otras cadenas internacionales de noticias cuentan con miles de periodistas profesionales, nunca serán tan omnipresentes como millones de personas con un teléfono móvil capaz de grabar una escena en vídeo. Gracias a su ubicuidad, el mundo pudo presenciar una matanza en un paso de montaña a 6.000 metros de altura.

Este fenómeno se amplifica gracias a una doble cámara de eco. El primer eco se produce cuando las cadenas de televisión convencionales reproducen el vídeo colocado en la red. El segundo, cuando los instantes televisivos, incluso los más pasajeros, adquieren una presencia permanente gracias a los bloggers o a los activistas que los vuelven a distribuir en páginas web como YouTube. Los activistas están comprendiendo el poder que tienen, como testimonio insuperable, los vídeos producidos por particulares y difundidos a través de la red. Witness.org provee de cámaras de vídeo a personas en zonas de conflicto para que puedan grabar y denunciar las violaciones de los derechos humanos. Los organismos de vigilancia electoral graban elecciones. Hasta los terroristas islamistas se han adaptado a esta tendencia. Al Qaeda ha creado una unidad especial de producción de medios llamada Al Sahab (La Nube), que cuelga habitualmente sus vídeos en internet, con la esperanza justificada de que los grandes medios de comunicación y otras páginas web los reproduzcan.

El efecto YouTube ha tenido otras consecuencias ambiguas. Ahora resulta más difícil saber a quién creer. ¿Cómo sabemos que lo que vemos en un vídeo colocado por un «ciudadano periodista» no es un montaje? ¿Cómo estamos seguros, por ejemplo, de que el vídeo aparecido en YouTube de unos soldados estadounidenses aterrorizados, que lloraban por su vida mientras les disparaban, se rodó en Irak y no fue una escena preparada en otro lugar para manipular la opinión pública? Las más de 86.000 personas que lo vieron en los diez primeros días de su presencia en la red no lo sabrán jamás.

Los gobiernos ya están sintiendo las presiones del efecto YouTube. El Ejército de Estados Unidos ordenó hace poco a sus soldados que dejaran de colgar vídeos en la red. El gobierno de Irán limita la velocidad de conexión para restringir la capacidad de sus ciudadanos de ver vídeos en internet. Estas medidas no han impedido la proliferación en la web de vídeos filmados por soldados estadounidenses en Irak ni que los iraníes habilidosos vean las imágenes que deseen. Y, aunque Pekín ha conseguido censurar eficazmente hasta ahora los contenidos que llegan a sus ciudadanos, todavía no ha sido capaz de evitar que aparezcan en la red cada vez más vídeos de rebeliones campesinas. A largo plazo, todos esos esfuerzos censores fracasarán.

En cuanto a fiarnos de lo que vemos en internet, lo bueno es que el efecto YouTube ya está creando una fuerte demanda de guías fiables: individuos, instituciones y tecnologías en los que podemos confiar para que nos ayuden a discernir las verdades de las mentiras. Es importante, porque la posibilidad de contrarrestar los inconvenientes del efecto YouTube nunca surgirá de la intervención oficial. Los mercados y la democracia son mucho más eficaces a la hora de filtrar lo bueno de lo malo en el confuso tsunami de vídeos que nos llegan a través de internet. Los millones de bloggers que se dedican sin cesar a observar, comprobar los datos y denunciar los errores son un ejemplo poderoso de lo que puede hacer «la sabiduría de las multitudes». Es cierto que los mercados y las democracias, muchas veces, fracasan o decepcionan. Pero la apertura que promueven estas fuerzas políticas y económicas cuenta hoy con una tecnología tan omnipresente como nosotros.

FIN