Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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¿»Crack mundial» o «terremoto en Perú»?. O viceversa

Ayer no se pusieron de acuerdo a la hora de mandar en portada. El Mundo apostó por su «Crack mundial» (arriba) y dejó para el fondo de su primera página el terremoto de Perú. El País lo hizo al revés: abrió su portada con el terremoto de Perú y relegó a segunda noticia la crisis financiera-bursátil.

Hoy, en cambio, parece que se han puesto de acuerdo. Ambos titulan su primera con la crisis financiera y bursátil (arriba) y dejan en segundo lugar al terremoto en Perú.

El País dedica un editorial (edificante contra la corrupción) al periodo de Fraga al frente de la Xunta de Galicia.

También recomiendo la lectura de este artículo (que copio y pego a continuación) de profesor Antonio Elorza en El País, para que nadie se duerma o emborrache con los espejismos del nacionalismo.

Pasaporte para Plimlico

ANTONIO ELORZA en El País, 18/08/2007

La joven militante de Nafarroa Bai estaba entusiasmada. Cuando en Euskal Telebista le preguntaron por su opinión ante el hecho de que en las fiestas de Bayona imperase la misma vestimenta que en los sanfermines, con el pañuelo rojo sobre la blusa blanca, no dudó en contestar: «Es algo muy hermoso. Eso prueba que somos hermanos. ¡Somos un mismo pueblo!». Más o menos, lo que el verdugo estaliniano Beria le contaba a su hijo, resaltando la necesidad de la lectura del libro clásico de Alejandro Dumas, en cuyas páginas al parecer exhibían su valor los héroes de la patria caucásica: «Los tres mosqueteros eran gascones, y los gascones son vascos, y los vascos son georgianos». La única diferencia entre ambas captaciones mitológicas, traídas por los pelos, reside en que la recomendación del segundo de Stalin no parece haber incrementado el número de víctimas de su barbarie, en tanto que la aparentemente ingenua creencia en la entidad imaginaria Euskal Herria las cuenta ya por centenares y no lleva camino de extinguirse.

En realidad, esto es lo que se encontraba en juego al plantearse la posibilidad de que los socialistas navarros y Nafarroa Bai formasen Gobierno después de las últimas elecciones. En política, como en otros asuntos de la vida, encontrarse a mitad de camino significa poco: importa saber cuál es la dirección que se ha tomado. A comienzos de los ochenta, acompañar a los antiguos etarras liderados por Mario Onaindía tenía pleno sentido, en la medida que resultaba inequívoca su orientación hacia la democracia. La historia de Euskadiko Ezkerra vino a probar el acierto de tal diagnóstico. En cambio, servir de escabel a nacionalistas radicales o no radicales, rechazando tal adscripción, como hace en la actualidad Ezker Batua, no supone otra cosa que actuar de forma oportunista, a cambio de unas migajas de poder, fortaleciendo la hegemonía del nacionalismo. Análogas consideraciones pueden aplicarse a una asociación PSN-NaBai acordada a ciegas. Es por supuesto muy importante que la formación dirigida por Patxi Zabaleta haya renunciado a la lucha armada, y condene en consecuencia la práctica del terror, pero eso en modo alguno agota el tema de su posible consideración como partido de gobierno en Navarra. Detrás de la cortina de NaBai, conviene tener en cuenta lo que piensa el verdadero protagonista, Aralar. Hubiera sido más tranquilizante que desde su posición como segundo grupo votado, NaBai planteara algo tan lógico como encabezar la alianza con el PSN, si de lo único que se trataba era de hacer una gestión «de progreso» y «de cambio», objetivo perfectamente alcanzable a la vista del balance de UPN. Pero si de entrada la coalición daba por buena la primacía del tercero en discordia, ello confirmaba de modo indirecto que sus metas eran otras, en la línea de la concepción mitológica expuesta por la militante anónima en Bayona. Se trataría ante todo de avanzar hacia lo que su nombre indica, Navarra’tik Nafarroa’ra, de la Navarra actual a la Nafarroa abertzale, con el euskera por emblema y el horizonte abierto a la materialización de la imaginaria Euskal Herria independiente, de rasgos idénticos a la que busca el nacionalismo radical, con ETA a la cabeza. Con toda la cautela del mundo, pues Patxi Zabaleta y los suyos son conscientes de que parten de una posición minoritaria y hay que caminar a pequeños pasos, ante todo hacia esa primera vinculación entre la CAV y el ex reino, contando con el favor de un PSN que, siguiendo el ejemplo de los mayores, ve con buenos ojos la colaboración con un grupo independentista. Más allá de los números, con el cocktail de independientes y ésta o aquella vicepresidencia, esto es lo que estaba en juego, y lo que ha quedado en la sombra. Con evidente ventaja a medio plazo para los abertzales navarros, y descrédito para quienes han mostrado al mismo tiempo sus ansias de poder y su vacío en cuanto a estrategia política. Una vez más, el PSOE no ha sabido, o no ha querido, explicar nada.

El desafortunado episodio viene a recordar una vez más que en el caos que caracteriza a su política autonómica, la responsabilidad del Gobierno de Zapatero es tanto mayor cuanto que el PSOE dispone de unos planteamientos de base perfectamente definidos desde Santillana sobre el tema, nunca utilizados, y que en toda esta maraña de tratos y contratos, los planteamientos de los demás jugadores son conocidos de antemano, en cuanto a las principales opciones: para nadie es un misterio lo que buscan ERC, ETA o Aralar. Como consecuencia, resulta inexplicable que se prolonguen negociaciones sobre contenidos de fondo innegociables. En el caso más inmediato, antes que invitar a NaBai a resignarse en la forma a un papel de segundón que va a lo suyo, hubiese bastado acotar el posible programa común en el tema vasco, en verdad y no de cara a la galería, para saber en dos días si la coalición resultaba viable. Y si lo fundamental era no perder votos en las generales del próximo año, apaga y vámonos desde el primer momento: el castigo que reciba el PSOE en Navarra por tal fiasco estará más que merecido. Sólo que los socialistas navarros partían de una posición centrada en la pugna entre navarrismo conservador y abertzales, que ahora queda inutilizada. Como en Cataluña o en Euskadi, pierde el PSOE, pierde la democracia.

En una vieja película inglesa de humor, protagonizada por el gran Stanley Holloway, los habitantes del barrio de Plimlico descubrían, al realizar unas obras, que un rey les había otorgado una carta de independencia en la Edad Media. La primera reacción consistía en una oleada de entusiasmo, al modo de la tan citada militante de Nafarroa Bai. El repliegue sobre la identidad imaginaria produce una satisfacción infinita. Lo malo es que suele asentarse sobre el rechazo irracional de otra identidad realmente existente, en nuestro caso las identidades duales de vascos y catalanes, y se orienta hacia la destrucción, antes que a la difícil labor de edificar en el vacío. Lo ponen de manifiesto los análisis de Thomas Jeffrey Miles para la reciente política cultural del nacionalismo catalán: su propósito no ha consistido en el despliegue creciente del «idioma propio», sino en la «descastellanización», en la asimilación forzada del otro, de acuerdo con un nacionalismo étnico, no cívico, mediante el cual una élite trata de imponer sus ideas y sus intereses al conjunto de una sociedad, presentándolos además como expresión de la misma.

Es un rasgo común a nuestros nacionalismos periféricos, ensimismados cada uno con su Plimlico, que en vez de impulsar la construcción nacional les legitima en apariencia para buscar ante todo la destrucción del otro, de todo lo que huele a «España», con la consiguiente quiebra de los equilibrios conseguidos en el Estado de las autonomías. Amparándose en la bipolaridad PSOE-PP, los nacionalismos se han hecho con esa forma de poder simbólico cuya característica principal, según Pierre Bourdieu, consiste en excluir toda puesta en cuestión de sus planteamientos, generando una forma de pensamiento autoritario. Aquel que critique la última deriva del catalanismo, observable en la gestación del Estatuto, seguirá la misma suerte ya conocida por los no nacionalistas en Euskadi.

El costoso fracaso en Navarra debiera servir para que el Gobierno y el PSOE quebrasen ese círculo vicioso, recuperando el papel de gestión y regeneración de la democracia constitucional que les fuera conferido por los electores tras la era Aznar. No reside el problema en el pluralismo de la «nación de naciones», sino en el campo libre dejado a unos discursos nacionalistas que se presentan como portadores de la única legitimidad y excluyen todo diálogo ilustrado. El ejemplo del Plimlico escocés, surgido por obra y gracia de Tony Blair, prueba que la angelización de los nacionalismos, y el desconocimiento de su potencial disgregador, son susceptibles de llevar de la forma más estúpida a un riesgo de fractura en Estados democráticos dotados de una existencia secular.

Antonio Elorza es catedrático de Ciencia Política.

¿»Combaten» o «acompañan» las tropas españolas?

El País manda hoy en su portada, abriendo a cuatro columnas, con este gran titular:

Veinte talibanes mueren en Afganistán en un combate con tropas españolas

La información de primera se amplía en el interior, a toda página, y con foto de un soldado español a cuatro columnas.

No busque esta noticia en la portada de El Mundo. No hallarán ni una línea. Hay que buscarla entre los faldones bajos de las páginas interiores para encontrarla. Resulta curioso el titular interior de El Mundo a tres columnas:

Mueren tres afganos en un ataque a una patrulla acompañada por españoles

No aparece, por ningún lado, la palabra «tropas» o «soldados«. Claro que tampoco dice que fueran turistas o toreros los españoles que «acompañaban» a los soldados afganos.

El Mundo prefiere mandar en su primera página con un titular sensacionalista que «desata el miedo a una crisis económica global»

El Pais rebaja la crisis bursátil a dos columnas y descata las medidas que se han tomado para mitigar sus efectos.

Hay que leer la letra pequeña, en ambos diarios, para saber que la Bolsa de Nueva York -la más directamente afectada por la crisis hipotecaria de EEUU– cerró su sesión de ayer con una pérdida de sólo el 0,23%.

La crisis hipotecaria de EE.UU puede llegar a ser grave. No lo dudo. Y podría contagiarse -cómo no- a Europa y Asia. Los economistas sólo saben predecir el pasado. En eso, los hay muy buenos.

Pero, por ahora, mirando al presente, sólo veo una purga bancaria de esas que suelen ocurrir cuando una generación se olvida de la purga anterior: «cada 15 años, más o menos». (Me lo dijo J. K. Galbraith hace casi 30 años).

La avaricia natural del sistema financiero (que es, no lo olvidemos, su principal lubricante) lleva a algunos bancos a prestar el dinero de los depositantes, a precios muy altos, a quien tiene pocas garantías de devolverlo en el plazo y con el interés previsto.

Si los bancos centrales abren el grifo del interbancario -como están haciendo- para socorrer a estos banqueros tan avariciosos, no tiene por qué extenderse la crisis a toda el sistema financiero. Eso sí, los bancos más temerarios y agoniosos quebrarán (como ocurre de vez en cuando), lo cual es muy saludable para todo el sistema.

Desde luego, si todos los diarios serios del mundo titularan en sus portadas como lo hace hoy El Mundo de Pedro Jota entonces tendríamos asegurada la crisis global a la vuelta de la esquina. Son predicciones o profecías que suelen llevar dentro de sí mismas una fuerte dosis de autocumplimiento.

Guillermo dedica hoy su chiste de El Mundo nada menos que a Forges (que suele publicar diariamente el suyo en El País. Un bonito gesto entre dos diarios que ni se hablan.

El texto de Guillermo (ilegible en el PDF) dice así:

«Dedicado a Forges, genio capaz de inventar al mismo tiempo las vacaburras semovientes y las chicas que leen libros en el sofá. Con dos cojones.»

No se si esta esquela-anuncio será gratuita o de pago. Sólo se publica en El Mundo y es una convocatoria de la «Asociación de Peones Negros de Madrid» a una concentración (en forma de esquela inofensiva) para todos los días 11 de cada mes.

¿Qué pretenden? ¿Quienes son?

¿Peones Negros? Sólo el nombre y el lugar y forma dónde publican la convocatoria ya me dan miedo.

Goteo de esquelas guerracivilistas
A falta de votos, buenas son togas (II)


¿En qué otro país del mundo que no sea el nuestro cabría una guerra de esquelas que rememoren a los españoles muertos por otros españoles hace 70 años?

El profesor Bustelo se hace esta pregunta en un interesante (y pacificador) artículo publicado en El País de hoy:

Discutida Guerra Civil

FRANCISCO BUSTELO

No nos engañemos. España ha sido diferente en su historia y aunque con el tiempo nos hayamos ido normalizando, todavía presentamos rasgos singulares heredados de un pasado difícil.

Uno de ellos es la crispada oposición actual al Gobierno de una derecha que parece hundir sus raíces en el pasado.

Otro es lo mucho que con motivo del 70º aniversario de su comienzo se ha hablado y escrito sobre la Guerra Civil de 1936-1939, sin que haya una interpretación aceptada por todos de las causas y el tenor del conflicto. Pasan los años y siguen desgranándose las preguntas, que reciben respuestas dispares.

¿Por qué tanto cainismo? ¿Cometieron Franco y los suyos un acto criminal al alzarse contra un Gobierno legítimo o tuvieron atenuantes y, según algunos, hasta eximentes? ¿Fueron todos culpables? ¿Por qué hubo tantos golpistas? ¿Y por qué los políticos de la época fueron incapaces de impedir la tragedia? Son tantos los interrogantes que es difícil aclararlos uno a uno. Sería menester para ello disponer de una explicación cabal de nuestra historia, que no tenemos, lo que nos distingue de otros países europeos que también tuvieron un siglo XX conflictivo, pero que lo han asumido y no lo discuten.

Sin embargo, a la hora de buscar razones a lo que ocurrió, es posible encontrar, bastante antes de 1931, unas características que explicarían la Guerra Civil por motivos más complejos que el fascismo de unos y el sectarismo o la ineficacia de otros. En la historia universal y más concretamente en la de Occidente, lo que cabe llamar modernización y que consistió en grandes avances políticos, sociales y económicos fue el resultado de una evolución de al menos de tres siglos, con sus zigzags y, huelga decirlo, con muchas convulsiones. Al final, con todo, y pese a que siga habiendo imperfecciones, el progreso fue enorme, constituyendo esa modernización de los países desarrollados uno de los hitos del discurrir de la humanidad.

Resistencias hubo muchas, como ha habido siempre en la historia ante cualquier cambio. Obraron en todas partes, pero en España fueron especialmente fuertes y se manifestaron desde el siglo XVIII, acentuándose en el XIX y el XX. ¿Por qué? No hace falta recordar que las explicaciones psicológicas, y no digamos genéticas, sobre unas supuestas constantes históricas que harían a los españoles incapaces para una convivencia pacífica carecen de todo fundamento. Eran los valores vigentes en buena parte de la sociedad, como resultado de una larga historia, lo que hacía que muchos se aferraran a lo que había y vieran con temor e incluso con pavor posibles cambios Como había otros que sí querían cambios para acabar con autoritarismos, pobreza e incultura, los conflictos eran inevitables.

Enfrentamientos antes de 1936 hubo muchos. Aquél entre liberales y absolutistas, abierto en sus tres guerras civiles o soterrado pero intenso el resto del tiempo, empezó hace 200 años y, a decir verdad, no acabó hasta la transición a la democracia después del franquismo. Pero hubo otros. El atraso económico impulsó en el último tercio del siglo XIX la aparición de partidarios de cambios radicales, con el socialismo marxista del PSOE y el anarcosindicalismo. Para ser un país poco desarrollado su presencia fue grande y sus demandas, que contaron con el respaldo creciente de los trabajadores, incrementaron las tensiones.

España vivió así sumida durante cerca de dos siglos en antagonismos que nunca se acababan de zanjar y que se traducían en inestabilidad política y poco progreso social y económico.

¿Fueron unos ineptos los políticos? En realidad, no era mucho lo que podían hacer, siempre discutidos, fueran los que fuesen, y con problemas inmediatos que impedían tomar medidas a plazo mediano y largo. Incluso si fuéramos a comparar, los políticos de entonces tenían igual o más talla que los de ahora. Lo que sucedía es que gobernar un país con el equivalente de 4.000 euros de renta per cápita, mal distribuida y sin casi gasto social, es cinco veces más difícil que hacerlo cuando esa renta es de 20.000 euros y hay un sistema social avanzado.

Quienes hoy estudian la teoría y la práctica del avance de las naciones señalan como uno de los requisitos para ese avance una buena gobernanza, es decir, gobiernos que ofrezcan estabilidad, seguridad, derechos garantizados. ¿Qué es lo que había, en cambio, en España? Patriotas frente a afrancesados, liberales frente a carlistas, moderados frente a exaltados, monárquicos frente a republicanos, centralistas frente a nacionalistas, revolucionarios frente a ultraconservadores, laicistas frente a integristas. ¿Cómo iba a haber paz suficiente para que se dieran esos requisitos?Además, hubo circunstancias poco propicias. Uno de los conflictos, el de monarquía o república, se zanjó en 1931 de modo tan pacífico y rápido que republicanos y progresistas pensaron que todo el campo era orégano y reputaron tarea fácil el avanzar. Su error fue monumental al ignorar que los enfrentamientos latentes eran tan grandes que podían aflorar en cualquier momento. Lo sorprendente no fue que hace setenta años se desencadenara una guerra civil. Lo insólito hubiera sido que España hubiera pasado sin más del antagonismo a la convivencia pacífica y al consenso. Una ley de la física elemental dice que todo resorte sometido a presiones crecientes acaba saltando. Desconocer esas presiones de larga data y buscar explicaciones coyunturales es quedarse en lo episódico y prescindir de lo que corre más a lo hondo en toda sociedad.

Aunque hoy nos parezca anacrónica y reñida con el progreso, la defensa a ultranza de valores tradicionales tan presente en nuestro pasado, y también entre los sublevados de 1936, se explica por la historia misma.

Desde la Baja Edad Media y al socaire del final de la Reconquista, predominó en España una organización económica y social, el llamado régimen señorial, con la hegemonía de la nobleza, que era un sistema muy poco productivo y muy reacio al cambio pero paradójicamente expansivo y hasta creador. La unidad del país desde los Reyes Católicos, el descubrimiento de América, la supremacía mundial con el Imperio del Quinientos, el Siglo de Oro de la literatura y la pintura, fueron para muchos logros conseguidos gracias a unos valores cuyo abandono conducía a la decadencia y a la ruptura de la nación misma. En 1936 había bastantes españoles que seguían creyendo tal cosa.

La historia de España, es cierto, fue gloriosa en el siglo XVI, aunque a redropelo de las corrientes modernizadoras que empezaban a surgir en Europa. Fue triste, por el contrario, en la decadencia del XVII, cuya causa primera fueron los muchos anacronismos. También resultó malograda en lo principal en el XVIII y conflictiva y poco eficaz en el siglo XIX y en las tres cuartas partes del XX.

Las muchas carencias se fueron haciendo más patentes en la Edad Contemporánea, pero hasta después del franquismo nunca hubo acuerdo sobre las soluciones. Las culpas, como suele ocurrir en esos casos, se echaban a los otros, a los que pensaban de manera distinta. Cuando los afanes de mejora se acentuaron, con ayuda de las circunstancias internacionales, un poco de azar y un mucho de fatalidad, estalló la traca final de la Guerra Civil. La tronada, como la calificó don Claudio Sánchez Albornoz, se había hecho inevitable por las incesantes tormentas políticas de un país donde nunca escampaba.

Hoy, en cambio, ¿vivimos en otra España? Diríase que sí, pero el peso del pasado todavía se deja sentir a veces. La transición a la democracia de hace 30 años fue un acierto, vista nuestra historia, pero, por las condiciones obligadas en que se desenvolvió, no hubo entonces justicia o muy poca para las víctimas de la dictadura.

Hoy se quiere reparar en parte ese olvido, con el riesgo de que resuciten demonios familiares. ¿En qué otro país del mundo que no sea el nuestro cabría una guerra de esquelas que rememoren a los españoles muertos por otros españoles hace 70 años? Está bien recordar a los muertos, sobre todo a los que durante mucho tiempo no se dejó recordar, pero sería mejor al hacerlo no hablar de los crímenes de las «huestes fascistas», por mucho que los hubiera, que provocan como respuesta traer a colación los crímenes de las «hordas marxistas», que también los hubo.

No se trata, claro es, de ignorar los crímenes que desde 1939 fueron obra de un solo bando. No obstante, memoria histórica es conocer y hacer inteligible el pasado, no recrearlo ni juzgarlo desde nuestros valores actuales. Dividir a estas alturas a nuestros antepasados en buenos y malos a nada conduce, salvo a desenterrar el único cadáver del que hay que congratularse que esté sepultado, a saber, el de las dos Españas enfrentadas.

Francisco Bustelo es profesor emérito de Historia Económica de la Universidad Complutense, de la que ha sido rector. Autor de La historia de España y el franquismo (Editorial Síntesis).

Este es es el comentario editorial de El País sobre el minicaso de los peritos que (no sabemos muy bien por qué) quisieron relacionar a ETA con el 11-M.

El caso, tan aireado por El Mundo y por elmundo.es (que se parecen ya como dos gotas de agua) le está valiendo a la versión digital de El Mundo el sobrenombre merecido de elmundobórico.es.

El caso tiene muy mala pinta por el origen y por la marcha que lleva la instrucción judicial.

Al final, la montaña habrá parido un ratón. Pero, en el camino, los jueces se habrán dejado muchas plumas en la gatera y la credibilidad del sistema judicial hará perdido muchos puntos.

Lo que nos faltaba: A falta de votos, buenas son togas.

¿Por qué se empeñan algunos en obtener por las togas lo que no pudieron obtener por las urnas?

!Eureka! Acabo de encontrar dos titulares sobre etarras y el 11-M que se parecen bastante, y eso que uno sale en El Mundo y el otro, en El País:

Tanto va el cántaro a la fuente…

De tanto oponerse a todo, el PP ha resbalado pisando su propia cáscara de plátano.

Esta noticia sobre el uso de imágenes de incidentes violentos, ocurridos durante los gobiernos del PP, pueden provocarnos la risa (que nunca viene mal) pero también una reflexión sobre la ligereza y frivolidad de nuestra clase política.

Como a Zapatero, a mi tampoco me extrañaría que el PP acabara oponiéndose a la guerra de Irak con imágenes restrospectivas de manifestaciones en las que aparecezca yo mismo.

ETA y 11-M, abonados a la portada de El Mundo

El Mundo tiene, desde luego, cierto arte o habilidad para incluir a ETA y al 11-M en un mismo titular, o en titulares distintos pero dentro de la misma página.

El efecto «yuxtaposición» suele jugar malas pasadas al subconsciente de quienes miran el diario sin prevención. No viene mal advertirlo, por si acaso.

Hoy, por ejemplo, domingo sin apenas noticias, es un día muy propicio para rellenar las portadas con imaginación, naturalmente en la línea que marca la cultura corporativa del medio que queramos analizar.

El Mundo abre su portada, a dos columnas, mandando con ETA:

Telesforo Rubio redujo a la mitad los infiltrados en Francia contra ETA

Y cierra la portada, también a dos columnas, con el 11-M:

Lavandera: «Quiero contarlo todo antes de que me maten»

Y este sumario:

El Mundo empieza mañana la prepublicación del libro del testigo clave de la trama asturiana de 11-M

O sea, ETA por arriba y 11-M por abajo, abriendo y cerrando la portada, en titulares separados.

En cambio, ayer iban ETA y el 11-M muy unidos en un sospechoso titular a toda página.

Anteayer, ETA iba a la derecha, de entrada, a cuatro columnas, y el 11-M a la izquierda, de salida, a una columna.

Y así, muchos días.

Son insaciables.

En realidad, si repasamos la hemeroteca, o este mismo blog, observaremos que, desde que el PP perdió las elecciones, el 14 de marzo de 2004, El Mundo ha publicado numerosísimas portadas con titulares conteniendo ETA y el 11-M juntos, separados o revueltos, muy del gusto del «trío Pinocho«:Aznar-Acebes-Zaplana

En un alarde de compensación, que le honra, El Mundo dedica el resto de su portada de domingo, con foto familar, al ex ministro de Defensa:

José Bono rompe su silencio como «ex»

«Tengo las manos limpias y los bolsillos de cristal»

El País tampoco tiene noticias de primera y hoy la rellena con una enorme foto de Gunter Grass y un titular a dos:

Grass habla sobre su paso por las SS

«Era joven y en en fondo estaba de acuerdo»

Y abre su portada con un titular gubernamental que nos pone la tirita antes de que se nos produzca la herida:

Los servicios de inteligencia alertan del riesgo de ataque a las tropas en Líbano

Me ha sorprendido que El País se lanzara hoy por el edificante camino de la comparación de noticias y «no noticias», tal como venimos haciendo aquí, entre todos nosotros, desde hace casi un año.

Pero ha empezado tímidamente, comparando anuncios (presumimos que de pago) de esquelas de muertos de los dos bandos en la Guerra Civil española.

Ya lo hicimos nosotros antes de las vacaciones («Hordas fascistas y horadas rojas. Una cosa es la guerra y otra, la postguerra») y con numerosos comentarios (183) a favor y en contra.

Obsérvese que las esquelas superiores de la página 28 y la central de la página 29 (publicadas en El País) son de carácter laico y no llevan cruces, sino una antetítulo que dice «In memoriam» o «En memoria de».

En cambio, las esquelas inferiores (en sentido sólo físico, quiero decir, de posición en la página), publicadas por El Mundo y ABC, llevan cruces, ruegan oraciones por su alma y ofrecen misas.

Este es el texto del reportaje de Nuria Tesón en El País:

70 años de la Guerra Civil

REPORTAJE

Esquelas de las dos Españas

La polémica por la ley de memoria histórica propicia la publicación en periódicos de necrológicas de víctimas de la Guerra Civil

NURIA TESÓN

– Madrid

EL PAÍS – España – 10-09-2006

Pie de foto superior:

Varios de los recordatorios de republicanos víctimas de la guerra publicados recientemente en EL PAÍS.

Pie de foto inferior:

Esquelas en memoria de fallecidos del bando nacional publicadas en El Mundo (las dos primeras) y Abc (a la derecha).

Sumarios:

Una mujer publicó una esquela en memoria de su tío en la que cuenta quién le delató

«Durante 40 años no pudimos hacer nada. Me sentí paralizado», explica José Toribio

La esquela de Primo de Rivera, fundador de Falange Española, se publica desde 1937

Texto:

Primero fueron las de los hijos y nietos de los represaliados por los nacionales. Después las de los muertos a manos de los republicanos. Decenas, en las últimas semanas, en las páginas de los diarios de mayor tirada: EL PAÍS, El Mundo, y Abc; y, en menor medida, en algunos periódicos de provincias, como El Diario de Ávila. Desde el 17 de julio pasado, fecha en la que se publicó a media página en este periódico la esquela del comandante de la base de hidroaviones del Atalayón de Melilla, Virgilio Leret, fusilado al amanecer del 18 de julio de 1936, el goteo no ha cesado.

Su hija Carlota fue la que desencadenó esta polémica batalla: «Quise darle un reconocimiento a mi padre, a sus suboficiales y a todos los que estaban con él aquel día en la base de Hidros», explica telefónicamente desde Caracas (Venezuela). El 17 de julio, se cumplía el 70 aniversario de la primera batalla de la Guerra Civil, en Melilla, en la que Leret defendió la legalidad de la República frente al ejército de regulares indígenas, sublevados al mando del Comandante Mohammed Ben Mizzian, y Carlota pensó que «ahora o nunca».

«El mismo sentimiento de impotencia, de injusticia y abandono que yo sentía está dentro de la España de los vencidos y humillados, yo lo único que hice fue quitarle el tapón a la botella; prender la mecha de una bomba de tiempo». Y la mecha prendió.

Apenas un mes después, otros periódicos empezaban a publicar esquelas de fallecidos en el bando nacional o a manos de los republicanos. Algunos de los familiares que lo hicieron no quisieron abundar, en conversaciones con este periódico, sobre los motivos que tuvieron. Uno de ellos, que no desea revelar su nombre, explicó que «sería mejor no haber empezado con esto y haber dejado las cosas como estaban». Pero respeta a los republicanos que lo hacen, y señala que él tiene el mismo derecho a poner la esquela de su padre, «que fue asesinado por los rojos sin tener nada que ver con la política».

Sin duda, la más controvertida que ha aparecido es la de un sacerdote víctima de los republicanos. Carmen Bonell publicó en memoria de su tío, Jesús María y Arroyo, una esquela en la que cuenta con todo lujo de detalles quien le delató y la condena que le fue impuesta.

Juan Toribio Bravo, el padre de José, de 84 años, fue detenido en Aguilar de Campoo (Palencia), sometido a juicio sumarísimo y fusilado en la noche del 19 al 20 de agosto, justo cuando la Guerra Civil estaba quemando sus primeros cartuchos. Él tiene claro cuales fueron sus motivos: «Durante 40 años no pudimos hacer nada. Me sentía paralizado por esa dictadura horrible. Aunque con la democracia hemos ido avanzando un poquito, tenía que empezarse a hablar para que nosotros nos atreviéramos a sacar lo que llevábamos dentro». Se le quiebra la voz y uno se lo imagina escribiendo la esquela que publicó en EL PAÍS del 19 de agosto: «Te perdimos en el brumoso amanecer del 20 de agosto de 1936…»

Han pasado 70 años y las heridas parecen seguir abiertas. El proyecto de ley de memoria histórica, que a nadie satisface, la apertura de fosas de republicanos asesinados, películas y documentales parecen haber abonado el terreno para que se abra un nuevo frente entre vencedores y vencidos. La voz, que en ocasiones se les ha negado a las víctimas de esa guerra, se ha alzado en los periódicos a través de un medio inusual o cuando menos, sorprendente. Pero, ¿por qué surge la polémica en este momento?

«El debate sobre la memoria histórica se está diseminando en muchos soportes. Y está penetrando en todo el tejido social. Las esquelas no son sino un elemento, un espacio simbólico más donde continuar esta guerra de guerrillas», señala Francisco Ferrándiz, titular de Antropología Social de la Universidad de Extremadura, no muy satisfecho con la metáfora bélica que emplea. «La generación de nietos de la derrota no está conforme con los pactos de la transición. Hay un vértigo por rescatar sobre todo testimonios». Al ponerse en marcha este rescate de los vencidos se pone en marcha también un proceso de revisionismo por parte de los vencedores. «Cuando empezaron a producirse estas manifestaciones de reivindicación de memoria hubo conciencia por parte de los otros de que están perdiendo una guerra que ya habían ganado».

Emilio Silva, presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica considera normal que se publiquen estos homenajes familiares. «Yo mismo hice una cuando enterré a mi abuelo en octubre de 2003. Mi familia decidió hacer una esquela, porque es una forma de normalizar la muerte de una persona».

El fenómeno de la contienda en las páginas necrológicas es nuevo, pero la publicación de recordatorios de este tipo no lo es. La de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española, fusilado en 1936, aparece publicada en un diario de tirada nacional cada 19 de noviembre desde 1937.

Desde hace algún tiempo la sociedad española está siendo golpeada con imágenes de cráneos agujereados por las balas, enterrados en fosas que podría imaginar en otras partes del mundo, pero nunca aquí. «Eso ha removido algo que durante años se había cubierto y hay gente que quiere hablar claramente sobre lo que sucedió», concluye Ferrándiz.

«Es bueno que se acabe con el tabú y que se acabe con los miedos de la guerra. Que haya una libre expresión y que la gente recuerde a sus muertos», señala Antonio Elorza, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid. «El momento es bueno, el problema es que sigue habiendo mentalidad de guerra en algunos sectores». Elorza recuerda una esquela en la que se llamaba asesino al nacional Queipo de Llano. «Me pareció muy bien, porque si ese señor era lo que era, no está mal que alguien lo recuerde. No me parecería mal tampoco que alguien recordase que [el dirigente militar republicano] Enrique Líster, también lo fue o que se hable de las checas, porque existieron, pero ya lo de las hordas marxistas…»

De la guerra se puede decir que fue cruel, sangrienta o despiadada pero no se puede decir que fuera justa. Las guerras nunca lo son y en el caso de la que se libró en España entre 1936 y 1939, los sentimientos se llevan al extremo. Eso se ha podido ver también en las esquelas. El lenguaje que resuena entre líneas recuerda al que retumba en la memoria de los que la sufrieron. «Hay una gran diferencia entre esquelas y es algo que hemos estado estudiando», asegura el antropólogo Francisco Ferrándiz. «En las de familiares de nacionales se usa una retórica determinada y que ya estaba establecida durante el régimen franquista. ‘Vilmente asesinado por las hordas marxistas’. ‘Las hordas rojas’. Todo eso es un lenguaje usado durante la dictadura. Disponen de un repertorio. En las esquelas republicanas se ve un tono mucho más intimista».

De un modo u otro esta guerra, aún hoy, no deja a nadie indiferente. Y muchos coinciden en que la historia está desequilibrada. «Los vencedores también sufrieron ejecuciones injustas, pero tuvieron 40 años para rendir homenaje a sus muertos. Esta gente no tuvo oportunidad», afirma José Antonio Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo. Para Antonio Elorza, «la clave es que sustituyamos las condenas y las reprobaciones por el diálogo y el análisis». (FIN del reportaje)

El Mundo continua publicando (ayer mismo) numerosas esquelas del bando franquista, mientras ha decaído el ritmo de publicación de esquelas del bando republicano en El País.

Lo dicho: una cosa es son los crímenes de la guerra y otra, muy distinta, son los crímenes de la postguerra.

Perdonar, todo

Olvidar, nada

Para que no se repita.