Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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No hay respiro ni para recordar a los muertos

De banderas e himnos

LUIS YÁÑEZ-BARNUEVO en El País

12/03/2007

El reciente abuso de los símbolos comunes de España, como la bandera y el himno, y de la propia palabra de nuestro país, en concentraciones partidistas de carácter político, ha despertado polémica y el lógico descontento e incomodidad a quienes no compartimos ese modo de usar nuestros símbolos para arremeter unos españoles contra otros.

Es inevitable que nos retrotraigan a épocas oscuras de nuestro pasado. Recordemos las concentraciones convocados por el Caudillo en la Plaza de Oriente, la última en septiembre de 1975, siempre en contra de una imaginaria conjura «judeo-masónica-marxista» y siempre con un millón de personas presentes, ni uno más ni uno menos, cuando todo el mundo sabe que en dicha plaza, incluyendo sus aledaños, ¡no caben más de cien mil! No, no es que oficial ni públicamente las convocatorias de ahora hagan referencia a tal conjura, sí a alguna otra, ni se aclame al Caudillo, afortunadamente desaparecido, pero el clima, los gritos, las pancartas e incluso el aspecto físico de los asistentes, además de los citados símbolos, recuerdan a millones de españoles aquellos mal llamados tiempos.

Cuando murió el dictador y se inició tímidamente el proceso que luego se conoció como «transición democrática», no fue tema baladí el de las negociaciones entre los reformistas del tardofranquismo y los representantes de la oposición democrática para ponernos de acuerdo sobre si la democracia que íbamos a recuperar iba a ser una monarquía o una república, si ello debería ser sometido a referéndum de los españoles, si la bandera roja y gualda iba a ser la oficial o por el contrario recuperábamos la tricolor de la II República y con ella el himno de Riego, aquel general patriota que fue fusilado en defensa de la libertad. La oposición entendió que lo importante era garantizar que la nueva democracia lo fuera de verdad, no tutelada, no heredera del franquismo, que tuviéramos una nueva Constitución, lo que no estuvo claro hasta después de las primeras elecciones del 15 de junio de 1977 y una vez que se despejaron esas incógnitas, gracias sobre todo a la actitud del propio rey Juan Carlos, que lo que se instauraba era una monarquía parlamentaria, sin poderes ejecutivos. Los demócratas procedentes de la lucha antifranquista y del exilio fueron los más generosos, nunca pidieron venganza, ni siquiera justicia histórica. Entendieron que había que mirar hacia delante y construir un sistema institucional garantista, en el que no sólo se reconocieran las libertades y derechos sino que éstos estuvieran protegidos y salvaguardados de cualquier contingencia.

La Constitución, no confesional y por tanto laica, consagró la separación de la Iglesia y el Estado, la profesionalización y despolitización de las fuerzas armadas y de seguridad y la independencia del poder judicial. Los demócratas terminamos cediendo en lo referente a la bandera y al himno, lo que no fue fácil de explicar a los antiguos republicanos y gente de la izquierda en general, para los que la bandera bicolor se había identificado hasta la náusea con Franco, que consideró a España, la bandera y el himno como propios y a sus enemigos políticos como enemigos de España. Durante las primeras décadas de la democracia los símbolos pudieron, poco a poco, ir siendo asumidos por todos y no patrimonializados por nadie, salvo las cada vez menos nutridas convocatorias de Fuerza Nueva y Blas Piñar, de manera que la bandera y el himno se utilizaron, como debe ser, en los actos comunes y no partidistas, en los oficiales y solemnes, y en las victorias deportivas, culturales o artísticas internacionales.

Muchos contribuyeron a ese clima de convivencia, sin discutir los símbolos comunes, empezando por el Rey, siguiendo por los sucesivos presidentes del Gobierno, hasta que llegó Aznar, y terminando por el protagonista de todo, el pueblo español, que con gran sentido práctico, los respetaba y los respeta, aunque no los utilizara ni los utiliza para cualquier cosa. El primer síntoma de ruptura de ese consenso implícito llegó con la decisión del presidente Aznar, que a la vuelta de un viaje a México, donde había visto una bandera monumental del país azteca en la Plaza del Zócalo de México DF, mandó poner una rojigualda igual o más grande en la Plaza de Colón de Madrid. La historia no pasaría de ser una anécdota freudiana si no es porque en democracia los equilibrios del subconsciente colectivo no deben tocarse sin riesgo de provocar reacciones contrarias. Y éstas vinieron de la mano de manifestaciones izquierdistas en las que, cada vez en mayor número, ondeaban banderas republicanas.

El retorno a la politización de la jerarquía eclesiástica, la quiebra de la independencia de determinados sectores del poder judicial, la eclosión de programas de extrema derecha en algunos medios de comunicación con actitudes que creíamos superadas después de la desaparición de diarios como El Alcázar o Arriba, y sobre todo la estrategia opositora de la cúpula del PP desde que perdiera las elecciones de 2004, y todas las que la han seguido, han hecho emerger comportamientos revanchistas en ciertos colectivos que ahora ven la oportunidad de expresarse en la calle con la parafernalia descrita. Quizá sin darse cuenta, ¿o sí?, de que están despertando paralelismos revanchistas de otro signo que, si no lo evitamos, tarde o temprano se manifestarán también con idéntica agresividad y sectarismo.

Pero lo que más me preocupa es el uso y abuso de la palabra y el concepto de España. Con motivo del agrio debate sobre el Estatuto de Cataluña, un eurodiputado del PP español me dijo: «¿No crees que deberíamos defender a España?». Me quedé perplejo y le contesté: «España se defiende sola». Y es que la imagen de España, en el mundo y entre la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles, no está en cuestión, cuenta con un prestigio y un reconocimiento acorde con su historia y con su presente de país pujante, emprendedor, que avanza y es admirado por muchos. Sólo los inseguros de sí mismos necesitan envolverse en la bandera y gritar «España, España»; pero nuestro país no lo necesita, es más, lo creo contraproducente. Decía Molière que «la amistad exige un poco de misterio, nombrarla a cada momento es profanar su nombre». Sin tanta grandilocuencia, pienso que en España hay que pensar y actuar para hacerla más fuerte y solidaria, pero no nombrarla en vano porque eso es justamente lo que la debilita.

Eso sí, algunos españoles, y en particular los políticos, necesitamos grandes dosis de mesura, de sensatez y de voluntad firme para cortocircuitar esa tendencia cainita que de vez en cuando nos asalta. No dejemos que esa minoría de exaltados de uno u otro signo se imponga a la inmensa mayoría. Que todos puedan defender sus ideas o expresar sus críticas sin agredir a los demás.

Luis Yáñez-Barnuevo es eurodiputado socialista.

“Ni siquiera sabían…” ¿Información u opinión?

El Mundo vuelve a las andadas al mezclar, si previo aviso, información con opinión en su portada. Todo aprovecha para el convento. El gran titular de primera, a cuatro columnas, puede poner los pelos de punta a cualquier lector interesado por la ética en el ejercicio del periodismo:

Los enviados del Gobierno ni siquiera sabían con qué etarras negociaban

¿Acaso no bastaba con decir “los enviados del Gobierno “no sabían”…?

¿A qué viene ese “ni siquiera” antes del verbo “sabían”?

Cumple una función muy clara en la deontología laxa de Pedro Jota Ramírez: añade al sujeto una adjetivación intangible y peyorativa. Es como decir, de manera elíptica, “los imbéciles o los despistados o los tontos del Gobierno ni siquiera sabían…”

Si el primer gran titular contiene la palabra “etarras”, el segundo gran titular incluye, siguiendo una vieja costumbre promovida por el trío Pinocho (Aznar, Acebes y Zaplana), el “11-M”. Una mezcla habitual, por yuxtaposición, muy útil para los creyentes en la teoría de la conspiración, uno de cuyos dogmas relaciona persistentemente a ETA con el 11-M con el fin impúdico de lavar la cara a los embusteros del Gobierno Aznar.

Entre medias, también por contacto físico, ya que el recuadro está abierto por arriba, El Mundo liga una frase entrecomillada de Patxi López, fuera de contexto, con su gran titular de portada:

Patxi López: “Ni el Gobierno ni los implicados en este proceso hemos cometido errrores”

Después de leer ambos titulares, pienso que olvidaron poner por escrito “je, je”.

Estas son no noticias para el director de El País.

En cambio, ambos diarios coinciden al destacar en primera la foto-noticia sobre el éxito de Penélope Cruz y “Volver” en los premios Goya, un sumario sobre la miserable profanación de la tumba de Gregorio Ordóñez y los avances en el conflicto de Irlanda del Norte.

En esta última noticia de agencias hay también sus matices:

El Mundo:

El brazo político del IRA reconoce por primera vez la autoridad de la policía del Ulster

El País:

El Sinn Fein salva el último obstáculo para el proceso de paz en el Ulster

Solo El País menciona “proceso de paz”. ¿Por qué será?

El País lleva en portada varias noticias olvidadas por El Mundo:

-Un piropo a la Policía y a la Guardia Civil por detener a casi 600 personas acusadas de corrupción, narcotráfico y/o blanqueo de capitales en un año y bloquear 3.000 millones en dinero negro en 2006, 50 veces más que el año anterior.

-Un pacto de la alemana E.ON con Endesa (presidida por Pizarro desde la era Aznar) para mantener en secreto la información confidencial suministrada por la eléctrica española antes de la oferta de compra.

-El fiscal implica a Juan Villalonga (compañero de pupitre de Aznar) en la venta delictiva de una filial de Telefónica

-La bomba demográfica también estalla en Irak

Estas son no noticias para el director de El Mundo.

El mito del diálogo

FERNANDO SAVATER en El País

29/01/2007

Según parece, la proyectada y ya menguante asignatura de Educación para la Ciudadanía incluirá lecciones dedicadas al diálogo y a la negociación. Nada puede resultar más oportuno, en vista de la fenomenal catarata de equívocos y malentendidos -creo que no todos inocentes- que rodean el frecuente uso de esos términos tan ensalzados como aborrecidos. En una democracia parlamentaria, elogiar el diálogo es un empeño tan aparatosamente ocioso como pasearse por un hospital cantando loores a la medicina. En ambos casos parece más útil indicar los requisitos para que uno y otra sean efectivos, así como señalar sus límites en el tratamiento de males especialmente graves. Para empezar por lo más obvio, se dialoga con los amigos y se negocia con los enemigos o adversarios. El diálogo supone aceptar una base común de valores, a partir de los cuales se discute para ver qué orientación común es preferible en tal o cual proyecto. En la negociación se contraponen fuerzas y se pretenden ventajas estratégicas: es un pulso, no un intercambio argumental. En ciertos casos, los más civilizados, puede aliviarse la brusquedad negociadora con la persuasión dialogante, combinando ambos métodos. Pero la presencia de la violencia o la amenaza contra una de las partes anula dramáticamente esa posibilidad.

Viniendo a lo que nos interesa, insistir en que el diálogo -así, sin más aditamentos ni matices- es la solución de los problemas creados por el terrorismo etarra (y de su rentabilización por el nacionalismo vasco radical, que también es parte del problema) constituye una patraña y un fraude. O, en el mejor de los supuestos, un malentendido. Pongamos que a mí, en una de esas encuestas de planteamiento tan poco convincente que suelen hacerse, me preguntan si me parece aceptable «un final dialogado» para el terrorismo de ETA. Interpretando a mi modo la cuestión, puedo responder afirmativamente. Supondré que el encuestador llama «diálogo» a negociar con ETA las condiciones de su rendición cuando los terroristas admitan que tienen que dejar las armas: hablar con ellos de cuestiones penales, garantías de desarme, situación legal de los aún no procesados sin delitos de sangre, etc. Es algo que ocurrirá antes o después y ojalá fuera pronto (aunque sólo depende de ETA, claro). De modo que respuesta afirmativa. Pero también puedo contestar negativamente. Sospecharé que mi interrogador considera «diálogo» establecer un foro político extraparlamentario que incluya a portavoces de los terroristas junto a los partidos legales, con el fin de negociar concesiones políticas al nacionalismo (otras no le interesan a ETA) que refuercen su hegemonía en la CAV e incluso en Navarra, blindándola ante posibles intervenciones del Estado de Derecho, según el esquema del plan Ibarretxe más o menos radicalizado para premiar el «final de la violencia». De modo que mi respuesta será «no». O sea que, según este planteamiento hipotético pero nada fantástico, soy a la vez partidario del diálogo y contrario al diálogo… y unos me juzgarán entreguista, mientras que otros me tacharán de intransigente. Pero la culpa la tiene la ambigüedad de la palabra «diálogo», no yo.

Esa ambivalencia no desanima, desde luego, a quienes -como el lehendakari, por ejemplo- siguen predicando la buena nueva del diálogo, cuyas genéricas virtudes nos ensalzan una y otra vez de un modo escolar hasta devolvernos a los felices días del parvulario. O como el socialista Torres Mora (al que algunos conceden rango de ideólogo gubernamental, algo así como el Suslov de nuestro régimen), que en una reciente entrevista en El Mundo, tras el acostumbrado panegírico del diálogo, acuña este dictamen prodigioso: «El diálogo no ha fracasado, han fracasado los terroristas en su intento de dialogar». ¡Toma ya! Es difícil ser más autocomplaciente y con menos motivos que esta gente, la verdad.

A mi entender, el Gobierno en un principio planteó el «diálogo» con ETA según la primera de las dos acepciones que más arriba he dado del término. Pero cometió el error de dejar abierta la posibilidad, para más adelante -una vez liquidada la violencia terrorista en todas sus formas-, de emprender el segundo «diálogo» como premio de consolación al nacionalismo y camino para asegurarse su apoyo en el próximo mandato electoral. Con el resultado de que ETA y sus mariachis (que entre tanto han alcanzado un reconocimiento político como interlocutores respetables y aún críticos autorizados de las decisiones de los partidos democráticos) se han apresurado a saltar por encima de la primera mesa de diálogo para exigir inmediatamente la segunda. ¿Por qué no se centran en hablar de presos, beneficios penitenciarios, etc.? Sencillamente, porque todo eso lo dan por descontado. Están convencidos de que una vez consolidada su posición política en el País Vasco y ya abandonado el terrorismo innecesario, el acercamiento de los presos y su próxima puesta en libertad es cosa he-cha. Aunque justificadamente denegada, es probable que la simple propuesta de excarcelación de De Juana Chaos venga a reforzar esta convicción (como contraste, recordemos la triste suerte de Bobby Sands y sus diez compañeros del IRA, que murieron sucesivamente durante una huelga de hambre en la prisión de Mazen sin lograr ablandar a Margaret Thatcher). De modo que ¿para qué se van a molestar en suplicar lo que piensan obtener de cualquier modo? Más les vale ir directamente a lo difícil, a por aquellas concesiones que una vez desaparecida la amenaza terrorista bien pudieran negárseles sin mayores remilgos. Hay que aprovecharse de los efectos de la intimidación mientras dura. Sobre todo cuando se les están mandando constantes mensajes de que, hagan lo que hagan, en cuanto dejen de cometer fechorías estaremos encantados de volver a escucharles: «Hay que esperar a que vuelvan a hacer algún gesto, seremos generosos, etc.». Lo apropiado para desanimarles sería indicarles inequívocamente de una vez que están a punto de ver caducar todos los plazos, más allá de los cuales no obtendrán el más mínimo beneficio penal…; es decir, que se les tratará por fin como merecen, dejen las armas o no.

Los partidarios del diálogo a lo loco, caiga quien caiga, nos apedrean constantemente con denuncias más o menos explícitas de las medidas judiciales que pueden «dificultarlo», es decir, que amenazan convertirlo en algo distinto a dar la razón a los nacionalistas: así que no será Ibarretxe quien desafía a la justicia, sino los jueces quienes desafían al sentido común (oído, cómo no, en la tertulia de Francino en la SER), la declaración de Jarrai y Segui como partes del entramado etarra son un abuso que trata de criminalizar a todos los jóvenes independentistas vascos, etc. La verdad es que en el País Vasco el terror fundamental, de fondo, lo pone ETA: pero de la administración del terrorismo para acogotar a la población no nacionalista se encargan desde hace mucho otros. Un caso reciente y repetido todos los años: el de la fiesta de San Sebastián. Lo malo no es que en la izada de bandera que da comienzo a la jornada festiva en la plaza de la Constitución hubiera muchas pancartas a favor de ETA, de Juana Chaos, de la amnistía, llamando asesino al PSOE (¿se imaginan las fiestas patronales de otra población española en que se permitiera insultar o amenazar tan gravemente a cualquier partido?), hasta el punto que Odón Elorza dijera que le parecieron «excesivas»…, pues por lo visto hay un límite admisible para estas cosas, que sólo él conoce; ni siquiera es lo peor que todo eso no ocurriera espontáneamente, en el tumulto del gentío a las doce de la noche, sino que se preparase tranquilamente desde las cinco de la tarde con numerosas personas que colgaban los carteles y guirnaldas subversivas a la vista de municipales y ertzainas…, como todos los años desde hace una década. No, lo malo es que tres televisiones retransmiten durante horas la izada sin aventurar la más mínima palabra ni comentario sobre este paisaje urbano terrorista. Y lo peor es que este año algunos ciudadanos (de ¡Basta Ya!, que son de los pocos que quedan por allí) han presentado denuncia documentada contra el Ayuntamiento por estos sucesos, que sigue su trámite, de la cual han dado cuenta los medios periodísticos nacionales menos afines al «diálogo», pero ninguna de las publicaciones de ámbito donostiarra, tan atentas a todo concurso de quesos que ocurre en nuestra demarcación. Que quede claro: con esos silencios mediáticos y los terrores que reflejan cuentan los «dialogantes» para que al final del «proceso de paz» haya paradójicamente más nacionalismo que antes y no más libertad y visibilidad para los no nacionalistas, como sería lógico esperar.

Bien, muy bien que se incluya «diálogo y negociación» como temas de la minusvalorada e injustamente criticada Educación para la Ciudadanía. Lo único que me preocupa ahora es quién dará la asignatura…

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

Abrochense los cinturones. Según el genial y tierno Peridis en El País, nos aguardan mayores dosis de crispación.

En El País, José María Benegas rompe su silencio sobre la lucha contra el terrorismo:

Y, por último, los internautas no debemos perdernos el editorial que nos dedica hoy El País

EDITORIAL de El País

La zanja digital

29/01/2007

Varón, de entre 15 y 34 años, con estudios superiores, con trabajo y residente en una capital de provincia. Éste es el perfil, cada vez más marcado, del internauta español. Aunque el número de internautas crece en España en todos los ámbitos sociales -ya superan los 10 millones-, lo está haciendo a mayor velocidad entre hombres jóvenes con alta preparación académica y residentes en municipios de más de 100.000 habitantes, lo que está agrandando la brecha digital. Es decir, la diferencia que separa a quienes pueden acceder a la maraña de contenidos y servicios que ofrece la sociedad de la información y quienes no pueden hacerlo, principalmente jubilados, amas de casa, parados, inmigrantes y habitantes de zonas rurales.

Es un problema muy grave, más aún si se considera el acceso a Internet de calidad y por alta velocidad: hay 4,5 millones de españoles, que residen en 2.534 municipios, que no disfrutan de acceso a Internet de banda ancha y que, por tanto, tienen conexiones deficientes y que, además, son más caras para ellos que las que se pagan en una gran ciudad. Las operadoras aducen que el coste del despliegue que deben hacer es excesivo para la demanda existente en las zonas rurales, de donde huyen sus habitantes jóvenes, entre otras cosas, por las dificultades para teletrabajar, chatear o realizar gestiones con su banco o ayuntamiento.

El Gobierno central y las comunidades autónomas han puesto en marcha varios planes para acabar con la brecha digital, como la implantación de telecentros públicos en las zonas rurales. Sólo son parches para un problema de mayor envergadura. No se puede obligar a las operadoras a extender redes donde no hay clientes, pero sí se les puede exigir, tanto a ellas como a la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones (CMT), que no torpedeen las iniciativas de ayuntamientos que, ante la falta de interés privado, intentan ofrecer servicio público de acceso a Internet a sus ciudadanos. El Gobierno debería aprovechar la Ley de Medidas de Impulso de la Sociedad de la Información en tramitación, para extender la consideración de servicio universal (al que todo ciudadano tiene derecho) a la banda ancha, como ya ocurre con la telefonía.

Es el momento de concretar iniciativas para que la brecha digital no se convierta en una zanja insuperable. Recuperar el retraso exige asumir la extensión de la sociedad de la información como la principal prioridad en todos los niveles de la administración. Sin la extensión de las nuevas tecnologías, no aumentará la productividad; y sin crecimiento de la productividad, no está garantizado el de la renta por habitante a largo plazo. La productividad española apenas crece desde hace más de diez años; en realidad, lo hace menos que en ninguna de las economías de la OCDE.

FIN

Javier Marías, otra víctima de Alcaraz
¿Papeles cambiados? Ibarretxe «desafía» o «recibe»

(Actualizado a las 01:25 h.)

Con cierto retraso acabo de leer antes de ir a dormir (quizás me quite el sueño) el último artículo de Javier Marías publicado en El País Semanal con el título «Un país demasiado anómalo».

Suelo leer los artículos de Marías pero, en esta ocasión, pasé el domingo en Almería y no pude hacerlo. En invierno, los diarios no llegan al super del pueblo y la conexión a Internet es mágica por inexplicable.

Sin embargo, me enteré de que Alcaraz, presidente de la AVT, de quien todas las personas sensatas y moderadas de España somos víctimas, había presentado una denuncia contra el autor de «Corazón tan blanco« por ese artículo que yo me había perdido mirando al mar.

Ante tamaña provocación, no puede resistir su búsqueda, su lectura ni tampoco su copia y pega (a continuación) para conservarlo en el archivo de este blog. Así pues, ahí va el artículo de Javier Marías, por quien manifiesto toda mi solidaridad.

Estoy tan de acuerdo con todo lo que dice Marías que el fundamentalista Alcaraz debería querellarse también contra mí porque comparto el contenido este artículo de principio a fin.

Un país demasiado anómalo

JAVIER MARÍAS en El país semanal (EPs)

21/01/2007

En verdad este país es anómalo. ¿Qué ha pasado en él para que hasta el colectivo de personas que merecía –y tenía– toda nuestra compasión, nuestro respeto y nuestro apoyo se esté convirtiendo en uno de los grupos sociales más antipáticos, irrazonables, verbalmente agresivos y –lo que es peor– temibles? Desde que el señor Alcaraz se puso al frente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, ésta ha pasado a ser, para gran parte de la población, algo con lo que más vale no cruzarse ni encontrarse en la calle, y yo no sé hasta qué punto sus miembros más sensatos, menos manipulados y envenenados –aún habrá muchos, espero–, se dan cuenta del flaco favor, incluso del enorme daño, que ese dirigente les está haciendo al utilizarlos principalmente como “brazo manifestante” de la extrema derecha mediática, encabezada por la emisora radiofónica de los obispos siembracizañas.

El día del primer atentado mortal de ETA tras su larga tregua tácita o declarada, una buena amiga mía, que vive cerca de Sol, se acercó tranquilamente a uno de los quioscos de esa plaza para comprar el periódico. Se encontró allí con verdaderas masas, lo cual no tiene mucho de particular en las desaforadas y estiradísimas fechas navideñas (solían iniciarse el 22 de diciembre, ahora los comercios y los alcaldes las adelantan un mes, cosa demencial e insoportable, y más o menos equivalen al Ramadán, en lo que se refiere a paralización de la vida activa). Pero le llamó la atención la proliferación de banderas españolas, y se puso alerta. Al contármelo hizo hincapié en lo que todos los moderados de este país sabemos, con tristeza: ¿qué clase de lugar es este en el que todavía nos sobresalta y alarma la abundancia de enseñas del país nuestro? (No sé si quienes abusan de ellas para sus fines particulares son conscientes de cuánto las ensucian, a ojos de la mayoría.) Allí estaban congregados los miembros de la AVT, con pancartas llenas de insultos y de disparates, pidiendo, a estas alturas, “la verdad sobre el 11-M”, y acusando no tanto a ETA, que acababa de dinamitar Barajas, cuanto al Gobierno socialista. Mi amiga compró EL PAÍS, como suele, y el quiosquero le dijo: “Este sí me queda. Hoy aquí se ha agotado La Razón y se está agotando ya El Mundo, mira cómo está la plaza”. Ella no sólo miró, sino que oyó. Algunos manifestantes, muy cerca de ella, gritaban: “¡Hay que fusilar a Zapatero! ¡Hay que fusilarlos a todos con una Parabellum!” No pudo reprimirse y los miró, como diciendo: “Miren, aquí ya no se fusila a nadie”. Ni siquiera llegó a decirlo, no le dieron tiempo, así que los miró con reprobación tan sólo. Pero eso bastó, y que llevara EL PAÍS bajo el brazo, para que los energúmenos de la AVT (cuesta escribirlo: ¡energúmenos en la AVT, merecedora hasta hace no mucho de toda nuestra simpatía!) se pusieran a seguirla en su recorrido y a llenarla de improperios. Esos individuos eran guerracivilistas. No sólo por los insultos que escogieron (“¡Perra, roja, miliciana, guarra!”; en el 2007, parece increíble), sino por montar en cólera al ver el diario que ella leía. Mi amiga siguió adelante, sin ya volverse, pero al comprobar que la retahíla de injurias no era cosa momentánea y no amainaba, dio media vuelta y, como me dijo con gracia, entró a “pedir asilo político” en la Librería Méndez de la calle Mayor, cuyos dueños no se sorprendieron y le confesaron que no era la primera vez que tenían noticia de escenas parecidas. Tres días más tarde mi amiga fue a su banco, y allí le contó el cajero que, sólo por llevar este periódico –sin que en su caso mediara ni mirada–, miembros de la AVT, el mismo día del atentado, lo habían seguido llamándolo “¡Hijo de puta!” durante un buen trecho. Mi amiga, así pues, no fue la única víctima de las Víctimas, o de sus jaleadores.

Yo he oído contar muchas veces a mis padres que durante la Guerra Civil los motivos para sacar a alguien de su casa y darle el paseo eran a menudo proporcionados por los porteros o los vecinos: “El del segundo leía El Socialista”, se chivaba el portero a los falangistas sevillanos, y eso bastaba para que éstos subieran por él y se lo cargaran. “El del tercero iba a misa”, acusaba un vecino ante los milicianos madrileños, y éstos ya veían razón suficiente para borrarlo del mapa. Esto se parece demasiado a la actitud observada el 30 de diciembre por algunos miembros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Hay que decirlo una vez más: a las víctimas de ETA hay que compadecerlas, alentarlas, ayudarlas, procurar que reciban justicia y resarcirlas en la medida de lo posible, porque han pagado y sufrido en nombre de todos. Pero ser víctima no da la razón, ni hace más sabio, ni convierte a nadie en santo, ni lo exime de su obligación de respeto hacia los demás ciudadanos. Si una víctima delinque, no por eso deja de ser víctima, pero pasa a ser también un delincuente. Y si una víctima persigue e insulta a quien le lanza una mirada o lee el diario que le apetece, tampoco dejará de ser víctima, pero además se habrá convertido en un energúmeno, un intolerante, un enemigo de la libertad y un miserable. Que el señor Alcaraz, de quien las Víctimas están siendo víctimas en los últimos tiempos, se pare a pensarlo un minuto, y se aplique el cuento.

Fin

—————–

Si no fuera porque el primer titular de El Mundo, a cuatro columnas, va dedicado -¡cómo no!- a los explosivos del 11-M, y el de El País, también a cuatro columnas, va dedicado -¡cómo no!- a la invasión de Irak, diría que El Mundo y El País de hoy, en la segunda noticia del día, han cambiado sus papeles.

Pasen y vean (a la izquierda, si lo he pegado bien) el titular que destina cada uno a Ibarretxe:

«desafía a los jueces»

o simplemente

«recibe a Otegui»

No me lo podía creer. Lo han hecho de tal manera que creí haberme equivocado de diario o de verbo. En este asunto, ya no parecen órganos oficiosos del PP o del PSOE, respectivamente.

La verdad es que llevos algunos días con la mosca tras la oreja. Y más de una vez -lo recordarán- he comentado que «aquí pasa algo». Pero me faltaban datos. Sólo eran intuiciones. Y el olfato puede muy bueno para opinar (las opiniones son libres) pero suele resultar muy perjudicial para informar (los hechos son sagrados).

Por eso digo otra vez que mantendré a ambos diarios en observación, mientras se clarifican los rumores poco fundados por ahora sobre una eventual mexicanización en la cúpula de Prisa/El País.

No se muy bien para qué puede valer este blog -aparte de divertirme y aprender de los comentaristas, que no es poco- pero ahora se abre una nueva utilidad. Y es que los cambios en los sujetos y en los verbos de portada nos pueden dar más claves sobre el rumbo de la cultura corporativa de un diario que los cambios producidos en el mismísimo Registro de la Propiedad.

Con la que está cayendo, que El País diga de pronto en su primera página, arriba, de salida, que «Ibarretxe desafía a los jueces al recibir a Otegui» es una pasada que no se comprende a la luz de sus comportamientos tradicionales.

Sobretodo cuando todos sabemos -porque El País también lo ha destacado- que el Tribunal Supremo ya ha sentado jurisprudencia con el caso de la reunión de los socialistas vascos con Otegui diciendo que no había delito alguno. El fiscal general del Estado, Conde Pumpido, ha dicho, como debe ser natural, lo mismo que el Supremo.

El contraste de El País con El Mundo (donde «Ibarretxe recibe a Otegui pese a…») resulta clamoroso. Ningún titular (o casi ninguno) de primera página es fruto del azar.

Como dice hoy Miguel Angel Aguilar en El País, hablando de otro tema y con el brillante lenguaje militar que le caracteriza:

-«Atentos»

La política somos todos

ANTONIO ELORZA en El País

23/01/2007

En su mensaje de fin de año a los italianos, el presidente Giorgio Napolitano evocó un episodio de la Resistencia antifascista en que un joven de diecinueve años, al escribir a su madre a punto de ser fusilado, refutaba la idea totalitaria de que la política es cosa propia de una minoría de especialistas, cuando no algo sucio y despreciable. «Nosotros mismos somos la cosa pública», concluía. Dicho de otro modo, el sujeto de la política no debe ser otro que la totalidad de los ciudadanos. El relato venía a cuento ante el clima reinante en la vida política italiana, no ya de confrontación y de crítica entre partidos que compiten por el poder, sino de una continua pelea de gallos en que nada cuenta sino la destrucción de la imagen del otro. Semejante degradación de la forma del conflicto impide la creación de «un clima sereno y constructivo», y sobre todo genera un distanciamiento cada vez mayor entre los ciudadanos y las propias instituciones.

La advertencia resulta del todo aplicable a la situación española. Las manifestaciones cívicas del sábado día 13 han sido, en cuanto a participación y desarrollo, una espléndida prueba de que es realizable la aspiración de una vida política a la cual se incorpore activamente la mayoría de los españoles. A pesar de las lamentables maniobras que las precedieron, los ciudadanos han sabido responder con una asistencia masiva y con una respuesta inequívoca, tal y como supieron plantear Almudena Grandes y los portavoces ecuatorianos Lucía Roseto y Francisco Morales desde el estrado de la Puerta de Alcalá. Al terminar el minuto de silencio por las dos víctimas, el grito unánime de respuesta fue un «¡ETA, no!». La consecuencia a extraer es bien clara. La sociedad civil es consciente de la necesidad de una convergencia entre el Gobierno y los partidos que traiga de una vez «la paz» al País Vasco, entendida como normalización de una vida social y política golpeada una y otra vez por el terror. Éste debiera ser el denominador común en el cual coincidieran siempre que fuese posible el Gobierno, la oposición del PP, los demás partidos democráticos, las asociaciones de víctimas, estando dispuestos en todo momento a dar prioridad a una unión de propósitos efectiva que dejase claro a los terroristas la inutilidad de su estrategia de muerte.

Sin embargo, el propio éxito de las grandes manifestaciones antiterroristas de la última década ha servido también para que los partidos políticos contemplaran la posibilidad de aprovecharlas para incrementar su apoyo social en detrimento del adversario. Naturalmente, esta fractura no puede ser creada a la luz del día, pues entonces la maniobra da lugar a un efecto bumerán para quien la diseña. Así que resulta preciso acudir a técnicas más o menos sofisticadas de manipulación del lenguaje, poniendo sobre la mesa palabras que, aparentemente, ofrecen unidad y en realidad crean división. Un ejemplo bien claro de esa táctica perversa fue la convocatoria de la manifestación de Bilbao por un lehendakari empeñado en recuperar a cualquier precio su protagonismo, al adoptar un lema que enlaza «la paz» y «el diálogo», lo cual implica que el atentado de Barajas ha sido algo irrelevante y que sigue más vigente que nunca, contra todas las evidencias sobre el papel decisivo de la acción policial, la idea de que «el conflicto vasco» sólo puede tener una solución política. Lo ha concretado en la clausura de la manifestación, en su calidad de único orador: el «derecho a decidir» de los vascos, la autodeterminación. Era un lema acuñado mirando a ETA. Como prueba adicional de ese orden de prioridades, donde el fin del terror ocupaba un puesto secundario para Ibarretxe, el añadido de última hora -«exigimos el fin de ETA»- figuraba en la pancarta en letra pequeña, al modo de aquellos anuncios de que el tabaco perjudica a la salud en las cajetillas, para no ser leído. En fin, fija la supresión de la Ley de Partidos como precio para su integración en el consenso general pedido por Zapatero. Tras un periodo de eclipse forzoso, nuestro txistulari de Hamelin vuelve a su táctica de siempre.

Poca cosa puede decirse del Partido Popular. Ya en la manifestación de Madrid, su dirección volvió a poner de relieve que la obsesión por mantener incólume la estrategia de enfrentamiento del partido contra el Gobierno de Zapatero le conduce no sólo al aislamiento sino a convertirse en la principal coartada de la política del Gobierno sobre Euskadi. Una cosa es criticar, y otra descalificar sin excepción todas y cada una de las actuaciones gubernamentales. Una vez adoptado el lema de «Por la paz, la vida, la libertad» no había excusa creíble, salvo oponerse por oponerse, ya que del mismo modo que la fórmula «paz y diálogo» descalifica la opción policial y lo fía todo a una negociación política que ETA ya se encargaría de encauzar a bombazos, la aquí propuesta «paz, vida y libertad», vincula el primer término con el establecimiento de una convivencia ciudadana de la que el terror desaparezca. La participación de los populares habría servido para desmentir la acusación, ahora reforzada, de partidismo en el tema ETA. Optaron nada menos que por exigir la desconvocatoria de las manifestaciones, cuando sólo con un mínimo de sensibilidad cabe percibir que es masivo entre españoles y vascos el deseo de que termine esta pesadilla. El maximalismo siguió presidiendo la intervención de Rajoy en el Congreso, hasta el punto de no percibir que el problema no consistió en la existencia del acuerdo parlamentario de mayo de 2005 autorizando la negociación, sino justamente su incumplimiento al insistir en la misma cuando resultaba evidente que ETA no tenía intención de dejar las armas.

Así que el Gobierno ha podido capear sin dificultad la tormenta que inicialmente le amenazara, al estrellarse el optimismo de Zapatero con el muro del atentado de Barajas. La respuesta del presidente consistió en una hábil operación de dosificación del mensaje político. Zapatero se limitó a esperar la elaboración de un consenso con otros partidos, excluido el PP, y a que el tema se enfriase. Antes de subir al trapecio, había que afianzar la red. No estuvo ausente, sino agazapado en espera de que la opinión pública olvidase su imprevisión, tal vez justificable pero siempre molesta, y se fijara en el futuro, con el PP sirviendo por voluntad propia como siempre de chivo expiatorio para excusar la falta de unidad. Rubalcaba cubrió el vacío, y lo hizo con su proverbial habilidad.

A ese patrón responde la táctica seguida, vía sindical, por los responsables socialistas de la manifestación del sábado 13. La intransigencia al mantener como lema «la paz», acompañada de la aclaración «contra el terrorismo», respondía sin mayores precisiones a la aspiración mayoritaria de la ciudadanía y refrendaba el objetivo perseguido por Zapatero, el «proceso de paz».

Y ahora, ¿qué hacer? La larguísima entrevista a Zapatero publicada el domingo 14 en este diario no aporta demasiadas luces. El atentado habría sido «una circunstancia excepcional» que de modo inesperado rompió «el alto el fuego permanente» (sic). Zapatero habla vagamente de autocrítica, sin tomar en consideración que no se trata de eso, sino de urgencia de información acerca de la política del Gobierno y sus relaciones con ETA entre marzo y diciembre. El discurso pronunciado en el Congreso no aporta un solo dato al respecto.

Tanto en la entrevista como en la sesión parlamentaria, mientras Rajoy ve en todo un museo de horrores, el presidente piensa que lo hizo bien y que si alguien disiente de esa estimación o trata de averiguar qué pasó en estos meses, quebranta la unidad antiterrorista. Como si el desenlace macabro del «alto el fuego», con las entrevistas y las declaraciones, no fuera razón suficiente para intentar ver claro en lo sucedido. Zapatero no lo dijo entonces, pero en este diario sí; hace falta insistir en la misma vía, ahora cegada por la sangre: «El único compromiso que tiene el Gobierno, que tenía en el proceso, el que tiene, es el fin de la violencia con diálogo». Así formulado el empeño, Ibarretxe y Batasuna, la propia ETA, lo suscribirían. ¿No obliga a cambiar nada en cuanto a estrategia antiterrorista la experiencia negativa del «proceso de paz» hecho estallar el 30 de diciembre? Si buscamos la unidad antiterrorista, una política de todos y para todos no puede eludir esa pregunta.

De momento, tenemos ya consenso, pero para cercar al PP, que a su vez hace todo lo posible para azuzar a sus plurales adversarios. ETA estaría feliz, de no ser por el ruido en el interior de Batasuna. Desde aquí, hemos tocado fondo y hay que clamar por una reconciliación, siquiera de mínimos. Ya está bien por parte del PP de presentar propuestas inviables, con tal de mostrar la traición que anida en la política antiterrorista del Gobierno, y por parte de éste, y de los socialistas en general, de denunciar la falta de lealtad en los populares cuando como ha demostrado en estas mismas páginas Rogelio Alonso, Almunia puso en su día las mismas reservas que hoy plantea Rajoy, eso sí en otro tono, al principio de que hay que seguir en todo la política antiterrorista de un Gobierno. En Telemadrid, Bono ha llegado a llamar a la de Lizarra «la tregua de Aznar». Demasiado.

Es preciso volver página. De cara al próximo encuentro en torno al Pacto por las Libertades, ¿no sería posible proponer que el rechazo total del PP a la negociación se recondujera desde el PSOE en que nunca puede haber negociación hasta que no resulte incuestionable que ETA abandona el terror?, ¿no cabe ya declarar conjuntamente que sobran mesas políticas si sus participantes tienen por meta desbordar la Constitución?, ¿qué inconveniente existiría para que el PNV se integrara en el Pacto, ya sin preámbulo, aceptando tales principios, y a partir de él otros partidos?, ¿no les preocupa a ambos que los ciudadanos, como apuntaran ya los catalanes, respondiesen a esa cerril crispación con una huelga de urnas?

FIN

Zapatero y Rajoy no se «ajuntan» ni por la Constitución

Triste cumpleaños. Las imagenes de ayer en la tele, mostrando a Zapatero y a Rajoy evitándose como niños que no se «ajuntan», no podían ser más ridículas ni patéticas. Y eso que ambos habían sido invitados por el presidente del Congreso a celebrar el 28 cumpleaños de la Constitución.

Las portadas de los diarios de hoy reflejan en sumarios que ambos líderes no se saludaron durante la fiesta. Nuestros líderes se comportan, a veces, como niños.

Pero esa actitud tan pueril es síntoma de algo mucho más grave: el desprecio de las mínimas reglas de urbanidad democrática por una parte de la derecha española que se muestra persistentemente incapaz de aceptar la alternancia, es decir, que el Poder no les pertenece eternamente.

Por lo demás, los titulares reflejan cierta propensión al diálogo constitucional entre los dos grandes partidos, una propensión desmentida por las imágenes de la tele.

Cada diario elige para su portada a su sujeto favorito: El País al Ejecutivo («El Ejecutivo acepta…») y El Mundo a Rajoy («Rajoy ofrece…»)

El Mundo, a tres columnas:

Rajoy ofrece a Zapatero consensos sobre ETA, el Estado y la Historia

El País, a 4 columnas:

El Ejecutivo acepta negociar una reforma más amplia de la Constitución

Ambos diarios destacan el protagonismo de Baker (los amigos de papá Bush) que acuden al rescate galante del niño presidente, que parece deprimido e inclinado de nuevo a la bebida.

Ahora resulta que los ministros y asesores de papá Bush le están recomendando a su hijo presidente lo mismo que, en su día, hizo Zapatero: sacar a las tropas invasoras de Irak.

El Mundo, arriba, a 2 columnas:

Baker propone que EE UU retire las tropas de combate de Irak en un año

El País, a 2 columnas:

Baker aconseja a Bush más diplomacia y menos militares par Irak

El tercer gran titular (autotema) de El Mundo, a tres columnas, me impresiona tanto como las columnas salomónicas, retorcidas, estilo remordimiento:

El PP califica de “involución democrática” el nuevo montaje de Interior contra El Mundo

Sumario:

Angel Acebes equipara la divulgación de las conversaciones privadas de un periodista con la falsificación documental y con la detención de militantes del PP

Ramírez: “Es una vergüenza que haya policías en la cárcel por hablar con un periódico y no haya ninguno por el chivatazo a ETA”

El País no informa de estas fantasías “conspiranoicas” de Pedro Jota Ramírez, tan del gusto del trío Pinocho (Aznar-Acebes-Zaplana), pero dedica todo un editorial al ruido mediático con este titular:

La estrategia del ruido

Nada hay en la decisión del juez de la Audiencia Nacional, Juan del Olmo, de enviar a la cárcel a seis implicados (tres de ellos agentes de policía) en un intrincado montaje de tráfico de drogas y explosivos, que no se ajuste a las conclusiones que cabe obtener del auto, conocido el martes, y a los delitos que se imputan a los encarcelados.

En síntesis, la trama, montada inicialmente por el policía José Luis González Clares y el supuesto narcotraficante Manuel Romero, implicó en principio un delito de tráfico de drogas -para acusar falsamente a una ciudadana rusa y arrebatarle la custodia de sus dos hijos, en beneficio de un abogado, su suegro y otro de los detenidos- y después la falsificación de una confidencia de tráfico de explosivos a la policía con los que se pretendía influir para que el padre de Romero, encarcelado en Galicia, fuese trasladado a Madrid.

Como remate de esta cadena de simulaciones, dos agentes, Celestino Rivera -que intentó suicidarse el martes- y Jesús Parrilla, según está acreditado en el sumario, colocaron la información sobre la investigación del tráfico de explosivos al diario El Mundo, que acabó vinculándola a la delirante conspiración que pretende conectar la masacre del 11-M con ETA.

La sarta de embustes y presuntos delitos cometidos por los policías y su confidente merecerían una atención limitada, la que corresponde a un desgraciado caso de corrupción policial, de no mediar la circunstancia de que los delincuentes intentaron disfrazar sus fechorías, y al mismo tiempo rentabilizarlas, recurriendo al fantasma de esa conspiración sobre la autoría del múltiple atentado del 11-M que viene defendiendo un sector del Partido Popular sobre la base de las exclusivas que administran El Mundo y sus alrededores.

Aunque las conclusiones judiciales conocidas, adoptadas después de investigaciones amplias y contrastadas, rechazan cualquier conexión de ETA con la masacre, y aunque las supuestas investigaciones periodísticas han incurrido en ridículos tan estrepitosos como el de la mochila cambiada o atribuir un vehículo a ETA porque aparecía una cinta de la orquesta Mondragón, los partidarios de la fantasmal conspiración insisten en exigir que jueces y policías no cejen en la búsqueda de pruebas que confirmen sus disparatadas hipótesis.

Era de esperar que esa conducta tuviera consecuencias para la justicia. Una de ellas es que los delincuentes acudan ahora a protegerse en el burladero de la conspiración, en el que todo es posible, hasta lo más estrambótico, para borrar los rastros de sus desmanes. «La vamos a liar» y «mañana vamos a hacer mucho ruido» se jactaba el redactor del diario ante el complaciente policía que le había filtrado la noticia. Tanto lío y tanto ruido buscan sin embargo un siniestro e inadmisible objetivo: desprestigiar el sumario contra los autores probados de la masacre del 11-M.

(FIN)

El País incluye dos temas religiosos que apenas tienen hoy cobertura en El Mundo.

Uno trata de la opresión de la mujer árabe por interpretaciones arcaicas del Islam, a dos columnas:

La ONU certifica la discriminación legal de las mujeres árabes

La encuesta sobre el velo, viajar de forma independiente, pedir el divorcio, ser primer ministro o rechazar la poligamia es bastante expresiva.

El otro trata del enfado de Izquierda Unida por la rendición de Zapatero ante las presiones de la Iglesia Católica, a tres columnas, con este titular:

La regulación de la enseñanza religiosa irrita al líder de IU

Sumario:

FEPER sostiene que Educación se ha humillado ante los obispos

Y para terminar, nunca viene mal una mirada al genio de El Roto en El País. Sabe muy bien cómo arañar el corazón de las personas todavía sensibles ante a la injusticia.

¿Zapatero inexperto o Bono convertible?

Algunos comentaristas han tenido la impresión de que ayer aposté por Bono en este blog como alcalde de Madrid. Me dicen que se me ve mucho el plumero. Y se me verá, desde luego, por muchas otras causas, ya que no trato de ocultarlo. Más bien, como sujeto que soy, presumo de mis convicciones subjetivas y las aireo todo lo que puedo, como si fuera libre.

Pero en el caso de Bono (¿convertible?) creo que se equivocan al acusar al mensajero. Me llaman «listillo» por el patinazo de El País frente a El Mundo (y del propio Zapatero por airear innecesariamente un fracaso).

¿Acaso Bono se ha «maragallizado«?

A menudo doy mi opinión sobre las noticias. Faltaría más. Pero otras veces sólo comento la forma que cada diario tiene de presentarlas, y lo que dicha forma puede afectar al fondo. Sólo trato de encender las señales de alerta para que no me den gato por liebre. Eso hice ayer. En esta ocasión, no dije ni pío. Al César lo que es del César.

Ayer sólo reproduje los titulares de ambos diarios sobre Bono. Estoy dispuesto a cargar con mis errores y patinazos -que ya son muchos- pero no con los de otros, que también confunden deseos con realidad.

Copio y pego lo que puse ayer:

« Por la libertad: Una de las páginas más bellas de la Historia | Inicio

11 Octubre 2006

Bono: «le agrada» en El País, pero lo «rechaza» en El Mundo

Casi siempre hay pequeñas diferencias de matices entre los titulares de la misma noticia en ambos diarios. En ocasiones, hay un abismo como de la noche al día. Tal es el caso de hoy con la eventual candidatura de Bono a la alcaldía de Madrid.

En El Mundo:

Bono se inclina a rechazar…

En El País:

Bono afirma que le agrada…»

FIN.

Eso fue todo lo que escribí ayer. Ni quito ni pongo rey. Y, aunque no oculto mis preferencias por El País, como mejor periódico para mi gusto que El Mundo, ayer mis viejos colegas confundieron deseos con realidad o fueron confundidos (intencionadamente o no, no lo sé) por las palabras ambigüas de Bono.

Lo que resulta penoso es la falta de profesionalidad

demostrada por Zapatero y por Bono al querer vender la piel del oso antes de haberlo cazado.

La bisoñez tiene la ventaja de que, como la adolescencia, suele curarse con el tiempo.

–Si ayer llevaban a Bono al titular de arriba, a dos y a una columna en El Mundo y en El País, respectivamente, hoy van al revés. El País lo lleva a cuatro columnas y El Mundo, a una.

Difieren en el tamaño y forma, no tanto en el fondo.

El Mundo:

Frustración en el PSOE por la negativa de Bono a competir por la alcaldía de Madrid

El País:

El plante de Bono a Zapatero irrita y desconciera a la cúpula del PSOE

Con el juez Garzón ocurre todo lo contrario que con Bono. Si ayer iba arriba, a cuatro columnas, en El País, y abajo en El Mundo, hoy va arriba, a cuatro columnas, en El Mundo y nada de nada en El País.

El Mundo, a cuatro:

«Garzón gritaba fuera de sus casillas… Su obsesión era la palabra ETA»

Menos mal que el titular va entre comillas, como algo dicho por el dudoso perito Escribano, que metió la cuchara en el informe al escribir la palabra ETA con el fin («espurio», dijo Garzón) de relacionar a la banda terrorista con el «ácido bórico» (matacucarachas)y el 11-M.

Resulta agotador, cuando no es patético. Los estertores de la gran mentira del trío Pinocho (Aznar, Acebes, Zaplana) pueden durar hasta las próximas elecciones generales. Y el PP puede volver a perderlas si se empeña precisamente en recordarnos las mentiras que le llevaron a perder las del 14-M de 2004. Están tropezando dos veces en la misma piedra.

Claro que por mucho que Rajoy quisiera olvidar las mentiras tan miserables de su protector Aznar sobre ETA en el 11-M, y de sus dos ayundantes (¿vigilantes?) Acebes y Zaplana, ahí está Pedro Jota para mantener viva la llama de aquella mentira masiva, la madre de todas las mentiras.

Para sus fieles creyentes no hay problema: dan por ciertas las informaciones falsas, si concuerdan con la teoría conspirativa, y rechazan las informaciones ciertas, que están contrastadas por policías y jueces, si no cuadran con la conspiranoia.

¡Qué cruz!

El Mundo informa también de la presencia de un concejal socialista en la protesta contra Acebes y Piqué en Cataluña, lo que ha provocado la expulsión fulminante, por parte de Montilla, del líder de las Juventudes Socialistas de Martorell. El País no lo lleva en su primera.

En cambio, El País publica, a una columna, arriba, los más de 600.000 muertos que, según un estudio de la revista científica Lancet, van ya desde la invasión ilegal de Irak por el trío de Las Azores (Bush, Blair y Aznar).

El Mundo no da ni una línea de esta mantanza masiva de irakíes en su portada.

¿Por qué será?

Y por último, aunque no es lo menos importante, El País (¡gracias!) dedica tres columnas de su portada al artículo póstumo de nuestra colega rusa Anna Politkovskaya, asesinada por su defensa de la libertad de expresión, a través de sus investigaciones y críticas a los poderosos en la Rusia precapitalista de Putin.

Lo copio y pego aquí, para mi archivo. Este ha sido un crimen que nos conviene no olvidar jamás. Por la cuenta que nos trae.

Torturas en la comisaría del distrito de Groznenski

«La mayoría de los jóvenes chechenos han sido condenados por terrorismo en causas amañadas o sin pruebas»

Anna Politkóvskaya.

(Foto CARLES RIBAS)

«¿Combatimos la ilegalidad con la ley? ¿o golpeamos con nuestra ilegalidad la de ellos?»

«Honestamente, temo su odio. Temo, porque rebasará los márgenes. Tarde o temprano»

Cada día tengo ante mí decenas de carpetas. Son las copias de los expedientes de las causas penales de personas encarceladas o que se encuentran bajo investigación por «terrorismo». ¿Por qué la palabra «terrorismo» entre comillas? Porque la mayoría de esas personas han sido designadas terroristas. Y esta práctica de «designar terroristas» no sólo desplazó en 2006 la verdadera lucha antiterrorista, sino que comenzó a multiplicar a los deseosos de venganza, a potenciales terroristas. Cuando la fiscalía y los tribunales trabajan no en aras de la ley ni para castigar a los culpables, sino por encargo político y para rendir cuenta antiterrorista al Kremlin, las causas penales se fabrican como tortillas.

La cadena de montaje para «conseguir confesiones» garantiza de manera magnífica buenos indicadores de «lucha contra el terrorismo» en el Cáucaso del Norte. He aquí lo que me escribieron las madres de un grupo de jóvenes chechenos condenados: «Las prisiones reformatorias se han convertido en campos de concentración para los jóvenes chechenos que han sido condenados. Son discriminados por motivos étnicos».

«No les permiten salir de las celdas ni de los calabozos de castigo. La mayoría o casi todos los jóvenes han sido condenados en causas amañadas, sin pruebas. En condiciones de extrema crueldad, sometidos a humillaciones de su dignidad humana, ellos comienzan a odiar. Y es todo un ejército de hombres que volverán adonde nosotros con sus vidas y sus mentes destrozadas…».

Honestamente, temo su odio. Temo, porque rebasará los márgenes. Tarde o temprano. Y no serán los investigadores que los torturaron quienes pagarán los platos rotos. Las causas de los «terroristas designados» es el campo en el que chocan frontalmente dos posturas ideológicas sobre lo que ocurre en la zona de la «operación antiterrorista en el Cáucaso Norte»: ¿combatimos la ilegalidad con la ley? ¿o golpeamos con nuestra ilegalidad la de ellos? Estos dos enfoques chocan y sacan chispas hoy y también lo harán en el futuro. Como resultado de la «designación de terroristas» aumenta el número de aquellos que no quieren conformarse con ello.

Hace poco, Ucrania extraditó a petición rusa a Beslán Gadáyev, detenido a comienzos de agosto durante una verificación de documentos en Crimea, donde vivía en condición de desplazado forzoso. He aquí unas líneas de una carta suya fechada el 29 de agosto: «… Después de que me extraditaron de Ucrania a Grozni me llevaron a un despacho y me preguntaron inmediatamente si yo había matado a la gente de la familia Salíjov, a Anzor y a su amigo, un camionero ruso. Juré que no había matado a nadie y que no había derramado la sangre de nadie, ni del checheno ni del ruso. Me dijeron: ‘No, tú los mataste’. Volví a negarlo. Después de que por segunda vez dije que no había matado a nadie comenzaron a golpearme. Primero, me dieron dos puñetazos en la zona del ojo derecho. Cuando recuperé el sentido después de esos golpes me torcieron los brazos y me esposaron con las manos por delante, y entre las piernas, por el costado, introdujeron un tubo para que yo no pudiera mover los brazos aunque ya estaba esposado. Luego me cogieron, mejor dicho cogieron el tubo por el extremo al que yo estaba enganchado y me colgaron entre dos cajoneras, a una altura de cerca de un metro.

«Inmediatamente después de que me colgaron me fijaron unos cables en los meñiques de las manos. Un par de segundos después comenzaron a darme golpes de corriente eléctrica y a golpearme con porras de goma por todas partes. Sin poder soportar el dolor, empecé a gritar y a invocar el nombre del Todopoderoso. Como respuesta, para no oír mis gritos me pusieron una bolsa negra en la cabeza. No recuerdo cuánto tiempo duró aquello, empecé a perder el conocimiento del dolor. Al ver que perdía el sentido me quitaron la bolsa de la cabeza y me preguntaron si iba a hablar. Les dije que sí, aunque no sabía de qué iba a hablar. Les contesté así para librarme del suplicio aunque sea por un momento».

«Me descolgaron y me arrojaron al piso. Me dijeron: ‘Habla’. Les respondí que no tenía nada que decir. En respuesta a mis palabras me golpearon con el tubo en el que me habían colgado también en la zona del ojo derecho. A causa de los golpes caí sobre un costado y, ya casi inconsciente, sentí cómo seguían dándome golpes por doquier… Otra vez me colgaron y todo volvió a repetirse. No recuerdo cuanto se prolongó. Me arrojaron agua varias veces»

«Al día siguiente me bañaron, me embadurnaron la cara y el cuerpo con algo. A la hora de almuerzo vino a verme un policía de civil y me dijo que habían venido unos periodistas y que yo tenía asumir la autoría de tres asesinatos y un asalto. En caso de que no lo hiciera me amenazó con que abusarían sexualmente de mí. Acepté. Después de la entrevista con los periodistas, me obligaron a firmar una declaración en que se decía que todos los golpes los había recibido durante un intento de fuga…»

El abogado Zaúr Zakríyev, que defendió a Beslán Gadáyev, declaró a los colaboradores de (la organización de derechos humanos) Memorial que en la comisaría del distrito de Groznenski su defendido fue sometido a abusos físicos y psicológicos. Como se desprende de la declaración del letrado, su defendido se declaró culpable de un asalto en 2004 contra efectivos policiales. Sin embargo, los agentes del Departamento Distrital del Ministerio de Interior decidieron que se declarara culpable de una serie de delitos en la aldea Stárie Ataguí (distrito de Groznenski) que él no había cometido.

Según el abogado, el cuerpo de su defendido presenta lesiones causadas por los crueles malos tratos a los que fue sometido. En la enfermería del centro de detención preventiva Nº1 de Grozni, donde actualmente se encuentra Gadáyev (acusado de bandidismo, artículo 209 del Código Penal de Rusia), se levantó un acta médica en la que se dejó constancia de múltiples lesiones, cicatrices, magulladuras, hematomas, costillas rotas y vísceras comprometidas.

Por todas estas violaciones flagrantes el abogado Z. Zakriev presentó una queja ante la Fiscalía de la republica de Chechenia…

FIN

PS. Aquí termina el artículo de Politkóvskaya. Quedó inconcluso. La Redacción de Nóvaya Gazata intenta esclarecer qué episodios quedaron fuera del texto.

Nota de la Redacción de ‘Nóvaya Gazata’

Todos nos preguntan si el asesinato de Anna Politkóvskaya está relacionado con la preparación de su artículo sobre las torturas, que anunció durante su entrevista a radio Libertad el 5 de octubre, un día antes de su muerte. Hoy en esta página publicamos fragmentos del material que nuestra comentarista dejó inconcluso. Se trata del testimonio directo del uso de las torturas, confirmado por los exámenes médicos. Además, Politkóvskaya recibió un vídeo en el que se ve a supuestos miembros de los servicios secretos chechenos torturando a dos jóvenes. Del cuello de uno sobresale un cuchillo y sangra abundantemente; el otro yace en el suelo malherido. Pedimos a la persona que le envió el vídeo que contacte con nosotros. La filmación la hicieron los mismos verdugos.»

Irak y Al Qaeda en El País; ETA en El Mundo

Los dos grandes titulares de El Mundo llevan juntas las siglas PSOE y ETA. Hoy -cosa rara- no aparece el 11-M por ningún rincón de la portada de El Mundo. La única noticia relacionada con la masacre terrorista de Atocha va en un pequeño sumario, dentro de «Hoy viernes» y sin titulo:

Garzón, dispuesto a enviar las diligencias sobre los informes falsificados a un juzgado ordinario

Ni una palabra en El Mundo sobre el sumario del 11-M ni el informe final de la Policía.

En cambio, El País se suelta hoy el pelo con este tema. De hecho, desde que le perdió el miedo a Pedro Jota y decidió informar sobre el 11-M y denunciar la teoría conspirativa del PP/El Mundo/Cope, bendecida por trío Pinocho (Aznar/Acebes/Zaplana), El País debe haber aumentado el número de lectores.

La información de El País en páginas interiores es contundente. El Mundo -¿el cazador cazado?- no da ni una línea sobre este asunto. ¿Qué dirá mañana?

Probado: «Bush mintió para invadir Irak» (¿Quién lo publica?)

Ya pueden buscar por todos los rincones de El Mundo (letra grande y letra pequeña, incluidos los breves y las cuñas para cerrar página). A menos que me haya dado un ataque de ceguera o de prejuicios, no encontrarán ni una sola línea sobre esta noticia en el diario que dedica cientos de páginas al mes a deshacer los entuertos del trío Aznar-Acebes-Zaplana.

No se trata de ninguna exclusiva. Ayer oí la noticia por la radio y la leí en los diarios on line. Hoy no la he podido leer el El Mundo porque ha sido considerada «no noticia», precisamente en vísperas del 5º aniversario de la masacre terrorista islamista del 11-S.

El País, en cambio, la da a tres columnas en página impar:

Desde luego, era un secreto a voces para medio mundo, excepto para el trío belicista de las Azores: Bush-Blair-Aznar. Los dos últimos ya han pagado su precio político por aquellas mentiras infames. El partido de Aznar perdió las elecciones y Blair se ha visto obligado por los suyos a dejar el poder en el plazo de un año.

Bush sigue en el poder pero lleva camino de salir en dos años de la Casa Blanca como el peor presidente de la historia de los Estados Unidos.

La hemeroteca perdura y nunca perdona a los embusteros.

Chencho Arias se confiesa en Almería.
Irak y el Trío de las Azores, del 11-S al 11-M

¡Válgame Dios! Me voy unos días de vacaciones a mi tierra, me conecto hoy por casualidad y me encuentro con mas de cien comentarios en mi último post… Y eso que ya ha vuelto Manuel Saco.

Esto se va pareciendo a escolar.net (él fue quien nos metió en este lío de la blogosfera). La enseñanza inevitable es que este blog funciona mejor (está más poblado y animado) cuando no estoy. ¡Qué gran lección de humildad! Tomo nota.

Me ha llevado un siglo leer todos los comentarios atrasados y, además, el asunto de «Hordas fascistas y hordas rojas» puede amargarme y estropearme lo que me queda de descanso mirando al mar (y escuchándolo).

La actualidad es un plato demasiado fuerte para las vacaciones. Por eso, me puse a dieta de catástrofes. Sólo por unos días. Sin embargo, vino Inocencio Arias a Almería a presentar su libro y no pude negarme a defenderlo ante nuestros paisanos. Es más, me encantó hacerlo. Así es que me he dado un atracón de catástrofes mundiales leyendo el libro de Chencho Arias y la verdad es que he disfrutado mucho con el acto y el coloquio.

Hemos salido fotografiados como glorias locales -rodeados de «grandes figuras de la cultura almeriense»- en La Voz de Almería. Como no tengo a mano otros diarios, para mi, en vacaciones, ésta es la página más bonita del día:

—-

El que está sentado en la escalera junto al embajador Arias (que lleva pajarita) es un servidor, irreconocible sin la boina. Y esto fue, más o menos, lo que dije (me enrollé un poco, aviso) en el vestibulo del antiguo Casino de Almería (el gran salón previsto seguía en obras):

Notas de JAMS para la presentación del libro “Confesiones de un diplomático”, de Inocencio Arias

El hombre y su obra

José A. Martínez Soler / 17 de agosto 2006 (20:30 h.)

Antiguo Casino de Almería

—–

Muchas gracias por invitarme a presentar este libro y gracias por dejarme un micrófono. Desde que terminaron las clases en la Universidad tengo mono de audiencia cautiva. Gracias, sobretodo, a ustedes por acudir.

1.- La obra

Hasta ahora, el embajador Inocencio Arias –nuestro Chencho– apenas tenía obra escrita y publicada. Tiene cientos de artículos publicados en numerosos medios (cito especialmente los de La Voz de Almería ), capítulos sueltos de libros, cientos de conferencias, miles de cartas y notas (muchas en clave diplomática) y un libro interesante y simpático: “Tres mitos del Real Madrid”.

Bueno, y es columnista fijo (desde el nº 1) del diario más leído de España (no es ni El País ni el Marca): el 20 minutos. A pesar de todo eso no podemos decir que tuviera lo que se llama obra publicada.

Hoy ya podemos decir que tiene una obra grande digna de ese nombre y de largo alcance. Bajo la apariencia de un libro interesante, ameno y fácil de leer, lleno de confesiones íntimas, memorias profesionales y anécdotas curiosas, Chencho Arias nos cuela todo un retrato del mundo en que vivimos.

Este libro tiene, como las arcas de nuestras abuelas, un doble fondo. Lleva dentro una trampa agudísima y bien disimulada.

El libro nos entra con facilidad, como si nada, pero nos deja un poso riquísimo de conocimientos muy bien destilados, de gran reserva, para entender un poco mejor el mundo actual. Bajo esa apariencia modesta de contarnos su vida en estos tres años que cambiaron España (desde el 11-S al 11-M, como dice en el subtítulo) el embajador Arias, a lo tonto, a lo tonto, nos lo cuenta todo en un apasionante reportaje, cargado de análisis profundo, sobre cómo hemos llegado hasta aquí en España y en el mundo.

El libro no parece ambicioso, y no asusta a primera vista, pero es ciertamente muy ambicioso y tendrá largo recorrido. Como las grandes obras de la música clásica, empieza y termina con la misma nota: ¿Qué hubiera pasado si…? Un contrafactual que rechazan los historiadores (con la boca pequeña) pero que adoran los periodistas.

Este libro se está leyendo hoy por las playas de toda España (y está agotado en varias librerías de Madrid, donde lo he buscado sin éxito antes de venir aqui de vacaciones). Dentro de poco, se estudiará en la Facultades de Ciencias Políticas y de Periodismo.

No me ha sorprendido la calidad literaria ni el interés periodístico del libro. El embajador es un magnífico conversador. Y ya se sabe que quien habla bien, escribe bien. Además, le conozco desde hace muchos años. Los dos somos emigrantes almerienses, presumo de su amistad y nos hemos cruzado bastante por medio mundo.

Lo que sí me ha sorprendido y maravillado es el arte (y la valentía) que ha tenido para contar lo incontable, entre líneas y con mucha gracia, sin que nadie le pueda decir ni pío. Ahí se ve que el hombre que lo ha escrito podríamos decir que es “muy diplomático”. Un gran diplomático. Ya lo creo.

Es un libro cargado de ingenio que te hace sonreír dos o tres veces por capítulo. Y eso no tiene precio. (Bueno, sólo 22 euros). La risa es un arma muy poderosa y envidiada. Por eso la persiguen todos los poderes políticos, económicos y religiosos. Durante siglos, la Iglesia pregonó que la risa era cosa del diablo. “La risa –decían los santos padres de la Iglesia- siempre precede a la fornicación”. Pues bien, Chencho Arias la domina con arte florentino. Me refiero, claro, a la risa. De lo otro, no tengo datos.

Como el Tenorio, nuestro Chenco sube con tanta naturalidad a los palacios y como baja a las mazmorras o, peor aún, a las letrinas. (Vean, si no, la pág. 323: Meando con Kofi Anan en el Bernabeu y 339, meando y discutiendo votos).

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El hombre

Ya he hablado algo sobre la obra y muy poco de su autor. La verdad es que a mi me han invitado a presentar la obra, porque al autor ya lo conocemos todos y más en Almería que es su tierra y la nuestra. Y no necesita presentación.

Pero, a veces, cuando leo algo que me interesa, me pregunto quién hay detrás de esas líneas, cómo es esa persona que escribe en soledad para comunicarse con nosotros y desnudarse por dentro ante nosotros.

Y me pregunto:

¿Qué pesa más el hombre o su obra?

Y esa pregunta me recuerda una anécdota que se produjo aquí mismo, en el puerto de Almería, hace poco más de 800 años, hacia 1198. (La cuento en dos minutos. Lo prometo).

Hace 800 años, el célebre Ibn Arabí, el Murciano, discípulo sufí de Abulabás Ibn Alarif de Almería, acudió a nuestro puerto para recibir el cuerpo embalsamado del gran sabio cordobés Averroes, -el introductor de Aristóteles en Occidente- que venía en un velero procedente de Marruecos donde había fallecido.

Cuenta el místico murciano que depositaron cuidadosamente el cuerpecillo embalsamado del gran Averroes en un serón sobre una hermosa mula. Como contrapeso, colocaron en el otro lado del serón los últimos manuscritos de medicina, astronomía, filosofía, derecho, física, etc. que el maestro andaluz había llevado consigo a Marrakesh.

La comitiva salió del puerto de Almería camino de Córdoba y la mula, que llevaba el cadáver del sabio y sus libros, iba dando tumbos a derecha e izquierda, a paso lento y solemne, mientras subía hacia los montes de Enix. Ante esa imagen del balanceo de la mula, Ibn Arabí se preguntó:

¿Qué pesa más el hombre o su obra?

No tengo una respuesta clara para esa pregunta en el caso de Chencho Arias y su reciente obra. Lo que si puedo aventurar es que si sigue por el camino que ha emprendido, el escritor pesará más que el embajador y el humanista y el historiador pesará más que el político.

Desde el último cambio de Gobierno, España ha perdido un gran embajador. Puede haber sido por la mala cabeza del presidente Zapatero o, quizás, no lo sé, por los malos consejos recibidos de sus ayudantes (o no recibidos, lo que sería mucho peor).

Sin embargo, con ese error político del Gobierno, España ha ganado un notario ingenioso y profundo del mundo actual y un escritor ameno, cercano e incisivo y hasta tierno; nunca cínico.

No me cabe duda de que desaprovechar los contactos, la habilidad, la experiencia y la lealtad a los intereses generales de España de Inocencio Arias ha sido uno de los mayores despilfarros del Gobierno actual. Una metedura de pata de Moratinos o de Zapatero, o de ambos.

Tener a Chencho un año en paro, en el pasillo, mientras se preguntaban por las cancillerías de todo el mundo «¿qué pasa con Mr. Arias?» sólo puede entenderse por la bisoñez e inexperiencia del nuevo Gobierno o por las envidias, mezquindades y celos tan frecuentes en la diplomacia, casi, casi, como en el periodismo.

Pero no estoy aquí para criticar al Gobierno (al que deseo toda la suerte del mundo) en defensa de un paisano desaprovechado. Estoy aquí para destacar las excelencias del hombre y de su obra, que tanto pesa, pesa tanto. Ya habrá tiempo, en el coloquio, para preguntarle a Chencho por la terrible invasión de Irak o por la inoportuna foto del «Trío de las Azores».

¿Por qué estoy aquí? Porque los dos somos de Almería y nos une una buena amistad, en la salud y en la adversidad. Además, desde hace muchos años, soy admirador profesional del autor de este libro. El embajador Arias, como director general de la OID, (con la UCD, el PSOE o el PP) es decir, el portavoz oficial casi permanente de Exteriores, ha sido la fuente oficial más atenta y solvente, y que mejor ha sabido llevarse con los periodistas, en los treinta y pico años que llevo en esta profesión. Pueden hacer una encuesta.

Chencho, el de la pajarita, ese que aparece, desde siempre, en la tele detrás del Rey o del presidente del Gobierno o en el Consejo de Seguridad de la ONU detrás de un cartelillo que dice Spain.

Este es nuestro hombre. Es mucho más que un diplomático brillante, de los que dan prestigio (y talento, que tanta falta le hace) a “la carrera”.

Es polifacético. Un renacentista, que sabe un poco de todo. Gran conversador, polemista moderado, simpático y, pese a su freno profesional, con pocos pelos en la lengua. Habla como si fuera libre. Y, ojo, que es diplomático. Eso le genera muchos problemas, naturalmente, derivados de la envidia, un pecado tan español. Pero afronta los riesgos con gallardía. Por eso, desde que salió de Velez Blanco en busca de saber, amor o fortuna, ha ido prosperando y ha llegado a la principal embajada española: las Naciones Unidas. El no va más en su profesión.

También ha hecho cine. Pero quién, siendo almeriense, no ha hecho cine. John Lenon, Lawrence de Arabia, etc. Aquí no le damos importancia a hacer cine. Va con la tierra.

Ha sido director general del primer club de fútbol del mundo (bueno, el 1º cuando él lo dirigía): el Real Madrid. Y Zapatero (que es del Barça) lo sabe. Mira por dónde. A lo mejor por eso le han rebajado a cónsul (claro que nada menos que en Los Angeles).

Nos hemos visto a menudo en Almería o en conferencias, cumbres y congresos por esos mundos. Siempre acabamos hablando, con nostalgia, de nuestra tierra.

Recuerdo que acudió un día a Nueva York, en viaje oficial acompañando a los Reyes, y nos fuimos a comer juntos. (“Tráete una cámara de fotos”, me dijo). Lo tenía todo preparado. Había tramado una visita del Rey –metida con calzador en el programa real- nada menos que al Metropolitan Museum de Nueva York.

-«¿Para qué?»

“Quiero que nos hagan una foto (dos almerienses con el Rey de España) en el “Spanish Patio”, el más impresionante del Museo neoyorquino”, me dijo. “¿Qué te parece? Así reivindicamos que todas las piezas que se trajeron del castillo de mi pueblo, y que forman hoy ese patio de palacio renacentista, deberían volver a Vélez Blanco”.

La agenda del Rey se complicó, no pudo llegar a tiempo al Museo y no hubo tal foto. Pero lo intentamos.

Otro día, comiendo en casa con un colega de mi mujer, del New York Times, y creo que también nos acompañaba el profesor y poeta Angel Berenguer, (otro miembro del clan de almerienses errantes) hablamos con tal pasión de nuestra tierra que el celebre periodista salió pensando que no sabía nada de España, pues nunca había estado en Almería. A las pocas semanas, Almería salió en la primera página del New York Times, señalada con todo lujo tipográfico en un mapa de España.

Elaine Sciolino (jefa del New York Times en Europa) me telefoneó un día con una emergencia profesional y me dijo:

“Estoy desesparada ¿Necesito hablar urgentemente con vuestro embajador en la ONU? ¿Sabes dónde puedo encontrarle?»

Le respondí:

«Has tenido suerte. Está aquí conmigo, en el Mesón Pepa de Terreros, recogiendo una paella…Te lo paso».

Chencho es un gran profesional, un demócrata de toda la vida y un gran patriota. Nos lo ha demostrado muchas veces. En ocasiones, asumiendo, con gran lealtad al Gobierno del España, elegido por los españoles, costes personales altísimos.

Hay veces en que lo fácil es huir y lo difícil es cumplir con el deber profesional, y acabar con la obra bien hecha. Recuerdo que una vez le preguntó un colega si España debería aceptar como residente al dictador Pinochet, todavía en el poder. Chencho era entonces Secretario de Estado, viceministro de Exteriores para Iberoamérica, o algo así, con el Gobierno de Felipe González. Y respondió:

“Naturalmente que sí, si eso ayuda a que vuelva la democracia a Chile”.

Es finísimo en el análisis político. Y luce poco porque da sus ideas, con generosidad, a sus jefes y a sus amigos. Lo se por experiencia. Y no todos se lo han agradecido.

Ahora ha decidido confesar. No sus pecados sino sus recuerdos. Y aquí tenemos, por fin, las “Confesiones de un diplomático”, un libro que pasará a la historia de la diplomacia española.

Fácil de leer, ameno, comprometido y justificador de un trabajo profesional honrado, en tiempos del cólera, es decir, antes del la guerra, en la guerra y después del desastre de la guerra de Irak.

Es un libro tan atrevido que podría haberle costado el puesto (o su futuro profesional) al autor. Es un libro que roza y, a veces, zarandea los principios éticos, los matices entre el ser y el deber ser, entre el profesional frío y el creyente fanático, entre el científico y el político.

A Chencho le tocó bailar últimamente con la más fea. Es decir, con la política exterior española más fea de los últimos años. Me refiero a la participación española en la guerra de Irak, después de la foto tristemente famosa del Trío de las Azores.

Esta es una de sus frases: pag 358:

“Sin el atentado del 11 de marzo, la desafortunada actuación del ejecutivo y la astuta de la oposición en los tres días siguientes, el PP estaría hoy en el gobierno”.

Durante los debates previos a la invasión de Irak, Inocencio Arias era el embajador de España en Naciones Unidas y, en ese tiempo, España era miembro del Consejo de Seguridad y contaba mucho. ¡Vaya si contaba!

Y allí estuvo nuestro ilustre almeriense al pié del cañón, sirviendo al Gobierno de José María Aznar (que no era, desde luego, santo de mi devoción) con la misma dedicación y lealtad con la que sirvió a los gobiernos anteriores de Felipe González o de Adolfo Suárez. Sin escurrir el bulto, que hubiera sido lo más fácil y, seguramente, lo menos profesional.

Para terminar, diré que el embajador Arias es un optimista, incluso cuando no le afecta la “ponientá”. Salva a la ONU, ese zoco donde se compran y venden los votos sin recato. Y salva también al género humano. Y ya es raro –viendo los intríngulis de la política internacional que nos cuenta Chencho– que no hayamos desaparecido todos del mapa. Él ve el vaso medio medio lleno cuando los pesimistas lo ven medio vacío. (Claro que un profesor de Economía, para economizar recursos, debería decir que sobra medio vaso). —

El libro deja una pregunta en el aire, cuya respuesta debe descubrir el lector a lo largo de sus páginas:

¿Qué pesa más el azar, el fatalismo, la predeterminación, el fatídico “está escrito” o bien el libre albedrío, la voluntad del hombre –del género humano- para cambiar el mundo?

¿Podemos aspirar a un mundo mejor?

Chencho cree en el poder transformador de la libertad. Con personas como él, desde luego que otro mundo es posible.

Así es nuestro Chencho y así es el libro que hoy les presento y que recomiendo que compren a la salida. ¡Ah! ¡Y que lo lean!

Muchas gracias.

—–

Después del coloquio, cenamos en un restaurante espléndido de muchas estrellas (en el nuevo Hotel Catedral) sobre un aljibe árabe del siglo XI milagrosamente recuperado.

Da gusto trabajar un poco en vacaciones, siempre que sea para un amigo. Y, además, pude comprobar que Chencho Arias está en forma.

Saludos desde Almería.

Ojalá volviera la mili obligatoria en todo el mundo

Poco antes de caer asesinado, el presidente del Gobierno, don José de Canalejas, estableció el servicio militar obligatorio, a principios del siglo pasado. El acontecimiento se celebró como un éxito de la democracia. Todos iguales ante la ley, todos iguales ante la patria.

Claro que hecha la ley, hecha la trampa. Los ricos y los enchufados podían cambiar sus destinos y librarse de ir a morir como chinches en la guerra de Africa. Pero, desde entonces, la mayoría de la población tuvo que hacer la mili.

Para los más pobres y analfabetos (que eran mayoritarios) fue una puerta de salida de la miseria y semiesclavitud en la que vivían y una oportunidad para ver otro mundo y otras formas de vida. Abandonamos la guerra colonial africana porque había en nuestro Ejército muchos ojos para ver y oídos para oir de soldados no profesionales que empearon a contar lo que pasaba en la otra orilla del Mediterráneo. Escándalos mayúsculos.

El Ejército más poderoso del mundo, el de Estados Unidos, fue derrotado y tuvo que abandonar su guerra colonial en Vietnam porque sus soldados no profesiionales sino de reemplazo tenían ojos y oídos.

Los soldados norteamericanos contaban lo que pasaba en Vietman. Eran los inspectores (y la conciencia) de la moral norteamericana. Y eran muy incómodos para la «libertad de movimientos» o la «carta blanca» que suele demandar la jerarquía militar en cualquier guerra. Y así conocimos la matanza de inocentes en Mi Lay y en tantos otros lugares de Vietnam.

Los Estados Unidos perdieron la guerra por varias razones pero, para mi, la principal fue porque el servicio militar era obligatorio.

Vietnam fue la última guerra donde los soldados de Estados Unidos no eran mercenarios a sueldo en su totalidad. Fue la última guerra con testigos «civiles». Había incluso periodistas no controlados por el mando.

El Ejército aprendió la lección y suprimió el servicio militar obligatorio y limitó la libertad de expresión. No más testigos incómodos, o sea, carta blanca.

Y ahora pasa lo que pasa. Tanto El Mundo como El País nos informan hoy, en crónicas escalofriantes, de uno de los crímenes más horrendos de los conocidos en la guerra colonial de ocupación de Irak. ¿Es la punta del iceberg?

Un respetado intelectual norteamericano, Paul Kennedy, escribe hoy un artículo en El País recomendando a su Gobierno que salga de Irak. Lo copio por si alguien con buena vista puede (y quiere) leerlo en vacaciones.

Esta es la crónica de El País.

Violada por turno, tiroteada y quemada en Irak

Un tribunal militar escucha cómo varios soldados de EE UU asesinaron a una niña iraquí y a su familia en una jornada de juerga

REUTERS – Bagdad

EL PAÍS – Internacional – 08-08-2006

«Mientras estábamos jugando a los naipes y bebiendo un whisky, surgió la idea de ir a una casa iraquí, violar a una mujer y matar a su familia». Ése es la declaración del sargento Paul Cortez, de 23 años, uno de los militares acusados en el proceso que se abrió el domingo en Bagdad por un supuesto caso de violación y asesinatos ocurridos en la ciudad de Mahmudiya (30 kilómetros al sur de Bagdad) el pasado mes de marzo. Dos agentes especiales del Ejército de Estados Unidos empezaron a relatar ayer las versiones de los hechos dadas por de tres militares en un proceso que debe decidir si son llevados a un consejo de guerra y condenados a muerte.

El agente especial Benjamin Bierce refirió al tribunal el resultado de su entrevista con James Barker, uno de los acusados. Según Barker, los soldados encerraron a un matrimonio y a su hija de seis años en una habitación de su casa y se quedaron en el salón con la hija mayor, de 14 años. Barker le sujetó las manos y el sargento Cortez la violó o «lo intentó». Luego los dos intercambiaron posiciones y Barker intentó violar a la joven, aunque tampoco recuerda si lo consiguió. Entonces Barker oyó disparos en la habitación donde estaba la familia, de donde salió el soldado Steven Green, quien sí violó a la chica mientras la sujetaba Cortez. Después Green regresó con un fusil de asalto AK-47 y disparó a la adolescente, relató Barker.

Green, de 21 años, no comparece en el proceso de Bagdad. Se enfrenta a los mismos cargos de violación y asesinato múltiple ante un tribunal federal de EE UU. Este soldado fue expulsado del Ejército por sufrir trastornos de la personalidad y se declaró inocente en su momento.

En Bagdad son juzgados Barker, de 23 años; Cortez, de la misma edad, y Bryan Howard, de 19 años. Asimismo, un quinto militar, el sargento Anthony Yribe, es acusado de negligencia y de haber redactado un informe falso.

Estatuto de inmunidad

El caso, el quinto abierto por el Ejército estadounidense en Irak por crímenes cometidos por sus soldados contra la población civil, ha desatado la cólera de los iraquíes. El primer ministro, Nuri al Maliki, ha llegado a pedir que se revise el estatuto de inmunidad del que se benefician los soldados extranjeros en Irak.

El capitán Jimmie Culp, abogado de la defensa, hacía globos con su chicle ayer en Bagdad mientras Yribe, sentado a su izquierda, chupaba una piruleta. El tribunal escuchó también el testimonio del médico iraquí que examinó el cadáver de Abir Kasim Hamza al Yanabi. La chica de 14 años, estaba desnuda y quemada de cintura para arriba. Presentaba un impacto de bala debajo del ojo izquierdo.

Después del relato de Barker, el tribunal pasó a escuchar el de Cortez. El soldado precisó que Barker dijo a la joven que se callara cuando acabaron de violarla. Barker confesó que le echó queroseno de una lámpara sobre la chica, aunque no quedó claro quién fue él que le prendió fuego.

En declaraciones posteriores firmadas por Barker, el militar cuenta que el día de los hechos, él estaba reunido con Cortez, Spielman y Green jugando a los naipes y bebiendo whisky mezclado con una bebida energética. Después se dirigieron hasta la parte posterior del puesto de control donde estaban destacados, para jugar al golf. Entonces Green afirmó ante sus compañeros que tenía ganas de entrar en una casa y matar a algunos iraquíes. Después de la violación de la joven y el asesinato de sus padres y su hermana, Barker se puso a asar alas de pollo, según recuerda en sus declaraciones.

Por otra parte, los combates y los atentados se cobraron ayer la vida de unas 30 personas en el país. El atentado más sangriento ocurrió en la ciudad de Samarra, a unos 100 kilómetros al norte de Bagdad. Allí murieron nueve personas y otras 10 resultaron heridas cuando un terrorista suicida hizo explotar su carga explosiva en una comisaría. Otros seis civiles murieron en otro atentado contra la policía en Faluya. La causa fue una bomba escondida cerca de una carretera, cuyo objetivo era una patrulla de agentes iraquíes.

En Balad Riz, a unos 50 kilómetros de Bagdad, seis soldados iraquíes murieron y 15 resultaron heridos por los disparos de hombres armados en un punto de control. Según la policía, murió también uno de los asaltantes. Cerca de Jalis, también en el norte de Bagdad, un atentado con bomba contra un microbús dejó cuatro muertos y siete heridos graves.

Ocho personas más, entre ellas tres civiles, murieron en tres actos de violencia en Muktadiya, Yan Banu Saad y Ciudad Sáder, cerca de la capital.

Si han leído hasta aquí, ¿pueden decirme qué hemos ganado con la supresión del servicio militar obligatorio?

Tengo mis dudas..

El peor presidente de la historia de EEUU

Un amable lector y colaborador de este blog nos recomienda la lectura de este artículo que Juan Goytisolo publicó ayer en El País. Lo he leído y coincido con él. Copio y pego.

Pero antes, dejaré aquí un pellizco de esos que nos da, equidistante del corazón y del cerebro, el genial El Roto

La historia no les absolverá

JUAN GOYTISOLO

EL PAÍS – Opinión – 22-07-2006

Quienes imaginaban que la entrada triunfal del ejército norteamericano en Bagdad y el derrumbe de la tiranía de Sadam Husein abrían una nueva era, no sólo para Irak sino también para todo Oriente Próximo -era en la que florecían la paz, la democracia y la prosperidad-, vivían en otro planeta, probablemente en Marte: ignoraban la estructura tribal y clánica del país, sus confrontaciones étnicas y religiosas mantenidas a lo largo de los siglos de gobierno por dinastías extranjeras. Si los otomanos se mostraron capaces de aglutinar con pragmatismo aquel mosaico de piezas abigarradas, sus sucesores ingleses no se lucieron como creían en un brillante desfile militar y debieron recurrir al empleo de gases tóxicos para aplastar la rebelión de las tribus y contrarrestar la acción de unas fuerzas centrífugas reacias a aceptar las fronteras trazadas conforme a los acuerdos Sykes-Picot. Tras una dura «pacificación» de diez años, llevaron al trono a la dinastía Hachemí bajo la indisimulada tutela de las compañías petroleras de capital británico. En 1958, un feroz golpe de Estado acabó con los Hachemís (princesas y principitos incluidos) y, desde entonces, Irak fue gobernado con mano de hierro por militares y miembros del partido Baaz, pertenecientes todos ellos a la minoría suní. La ascensión y caída de Sadam Husein -su guerra de agresión contra Irán alentada y sostenida por Occidente, genocidio de la población kurda de Halabya, invasión de Kuwait, Guerra del Golfo, represión salvaje del levantamiento chií, etcétera- están en la mente de todos y no me demoraré en ello.

En primavera de 2003 oíamos hablar de la reconstrucción rápida del país, de un nuevo Plan Marshall, de fabulosos ingresos petrolíferos que enriquecerían a los miembros de la Coalición y contribuirían de paso a la causa del progreso y la libertad en el mundo árabe. Tres años después, comprobamos que ninguna de estas previsiones se han cumplido. Después de la desastrosa decisión del procónsul norteamericano Paul Bremer de disolver el ejército y la policía de Sadam, dejando en la calle a decenas de millares de sus miembros que no tardarían en unirse a la insurgencia, las milicias chiíes y suníes imponen su ley con brutalidad y campan a sus anchas, las decapitaciones y matanzas del grupo religioso rival por misteriosos escuadrones de la muerte aumentan a diario. La guerra civil es ya un hecho y las ingentes sumas destinadas a la reconstrucción de Irak se emplean en la dudosa protección del personal encargado de llevarlas a cabo. Los ocupantes permanecen atrincherados en sus bases y sus incursiones mortíferas contra la insurgencia, con los denominados eufemísticamente «daños colaterales» que acarrean, acrecen el odio de una población que les acogió como libertadores. Abu Ghraib y la multiplicación de «errores» admitidos por el Pentágono no arreglan las cosas. La behetría y el horror cotidiano reinantes en el llamado triángulo suní se extienden hoy al sur y a las instalaciones petrolíferas amenazadas por grupos incontrolados. La muerte de Abu Musab al Zarqaui -verdugo despiadado de rehenes y autor de una delirante fetua sobre el deber religioso de ejecutar a los «apóstatas» chiíes, esto es, el 60% de la población iraquí- no va a cambiar, al menos a medio plazo, el curso de la insurrección ni la limpieza étnica de las zonas y barrios mixtos ni la islamización forzada de una sociedad laica, de la que las mujeres son ya las primeras víctimas. Contrariamente al refrán, con la muerte del perro no acaba siempre la rabia.

La invasión ilegal de Irak, basada en mentiras e informes manipulados, es a estas alturas un desastre de dimensiones inabarcables. Enviscados en el atolladero que ellos mismos crearon, los ocupantes -¿quién puede llamarles aún liberadores?- se encuentran en el brete de decidir entre quedarse (no se sabe hasta cuándo) y partir (de forma escalonada a fin de salvar las apariencias). Abandonar la aventura militar, tras haber convertido a Irak en una almáciga de yihadistas fanáticos y terroristas suicidas, sería admitir una derrota más humillante e infinitamente más peligrosa que las del Líbano y Somalia. Prolongar la ocupación en espera de dejar en su lugar a un Gobierno capaz de imponer una difícil, pero no imposible, estabilidad les convierte en rehenes de la mayoría chií, cuyos vínculos con Teherán no puede ignorar nadie.En el tira y afloja con el régimen de los ayatolás sobre su acceso a la tecnología nuclear, el último dispone de mejores bazas. Empantanados en el valle del Éufrates, los norteamericanos no pueden permitirse abrir un nuevo frente. Como ha advertido Alí Yameini, Irán guarda la llave del estrecho de Ormuz por el que transita el crudo saudí, de los Emiratos Árabes, Kuwait, Irak y el suyo propio. Su cierre o un ataque a los cercanos yacimientos de oro negro de sus vecinos sería un golpe insoportable para la economía estadounidense y de los países dependientes del abastecimiento energético de Oriente Próximo.

Si a todo ello sumamos la situación intolerable de la población palestina, encerrada en guetos inviables por el monstruoso muro de cemento erigido por Israel a despecho de la legalidad internacional y de resoluciones de Naciones Unidas -situación agravada ahora con las mortíferas incursiones y ataques en Gaza y Líbano-, comprobaremos que el unilateralismo y la ideología ultraderechista de Bush y sus asesores han fomentado el yihadismo en el mundo islámico, convertido a Irak en un polvorín, condenado a la miseria de África subsahariana con las subvenciones proteccionistas a sus propios agricultores, substituido los programas de ayuda de Clinton por gigantescos presupuestos de Defensa, recortado los derechos civiles de la ciudadanía, cubierto infamias como la de Guantánamo y aumentando el endeudamiento nacional a cifras jamás vistas. La arrogancia e imprevisión del primer mandatario se vuelven como un bumerán contra él: su popularidad ha caído a mínimos y el efecto de su viaje relámpago a Bagdad no durará probablemente más que el escenificado hace tres años, en plena euforia guerrera. La combinación de autismo voluntario, groseros errores estratégicos y mesianismo religioso inspirado por predicadores de la especie de Pat Robertson le han consagrado ya como el peor presidente de la democracia norteamericana.

Si el sostén sin falla a las teocracias del Golfo y a los regímenes corruptos favorables a los intereses políticos y económicos estadounidenses no augura nada bueno para el porvenir democrático de los pueblos arabomusulmanes, la invasión de Irak, proyectada como sabemos hoy antes del 11-S, y la invención de unos vínculos inexistentes entre Sadam y Al Qaeda inician una deriva inquietante de la Casa Blanca hacia la guerra asimétrica contra el Mal, sin límites de tiempo ni fronteras, de la que todos somos rehenes. La lucha contra el terrorismo internacional ampara no sólo graves violaciones y atropellos de los derechos humanos, sino que equipara legítimos actos de resistencia a ocupaciones ilegales con carnicerías perpetradas contra civiles indefensos. Esto es: transforma la enorme complejidad de las situaciones políticas, económicas, religiosas y culturales que afrontamos en una cruzada maniquea como la predicada por el islamismo radical.

Resulta sorprendente que ningún político de peso del Partido Demócrata estadounidense, desplazado del poder por artimañas del gobernador de Florida, se haya planteado a estas alturas la necesidad de un proceso de incapacitación presidencial como el que condujo, por faltar asimismo a la verdad y obstruir la acción de la justicia, a la dimisión de Nixon. Los mecanismos de salvaguardia de la primera democracia del mundo, ¿se han enmohecido y perdido su fuerza? ¿No son Bush y sus asesores presuntos culpables de graves ilegalidades y encubrimientos? Magro consuelo nos queda: la historia no les absolverá.

Juan Goytisolo es escritor