Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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«El Partido de los Ciudadanos», Lerroux y la extrema derecha, según Azúa.
Este partido me perturba, por desconocido

Como es fiesta en Madrid he tenido tiempo para leer artículos largos (y hasta libros). Por distintas razones, dos de ellos me han interesado, incluso perturbado, en el atardecer espléndido del día de Virgen de la Almundena (Virgen de la La Muralla, creo recordar, en árabe).

Uno, por desconocimiento del problema, me ha interesado especialemente. Por eso, y porque es de pago, lo copio y pego a continuación. (Creo que esto que hago ahora, citando la procedencia, no es delito).

Aunque viví de joven en Cataluña, ya no vivio allí y no percibo los matices de los habla hoy Félix de Azúa en El País .

Desde que conocimos el resultado electoral del 1 de noviembre, han surgido multitud de rumores, aún por confirmar, para explicar el fenómeno de este nuevo partido de intelectuales y de gente culta, que parece libre y hasta de izquierdas:

¿Es El Partido de los Ciudadanos de extrema derecha encubierta?

¿Está apoyado secretamente por FAES (Aznar) o por el PP para quitarle votos al PSC?

¿Es un partido de resentidos o de cabreados que no han pillado ningún pesebre o han sufrido algún desaire en sus egos particulares?

¿Acaso pueden ser, simplemente, lo que ellos dicen ser?

Debo reconocer que me sorprendió, en un primer momento, ver a mi admirado Fernando Savater apoyando la constitución de este peculiar Partido de los Ciudadanos que amenanzaba a toda la clase política establecida, con la osadía y la temeridad de David contra Goliat.

También encontré entre ellos otros nombres de personas con talento artístico y gusto por la crítica y por libertad de expresión. Uno de los fundadores, Iván Tubau, fue compañero mío en la fundación, en tiempos de Franco, de un diario que nos duró un sólo día en la calle.

La policía franquista nos lo retiró de los quioscos nada más nacer y nos quedamos sin diario y sin empleo. Se llamaba «Nivel» y guardo ese único número en mi sótano y en mi corazón.

Aquella noche bebimos y cantamos en nuestra casa de Blasco de Garay:

«Nivel, Nivel, Nivel es mucho Nivel. Por eso los Sánchez Bella se lo han cargado na más nacer».

Sánchez Bella era entonces el ministro de Información de la Dictadura que dió la orden de cierre.

Allí coincidimos (en «Publicaciones Controladas» del Dr. Julio García Peri, en la calle Sánchez Pacheco de Madrid)) gentes de todos los colores, pero todos con ansias de libertad: Manuel Martín Ferrand, Mauro Muñiz, Ismael López Muñoz, Vicentu Verdú, Pablo Sebastián, Iván Tubau, Bernardo Díaz Nosty , Alfonso Ortuño, etc., y un montón de jóvenes, todos ellos luego bien colocados en la prensa libre.

Aquel diario nuestro, tan querido y tan llorado, se parecía un poco, por lo que he leído hoy de Azúa, a este espontáneo Partido de los Ciudadanos, que se ha lanzado al ruedo de la política catalana, sin pertenecer a la clase política ya establecida y sin haber pagado previamente la entrada al coso.

Los espontáneos que se lanzan al ruedo a torear, sin permiso del tiempo ni de la autoridad competente, suelen ser recibidos con grandes aplausos del respetable -tienen su momento de gloria- pero su faena acaba pronto, pues suelen salir del ruedo esposados por la Guardia Civil.

Eso nos pasó a los jóvenes que lanzamos «Nivel«, el primer y último diario libre de la Dictadura. Pronto cambiamos el subtítulo «Diario de la mañana» por «Diario de una mañana». ¡Qué lástima!

Recuerdo que aquel fin de año sin empleo lo pasé con mi chica en el cine Callao, frente a mi actual despacho de 20 minutos. Unos minutos antes de las doce de la noche, cortaron la película y nos repartieron bolsitas con las 12 unas, que tomamos al oir las campanadas del año nuevo. Los cuatro gatos que estabamos en el patio de butacas del cine nos saludamos, cambiamos unas risas y seguimos viendo la peli: era «Irma la dulce». Nunca la olvidaré.

Este es artículo que me ha traído tantos recuerdos de los tiempos predemocráticos y me ha provocado algunas perturbaciones. Aviso: es largo, pero nadie está obligado a leerlo.

¿Quién teme al ciudadano feroz?

FÉLIX DE AZÚA

EL PAÍS – Opinión – 09-11-2006

Como es bien sabido, con ocasión del Salon de 1864 el pintor Édouard Manet expuso su célebre Olympia, un desnudo femenino que irritó profundamente a la buena sociedad parisina y cambió las reglas de la representación clásica. La gigantesca cólera desatada por el cuadro de Manet era debida a que el nuevo modo de presentar un tema clásico dejaba sin argumentos a los tradicionalistas. La estrategia artística de Manet negaba todos los valores defendidos por la vieja escuela. Los entendidos, los expertos, los coleccionistas y aquellos aficionados que se consideraban enterados, reaccionaron con violencia porque, de ser cierto lo que Manet expresaba en su pintura, entonces ellos eran una colosal mentira. También es conocido el final de la historia: eran una colosal mentira.

Algo similar está sucediendo con la irrupción de un pequeño partido posnacionalista en Cataluña, a partir de las últimas elecciones. El Partido de los Ciudadanos (PC) es minúsculo en comparación con las fuerzas que representan al nacionalismo catalán, pero la reacción que ha desatado es sorprendente y pone de manifiesto, no la amenaza de los débiles, sino el miedo de los poderosos. La astuta conducta de los medios de comunicación catalanes, que no informaron en ningún momento sobre la campaña del PC mientras duró la subasta de votos, no ha podido resistir el resultado y ahora se desborda en ataques furibundos. Un síntoma inequívoco de que el poder se siente débil.

Por si alguien supone que escribo desde una posición militante, debo aclarar que si bien formé parte del grupo que incitó a la creación en Cataluña de un nuevo partido que pudiera hablar con naturalidad sobre todo lo prohibido por el poder, en cuanto ese partido se constituyó legalmente me retiré con ánimo de no regresar nunca más a la política empírica. Si ahora escribo sobre ellos es porque nos están sirviendo una valiosa información sobre la falta de información que sufre la sociedad catalana. De modo que habría escrito exactamente lo mismo si hubiera votado a Convergencia o a Iniciativa.

La falta de información a la que aludo es una de las causas de la inseguridad del poder catalán. Cuando escribo esta crónica hay ya un acuerdo para repetir el tripartito. Es decir, que han ganado los que han perdido, pero quizás no cabía otra posibilidad. Los partidos nacionalistas catalanes son máquinas de distribución. Cualquiera de las posibles combinaciones ganadoras no se forma para cumplir el deseo de los votantes sino para satisfacer a los partidos y a sus clientelas. Contra este estado de cosas había que fundar un nuevo partido y ese partido ha conseguido tres escaños sin apenas campaña, sin dinero, sin apoyos, sin aparecer en los medios, contando tan sólo con el entusiasmo de la gente.

La victoria ha sorprendido porque la sociedad catalana carece de información responsable. Muy pocos periodistas sabían algo sobre el nuevo partido y lo que sabían era mentira. Ningún profesional de la prensa catalana intentó averiguar algo por su cuenta. Cada uno de los mediáticos de prestigio pertenece a un grupo dentro del sistema y nada que caiga fuera de tan estrecho horizonte tiene la menor importancia. La endogamia informativa ha llegado a extremos grotescos, como la creación de un comité de comisarios que vigila a los periodistas catalanes. Sin embargo, no es el momento de examinar el grado de dependencia y la falta de autonomía de los medios catalanes, sino de sacar algunas conclusiones. Y para ello nadamejor que poner algunos ejemplos de lo que está sucediendo después de las elecciones, cuando el resultado es irreparable. Quizás alguien se percate de que el estado de cosas es insostenible, que está hundiendo a la sociedad catalana en el escepticismo democrático, y trate de ponerle remedio.

Hablemos de las firmas y vayamos de menor a mayor. Como es lógico, todo el periodismo de batalla ha coincidido en calificar al PC de facha, ultraderechista y cosas semejantes. De nada ha servido que el jefe del partido se definiera como socialdemócrata, o que no haya ni un solo dato que fundamente semejante barbaridad, es decir, que este es un partido de delincuentes. Ningún responsable del PC ha hablado de inmigración y si lo ha hecho ha sido con bastante mayor liberalidad que la señora Ferrusola de Convergencia o el señor Barrera de Esquerra; ni de religión y si lo ha hecho es para declararse laico y contrario a la asignatura de religión, a diferencia de los nacionalistas; ni del aborto, las bodas gays, el feminismo y la parafernalia que trabaja ese partido estetizante, Iniciativa, como no sea para coincidir con ellos porque, la verdad, esas cosas son simplemente obvias. No importa: los Sopena, los Culla, los Cardús, los Sánchez, la infantería del sistema, han afirmado que el PC es de extrema derecha.

Era de esperar, por así decirlo, entre la gente de faena, pero subamos un peldaño. Toni Soler es una figura de la radiotelevisión catalana y escribe en La Vanguardia. Es una de esas estrellas locales que viven de luchar heroicamente contra la microscópica presencia del PP y que jamás han tocado un pelo al poder. Sin embargo, la aparición del PC le ha puesto nervioso. He aquí lo que escribía Soler el domingo 5 de noviembre: «(Para el PC) el nacionalismo catalán va de Carod a Piqué, inclusive, y dicen una frase en cada idioma, para demostrar que el idioma no les importa, es decir, que si el catalán desaparece no soltarán ni una lágrima». Esto lo escribe Soler en castellano. Es otro de los innumerables nacionalistas que considera justo multar a un tabernero por no rotular en catalán, pero que desea seguir cobrando sus artículos en castellano, por favor. Con esta moral es difícil informar objetivamente.

Subamos otro peldaño, lleguemos a periodistas prestigiosos y a los que respeto. Ese mismo día y en el mismo órgano de los conservadores catalanes, Enric Juliana escribía: «El despliegue del Partido de la Ciudadanía en España sólo es posible con el apoyo estratégico de un poder fuerte. La FAES es uno de ellos y ha amenazado con querellarse contra quien diga que suya es la mano que mece la cuna». Debo confesar que el párrafo me ha desconcertado porque soy lector habitual de Juliana, uno de los escasos periodistas catalanes que utiliza el castellano con elegancia. Su posición siempre ha sido clara, es simpatizante de Convergencia, pero no es un palanganero. Suelo oírle en la tertulia de Carlos Herrera y me parece un hombre equilibrado. Que utilice una falacia tan absurda es significativo sobre el grado de intoxicación de los periodistas catalanes. La gente que ha conseguido tres escaños se los ha trabajado como antaño los clandestinos que luchaban contra Franco: aguantando los ataques del régimen en pleno y sin el menor apoyo de nadie como no sea el desinteresado y generoso de mucha gente que está harta de tanta falacia. Que sólo les hiciera caso la prensa de Madrid no es culpa suya, sino de la prensa de Barcelona.

Y acabemos de subir la escalera hasta un nivel que puede costarme una amistad. El viernes 3 de noviembre, Xavier Vidal-Folch, el director de la edición catalana de este periódico y amigo personal, hacía un balance de los resultados. Escribía lo siguiente: «La gran novedad, Ciutadans, ese nacionalismo neoespañolista». Pasaba luego a anunciar que el partido practicará el lerrouxismo, que acabará en manos de la extrema derecha, y terminaba diciendo: «¿Nuevo el nacionalismo español? ¿O el más rancio y cutre de los nacionalismos hispánicos?». Esta es la opinión de un gran profesional catalán que ha vivido en Bruselas durante años y conoce la prensa europea. Si estuviéramos en Europa habría que hacerle algunas preguntas: ¿Qué es, en su opinión, el «españolismo»? ¿Algo así como el catalanismo, un apego cultural? ¿Que te guste la música de Albéniz, el Museo del Prado y las novelas de Mendoza? ¿Hay que añadir, para radicalizar, la jota en plan sardana, los toros en plan castellers, el Valle de los Caídos en plan Montserrat? ¿O más bien será españolista alguien que se oponga al populismo del odio contra los españoles tipo Rubianes? ¿Y que sería un «neoespañolismo»? ¿O es sólo un modo de clasificar para evitarse el análisis? ¿Pereza o desinformación?

El lerrouxismo y la extrema derecha son fantasmas constantes en Cataluña, quizás por ser dos de las más frecuentes tentaciones catalanas, desde el carlismo del XIX hasta los Requetés franquistas. Son espantajos que carecen de contenido ya que toda situación histórica es irrepetible y para acabarlo de arreglar nadie sabe muy bien en qué consisten. ¿Es un lerrouxista a la inversa Artur Mas cuando se inventa un carnet de puntos para inmigrantes? ¿O Maragall cuando le concede la nacionalidad catalana a Montilla por lo bien que se ha portado? Cuando un término más o menos técnico se usa como insulto hay que suponer que de lo que abunda en el corazón habla la boca.

Lo mejor sin embargo es el final. «Rancio» y «cutre» son de nuevo adjetivos muy frecuentes entre los defensores de la buena sociedad catalana, aunque deben aplicarse exclusivamente al llamado «nacionalismo español». Que Artur Mas se arrodille ante la tumba de Wifredo el Velloso, que todos los partidos canten Els segadors con la mano en el pecho y lo hagan obligatorio en las escuelas, que peregrinen a los lugares sagrados, que prohíban a los escolares hablar en castellano en el patio, o que sólo hayan leído a Prat de la Riba y otros genios de la filosofía política, no es, para ellos, ni «cutre» ni «rancio». Debe de ser lo más progresista, aunque sólo en Cataluña. ¡Qué pésima información, Dios mío!

En efecto, un partido sin dinero, sin campaña, sin apoyo mediático, en cuatro meses ha conseguido tres diputados. Ahora el poder catalán puede reaccionar de dos modos distintos: temblando de miedo e insultando como hasta ahora viene haciendo, o poniendo remedio a lo que ha provocado 90.000 votos para el nuevo partido, 60.000 votos en blanco, la más alta abstención de la historia de Cataluña, y un panorama para el futuro Gobierno que cada vez nos acerca más a la Italia de los años de plomo. O a cosas peores. Quizás ellos se sientan a gusto en este ambiente de sauna para padrinos. Los demás, no.

Félix de Azúa es escritor.

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El segundo artículo que me ha interesado hoy se titula:

North Koreans in Czech jobs: Slave labor?

(Norcoreanos en trabajos checos: ¿Trabajo de esclavos?)

de Mindy Kay Bricker

No se si podré copiarlo y pegarlo aquí, para los que entiendan inglés. Lo ha publicado el Internatinal Herald Tribune en su págína 3, con fotos y mapas de la zona. Por si acaso, resumo el tema:

Mujeres norcoreanas van a trabajar a Chequia a destajo. Son muy buenas costureras y cosen fundas de asientos de coches de lujo (BMW, Mercedes, etc.) a gran velocidad. Por su eficacia, llegan a cobrar más que el salario mínimo de este país de la Unión Europea, algunas el doble.

Y aquí viene la historia. Sus sueldos son ingresados -se presumía que voluntariamente- en una cuenta de un banco de Corea del Norte. Y gran parte de esos salarios nunca llegó a sus familias. Se lo quedaba el Estado, con explicaciones tan estrafalarias como donativos presuntamente «voluntarios» para, por ejemplo, el cumpleaños del gran líder Kim Jong Il.

Ninguna mujer se atrevíó a denunciar estos abusos de la cruel Dictadura hereditaria norcoreana. Todas ellas temen por lo que pueda ocurirle a los miembros de su familia que viven en Corea del Norte si protestan por la merma incontrolada de sus ingresos.

Si no hay denuncia concreta, la Unión Europea apenas puede hacer nada legalmente contra esta moderna esclavitud laboral.

¿Esclavos en nuestra propia Unión Europea y en el siglo XXI?

Ya lo ven.