Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Entradas etiquetadas como ‘Miguel Aguilar’

Jaime Salinas, «exiliado de sí mismo»

«Esto es de uno», escribió a su familia el hijo menor del poeta Pedro Salinas al llegar al Madrid de los años 50, procedente del exilio.

Jaime Salinas, cuando era Director General del LIbro en los años 80.

En la Residencia de Estudiantes, su sobrino, Carlos Marichal Salinas, leyó anoche, con emoción contenida, varias cartas inéditas que su recién fallecido tio Jaime dirigió a su hermana mayor, Solita Salinas, y a su cuñado, Juan Marichal, al regresar a España en plena Dictadura franquista.

Su prosa espistolar, cargada de nostalgia por la infancia y la adolescencia perdidas en el ex¡lio, muestra las cicatrices descarnadas de un español retornado, de un transterrado, de un expatriado, que fue arrancado de su patria infantil por la Guerra Civil.

Cuando el hombre cosmopolita, trilingüe, habla de los españoles del interior, («no tengo lengua ni patria ni vida interior») escribe a su familia que «nos necesitan y los necesitamos».

El gran salón de la Residencia estaba repleto de amigos, colegas y admiradores de Jaime Salinas, reunidos allí para rendir homenaje a su memoria. Jaime murió el pasado mes de enero, al los 86 años, en Islandia, donde vivía con su compañero el historiador, traductor de El Quijote y escritor Gudbergur Bergsson. Su entierro se realizó, en Islandia, al son de «La muerte de Isolda» de Wagner».

Jaime Salinas

Teresa Guillén, hija del poeta Jorge Guillén y amiga de la infancia de Jaime Salinas, le dedicó un sentido recuerdo que emocionó a la audiencia: «A Jaime le gustaba presumir de que leía poco y de que era poco estudioso. Ninguneaba su propio talento y su gran capacidad de trabajo.  Quería ser actor y en España le descubrieron su gran talento como gestor». Jaime Salinas dejó su enorme huella de editor de libros en Alianza Editorial, Seix Barral, Alfaguara, etc.

Vicente Molina Foix celebró las «coqueterías salinescas»: «¿Leía poco?. Pero si su patria era el libro…» Molina Foix desveló una anécdota que nos muestra un Salinas de otro mundo. Javier Marías, Rosa Pereda y él mismo, reunidos en Bocaccio, corrieron el falso rumor de que Jaime Salinas, recién nombrado director general del Libro por el ministro Javier Solana (sentado anoche en primera fila), había decidido nombrar a Félix de Azúa como director de la Editora Nacional. El rumor llegó a publicarse como algo verosímil. En cuanto Jaime leyó la falsa noticia en  la prensa exclamó: «¡Pero como voy a nombrar a Félix de Azúa si es mi amigo!».

El homenaje a Jaime Salinas concluyó anoche con la presentación de imágenes de su vida a los acordes de «El lamento de Dido» de Henry Purcell. Su compañero Bergsson hizo un relato cálido de su vida y de su obra: «Le faltaba el espacio que va de la niñez a la adolescencia; en España oía chistes que no entendía… y comenzó actuar… a actuar todo el tiempo. Se veía poca cosa de él, como a un iceberg, ya que lo escondido era mucho más». Bergsson nos conmovió a todos con los detalles de la muerte de Jaime con quien había compartido 55 años: «¡Levántame!, me dijo Jaime, ya muy enfermo. «Levántame».

«Asi lo hice. Le levanté y, en ese momento, murió en mis brazos».

——

Esta es la crónica del acto que publica hoy El Pais:

Instantáneas de Jaime Salinas

La Residencia de Estudiantes rinde homenaje al editor fallecido

ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS – Madrid – 29/03/2011

En uno de los 254 libros dedicados a Jaime Salinas que están en los fondos de la Residencia de Estudiantes, Juan García Hortelano escribe: «A Salinas, ese lujo inmerecido de la edición española; a tito Jaime, ese lujo imprescindible de nuestras vidas». La cita cierra la presentación del pequeño libro que la Residencia de Estudiantes ha editado para homenajear al que fuera hijo menor de Pedro Salinas y editor clave en los años de la Transición en Alianza Editorial, Seix Barral y Alfaguara.

Con la bufanda cruzada al cuello y una de esas medias sonrisas que solían clavar los galanes de las viejas comedias románticas, Jaime Salinas saludaba desde la portada del pequeño libro, sembrado de fotografías y recuerdos y que, sin mayor pretensión y bajo el título En recuerdo de Jaime Salinas, logró convocar en la misma mesa a amigos, colegas y compañeros de una vida que culminó el pasado enero, cuando el editor moría en su casa de Islandia.

Las instantáneas pasaron de página en página y fueron ayer evocadas por los asistentes a un acto, en el que su sobrino Carlos Marichal leyó emocionantes cartas privadas, y en el que participaron, entre otros, su compañero, el escritor y traductor Gudbergur Bergsson, o amigos de épocas y generaciones distintas como Enric Bou, Teresa Guillén, Miguel Aguilar, Luis Revenga, Vicente Molina Foix, Juan Cruz o Alicia Gómez-Navarro, directora de la Residencia, cuyos archivos -junto al libro de memorias de Salinas, Travesías– han servido para el esbozo de una vida que ayer fue celebrada.

Se habló de su ironía, de su manera de darse poca importancia («Pese a ser íntimo amigo y compañero de juergas de leyendas de la edición como Ledig Rowohlt y Giulio Enaudi», recordó su joven amigo Miguel Aguilar); a la vez de su enorme compromiso editorial («Fue un ejemplo de hacer cultura editando libros, un caballero editorial en el que había un pensamiento y una poética», dijo Juan Cruz); se habló de su identidad («Ni cosmopolita, ni apátrida, me gusta la palabra expatriado, algo que le daba la posibilidad de sentirse cómodo en diferentes lugares», continuó Molina Foix) y se habló de los recuerdos de infancia y adolescencia de un hombre que, como resumió con gracia Teresa Guillén, le gustaba «ningunear» su propio talento y su capacidad de trabajo: «En el año 33 él tenía 10 años y yo 7. Pasamos ese curso en Madrid y todos los fines de semanas íbamos al cine con unos amigos que estaban aún más mimados que nosotros. Todavía hoy recuerdo como agarraba del brazo a Jaime para que no se cayera por el balcón del cine con los ataques de risa que le daban viendo a Harold Lloyd. Luego, en la adolescencia, estuvo un poco perdido. Flirteaba con la idea de ser actor, pero un viaje a España le cambió para siempre cuando descubrió su talento para ser gestor».