Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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El SUT, embrión (con perdón) de la Transición

El SUT nos hizo, quizás, mejores personas y, desde luego, más antifranquistas. Si te dice algo el SUT es que estás jubilado o a punto de estarlo.

Universitarios en un campo de trabajo

Universitarios en un campo de trabajo

Los jóvenes del 15-M, algunas ONGs y quienes sueñan con la regeneración democrática de España podrían encontrar inspiración en la memoria de algunos “sutistas” de los años 50 y 60.

Al cabo de medio siglo, una treintena de ex miembros del SUT (Servicio Universitario del Trabajo), cargados de canas, arrugas, calvas y alguna barriga cervecera, nos hemos reunido en Madrid.

Nos han convocado historiadores de la Universidad de Zaragoza (Miguel A. Ruiz Carnicer, entre ellos) para apoyar una investigación sobre nuestra pequeña/gran historia.

Entre los más ilustres sutistas, ya fallecidos, están el padre Llanos, Manolo Vázquez Montalbán, y Javier Pradera. Entre los vivos: Cristina Almeida, Xabier Arzallus, Juan Goytisolo, Pascual Maragall, Víctor Pérez Díaz, Jaime Peñafiel, Nicolás Sartorius, Ramón Tamames, Agustín Maravall, Paco Fernández Marugán, Juan Anlló, etc.

Cartel del SUT

Cartel del SUT

Además del natural ataque de nostalgia y de un cariñoso intercambio de viejos afectos (Teresa García Alba, Antonio Ruiz Va, Consuelo del Canto, Emilio Criado, Alvaro González de Aguilar, Pilar Ruiz Va, Paco Fdz. Marugán, etc.), la reunión ha servido para reflexionar sobre quienes éramos, cual fue la evolución de nuestra conciencia social y qué inquietudes políticas nos movían en el mundo universitario (de 1950 a 1968) en plena dictadura franquista.

En aquellos veranos intensos se produjeron intercambios de experiencias en dos direcciones. El efecto era muy enriquecedor sobre todo para los estudiantes que trabajaban en los campos y enseñaban a leer y escribir a los adultos y vivían en sus casas. Comían (a veces cada día en una casa distinta para repartir el coste) de lo que había en sus pobres casas.

La mezcla de universitarios inquietos con obreros y campesinos, al borde de la miseria y con la rabia contenida, era explosiva. No era, pues, de extrañar que los gobernadores civiles y jefes provinciales del Movimiento y el propio Ministerio de la Gobernación escribieran «mensajes urgentes del SUT» a la dirección del SEU en Madrid.

"Informe urgente del SUT" del Ministerio de la Gobernación al Cmisario del SEU (1967)

«Informe urgente del SUT» del Ministerio de la Gobernación al Comisario del SEU (1967)

Por eso, de vez en cuando, las autoridades del franquismo abrían y cerraban cíclicamente las actividades del SUT, tan contradictorias e incomprensibles para quienes aplicaban la política represiva de la Dictadura.

La letra misma del himno del SUT no deja de ser chocante para los universitarios de hoy, tan abocados al paro o al mileurismo.

Con la música de “Santa Bárbara bendita, tralaralará, tralará, patrona de los mineros…” cantábamos una estrofa que decía “somos universitarios que queremos ser obreros, mira Marusiña, mira, mira, como vengo yo”.

Los historiadores publicarán un libro si les ayudamos en la investigación. Si has sido “sutista” ponte en contacto con ellos. Si conoces a alguno, corre la voz.

Los archivos del SUT, del SEU y del Movimiento fueron indebidamente purgados o quemados. Y es difícil conectar con los miles de universitarios que pasaron voluntariamente sus veranos en cientos de campos de trabajo (minas, fábricas, talleres, granjas, etc.), llevando teatro, cine y enseñando a leer y escribir a miles de analfabetos en las Campañas de Educación Popular de Granada, Jaén, Cáceres, Almería, León, etc.

Con 18 años, estoy preparando un cartel del SUT para captar "sutistas"

Con 18 años, estoy preparando un cartel del SUT para captar «sutistas» en las universidades de toda España.

Recuerdo muy bien, por ejemplo, las actuaciones espectaculares del TEU de la Universidad de Barcelona, montando y desmontando sus escenarios en las plazas de los pueblos de Sierra Morena, Movían tablones enormes bajo un sol de fuego. Al atardecer, como en La Barraca de García Lorca, dejaban boquiabiertos a los vecinos. Aquella explosión de cultura, nunca vista por los serranos, se podía cortar en el aire con un cuchillo.

¿Quienes eran los actores de aquel Teatro Español Universitario que se unieron a la Campaña de Alfabetización del SUT? Para empezar Mario Gas y Enma Cohen. Ahí queda eso. Más que una inicitativa franquista (que se hacía, desde luego, con el dinero del Régimen de Franco) me parecía una herencia milagrosa de las Misiones Pedagógicas de la II República. Por algo, el SUT, aquella válvula de escape del franquismo para canalizar (quizás, controlar) las inquietudes sociales de los jóvenes y mejorar la imagen exterior de la Dictadura, acabó como el rosario de la aurora.

Algunos entraron en el SUT como partidarios del franquismo o católicos de la JOC (Juventud Obrera Católica), con raices falangistas o de Acción Católica, y salieron para engrosar las filas de la FUDE, del FLP, del PC , del PSOE y otras organizaciones políticas de la oposición clandestina. 

Apenas queda rastro oficial de aquellas actividades tan singulares, paternalistas, incluso revolucionarias, protagonizadas por una mezcla incomprensible de falangistas, curas obreros, comunistas, socialistas, democristianos y hasta monjas.

Sentado en mi "equipo móvil" (para cine y charlas en las plazas de los pueblos) con otros sutistas en la Capaña de Alfabetización de Jaén (verano de 1966)

Sentado en mi «equipo móvil» (para dar cine y charlas en las plazas de los pueblos) con otros sutistas en la Campaña de Alfabetización de Jaén (verano de 1966)

Con una combinación excitante de miedo y disimulo, de idealismo e ingenuidad, comenzaban como una catequesis marxista del padre Llanos (ex capellán del Frente de Juventudes) en El Pozo del Tío Raimundo (Vallecas) y, en ocasiones, acababan con huelgas, disturbios y persecuciones de la policía y la Guardia Civil por toda la geografía española.

Sutistas trabjando en una mina-

Sutistas trabajando en una mina.

A más de uno, su paso por el SUT, con su eventual ficha policial, le amargó la mili o le perjudicó en su carrera profesional. Para la mayoría, fue una experiencia que, en buena medida, cambió nuestras vidas. Y nos hizo -perdón por la inmodestia- mejores personas… y más antifranquistas.

El SUT nació en 1950 con su primer campo de trabajo en las minas de oro de Rodalquilar (Almería), en el corazón del Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar.

Eduardo Zorita, uno de los fundadores del SUT, fichado por el padre Llanos, dice que fue al primer campo de trabajo en Almería porque “quería ver el mar”. Lo demás vino después.

Me cuenta Emilio Criado que Pedro Bermejo, uno de los dos fundadores del SUT, aún vivos, le decía hace un par de días, con un pequeña mezcla de amargura e ilusión, que los que ganamos. como siempre, fuimos nosotros, mientras nuestros amigos y anfitriones temporales (obreros y campesinos) siguieron con sus miserias y sus peleas objetivas.

Conocías la realidad/miseria social y querías cambiarla. Digamos que, con el SUT, al franquismo le salió el tiro por la culata. Viví la Transición muy de cerca (junto a Fernando Abril Martorell) y pude reconocer en aquel proceso de reconciliación y cambio muchos valores del compromiso social que habíamos adquirido conviviendo con obreros y campesinos en los campos de trabajo y las Campañas de Alfabetización el SUT.

No vendría mal dejar alguna huella escrita de aquellas aventuras paternalistas/revolucionarias, idealistas/ingenuas, pero -eso sí-  honradas y solidarias, para las generaciones venideras.  Para eso están los historiadores.

Y si conoces a algún sutista envíale, por favor, el enlace a esta nota. Gracias.

(Continuará…)

«El próximo parado… será un diputado»

Lo cantan a coro: «Y si es un senador… será mucho mejor». «Y si es la Cospedal… será fenomenal«. «¿Y si es Rajoy?… que sea para hoy».  Mientras la calle grita estos pareados, los anodinos diputados y senadores españoles, nombrados a dedo por sus partidos, y refrendados a ciegas por electores que no los conocemos ni de vista, no se enteran de que están a un paso del harakiri.

Presentación en Madrid el Manifiesto "Por una nueva ley de partidos"

Presentación en Madrid el Manifiesto «Por una nueva ley de partidos»

Ayer se presentó en Madrid «El Manifiesto por una nueva ley de partidos»El Pais de hoy titula así su información: «Un centenar de intelectuales proponen una reforma radical de la ley de partidos»

A primera vista, parece que se trata de un grupito de reformadores o soñadores de élite con más ingenuidad y buena fe que coraje.

Yo estuve allí, en una salita pequeña de la 5ª planta del Círculo de Bellas Artes. (Allí mismo nos reuníamos bajo la Dictadura, a escondidas claro, para arreglar España y parte del extranjero. Entonces, también nos llamaban ingenuos y miedosos.)

Por la ventana, a la misma hora, pudímos ver una manifestación por la calle Alcalá que se acercaba a la alcaldía.

Después de escuchar a los cuatro promotores (solo una mujer), y no sin cierta emoción, firmé el Manifiesto en www.porunanuevaleydepartidos.es. Las primeras 100 firmas (entre las que están Savater, Azúa, Alvarez Junco, Casajuana, Conthe, Cullel, Fidalgo, Garicano, Aristóbulo de Juan, Juliá, Molinas, Muñoz Molina, de la Nuez, Vargas Machuca, etc.) se habían convertido, en un par de horas, en siete mil. Casi seguro que pronto pasaremos del millón.

En este caso, el número de firmas carece de efectos legales. Solo cuenta para que los partidos políticos actuales tomen nota… y se asusten un poco.  La actual clase política está protegida por una ley orgánica anacrónica y viciada que impide ser reformada por la Iniciativa Legislativa Popular (ILP). Por tanto, aunque para la presentación del Manifiesto al Congreso no importa el número, creo que es bueno acompañar a los 100 con varios miles de firmas.

Recomiendo vivamente la lectura completa del Manifiesto de los dos folios. Pero, para convencernos de la urgencia y sentido democrático de esta reforma, basta con repasar estas

Siete propuestas

Las propuestas contenidas en el Manifiesto pueden resumirse en siete puntos.

1. Celebración de congresos cada dos años como mínimo y, en todo caso, a fecha fija.

2. Reunión de los órganos de control de las directivas y parlamentos internos a fecha fija, incluyendo en el orden del día la votación sobre la gestión de la directiva con voto secreto. Limitación del número de sus integrantes, entre los cuales no se contarán los de la directiva.

3. Composición de los congresos y de los órganos de control proporcionales al número de afiliados o de votos del partido en cada provincia o distrito. Limitación de mandatos al menos en los órganos de control.

4. Elección de los órganos ejecutivos, delegados a congresos y miembros de los órganos de control mediante voto secreto de los afiliados o delegados al congreso.

5. Elección de los candidatos a cargos representativos por elecciones primarias.

6. Mandato limitado de los tesoreros y encargados de las cuentas y elección de los interventores por parte de los distintos niveles del partido. Auditorías anuales por empresas independientes, previas a la presentación de las cuentas, que deberán ser aprobadas por los máximos órganos de dirección del partido.

7. Constitución de comisiones independientes para verificar los gastos de las campañas e inspecciones para verificar el cumplimiento de los límites de gasto electoral.

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La presentación del Manifiesto estuvo cargada de contención y prudencia.  No querían espantar a nadie. Y nadie osó hablar de ruptura. Solo de reforma. Pero se citaron nombres de reformadores muy potentes: Jovellanos, Joaquín Costa y Ortega y Gasset. Nada menos.

De pronto, me dió un ataque de nostalgia perniciosa (propia de abuelo cebolleta). Vi pasar por mi memoria un montón de manifiestos, impresos clandestinamente en la «vietnamita» que aún tengo en el sótano de mi casa, pidiendo democracia, derechos humanos, amnistía para los presos políticos, partidos políticos libres, etc., etc.

Con Franco no había libertad ni partidos. Por eso, dominando el arte del disimulo, florecieron multitud de cuasi partidos polítidos minúsculos y miniparlamentos: asociaciones de vecinos (como los ramilletes de barrio derivados hoy del 15-M), comunidades de cristianos de base, curas rojos, colegios profesionales, amigos de la Unesco, sindicatos ilegales de obreros y de estudiantes, células clandestinas embrionarias de los futuros partidos (hoy anquilosados), revistas, panfletos y multitud de asambleas y reuniones con vigilantes en la puerta para avisarnos por si venían «los grises» porra en mano.

En los últimos años de la Dictadura, toda aquella riquísima flora democrática que brotó en la catacumbas de la sociedad española se fue organizando en la Junta Democrática, en la Plataforma (luego fusionadas en la Plata-Junta) y en otras alianzas opositoras al régimen de Franco. Al final, las Cortes franquistas notaron la presión ciudadana en favor de la democracia y, por una mezcla de miedo y sentido común, favorecieron en harakiri (desde la Ley a la Ley) propuesto por Adolfo Suarez. Triunfó la reforma sobre la ruptura. Y no nos fue tan mal. Fue el arte de lo posible, gracias al espíritu de consenso que presidió la Transición de la Dictadura a la Democracia.

Los padres de la Constitución del 78 (y la mano izquierda de Alfonso Guerra y de Fernando Abril Martorell) optaron por una Ley de Partidos que, ante todo, garantizara la estabilidad. Hemos tenido estabilidad, quizás en demasía, y estamos pagando ahora un alto precio por ello. Como los políticos que están instalados en el sistema no parecen dispuestos al harakiri que supondría para ellos reformar la ley orgánica que les ampara («entre bueyes no hay cornás»), solo nos queda la presión de la sociedad civil para que espabilen y le vean las orejas al lobo.  De lo contrario, podríamos estar sembrando las bases de la ruptura que no se hizo al morir el dictador.

Este Manifiesto por una nueva ley de partidos es un primer grito para despertar a los diputados y senadores, a los líderes políticos, a los gobernantes. Cuanto mas fuerte sea el grito (con más y más firmas) mejor lo oirán los políticos que, por ahora, se hacen los sordos para no perder sus privilegios.

Los cuatro presentadores del Manifiesto dijeron que se trataba de un primer paso…

Les felicito por pasar de las palabras a los hechos.

¿Cual será el siguiente paso? ¿Tienen ya nombre para la nueva Plata-Junta, partido o partidos que ayuden a profundizar en muestra democracia?

Lo que no hay es vuelta atrás. «Los males de la democracia se curan con más democracia». Por eso, también me apunté a Foro + Democracia que proponen Jordi Sevilla y Josep Piqué. Algún día nos juntaremos todos (jóvenes y carrozas) con el 15-M.

La que se va armar aquí si la vieja clase política, tan desprestigiada y alejada de la sociedad, no se despierta y se regula por una nueva Ley de corte europeo…

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PS. Al salir del Círculo de Bellas Artes de Madrid, ayer a mediodia, pasé por Cibeles. Los manifestantes ya estaban apostados, con sus gritos y pancartas, en la puerta del  Ayuntamiento, bajo el despacho de la alcadesa Ana Botella (de Aznar).

Desde lejos, no supe distinguir por qué protestaban pero escuché un grito tan claro como ingenioso. Decían, a coro:

¡Esa Botella… al contenedor!

Pues eso.

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Elogio de Guerra a Suárez en el país de la ingratitud

El hermano médico del ex presidente Suárez nos dijo ayer que «el estado mental y fisico de Adolfo se deteriora lentamente pero sin pausa». No reconoce a nadie y no pudo saber nada de los elogios recibidos ayer en el homenaje que le brindó la Universidad Europea de Madrid.

Hipólito Suárez y Alfonso Guerra en el homenaje al ex presidente Suárez de la Universidad Europea de Madrid

Lástima. Le llegan demasiado tarde «en el país donde -como dijo nuestro colega Manuel Campo Vidal«la ingratitud es la norma».

«Impactado y emocionado», el doctor Suárez nos regaló algunas anécdotas de la vida que compartió con su hermano en una pensión de estudiantes de la madrileña Calle Almirante en los años 50. «Adolfo ha tenido una vida dura, muy dura, pero en aquellos años yo creo que fue feliz», recuerda Hipólito.

«Siempre fue tolerante, generoso y muy activo y tenía muy claro, al terminar su carrera de abogado, que él sería presidente porque me lo dijo varias veces».

El ex videpresidente Alfonso Guerra también sumó recuerdos emocionados del ex presidente Suárez y negó todas las historias publicadas sobre la animadversión entre ellos.

-«Son falsas», dijo, «le he visto con frecuencia antes de su enfermendad y lamento mucho no haberle creído cuando le pregunté si iba a publicar sus memorias. Me respondió»:

-«No las publicaré porque estoy perdiendo la memoria. De verdad, Alfonso, estoy perdiendo la memoria».

No le creí y fue la última conversación que mantuvimos (el 10 de abril de 2002) antes de que se detectara su enfermedad.

Guerra tuvo palabras de elogio para la vida y la obra de Suárez, su adversario político, como «paradigma de la autoredención; un gran político que combinaba la reflexión con la decisión». Resumió su obra: como numerario de un régimen oprobioso, fue ascendiendo en el edificio que quería derribar, era un desclasado y nadie le comprendió cuando hizo el desmontaje de la vieja estructura del franquismo. Fue valeroso y generoso y no guardaba ningún rencor.

A continuación, Alfonso Guerra hizo una excelente reivindicación de la transición de la Dictadura a la Democracia como fruto de la presión desde abajo y de la liberación desde arriba. Y destacó el papel relevante de estos personajes clave: Adolfo Suárez, Felipe González, Fernando Abril Martorell, Santiago Carrillo, el cardenal Tarancón y, especialmente, el Rey.

Hubo un espiritu de acuerdo hasta la Constitución, en un tiempo marcado por la incertidumbre, la crisis, la violencia, la libertad y el consenso. La clave, a su juicio,  fue que «nadie quedó totalmente satisfecho pero nadie quedó fuera del juego democrático. Se hizo lo que convenía a los españoles (para que los nietos no sufran nunca más una guerra civil ni una dictadura) y se consiguió el punto medio: una transición ni muy rápida ni muy lenta. Y el fruto ha sido un periodo de paz desconocido en la historia de España».

Adolfo Suárez

Guerra recuerda muchos detalles porque los anota. («Lo importante son los detalles, que se olvidan»). Y nos contó su intercambio con Suárez en diciembre de 1981:

Guerra:

«¿Cuál fue el impulso que te llevó a dimitir como presidente del Gobierno?

Suárez:

«Al final, estaba sólo»

Tras un breve silencio, Alfonso Guerra, más poeta que político, nos suelta esta afirmación lapidaria:

«Líder y nada»

«La amistad es una conversación inconclusa entre dos soledades. Y me dijo que nos ayudaría a gobernar. Creo que Suárez no ha dejado ni un día de pensar en España».

Para teminar, Guerra nos dió una exclusiva: nos leyó las notas, no desveladas hasta ayer, que tomó el ujier que el 23-F llevó al golpista teniente coronel Antonio Tejero y al presidente del Gobierno en funciones Adolfo Suárez hasta  una salita del Congreso.

Este fue el relato literal del ujier leído por Guerra:

Suárez y Tejero en Portería General. Suárez me pregunta donde pueden hablar. Está en la puerta M 30.

-Presidente, aquí hay un cuarto.Yo entro detrás de ellos. Suárez está a mi izquierda, Tejero a mi derecha

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Suárez a Tejero: ¡Explique qué locura es esta!

Tejero: ¡Por España, todo por España!

Suárez: ¡Qué vergüenza para España! ¿Quién hay detrás de esto? ¿Con quién puedo hablar?

Tejero: No hay nada de que hablar. Solo debe salir.

Suárez: ¿Pero quién es el responsable?

Tejero: Todos, estamos todos.

Suárez: Como presidente le ordeno que deponga su actitud.

Tejero: Usted ya no es el presidente de nadie.

Suárez: Le ordeno…

Tejero: Yo solo recibo órdenes de mi general.

Suárez: ¿Qué general?

Tejero: Milans. No tengo nada más que hablar.

Suárez: Le insisto, soy el presidente.

Tejero: No me provoque.

Suárez: ¡Pare esto antes de que ocurra alguna tragedia, se lo ordeno!

Tejero: Usted se calla. Todo por España.

Suárez: Le ordeno

Tejero: Cállese, siéntese y usted (al ujier que escuchó la conversación y se la facilitó a Guerra) fuera.

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No hay grandes novedades en este diálogo porque todos hemos visto en televisión la actitud valerosa de Suárez durante el Golpe de Estado del 23-F pero es, según Guerra, «un detalle más de su compromiso con la libertad»

Antes que el diputado más veterano del Congreso (Guerra lo es desde las primeras elecciones libres en 1977), habló brevemente Belem Hoyo, la diputada más joven (PP de Valencia, 27 años). Y lo hizo para abrazar los valores de la transición: entendimiento, pacto y consenso, y cambiar el tono, la forma y el fondo de la política. «Adolfo Suárez», dijo, «buscó la concordia». Y terminó haciendo un guiño machadiano a Guerra:

«Ni el pasado ha muerto ni está el mañana ni el ayer escrito».

Lástima que Suárez no haya podido oir ni entender que los elogios tan merecidos de ayer iban dirigidos a él.

Un poco tarde, ingrata España.

Tres hurrras por el presidente Suárez.

 

Un brindis por la Constitución

Bandera constitucional de España, conquistada en el despacho de José María Calvino, en el Pirulí, cuando era director general de RTVE y me encargó crear el primer informativo matinal.

Tal día como hoy, hace exactamente 32 años, coloqué –aún no sin cierto repelús- un metro de tela de la bandera española (sin águila fascista ni escudo constitucional) en la puerta de mi casa.

A la hora del aperitivo, llamaron al timbre. Salí a abrir y me encontré con mi vecino de atrás, el anciano coronel Lisarrague, y su esposa.
¿”Qué hace Vd. con mi bandera en su puerta?, me dijo con una sonrisa socarrona y algo triunfal.
“Perdone usía, mi coronel. Seguramente ayer era su bandera y no la mía. Pero, ahora, esta bandera es también la mía, precisamente desde hoy”, le repliqué con la misma sonrisa, también triunfal.
Les invité a pasar a casa, a tomar una copa y a brindar juntos por la Constitución recién aprobada por la mayoría de los españoles.
Se puede decir que, como don Camilo y Pepón, el 6 de diciembre de 1978, hicimos las paces como buenos vecinos procedentes de bandos opuestos. El era un coronel del Ejército rebelde, vencedor en la Guerra Civil, y yo era hijo de un teniente del Ejército de la II República Española, vencido en la misma Guerra Civil.

Carnet de subofical del Ejército de la II República que mi padre exibía con orgullo. Llegó a teniente pero se perdió el registro de su ascenso y oficialmente se quedó en sargento.

Ese día, en efecto, hace 32 años, firmamos la paz a ambas orillas del arroyo que separa nuestras parcelas y, a partir de entonces, nuestras conversaciones (de huerta a huerta) fueron mucho más amistosas, fluidas, incluso tiernas. Y, de vez en cuando, nos visitábamos e intercambiábamos risas y recuerdos. (Yo había sido alumno de su hermano, el profesor Lisarrague, catedrático de Sociología, en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Complutense.)

Hoy ya hemos colocado en la mesa del comedor una banderita española –que me llevé, disimuladamente, del despacho de José María Calviño cuando, como Director General de RTVE, me encargó en 1985 que creara el “Buenos Días”, primer informativo matinal de TVE. Y, en los postres, brindaremos de nuevo (como es costumbre familiar, con champán asturiano “Le Gaiteró”– por la Constitución de 1978, la que más libertad y paz nos ha dado en toda la historia de España.

El jueves pasado, como todos los primeros jueves de diciembre desde hace años, un amplio grupo de amigos de la Fundación Fernando Abril Martorell y del Club de Amigos de la Sociedad de la Información (C@SI), presididos por Crisanto Plaza, bridamos, en pie y alzando nuestra copa, «por la Liberad y por la Constitución». Previamente, este año, le tocó hacer el Elogio de la Concordia a José María Fidalgo, ex secretario general de Comisiones Obreras.
En vísperas del 6 de diciembre, lo repetimos cada año y, siempre que lo hago, siento un pellizco de emoción al recordar mi primer brindis constitucional -entonces, aún con mucho miedo en el cuerpo- con mi querido vecino, el coronel Lisarrague, y con su esposa.

Nunca es tarde para iniciar y mantener una tradición a favor de la libertad y de la paz.
Aunque sea mejorable en muchos aspectos, y hablaremos libremente de ellos, hoy me toca brindar:

¡Viva la Constitución!

El PP votará “sí” en Vitoria y “no” en Madrid

El mismo recorte de gastos obtendrá el “sí” de Basagoiti y el “no” de Rajoy. ¿Qué abismo separa a ambos líderes –y a media España– para que su votación sea tan dispar sobre el mismo asunto?  Hace poco, cuando el lendakari Patxi López y Antonio Basagoiti, presidente del PP vasco, recibieron el Premio Abril Martorell a la Concordia me dio un ataque de sana envidia. Y escribí un comentario titulado “Un ejemplo para España”

Me ocurrió lo mismo esta mañana, al escuchar al líder del PP explicando en TVE por qué pensaba votar a favor del ajuste propuesto por su adversario político, el lendakari Patxi López. Lo explicó muy bien. Pero no pudo hacer lo mismo con las razones que pudiera esgrimir Rajoy para explicar su voto negativo al ajuste del déficit público propuesto por Zapatero.  

Prácticamente todos los partidos políticos del grupo popular europeo, que están en la oposición, están votando a favor de las medidas de reducción del déficit que proponen los gobiernos de sus países –siguiendo las recomendaciones de la Unión Europea– salvo el Partido Popular de España. El Partido Popular apoyará sólo las medidas de ajuste del gobierno socialista vasco.

A mi juicio, tanto el lendakari López como el líder del PP vasco, Antonio Basagoiti, están adquiriendo una imagen de grandeza política y de generosidad patriótica que deja por los suelos a sus respectivos jefes nacionales, Zapatero y Rajoy.

A eso podemos unir el espectáculo de ayer –“lamentable”, según Javier Rojo, presidente del Senado– que ofrecen sus señorías de ambos bandos cuando gritan y patalean como niños rabiosos desde sus escaños.

Quizás esta crisis económica huracanada nos traiga como beneficio colateral la desaparición de la escena pública de los principales líderes políticos, incluyendo a Zapatero y a Rajoy. Ya se oyen numerosas voces que apuntan hacia el abandono rápido de ambos barcos (PP y PSOE)  ante la expectativa de un cambio de capitanes. Al mismo tiempo, gente extraordinaria –asqueada de la política española desde la crispación generada por Aznar, Rajoy  y Zapatero–  está pensando -aún clandestinamente- en cómo arrimar el hombro para sacar a España de esta crisis.    

La OCDE apunta hoy un crecimiento ridículo del 0,9% para la economía española en 2011. Si es así, quiere decir que arrastraremos a más de 4 millones de parados, durante varios años, a un pozo sin fondo como el que se tragó a la generación perdida que sufrió la última gran crisis económica en la primera mitad de los años 80. La economía española se ha mostrado incapaz de crear empleo cuando ha crecido por debajo del 3%.

El Gobierno socialista persiste en minimizar la gravedad de la situación económica y social, con la esperanza de ganar tiempo para puentear la crisis, mientras la derecha celebra cínicamente los desastres de la economía española, como si fueran su trampolín para recuperar un poder que perdieron con las mentiras del Gobierno Aznar sobre ETA en el 11-M. Tanto el PSOE como el PP están enredados en el cortísimo plazo y ciegos, respectivamente, por mantenerse en el poder o por llegar a él y al precio que sea, incluso al de dejar a España como tierra quemada y a toda una generación de jóvenes angustiados sin empleo y sin futuro.

Repasando recuerdos dramáticos de otras grandes crisis, como la doble (política y económica) de 1975-1985, echo de menos grandes cabezas creíbles que piensen en el país, antes que en su beneficio personal, y que hablen con claridad y sin miedo a las represalias de los líderes, ya desgastados, de los dos grandes partidos nacionales, de los sindicatos y –lo que es mucho peor- de los empresarios.

Un repaso a la historia no tan lejana de nuestra transición política (de la Dictadura a la Democracia) y económica (del Tercer Mundo al Primer Mundo), y de cómo y quiénes hicieron posibles los Pactos de la Moncloa (yo tuve la fortuna y el privilengio de estar cerca de ellos) nos arrojaría un poco de luz sobre cómo salir de este largo túnel. Pero para tener algo de éxito, todos -sí, todos- deberíamos perder algo en el camino, ya que se plantean retos descomunales de flexibilidad y solidaridad intergeneracional (entre padres e hijos), de flexibilidad y solidaridad interregional (entre regiones ricas y pobres), intersectorial, internacional, etc.

La actitud que más nos puede ayudar a salir de las crisis es la de máxima flexibilidad e innovación para adaptarnos con rapidez a los cambios y a los nuevos desafíos con la mejor disposición y la mente más abierta. Sin embargo, la mayoría nos agarrotamos ante las dificultades y reaccionamos tribalmente con mayor rigidez, lo que nos lleva a la esclerosis y a la quiebra. El viento huracanado puede tumbar al junco flexible pero no lo quiebra. En cambio, troncha a la caña seca y rígida. 

He oído y leído a varios maestros economistas que insisten en lo de siempre: el mejor empleo es el que se crea y se consolida mediante la exportación. Por ello, la solución al gran drama de nuestro paro pavoroso pasa por el sector exterior más que por la demanda interna, bastante deprimida.   Claro que para aumentar nuestras exportaciones tendremos que bajar nuestros precios de venta a  niveles competitivos.

¿Cómo se pueden bajar los precios de nuestros bienes y servicios? Como siempre se ha hecho: reduciendo los costes laborales, energéticos, fiscales, financieros, institucionales, tecnológicos, etc., que componen el coste total, y mejorando los procesos e innovando en sectores emergentes de demanda fuerte… O sea, reduciendo los costes allí donde se pueda… para ganar competitividad. Podemos reducir los salarios de todos para bajar el coste laboral de nuestros bienes y servicios o podemos reducir (como hemos preferido hacer) el número de empleados para conseguir el mismo fín.

 ¿Quien mató al corregidor? ¡Fuenteovejuna, señor! 

Al final -podemos llamarlo como queramos-, son habas contadas: hay que trabajar más y ganar menos para poder aumentar las exportaciones y reducir las importaciones. No veo otra forma de repartir el empleo escaso entre padres e hijos. Pero ¿quién es el político valiente que les dice esto a los padres empleados (y asustados) para favorecer a sus hijos (angustiados) en paro?

Si las mejoras en productividad se reparten tradicionalmente en la mesa tripartita compuesta por el Gobierno (impuestos), los empresarios (beneficios) y los sindicatos (salarios), la caída de la productividad también debería hacer sentir su coste sobre las espaldas de estos mismos tres protagonistas.  Cuando hay que repartir riqueza, todos acuden al instante. Cuando hay que asumir recortes y pérdidas, porque hemos gastado por encima de nuestros ingresos, todos huyen de la mesa tripartita como del diablo.

Pero no echemos siempre toda la culpa a los representantes (políticos, empresariales y sindicales) que hemos elegido. Deberíamos olernos la mano con la que les hemos votado. Y animar al recambio generacional o a un cambio profundo de actitudes rígidas por otras flexibles, egoistas por otras solidarias.

Ahí están –al menos, con su enorme ejemplo- Lopez y Basagoiti. Aunque me temo que estoy contribuyendo a perjudicar y destruir su futuro político con sólo decirlo.  Así son aún, desgraciadamente, las dos Españas.

Me recuerdan al genio de la lámpara maravillosa que ofreció conceder un deseo -él que pidiera- a un paseante con la condición de que su vecino recibiría el doble. El afortunado ciudadano no lo dudo un instante: le pidió al genio que le sacara un ojo.

Escámez, un banquero contra el 23-F

 

Ha muerto un banquero que apoyó la Democracia.

“Estamos contra el Golpe. Llame Vd. a Termes para que represente a la banca en la manifestación por la Democracia”.

Este fue el mensaje que recibí de Alfonso Escámez, presidente del Banco Central, entonces el nº 1 de España, que falleció anteayer a los 94 años.  Tras el fracasado golpe militar del 23 de febrero de 1981, pude localizarle de viaje por Nueva York gracias a su mano derecha, Luis Blázquez.

Rafael Termes era, a la sazón, el presidente de la patronal bancaria AEB (Asociación de la Banca Española).

También pude localizar, en un pueblo de Segovia, a Luis Valls Taberner, presidente del Banco Popular, el último de los siete grandes, para recabar su opinión sobre el golpe militar. Me confirmó por teléfono lo mismo que me había transmitido Escámez.  

No me hicieron falta más llamadas desde mi mesa de redactor-jefe de Economía del diaro El País. Quería saber cual era la reacción de los siete gandes de la banca tras el golpe de Estado del 23-F. Allí podía haber una historia, si no de primera sí de última página: yo buscaba el lado político (incluso humano, si lo hubiera) de nuestros banqueros.

Llamé, pues, a Rafael Termes, de parte de Alfonso Escámez y de Luis Valls. El Golpe militar había fracasado ya y los partidos políticos, sindicatos, etc. convocaron inmediatamente una manifestación contra los golpistas y por la Democracia para el domingo siguiente al golpe: el 27 de febrero de 1981. Aún no estaban las cosas totalmente claras.

Le pedí por teléfono a Rafael Termes que asistiera a esa manifestación, en nombre de toda la banca, para que pudiéramos hacerle allí mismo una foto y desmentir así algunos rumores que habían circulado sobre el apoyo (¿financiero?) de algunos banqueros a los golpistas de la extrema derecha franquista y de altos mandos del Ejército y la Guardia Civil. Teníamos algo más que rumores y… mucho miedo en el cuerpo.

El domingo 27-F por la tarde le recogí personalmente y le dejé en la cabecera de la gran manifestación contra el golpe de Estado,  junto a los líderes políticos, sindicales, etc.  Nunca se había visto el presidente de la patronal bancaria en una situación semejante. El País publicó la foto de Termes en la mani con el titular deseado de «La banca con la Democracia» o algo así. Este es el texto que acabo de encontrar en la hemeroteca de El País:

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El presidente de la patronal bancaria, en la marcha

Poco después se incorporó a la cabeza de la manifestación el alto staff de la banca privada en pleno, y entre ellos, su presidente, Rafael Termes. Antonio Garrigues Walker, presidente de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) acudió acompañado de su familia. «Me manifiesto, no con mentalidad de reacción frente a los sucesos de días pasados, sino porque es la oportunidad de mirar al futuro». También, en cabeza, los directores de diarios madrileños. Pasadas las siete de la tarde, la manifestación se puso en marcha. Las aceras, ante las que había de pasar la multitud estaban abarrotadas. Arboles, edificios en construcción, (…)

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Quien no estuvo allí, bajo la lluvia fina de aquel domingo de febrero,  no podrá recordar el miedo que todos los manifestantes teníamos en el cuerpo, a los seis días del fracasado golpe de Estado de la extrema derecha y de altos mandos del Ejército, que estuvo a punto de acabar a tiros con la flamante Democracia española. Nunca había escrito esta anécdota. Sin embargo, ahora, al conocer la muerte de Escámez, me ha parecido justo recordarla. Es la hora triste de las alabanzas. Personalmente, siempre agradecí a Escámez, en público y en privado, su decidido apoyo a  la Democracia, apoyo que no era tan claro en otras instancias de la banca española.     

Copio y pego a la izquierda el obituario de Escámez que publica hoy El País, escrito por José Luis Leal, ministro de Economía en el Gobierno Suarez-Abril, que dirigió la transición política de la Dictadura a la Democracia.

En otros países, donde admiran a los emprendedores dignos de ser imitados, a las personas hechas a sí mismas que, desde abajo, llegan a lo más alto, Alfonso Escámez –de botones a presidente- tendría circulando su biografía por todas las  escuelas. Aquí, a los dos días de su fallecimiento, apenas se le conoce salvo en  Águilas (Murcia), su pueblo natal, en cuyo cementerio ha recibido sepultura como un marqués.

El Rey pudo, en vida, mostrarle su agradecimiento, no sólo por sus eventuales servicios bancarios cuando él sólo era príncipe y no tenía donde caerse muerto, sino por sus servicios prestados a la Democracia y a la Corona. Don Juan Carlos I le nombró senador real y, más tarde, le otorgó el título nobiliario –merecido más que muchos rancios grandes de España– de marqués de Águilas.   

Su gran envergadura física, sus modales nada afectados y su trato afable y pueblerino eran lo más lejano que podemos imaginar de un estirado aristócrata. Don Alfonso apenas había ido a la escuela. Comenzó a trabajar desde niño como botones en Águilas y llegó a presidente del Banco Central, que él convirtió pronto en el primero de España. Era un autodidacta y tenía una vastísima cultura de la que apenas presumía y con la que solía sorprender a cualquier listillo que se le acercara con pretensiones clasistas.     

Tuve el privilegio de conocerle en 1971, cuando fundamos el semanario  Cambio 16, crítico con el franquismo –dentro de lo que cabía. Desde entonces hasta su jubilación en 1992, he mantenido con él una relación cordial no exenta de debates, críticas y discusiones de carácter profesional o político.

 Era Escámez un hombretón recio, de pueblo, bastante socarrón, con  finísimo sentido del humor –que disimulaba en público-,  una mirada escrutadora, directa y, a veces, desconfiada y un extraordinario amor a la música y a la literatura.

Con una menta rápida y abierta, admiraba las artes y las ciencias e investigaba con gran curiosidad cuestiones de la naturaleza o la industria -como las piritas, por ejemplo- muy alejadas del típico quehacer bancario.   Había comenzado su carrera como botones, estudió por su cuenta y alcanzó el doctorado honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid cuyo Consejo Social presidió. 

Te sorprendía, intelectualmente, pues subía los escalones del razonamiento de tres en tres y era difícil seguir su paso. En eso, se parecía mucho a Fernando Abril Martorell, ex vicepresidente del Gobierno, a quien más tarde  Escámez nombró vicepresidente del Banco Central. Me consta que ambos se profesaron siempre admiración y afecto mutuos.

Don Alfonso era –eso sí- más listo y pillo que el hambre. Para debilitar al contrario, practicaba el dudoso arte del halago con una maestría que yo trato de imitar sin éxito. Era buen vendedor.

“Dádivas quebrantan piedras”, me respondió un día cuando critiqué los regalos absurdos (incluso los sobres con “dietas”) que algunas empresas y bancos solían repartir entre ciertos periodistas “sobrecogedores” (porque cogían tales sobres) con motivo de las Juntas Generales.

En reuniones o almuerzos con la prensa, el primer banquero de España me halagaba llamándome “paisano”, lo que me obligaba –por mi juventud e inseguridad- a ser mucho más crítico con él en mis intervenciones públicas para acentuar, naturalmente, mi independencia profesional. Pero, en privado, siempre tuvo conmigo un trato de afecto correspondido, no exento, por supuesto, de debates, discusiones y críticas leales.  En verdad, por los caprichos de la costa levantina, desde mi pueblo almeriense se ve su pueblo murciano. De ahí que me hubiera adoptado como “paisano”.

Pasados los años, no hace mucho tiempo, le vimos de lejos y por casualidad en la acera de la calle principal de Águilas, sentado en un gran sillón –que muy bien podría haber pertenecido a algún marqués arruinado, rodeado de una pequeña corte local, esperando el paso de una procesión de Semana Santa.  Entre la muchedumbre, vimos pasar a los penitentes, a los pasos religiosos y, al fin, a la banda municipal. Al desfilar junto al marqués de Águilas, los músicos se pararon en seco y, sin interrumpir su partitura, giraron 45 grados para, cara a cara con él, rendirle pleitesía al unísono con una leve inclinación de cabeza y… de instrumento.  A continuación, se fueron con la música a otra parte siguiendo a la Virgen y a los santos.

Mi chica –que es de Boston, la pobre- preguntó extrañada por qué le hacían tal reverencia a Escámez. Le respondieron los vecinos con igual extrañeza por su pregunta:

“¿Cómo no van a saludar los músicos a don Alfonso? Si no fuera por su donativos, la banda no tendría ni para pagar los instrumentos”.

Ojalá conocieran –y quisieran- a don Alfonso Escámez en toda España como le conocen , le quieren y admiran –con razón- en su pueblo (y casi el mío) de Águilas.

Descanse en paz el banquero que apoyó la Democracia.

¿Qué será de nosotros sin Losantos?

Sólo una noticia bomba como el relevo de Federico Jiménez Losantos en «La mañana» de la pecaminosa COPE podía despabilar y sacar a este blog del letargo fatal en el que había caído, por culpa de la crisis y de mi mala cabeza (y no precisamente en este orden).

Habrá quien quien se escandalice (y quizás no le falte razón) por la importancia que le doy a la caída en desgracia de este extraordinario predicador, que tanto ha hecho por el bien de España, destrozando al PP y dificultando su ascenso al poder.

Si yo fuera Zapatero estaría llamando ahora mismo al aprendiz de Torquemada, el cardenal Antonio Cañizares -a quien Losantos atribuye su exilio de maitines- para que reconsiderara su error y dejara al pico de oro de la extrema derecha en «La mañana» de la COPE.

Tanto Rajoy como Gallardón habrán caido en la vanidosa tentación de alegrarse por la gran lanzada con la que el mismísimo Vaticano Losantos dixit– ha descabalgado al locutor más mordaz, venenoso, incendiario, ingenioso y cínico de nuestro tiempo.

Sin embargo, deberían moderar sus muestras de alegría. El bicho aún dará mucha guerra, para deshonra de mi vieja y hermosa profesión. Por la misma razón, Esperanza Aguirre debería disimular su tristeza por la caída temporal de su adalid. No ha sido despedido sino trasladado desde el amancer a la medianoche; del despertar al dormitar.

A partir del 14 de abril -¡qué día tan señalado!-, los masoquistas ya no podremos recibir los merecidos latigazos que nos propinaba Losantos por atrevernos a sintonizarle en la COPE. Conectamos con su programa, creyendo que es de humor, y desconectamos despavoridos, al comprobar que se trata de un programa de terror. Tan sólo describe su realidad en términos de cielo y de infierno. Y lo hace magistralmente. Diabólicamente.

El fenómeno Losantos -como cualquier otro fenómeno religioso, deportivo o político- merece un análisis serio y detenido. Quizás un blog, escrito tan a vuelapluma, no sea el lugar adecuado. Precisa, a mi juicio, de una tesis doctoral.

¿Hay por ahí algún valiente doctorando que se atreva con tan descomunal proyecto de investigación?

Quien sí puede y debe alegrarse por el desplome de audiencia y salario sufrido por Losantos es el priopio Rey de España a quien el locutor no trataba con la merecida «humanidad«. Lo supimos tras la última cena real que produjo ciertas indecorosas filtraciones. Por algún deslenguado, conocimos el arriesgado e inmerecido apoyo que Esperanza Aguirre dió a su caballero Losantos en la mesa del Rey.

Debo reconocer que echaré de menos esos cinco minutos de horror que paso cada mañana conectado al veneno nacionalcatólico y fascistoide de Losantos.

Cuando mi cerebro está al límite, me paso entonces a la SER,donde mi corazón se llena del suero balsámico y dulzón de Francino.

Al cabo de otros cinco minutos de rigor –«equal time»– no lo puedo remediar y regreso, feliz, a mis orígenes:

¡Radiolé!

Sólo así puedo entrar, alegre y confiado, en la sede de 20 minutos y meterle mano a la crisis con cierto optimismo.

No se si podré cambiar mis hábitos: despertarme con el electroshock infernal de Losantos, adormecerme con la miel celestial de Francino para finalmente conducir, cantando y golpeando con mis dedos el volante, como si fuera un bongo o un yembé, al son de Radiolé.

¿Qué cadena y qué programa podré sintonizar, después del 14 de abril, para que me de un motivo diario por el que sobrevivir con dignidad para luchar contra el mal?

¿Qué será de nosotros sin Losantos?

¡No te vayas, Federico! Te necesitamos ahí, cada mañana, para que mantengas al PP asilvestrado muy lejos del poder; como sólo tú sabes hacerlo.

¿Nos definimos por lo que somos o por lo que no somos?

Recuerdo ahora la pregunta profunda -toda una tesis filosófica- que nos explicó, a su paso por Madrid, el viejo maestro italiano Norberto Bobbio, tras la caída del muro de Berlín:

«¿Qué será de nosotros sin los bárbaros?»

Y ahí van, por fin, la portadas -¡Ay!- de los dos primeros diarios de pago sobre el cambio de Gobierno:

«Estupor», en el titular de El Mundo.

«Eficaz», en el titular de El País

Nada nuevo bajo el Sol.

¡Alegraos y sosegaos!

Mañana comienzan unas breves vacaciones, Obama ha regado Europa de esperanza, el Euribor sigue cayendo, como el euro, la primavera tarda pero ha venido y, tras el gran desastre del 2008, ya no quedan tantos empleos por destruir. De hecho, se está desacelerando el ritmo de destrucción de empleo, algo imprescindible para que se empiece a recrear empleo.

Y además –last but not least– hay un nuevo Gobierno con mi paisano Chaves, templado y bonachón, y con otra vice económica que manda mucho. La conozco bien.

Ya se pueden echar a temblar todos los banqueros, incluido Botín. O los bancos comienzan a dar créditos o la Salgado les quita la licencia, que les dio la vida, como a los demás nos quitó el tabaco.

Me la imagino -mano de hierro en guante de seda- como a mi maestro y jefe, Fernando Abril Martorell, en la otra gran crisis, que nos alivió con los Pactos de la Moncloa) y poniendo firmes a los entonces «siete grandes» de la banca.

De los 150 bancos que había en España sólo 100 quedaron vivos. 50 bancos fueron abiertos en canal (yo estuve allí) y estaban infectados de células cancerígenas (autocréditos, autocarteristas, etc.) impropias de la segunda profesión más vieja del mundo.

La Salgado lo tiene más fácil que Abril Martorell. Para dar ejemplo, sólo tiene que poner firmes a los dos gigantes que se comieron a cinco de los grandes formando estas sopas de letras: BSCH y BBVA, o sea, Emilio Botín (¡qué gran apellido para un banquero!) y Francisco González (Miguel Sebastián no pudo con él y por eso hoy no es vice como la Salgado).

¡A por ellos, Elena!.

No no falles, como Zapatero.

Ha muerto Pepe Montes, servidor del interés general

Ayer fue un día agridulce, alegriste, una mezcla de alegría y tristeza.

Mientras los campeones de Europa volaban hacia Madrid, dimos el último adiós a José Montes, buen amigo, compañero de la tertulia de El Puchero durante casi 30 años, y uno los mejores servidores del interés general que he conocido.

Hoy publica El País un cariñoso obituario de Pepe, escrito por José Luis Leal, ex ministro de Economía, que fue su jefe y el mío durante el Gobierno de Suárez y Abril Martorell.

Fernando Abril Martorell era el vicepresidente económico, José Luis Leal era el ministro de Economía y José Montes era el subsecretario de Economía.

Yo era, entonces, el joven ayudante entusiasta de todos ellos en Castellana, 3; uno de los empleos más felices y gratificantes (aunque, eso sí, peor pagados) de mi vida.

Hace unos años perdimos muy prematuramente a nuestro amigo, jefe y maestro Fernando Abril (¡qué bien nos vendría a todos tenerle aún vivo para que nos ayudara a salir de esta crisis!).

Ayer enterramos a Pepe Montes, el enemigo número 1 de la inflación, un jabato inmejorable para contener la subida de los precios. Solía repetir con su energía habitual -casi a gritos- que la inflación es muy mala porque

«a quien más perjudica es a los más pobres e indefensos, que carecen de capacidad para renegociar sus salarios».

Los enemigos de la inflación le debemos un homenaje a Pepe Montes. Era un artista finísimo para fomentar las importaciones de carne de pollo, de cerdo o de lo que hiciera era falta con el fin de bajar los precios, controlar el IPC y para que no faltara comida en la mesa de los españoles, durante la segunda mayor crisis económica del siglo pasado desde el crack del 29.

El subsecretario Montes gobernó los precios cuando más desmadrados se presentaban, tras la doble crisis del petróleo de 1974 y de 1979. Era una crisis como la que comienza ahora, pero a lo bestia, con inflación creciente, galopante, y PIB menguante. (Recordaré para los más jóvenes que en aquella crisis quebraron más de 50 bancos, miles de empresas, el paro pasó del 22 % y más de la mitad de los jóvenes en edad de trabajar no había probado siquiera su primer empleo)

Pepe supo, como nadie, embridar al IPC y doblar el espinazo a la subida de precios. A las órdenes de Abril Martorell y de Leal, sentó las bases para la recuperación económica del 86 que duró hasta la crisis del 92-94.

Fue un malabarista socarrón del cuadro macroeconómico, un mago de la cesta de la compra, cuyo coste removía con gracia y finura granaina. A servidores del Estado como él, debemos la salida anticipada de aquella larga crisis de caballo y el primer empleo de muchos jóvenes. Desde luego, alguien me dirá -y con le faltará razón- que la estabilización del precio mundial del petróleo, ya en tiempos de Felipe Gonzalez, tamibén nos ayudó a superar aquella terrible «estanflación» (estancamiento con inflación). No hay nada nuevo bajo el sol.

Jose Luis Leal ha glosado muy bien la figura de nuestro subsecretario, en su artículo de El País de hoy, que copio y pego en el blog . ¡Qué pequeña se nos queda ahora la tertulia de pisto y cordero del Puchero, mis queridos José Luis, Crisanto, Luis, Fernando, Mariano, Antonio…!

Ayer, tras el cierre de su ataud, le dije a Carmen, su viuda, que echaría de menos la bola de helado que compartía con su marido, una vez al mes desde hace 30 años (ambos presumíamos de guardar siempre una falsa dieta), y la media copita de chinchón dulce con la que poníamos broche final a nuestra tertulia. No le dije -y ahora lo siento- que lo que más voy a echar de menos es su afecto franco y explosivo y su tierna bravura en los debates económicos y en su lucha feroz, implacable, contra las injusticias.

También olvidé decirle que le agradeceré siempre su magisterio. Fue un gran economista, un becario del gran Simonet y uno de mis primeros colaboradores en la fundación del semanario Cambio 16 (en 1971).

Hablaré de Pepe Montes a mis alunmos, cuando regrese a la Universidad, para que sepan que el servicio a los intereses generales del Estado puede hacerse muy bien con las herramientas que nos ofrece la Economía pero, eso sí, siempre que estén dirigidas por un corazón tan grande y tan noble como el de mi querido subsecretario.

¡Que pena y que rabia me dió que no pudiera disfrutar, por un día, de la descomunal victoria de España en la Eurocopa!

Descanse en paz.

El funeral está previsto para el próximo martes, 8 de julio, a las 20:00 horas en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, Calle Puerto Rico, 1, Madrid.

La transición, el Rey y yo: un ataque de nostalgia

No había fotógrafos por allí cerca. Es una pena, porque hubiera presumido mucho en mi pueblo de una foto irrepetible. Un amigo dijo, en voz alta:

-“Quien es ese alto de gris que abraza tan efusivamente a JAMS”.

En realidad, éramos dos hombres vestidos con idéntico traje gris claro: el Rey y yo. Idénticos en el color y en la gracia que teníamos al lucirlos, aunque seguramente no en el precio ni en la calidad del paño. Los demás eran también gente muy principal pero vestían mayoritariamente de oscuro. Por eso, tras el cariñoso saludo del monarca, le dije:

“Señor, aquí somos los únicos “grises” que vamos de uniforme”.

La cortesía me impide reproducir las palabras del Rey, pero si puedo certificar sus risas y mis comentarios. Estábamos comentando en círculo las excelencias de la exposición, organizada por la Fundación Pablo Iglesias, que se abrirá al público en próximo martes, 26 de junio.

Todos –especialmente, los políticos de la derecha y herederos del centro- felicitaron a Alfonso Guerra por la exquisita neutralidad, el afecto y la generosidad que ha demostrado al elegir los personajes, los momentos y las imágenes, los sonidos, textos y objetos que rememoran la transición de la Dictadura a la Democracia.

Recorrí varias salas del brazo de Marisa Hernández, viuda del vicepresidente Fernando Abril Martorell –que fue mi jefe en esos años claves para la historia de España, y tuve un espléndido ataque de nostalgia. Dos fotos me impresionaron. Una hecha por Juan Santiso que muestra a dos jóvenes (Adolfo Suárez y Felipe González) fumando e intercambiando confidencias casi al oído y otra de Fernando Abril Martorell haciendo lo mismo con Alfonso Guerra. Buscaré esa foto de Abril y Guerra en el catálogo de la Exposición para copiarla y pegarla en el blog.

Esa foto deberá estar algún día en los libros de historia, porque recordará a los dos hombres claves en la construcción del consenso constitucional. Abril y Guerra fueron los padres de la concordia.

El comentario general era:

“Debemos traer aquí a nuestros hijos, para que vean que la Democracia no vino sola y no fue un regalo. Hubo que luchar mucho por ella”.

El Rey estuvo de acuerdo en que “nuestros hijos se creen ahora que todo es gratis”.

No pude evitar un corte publicitario:

“Gratis, gratis, sólo el 20 minutos, señor”.

Naturalmente, como de costumbre, llevaba un ejemplar de 20 minutos en la mano, lo que provocó algunas risas. No se por qué.

Ahora tengo trabajo y voy a hacer un recado. Mas tarde seguiré contando la crónica social del la Exposición.

Ahí pego la información de EFE:

Los Reyes inauguraron hoy en Madrid la exposición ‘Tiempo de transición’, que hace un recorrido gráfico y documental de lo acontecido en España entre 1975 y 1982, en un homenaje a la sociedad española, la verdadera protagonista del cambio, según la Fundación Pablo Iglesias, organizadora de la muestra.

El presidente de la Fundación, Alfonso Guerra, actuó de anfitrión de Don Juan Carlos y Doña Sofía, que pudieron ver las 200 fotografías que ha facilitado la Agencia Efe para la ocasión y en las que se muestran desde la proclamación del Rey a una serie de instantáneas del 23-F, realizadas por Manuel Hernández de León y Manuel Pérez Barrriopedro, cuando el teniente coronel Antonio Tejero tomó por la fuerza el Congreso.

A los seis días de cumplirse el treinta aniversario de las elecciones generales de 1977, que pusieron fin a más de cuarenta años de dictadura, la Fundación ha querido mostrar cómo se transformó la sociedad española en tan poco tiempo.

Para ello muestra, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a los verdaderos actores que permitieron ese cambio, que ha sido admirado y aplaudido internacionalmente, y que, dejando de lado las diferencias, lograron llegar a acuerdos para construir un futuro común.

El recorrido se inicia con la muerte de Francisco Franco y termina con las elecciones de 1982. Se ha dividido en cuatro periodos: de Silencio, de Incertidumbre (1975/1976), de Consenso (1977-1978) y de libertad (1979-1982) para dar una visión lo más global posible de aquellos años.

Así, Don Juan Carlos y Doña Sofía pudieron ver el pasaporte falso, a nombre de Carlos Velarde, que utilizó Santiago Carrillo, y las actas de constitución de los diversos partidos democráticos.

La exposición pone de manifiesto la tensión que se vivió en algunos momentos, como la matanza de los abogados de Atocha. La agenda personal de uno de los asesinados, Javier Sauquillo, aparece en una de las vitrinas junto a otros objetos personales que su hermana, Paca, vio hoy durante el recorrido.

El que fuera el primer presidente de la Democracia, Adolfo Suárez, es uno de los protagonistas principales de esa época y se le puede ver tanto en instantáneas fijas, como en soporte audiovisual.

En el acto de hoy estuvo representado por su hijo, Adolfo Suárez Illana.

También está en una de las vitrinas el mechero y un cajetilla de cigarrillos ‘Fetén’ de Suárez, así como la cazadora que el líder del Partido Socialista, Felipe González, utilizaba en los mítines.

Los carteles de las elecciones del 15 de junio ocupan también parte de la muestra, en la que se puede contemplar una de las actas manuscritas de los resultados de aquel histórico día.

Una edición príncipe de la Constitución, fotografías del que fue el primer presidente de la Generalidad tras la Dictadura, Josep Tarradellas, en Francia, y su máquina de escribir son otras de las curiosidades.

Una de los manuscritos exhibidos es la carta que la familia de Pablo Picasso escribió a Adolfo Suárez para que su obra ‘Guernica’ se quedara en Madrid.

Además de Guerra, estuvieron en la inauguración el presidente del Congreso de los Diputados, Manuel Marín; la ministra de Educación, Mercedes Cabrera; el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, y el director de la Fundación, Salvador Clotas.

En el salón de baile del Círculo de Bellas Artes se reunieron también políticos que vivieron en primera persona aquellos años, como Fernando Alvarez de Miranda, Marcelino Oreja, Landelino Lavilla o Miguel Angel Martínez.

También asistieron Trinidad Jiménez, José Blanco, Nicolás Redondo Terreros y Rafael Simancas, entre otros.

Las 300 piezas que se exhiben se han obtenido en archivos oficiales, museos, centros de documentación y bibliotecas como el Archivo Histórico Nacional, Ministerio de la Presidencia, Ministerio del Interior, Museo Casa de la Moneda, MNCARS, IVAM, Fundación Abogados de Atocha o Congreso de los Diputados, así como de colecciones privadas.

Para completar la exposición se ha realizado una montaje con un ‘reloj’ que muestra, en 59 momentos, algunos de los hechos más importantes acaecidos durante esa etapa, y que los Reyes vieron antes de comenzar el recorrido por la muestra.

La exposición, concebida como un homenaje a la sociedad española, estará abierta al público desde el 26 de junio hasta el 31 de agosto.

(EFE)

ETA NO.¿Por qué no abrazamos su cola y cortamos su cabeza?

La serpiente ataca de nuevo. Aunque ya recibimos el fin del «alto el fuego» de ETA con el bombazo de la T-4 de Barajas, el recordatorio que nos vuelve a hacer hoy la banda terrorista es descorazonador.

Y el mensaje de respuesta del presidente Zapatero me ha parecido poca cosa, bastante inconcreto, dada la gravedad de la situación. Me ha faltado oirle algo así como «se acabó» o «a por ellos».

Pero entiendo que un presidente debe medir mucho sus palabras y sus gestos, sobretodo teniendo en cuenta lo poco que la oposición del PP ayuda en la lucha contra ETA. Espero y deseo que el PP deje de ser el altavoz oportunista de ETA y se sume generosamente al Gobierno en la lucha contra el terrorismo.

Al oir esta mañana la noticia de la banda, he recordado los terribles tiempos pasados, cuando era rara la semana, o el mes, que no teníamos a uno de los nuestros asesinado cobardemente por los terroristas de ETA.

También he recordado una reflexión que el entonces vicepresidente del Gobierno de Suarez, Fernando Abril Martorell, nos solía hacer a su equipo de colaboradores, en los peores momentos: frialdad y eficacia.

Nos decía que el mundo de los radicales nacionalistas, independentistas, simpatizantes de ETA, semiterroristas, terroristas, asesinos enloquecidos, etc., no era una masa uniforme. Ni mucho menos. Y aunque parezca una obviedad, conviene recordarlo ahora, antes de vernos ante un nuevo cadaver, con todas las pasiones desatadas.

Si la serpiente del mundo que rodea y alimenta a ETA no es igual de venenosa en todas sus partes, ¿por qué no atraemos hacia la democracia y la paz a la parte más blanda (abrazamos la cola) mientras perseguimos duramente, con todo el peso de la Ley, a la parte más violenta y dura de la banda (cortamos de un tajo su cabeza)?

El comunicado de ETA abre una nueva etapa: frialdad y eficacia para acabar de una vez con los terroristas y, al vez, recibir generosamente, con los brazos abiertos, a quienes decidan abandonar para siempre la violencia. Amén