Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Ministro Bermejo:»¿Quién controla al controlador?»

El ministro de Justicia , Mariano Fernández Bermejo, no tiene pelos en la lengua. Por eso, ayer hizo unas reflexiones sobre la prensa y otos poderes fácticos que «atacan la independencia judicial» y se preguntó:

«¿Quien controla al controlador?»

Los titulares de las portadas de hoy no dejan lugar a dudas en lo que se refiere al final del juicio por el 11-M. Estos son los de El Mundo y El País, como la noche y el día.

¿»Apoyan» contra ETA o «escenifican»? ¿En qué quedamos?

El País y El Mundo difieren un poco en el sujeto de portada de hoy («Todos los partidos…» y «Zapatero y todos los grupos…») pero difieren completamente en el verbo («apoyan» y «escenifican«) y en los complementos («con firmeza» y «sin concretar nada«).

¿En qué quedamos?

¿Apoyan todos los grupos, de verdad, a Zapatero contra ETA, como dice El País, o lo hacen de boquilla, y «sin concretar nada», como dice El Mundo?

.

Teniendo en cuenta que El Mundo y la muy católica COPE funcionan, a menudo, como correa de transmisión del Partido Popular , me echo a temblar. Si la información sobre la que se apoya Pedro Jota para meter la cuchara en su titular de portada (falsamente informativo) es de buena fuente, podemos pensar que la tregua «escenificada» por Rajoy al salir de La Moncloa y en el Congreso es una tregua trampa. Y eso no es bueno para nadie, salvo para ETA.

Ojalá los hechos desmientan, como tantas veces ocurre, a Pedro Jota y la tregua anunciada por Rajoy, para apoyar al Gobierno en su lucha contra ETA, sea sincera. No olvidemos que, aunque le deba obediencia, Rajoy no es Aznar. Que sepamos, Rajoy no mintió del 11 al 14-M, como sí lo hicieron Aznar, Acebes y Zaplana sobre ETA en el 11-M, para ganar tiempo y votos. En esa tropelía, Rajoy me parece que está limpio y algún día podría gobernar España sin que la gente legal tuviera que avergonzarse de él.

Desde luego, si Rajoy no apoya, de verdad, a Zapatero en su lucha para derrotar a ETA -y sólo «escenifica» ese apoyo como sugiere El Mundo– vamos listos.

Me gustaría que lo de El Mundo de hoy fuera, simplemente, otra mentira más…

No sería tan raro.

¿Quién les dijo que si era ETA ganaban?

LUIS ARROYO en El País

14/06/2007

Aquella mañana del 11-M alguien en Génova predijo que si la autora del atentado era ETA, el PP ganaría tres días después. Por eso las llamadas a los directores de periódico y a los embajadores para decirles que era ETA, la exigencia de una condena explícita de la ONU, programas en televisión sobre ETA, y la insistencia de Acebes en la «línea prioritaria» que, según decía, era ETA. Aún hoy sentimos los efectos de aquel error primigenio: los estrategas mediáticos siguen buscando conexiones, cada vez más pintorescas, entre ETA y los yihadistas; Acebes y los «peones negros» dicen que quieren saber «la verdad», y Rajoy les da la razón con ambigüedad. Y cuando los fiscales fulminan, como hicieron el lunes y el martes en el juicio del 11-M, la «teoría de la conspiración» derivada de aquella obsesión original con ETA, al día siguiente se les acusa de vilipendiar a la prensa y a los políticos que la promovieron. El beneficio para los promotores es que dos o tres de cada diez ciudadanos dudan y desconfían. Pero el coste de poner en solfa a la Justicia, a los fiscales, a los policías, a parte de la prensa, a parte de las víctimas, a los servicios secretos, al Gobierno…, es demasiado elevado para justificar un pecado original que quienes nos dedicamos a la comunicación detectamos hace tiempo.

El error originario fue dar más importancia a los hechos que a las percepciones y a lo racional que a lo emocional. No es el huracán Katrina lo que hace descender la aprobación de Bush, sino la torpeza de su respuesta inicial. Y a la inversa: no son los recursos desplegados por Schroeder para resolver los efectos de las inundaciones en Alemania en 2002 lo que le ayuda en la reelección, sino que calzara unas botas de lluvia, se pusiera al mando y visitara zonas afectadas. No fue la dirección de los bomberos de Nueva York -muy controvertida, por cierto- lo que convirtió a Giuliani en el «alcalde de América», sino su dominio de los símbolos del liderazgo y su valiente presencia en la Zona Cero a los pocos minutos del ataque.

La puesta en escena no es sólo marketing. Consiste en ofrecer a los ciudadanos el marco adecuado, la metáfora necesaria, como nos pide Lakoff, el pensador de moda entre los progresistas, en su librito No pienses en un elefante. En crisis exógenas los ciudadanos recurren a la narrativa de héroes y villanos. En los ataques terroristas, en principio, el villano es el terrorista y el héroe el Gobierno. La necesidad de una guía se hace apremiante, e incluso en casos como el de Beslán, cuando Putin responde brutalmente a los secuestradores y niños mueren en la «liberación», el villano es el terrorista y no el Gobierno.

Este fenómeno se llama «rally ‘round the flag»: cuando hay amenaza nacional, los ciudadanos se unen en torno a sus líderes, adoptan un «patriotismo de emergencia», aplazan las disputas ideológicas y apoyan (en principio) a quien les gobierna. El marco del padre -estricto o protector, en la descripción de Lakoff- se aplica al instante. El efecto suele generar, si se gestiona bien, un incremento en los índices de aprobación de los líderes.

El atentado del 11-M, por tanto, no tenía por qué influir por definición en el resultado electoral en una dirección negativa para el Gobierno del PP. La dirección contraria era tan probable o más que la que finalmente tomaron los acontecimientos. Lo que los ciudadanos esperaban era coraje y sensibilidad. El Gobierno de Aznar y Rajoy apareció acobardado y arrogante ante los ciudadanos. Empeñado en que si eran los islamistas los ciudadanos les castigaríamos por el apoyo a la guerra de Irak, la comunicación fue marrullera y engañosa.

Veamos qué podría haberse hecho. Primero, aprovechar el caudal de apoyo público que nace naturalmente en esas situaciones: Aznar lo despreció y estuvo solo. Rechazó reunir el Pacto Antiterrorista, cortó la comunicación con la oposición y forzó un eslogan en la manifestación que los demás tuvieron que aceptar.

Segundo, mostrar fuerza, cercanía y confianza. En la fase de eclosión de la crisis, se observa el carácter. Aznar y Rajoy resultaron débiles, lejanos y mentirosos; a la defensiva. Basta recordar aquella sorpresa en la noche de reflexión. Ese hombre que entraba a la hora del Telediario, y que al tiempo que intentaba transmitir la potencia y la solvencia de un líder («Me llamo Mariano Rajoy y soy candidato a la presidencia del Gobierno…»), denunciaba las manifestaciones «gravemente antidemocráticas» a la puerta de sus sedes. La imagen era tristemente coherente con la de sus compañeros de partido, que últimamente tenían que entrar en los auditorios por la puerta de atrás.

Tercero, al comenzar una crisis se exige buena disposición. Habría bastado algún guiño: por ejemplo, aplazar el debate sobre responsabilidades y ofrecer una comparecencia parlamentaria. Es cierto que los líderes que apoyaron la guerra de Irak cayeron en aprobación (Blair, Bush, Durão), o en elecciones (Berlusconi, Santana Lopes), pero del 11 al 14 no se dirimía una decisión política, sino una cuestión de carácter.

Cuarto, durante una crisis se dice lo que se sabe, sin enredar. Acebes tardó nueve horas y media en informar de la aparición de la furgoneta en Alcalá, doce en hablar sobre la bolsa con el artefacto desactivado, seis para contarnos la detención de los sospechosos y cinco para la aparición del vídeo reivindicativo. Sólo dos horas tardó en llamar mentiroso a Otegi, y diez minutos en desacreditar la llamada de ETA. Y mientras Acebes se aferraba a lo inverosímil (ETA), otras fuentes avanzaban lo verosímil (los yihadistas). En ausencia de información oficial creíble, los medios desplazaron su atención hacia la propia actitud del Gobierno. Y cuanto más hablaba Acebes, peor para él, paradójicamente.

Y quinto, la arrogancia se paga. Puedes ser tenaz, pero no arrogante. No debes situarte contra las víctimas. Ni siquiera cuando te gritan en la calle o cuando se manifiestan frente a tu casa. Las maniobras de autoexculpación se penalizan y se premian la buena disposición y la humildad.

Es dudoso que con una comunicación de crisis responsable y limpia el PP hubiera ganado las elecciones (los sondeos de aquellos días indicaban empate y una mejora del PSOE durante la campaña), pero se empeñaron en demostrar lo mismo que durante años, a propósito del Prestige, del Tireless, del Yakovlev o de la guerra de Irak: arrogancia y opacidad. Los ciudadanos perdonan uno y cien errores, pero cuando hay que demostrar carácter exigen líderes fuertes, cercanos y fiables. Justo lo contrario de lo que vimos aquellos cuatro días.

Luis Arroyo es sociólogo, autor de Los cien errores de la comunicación de las organizaciones, y director del Gabinete del secretario de Estado de Comunicación.

FIN

Me entristece tanto ver lo bajo que están cayendo algunos colegas y algunos periódicos, en el tratamiento desinformativo y en sus opiniones sobre la catástrofe y el juicio del 11-M, que me cuesta hacer comentarios sobre el asunto sin enfurecerme… o sin avergonzarme de mi antigua profesión.

¡Qué lástima!

El bulo de la conspiración. Me avergüenza mi profesión

¨

Navarra y el 11-M, a toda máquina

Me ha quedado un poco chungo el recorte de la primera de El Mundo porque le di la misma anchura en el Photoshop que a la noticia de El País y apenas se puede leer.

Fijémonos en los titulares.

El País utiliza el verbo «rematar» para dar por muerta la teoría de la conspiración que, auspiciada por el trío Pinocho, trata de responsabilizar a ETA por la matanza de 11-M.

El Mundo, convencido quizás de que la teoría conspiratoria ayudó a la victoria pírrica de PP en la municipales y autonómicas, sigue, erre que erre, alimentándola sin desmayo. Por eso, adjudica a la perito de los Tedax ese «cambia ahora» tan escasamente neutro.

Cuando un perito señala alguna duda que conviene a los intereses de la teoría conspiratoria, El Mundo le atribuye valor de portada a cinco columnas y la acepta como un dogma que va a misa.

Si, por el contrario, contradice su loquinaria versión exculaptoria de las mentiras de Aznar , en ese caso, pierde importancia tipográfica, considera que no dice la verdad y se pregunta por qué lo hará, con el fin de sembrar nuevas dudas sobre la presunta autoría islamista del 11-M.

Reconozco que tuve la falsa premonición de que, al concluir la campaña electoral, los apóstoles de las mentiras masivas del 11-M reducirían su agitación y propaganda. Me equivoqué.

Algunos fundamentalistas de la derecha habrán atribuido el pequeño triunfo electoral del PP (150.000 votos más que el PSOE) -que ellos llaman «histórico«- al estado de movilización permanente de sus militantes, gracias a la teoría conspiratoria de ETA en el 11-M, a que «España se rompe» y a que «Zapatero se rinde ante ETA».

Son mensajes sencillos, tan verosímiles como falsos, pero muy eficaces para personas que recurren más a la fe que a la razón y poco acostumbradas a desentrañar problemas complejos.

Ahí va un simpático articulo de Migel Angel Aguilar:

En el balcón de la victoria

MIGUEL ÁNGEL AGUILAR en El País 29/05/2007

La noche del domingo hubo balcón en Génova que debió improvisarse otra vez con mecano tubo sobre la fachada de la sede nacional del Partido Popular. Tenemos nuevas elecciones en puertas y convendría que se procediera desde ahora mismo a tramitar las oportunas licencias municipales que permitan dotar al edificio de un balcón permanente de manera que los líderes puedan corresponder cuantas veces sea necesario al entusiasmo siempre a punto de la militancia. Esta vez se ha desencadenado tras una diferencia a escala nacional de 155.991 votos más sobre los 7.758.093 que se han apuntado los candidatos del PSOE. La diferencia en términos porcentuales representa un 0,7% pero ha servido también para cantar victoria. Con menos motivo se apuntó Napoleón la victoria en el campo de Eylau. Además de que los resultados arrasadores en la ciudad y en la Comunidad de Madrid tampoco pueden minimizarse, como si no estuvieran apuntando otra dimensión del problema para el PSOE.

En la sede socialista de Ferraz los balcones son impracticables, como si fueran de atrezo, y nadie ha cuidado en las últimas ocasiones electorales de procurar una instalación análoga a la de sus competidores. Prefieren celebraciones más discretas, de interior, sin concentraciones al aire libre. Se diría que los del PSOE vienen de una tradición diferente. Sólo cuando la primera victoria en las generales del 28 de octubre de 1982 Felipe González y Alfonso Guerra se asomaron tímidamente a una ventana del Hotel Palace para recomendar enseguida a los incondicionales que se disolvieran y regresaran a casa. No tienen la cultura del balcón, un elemento que ha sido postergado en la arquitectura de la Villa y Corte a partir de Gutiérrez Soto, el impulsor de las terrazas que luego se cubren arbitrariamente, cada uno por su cuenta, con el consiguiente deterioro del aspecto exterior de las construcciones.

Aceptemos que si las grandes ocasiones parlamentarias se conocen por los chóferes, los triunfos electorales se distinguen por sus celebraciones. En todo caso, nada comparable al momento estelar de la salida al balcón, cuando la muchedumbre reclama impaciente la comparecencia de los líderes victoriosos. Hay que imaginar la situación previa, que transcurre en la habitación contigua, convertida en improvisado patio de cuadrillas momentos antes de que suenen los clarines y se abran las puertas para iniciar el paseíllo. Entonces debe disponerse quienes saldrán, el orden de aparición en escena y la posición en que quedarán expuestos. También quién ocupará el centro, los turnos de palabra y otros detalles de la animación corporal. Cuidado, porque pueden cundir los disgustos entre los que se consideren postergados sin posibilidad de asomarse, retenidos en las bambalinas. Algunos pisarán el balcón sin problemas de timidez pero otros necesitarán para hacerlo estimularse con alguna dosis de coñac salta parapetos.

La tradición del PP con los balcones se inauguró en Carabaña aquel Viernes Santo 7 de abril de 1996, dos semanas después de la primera victoria electoral de José María Aznar sucedida el 28 de marzo anterior. Allí estaban junto al líder, Ana Botella, Pedro José Ramírez y Rodrigo Rato. A todos ellos los echamos de menos la noche del pasado domingo en el balcón de Génova junto a Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz-Gallardón y Ángel Acebes. Porque nadie discutirá la colaboración extraordinaria de José en la campaña con intervenciones como la de Calatayud y otras a dúo con Ana confirmando el amor que se tiene el matrimonio ya cargado de nietos. Sabemos de la ingratitud de la política y dice Joan Manuel Serrat en su canción A quien corresponda «que a los viejos se les aparta / después de habernos servido bien». Pero tampoco, porque basta ver al ex para desmentir que el suyo sea un caso de ancianidad. Entonces, ¿por qué han prescindido del gran timonel que sigue marcando el rumbo en medio de navegación tan procelosa, sin temblor alguno en su pulso? Añadir a Rato hubiera dado un toque internacional y habría sido un reconocimiento a sus negros augurios sobre la economía española, cualquiera que sean los datos positivos que ofrezca. En resumen, ampliar el balcón y explicar de paso la ausencia del incombustible Zaplana.

FIN

ETA-11-M: 4 a 1 en El Mundo y 0 a 4 en El País

Mi gozo en un pozo. El Mundo sigue erre que erre con su teoría conspiratoria sobre ETA en el 11-M, aunque en tono cada vez menor.

Hoy dedica una columnita a dar voz a «El Egipcio» en el juicio del 11-M y cuatro columnas -no sabemos por qué- al candidato líder de la derecha francesa (¡y con foto de relleno!) donde viene a decir, más o menos, que ETA es muy mala.

ETA/11-M: 4 columnas a 1 en El Mundo.

El País le dedica sus cuatro columnas al juicio del 11-M con un titular que «desbarata la tesis de la conspiración» y cero columnas a ETA.

ETA/11-M: 0 columnas a 4 en El País.

Navarra y la violencia

JOSEP RAMONEDA en El País

27/02/2007

Si Arnaldo Otegi fuera el líder de un movimiento civil con autoridad sobre ETA, a la vista de sus declaraciones a La Vanguardia diríamos que el proceso de fin de la violencia en Euskadi puede pasar por momentos difíciles pero es irreversible -«no tiene alternativa»-, que la izquierda abertzale se va preparando para un futuro en el marco de la legalidad democrática -«de un tablero de la confrontación a un tablero de la seducción»- y que Batasuna es consciente de los límites del proceso -«el Estado no tiene que pagar ningún precio político a ETA, ni tampoco a nosotros»-. Pero demasiadas veces hemos asistido al mismo rito: Otegi propone y ETA dispone. Demasiadas veces los gestos significativos de incorporación a las reglas del juego por parte de Batasuna -«el proyecto independentista necesita la adhesión de la mayoría»- han sido inmediatamente desautorizados por la autoridad militar.

Por tanto, prudencia. Y, en este sentido, sorprende la prisa del presidente del Gobierno en salir inmediatamente a aplaudir a Otegi. El presidente no puede transmitir la sensación de que está pegado al transistor a la espera de cualquier signo de validación del proceso por parte de la izquierda abertzale. Zapatero no puede poner en evidencia su ansiedad corriendo al quite de unos gestos que son por definición equívocos.

Sin embargo, una de las virtudes del mensaje de Otegi es que deja muy claros los puntos clave del proceso: Navarra y la violencia. Dos cuestiones para que ETA pueda, de alguna manera, justificar su miserable historia. Vayamos por partes. Después de afirmar que el Estado no tiene que pagar precio político, Otegi deja claro que el punto central de todo el proceso es Navarra. O si se quiere decir al revés: «El espacio a cuatro territorios», utilizando la expresión del propio Otegi. Otegi sabe que la Comunidad Foral de Navarra puede rechazar la fusión con los tres territorios vascos y sabe perfectamente que un Parlamento a cuatro sería mucho menos soberanista que el Parlamento vasco actual. Y, a pesar de ello, la cuestión de Navarra es para él la prioridad absoluta, la clave del desenlace del proceso. ¿A qué pueden aspirar ETA y Batasuna? Simplemente, a que se ponga sobre la mesa. A lo sumo a que un día se vote en referéndum si Navarra quiere incorporarse a la comunidad vasca. Un referéndum en que todo el mundo sabe que la respuesta será «no».

¿Por qué entonces tanta insistencia en este punto? Por una cuestión simbólica: ETA necesita, para justificar su historia, demostrar que ha hecho cambiar algo. Y este algo sería poner la cuestión de Navarra sobre la mesa. Es simplemente escenificar por unos días el mapa de Euskal Herria. Después el referéndum diría: «No». Y quedaría el mapa. Una referencia simbólica. Los nacionalistas son así. Es el único filón que les queda a los etarras para disimular su fracaso. ¿Es esto un precio político? ¿Es una concesión excesiva a cambio del fin de la violencia?

La segunda cuestión es la de la violencia. Una vez más Arnaldo Otegi acude a los circunloquios para evitar la condena de la violencia: «¿Por qué no condenamos la violencia?», se autopregunta. Y no responde. Sin embargo, añade: «Hay una cosa que hay que aclarar. La ley de Partidos no exige la condena de la violencia. Es más, dice que la no condena de atentados no es suficiente para ilegalizar un partido». Otegi no condena la violencia porque la autoridad militar competente no se lo perdonaría. Por una razón muy sencilla: ETA y la violencia son la misma cosa. La fuerza de ETA es la intimidación, la capacidad de activar el operativo de la violencia.

Condenar la violencia equivale a negar a ETA. Y este es un paso que Otegi nunca podrá permitirse. Este nuevo rechazo a condenar la violencia de un modo explícito confirma que Otegi y Batasuna no tienen la menor intención de salirse de la sombra de ETA. Lo cual puede parecernos mal, pero es seguramente, al mismo tiempo, una condición necesaria para llevar a ETA hasta su propio final.

La resistencia de Otegi a condenar la violencia plantea una cuestión. ¿Es necesaria esta condena para que el proceso de fin de la violencia sea posible? Lo que es necesario es el cese de la violencia, no la condena de la violencia. Y el matiz no es menor. Condenar la violencia es negar a ETA su razón de ser, que es lo que los abertzales tienen prohibido. Es deconstruirla automáticamente, para decirlo a lo cursi. Dejar la violencia es una decisión de ETA. Es ella misma la que decide renunciar a su propia naturaleza y desaparecer, porque sin violencia ETA desaparece automáticamente. Y ésta es la decisión realmente importante.

La obsesión en conseguir la condena de la violencia -es decir, de ETA- por parte de la izquierda abertzale no debe convertirse en algo más importante que el cese de la violencia, que es el objetivo del proceso. Y hay determinados discursos, especialmente desde la derecha, que parecen más interesados en la condena de la violencia que en su final. Naturalmente, las declaraciones de Otegi no pueden leerse fuera de su contexto. Y el contexto es la inminencia de las elecciones municipales en las que Batasuna se juega parte de su futuro. La ruptura de la tregua ha dejado a Batasuna sin pista en la que aterrizar para incorporarse a la campaña electoral. Y Otegi está tratando de construirla a marchas forzadas.

Si Otegi y Batasuna no pueden condenar la violencia de ETA, porque equivale a despedirla antes de que ella haya dicho su última palabra, hay una sola manera de que la pista esté despejada y Otegi y los suyos puedan entrar en la carrera: que ETA anuncie que el atentado de la T-4 fue el último de su historia. O sea que las declaraciones de Otegi resumen la aporética situación en la que se encuentra Batasuna: si condena la violencia, ETA le desautorizará a bombazos, y si no lo hace, necesita que ETA dé por terminada la violencia, cosa que parece imposible con la premura de tiempos que marca el calendario. Y, al mismo tiempo, seguir esperando la decisión de ETA confirma la principal razón de la ilegalización de Batasuna: su vinculación con la organización terrorista.

Otegi ha roto algún tabú y ha acercado el discurso abertzale al marco institucional. Pero falta todavía algún paso más para que la izquierda abertzale se pueda incorporar a las elecciones. Y estos pasos, en parte, dependen de la voluntad de ETA de la que Otegi, al negarse a condenar la violencia, sigue siendo deudor.

Es positivo, sin embargo, que Otegi dibuje un escenario de futuro con un partido abertzale luchando por la independencia por la vía de la seducción democrática y no de la confrontación violenta, al modo, por ejemplo, de Esquerra Republicana en Cataluña. Éste es el punto de llegada del proceso en el que está de acuerdo una amplia mayoría de ciudadanos. A Otegi corresponde conseguir que ETA dé el único paso que falta para que esto sea posible. A cada cual sus responsabilidades.

FIN

¿Tiene Otegui el síndrome de Yoyes o es algo peor?

¿Acaso tiene Otegui el síndrome Yoyes, asesinada por sus ex colegas de ETA cuando decidió abandonar el terrorismo?

¿Cómo se dirimen las disidencias dentro de una banda terrorista o dentro del partido político, correa de tansmisión, que no condena sus acciones de terror?

¿Se reparten la caja cuando hay un cisma o se lían tiros entre ellos, como ya ocurrió en otras ocasiones?

No entiendo muy bien lo que está pasando. Llevo un par de días sin ganas de leer la prensa -leyéndola a regañadientes- sin ganar de escribir en el blog y con un cierto malestar de estómago. No se si es simplemente por miedo o está provocado, quizás, por la torpeza de la izquierda y la indecencia de la derecha, exhibidas en uno de los momentos más graves y una de las oportunidades más irrepetibles de nuestra reciente historia del terror.

Es fácil criticar los toros desde la barrera, o desde el blog, y deberíamos estar en el cuerpo de Zapatero, de Rajoy o de Otegui para tratar de entender por qué cada uno de ellos se comporta de la manera en que lo hace.

No puedo aceptar la reacción facilona de que todos los políticos son iguales, porque estoy firmemente convencido de que no es cierto. Pero entre los políticos hay reacciones tan miserables que me producen, primero, asco y, luego, pena, mucha pena.

Durante los momentos más difíciles de la transición política, más de una vez oí decir al entonces vicepresidente Fernando Abril Martorell que en situaciones extraordinarias la sociedad podría proveernos de personajes también extraordinarios. En aquellos tiempos, ya lejanos, fue cierto pero ¿hoy?. ¿Donde están escondidos esos personajes extraordinarios que, pasado el tiempo, quedarán inscritos en los libros de texto? No los veo por ninguna parte. Mañana, como Diógenes, los buscaré en la manifestación POR LA PAZ, LA VIDA, LA LIBERTAD Y CONTRA EL TERRORISMO.

Si hay alguno de ellos en Madrid es seguro que estará en esa manifestación.

Cuando participé en la manifestación contra el asesinato de Miguel Angel Blanco por los terroristas de ETA o en la del viernes 12-M-2004 contra los terroristas islamistas que causaron la matanza de en los trenes de cercanías de Atocha me crucé con miles de personajes extraordinarios, silenciosos, apenados, rabiosos, solidarios. Había nobleza en sus rostros. Espero verlos también mañana a las 18:00 horas en la Plaza de Colón de Madrid.

También me hubiera gustado ver mañana a Arnaldo Otegui en la manifestación de Bilbao contra la violencia de ETA . ¡Qué gran oportunidad perdida para la paz!

¿Por qué no va Otegui a la manifestación de mañana contra el terrorismo de ETA?

Los miembros del IRA que negociaron el fin de la violencia terrorista (que ellos también llamaban cínicamente «lucha armada») renunciaron al terror y se integraron en la vida de democrática.

No hay -que se sepa- otra salida. Y lo saben.

¿Por qué, entonces, deja pasar Otegui esta gran oportunidad de acercarse a la legalización de Batasuna para poder competir en las próximas elecciones de mayo?

Basta con que declare que sus objetivos políticos siguen siendo los mismos (autodeterminación, independencia del País Vasco, anexión de Navarra y del País Vasco francés, etc., etc.) pero que pretenden conseguirlos pacífica y democráticamente, convenciendo a los ciudadanos mayores de edad para que les voten y sin recurrir al terror (es decir, condenando el terrorismo).

Sólo con eso, serían legalizados, obtendrían cargos (y sueldos) en los ayuntamientos y podrían pregonar sus ideales libre y abiertamente. Y dejarían en paz a todas las personas decentes que ahora no pueden expresarse libremente por puro miedo.

La ofensiva terrorista

Hartos de ejercer de coros griegos

SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ en El País

12/01/2007

En términos electorales, es muy posible que, cara a las municipales de mayo, los dos grandes partidos, PP y PSOE, prefieran el enfrentamiento sobre ETA, la tregua y el diálogo, que sobre la corrupción urbanística. El primer tema moviliza a los militantes y simpatizantes, los enardece y reafirma en dos o tres ideas y les empuja a reagruparse en la defensa de sus siglas y de sus líderes. El segundo, mucho más enraizado en la injusta, pero muy poderosa, idea de que todos son iguales a la hora de recalificar terrenos y de crear fortunas de la noche la mañana, desmoviliza a unos y a otros e incomoda a los dirigentes, incapaces de solucionar esas dudas con las mismas frases publicitarias que son tan eficaces en el otro enfrentamiento.

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•RAJOY RECIBE A TRES ASOCIACIONES ECUATORIANAS

Lo mejor para los ciudadanos sería, sin embargo, que el debate sobre las políticas antiterroristas se amortiguara a partir del próximo lunes, con la gran sesión del Congreso de los Diputados. Un debate en el que el presidente del Gobierno explicará el camino recorrido y sus planes para el futuro, y en el que los distintos grupos le comunicarán sus críticas y sus posiciones cara a esa nueva situación. Lo más increíble es que, si todos ellos reprodujeran en el Parlamento lo que han venido diciendo estos días ante los medios de comunicación, los ciudadanos podríamos llegar a la sorprendente conclusión de que, hoy por hoy, existe más unidad de análisis y de propósito de lo que ellos mismos se empeñan en hacernos creer.

Por primera vez en mucho tiempo, todos los partidos con representación parlamentaria, sin excepción, han defendido estos días un mismo análisis respecto a ETA: el último atentado ha colocado la pelota en el lado de la organización terrorista, de forma que, a partir de ahora, la única manera de desbloquear la situación es que los etarras anuncien el abandono definitivo de las armas y ofrezcan garantías al respecto. Ningún contacto será posible sin esa condición previa y ningún diálogo será posible, ni con ETA ni con Batasuna, sin que esa circunstancia haya sido establecida de forma fehaciente, coinciden todos y cada uno de los partidos reseñados.

Lo acepta la dirección del PNV, la de ERC y la de EA. Lo defiende el PP y el PSOE. Existe, pues, una unidad extraordinaria en uno de los asuntos que había despertado hasta ahora más enfrentamientos: si se puede o no dialogar, y en qué momento. Ahora, ese paso ya no está en manos de los demócratas, sino de ETA y de su capacidad para anunciar su propia desaparición.

¿Cómo es posible que en estas circunstancias sea imposible ofrecer ante los ciudadanos una mínima imagen de unidad? ¿Cómo es posible que los partidos alienten manifestaciones enfrentadas? Los ciudadanos deberíamos ya estar hartos de ejercer el papel de coros griegos en esas estrategias. Por lo menos, deberíamos empezar a entonar otros cantos y otras estrofas por nuestra cuenta, exigiendo a los protagonistas que expliquen sus acciones.

Exigir a UGT y al PSOE que expliquen por qué se han negado a incluir la palabra libertad en la pancarta de la manifestación del sábado, una estupidez que debe provocar dolor de estómago a todos los socialistas de este país.

Exigir al PP que acuda a esa misma manifestación del sábado, sin pretexto que valga, porque ha sido convocada por los inmigrantes ecuatorianos y porque resulta miserable negarse a acompañarles en la calle, como si su dolor no fuera con nosotros, como si no fuéramos nosotros los causantes de ese dolor. Por encima de cualquier otra consideración, debería estar la decencia. Y el PP sabe que, al no ir, actúa de manera indecente

Exigir a los ciudadanos vascos que expulsen ellos mismos de su manifestación, a gritos si es necesario, a los simpatizantes de Batasuna y de ETA, y que se pongan rojos de la vergüenza porque conciudadanos suyos, ahítos de todo, gente rica y opulenta, se atreve a matar a pobres faltos de lo imprescindible, simplemente porque ansían todavía más poder y más riqueza. Sería un gran canto.

FIN

Una esperanza a prueba de bomba

JOSÉ ANDRÉS TORRES MORA en El País

12/01/2007

Es imprudente explicar los hechos sociales por sus consecuencias. El que la actividad de ETA en la Transición sirviera para dar argumentos a los militares golpistas, no implica que ETA fuera una creación de los generales de Franco. Sólo un paranoico podría creer una idea como ésta. De igual modo, sólo un paranoico podría pensar que ETA puso la bomba en la T-4 para mejorar tres décimas la maltrecha valoración de Rajoy. Y sólo un paranoico desvergonzado se atrevería a insinuar que detrás de la bomba de la T-4 hay oscuras tramas ligadas al PP. Por desgracia, el Gobierno socialista ha venido sufriendo insidias basadas en hipótesis parecidas a lo largo de toda la actual legislatura. Hipótesis desvergonzadas que no tienen su origen en la locura, sino en el método. Un método basado en la mentira y la furia, miles de veces multiplicadas por el poder de sus medios.

Muy pocas personas pondrían su esperanza en una bomba. Muy pocas personas dirían: si estalla una bomba, se demostrará que tengo razón. Y muchas menos se atreverían a colocarla y hacerla estallar. Sólo los terroristas y quienes los apoyan son capaces de poner sus esperanzas políticas en una bomba. Entre otras cosas porque las bombas, más pronto que tarde, acaban volviéndose contra los que ponen sus esperanzas en ellas. Y sabiendo eso, lo razonable es poner la esperanza en que no estalle ninguna bomba. Lo sensato es apostar la razón de uno, su proyecto político, su esperanza, a que no estalle una bomba. Y eso es lo que ha hecho el presidente Rodríguez Zapatero.

No se equivoca, a la corta o a la larga, ésa es la apuesta ganadora. ETA está derrotada. La consolidación de la democracia en España arruinó sus esperanzas de provocar un golpe de Estado y la dejó sin estrategia política. El GAL le dio argumentos para ir tirando unos años. Pero, finalmente, la generalización de la mentalidad democrática en la vida política acabó con cualquier atisbo de sentido de la lucha armada. El fenómeno del terrorismo fundamentalista terminó por complicar la pura supervivencia militar de la banda. Ya no les ofrece a sus presos la esperanza de una victoria a cambio de su sufrimiento, sólo la propuesta degradante de un absurdo e inhumano intercambio de sufrimientos. Pero, a pesar de todo, nada impide que media docena de individuos puedan organizar una tragedia de proporciones gigantescas. La conciencia de la derrota de su proyecto político no impide a ETA morir matando.

Es obligación de todo Gobierno intentar acabar con el terrorismo. Y un Gobierno democrático utilizará para ello todos los medios que la ley y la política le proporcionan. Si progresa en la lucha antiterrorista, es muy probable que en algún momento se encuentre ante la posibilidad de lograr un final dialogado. Puede intentar aprovechar esa oportunidad o desdeñarla y procurar la aniquilación de la banda. Sin duda ambas opciones son inciertas y ambas tienen un coste; ninguna es segura ni gratuita. El objetivo de ambas es la victoria de la democracia y del Estado de derecho; la cuestión es elegir la opción que ahorre más vidas y más sufrimiento de todos. Intuitivamente parece claro que el diálogo debería ser la primera opción.

Es posible que el contexto emocional de dolor y rabia tras un atentado pueda explicar ciertas afirmaciones sobre la estrategia que debemos seguir frente al terrorismo. Pero ni siquiera ese contexto emocional las justifica en un responsable político. Decirle a la gente que con los violentos no se dialoga es algo que desmiente cualquier asalto a una sucursal bancaria. La policía manda negociadores, no un tanque para volar la sucursal con criminales y rehenes dentro. No es propio de sistemas democráticos lo que hizo el presidente Putin con los terroristas chechenos en el colegio de Beslán y en el teatro Dubrovka. Y no es eficaz: el terrorismo continúa, y se hace más desesperado y brutal. Ni lo es la doctrina neoconservadora de Bush, que tanto gusta al PP, respecto al terrorismo fundamentalista islámico. Esa mezcla de silogismos simplistas, brutalidad tecnológica y retórica inflamada es peligrosa y contraproducente. No dudo de que la consigna «a por ellos» enardezca a algunos, y a lo mejor como himno de la selección podría valer. Pero, desde luego, no se puede decir que

en sí misma sea una estrategia novedosa y suficiente para acabar con el terrorismo.

Hay que tener muy poca fe en la democracia para creer que la democracia se prostituye o se debilita al hablar con los terroristas. No es la democracia la que traiciona su esencia dialogando con los terroristas. Es el terrorismo el que transforma su naturaleza al dialogar. El instrumento de la democracia es el diálogo, el de los terroristas la violencia, son ellos los que abandonan su campo al dialogar. Con el crimen de la T-4, los terroristas no sólo han puesto punto y final al diálogo, sino que se han arruinado como portadores de un proyecto político.

Los que dicen que ETA está ahora más fuerte que hace tres años, no explican cómo miden la fuerza de ETA. ¿Es que hace tres años ETA no podía poner una bomba y matar a dos personas? Ningún partido se atrevería a poner en su programa electoral que garantiza que ETA no matará durante su legislatura. Durante todo este tiempo los mecanismos del Estado de derecho no han dejado de actuar, la policía ha detenido a más terroristas y la fiscalía ha formulado el triple de acusaciones que durante la tregua de 1999. No se ha retirado ni un solo recurso legal o policial en la lucha contra ETA durante este tiempo. El diálogo no ha sustituido ni un solo recurso de la lucha contra el terrorismo, sino que se ha sumado a los ya existentes. ¿Alguien se atreve a decir que si no hubiera habido diálogo hoy habría menos muertos?

La verdadera razón de las críticas del PP no es que consideren que el presidente haya cometido un error explorando la vía del diálogo. Ellos mismos lo hicieron en el pasado, y lo harían en el futuro, como es natural. Sin complejos. Sin miedo a contradecirse, sin vergüenza alguna por cómo se han comportado en este proceso. Saben que no es un error poner todos los medios democráticos para ahorrar sufrimiento a los españoles.

La verdadera razón de las críticas del PP es que consideran que la política antiterrorista es un asunto que les da réditos electorales; un tema, además, sobre el que se arrogan el monopolio de una extraña legitimidad para hacer lo que les plazca en el Gobierno y en la oposición.

Muchas personas recordarán cómo, en los primeros ochenta, una parte de la derecha abucheaba a los ministros socialistas en los entierros de las víctimas de ETA. Más personas aún recordarán cómo Aznar afirmaba en 1996 que la manifestación contra el asesinato de Francisco Tomás y Valiente era una manifestación contra la política antiterrorista del Gobierno de Felipe González. El mismo Aznar que en 1999 llamaría, en una concesión retórica, Movimiento Vasco de Liberación a la banda terrorista. Y el mismo Aznar que más allá de la retórica acercó presos y permitió la vuelta del extranjero de miembros de ETA. Y la misma derecha que estos días se moviliza contra Zapatero con más rabia que contra la propia ETA. Quizá, además, por parecidas razones por las que insultaban al presidente Suárez cuando, al comienzo de la democracia, asistía a los entierros de las víctimas de ETA.

No es que Zapatero esté haciendo algo distinto de lo que hicieron los anteriores presidentes de la democracia, es que el PP está haciendo lo mismo que hizo siempre, lo mismo que hizo la otra vez para llegar al poder: hacer oposición en materia antiterrorista. Un comportamiento poco leal y un mal negocio. Sólo quienes no creen en la democracia pueden pensar que en España las bombas cambian los Gobiernos, o las políticas de los Gobiernos.

Tan ciegos están en su querencia que ni siquiera se han preguntado qué efectos ha podido tener su comportamiento a lo largo de estos meses en el desarrollo y desenlace del proceso. Porque una cosa es que sean una oposición irresponsable y otra muy distinta es que sean una oposición inocua. Lejos de mi intención culpar al PP de lo que sólo son culpables los viles asesinos de ETA, sólo pretendo que se sitúen frente al espejo deformante que nos presentan a los demás, para que comprendan por qué tampoco nosotros nos reconocemos en ese espejo. Por otra parte, no hacemos ningún favor a nadie dejando que sobre nuestro silencio se apilen acusaciones infundadas, juicios de intenciones y lisas y llanas mentiras.

Históricamente ha sido una desgracia para España tener una derecha tan nacionalista y tan poco patriota. Tan inflamada en la retórica y tan mezquina en los hechos, tan deprimida, que hasta le reprocha al presidente que cultive la esperanza. Y sin embargo, toda la historia de nuestra democracia sólo se explica porque los demócratas tenemos una esperanza a prueba de bomba.

José Andrés Torres Mora es diputado y miembro de la Ejecutiva Federal del PSOE.

FIN

El País publica hoy una información interesante, perdida en las páginas interiores por causa del atentado de ETA y sus consecuencias, y que no quiero perder para el archivo del blog. Ahí va:

Hasta mañana en la Plaza de Colón

«Vuelve el Rajoy de las grandes ocasiones…» ¿Información u opinión?

Cada día disimulan menos algunos colegas a la hora de separar los hechos (que son «sagrados») de las opiniones (que son «libres«). A mi me lo enseñaron así, pero parece que esta regla de oro del buen periodismo está pasando de moda.

Me consta que, tarde o temprano, el lector inteligente percibe cuando un periodista mete la cuchara, por muy sutil que sea, a favor de sus intereses personales o de su empresa.

Todos tratamos de guardar las formas separando, más o menos claramente, los hechos de las opiniones.

Y cuando necesitamos apoyar nuestra visión o interpretación de los hechos con alguna opinión contundente, buscamos a alguien que opine como nosotros, e incluimos su frase entre comillas con nombre, apellidos y cargo de quien la dice.

Durante años, he sido el típico español «hombre de la calle» más citado por el New York Times, el Wall Street Journal, el International Herald Tribune, etc.

Los colegas de mi mujer, que aterrizaban en España en busca de historias, necesitaban atribuir las opiniones -que muchas veces resumen un acontecimiento mejor que una ristra de hechos- a alguna fuente local.

Y ahí estaba yo, citado por todo lo alto, cuando opinaba como ellos. Si mi opinión no coincidía con la del periodista en cuestión, sencillamente buscaban otra fuente que cuadrara mejor con la historia que querían contar. Quien esté libre de citas precocinadas que tire la primera piedra.

La lectura de esta presunta información de la portada de El Mundo de hoy me ha recordado, por contraste, el esfuerzo que hacían los colegas extrajeros por parecer objetivos y por separar los hechos de las opiniones. Aquí parece que esa regla ya no se lleva.

Ni el titular ni los dos primeros párrafos sobre «el Mariano Rajoy de las grandes ocasiones» tienen desperdicio.

Cármen Remírez de Ganuza empieza así su fervoroso artículo de opinión con apariencia tipografica de fría crónica informativa (léase en tono de arenga castrense):

«Volvió ayer a la política nacional el Mariano Rajoy de las grandes ocasiones. El orador parlamentario contra el plan Ibarretxe, el protagonista de la concentración patriótica y liberal de diciembre pasado en la Puerta del Sol reapareció ayer en Madrid para solemnizar, a cuatro días del 28º aniversario de la Carta Magna, su mayor apuesta de Estado y de reforma constitucional.

El líder del PP no se limitó a presetnar una alternativa a la política territorial de Zapatero. Ni siquiera se entretuvo en enumerar la relación de «retoques» o «ajustes`parciales» de la Carta Magna y de reoformas legislativas propuestas en la Conferencia del PP clausurada ayer como «correciones» necesarias sobre los «desajustes» del Estado autonómico». Sigue en página 16. Editorial en página 5.

Y ahí acaban las tres columnas de primera página dedicada «al Rajoy de las grandes ocasiones» sin que me haya enterado de qué es lo que ha dicho. Sólo sabemos que el orador «reapareció«, que «no se limitó a…» y «ni siquiera se entretuvo en…».

Desde luego, a mi me enseñaron que lo más sabroso, o lo que más engancha al lector, de un acontecimiento (el qué, quién, cómo, cuando, dónde y por qué) debía ir en el primer párrafo, ni siquiera en el segundo. El segundo debería contener el resumen de todas las historias anteriores relacionadas con el suceso en cuestión.

Lleva -eso sí- un dato en el sumario:

«Propone 17 cambios constitucionales…»

En cambio, en el titular de portada de El País se quedan en 14:

Rajoy propone 14 retoques a la Constitución ante el «Estado residual» de Zapatero

Además del editorial sobre la reaparición del «Rajoy de las grandes ocasiones», El Mundo dedica este segundo editorial a temas tan de su agrado como el mismo titular:

«Montaje», «Conspiración» y Goma 2

Su retórica vale tanto para un roto que para un descosido. Se puede leer a gusto del lector.

Basta con cambiar el nombre de los diarios: donde dice El País, ponemos El Mundo y donde dice ABC ponemos la COPE.

La vehemencia del editorialista -y la hemeroteca- le traiciona.

En página interior, El Mundo ilustra su tesis conspirativa sobre la conspiración de la conspiración con reproducciones de los diarios citados, tratados, como yo hago a veces, con el photoshop.

Como la reproducción se lee muy mal, copino y pego los titulares:

Los «siameses» atacan de nuevo

Naturalmente, lo que han hecho con el photoshop es una chapuza. Es posible que, con las prisas, hayan utilizado un bligrafo y fotocopia. Pero no seré yo quien les de clases técnicas de algo que acabo de aprender de mis hijos.

El País:

La policía destapa un nuevo montaje para alimentar la teoría conspirativa del 11-M

ABC:

Detenidos cuatro policías por tráfico de drogas y explosivos y por simulación de delitos

Sumario:

Dos de los agentes de la trama estaban en contacto desde meses con un diario nacional para elaborar un montaje conspirativo que encubriera sus delitos

——

Por ser domingo, te tenido tiempo de ir al cine («El Perfume») y de leer los diarios. Dos artículos recomiendo. Uno es éste de Santos Juliá, publicado en el suplmento Domingo de El País:

Víctima y verdugo

Santos Juliá

03/12/2006

«UNA UTILIZACIÓN de la memoria histórica’ guiada por una mentalidad selectiva abre de nuevo viejas heridas de la Guerra Civil y aviva sentimientos encontrados que parecían estar superados»: así se expresa la Conferencia Episcopal en la Instrucción pastoral aprobada en su última sesión plenaria. Nada más justo, a primera vista: todas las memorias selectivas de acontecimientos traumáticos avivan sentimientos encontrados. El problema es que todas las memorias son, por definición, selectivas: no hay memoria sin olvido, memoria de lo que consuela, olvido de lo que desasosiega.

¿Cuál es la memoria y cuál el olvido de los obispos españoles en relación con esa Guerra Civil cuyas heridas ven ahora a punto de reabrirse? Por lo que se refiere a lo segundo, la cosa está bien clara. Los obispos han olvidado que fue la Iglesia católica la que elaboró, a las pocas semanas de iniciarse la guerra, el sagrado relato de la cruzada contra el invasor. Las palabras con las que se describe una guerra nunca son inocentes, y cruzada no lo fue. Significó que se combatía en nombre de Dios y que para el infiel no quedaba más destino que el exterminio. El alcance de las matanzas ocurridas en la zona bajo control de los militares que se rebelaron contra la República se debe precisamente a que desde las primeras semanas actuaron como cruzados de una guerra santa.

En su administración de la memoria, la jerarquía católica ha olvidado además que, por celebrar el fin de la guerra como triunfo de la cruz y al recibir -también en la abadía de Montserrat- al caudillo de aquella guerra como salvador de la religión y de la patria, la represión sobre los vencidos se aplicó a conciencia y sin respiro. Liquidar, exterminar, erradicar, limpiar, barrer, depurar: ése fue el léxico empleado por los obispos en sus cartas pastorales. Es por completo seguro que sin ese aliento sagrado empujando sus velas, el nuevo Estado construido tras la victoria no habría podido acometer una represión tan cruel y duradera. Quizá convendría recordar a los autores de esta Instrucción pastoral que el cura delator que lleva a la muerte al protagonista de aquel memorable relato de Ramón J. Sender, Réquiem por un campesino español, no fue un personaje de ficción, sino una figura repetida cientos, miles de veces en la España de la guerra y de la inmediata posguerra.

Sobre estos olvidos ha construido la jerarquía de la Iglesia católica su más reciente memoria. En los pontificados de Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI, el Vaticano resistió las presiones procedentes del Estado católico español encaminadas a beatificar a sacerdotes y religiosos asesinados durante la Guerra Civil. En la transición, los obispos pasaron de puntillas sobre el pasado, sacudiendo el polvo de su identificación con lo que ahora denominan púdicamente «régimen político anterior». Luego, la memoria comenzó a hacer de las suyas y lo único que la jerarquía católica ha recordado ha sido a sus muertos, elevados a los altares. Cada vez que un religioso asesinado durante la guerra es beatificado, la Iglesia ejerce una memoria, como no podía ser menos, selectiva y recuerda su papel de víctima, la hecatombe que sufrió durante los primeros meses de la guerra, cuando miles de católicos fueron asesinados por el mero hecho de serlo.

Haciendo buena la definición de Carl Schmitt, que veía en la Iglesia universal una complessio opositorum, la Iglesia católica española fue durante la Guerra Civil víctima y verdugo. Su memoria selectiva la lleva a olvidar lo segundo para celebrar ritualmente lo primero. Podría, si no quiere seguir desempeñando un papel principal en este peligroso juego de las memorias enfrentadas, recordar lo segundo sin olvidar lo primero. En ese caso, tendría que publicar otra Instrucción pastoral reconociendo haber bautizado como cruzada la Guerra Civil y haber impulsado, invocando a los mártires de una guerra santa, el extermino del enemigo por un Estado que se definía a sí mismo como católico.

Entonces, a lo mejor, los obispos españoles -que han cerrado bajo siete llaves la memoria del Concilio Vaticano II- podrían recuperar algo de autoridad para impartir «orientaciones morales ante la situación actual de España». Mientras no lo hagan, la memoria selectiva de los demás -cada cual tiene derecho a la suya- sólo recordará que de los males que han afligido a la nación española durante los dos últimos siglos, el más terrible fue el de la represión del laicismo y de otros venenos similares ejercida por los clérigos en la Guerra Civil y en los años sin fin de aquel Estado católico que con tanta euforia emprendió los trabajos de depuración una vez la guerra terminada.

FIN

Y el otro es de Javier Pradera, publicado en el mismo suplemento:

Borrar el pasado

Javier Pradera

03/12/2006

DOS AÑOS Y MEDIO DESPUÉS de abandonar el poder ejercido a lo largo de dos mandatos, el PP continúa embelleciendo su etapa de gobierno y satanizando la actuación socialista durante el periodo inicial de esta legislatura. Todavía vivos los ecos de la cinta de FAES que atribuía a ETA el atentado del 11-M, el vídeo del PP sobre la inseguridad ciudadana bajo el Gobierno de Zapatero -en contraste con los idílicos tiempos populares- tal vez podría haber sembrado «la conmoción y el pavor» en la sociedad española si no fuera porque dos de sus secuencias corresponden a violentos conflictos callejeros de 1996 y 2002 (filmados cuando eran ministros del Interior Mayor Oreja y Rajoy, a las órdenes del presidente Aznar) y otra tercera reproduce una refriega entre narcotraficantes colombianos en Medellín. Por lo demás, el instrumento de comunicación preferido por los populares para glorificar su pasado y borrar las máculas que pudieran afearlo son las intervenciones parlamentarias, las declaraciones a la prensa y los discursos a los militantes de sus satisfechos líderes.

El lenguaje reconciliatorio de Aznar -paz, diálogo, generosidad- durante la tregua de ETA en 1998 contrasta con las diatribas lanzadas desde la oposición por el PP en el actual alto el fuego terrorista

El vídeo -esta vez del PSOE- sobre «cómo actuó el PP cuando estaba en el Gobierno» durante el anterior alto el fuego de ETA ha sido una piedra lanzada a las cristalinas aguas de ese inventado pasado. Por supuesto, hay obvias diferencias entre las treguas de 1998 y 2006: junto al pacto de ETA con el PNV y EA firmado en secreto hace ocho años, la principal desemejanza es que el PSOE dio entonces su apoyo a José María Aznar y el PP se lo niega ahora a Zapatero. El reconciliador lenguaje utilizado por los populares desde el Gobierno también choca con sus feroces diatribas desde la oposición -directamente o por intermedio de los portavoces de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT)- contra la política socialista. El vídeo resucita las melifluas declaraciones del presidente Aznar -en actos públicos o en entrevistas de prensa- sobre «el proceso de paz», las exhortaciones a «la generosidad, la comprensión y el perdón» para favorecer la reconciliación, el final dialogado de la violencia, la discreción y la reserva en los contactos con la banda, la eventual reinserción de los presos sin necesidad de que hagan una condena explícita de sus crímenes, el reconocimiento del Movimiento Vasco de Liberación, etcétera. Hasta Miguel Ángel Rodríguez sostuvo -antes de la tregua- que «no debería haber ni vencedores, ni vencidos»; Mayor Oreja tampoco consideraba indispensable para el diálogo con ETA la entrega de las armas.

La redomada doblez de los dirigentes del PP les lleva ahora a reprochar al presidente del Gobierno el incumplimiento de algunos requisitos establecidos por la resolución del Congreso de mayo de 2005 para iniciar un final dialogado de la violencia con ETA; en aquella ocasión, sin embargo, Rajoy consideró una traición a los muertos esa moción y votó en contra. La hipocresía del PP no se manifiesta sólo a la hora de borrar el propio pasado; también le facilita la tarea de lanzar a la vez pronósticos contradictorios sobre el futuro.

De un lado, los populares expresan o respaldan la paranoide convicción según la cual estaría todo el pescado vendido; las manifestaciones organizadas al alimón por la AVT y el PP denuncian que Zapatero se ha rendido ya ante ETA: el presidente del Gobierno y la banda habrían suscrito un compromiso formal para poner en marcha un proceso que significaría la capitulación del Estado democrático de derecho ante el terrorismo, y que acabaría ineluctablemente con la anexión de Navarra al País Vasco, la ruptura de España y la independencia de Euskal Herria. De otro lado, la dificultad de mantener esa hipótesis conspirativa tras el desmentido dado por los hechos durante los meses transcurridos desde la declaración del alto el fuego aconseja al PP hacer también suya de manera oportunista la alternativa opuesta: la ruptura de la tregua sería un fracaso personal del presidente Zapatero que arruinaría sus oportunidades electorales. Se diría que el PP, desbancado del poder tras el atentado terrorista del 11-M, apuesta por reconquistarlo como una consecuencia lateral de la reanudación de los atentados mortales de ETA.

FIN

El País «niega»; El Mundo «ridiculiza». Cada verbo con su pareja

Un día sí y otro también, he recogido en este blog las informaciones y los comentarios editoriales de El Mundo sobre sus presuntas y obsesivas conspiraciones en torno a ETA y el 11-M que Pedro Jota jaleaba con la intención, a mi juicio, de echarle una mano al ex presidente Aznar, «Pinocho Aznar» para los libros de historia.

Debo reconocer que, en ocasiones, le daba al ENTER con una mano, porque con la otra tenía que taparme la nariz, debido al fuerte tufo que exhalaba la mezcla explosiva, o la confusión, malévola o inocente pero siempre sospechosa, de hechos con opiniones. O sea, del mal periodismo tal como a mi me lo enseñaron.

Pocas veces he reproducido informaciones u opiniones de El País sobre este feo asunto, ya que no eran tan frecuentes como las de El Mundo.

Sin embargo, en dos día, El País se ha soltado el pelo y ha respondido con contundencia en su rescate galante del Gobierno. El elefante dormido de la prensa de pago (el nº 3 de la presna española, después de 20 minutos y Marca) se ha despertado y ha puesto en marcha su maquinaria.

Desde luego, El País ya no es lo que era cuando lo fundamos o cuando lo dirigía Cebrián o Estefanía (hasta llegaron a tener a nuestro Arsenio Escolar de subdirector) pero, cuando este diario se despierta y arranca, se nota que quien tuvo retuvo.

Ayer y hoy son de esos días en que vuelvo a sentirme orgulloso de haber trabajado un montón de años (en cuatro periodos distintos) para El País y el Grupo Prisa. Lo siento, pero me ha entrado la «paisitis», una infección contagiosa que ya creía curada y expulsada de mi enorme e insaciable ego periodístico.

Aunque ahora sean nuestros competidores, felicito a los colegas de El País y a su flamante director por la información y por este editorial valiente y arriesgado titulado «Inmoralidad».

También siento mucho que mis otros colegas de El Mundo -que los hay y muy buenos- tengan que sintonizar cada mañana su conciencia con la COPE o con Pedro Jota para que no se oigan los chirridos de su alma por toda la redacción.

Sólo quien ha pasado por esa dramática situación -créanme- puede entender lo que sufre un periodista honrado cuando tiene que elegir entre su pasión por la verdad y su instinto de superviviencia. Quien esté libre… que tire la primera piedra.

Primera página de El País con el verbo «niega«:

Primera página de El Mundo con el verbo «ridiculiza»

Páginas interiores de El País:

Páginas interiores de El Mundo:

Y ahí va, ampliado, este comentario, con título en cursiva, de una de las mejores periodistas de España y parte del extranjero, Sol Gallego-Díaz.

Despues de leer a Sol, no se me ocurre nada mejor sobre lo que pasó ayer en el Parlamento.

Efectivamente, fue un día lúgubre.

¡Qué lástima!

¡Mariano, despìerta!