Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Entradas etiquetadas como ‘iran’

¿Alcalde musulmán en Almería? Envidio a Rotterdam

El día en que Almería vuelva a tener un alcalde musulmán -lo que no ocurre desde el siglo XV- daré gritos de alegría. Habremos dado un paso de gigante hacia la civilización y la concordia. Es lo que han hecho los holandeses de Rotterdam , a quienes envidio. Y -que conste- yo no soy musulmán ni judío ni cristiano. Soy agnóstico respetuoso.

Pero Almería es el caso más relevante de Europa en lo que se refiere a revolución demográfica y movimentos migratorios. Hace 30-40 años, mi tierra era la mayor fábrica de emigrantes de España (hacia Cataluña, Europa y Améríca).

Hoy -pese a la crisis- es la provincia que más inmigrantes atrae del norte de Africa de toda España (y quizás de Europa). En dos generaciones, la tortilla se ha dado la vuelta. Y la convivencia entre razas y culturas, que parecía imposible tras los tristes sucesos racistas de El Ejido en el año 2000, parece ser todo un éxito.

Copio y pego la información de El País de hoy, que tanta sana envidia me ha producido:

Vuelve la mochila del 11-M. Se acabó el verano.

Así me he quedado yo –como el recuperado cuadro “El grito” de Munch, pariente del presidente de 20 minutos– al enfrentarme esta mañana con la prensa de pago nacional.

Por primera vez, después de mis vacaciones en la costa de Almería, me he armado de valor y me he asomado tímidamente a las portadas de El Mundo y El País. He pasado casi todo un mes sin saber nada del 11-M ni de la mochila de Vallecas ni de la esotérica participación de ETA en la matanza islamista de Atocha.

Una prueba de que se acabaron las vacaciones es que, hoy mismo, 1 de septiembre, el 11-M y la “mochila” atacan de nuevo y a toda página. Es la prueba del nueve. Si aparece el 11-M en la primera página de El Mundo a 4 columnas, ya es septiembre.

(Aún no sabemos nada nuevo de la Orquesta Modragón cuyas cintas musicales, aparecidas en la furgoneta robada por los terroristas del 11-M, apuntaban, según los investigadores de El Mundo, al grupo industrial de Mondragón y de ahí –cómo no- a la eventual pista etarra, con la que tanto soñó el trío de Irak (Aznar, Acebes y Zaplana) para prolongar su engaño masivo hasta el día después de las elecciones de 14-M.)

Intentaré leer más tarde la letra pequeña de las cinco páginas interiores que El Mundo dedica a su primer tema de portada. En ocasiones, el contenido informativo no se parece mucho a los grandes titulares.

No me ha extrañado encontrar, en una mirada rápida, la alusión de El Mundo al comisario de Vallecas, Rodolfo Ruiz, condenado por el polémico juez Hidalgo, en una estrafalaria sentencia recurrida ante el Supremo, por su participación en el caso Bono/caso Hidalgo”

Incluye este párrafo en su apartado 3 sobre “La manipulación”:

“Tampoco puede pasar desapercibido el hecho de que el jefe de la Comisaría en la que apareció (la mochila) haya sido condenado en el caso Bono por manipulación de pruebas”

Ni una sola palabra del 11-M en El País –ni en ningún otro medio de los yo he repasado por encima.

Ambos diarios de pago coinciden en la foto de EFE en su portada con Felipe González estrechando la mano del presidente de Irán.

Con el nuevo curso escolar y político, también ha comenzado el baile de los verbos en los titulares: En el caso del conflicto de la ONU con Irán y su energía nuclear, los verbos son muy expresivos…

El País:

Felipe González “media”

Bush “exige”

El Mundo:

González “defiende”

Zapatero “respalda”

Después de ver este chiste de El Roto en El País, he decidido dejar para mañana (o pasado) la lectura minuciosa de las cinco páginas de El Mundo sobre el 11-M y la mochila.

Es una dosis de manipulación a desentrañar demasiado fuerte para el primer día de trabajo. Ustedes me disculparán este ataque de pereza.

La segunda noticia de El País –que no aparece en la portada de El Mundo– será motivo de conversación en el día de hoy:

Miles de restaurantes y bares son desde hoy espacios libres de humo

Claro que más comentarios provocará hoy –y con razón- el partidazo de baloncesto España-Argentina que empezará las 12:30 h. He tenido que posponer la reunión del Comité Ejecutivo de 20 minutos hasta después del partido, por temor quedarme solo en la Sala de Consejos del Palacio de la Prensa. Preguntaré si podemos instalar un televisor en la Sala. Quienes no tengan a mano un televisor pueden seguir el partido por www.20minutos.es.

¡Qué nervios!

(¡España! ¡España! ¡España»)

El peor presidente de la historia de EEUU

Un amable lector y colaborador de este blog nos recomienda la lectura de este artículo que Juan Goytisolo publicó ayer en El País. Lo he leído y coincido con él. Copio y pego.

Pero antes, dejaré aquí un pellizco de esos que nos da, equidistante del corazón y del cerebro, el genial El Roto

La historia no les absolverá

JUAN GOYTISOLO

EL PAÍS – Opinión – 22-07-2006

Quienes imaginaban que la entrada triunfal del ejército norteamericano en Bagdad y el derrumbe de la tiranía de Sadam Husein abrían una nueva era, no sólo para Irak sino también para todo Oriente Próximo -era en la que florecían la paz, la democracia y la prosperidad-, vivían en otro planeta, probablemente en Marte: ignoraban la estructura tribal y clánica del país, sus confrontaciones étnicas y religiosas mantenidas a lo largo de los siglos de gobierno por dinastías extranjeras. Si los otomanos se mostraron capaces de aglutinar con pragmatismo aquel mosaico de piezas abigarradas, sus sucesores ingleses no se lucieron como creían en un brillante desfile militar y debieron recurrir al empleo de gases tóxicos para aplastar la rebelión de las tribus y contrarrestar la acción de unas fuerzas centrífugas reacias a aceptar las fronteras trazadas conforme a los acuerdos Sykes-Picot. Tras una dura «pacificación» de diez años, llevaron al trono a la dinastía Hachemí bajo la indisimulada tutela de las compañías petroleras de capital británico. En 1958, un feroz golpe de Estado acabó con los Hachemís (princesas y principitos incluidos) y, desde entonces, Irak fue gobernado con mano de hierro por militares y miembros del partido Baaz, pertenecientes todos ellos a la minoría suní. La ascensión y caída de Sadam Husein -su guerra de agresión contra Irán alentada y sostenida por Occidente, genocidio de la población kurda de Halabya, invasión de Kuwait, Guerra del Golfo, represión salvaje del levantamiento chií, etcétera- están en la mente de todos y no me demoraré en ello.

En primavera de 2003 oíamos hablar de la reconstrucción rápida del país, de un nuevo Plan Marshall, de fabulosos ingresos petrolíferos que enriquecerían a los miembros de la Coalición y contribuirían de paso a la causa del progreso y la libertad en el mundo árabe. Tres años después, comprobamos que ninguna de estas previsiones se han cumplido. Después de la desastrosa decisión del procónsul norteamericano Paul Bremer de disolver el ejército y la policía de Sadam, dejando en la calle a decenas de millares de sus miembros que no tardarían en unirse a la insurgencia, las milicias chiíes y suníes imponen su ley con brutalidad y campan a sus anchas, las decapitaciones y matanzas del grupo religioso rival por misteriosos escuadrones de la muerte aumentan a diario. La guerra civil es ya un hecho y las ingentes sumas destinadas a la reconstrucción de Irak se emplean en la dudosa protección del personal encargado de llevarlas a cabo. Los ocupantes permanecen atrincherados en sus bases y sus incursiones mortíferas contra la insurgencia, con los denominados eufemísticamente «daños colaterales» que acarrean, acrecen el odio de una población que les acogió como libertadores. Abu Ghraib y la multiplicación de «errores» admitidos por el Pentágono no arreglan las cosas. La behetría y el horror cotidiano reinantes en el llamado triángulo suní se extienden hoy al sur y a las instalaciones petrolíferas amenazadas por grupos incontrolados. La muerte de Abu Musab al Zarqaui -verdugo despiadado de rehenes y autor de una delirante fetua sobre el deber religioso de ejecutar a los «apóstatas» chiíes, esto es, el 60% de la población iraquí- no va a cambiar, al menos a medio plazo, el curso de la insurrección ni la limpieza étnica de las zonas y barrios mixtos ni la islamización forzada de una sociedad laica, de la que las mujeres son ya las primeras víctimas. Contrariamente al refrán, con la muerte del perro no acaba siempre la rabia.

La invasión ilegal de Irak, basada en mentiras e informes manipulados, es a estas alturas un desastre de dimensiones inabarcables. Enviscados en el atolladero que ellos mismos crearon, los ocupantes -¿quién puede llamarles aún liberadores?- se encuentran en el brete de decidir entre quedarse (no se sabe hasta cuándo) y partir (de forma escalonada a fin de salvar las apariencias). Abandonar la aventura militar, tras haber convertido a Irak en una almáciga de yihadistas fanáticos y terroristas suicidas, sería admitir una derrota más humillante e infinitamente más peligrosa que las del Líbano y Somalia. Prolongar la ocupación en espera de dejar en su lugar a un Gobierno capaz de imponer una difícil, pero no imposible, estabilidad les convierte en rehenes de la mayoría chií, cuyos vínculos con Teherán no puede ignorar nadie.En el tira y afloja con el régimen de los ayatolás sobre su acceso a la tecnología nuclear, el último dispone de mejores bazas. Empantanados en el valle del Éufrates, los norteamericanos no pueden permitirse abrir un nuevo frente. Como ha advertido Alí Yameini, Irán guarda la llave del estrecho de Ormuz por el que transita el crudo saudí, de los Emiratos Árabes, Kuwait, Irak y el suyo propio. Su cierre o un ataque a los cercanos yacimientos de oro negro de sus vecinos sería un golpe insoportable para la economía estadounidense y de los países dependientes del abastecimiento energético de Oriente Próximo.

Si a todo ello sumamos la situación intolerable de la población palestina, encerrada en guetos inviables por el monstruoso muro de cemento erigido por Israel a despecho de la legalidad internacional y de resoluciones de Naciones Unidas -situación agravada ahora con las mortíferas incursiones y ataques en Gaza y Líbano-, comprobaremos que el unilateralismo y la ideología ultraderechista de Bush y sus asesores han fomentado el yihadismo en el mundo islámico, convertido a Irak en un polvorín, condenado a la miseria de África subsahariana con las subvenciones proteccionistas a sus propios agricultores, substituido los programas de ayuda de Clinton por gigantescos presupuestos de Defensa, recortado los derechos civiles de la ciudadanía, cubierto infamias como la de Guantánamo y aumentando el endeudamiento nacional a cifras jamás vistas. La arrogancia e imprevisión del primer mandatario se vuelven como un bumerán contra él: su popularidad ha caído a mínimos y el efecto de su viaje relámpago a Bagdad no durará probablemente más que el escenificado hace tres años, en plena euforia guerrera. La combinación de autismo voluntario, groseros errores estratégicos y mesianismo religioso inspirado por predicadores de la especie de Pat Robertson le han consagrado ya como el peor presidente de la democracia norteamericana.

Si el sostén sin falla a las teocracias del Golfo y a los regímenes corruptos favorables a los intereses políticos y económicos estadounidenses no augura nada bueno para el porvenir democrático de los pueblos arabomusulmanes, la invasión de Irak, proyectada como sabemos hoy antes del 11-S, y la invención de unos vínculos inexistentes entre Sadam y Al Qaeda inician una deriva inquietante de la Casa Blanca hacia la guerra asimétrica contra el Mal, sin límites de tiempo ni fronteras, de la que todos somos rehenes. La lucha contra el terrorismo internacional ampara no sólo graves violaciones y atropellos de los derechos humanos, sino que equipara legítimos actos de resistencia a ocupaciones ilegales con carnicerías perpetradas contra civiles indefensos. Esto es: transforma la enorme complejidad de las situaciones políticas, económicas, religiosas y culturales que afrontamos en una cruzada maniquea como la predicada por el islamismo radical.

Resulta sorprendente que ningún político de peso del Partido Demócrata estadounidense, desplazado del poder por artimañas del gobernador de Florida, se haya planteado a estas alturas la necesidad de un proceso de incapacitación presidencial como el que condujo, por faltar asimismo a la verdad y obstruir la acción de la justicia, a la dimisión de Nixon. Los mecanismos de salvaguardia de la primera democracia del mundo, ¿se han enmohecido y perdido su fuerza? ¿No son Bush y sus asesores presuntos culpables de graves ilegalidades y encubrimientos? Magro consuelo nos queda: la historia no les absolverá.

Juan Goytisolo es escritor