Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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«¡El sueño americano vive!» Y mi suegra rompió a llorar…

El 4 de noviembre, después de votar, Geraldine (Benson)Westley, la abuela americana de mis hijos (89 años) se rompió la cadera y la llevaron al hospital de Exeter (NH) donde fue operada urgentemente y con éxito.

El viernes pasado salió de la UVI y reconoció al instante el rostro de su hija, Ana Westley Benson, recién llegada al hospital procedente de Madrid.

-«¿Qué ha pasado?»

, preguntó la abuela.

-«Te has roto la cadera y ha ganado Barack Obama»,

le respondió mi esposa, en ese orden.

Grandma se olvidó de la cadera y le replicó:

-«¿Qué me dices? ¿Obama es presidente de los Estados Unidos? ¡No me lo puedo creer!»

-«Sí, mamá. Obama ha sido elegido presidente de los Estados Unidos»,

le dijo su hija mientras le mostraba la portada del diario The Boston Globe con la foto del presidente electo.

(Esta es una foto de Grandma, de hace unos años, con sus adornos de Dakota de Norte, de origen noruego).

Con la garganta aún molesta por los tubos del quirófano, la voz un poco ronca y con lágrimas brotándole ya de los ojos, contestó a su hija:

«Entonces, el sueño americano no ha muerto. ¡El sueño americano está vivo!».

Y, llena de emoción, la abuela yanqui de mis hijos rompió a llorar.

Esta señora de mirar tan dulce -que es mi suegra- tiene mucho coraje cuando se trata de defender principios éticos. Uno de los más arraigados en ella es el de luchar contra la injusticia y, por tanto, contra el racismo.

Conozco muy bien su historia y en la familia estamos muy orgullosos de ella y del abuelo, Alph Westley, que falleció poco antes de caer el Muro de Berlín y sin haber visto -¡qué lástima!- a Obama en la Casa Blanca. De ambos, recuerdo hoy algunas anécdotas que explican esas lágrimas tan emocionantes.

Hacia 1957 (escribo de memoria), mi suegro, Alph Westley, oficial de la Fuerza Aérea norteamericana, fue destinado como profesor de Telecomunicaciones a la Escuela Militar de Montgomery, la capital del estado sureño de Alabama donde hizo amistad con uno de los pocos oficiales negros de su Escuela.

Tan sólo tres años antes (1954), el Tribunal Supremo había declarado inconstitucional la segregación racial enlas escuelas.

Hacía dos años que una vecina de Montgomery, la heroica Rosa Parks, se había negado a ceder su asiento a un blanco en un autobús de su ciudad. Fue arrestada por ello. Mi familia política recuerda el rescoldo -aún muy vivo cuando se instalaron allí- que había dejado la gran protesta, liderada con éxito por el reverendo Martin Luther King, que se dio a conocer entonces gracias al boicot contra los autobuses de Montgomery durante un año.

En ese ambiente, pasó mi mujer tres años de educación pública y de hegemonía racistas. No me extrañó que, siendo aún adolescente, Ana participara personalmente en la Gran Marcha de Washington (1963), en la que el ya famoso luchador por los Derechos Civiles, Martin Luther King, pronunció su discurso histórico y promonitorio «Tengo un sueño».

Al año siguiente ganó el Premio Nobel. (Lo dejo escrito aquí para que mis hijos no lo olviden).

De 1957 a 1961, mi mujer estudiaba en una escuela pública de Montgomery, en cuyo coro cantaba (aún canta de maravilla). Por las tardes, Ana iba en autobús hasta la Escuela de Empresariales, donde su madre era profesora de Lengua y Taquigrafía.

Por las ventanas de esa Escuela, en un lugar céntrico, todos los alumnos y profesores pudieron seguir, con el estómago encogido por el miedo y la rabia, las protestas de los racistas y los antiracistas de Alabama que habitualmente acababan con violentas cargas policiales y enfrentamientos callejeros sagrientos.

(Por esas fechas, dos niñas fueron asesinadas por los segregacionistas del Ku Kux Klan, en el interior de una iglesia de Birmingham (al norte de Montgomery), a la que pegaron fuego con los fieles dentro.)

El día de 1957 en que mi esposa debutó en una obra de teatro infantil, en el salón de actos de su Escuela, fue muy especial para sus padres y sus hermanos pequeños. Quien lo probó, lo sabe. Cualquier padre que haya visto actuar a sus hijos en el Colegio lo habrá hecho con emoción contenida.

A mitad de la obra -que trataba, naturalmente, de la Guerra Civil nortamericana- los niños de Montgomery interpretaron en el escenario el asesinato del presidente Abraham Lincoln , que abolió la esclavitud en 1863.

Padres y niños del público estallaron entonces en un gran aplauso y vitorearon (no precisamente por sus dotes interpretativas) al actor que encarnaba al asesino de Lincoln.

Mi suegra saltó de su silla, subió al escenario, tomó a su hija de la mano y la sacó a rastras del coro y de aquel salón infecto, lleno de racistas. Lo explícó diciendo:

«Mis hijos no pueden participar en actos tan vergonzosos»

A partir de ese momento, Geraldine pasó a formar parte de la lista -entonces muy pequeña en Alabama– de los «nigger lovers» («amantes de los negros«), tan despreciados y vejados por los racistas del Sur.

Naturalmente, el día en que los sureños celebraban anualmente el nacimiento de la Confederación y el comienzo de la Guerra Civil (que perdieron), la familia Westley no tenía nada que celebrar en su casa acosada de Montgomery. Ana y Grieg Westley eran niños y vivieron ilusionados los preparativos del Centenario de la Guerra Civil que estalló en 1861. Las niñas debían ir vestidas como princesitas de Versalles («las bellas del Sur») y los niños, naturalmente, con traje militar color gris de soldado confederado.

Mis suegros (ambos de Dakota del Norte) se negaron a confeccionar aquellos trajes y a que sus hijos celebraran la secesión del Sur cuya Confederación defendía la legalidad de la esclavitud de los negros. De hecho, los Westley vivieron en Alabama como si los del Norte hubieran sido los perdedores de aquella Guerra Civil que habían perdido los del Sur. La victoria del Norte permitió la derogación de la esclavitud en los Estados Unidos. Por eso, el abuelo de Michelle Obama, la primera dama electa de los Estados Unidos, pudo crecer como un hombre libre hijo de esclavos.

Mi suegro Alph (en la foto, con traje militar) no le iba a la zaga a su esposa en la lucha contra el racismo. Ana recuerda el día de 1957 en que su padre había invitado a cenar en casa al oficial negro amigo suyo. Mientras tomaban el aperitivo, los vecinos del barrio comenzaron a apedrear la casa y a romper los cristales. Los niños, asustados, tuvieron que esconderse lejos de las ventanas.

A partir de entonces, la vida de la familia Westley -los «nigger lovers«- fue un infierno en Montogomery, Alabama, hasta que mi suegro fue destinado a Boston, una ciudad maravillosa del Norte, donde no te apedreaban por ser «amante de los negros».

Cuando me tocó cubrir en Atlanta (Georgia), en 1988, la Convención del Partido Demócrata que eligió candidato presidencial al gobernador Dukakis, hijo de emigrantes griegos, me acerqué con mi gran amiga (compañera de pupitre en Harvard) Katherine Jonhson al monumento donde reposan los restos de Martin Luther King.

Emocionado y silencioso ante su tumba, recordé a la valerosa familia Westley en su paso por Alabama donde coincidieron con el líder pacifista de los Derechos Civiles asesinado a tiros, como el presidente Lincoln, por racistas del Sur.

¡Que te mejores de la cadera, mi querida y admirada suegra!

¡Qué pena de profesión periodística!

¿Es información u opinión lo que puede leeerse en este párrafo de la portada de El Mundo sobre Zapatero y el G-20?

Mujeres «viciosas» de pago en diarios «virtuosos» de pago

Un lector de este blog me recomienda que copie y pegue aquí un artículo bastante edificante de www.elconfidencial.com de ayer. Se refiere al beneficio espurio que consiguen los diarios de pago, que se hacen pasar por serios y respetables, por publicar los anuncios de prostitución.

Hace un par de años, el director editorial de 20 minutos, Arsenio Escolar, comunicó a nuestro Consejo de Administración su deseo de prohibir para siempre la publicación de estos anuncios de putas. Algunos de ellos podían encubrir no sólo prostitución forzada por proxenetas sin escúpulos sino puro esclavismo y/o corrupción de menores. Es difícil para un diario poder distinguir lo que hay detrás de estos anuncios de doble filo que pueda ir en contra los principios que animan a una empresa editora de medios de comunicación.

En su día felicité al Consejo de 20 minutos por renunciar a una suma considerable de ingresos procedentes de esa publicidad sospechosa, denigrante no solo para las mujeres sino para todo ser humano y, cuando menos, de muy mal gusto. Estoy feliz por trabajar en un diario como 20 minutos que no publica ese tipo de anuncios. También me alegra comprobar que el diario «La Gaceta de los Negocios«, que yo fundé como director editorial en 1988, tampoco lleva esos reclamos de prostitución incontrolada.

Si alguien tiene dudas, basta con que repase algunas páginas de «contactos», «relax», etc. de los respetables e hipócritas diarios de pago para comprobar lo que digo. Algunos anuncios merecen salir en las revistas de humor pero otros merecen claramente la hoguera.

Elconfidencial.com publicó ayer lo siguiente:

«Eslava, madurita, viciosa»:

palabras que valen 6 euros para un periódico

“Brasileñas. Morbosas. Guapísimas. 100. Apartamento lujoso. Hoteles. Permanentemente”.

Cada día, los periódicos ofrecen tres o cuatro páginas completas de este tipo de anuncios por palabras, una polémica fuente de ingresos a la que sólo han renunciado, entre los diarios nacionales, 20 Minutos, Público y La Gaceta de los Negocios.

Y no se trata de una recaudación desdeñable. Como muestra, las tarifas del diario El País en su edición Madrid. Para la sección «adultos», se pide un mínimo de tres palabras. Cada una se cobra a 1,25 euros más IVA entre semana, y el domingo, 1,50 más IVA. Así, el anuncio «Eslava, madurita, viciosa», aparecido ayer en El País, y al que hay que añadir el número de teléfono, que cuenta como palabra, supuso para ese diario 5,8 euros.

Una cantidad que aumenta al añadir más palabras o imágenes, y que hay que multiplicar por los cerca de 800 anuncios de prostitución que puede contener habitualmente un medio como El País o El Mundo. Un informe aprobado en 2007 por la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y de la Igualdad de Oportunidades del Congreso de los Diputados cifra en torno a los 5 millones de euros los ingresos anuales de El País por la publicidad de prostitución. Además calculó la media diaria de anuncios de contactos en la cabecera de Prisa en 702; en El Mundo, 672; en ABC, 225; y en La Razón, 91.

Este mismo informe parlamentario recuerda que la prostitución es el segundo negocio global más lucrativo, por encima del tráfico de drogas, y sólo después del tráfico de armas. Una actividad que genera entre 5 y 7 billones de dólares y que moviliza a unas 4 millones de personas, la mayoría mujeres y niñas objeto de compra y venta para ser utilizadas como prostitutas.

Para Yolanda Barcina, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, se trata de una contradicción que los mismos periódicos que defienden los derechos humanos y que nunca prestarían sus páginas para promocionar las mafias del narcotráfico o el tráfico de armas, sí permitan la promoción de la trata de personas.

«Para las mafias este tipo de anuncios son muy cómodos, porque les ofrece completa impunidad»,

señaló Barcina, quien subrayó que la prensa «es cómplice, por dinero, de las mafias explotadoras de mujeres».

La FSM lanzó una campaña el año pasado para sensibilizar a los periódicos sobre este asunto, enviando cartas a 50 directores de diarios, y presentando 1.500 firmas ante la Asociación de la Prensa de Madrid. Según Barcina, no obtuvieron respuesta de ningún gran medio, aunque un diario local de Murcia y el Diario de Burgos renunciaron a este tipo de ingresos.

La cruzada de Fernández de la Vega

La controversia ha vuelto a la actualidad de la mano de la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, que ha convertido en una cruzada personal la eliminación de los anuncios de contactos de los diarios. De la Vega está insistiendo en los últimos días a los grandes editores de medios de comunicación, a quienes planteó el asunto en la reunión que tuvieron en Moncloa con José Luis Rodríguez Zapatero y que desveló El Confidencial.

La presión de la vicepresidenta ha llegado al consejo de alguno de los más importantes grupos editoriales, que se han planteado eliminar las imágenes eróticas de los anuncios para atenuar su impacto negativo. Aunque, tras analizar los jugosos ingresos que proporciona, han descartado prescindir de esta publicidad. Prueba de la incomodidad que suscita este asunto es que, al ser consultado, El País afirmó que no hace comentarios sobre los anuncios de prostitución, mientras que el grupo Vocento, y los diarios La Razón y Público no respondieron a las llamadas de este diario.

La crisis económica se ha convertido en un buen respaldo para la continuidad de este tipo de anuncios. En palabras de Juan Luis Cebrián, consejero delegado del grupo Prisa, las ventas de publicidad ya han bajado entre un 30 y un 40%, a lo que hay que añadir el descenso de difusión. De acuerdo con los datos de OJD, entre septiembre de 2007 y septiembre de 2008, diarios como El Mundo y El País han visto caer sus ventas. En concreto, el periódico de Pedro J. Ramírez retrocedió casi 17.000 ejemplares, y el rotativo de Prisa, 8.558.

(www.elconfidencial.com)

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