Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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«¿Es el dedo con el que nombró a Rajoy?»

Alguien podrá pensar -y no le faltará razón- que el ex presidente Aznar no me cae bien. Sin embargo, hace años que dejé de afilar un hacha personal contra él. Tenía mis legítimas razones: por venganza. Afortunadamente, hace tiempo que le perdoné. La venganza sólo hiere a quien la desea. Y aquel miserable -creía yo- no merecía tanta atención.

Al terminar la entrevista preelectoral que le hice a Aznar en TVE, un par de días antes de su primera victoria, salí del estudio de Prado de Rey con cierto desasosiego. No sabía muy bien por qué. No era por razones ideológicas ni políticas, pues media España estaba ya harta de los escándalos de corrupción de los últimos años de Felipe González.

La alternancia en el Poder me parecía saludable. En 1996, no voté a Felipe González pese a que le profeso admiración y afecto. Desde luego, en aquel momento, Felipe merecía perder el Poder. Sin embargo, tuve, de pronto, la impresión de que su competidor, José María Aznar no merecía sucederle en el cargo. Mi desconfianza hacia aquel candidato presidencial carecía de base política: era puramente personal, física.

No me gustó su forma de mirarme ni de sonreirme. No me fiaba un pelo de ese hombre. Me recordó al ex presidente Richard Nixon: sencillamente no le compraría un coche usado a José María Aznar.

Las cámaras de televisión (especialmente en directo, sin montaje) no engañan: emiten lo que reciben. Y el lenguaje corporal es el 80% del mensaje. Las palabras apenas alcanzan al 20%. (Pueden comprobarlo si repasan la entrevista que le hice a José María Aznar en 1996 en la web www.rtve.es).

Por eso mismo, la imagen de Aznar con el dedo corazón estirado, buscando el culo de los airados estudiantes, nos dice más sobre personaje que todos sus discursos. ¿Quién recuerda ya lo que dijo en la Universidad de Oviedo?.

Ese dedo le perseguirá ya toda su vida, junto a su foto con el ominoso George W. Bush en las Azores, antes de lanzar la invasión y la matanza ilegal contra Irak.

Ya no podrá engañarnos más haciéndose pasar por un líder de la derecha civilizada. Derecha sí, pero no civilizada. La derecha civilizada española siempre presumió de buenas maneras, de cierta urbanidad. ¡Si Cánovas, Maura o Dato levantaran la cabeza!

La derecha actual, en cambio, saca lo más guarro de sus entrañas para responder a los insultos universitarios. Llaman «criminal de guerra» a Aznar, uno de los invasores de Irak, y el invasor les manda, gestualmente, a tomar por culo. ¿Dónde se ha visto tal cosa?

La derecha actual llama «hijos de puta» a sus colegas de partido. Así lo hizo la lideresa Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid y aspirante a sustituir con su dedo al dedo de Aznar.

¿Adonde vamos a ir a parar?.

¿Hay alguien en la derecha educada capaz de reeducar a Aznar y a Esperanza Aguirre? Después de ocho años en el Poder, sería saludable para la democracia que se produjera la alternancia entre la derecha y la izquierda. Pero, por el camino que llevamos, Zapatero podría jubilarse en La Moncloa. Los votos no los dirige el estomago ni la cartera, la crisis económica ni la expansión. Estoy convencido -por experiencia- de que no votamos con el cerebro. Lo hacemos -mal que le pese a algunos- con el corazón. La política -dicen los estudiosos del cerebro- ocupa el mismo lugar que la religión o el deporte: está en el rincón privilegiado de las emociones, no del razonamiento. Votamos -y me alegro- con el corazón. Con el corazón, sí. Pero no, precisamente, con el dedo corazón, señor Aznar. Ese puede usted destinarlo a menesteres más nobles que el culo de sus detractores.

El titular de este post no es mío: lo escuché a no se quién en la radio y lo adopté para archivar con él la foto del dedo ya indestructible de Aznar en este blog que tengo tan abandonado.

Como con las portadas de El Jueves, también yo tenía otro titular con el que archivar la foto, pero me pareció de mal gusto, impropio para lectores de la derecha civilizada.

Era éste:

¿A qué huele el dedo de Aznar?

Menos mal que, por urbanidad, lo quité.

El dedo

Juan Cruz en El Pais (20 2 10)

Aznar es muy inteligente. Ha levantado el dedo corazón de la mano izquierda y todo el mundo se ha puesto a mirar hacia ese dedo. Cuando en realidad tendríamos que estar mirando lo que dijo.

Pepa Bueno (TVE-1) lo subrayó enseguida: lo que había sucedido no era tan sólo que unos estudiantes maleducados impidieran hablar al presidente, ni que éste levantara el dedo corazón de su mano izquierda. Lo interesante es lo que dijo, mientras pudo hablar, en medio de su melodrama patrio. A Zapatero lo llamó pirómano. Y dijo que hacían falta muchas brigadas de bomberos para recoger los escombros de este país fundido. Dijo «fundido». Y dijo que Zapatero lo había hecho escombros. Tiene derecho el español sentado a preguntarse qué ha tenido que ocurrir en esa cabeza para que anide en ella ese odio que parece una lengua de fuego. El dedo sirve para enmascarar el odio, porque ahora hablamos del dedo y no del odio.

Wyoming (La Sexta) se lo tomó a broma, que es su función en El intermedio. Quizá los bomberos que busca Aznar están, dijo el excelente humorista, posando desnudos para los calendarios. Fernando Garea ha recogido en su blog de ELPAÍS.com una frase de Carlos Fuentes (de su novela La voluntad y la fortuna) que explica muy bien el ceño fruncido del Aznar tronante. Dice Fuentes, acerca de uno de sus personajes: «Sólo será visto como un buen presidente si sabe ser un buen ex presidente».

Fernando Vallespín (Hoy, CNN +, con Gabilondo) fue por el mismo lado en su ponderado silencio sobre el exabrupto: «Un gobernante ha de mantener unos mínimos». Esos mínimos pueden haber sido destruidos por el famoso dedo. Pero lo cierto es que si uno atiende al discurso con el que el ex presidente chorreó a Zapatero, Aznar ha decidido dejarse los mínimos en casa. Dijo Esteban González Pons, el portavoz del PP, que en lugar de insultarle tendrían los estudiantes que admirarle, porque él nos solucionó el pasado y podría solucionarnos el presente. Quería Pons que no miráramos al dedo. Pero el dedo está enhiesto; ya no lo podrá borrar nadie. Es una firma que borra más que un incendio.

FIN