Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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¿Información u opinión? Pedro J. nos da gato por liebre

El Mundo titula a cuatro columnas, en portada, una opinión interesada como si se tratara de una información sobre hechos que han ocurrido. A esto se le llama en castellano dar gato por liebre.

Cuando Pedro Jota titula «… para compensar las cesiones a ETA…» está dando por hecho que Zapatero ha cedido ante ETA , ha dado concesiones a la banda terrorista.

Como opinión de El Mundo, expresada en su comentario editorial de la página 3, o en un artículo o análisis con tipografía en cursiva, podría valer este titular, por falsos que sean los hechos que da por supuestos sin prueba alguna.

Pero darlo como títular de una información, en el lugar más informativo del diario y con tipografía correspondiente al relato de hechos y no de opiniones es, simplemente, engañar al lector.

Con esta portada tan deplorable, desde el punto de vista puramente profesional, yo supendería hoy al director de El Mundo en un examen de primer curso de Periodismo.

¡Lástima de profesión!

Nostálgicos del Trono y del Altar

JUAN GOYTISOLO 09/07/2007

La lectura del reciente Foro de Debate de El Mundo en torno a la figura del cardenal-arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, me llenó de estupor. Tras dar la bienvenida al ilustre prelado, el director del diario madrileño le pidió disculpas por haber podido ofender a la Iglesia con motivo de una entrevista publicada en sus páginas con el escritor Álvaro Pombo, en el que éste zahería su beligerancia antilaica y su anatema contra el matrimonio homosexual. El homenaje de pleitesía a quien mejor encarna posiciones que en otros tiempos eran denominadas ultramontanas y que hoy lo son de integristas tiene al menos el mérito de dejar las cosas claras: para algunos la sociedad española, liberada al fin de siglos de tutela eclesiástica, debería someterse de nuevo a los preceptos y prerrogativas que la actual jerarquía religiosa añora y reclama en su peculiar guerra santa contra el «laicismo radical» y la, en verdad inocua, asignatura de Educación para la Ciudadanía, en la que «Dios no cuenta» y «la dimensión trascendente del ser humano queda reducida a la esfera de lo privado».

¿Disculpas? ¿Cabe excusarse con una institución que jamás lo ha hecho por los crímenes y brutalidades que jalonan su larga y poco piadosa historia? ¿Se ha disculpado la Iglesia por los tormentos y hogueras del Santo Oficio que acabaron con la vida de decenas de millares de españoles, acusados de judaizantes, luteranos, sodomitas, hechiceros y una larga lista de herejías reales o supuestas? ¿Por la condena de quienes se arriesgaron a pensar por su cuenta y a vivir de acuerdo con su naturaleza y creencias? ¿Por su reiterada excomunión de liberales, masones, republicanos, comunistas, etcétera, desde el absolutismo fernandino hasta hace unas cuantas décadas? ¿Por su intervención directa en las guerras civiles del XIX que frenaron la modernización de España y por su vergonzoso apoyo al pronunciamiento militar contra la República, calificada nada menos que de Cruzada en la Carta Colectiva del Episcopado de 1937? ¿Por el exterminio planificado de «los rojos» por ese mismo dictador católico a quien recibían bajo palio en sus tiempos y que acuñaba con su asenso las famosas monedas de «Caudillo de España por la Gracia de Dios»?

El actual e imparable proceso de apertura de la sociedad hispana eriza los cabellos de nuestros santos tonsurados. Sus iglesias se vacían, un creciente número de jóvenes se proclaman agnósticos y, pese a las apariciones carismáticas de los dos últimos Pontífices y la espectacular mercadotecnia a su servicio, la grey se aleja de ellos y no atiende a sus diatribas contra el funesto radicalismo que «niega la libertad religiosa». Podrían dar un ejemplo de humildad y de espíritu evangélico, pero no lo dan. Llenan sus arcas con el dinero del Estado, esto es, del bolsillo del contribuyente, ya sea católico o no, y no obstante de eso sueñan en el retorno a la alianza del Trono y el Altar. Presiden bodas principescas y de celebridades del orden de la hija del ex presidente Aznar en El Escorial, mientras privan de la facultad de decir misa a quienes se inspiran en las enseñanzas de Jesús de Nazaret en la medida en que su ejemplo pone al descubierto el fariseísmo propio y el afán de acumular poder y más poder.

Las leyes adoptadas en la actual legislatura responden a las realidades del cambio social y a las expectativas de la gran mayoría de españoles que les da la espalda. La simplificación de los procedimientos para abortar, la legalización del divorcio, la ley de parejas de hecho y el matrimonio homosexual no son los cuatro jinetes del Apocalipsis que amenazan, según ellos, los fundamentos de la sociedad. Quiebran tan sólo la sujeción de la conciencia de los fieles a los mandamientos de la Iglesia de Roma a través del confesonario y de la imposición de preceptos de imposible cumplimiento, como pueden ser el celibato de los clérigos y la castidad de los jóvenes. ¡No importa que el anatema contra los anticonceptivos condene a millones de africanos a una muerte lenta, víctimas del «monstruo de las dos sílabas», si sus sufrimientos en este bajo mundo le redimen de sus pecados (o de los de sus padres) y facilitan su acceso a la gloria eterna en el Más Allá!

Las tesis de Huntington sobre el choque de civilizaciones no concierne por ahora a nuestros dómines. La Iglesia de Roma no busca la confrontación con el islam: secretamente, lo admira y envidia. ¿Cómo se las arregla para mantener la fe de sus fieles y para congregarlos en sus templos en tanto que los suyos cierran por falta de público y las ovejas de su antiguo rebaño se entregan al hedonismo más descarado? El culpable es el laicismo, ese laicismo que permite vivir a cada cual conforme a su conciencia.

El proselitismo expansivo de las iglesias evangélicas en Iberoamérica, con la consiguiente deserción de una parte de la propia grey, agrava su angustia y dispara todas las alarmas. ¿Por qué las otras creencias se robustecen y la suya amengua? Y, en vez de proceder a un examen de su vida y conducta y a corregir su muy poco cristiana ostentación de riqueza, nuestros obispos vuelven la mirada hacia atrás. A la bendita época de Fernando VII y del generalísimo Franco, a esos centenares de mártires beatificados por Juan Pablo II en Valencia, a quienes el actual arzobispo de la ciudad, Agustín García-Gasco, quiere erigir un templo a imitación del excavado en el Valle de los Caídos. Pues, al tiempo que truenan contra la Ley de Recuperación de la Memoria Histórica de las víctimas de Franco, se aferran al recuerdo de las persecuciones religiosas evocadas machaconamente durante 40 años por los servicios de propaganda del Régimen y cuyo testimonio se perpetuaba (y a veces se perpetúa aún) en las lápidas que ornaban (u ornan) las fachadas de sus templos.

Lo que aprendieron duramente los españoles de derechas o de izquierdas tras 150 años de guerras civiles -acabar de una vez por todas con los hechos, situaciones y doctrinas que las provocaron- choca frontalmente con el programa de Rouco, Cañizares y de los portavoces de la cadena episcopal. Si no hay clima de guerra civil, habrá que inventarlo. España agoniza, vuelven los tiempos en los que será necesario defender los principios que sustentan con peligro de sus personas (y de las de los demás). Tales dislates, repetidos a diario, no responden, para desdicha suya, a realidad alguna. Los españoles nunca han vivido tan bien como hoy, aunque quizá el porcentaje de quienes salvan su alma haya descendido un tanto desde los tiempos felices de Arias-Salgado. La tolerancia y el respeto a la libre conciencia de los ciudadanos no matan a nadie. Son los fanáticos e intolerantes de toda laya quienes manchan sus manos de sangre. Menos de la suya, claro, que de la de los demás.

Juan Goytisolo es escritor.

¡Parad las máquinas! La piscina de Pedro Jota, en portada

Sin comentarios. Lo siento. Esto me supera.

Ahora caigo… en la piscina, claro.

Hace poco me sorprendió muchísimo el tratamiento, a mi juicio, desorbitado que Pedro Jota dio en El Mundo al cambio de voto de un partido minoritario balear que antes apoyó al PP y ahora apoya al PSOE para gobernar las Islas Baleares.

Para El Mundo, Maria Antonia Munar pasó de la noche a la mañana de ser una santa a ser una presunta corrupta pecadora, de heroina a villana.

La portada de hoy me aclara muchas otras portadas:

«Cherchez la piscine…»

Oportuno artículo de Jordi Borja a favor de uso del humor en la vida política. Frente a la crispación interesada no hay nada mejor que el humor…propio.

La broma como resistencia política

JORDI BORJA en El País

06/07/2007

Hace 40 años exactamente Kundera publicaba su primera novela. En la Praga que anunciaba la primavera el libro obtuvo un éxito fulgurante, cada página era leída como una afirmación de libertad. Si la juvenil broma conducía al personaje a un irremediable descenso al infierno kafkiano de la Checoeslovaquia staliniana la lectura que se hizo en la anunciada primavera política fue de feliz celebración de la vida que renacía. La cara contrapuesta al absurdo cotidiano que mostraba el libro se estaba rompiendo en mil pedazos.

Unos meses después, cuando el Ejército soviético había invadido el país y restablecido el aberrante orden represivo, el libro se publicó en Europa. El éxito fue también inmediato pero distinto. La lectura que hicimos entonces fue explícitamente política, la denuncia de un socialismo que pretendía hacer felices a las gentes a pesar de ellos y que socializaba principalmente la infelicidad. La broma se había convertido en resistencia. El humor es probablemente el arma política cargada de futuro más firme, variable y duradera.

A principios del pasado mes de junio, en París, pude asistir al estreno de una obra insólita, La Verfügbar en los infiernos, subtitulada Una opereta-revista en Ravensbrück. La autora, Germaine Tillon, cumplía 90 años esos días. Prestigiosa etnóloga, resistente y sobreviviente del campo de concentración, presente en todos los combates importantes en defensa de los derechos humanos y de los pueblos, innovadora analista de la situación de la mujer en los países mediterráneos, fue una sorpresa descubrirla como autora de opereta. Y más sorprendente aún saber que la obra fue escrita en otoño de 1944 en el campo de concentración, cuando ella y sus compañeras temían con razón que la muerte les llegaría antes del fin de la guerra y de la esperada liberación por parte de los ejércitos anglo-americanos y rusos.

La obra hace reír y se ríe del campo, incluso de ellas mismas, las Verfügbar, las deportadas que se habían negado a trabajar para las empresas nazis y que estaban «disponibles» para realizar los trabajos más duros o desagradables del campo, sometidas al maltrato permanente y sin otro futuro que la muerte. «En el campo de concentración no se piensa en el futuro. Allí el futuro no existe», escribe su compañera Anise Postel-Vinay recordando su estado de ánimo en aquel triste otoño del 44.

Tillon escribe su obra, que recuerda al Brecht de Santa Juana en el matadero, con humor ácido y distanciado, destinado a levantar el ánimo de sus compañeras que participan en el proceso de producción de la obra (especialmente proporcionando músicas, casi siempre alegres, procedentes de las canciones populares de la época) y al mismo tiempo contemplan desde el exterior el campo, a los nazis y a su propia situación.

El producto final ofrece además una información y una denuncia del absurdo criminal y de la locura brutal que se concentra en el campo y en la relación de los nazis con las Verfügbar, definida por Tillon como el resultado de «la conjugación entre un gestapista macho y una resistente hembra». Pero este resultado aparecerá más tarde y para ello ante todo hay que vivir, resistir. La resistencia es para «sobrevivir, nuestra última acción de sabotaje». Por cierto es curioso constatar cómo términos que ahora se entienden con connotación negativa, como «sabotaje» o «terrorismo», en aquella época se consideran positivos. Recordemos el emotivo final de Esta tierra es mía, de Jean Renoir, en la que el modesto y miedoso maestro protagonista, que interpreta el genial Charles Laughton, termina su alegato ante los jueces colaboracionistas de la Francia ocupada con una rotunda defensa del «derecho al sabotaje».

Tillon nos dice algo más. La obra divierte para informar, para afirmar la fe en la capacidad de los hombres y mujeres de luchar por su dignidad, para mantener la esperanza en el futuro, para afirmar la vida. Y para ello el humor es un arma para sobrevivir, para resistir, para denunciar y para enfrentarse a la barbarie aunque la practiquen los Estados. Y con humor nos transmite «la memoria, sin ella no podemos imaginar el porvenir».

En España también hay humor frente a la política monopolizada por instituciones cuya representatividad está hoy cuestionada (véase la importancia de la abstención) pero es un humor que se sitúa entre la obscenidad y la ingenuidad, que contribuye a la pasividad ciudadana y a la debilidad de la democracia. Las recientes elecciones han significado un fracaso de la democracia. En Cataluña es una evidencia empírica. La abstención no sólo es importante en cantidad (más del 50% en Barcelona) también es significativa en cualidad. El análisis por barrio y las encuestas coinciden: los que menos votan son los sectores de bajos ingresos y los jóvenes. Es frecuente encontrar que la abstención en barrios populares es el doble o más que en barrios de rentas altas. Y que la abstención de los jóvenes triplica o cuadriplica la de las personas mayores. El fracaso de la democracia no es la abstención y el crecimiento significativo del voto en blanco (son síntomas) pues podría interpretarse que los que no votan es porque no necesitan políticas públicas. Pero no es así, no votan los sectores que sí las necesitan y aquellos que deberían tener esperanzas respecto al futuro.

La democracia no es un simple instrumental para crear y mantener instituciones representativas. Es un marco político-jurídico cuya legitimación y vocación es promover políticas, y por lo tanto valores y comportamientos, destinados a aumentar las libertades, a reducir las desigualdades y a reforzar los lazos solidarios. Pues bien, si la democracia está flacucha parece imponerse la crítica a los que contribuyen a ello y la resistencia de los que no quieren morir con ella. Y el humor podría ser importante.

En muchas partes de España, si nos atenemos a lo que muestran radios, televisiones y espectáculos, el humor político se confunde con la obscenidad, la descalificación grosera de los políticos, el lenguaje grosero, escatológico, pornográfico. En Catalunya triunfa un programa de humor, Polonia, que divierte mediante la caricatura amable de los políticos. Pero en ambos casos, nos gusten más o menos estos programas, ni los unos ni los otros son muy útiles a la democracia. La crítica a los partidos es fácil, se les pide mucho más de lo que pueden dar, y es cierto que podrían dar un poco más, pero como la abstención también ellos son más un síntoma que una causa.

La perversión de la democracia reside en otros centros de poder: las multinacionales, la banca, la cúpula de la Iglesia Católica, algunos personajes de los medios de comunicación, los que promueven el racismo y la xenofobia, los que difunden una retórica ultra securitaria, etc. Y, curiosamente, éstos raramente son objeto de la crítica mediante el humor.

Somos más ricos que antes, no mucho más educados, y en humor político me parece que hemos retrocedido respecto a otras épocas. Y ante el páramo del debate de ideas en serio, buena falta nos hace una buena dosis de humor inteligente, radical y sin temor a enfrentarse a los poderes fácticos.

Jordi Borja es urbanista. FIN

Mario Benedetti decía algo así (y cito de memoria):

«Un torturador que se suicida no se redime. Pero algo es algo»