Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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A moro muerto, gran lanzada

Forges es genial. En un plis plas resume la historia reciente del PP .

¡Qué barbaridad! Y los deudos de Rajoy no esperan siquiera a que se enfríe el recuento de votos. La misma noche de autos, con los votos aún calientes, ya estaban las mundanas rotativas y las católicas emisoras haciendo leña del árbol caído. Pedro Jota y Jiménez Losantos (y columnistas de la misma cuerda) seguían las recomendaciones de los discípulos de Juliano, el Apostata, al pié de la letra:

«La hipocresía, en política, es virtud».

¿Acaso el corte de la foto de portada de El Mundo es casual?

Sobre la cabeza de Rajoy aparece un cartel comercial que dice «DE VIAJES»

El refranero es sabio:

«A moro muerto, gran lanzada»

Esto es una prueba para pegar aquí mis fotos antiguas del Museo Virtual de 20minutos.es

Viagra para Sus Eminencias Reverendísimas

Lo de las inversiones de los arzobispos de Madrid y Burgos en Pfizer (fabricante de Viagra y de anticonceptivos) lo he leído en 20minutos.es y me ha recordado a una película magistral (El Padrino 3), a otro arzobispo poco edificante, pero habilidoso para los negocios sucios (Marzinkus) y a Roberto Calvi, aquel «banquero de dios», cuyo cadáver apareció colgado del puente de Londres.

«Business as usual», nos dirán los príncipes de la Iglesia Católica.

¡Hipócritas!

Reverendísimos Sepulcros Blanqueados…

En este momento, estoy escribiendo en mi despacho de 20 minutos, acompañado por un católico practicante que está «escandalizado con estas actitudes espiscopales tan contrarias -según me dice- a las enseñanzas del Evangelio».

Con todo el respeto, que Sus Eminencias Ilustrísimas no se merecen por esta causa, me permito decirles que ayer «mearon ustedes fuera del tiesto», y no precisamente agua bendita.

La hipocresía (con mentira encubierta y con ánimo deliberado de engañar) está catalogada como pecado en sus propias normas. Y por el efecto perverso que persiguen en este caso, debe ser, cuando menos, pecado mortal.

Pasé 11 años con los frailes de La Salle de Almería -de quienes guardo un afectuoso y agradecido recuerdo- y me consta que esta panda de obispos trabucaires (que no son todos) ha perdido la gracia de Dios. Y Él les juzgará. pero, desgraciadamente, después de las elecciones, espero.

De modo que si Sus Reverencias no corren al confesionario y se retractan públicamente de sus gravísimos pecados, para reparar el daño que producen en la conciencia de los cristianos honrados, tengan la seguridad que, en caso de que exista su infierno, irán directa y eternamente a las calderas de Satanás, con quien se asociaron ayer por cuatro duros.

El obispo Martínez Camino , recién ascendido al episcopado, no debería olvidar que la Iglesia la conforman todos los católicos, y ni él ni el sector ultra que representa debe erigirse en portavoz de toda la comunidad cristiana pregonando su ideología particular, no consensuada con los demás miembros de Iglesia.

Afortunadamente, hay muchos católicos honrados que no siguen el mal ejemplo del pecaminoso obispo y de su jefe, el cardenal Rouco Varela.

El Mundo ha visto el alto riesgo de identificar al PP con estos Reverendísimos Sepulcros Blanqueados y ha lanzado un editorial, algo retorcido, en el que recomienda a Rajoy huir de estos obispos como del diablo, por ahora. («Mariano Rajoy no debe caer en la trampa«, dice Pedro Jota siempre atento a estas cuestiones morales).

Y dice más:

«Dejando de lado el plano moral y desde el punto de vista estrictamente electoral, el enfrentamiento con los obispos puede favorecer al PSOE si este partido logra identificar a la Iglesia con el PP, como pretende».

Según Pedro Jota, la Iglesia ha echado una mano al cuello de Rajoy.

Como dijo alguien (búsquese en Google), estos obispos (como la Inquisición):

«quieren tanto a Dios que no quieren a nadie más».

Confirmado: Aznar no vuelve; nunca se fue

Lo que me temía. Aznar no vuelve porque nunca se marchó. El ex presidente Aznar no vuelve a controlar el Partido Popular ni a aspirar a La Moncloa, en tercera ronda, como dicen algunos finos analistas políticos. Nunca dejó de hacerlo.

En mi opinión, ese verbo (volver) está mal empleado.

En estos días, con su apuesta personal por Pizarro, como número dos del PP por Madrid, y por su esposa, Ana Botella, como futura alcaldesa de la capital, tras la eventual espantá de Gallardón, José María Aznar ha salido del armario y se ha mostrado, ya sin disimulo, como el «jefe» en activo del PP.

Como no tengo mucho tiempo para leer hoy los largos análisis de los comentaristas de la prensa y/o de los tertulianos, voy a copiar y pegar los chistes que, en estos casos, suelen interpretar la realidad con bastante tino.

Rajoy, 10; Zapatero, cero

Hoy hemos criticado en nuestra casa a Zapatero mucho más que a Rajoy. El motivo ha sido la enorme torpeza que el presidente del Gobierno ha demostrado al no asistir a la concentración unitaria contra ETA convocada, entre otros, por él mismo.

Casi siempre que un líder político mete la pata, solemos echarle la culpa a sus asesores o consejeros más próximos. En esta ocasión, Zapatero no tiene escapatoria. Si aún no ha destituido a quien le recomendó que se fuera al hospital de Bayona para no tener que asistir, junto a Rajoy, a la concentración contra ETA es porque le falta olfato político o porque, simplemente, asume él mismo la responsabilidad por este error, tremendo error.

El pobre Zapatero ha perdido una gran oportunidad, quizás irrepetible en esta legislatura, para hacerse una foto de Estado con Rajoy, la única de ambos líderes juntos contra ETA desde la tragedia del 11-M y desde las mentiras del trío Pinocho para meter a ETA en aquel atentado islamista.

Por esa ausencia cobarde, tan inoportuna, le pongo un cero a Zapatero. ¡Qué imagen tan balsámica nos hemos perdido todos los españoles! ¿Cuántos votos habrá perdido Zapatero por desaprovechar esta oportunidad de reducir la brecha de crispación que aún divide a las dos Españas?

Por la valentía demostrada al romper (al menos de boquilla) con los exaltados de la extrema derecha de la AVT y de la COPE, le pongo un diez a Rajoy. Creo que, esta vez, se lo ha ganado a pulso.

Tal día como hoy, siguiendo la costumbre de todos los años, desde hace 29, hemos brindado en familia por la Constitución Española de 1978 que, a mi juicio, ha sido la más eficaz de nuestra historia en términos de libertad y solidaridad.

Luego me ha tocado recoger la mesa. Todo, menos la bandera de España que le quité a Calviño de su despacho de TVE. Esa bandera, un poco más amarillenta que roja, va a presidir hoy la mesa del comedor.

Y ahora voy a pegar aquí unos cuantos chistes, tristes aunque certeros, sobre la frágil unidad y solidaridad de los españoles en asuntos de Estado.

Tras el brindis tradicional por la libertad y por la Constitución que la ampara, hemos recordado el día que celebramos el nacimiento de la Carta Magna. Entonces no teníamos bandera constitucional de España, pues aún no se había aprobado en Las Cortes la sustitución de «la gallina» del dictador por el escudo real.

Cerca de la Plaza mayor, habíamos comprado un metro de tela con los colores de la bandera y la habíamos colocado con unos clavos en la puerta de nuestra casa.

A la hora del aperitivo sonó el timbre de la puerta y salí a abrir. Era la primera vez que mis vecinos de atrás (el coronel Lisarrague y su esposa)llamaban a nuestra puerta. Muy sonriente, con gesto de triunfador, el coronel me saludó con estas palabras:

-«¿Qué haces, vecino, con mi bandera, en tu puerta?»

Le replique, con una sonrisa lo más parecida a la suya:

-«Usted se equivoca, mi coronel, porque desde hoy esta bandera en tan suya como mía. Se acabaron las dos Españas. Y para celebrarlo les invitamos a una copa.»

Así pues, el primer brindis constitucional que hicimos en mi casa fue entre el Ejército y la Prensa. Fue un buen presagio, ya que esta Constitución lleva camino de convertirse, a pesar de los pesares, en la más duradeda y eficaz de la historia democrática de España.

Al brindar en familia también hemos recordado aquel emocionante gran titular de El País, tras el golpe de Estado del 23-F de 1981 (yo era entonces redactor jefe de ese periódico):

El País, con la Constitución

Pues eso, ojalá toda España esté hoy brindando por lo mismo.

¡Viva la Constitución!

Aún no he digerido la «Guerra Civil» del pobre Aznar

Algo habrá hecho

FÉLIX OVEJERO LUCAS en El País

24/05/2007

Hace unas semanas el nombre de Fernando Savater apareció entre los amenazados por ETA. Días más tarde, nos enteramos de que unos etarras detenidos tenían instrucciones para atentar contra los miembros del PP y de no hacerlo contra miembros del resto de los partidos, salvo algunos militantes del PSOE que discrepan de la línea oficial. La reacción inmediata de muchas personas fue la de expresar su solidaridad. Este mismo periódico se llenó de cartas al director mostrando su apoyo a la persona que, en muchas cosas, nos invitó a pensar limpiamente.

Buena cosa. Hace unos cuantos años, los asesinatos o las listas de amenazados se sellaban con aquella justiciera apostilla de «algo habrán hecho». No está de más recordar los supuestos morales implícitos en el retintín: ETA administraba justicia; algo peor: era infalible. Para quienes crean que esa historia es antigua les convendrá saber que todavía resuenan en boca de un entrevistado, en tiempo presente, en un reportaje reciente de TV3 sobre Terra Lliure: «En un determinado momento las cosas se tienen que parar y, por tanto, hacía falta un cierto nivel de violencia respecto a esa gente».

Aunque con el tiempo la apostilla se abandonó, hay un hilo que conduce desde aquel «algo habrán hecho» hasta una extendida crítica a los que se descalifica como «provocadores». Un hilo que se prolonga en la justificación de bastantes dejaciones de sus obligaciones por parte de las autoridades porque «no hay que provocar o dar excusas a los radicales». Que las expresiones son vecinas lo ilustra su impecable sustituibilidad como delirante disculpa de las agresiones sexuales: «algo habrán hecho ellas» funciona sin pérdida de información como «es que van provocando».

El ejemplo nos recuerda algo más. Si nos repugna la disculpa es porque no estamos dispuestos a aceptar como justificación de la barbarie el comportamiento de las víctimas. No hay nada que entender moralmente en las razones de los agresores sexuales. Exactamente lo que no sucede cuando, en el caso de ETA, se da curso a la mercancía de «la provocación», sea para recriminar los comportamientos «provocadores» sea para justificar la propia disposición ambigua y contemporizadora. Dicho en plata: en tales casos se asume que hay algo de justicia en la causa de ETA, que las apelaciones «a la opresión del pueblo vasco» no son desatinos completos. La misma convicción, por cierto, late en la exigencia de «respuestas políticas» ante «el conflicto», «respuestas políticas» que naturalmente no consisten en la crítica política de los supuestos de nacionalismo.

Sin duda, las reacciones de estos días son otra cosa. Lamentan la suerte de los señalados. Con todo, hay algo llamativo en la mayor parte de ellas: son apolíticas. No difieren de la que a veces se transmite a los enfermos, las víctimas de un terremoto o de una hambruna. Pareciera que a los afectados les haya caído una desgracia. Gente con mala suerte.

Pero no, no son unos desgraciados. No es verdad que tengan mala suerte. En realidad, se lo han buscado. Les resultaría muy fácil escapar a su infortunio. Bastaría con que cambiaran de opinión para que su mala suerte desapareciera. Entonces podrían pasear por la calle sin escolta, opinar «libremente». Como les sucede a tantos otros. Entre ellos, a muchos de los que expresan su solidaridad. Podríamos decir que está en su mano ser libres, que, aunque estén oprimidos, son libres de ser libres. Una curiosa paradoja, sin duda.

Como acostumbra a suceder, por detrás de la paradoja hay asuntos de hondura. En este caso dos ideas distintas de libertad. Según la primera, popularizada por Isaiah Berlin, hay libertad cuando no hay interferencia, cuando nadie restringe mis cursos de acción mediante una acción u omisión deliberada. Soy libre si nadie me impide hacer lo que quiero hacer. Por ejemplo, soy libre de viajar si nadie me lo prohíbe. Para esta concepción, la máxima libertad vendría a ser la de Robinson Crusoe: como no hay nadie con él, nadie se entromete en su vida. Una idea demasiado exigente, que nos impediría calificar como plenamente libre a una sociedad que encarcela a los asesinos. Pero también una idea demasiado pobre, que llevaría a considerar como libre al siervo cuyo amo, generoso, le deja hacer lo que quiere, por más que siempre esté en su mano la posibilidad de impedírselo.

La otra idea es la de libertad como ausencia de dominación. En este caso, hay libertad cuando no se está sometido a la voluntad arbitraria de otro. Las interferencias justificadas, no arbitrarias, no menguan la libertad. Por eso no es menos libre una sociedad que encarcela a los criminales. Antes al contrario, hay libertad porque no pueden imponer su voluntad. A la vez, el esclavo con un amo consentidor, sigue siendo un esclavo. Es una persona sometida a los caprichos de su amo.

Hay una interesante asimetría entre las dos ideas de libertad. La de Robinson se puede disfrutar en soledad. No es política. Unos pueden ser libres, aunque otros no lo sean. Mientras nadie se entrometa con ellos, lo serán. La libertad de uno puede aumentar con independencia de la de los demás. Cierto es que cuando llega compañía la cosa se complica. Hay que establecer leyes, acuerdos, resignarse a perder parte de la libertad. Pero como es inevitable, lo único que queda es minimizar las intromisiones, reconciliar los encontronazos. Al final, para juzgar si la sociedad es libre, se echan las cuentas, una suerte de balance total de la libertad.

Para la otra idea, una sociedad no es libre si alguien no lo es. Lo de Marx en el Manifiesto Comunista: «La libertad de cada uno es la condición de la libertad de todos». Si alguien puede, según le plazca, impedir a algún otro hacer o decir lo que quiere, no hay libertad. La libertad de uno aumenta con la de los demás. La propia «libertad» de quienes hacen lo que quieren será una libertad consentida. Los consienten. Les perdonan la vida, por pensar lo que piensan. No son libres de querer cosas distintas de las que quieren. Incluso ellos mismos tendrán razones para dudar de si lo que dicen creer lo creen honestamente o es porque es lo que les dejan creer. Tal vez deberían empezar a preguntarse si «algo habrán hecho» para que les perdonen la vida.

Según esta segunda idea, no hay más libertad en el País Vasco ahora que cuando eran más los amenazados. Mientras haya uno solo que no pueda expresarse libremente, no hay libertad para nadie. La lucha por la libertad es por la libertad de cada uno. Incluidos, por cierto, esos ciento cincuenta mil que se marcharon en los últimos años, una «realidad» con no menos peso ontológico -por no hablar del moral- que los votantes de HB que tantas veces se invocan.

Para quienes creen que la libertad importante es la segunda, muchas de las cartas a Fernando Savater, antes que otra cosa, entristecen. Sobre todo porque no llegaron para los otros amenazados. Savater no tiene un problema personal. Si tal fuera, sería un imbécil porque su solución ya la sabe: hacer como esos otros a los que les perdonan la vida.

¡Ah, por cierto!, un purismo: la idea libertad de Robinson es la del liberalismo. La otra es la del republicanismo. Según dicen, la fuente de inspiración filosófica del presidente de Gobierno. Pero, la verdad, me cuesta creerlo.

Félix Ovejero Lucas es profesor de Ética y Economía de la Universidad de Barcelona.

Hoy voy a la carrera. He metido aquí la foto de Ronald Regan con Felipe González porque han sido los dos políticos que más me han impresionado de todos los que he conocido personalmente.

(Queda excluido de la comparación Fernando Abril Martorell que siempre será para mi el número 1. Es una lastima que muriera tan joven.)

¡Que falta nos hace ahora un personaje como Abril!

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El Mundo, más fino que El País.
Aquí pasa algo

Hay días en los que nuestros dos principales diarios de pago se cambian los papeles. Hoy es uno de ellos: El Mundo «dice» y El País «impide«. El País suele ser un diario bastante «declarativo» y su titulares utilizan muchos verbos como «dice«, «afirma«, «asegura«, etc..

En cambio, El Mundo tiene una tendencia bastante más «interpretativa«, u opinativa, y prefiere verbos cargados de intención como «elude«, «impide«, «rechaza«, «se aferra«, etc.

Hoy va todo al revés. El Mundo informa hoy, arriba, a dos columnas:

Otegui dice que las amenazas de ETA «restan credibilidad» al alto el fuego

El País opina hoy, arriba, a cuatro columnas:

Las exigencias de Ibarretxe y del PP impiden el pacto que impulsa Zapatero

Además de la valoración exagerada de los titulares presuntamente informativos, con alta carga de opinión, creo que El País se equivoca hoy al no prestar atención en su portada, ni en su página editorial, al cambio de posición de Otegui -con matices- con respecto a la disciplina de las pistolas impuesta tradicionalmente por ETA.

Tengo la impresión de que Otegui quiere superar el «síndrome Yoyes» y eso -de ser cierto- puede tener una enorme relevancia para el futuro en paz y en libertad del País Vasco. O, a lo peor, es un oportunista que, como avisa El Mundo, Otegui «intenta sencillamente eludir el inminente horizonte carcelario que le espera».

En todo caso, no me explico cómo se le ha pasado esta noticia a El País en su portada y en su página editorial. En cambio, El Mundo , ademas del tema de portada, publica hoy los dos chistes de Gallego y Rey y de Ricardo , dedicados a Otegui , y este comentario editorial, bastante afinado:

El País deja hoy la opinión sobre el terrorismo en manos de sus colaboradores:

Verdadera locura

SUSO DE TOROen El País 17/01/2007

Ante el atentado contra las Torres Gemelas, la sociedad norteamericana reaccionó uniéndose en torno de su Gobierno. El temor, comprensiblemente, reforzó su unidad interna. Y debe de ser que España no teme a nada, porque aquí una parte de la sociedad hizo lo contrario tras el atentado del 11-M en Atocha. La derecha se negó a aceptar el resultado electoral y en vez de unirse en aquel momento de crisis grave en torno al nuevo Gobierno empezó a cavar una trinchera que nos divide.

A la conmoción y unidad iniciales, en la creencia compartida de que era obra de ETA, se pasó en horas a sospechar que el Gobierno de Aznar manipulaba la información para beneficiarse electoralmente. Ese Gobierno presionó a la prensa y siguió atribuyendo a ETA el atentado, ante la opinión pública y ante las instituciones internacionales, hasta unas horas antes de abrirse las urnas.

En el día siguiente a la jornada electoral, Atocha era aún carne viva y humeante, seguidores del PP se manifestaron frente a su sede en la misma ciudad pidiendo, brazo en alto, paredón para el candidato ganador. Lo ocurrido entonces, algo inédito en Europa en años, es la base de nuestra situación, la piedra terrible sobre la que ha venido descansando toda la legislatura. Y ahí están en la oposición los miembros del Gobierno anterior, que nunca han admitido error o fallo en la gestión de aquellos días terribles.

Aquel 11 de marzo no fundó una unión, pues una parte de la sociedad, la derecha política que ha conseguido mantener en torno de sí a la derecha sociológica, no sintió dolor; nunca consideró aquellas víctimas como propias. Y con las mentiras sobre el 11-M en sus periódicos y ETA como disculpa en las instituciones cavó con constancia la división social, una trinchera y un búnker a prueba de verdades.

Pasma la posición tan extrema en que se ha instalado esta derecha. Lo explica su duro integrismo y casticismo, apenas influenciada por las derechas parlamentarias europeas. Y porque hereda una memoria: agitando y usando la mentira para sembrar miedo, provocando división y entorpeciendo las instituciones se gana el poder. Lo ensayó sin límites la derecha en los años treinta y quizá para sus descendientes el recuerdo que quede es que así gobernó una época larga y pudo realizar su proyecto nacionalista y clasista. Con la historia que tenemos debemos considerar cómo se relaciona cada discurso político con nuestro pasado: en el caso de esta derecha parece que no aprendió a evitar la división, aprendió a utilizarla. De cada asunto hizo un frente: trasvases, estatutos, matrimonio gay, ley antitabaco… No ha dudado en azuzar una campaña para enfrentar comunidades: la pura xenofobia. Es un instrumento que separa política, social y territorialmente; pasmosa su irresponsabilidad y su falta de sentido de Estado. Su grosería brutal es el signo de su violencia interna y el insulto y descalificación obsesiva a la figura del presidente del Gobierno pretenden liquidar a quien considera un enemigo, no un adversario.

Así fue ya en la última etapa de Gobierno de Felipe González. Y así, desde el comienzo de esta legislatura, utilizan el terrorismo como arma. Así acosaron salvajemente a las víctimas de Atocha hasta apartarlas de la circulación, insultadas y tratadas como apestadas. Y se hizo fríamente porque estorbaban al protagonismo de «sus» víctimas, las de ETA, que han conseguido rentabilizar políticamente. A pesar de la voluntad fundacional de algunas víctimas de tener una voz propia para expresar su punto de vista político, el resultado hoy es el señor Alcaraz, impulsado por el Partido Popular. Ahí están las manifestaciones contra el Gobierno, la agresión a un ministro, insultos a su presidente, para quien piden «paredón». Bajo el paraguas de las víctimas, consignas de verdugos. Quienes comenzaron ese movimiento deben sentir frustración y amargura ante tal perversión e impostura.

No es extraño entonces que unas horas después de que ETA reventase el diálogo que había ofrecido, con un gran edificio en ruinas y dos personas muertas, los dirigentes del PP, en lugar de ofrecer su apoyo inmediato al Gobierno, afirmasen nada menos que el Gobierno estaba fuera del Estado de derecho y le negasen su apoyo. Nada menos y en una hora de emergencia así. ¿Deslealtad o traición? Demuestran una continuidad de hierro en todo lo que hacen desde el comienzo de la legislatura.

La campaña contumaz de intoxicación de medios que dicen ser «nacionales» pero que realmente son faccionales surte efecto: el buen envenenamiento es eficaz en dosis pequeñas pero diarias. La realidad de una economía razonable y ciertas reformas sociales en marcha es suplantada por la alucinación de que vivimos una catástrofe histórica. Debido a que perdieron las elecciones. Y así un día y otro: la culpa es del presidente, pues los anteriores eran competentes y éste no; el Gobierno debió haber atraído al PP al consenso, no se esforzó bastante; se equivocó al no unirse con el principal partido de la oposición en vez de tratar con los demás partidos… Partidos a los que se les niega legitimidad.

Que haya gente que, viniendo de la izquierda, compre estos argumentos y siga ese juego nos hace considerar la crisis y desorientación histórica que vive la izquierda.

Este Gobierno, ante el diálogo con el mundo enfermo de ETA, sufrió un revés, como los anteriores. Quizá se equivocó al evaluar la maduración del terrorismo vasco, al creer que había comprendido que el terror como arma política era inútil. Pues nada más inútil y menos rentable que el terrorismo etarra; en tantos años no ha conseguido ningún resultado político, ninguno. Sólo ha conseguido, poniendo la pistola en la cabeza de las víctimas, que su sociedad se haya degradado bajo una especie de síndrome de Estocolmo. Pero si hubo algún error del Gobierno, sería similar a los de los anteriores, a los que no se les recriminó el fracaso en su diálogo con ETA.

El Gobierno hizo lo que debía. Quien hizo lo que no se debía de hacer jamás fue esta derecha que no aceptó el resultado de las urnas y cree que el Gobierno, por destino, siguen siendo ellos. Como tal se comportan. Viviendo en su búnker de mentiras atribuyeron al Gobierno todo tipo de traiciones, trataron al presidente y sus ministros como si fuesen los terroristas. Un día pedirán perdón por el daño hecho al país, por la división social creada conscientemente sólo para volver al Gobierno. Un Gobierno no vale nunca lo que un país.

Y un día habrá otra derecha liberal y con verdadero sentido nacional, no faccional. Mientras, debiéramos atender al sentido común y la decencia básica de esos inmigrantes que trabajan duro entre nosotros y lloran a sus muertos; son un mínimo común múltiplo que niega a esos máximos comunes divisores. Los nuevos ciudadanos que se han hecho visibles estos días traen aire fresco, ignoran esos viejos rencores y nos recuerdan lo esencial. Desnudan tanta mentira e insensatez que nos envuelve, esta verdadera locura.

Suso de Toro es escritor.FIN

El editorial de El País («Manual de urbanidad») tiene tela y su lectura es altamente recomendable sobretodo para escándalo de la derecha educada de toda la vida.

Muy fino ha estado El Mundo con las declaraciones de Otegui y, sin embargo, muy tosco, con el caso estravagante de los peritos de elmundobórico.es al que dedica tres columnas de la portada y una página completa en su interior. Pedro Jota domina el arte de suplantar la falta de chicha informativa con el abuso de centímetros cuadrados. Este es un caso menor, muy de su gusto, que va a toda página y con foto:

El Mundo jalea el papel de la juez Gallego, una de sus juezas favoritas -próxima al PP– dándole también tres columnas en su portada:

La juez precisa que Santano dio la orden de falsear el informe ETA/11-M

El País, en cambio, trata con gran mesura este minúsculo, raro y sorprendente asunto de control de calidad de los jefes policiales sobre los subordinados (el caso «matacucarachas»), y da la información a media columna, con este titular:

La juez del «ácido bórico» reabre las imputaciones a los jefes policiales

Si yo tuviera responsabilidad editorial en El País -no es mi deseo, desde luego- daría más importancia a las actuaciones sesgadas de los jueces, según el color del cristal con que miran los presuntos delitos. En mi opinión, la justicia es la asignatura pendiente de la democracia española.

Conociendo los nombres y la biografía de los miembros de un tribunal, resulta bastante previsible el resultado de cualquier juicio en el que se perciba algún interés político por diminuto que sea. Basta con mirar con lupa las instrucciones escandalosas del «ácido bórico/jueza Gallego«, del «caso Bono/caso Hidalgo» o del «caso policías corruptos/ ETA-11-M» para que las personas más sensatas, honradas y moderadas de España se echen a temblar antes de verse frente a semejantes magistrados. A muchos jueces se les ve el plumero más que a los periodistas. Y ya es decir.

Ahí está El Roto para recordarnos en El País que la tecnología avanza y mejoran las máquinas pero, no obstante, las intenciones del ser humano permanecen intactas.