Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Jaime Salinas, «exiliado de sí mismo»

«Esto es de uno», escribió a su familia el hijo menor del poeta Pedro Salinas al llegar al Madrid de los años 50, procedente del exilio.

Jaime Salinas, cuando era Director General del LIbro en los años 80.

En la Residencia de Estudiantes, su sobrino, Carlos Marichal Salinas, leyó anoche, con emoción contenida, varias cartas inéditas que su recién fallecido tio Jaime dirigió a su hermana mayor, Solita Salinas, y a su cuñado, Juan Marichal, al regresar a España en plena Dictadura franquista.

Su prosa espistolar, cargada de nostalgia por la infancia y la adolescencia perdidas en el ex¡lio, muestra las cicatrices descarnadas de un español retornado, de un transterrado, de un expatriado, que fue arrancado de su patria infantil por la Guerra Civil.

Cuando el hombre cosmopolita, trilingüe, habla de los españoles del interior, («no tengo lengua ni patria ni vida interior») escribe a su familia que «nos necesitan y los necesitamos».

El gran salón de la Residencia estaba repleto de amigos, colegas y admiradores de Jaime Salinas, reunidos allí para rendir homenaje a su memoria. Jaime murió el pasado mes de enero, al los 86 años, en Islandia, donde vivía con su compañero el historiador, traductor de El Quijote y escritor Gudbergur Bergsson. Su entierro se realizó, en Islandia, al son de «La muerte de Isolda» de Wagner».

Jaime Salinas

Teresa Guillén, hija del poeta Jorge Guillén y amiga de la infancia de Jaime Salinas, le dedicó un sentido recuerdo que emocionó a la audiencia: «A Jaime le gustaba presumir de que leía poco y de que era poco estudioso. Ninguneaba su propio talento y su gran capacidad de trabajo.  Quería ser actor y en España le descubrieron su gran talento como gestor». Jaime Salinas dejó su enorme huella de editor de libros en Alianza Editorial, Seix Barral, Alfaguara, etc.

Vicente Molina Foix celebró las «coqueterías salinescas»: «¿Leía poco?. Pero si su patria era el libro…» Molina Foix desveló una anécdota que nos muestra un Salinas de otro mundo. Javier Marías, Rosa Pereda y él mismo, reunidos en Bocaccio, corrieron el falso rumor de que Jaime Salinas, recién nombrado director general del Libro por el ministro Javier Solana (sentado anoche en primera fila), había decidido nombrar a Félix de Azúa como director de la Editora Nacional. El rumor llegó a publicarse como algo verosímil. En cuanto Jaime leyó la falsa noticia en  la prensa exclamó: «¡Pero como voy a nombrar a Félix de Azúa si es mi amigo!».

El homenaje a Jaime Salinas concluyó anoche con la presentación de imágenes de su vida a los acordes de «El lamento de Dido» de Henry Purcell. Su compañero Bergsson hizo un relato cálido de su vida y de su obra: «Le faltaba el espacio que va de la niñez a la adolescencia; en España oía chistes que no entendía… y comenzó actuar… a actuar todo el tiempo. Se veía poca cosa de él, como a un iceberg, ya que lo escondido era mucho más». Bergsson nos conmovió a todos con los detalles de la muerte de Jaime con quien había compartido 55 años: «¡Levántame!, me dijo Jaime, ya muy enfermo. «Levántame».

«Asi lo hice. Le levanté y, en ese momento, murió en mis brazos».

——

Esta es la crónica del acto que publica hoy El Pais:

Instantáneas de Jaime Salinas

La Residencia de Estudiantes rinde homenaje al editor fallecido

ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS – Madrid – 29/03/2011

En uno de los 254 libros dedicados a Jaime Salinas que están en los fondos de la Residencia de Estudiantes, Juan García Hortelano escribe: «A Salinas, ese lujo inmerecido de la edición española; a tito Jaime, ese lujo imprescindible de nuestras vidas». La cita cierra la presentación del pequeño libro que la Residencia de Estudiantes ha editado para homenajear al que fuera hijo menor de Pedro Salinas y editor clave en los años de la Transición en Alianza Editorial, Seix Barral y Alfaguara.

Con la bufanda cruzada al cuello y una de esas medias sonrisas que solían clavar los galanes de las viejas comedias románticas, Jaime Salinas saludaba desde la portada del pequeño libro, sembrado de fotografías y recuerdos y que, sin mayor pretensión y bajo el título En recuerdo de Jaime Salinas, logró convocar en la misma mesa a amigos, colegas y compañeros de una vida que culminó el pasado enero, cuando el editor moría en su casa de Islandia.

Las instantáneas pasaron de página en página y fueron ayer evocadas por los asistentes a un acto, en el que su sobrino Carlos Marichal leyó emocionantes cartas privadas, y en el que participaron, entre otros, su compañero, el escritor y traductor Gudbergur Bergsson, o amigos de épocas y generaciones distintas como Enric Bou, Teresa Guillén, Miguel Aguilar, Luis Revenga, Vicente Molina Foix, Juan Cruz o Alicia Gómez-Navarro, directora de la Residencia, cuyos archivos -junto al libro de memorias de Salinas, Travesías– han servido para el esbozo de una vida que ayer fue celebrada.

Se habló de su ironía, de su manera de darse poca importancia («Pese a ser íntimo amigo y compañero de juergas de leyendas de la edición como Ledig Rowohlt y Giulio Enaudi», recordó su joven amigo Miguel Aguilar); a la vez de su enorme compromiso editorial («Fue un ejemplo de hacer cultura editando libros, un caballero editorial en el que había un pensamiento y una poética», dijo Juan Cruz); se habló de su identidad («Ni cosmopolita, ni apátrida, me gusta la palabra expatriado, algo que le daba la posibilidad de sentirse cómodo en diferentes lugares», continuó Molina Foix) y se habló de los recuerdos de infancia y adolescencia de un hombre que, como resumió con gracia Teresa Guillén, le gustaba «ningunear» su propio talento y su capacidad de trabajo: «En el año 33 él tenía 10 años y yo 7. Pasamos ese curso en Madrid y todos los fines de semanas íbamos al cine con unos amigos que estaban aún más mimados que nosotros. Todavía hoy recuerdo como agarraba del brazo a Jaime para que no se cayera por el balcón del cine con los ataques de risa que le daban viendo a Harold Lloyd. Luego, en la adolescencia, estuvo un poco perdido. Flirteaba con la idea de ser actor, pero un viaje a España le cambió para siempre cuando descubrió su talento para ser gestor».

Ensanchamos la libertad: 25 años de la TV matinal (II)

«¡Shalom Israel!», dije en directo. «¡Buenos días Sefarad!», me respondió una voz temblorosa desde Jerusalem. Se me puso la carne de gallina. Tal día como hoy, hace 25 años, España reconocía de madrugada la existencia del Estado de Israel. Se cerraban, de golpe, 500 años de desencuentros entre españoles del interior y españoles del exilio, desterrados por los Reyes Católicos. Fue emocionante y tuve el privilegio de ser el primero en dar esta noticia por televisión.

Samuel Hadas, primer embajador de Israel en Sefarad

Teníamos casi todo el programa informativo «Buenos días» preparado cuando, en plena madrugada, recibí en el Pirulí la llamada de nuestro corresponsal en Bruselas. Me dijo:

«Samuel Hadas y Máximo Cajal se han reunido esta noche en un hotel de La Haya, en secreto, y han intercambiado notas para establecer relaciones diplomáticas plenas entre Israel y España».

Los diarios de pago (entonces aún no habíamos creado 20 minutos) estaban imprimiendo y repartiendo sus ediciones sin la gran noticia. EFE aún no la había confirmado, pero nuestra fuente era solvente. ¡Manos a la obra!

Teníamos que cambiar completamente el informativo para despertar a los españoles con la noticia exclusiva de aquel encuentro histórico, casi clandestino, al cabo de 500 años, en tierras holandesas.

Casa Sefarad en Códoba

De madrugada era dificil convocar a nuevos invitados españoles e israelíes (incluidos músicos y expertos sefarditas) sin levantar la liebre a la competencia. Liana, Mirenchu, Milagros y Rafa lo consiguieron. Y Juanlu Castillo, nuestro jefe de producción, hizo el milagro de conseguir una ventana en el satélite para establecer un duplex inédito con la televisión de Jerusalem. Allí amanece un par de horas antes que en España, pero la emisora estaba cerrada a cal y canto y el personal seguía durmiendo en el Medio Oriente.

Afortunadamente, en Boston era aún la hora de la cena y pude localizar y movilizar a mi amigo Zvi Dor Ner, colega de la Universidad de Havard en la Nieman Foundation for Journalism (promoción 1977), quien despertó sin contemplaciones a un colega de la TV de Jerusalem para que abriera la emisora y conectara, en directo, con Televisión Española a las 7:30 en punto de esa mañana. Preferiblemente queríamos hablar con algún compatriota sefardita que aún hablara ladino, una lengua tan parecida a la de Cervantes. La noticia lo merecía. Jamás se habían conectado oficialmente españoles y judíos por satélite ni por paloma mensajera desde que estos últimos fueron explusados de España en 1492.  Y no estabamos seguros de conseguirlo con éxito en aquella fría madrugada del 17 de enero de 1986.

Tras la carta de ajuste, aparecieron en pantalla las imágenes del amanecer en la Alcazaba y la bahía de Almería, con el Cabo de Gata perfilándose por el Oriente. La música de fondo (hasta que me descubrieron) era, naturalmente el fandanguillo de Almería. Luego, el reloj de TVE marcó las 7:30 horas y el realizador (José María Fraguas, alias Pirri y/o Pirracas, tío de Toño Fraguas, uno de los fundadores de esta web) me enchufó la cámara 1.

Desde que creamos el primer informatico matinal, yo solía abrir el programa saludando, aleatoriamente, en las cuatro lenguas españolas. Entonces nos pareció una innovación en pro del consenso lingüistico:

«Egunón, Bon día, Buenos días, Bos días».

Un servidor, en el "Buenos días"

Sin embargo en la madrugada de tal día como hoy, hace 25 años, improvisé, sin apenas pensarlo, un saludo distinto para comprobar si había alguien, en Oriente, al otro lado del satélite. Dije simplemente:

«¡Shalom Israel!».

No hubo respuesta. Solo algún ruido lejano.

Para dar tiempo a los técnicos, aproveché entonces para anunciar que, por primera vez en 500 años, tratábamos de conectar en directo con compatriotas sefarditas de Jerusalem. Y di la noticia: España e Israel habían decidido de madrugada reconocerse mutuamente y abir embajadas. Por el pinganillo que tenía acoplado a la oreja, escuché las voces entusiastas de Pirracas. Había conseguido conectar con la TV de Jerusalem.

Repetí, no sin emoción, el saludo de rigor, inédito en España:

«¡Shalom Israel!»

Esta vez, sí. Una voz profunda, parsimoniosa, solemne, separando las sílabas y con acento ladino, conservado con mimo a través de cinco siglos, me respondió, alto y claro:

«¡Bue nos  dí as,  Se fa rad!»

A partir de ahí, se nos puso a todos -como digo- la carne de gallina. El programa monográfico (de 7:30 a 9:00) fue una cascada de emociones, de risas y lágrimas, contenidas durante 500 años.

¡Cómo me gustaría haber guardado una copia de aquel informativo! Valió la pena ser periodista y haber creado la TV matinal aunque solo hubiera sido por haber hecho posible aquella conexión entre dos países, entre millones de almas gemelas separadas cruelmente por la intolerancia.

Luego, como Martín Luther King, también yo tuve un sueño:

Algún día, periodistas palestinos e israelíes de Hebrón, de Jerusalen, de Ramala, de Tel Aviv o de Qalquilia, separados cruelmente por la misma intolerancia, se conectarían, vía satélite o, mejor aún, personalmente, para saludarse y abrazarse como hicimos nosotros en aquella mañana memorable del 17 de enero de 1986. Y se intercambiarían el saludo con estas mágicas palabras (tan parecidas) de paz:

«¡Shalom Israel!»

«¡Salam Palestina!»

Aún no me he despertado de ese sueño maravilloso, desgraciadamente inédito. Esa sí que sería (y algún día será) una buena exclusiva.

Ensanchamos la libertad: 25 años de la TV matinal (I)

Daba gusto. El Gobierno dormía mientras, de madrugada, creábamos “Buenos días”, el primer informativo de la mañana en TVE. Han pasado 25 años desde que un grupo de locos, enamorados de la tele, lanzamos aquella aventura maravillosa que fue la TV matinal abierta a todos desde el amanecer.

Un servidor en el estudio del "Buenos Días", primer informativo matinal de Televisión Española (9 de enero de 1986). Obsérvese mi mata de pelo.

Esta mañana me han llamado de Radio 4, de Radio Nacional de España, para preguntarme sobre mis recuerdos con motivo de las Bodas de Plata de la TV matinal. Nació el 9 de enero de 1986, recién ingresados en Europa y recién salidos de la mayor crisis económica conocida desde la guerra civil y la postguerra.

Por lo que recuerdo, aquella crisis de diez años (1975-1985) fue peor que ésta, pero la resolvimos entre todos: con los Pactos de la Moncloa, la Constitución de 1978 y el consenso parar sobrevivir a la doble transición: política (de la Dictadura a la Democracia) y económica (del Tercer Mundo al Primer Mundo).

¡El 9 de enero de 1986! Hace un cuarto de siglo…

La preguntas de mi colega de Radio 4, Tony Marín, me han provocado un ataque de nostalgia y no pocas reflexiones durante el día de hoy acerca del trabajo que hacíamos en la TVE de entonces (que era la mejor porque era la única).

Carta de ajuste con la cabecera del informativo "Buenos Días", embrión del Telediario de la mañana.

Voy a hacer unos recados. Luego seguiré con esta historia de abuelo «Cebolleta«. Parto de la base de que no siempre (o casi nunca) «cualquier tiempo pasado fue mejor». Sin embargo, los informativos que yo recuerdo tenían algunas cosas mejores que los de ahora.

Me explicaré…

Hace tres años que mi hermana Isabel no trabaja…

No se en qué momento se jodió la juventud española pero ahora se cuando me jodí yo: tal día como ayer, hace tres años. Ayer, 9 de diciembre de 2010, fue un día de reflexión profunda, como siempre que pensamos en la muerte. Y lo pasé sin apenas hacer nada. Oyendo a Camarón y repasando “La leyenda del tiempo”.

Con mis padres y mi hermana en el Parque Nicolás Salmerón de Almería

Estuve dando vueltas de un lado para otro, sin rumbo fijo, blandito y con las lágrimas a flor de piel. Al final, me decidí a poner orden en los recuerdos y abrí las cajas de papeles, fotos y objetos personales de mi hermana, de mi cuñado y de mi sobrina, que permanecían intocables desde que se mataron de golpe en un trágico accidente de tráfico en el puente de la Constitución de 2007. Y, al fin, rompí a llorar.

Ayer lo vi más claro. No he dejado mi empleo de Director General de 20 minutos, en octubre pasado, por la edad o por las cicatrices o el cansancio producido por la crisis económica. En realidad, lo empecé a dejar tal día como ayer, hace tres años, con la muerte de mi única hermana y de su familia. Aquel día me cambió la vida. Como me la cambió también, con un giro dramático inesperado, la muerte trágica en carretera de mi mejor amigo, Manuel Do Campo, el 21 de julio de 1967, a los 21 años de edad.
He llegado a pensar que, con todo lo que me cambió la vida, mi secuestro –mi casi muerte el 2 de marzo de 1976- apenas tuvo tanto efecto sobre mi comportamiento, mi carácter y mis sueños como la muerte violenta de estos seres tan queridos.
Ahora, con menos trabajo rutinario y con nuevos proyectos, tengo tiempo para pensar en todo ello, para estudiarme un poco y reconocerme en las personas que más quiero y que siguen con vida.
Ayer no pude pensar en otra cosa. Mañana regresaré al blog y a mis proyectos, pero recordando una frase de mi suegro, Alph Westley:
“Nadie en su lecho de muerte ha lamentado no haber dedicado más tiempo a su trabajo”.
Lo tendré en cuenta.

¿Cuándo se jodió la juventud española? (II)

¿Qué hubiera dicho Mafalda en la encuesta que nos dio como resultado que “la juventud es más pesimista que nunca?”

Mafalda, niña progre de 6 años, creada por el genial Quino.

Terminé la entrada anterior (“¿Cuándo se jodió la juventud española? I) con una cita de memoria, y equivocada, de Mafalda, esa niña filósofa preocupada por el ser humano y por arreglar el mundo que le dejan los mayores. Tiene multitud de frases agudas acerca de los jóvenes y los mayores, del pasado y el futuro. Sobre cómo los mayores vemos el pasado, me gusta esta sentencia suya:

«No es cierto que todo tiempo pasado fue mejor. Lo que pasaba era que los que estaban peor todavía no se habían dado cuenta.»

Repasando los resultados de la encuesta citada, detecto que deben complacer a quienes la encargaron y pagaron (Fundación S.M./Santa María) como, por otra parte, suele ocurrir a menudo. Las encuestas son creíbles para quien las encarga. En el caso que nos ocupa, ha sido motivo de conversación de sobremesa, lo que ya es algo. Y mis pesquisas -por supuesto, nada científicas- difieren mucho de los resultados publicados por la prensa. Claro que cada uno habla de la feria según le va en ella.
Por ejemplo, en la cena del brindis por la Constitución, José María Fidalgo, ex secretario general de Comisiones Obreras, nos dijo que “el mundo nunca ha estado mejor que ahora: vive más gente, viven más años y mejor, se comunican más y hay más igualación que hace un siglo”. Fue mucho más optimista que los jóvenes encuestados para S.M. y nos recomendó “mirar al futuro y hacia fuera y no mirar hacia atrás y para dentro”. Y remató así su Elogio de la Concordia:
“El punto dulce está en el futuro”

Fidalgo me recordó a un profesor ilustre y muy querido (Vicente Llorens) que atribuía a la izquierda la visión de la Arcadia feliz en el futuro («En la lucha final…», como dice la letra de La Internacional) mientras que la derecha tendía a situar la Arcadia feliz en el pasado (En el Edén biblico… por lo menos)

Los resultados de mi encuesta particular han sido extraordinariamente contradictorios aunque, según los casos, cargados de sentido común. Como la vida misma. Y también como algunas opiniones de los comentaristas de este blog. Ni siquiera se si vale la pena que los comparta con los lectores. Por si acaso, ahí van mis notas:
En una primera aproximación, aquellos que tienen pareja y empleo estables, disfrutan de buena salud y cuya realidad se acerca a sus expectativas suelen ser optimistas. Es la verdad de Perogrullo. Y quienes están solos, en paro, sin dinero, con mala salud y con sueños tan irrealizables que les cargan de frustración suelen ser pesimistas.
Por lo tanto, resulta muy difícil generalizar y, puesto que hablamos de optimismo y pesimismo (o sea de estados de ánimo y de sentimientos), las encuestas y las estadísticas son poco fiables. Además, sobre valores y comportamientos morales, la gente miente. No me puedo creer que los jóvenes valoren más a la familia que a sus amigos o a su pareja, o que la “vida sexual satisfactoria” ocupe el puesto número 10 entre los “aspectos importantes en la vida”. ¡Vamos, hombre!.
Dicho esto, parece cierto que muchos jóvenes actuales (como seguramente los de cada generación precedente) se sienten pesimistas y jodidos por el mundo que les dejamos.
Hay, sin embargo, datos objetivos y medibles. Según el ciclo que les ha tocado, los jóvenes de hoy, infinitamente mejor preparados que los de antes, temen vivir (y vivirán, en términos económicos) peor que sus padres.

La explicación económica de este fenómeno es compleja, pues tiene relación con todos los factores de produción, con la oferta y la demanda, con la globalización financiera y la deslocalición de los empleos, con el comercio exterior, con los movimeintos migratorios, con la productividad propia y ajena, etc., etc. En otros casos, puede tener relación con el viejo proverbio: “Padres comerciantes, hijos caballeros, nietos pordioseros “, tal como lo glosaba Azarías en su blog “Ecos de Sociedad Anónima”.

Pero también se dan los casos de hijos poco ambiciosos, a los que no les falta de nada, desalentados por el comportamiento “trabajahólico” de padres ausentes y que, sintiéndose culpables, les dan de todo menos atención personal.

Los padres fueron más ambiciosos, tuvieron que luchar para salir de la pobreza. En cambio, los hijos no han conocido/sufrido las mismas privaciones. (En este momento, si mis hijos me oyeran o leyeran tararearían la InternacionalEn pie, parias de la Tierra…«- o silbarían –cargados de razón- la melodía dulzona de Elena Francis).
Las comparaciones son, en efecto, odiosas. Nunca hubo el mismo nivel a la misma edad, ni las mismas oportunidades de mejora o de empeoramiento en tiempos distintos. Pero no me negarán que ahora hay mayor movilidad social hacia arriba y hacia abajo que antes.
Lo que yo recuerdo de mi generación (lo que no significa que sea cierto) es que los jóvenes de entonces no teníamos tiempo para ser pesimistas (además, no había tales encuestas para demostrarlo). Íbamos a cambiar el mundo y todo parecía posible.

Nuestro presente era pobre, cutre y bajo una cruel Dictadura, pero el futuro nos parecía modelable y, por tanto, brillante. Estábamos tan mal –y no quiero contar aquí las penas del pasado, por la amenaza real de que mis hijos se vuelvan a reír de mi- que solo podíamos ir a mejor. El idealismo de la lucha política y la posibilidad real de mejora futura ensombrecían, en muchos casos, las penalidades económicas. Claro que los jóvenes de hoy también salieron a la calle, cargados de idealismo contra los crímenes de Bush y Aznar por la invasión ilegal de Irak. Nosotros (muchos menos) salíamos en los setenta contra la guerra, igualmente cruel, de Vietnam.
Aún recuerdo los gritos contra el presidente Johnson de amigos jóvenes norteamericanos:
“Hey, Hey, L.B.J.
how many kids
have you killed today”

De los famosos 7 de Chicago, líderes encarcelados por ir contra la guerra de Vietnam, uno es un ricachón de Wall Street, otro se enriqueció con una agencia de Publicidad y así, suma y sigue.
Y mis hijos me dicen (cuando ven a los triunfadores de mi pandilla de rojos del 68):
“Papá, aplícate el cuento”
Y yo les replico, mirando por su bien:
“Los pesimistas viven menos y peor. No os conviene ser pesimistas. Con optimismo se saca mayor provecho a la vida”.
Probad este sermón con vuestros hijos y os replicarán:
“Papá, no nos des la vara. Ya vale”.
Pues eso, ya vale, que es puente.

Feliz regreso.

Un brindis por la Constitución

Bandera constitucional de España, conquistada en el despacho de José María Calvino, en el Pirulí, cuando era director general de RTVE y me encargó crear el primer informativo matinal.

Tal día como hoy, hace exactamente 32 años, coloqué –aún no sin cierto repelús- un metro de tela de la bandera española (sin águila fascista ni escudo constitucional) en la puerta de mi casa.

A la hora del aperitivo, llamaron al timbre. Salí a abrir y me encontré con mi vecino de atrás, el anciano coronel Lisarrague, y su esposa.
¿”Qué hace Vd. con mi bandera en su puerta?, me dijo con una sonrisa socarrona y algo triunfal.
“Perdone usía, mi coronel. Seguramente ayer era su bandera y no la mía. Pero, ahora, esta bandera es también la mía, precisamente desde hoy”, le repliqué con la misma sonrisa, también triunfal.
Les invité a pasar a casa, a tomar una copa y a brindar juntos por la Constitución recién aprobada por la mayoría de los españoles.
Se puede decir que, como don Camilo y Pepón, el 6 de diciembre de 1978, hicimos las paces como buenos vecinos procedentes de bandos opuestos. El era un coronel del Ejército rebelde, vencedor en la Guerra Civil, y yo era hijo de un teniente del Ejército de la II República Española, vencido en la misma Guerra Civil.

Carnet de subofical del Ejército de la II República que mi padre exibía con orgullo. Llegó a teniente pero se perdió el registro de su ascenso y oficialmente se quedó en sargento.

Ese día, en efecto, hace 32 años, firmamos la paz a ambas orillas del arroyo que separa nuestras parcelas y, a partir de entonces, nuestras conversaciones (de huerta a huerta) fueron mucho más amistosas, fluidas, incluso tiernas. Y, de vez en cuando, nos visitábamos e intercambiábamos risas y recuerdos. (Yo había sido alumno de su hermano, el profesor Lisarrague, catedrático de Sociología, en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Complutense.)

Hoy ya hemos colocado en la mesa del comedor una banderita española –que me llevé, disimuladamente, del despacho de José María Calviño cuando, como Director General de RTVE, me encargó en 1985 que creara el “Buenos Días”, primer informativo matinal de TVE. Y, en los postres, brindaremos de nuevo (como es costumbre familiar, con champán asturiano “Le Gaiteró”– por la Constitución de 1978, la que más libertad y paz nos ha dado en toda la historia de España.

El jueves pasado, como todos los primeros jueves de diciembre desde hace años, un amplio grupo de amigos de la Fundación Fernando Abril Martorell y del Club de Amigos de la Sociedad de la Información (C@SI), presididos por Crisanto Plaza, bridamos, en pie y alzando nuestra copa, «por la Liberad y por la Constitución». Previamente, este año, le tocó hacer el Elogio de la Concordia a José María Fidalgo, ex secretario general de Comisiones Obreras.
En vísperas del 6 de diciembre, lo repetimos cada año y, siempre que lo hago, siento un pellizco de emoción al recordar mi primer brindis constitucional -entonces, aún con mucho miedo en el cuerpo- con mi querido vecino, el coronel Lisarrague, y con su esposa.

Nunca es tarde para iniciar y mantener una tradición a favor de la libertad y de la paz.
Aunque sea mejorable en muchos aspectos, y hablaremos libremente de ellos, hoy me toca brindar:

¡Viva la Constitución!

El creador de Facebook no me pareció gilipollas

En octubre de 2008 conocí personalmente a Mark Zuckerberg, el creador de Facebook y (con 24 años) el multimillonario más joven del mundo. Almorzamos frente a frente en el comedor de la Fundación Rafael del Pino en Madrid.

Mark Zuckerberg, entre Patricia Gabaldon y José A. Martínez Soler en octubre de 2008

Después de un par de horas de charla informal y de debate profesional, el joven Mark no me pareció tan gilipollas como le ponen en la película «La red social» que he visto este fin de semana.

No me pareció un tipo tan tímido, huraño, introvertido y soso como le muestran en el cine.  Por el contrario, su charla fue animada y amena y sus reacciones a mis comentarios (algo burlones) fueron simpáticas y rápidas.

Dicen en mi pueblo que no hay ministro tonto ni torero cobarde. Tampoco hay -creo yo- multimillonario humilde. Por eso, quizás, lo que más me llamó la atención en Mark Zuckerberg fue su arrogancia, impropia en un chaval de la edad de mi hija Andrea, aunque haya pasado por la Universidad de Harvard (como yo) y por la Phillips Academy de Exeter (New Hampshire), frente a Riverwoods donde entonces vivía mi suegra, Geraldine Westley.

Uno de los compañeros de mesa y matel -otro emprendedor local- se ofreció a hacernos una foto con su móvil (de ahí la mala calidad de la imagen adjunta). Entonces le dije a Mark que esa fotografía le haría muy famoso en Almería.

«¿Por qué en Almería?», me preguntó.

«Pues porque estarás a mi lado y porque yo nací en Almería, frente a Africa, donde presumo de ser gloria local desde que salí por la tele»,  le respondí.

El joven multimillonario soltó una carcajada. En la foto aún se pueden apreciar los restos de aquella risa.

Mark Zuckerberg, creador de Facebook, con José A. Martínez Soler, creador de la editora de 20 minutos.

El almuerzo del fundador y presidente de Facebook con un grupo reducido de emprendedores españoles, con los que él quería compartir experiencias, fue organizado por la Fundación Rafael del Pino, en su sede de Madrid. No se trataba de una conferencia de prensa sino de un encuentro de caracter privado y, como yo era el único pediodista presente, me comprometí a no publicar el contenido del debate/tertulia para que todos pudieramos hablar como si fueramos libres. Así lo hice. Tampoco se dijo nada especialmente exclusivo ni relevante digno de un titular de prensa. Cada uno de nosotros le contamos nuestra aventura empresarial y él nos resumió la suya. Yo presumí, naturalmente, de haber creado la empresa editora de 20 minutos, un diario líder y una web tan gratuitos como Facebook, aunque con algunos menos usuarios (por el momento, claro).

Cuando comparamos notas sobre nuestras experiencias más o menos locas (yo le gano en fracasos, quizas por mi edad), me sorprendió que él hubiera vivido precisamente en la Kirkland House, un colegio mayor de la Universidad de Harvard (Mass., EE.UU.), la misma House (que sale en la peli) a la que yo estuve afiliado cuando pasé por Harvard en 1976-1977 como Nieman Fellow de Periodismo.

También fue casualidad que Mark hiciera el bachiller en la Phillips Academy de Exeter, que yo visitaba cada año cuando iba a ver a mi suegra. La Phillips Academy es un vivero de estudiantes pijos desde donde salen disparados hacia las universidades mas prestigiosas de la Ivy League (la Liga de la Hiedra, porque sus edificios bi o tricentenarios de ladrillo macizo suelen estar cubiertos de hiedra). Con tantas coincidencias personales, la conversación fue my animada y simpática durante el almuerzo. En el postre, pasamos al debate profesional off the record donde pudieron intervenir los demás compañeros de mesa entre los que destacaban jovenes empresarios/creadores de primera fila (que no quiero citar sin su permiso).

Pese a que el personaje de Mark Zuckerberg que se muestra en «La red social», recién estrenada en España, no responde exactamente a la imagen que yo tenía de él, tras aquel breve encuentro de un par de horas en Madrid, la película me gustó y la recomiendo a todos los que estamos apuntados a Facebook e incluso a quienes tienen alergia a las redes sociales. Entre Facebook y Skype suman ya 1.000 millones de usuarios, lo que se dice pronto. En 2003, desde su habitación en la Kirkland House de Harvard, este chico inició una revolución auténtica en el modo de relacionarse de los seres humanos y merece crédito por ello.

No es, pues, de extrañar que sus colegas de universidad y sus primeros socios y amigos -que fueron quedando apartados en el camino del éxito- sintieran envidia, celos o deseos de venganza (o de sacar alguna pasta del pleito) contra quien triunfó utilizando parcialmente algunas ideas propias y otras prestadas.

Mark tuvo una idea y persiguió obsesivamente su realización hasta llegar al éxito. Y es que las ideas -sorry- son de quien las realiza y no del primero que las tiene pero es incapaz de llevarlas a cabo. Sus colegas ricos tuvieron una idea semejante, pero su obsesión estaba centrada en el campeonato de remo y no en la creación de la red social. Su mejor amigo discrepó de él, insistiendo en meter publicidad en Facebook, quizas demasiado pronto, y fue apartado de la empresa. Y su otro socio -el creador de Napster- fue despedido tras un escándalo de drogas.

La película es dura con Mark Zuckerberg. Es el resultado de un par de libros sesgados y de haber hablado principalmente con los perjudicados por la obsesión del creador de Facebook por llevar a cabo su invento a cualquier precio. Incluso al alto precio de perder el amor de su chica. Es una historia patética de éxito que vale pena ver en el cine, aunque en esta peli salgan mas molinos que gigantes… El gigante Zuckerberg no ha querido participar en la peli. No quiso hablar con los peliculeros y no es una versión autorizada por él. Creo que hizo bien. Aún es pronto.  Tiene tan solo 26 años y preside una empresa valorada en 25.000 millones de dólares. Y, además, ya es famoso en Almería. ¿Qué más quiere?

Paso el testigo: Aunque me voy, no me voy

Hoy ha sido mi ultimo día de trabajo como Director General de Multiprensa, editora de 20 minutos, de 20 mimutos.es y de Calle 20, y mañana, 1 de octubre de 2010, paso el testigo a Eduardo Díez-Hochleitner, quien ha sido consejero y vecepresidente del Grupo 20 minutos España desde hace más de 7 años. Tal como anunciamos el pasado 8 de septiembre, el Grupo 20 minutos queda, pues, en buenas manos.

En este momento, no desprovisto de una mezcla agridulce de emoción y alivio, tengo un mensaje para mis compañeros de tantos años: GRACIAS y buena suerte. Pero no me desligo de 20 minutos sino que paso del poder ejecutivo al legislativo como miembro de Consejo de Administración del Grupo. Como dice el fandango que canté en el Concert Hall de Estonia, hace un par de semanas:

«Aunque me voy, no me voy.

Aunque me voy, no me ausento.

Que si me voy de palabra,

me quedo de pensamiento.

Aunque me voy, no me ausento.»

La despedida oficial, ante más de 200 altos directivos del Schibsted Media Group, propietario de 20 minutos España S.A., concluyó el pasado 14 de septiembre, con este fandango que acabo de citar. Los asistentes, procedentes de 25 paises de cuatro continentes, quedaron convencidos de que habían escuchado buen flamenco en el escenario singular del Concert Hall de Tallin (Auditorio Nacional de Estonia), antiguo Palacio de la Opera y antigua sede del Parlamento estonio antes de la ocupación soviética.
– Parte 3:

Todos me felicitaron por mi arte en distintas lenguas. Bueno, todos no. Todos, excepto mis compañeros españoles de 20 minutos, Infojobs, Anuntis, Segunda Mano, Coches.net, Fotocasa, etc. y otros directivos de Schibsted Media Group que distinguen bien un fandando bueno de otro malo.  Estos últimos me felicitaron -eso sí- por el valor (o la temeridad) que demostré al arrancarme por fandangos en tan ilustre escenario como colofón a la cena de gala de Schibsted.

Quienes me conocen comprenderán facilmente que invitarme a hablar, ante un micrófono y con audiencia cautiva, fue una auténtica provocación: a punto estuve de arrancarme por peteneras o por tarantas de mi tierra, pero esos palos me parecieron demasiado tristes (y difíciles) para tan feliz ocasión y se tuvieron que contentar con este fandango facilón. Podrán escucharlo, al término de mi breve despedida, ya que fue grabado con un móvil por mi sucesor en la Dirección General -y, sin embargo, amigo- Eduardo Díez-Hochleitner.

Voy a consultar a los técnicos de 20 minutos cómo se copia y pega un video procedente de un móvil, para tortura de los amantes de buen flamenco. ¡Se van a enterar! Aún me queda una hora  de mando -hasta la medianoche- para que respondan, por obligación, a mis consultas técnicas. A partir de mañana lo harán sólo por amor.

Lo dicho: GRACIAS y ENHORABUENA a todos los que habéis hecho posible el milagro (la revolución) de 20 minutos: empleados, lectores, anunciantes, proveedores, accionistas y amigos de esta hermosa aventura. Entre todos hemos creado -desde la nada- el diario impreso más leído de la historia de España y el tercer diario digital más leído en castellano.

Casi na.
——

Farewell of Jose at the Concert Hall of Tallinn (Estonia), Sept. 14, 2010.

Thank you, dear Sverre, for your words.  From your compliments I see that I must have contaminated or infected you with a syndrome very prevalent among Andalusians:  exaggeration.  You know that although praise weakens most mortals, it gives me wings.  Thank you. I Taak.

Dear friends,
It is a great honor for me to have been invited by Rolv Erik and Sverre to speak briefly to all of you of the Schibsted family here, in this wonderful country, especially since I have only two more weeks left before leaving my position at the K-2 level after almost 10 years as CEO of 20minutos in Spain. Briefly, they insisted: no more that 15 minutes –not even 20 minutes, because they know how much I love microphones!

I would like to recall some words about the reasons why we sold our company to the Norwegians that I said a couple years ago in Oslo, when I was speaking on behalf of the thousands of non-Scandinavian employees of Schibsted at Tinius’s memorial.

The first time I heard the name Schibsted was in the spring of 2001 in Madrid. It was during our road show to sell our company Multiprensa (the publisher of 20 minutos in Spain), founded 2 years earlier in the basement of my house. Norwegians, Swedes and Italians were the finalists and the Swedish bid was, by a slight difference, the highest in monetary terms.

I cannot deny the influence of my mother-in-law (100% Norwegian) in the decision to sell our company to Schibsted. She said:

– “Jose,  forget the Italians and don’t even think about selling it to the Swedes! Uff Da!”

Arsenio Escolar, the editorial director, and I told our Board to sell our company to Schibsted for two very important reasons:

First, we had studied the Schibsted model of 20 minuten in Zurich and it was as local as ours, while Metro was more global.

Second, and last but not least: Schibsted guaranteed us freedom of expression, editorial independence, credibility and quality – and all in writing! They did this through a foundation they called the Tinius Trust.

-“Say no more,” we both –Arsenio and I- thought immediately.

And here we are 9 years later.

We staked our decision on the Tinius Trust’s guarantee of freedom of the press. This freedom is such a marvelous plant – though fragile and delicate. As you probably realize, for centuries this fragile plant was an exotic foreign plant that could not take root or thrive in Spain. (My Estonian friends will be able to identify with this, I am sure.) And now, Schibsted is cultivating and defending this remarkable plant in 25 counties with many different languages — and it is thriving.

I also have been a journalist both in the Franco dictatorship and in democracy, before founding newspapers and companies, and I assure you that I truly appreciate how much freedom of expression is worth. For freedom, like oxygen, is most valued when it is lacking.

I suffered a lack of freedom for too many years of my life and I have fought, and still fight for it, as Schibsted has taught us through the Tinius Trust.

Almost 10 years have gone by since we sold our company, and thanks to the spirit and letter of the Tinius Trust, under the direction and support of Kjell Aamot and of my direct bosses, Birger Magnus and Sverre Munck, and since last year under the direction and impulse of Rol Erik Ryssdal, the miracle of “ensuring freedom and independence” in 20 minutos in Spain was indeed possible. And we accomplished, to the best of our abilities, the three fundamental principles that I have learned from Schibsted:

-(1) Have fun, (2) make money and (3) with integrity.

And I know Arsenio Escolar, our editorial director, and Luis Alberto Rivero, our sales manager, share the same opinion.

For this reason, and with great pride and gratitude, I wish to say at this emotional moment of my farewell as CEO, that I have never enjoyed in my entire professional life (in more than 20 companies) as much freedom, independence and trust as in 20 minutos España.

I would like to quote the phrase of Don Quijote that my father recited to me when I was a child:
“Freedom, Sancho, is one of the most precious gifts that heaven has bestowed upon men; no treasures that the earth holds buried or the sea conceals can compare with it; for freedom, life  may  and should be ventured.”

Thank you, all of you, in Schibsted for cultivating and defending your freedom and our freedom because this makes a difference  with other media companies and leaves and important imprint in countries wherever Schibsted operates.

This is a moment full of emotion for me mixed with both sadness and happiness, at the same time.

Sad, because the decision I have taken in agreement with my president, Sverre Munck, separates me physically from you and these enriching meetings –though not totally- and puts an end to a long professional phase heading the executive power of the company in Spain. There were times of brilliance and, yes, times of darkness that have been very tough and which demanded sacrifices to emerge from the crisis and save our project.

But this is a time of happiness because I leave the Executive and join the Legislative branch, as Board member, just as 20 minutos has avoided shipwreck by slashing costs of over 20 million euros in 2 years – and thanks to some help from the shareholders who maintained faith in us.  The company now sails ahead at the speed of break-even.  In the first semester of 2010 we went back to operating profit. The drastic cut-backs, as dramatic as absolutely necessary, are not free of cost, and will leave some scars behind.  Those who have gone through this, know well what I mean.  For this reason, I am proud that the shareholders, the team of directors and the employees of 20 minutos understood and made the effort and sacrifice to do what had to be done to save our ship.

I am happy also because while Mr. Break-Even –myself-  will be leaving he will be succeeded by Mr. Profit:  Eduardo Diez Hochleitner. Eduardo, the new CEO, is the best candidate to govern this ship.  He knows it well and if it were not for his passion and love of the 20 minutos project, I would never leave my command so easily and so happily.  He is an efficient and upright person, with a sharp and open mind, but above all, he is a wonderful person who has all my admiration, support, and affection.

Thank you, Eduardo, for having made this transmission of powers possible—for being able to pass on the torch – with such nobility and satisfaction.  I hereby give notice to the Scandinavians to take advantage of everything Eduardo has to offer.  Although he comes from a country from the South of Europe –so far from Oslo and so close to Africa– I recommend that you listen to him with attention:  he knows several languages, he has travelled through half the world and usually says what he thinks.  His only defect is that he is an economist — but no one is perfect.

This October First, a new and desired phase begins for me –I still cannot believe it-, but I will remain linked to you, to Grupo 20 minutos Spain and to the Schibsted Group until the day of my definitive retirement.

I offer my apologies to those affected by any mistakes I may have committed in these 10 years, but, as we say in Spain, if you never wash the dishes, you don’t break any plates.

Thanks to all my colleagues, directors, and employees of 20 minutos;  and thanks to the Schibsted Group, shareholders, suppliers, and clients, I leave my position as CEO satisfied and relieved.

I am also leaving with great pride in having contributed to getting millions of young people who never read newspapers to become regular readers. With 15 printed editions of the most read daily in the history of Spain and the website 20minutoes.es, the third by number of unique users, we have improved the cultural landscape of our country and have contributed – and of this I am sure – to consolidating and extolling the value of Democracy. All of this was possible thanks to all our employees and, especially, to Arsenio Escolar and his team of great journalists.

And, finally, now I would like to read or, perhaps, sing (abusing my captive audience) an old Flamenco Fandango from Almería, my hometown.  It’s called, appropriately, “Although I go, I am not gone…”

Aunque me voy….

Although I go, I am not gone,
Although I go, I am not absent
And if I by word, I go,
In my thoughts I remain.
Although I go, I am not absent.

—-

And as most of you know ,“mi casa es tu casa.” If you go to Madrid or Almería, remember, “my house is your house”

Thank you very much.

Traducción de las palabras de Sverre Munck y de José A. Martínez Soler en Tallin (Estonia)

Cena de los directivos de Schibsted Media Group

(Concert Hall, Tallin, Estonia, Sept. 14, 2010)

Presentación

Por Sverre Munck, presidente de 20 minutos España S.A. y Vicepresidente Ejecutivo de Schibsted ASA:

Nuestro orador de esta noche es una persona que muchos de vosotros conocéis, al menos superficialmente. Es una persona con una notable trayectoria personal y profesional.

Es un hombre con experiencia en los extremos: criado en una familia modesta pero orgullosa, sin agua corriente ni electricidad (no –no se trata de un “hytte”,  un refugio  noruego en las montañas).  Hoy, él sigue siendo orgulloso pero no pobre –tiene un pequeño “palacio” cerca de donde creció.

Ha experimentado los dos extremos de censura de prensa y de total libertad de expresión, y la censura casi le cuesta su vida. Ha tenido 30 empleos, 15 de los cuales han sido creados por él mismo.

Ha demostrado que Max Weber estaba equivocado. ¿Qué Max Weber estaba equivocado? ¿Como es posible? Max Weber realizó un estudio en Alemania, hace casi 100 años. Como sabéis , Alemania es protestante en el Norte y católica en el Sur. Weber demostró que en el Sur no leían periódicos, mientras que el Norte sí los leían y concluyó que los católicos no leían periódicos. Pues bien, nuestro próximo orador ha demostrado que los católicos –jóvenes católicos- sí leen. ¿Cómo lo sabemos? Pues porque en España 20 minutos ha llegado a ser el diario más leído, y leído por jóvenes, en sólo 4 años.

Como ya habréis podido imaginar, el próximo orador es José Antonio Martínez Soler (JAMS). ¿Por qué José? y ¿por qué ahora? ¿Acaso no nos ha hablado ya bastante en todos estos años?

Bueno, lo más probable es que esta sea la última vez que oigáis hablar a José.  La semana pasada anunciamos en Madrid que el 1 de octubre dejará el cargo de Director General  de 20 minutos y pasará la responsabilidad a Eduardo Díez-Hochleitner, a quien muchos de vosotros conocéis.

José compartirá con nosotros algunas reflexiones después de trabajar casi 10 años con nosotros.

Palabras de despedida

Por José A. Martínez Soler, fundador y Director General de 20 minutos en España.

Gracias, querido Sverre, por tus palabras. Por tus piropos veo que te he contagiado o contaminado con un síndrome muy habitual entre andaluces: la exageración. Y tú sabes que, aunque los halagos debilitan a la mayoría de los mortales, a mí me dan alas. Gracias.  ( Ai taak, Sverre).

Queridos amigos:

Es un gran  honor para mí haber sido invitado por Rolv Erik y Sverre para hablar brevemente ante vosotros, los miembros de la familia Schibsted reunidos aquí, en este maravilloso país, especialmente cuando sólo me quedan dos semanas para dejar mi puesto en el nivel K-2 después de casi 10 años como Director General de 20 minutos en España. “Brevemente”, me han insistido: no más de 15 minutos –ni siquiera 20 minutos- porque saben ¡lo mucho que me gustan los micrófonos!

Me gustaría recordar algunas palabras sobre las razones por las que vendimos nuestra compañía a los noruegos que ya dije hace un par de años en Oslo, cuando hablé en nombre de los miles de empleados no escandinavos de Schibsted en el funeral de Tinius.

La primera vez que oí el nombre de Schibsted fue en la primavera de 2001 en Madrid. Fue durante el “road show” para vender nuestra compañía Multiprensa ( la editora de 20 minutos en España), fundada 2 años antes en el sótano de mi casa. Los noruegos, los suecos y los italianos fueron los finalistas y la oferta sueca fue, por una pequeña diferencia, la más alta en términos monetarios.

No puedo negar la influencia de mi suegra (100% noruega) en la decisión de vender la compañía a Schibsted. Ella me dijo:

-“José, olvídate de los italianos y ¡ni se te ocurra siquiera vender a los suecos! ¡Uff Da!”

Arsenio Escolar, nuestro director editorial, y yo dijimos a nuestro Consejo que debíamos vender la compañía a Schibsted por dos razones muy importantes:

Primero, porque habíamos estudiado el modelo de 20 minuten en Zurich y era tan local como el nuestro mientras que Metro era más global.

Segundo, lo último pero no lo menos importante: Schibsted nos garantizaba libertad de expresión,  independencia editorial, credibilidad y calidad – y ¡todo ello por escrito! Lo hacían a través de una fundación que llamaban Tinius Trust.

-“No me digas más”, pensamos ambos -Arsenio y yo-  inmediatamente.
Y aquí estamos 9 años más tarde.

Tomamos nuestra decisión basándonos en la garantía de libertad de prensa del Tinius Trust. La libertad es una planta tan maravillosa… -aunque frágil y delicada.  Como probablemente sabéis, durante siglos, fue una exótica semilla extranjera que no podía echar sus raíces ni crecer en España. (Estoy seguro de que mis amigos estonios se identificarán muy bien con lo que digo). Y ahora, Schibsted está cultivando y defendiendo esta exótica planta extranjera en 25 países, con lenguas diferentes. Y es maravilloso.

También yo he sido periodista bajo la dictadura de Franco y en Democracia, antes de fundar periódicos y empresas, y os puedo asegurar que verdaderamente vale la pena luchar por la libertad de expression.  Nos damos cuenta de que la libertad, como el oxígeno, es más valiosa cuando nos falta.

He sufrido la falta de libertad durante demasiados años de mi vida y he luchado y aún lucho por ella, tal como Schibsted nos ha eneseñado a través del Tinius Trust.

Han pasado casi 10 años desde que vendimos nuestra caompañía, y gracias al espíritu y la letra del Tinius Trust, bajo la dirección y el apoyo de Kjell Aamot y de mis jefes directos, Birger Magnus y Sverre Munck – y desde el año pasado bajo la dirección y el impulse de Rolv Erik Ryssdal-, el milagro de “asegurar la libertad y la independencia” en 20 minutos ha sido, en verdad, posible. Y lo hemos conseguido cumpliendo, lo mejor que hemos podido, los tres principios fundamentales que hemos aprendido de Schibsted:

1.- Pasarlo bien

2.- Ganar dinero

3.- Con integridad

Y me consta que tanto Arsenio Escolar, nuestro director editorial, como Luis Alberto Rivero, director comercial, comparten esta misma opinión.

Por esta razón, y con gran orgullo y gratitude, quiero decir en este momento tan emocionate de mi despedida como Director Genderal, que nunca he disfrutado en toda mi vida professional (en más de 20 compañías) tanta libertad, independencia y confianza como en 20 minutos España.

Me gustaría citar aquí una frase de Don Quijote que mi padre me recitaba cuando yo era un niño:

I would like to quote the phrase of Don Quijote that my father recited to me when I was a child:

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre: por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida”.

Gracias a todos vosotros, de Schibsted, por cultivar y defender vuestra y nuestra libertad porque eso marca una diferencia con otros grupos de prensa y deja una huella importante en los países donde Schibsted opera.

Este es un momento lleno de emoción para mí y tiene también una carga agridulce, con luces y sombras, triste y alegre a la vez.

Triste porque la decisión que he tomado de acuerdo con mi presidente, Sverre Munck, me separa físicamente de vosotros y de estas reuniones tan enriquecedoras –aunque no del todo- y pone fin a una larga etapa profesional al frente del poder ejecutivo, con muchos momentos brillantes y algunos bastante duros que nos exigieron hacer sacrificios para salir de la crisis y salvar el proyecto.

Y es un momento alegre porque dejo el Ejecutivo y paso al Legislativo, como miembro del Consejo de Administración, cuando 20 minutos ya se ha salvado del naufragio y navega de nuevo a la velocidad del break even, después de una reducción de costes de más de 20 millones de euros en dos años.  La reducción de costes, tan necesaria como dramática, no es gratis y suele dejarnos algunas cicatrices. Quien lo probó lo sabe. Por eso, yo estoy orgulloso de los empleados, del equipo directivo y de los accionistas de 20 minutos que comprendieron y asumieron este esfuerzo.

Estoy alegre también porque se va Mr. Break even y viene a sucederme Mr. Profit. Eduardo es el mejor candidato para gobernar esta nave. Le conozco bien y de no ser por su pasión y amor al proyecto 20 minutos yo no dejaría mi cargo así como así, tan alegremente. Es un profesional eficaz e integro, con una mente abierta y aguda, pero sobre todo es una bellísima persona que tiene mi admiración y todo mi afecto.

Gracias, Eduardo, por haber hecho posible esta transmisión de poderes – poder pasarte el testigo- con tanta nobleza y satisfacción. Aviso a los escandinavos para que saquen de Eduardo todo el jugo que puedan. Aunque proceda de un país del Sur de Europa, tan lejos de Oslo y tan cerca de Africa, os recomiendo que le escuchéis con atención: sabe varias lenguas, ha viajado por medio mundo y suele decir lo que piensa. Su único defecto es que también es economista. Pero nadie es perfecto.

El próximo 1 de octubre comienza para mí una nueva y deseada etapa –¡no me lo puedo creer!-, pero seguiré ligado a vosotros, al Grupo 20 minutos Spain y al Grupo Schibsted hasta que llegue el día de mi jubilación definitiva. Y falta mucho para eso.

Pido disculpas a todos los afectados por los errores cometidos en estos casi 10 años, pero ya sabéis quien no friega en la cocina no rompe platos.

Gracias a todos mis colegas, directivos y empleados de 20 minutos y del Grupo Schibsted, y gracias también a los accionistas, a los proveedores y a los clientes dejo el cargo de Director General satisfecho y aliviado. Como le dije a Arsenio en 2004, al confirmar los primeros 4 millones de euros de beneficio operativo:

“Espero que este éxito no arruine nuestra larga carrera de fracasos”.

También me voy con el orgullo de haber contribuido a que millones de jóvenes que nunca leyeron diarios se hayan acostumbrado, por fin, a hacerlo. Con las 15 ediciones impresas del diario más leído de la Historia de España y la web 20minutos.es, la tercera por su nº de usuarios únicos, hemos mejorado el paisaje cultural de nuestro país y hemos contribuido –de esto estoy seguro- a consolidar y ensalzar los valores de la Democracia.

Y ahora –si Sverre me lo permite- voy a leer o, quizás, a cantar (abusando de esta audiencia cautiva) un viejo fandango de Almería, la tierra donde nací. Creo que su letra es muy apropiada para este momento:

“Aunque me voy, no me voy.

Aunque me voy, no me ausento.

Aunque me voy, no me voy,

Que si me voy de palabra,

Me quedo de pensamiento.

Aunque me voy, no me ausento.”

Y como la mayoría de los que estáis aquí sabéis, si vais a Madrid o a Almería, “mi casa es tu casa”.

Muchas gracias

—-

El video que sigue a continuación no es obligatorio. El que avisa no es traidor: está en inglés-andaluz.

– Parte 1:

– Parte 2:

– Parte 3:

El PP votará “sí” en Vitoria y “no” en Madrid

El mismo recorte de gastos obtendrá el “sí” de Basagoiti y el “no” de Rajoy. ¿Qué abismo separa a ambos líderes –y a media España– para que su votación sea tan dispar sobre el mismo asunto?  Hace poco, cuando el lendakari Patxi López y Antonio Basagoiti, presidente del PP vasco, recibieron el Premio Abril Martorell a la Concordia me dio un ataque de sana envidia. Y escribí un comentario titulado “Un ejemplo para España”

Me ocurrió lo mismo esta mañana, al escuchar al líder del PP explicando en TVE por qué pensaba votar a favor del ajuste propuesto por su adversario político, el lendakari Patxi López. Lo explicó muy bien. Pero no pudo hacer lo mismo con las razones que pudiera esgrimir Rajoy para explicar su voto negativo al ajuste del déficit público propuesto por Zapatero.  

Prácticamente todos los partidos políticos del grupo popular europeo, que están en la oposición, están votando a favor de las medidas de reducción del déficit que proponen los gobiernos de sus países –siguiendo las recomendaciones de la Unión Europea– salvo el Partido Popular de España. El Partido Popular apoyará sólo las medidas de ajuste del gobierno socialista vasco.

A mi juicio, tanto el lendakari López como el líder del PP vasco, Antonio Basagoiti, están adquiriendo una imagen de grandeza política y de generosidad patriótica que deja por los suelos a sus respectivos jefes nacionales, Zapatero y Rajoy.

A eso podemos unir el espectáculo de ayer –“lamentable”, según Javier Rojo, presidente del Senado– que ofrecen sus señorías de ambos bandos cuando gritan y patalean como niños rabiosos desde sus escaños.

Quizás esta crisis económica huracanada nos traiga como beneficio colateral la desaparición de la escena pública de los principales líderes políticos, incluyendo a Zapatero y a Rajoy. Ya se oyen numerosas voces que apuntan hacia el abandono rápido de ambos barcos (PP y PSOE)  ante la expectativa de un cambio de capitanes. Al mismo tiempo, gente extraordinaria –asqueada de la política española desde la crispación generada por Aznar, Rajoy  y Zapatero–  está pensando -aún clandestinamente- en cómo arrimar el hombro para sacar a España de esta crisis.    

La OCDE apunta hoy un crecimiento ridículo del 0,9% para la economía española en 2011. Si es así, quiere decir que arrastraremos a más de 4 millones de parados, durante varios años, a un pozo sin fondo como el que se tragó a la generación perdida que sufrió la última gran crisis económica en la primera mitad de los años 80. La economía española se ha mostrado incapaz de crear empleo cuando ha crecido por debajo del 3%.

El Gobierno socialista persiste en minimizar la gravedad de la situación económica y social, con la esperanza de ganar tiempo para puentear la crisis, mientras la derecha celebra cínicamente los desastres de la economía española, como si fueran su trampolín para recuperar un poder que perdieron con las mentiras del Gobierno Aznar sobre ETA en el 11-M. Tanto el PSOE como el PP están enredados en el cortísimo plazo y ciegos, respectivamente, por mantenerse en el poder o por llegar a él y al precio que sea, incluso al de dejar a España como tierra quemada y a toda una generación de jóvenes angustiados sin empleo y sin futuro.

Repasando recuerdos dramáticos de otras grandes crisis, como la doble (política y económica) de 1975-1985, echo de menos grandes cabezas creíbles que piensen en el país, antes que en su beneficio personal, y que hablen con claridad y sin miedo a las represalias de los líderes, ya desgastados, de los dos grandes partidos nacionales, de los sindicatos y –lo que es mucho peor- de los empresarios.

Un repaso a la historia no tan lejana de nuestra transición política (de la Dictadura a la Democracia) y económica (del Tercer Mundo al Primer Mundo), y de cómo y quiénes hicieron posibles los Pactos de la Moncloa (yo tuve la fortuna y el privilengio de estar cerca de ellos) nos arrojaría un poco de luz sobre cómo salir de este largo túnel. Pero para tener algo de éxito, todos -sí, todos- deberíamos perder algo en el camino, ya que se plantean retos descomunales de flexibilidad y solidaridad intergeneracional (entre padres e hijos), de flexibilidad y solidaridad interregional (entre regiones ricas y pobres), intersectorial, internacional, etc.

La actitud que más nos puede ayudar a salir de las crisis es la de máxima flexibilidad e innovación para adaptarnos con rapidez a los cambios y a los nuevos desafíos con la mejor disposición y la mente más abierta. Sin embargo, la mayoría nos agarrotamos ante las dificultades y reaccionamos tribalmente con mayor rigidez, lo que nos lleva a la esclerosis y a la quiebra. El viento huracanado puede tumbar al junco flexible pero no lo quiebra. En cambio, troncha a la caña seca y rígida. 

He oído y leído a varios maestros economistas que insisten en lo de siempre: el mejor empleo es el que se crea y se consolida mediante la exportación. Por ello, la solución al gran drama de nuestro paro pavoroso pasa por el sector exterior más que por la demanda interna, bastante deprimida.   Claro que para aumentar nuestras exportaciones tendremos que bajar nuestros precios de venta a  niveles competitivos.

¿Cómo se pueden bajar los precios de nuestros bienes y servicios? Como siempre se ha hecho: reduciendo los costes laborales, energéticos, fiscales, financieros, institucionales, tecnológicos, etc., que componen el coste total, y mejorando los procesos e innovando en sectores emergentes de demanda fuerte… O sea, reduciendo los costes allí donde se pueda… para ganar competitividad. Podemos reducir los salarios de todos para bajar el coste laboral de nuestros bienes y servicios o podemos reducir (como hemos preferido hacer) el número de empleados para conseguir el mismo fín.

 ¿Quien mató al corregidor? ¡Fuenteovejuna, señor! 

Al final -podemos llamarlo como queramos-, son habas contadas: hay que trabajar más y ganar menos para poder aumentar las exportaciones y reducir las importaciones. No veo otra forma de repartir el empleo escaso entre padres e hijos. Pero ¿quién es el político valiente que les dice esto a los padres empleados (y asustados) para favorecer a sus hijos (angustiados) en paro?

Si las mejoras en productividad se reparten tradicionalmente en la mesa tripartita compuesta por el Gobierno (impuestos), los empresarios (beneficios) y los sindicatos (salarios), la caída de la productividad también debería hacer sentir su coste sobre las espaldas de estos mismos tres protagonistas.  Cuando hay que repartir riqueza, todos acuden al instante. Cuando hay que asumir recortes y pérdidas, porque hemos gastado por encima de nuestros ingresos, todos huyen de la mesa tripartita como del diablo.

Pero no echemos siempre toda la culpa a los representantes (políticos, empresariales y sindicales) que hemos elegido. Deberíamos olernos la mano con la que les hemos votado. Y animar al recambio generacional o a un cambio profundo de actitudes rígidas por otras flexibles, egoistas por otras solidarias.

Ahí están –al menos, con su enorme ejemplo- Lopez y Basagoiti. Aunque me temo que estoy contribuyendo a perjudicar y destruir su futuro político con sólo decirlo.  Así son aún, desgraciadamente, las dos Españas.

Me recuerdan al genio de la lámpara maravillosa que ofreció conceder un deseo -él que pidiera- a un paseante con la condición de que su vecino recibiría el doble. El afortunado ciudadano no lo dudo un instante: le pidió al genio que le sacara un ojo.

Escámez, un banquero contra el 23-F

 

Ha muerto un banquero que apoyó la Democracia.

“Estamos contra el Golpe. Llame Vd. a Termes para que represente a la banca en la manifestación por la Democracia”.

Este fue el mensaje que recibí de Alfonso Escámez, presidente del Banco Central, entonces el nº 1 de España, que falleció anteayer a los 94 años.  Tras el fracasado golpe militar del 23 de febrero de 1981, pude localizarle de viaje por Nueva York gracias a su mano derecha, Luis Blázquez.

Rafael Termes era, a la sazón, el presidente de la patronal bancaria AEB (Asociación de la Banca Española).

También pude localizar, en un pueblo de Segovia, a Luis Valls Taberner, presidente del Banco Popular, el último de los siete grandes, para recabar su opinión sobre el golpe militar. Me confirmó por teléfono lo mismo que me había transmitido Escámez.  

No me hicieron falta más llamadas desde mi mesa de redactor-jefe de Economía del diaro El País. Quería saber cual era la reacción de los siete gandes de la banca tras el golpe de Estado del 23-F. Allí podía haber una historia, si no de primera sí de última página: yo buscaba el lado político (incluso humano, si lo hubiera) de nuestros banqueros.

Llamé, pues, a Rafael Termes, de parte de Alfonso Escámez y de Luis Valls. El Golpe militar había fracasado ya y los partidos políticos, sindicatos, etc. convocaron inmediatamente una manifestación contra los golpistas y por la Democracia para el domingo siguiente al golpe: el 27 de febrero de 1981. Aún no estaban las cosas totalmente claras.

Le pedí por teléfono a Rafael Termes que asistiera a esa manifestación, en nombre de toda la banca, para que pudiéramos hacerle allí mismo una foto y desmentir así algunos rumores que habían circulado sobre el apoyo (¿financiero?) de algunos banqueros a los golpistas de la extrema derecha franquista y de altos mandos del Ejército y la Guardia Civil. Teníamos algo más que rumores y… mucho miedo en el cuerpo.

El domingo 27-F por la tarde le recogí personalmente y le dejé en la cabecera de la gran manifestación contra el golpe de Estado,  junto a los líderes políticos, sindicales, etc.  Nunca se había visto el presidente de la patronal bancaria en una situación semejante. El País publicó la foto de Termes en la mani con el titular deseado de «La banca con la Democracia» o algo así. Este es el texto que acabo de encontrar en la hemeroteca de El País:

—–

El presidente de la patronal bancaria, en la marcha

Poco después se incorporó a la cabeza de la manifestación el alto staff de la banca privada en pleno, y entre ellos, su presidente, Rafael Termes. Antonio Garrigues Walker, presidente de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) acudió acompañado de su familia. «Me manifiesto, no con mentalidad de reacción frente a los sucesos de días pasados, sino porque es la oportunidad de mirar al futuro». También, en cabeza, los directores de diarios madrileños. Pasadas las siete de la tarde, la manifestación se puso en marcha. Las aceras, ante las que había de pasar la multitud estaban abarrotadas. Arboles, edificios en construcción, (…)

—-

Quien no estuvo allí, bajo la lluvia fina de aquel domingo de febrero,  no podrá recordar el miedo que todos los manifestantes teníamos en el cuerpo, a los seis días del fracasado golpe de Estado de la extrema derecha y de altos mandos del Ejército, que estuvo a punto de acabar a tiros con la flamante Democracia española. Nunca había escrito esta anécdota. Sin embargo, ahora, al conocer la muerte de Escámez, me ha parecido justo recordarla. Es la hora triste de las alabanzas. Personalmente, siempre agradecí a Escámez, en público y en privado, su decidido apoyo a  la Democracia, apoyo que no era tan claro en otras instancias de la banca española.     

Copio y pego a la izquierda el obituario de Escámez que publica hoy El País, escrito por José Luis Leal, ministro de Economía en el Gobierno Suarez-Abril, que dirigió la transición política de la Dictadura a la Democracia.

En otros países, donde admiran a los emprendedores dignos de ser imitados, a las personas hechas a sí mismas que, desde abajo, llegan a lo más alto, Alfonso Escámez –de botones a presidente- tendría circulando su biografía por todas las  escuelas. Aquí, a los dos días de su fallecimiento, apenas se le conoce salvo en  Águilas (Murcia), su pueblo natal, en cuyo cementerio ha recibido sepultura como un marqués.

El Rey pudo, en vida, mostrarle su agradecimiento, no sólo por sus eventuales servicios bancarios cuando él sólo era príncipe y no tenía donde caerse muerto, sino por sus servicios prestados a la Democracia y a la Corona. Don Juan Carlos I le nombró senador real y, más tarde, le otorgó el título nobiliario –merecido más que muchos rancios grandes de España– de marqués de Águilas.   

Su gran envergadura física, sus modales nada afectados y su trato afable y pueblerino eran lo más lejano que podemos imaginar de un estirado aristócrata. Don Alfonso apenas había ido a la escuela. Comenzó a trabajar desde niño como botones en Águilas y llegó a presidente del Banco Central, que él convirtió pronto en el primero de España. Era un autodidacta y tenía una vastísima cultura de la que apenas presumía y con la que solía sorprender a cualquier listillo que se le acercara con pretensiones clasistas.     

Tuve el privilegio de conocerle en 1971, cuando fundamos el semanario  Cambio 16, crítico con el franquismo –dentro de lo que cabía. Desde entonces hasta su jubilación en 1992, he mantenido con él una relación cordial no exenta de debates, críticas y discusiones de carácter profesional o político.

 Era Escámez un hombretón recio, de pueblo, bastante socarrón, con  finísimo sentido del humor –que disimulaba en público-,  una mirada escrutadora, directa y, a veces, desconfiada y un extraordinario amor a la música y a la literatura.

Con una menta rápida y abierta, admiraba las artes y las ciencias e investigaba con gran curiosidad cuestiones de la naturaleza o la industria -como las piritas, por ejemplo- muy alejadas del típico quehacer bancario.   Había comenzado su carrera como botones, estudió por su cuenta y alcanzó el doctorado honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid cuyo Consejo Social presidió. 

Te sorprendía, intelectualmente, pues subía los escalones del razonamiento de tres en tres y era difícil seguir su paso. En eso, se parecía mucho a Fernando Abril Martorell, ex vicepresidente del Gobierno, a quien más tarde  Escámez nombró vicepresidente del Banco Central. Me consta que ambos se profesaron siempre admiración y afecto mutuos.

Don Alfonso era –eso sí- más listo y pillo que el hambre. Para debilitar al contrario, practicaba el dudoso arte del halago con una maestría que yo trato de imitar sin éxito. Era buen vendedor.

“Dádivas quebrantan piedras”, me respondió un día cuando critiqué los regalos absurdos (incluso los sobres con “dietas”) que algunas empresas y bancos solían repartir entre ciertos periodistas “sobrecogedores” (porque cogían tales sobres) con motivo de las Juntas Generales.

En reuniones o almuerzos con la prensa, el primer banquero de España me halagaba llamándome “paisano”, lo que me obligaba –por mi juventud e inseguridad- a ser mucho más crítico con él en mis intervenciones públicas para acentuar, naturalmente, mi independencia profesional. Pero, en privado, siempre tuvo conmigo un trato de afecto correspondido, no exento, por supuesto, de debates, discusiones y críticas leales.  En verdad, por los caprichos de la costa levantina, desde mi pueblo almeriense se ve su pueblo murciano. De ahí que me hubiera adoptado como “paisano”.

Pasados los años, no hace mucho tiempo, le vimos de lejos y por casualidad en la acera de la calle principal de Águilas, sentado en un gran sillón –que muy bien podría haber pertenecido a algún marqués arruinado, rodeado de una pequeña corte local, esperando el paso de una procesión de Semana Santa.  Entre la muchedumbre, vimos pasar a los penitentes, a los pasos religiosos y, al fin, a la banda municipal. Al desfilar junto al marqués de Águilas, los músicos se pararon en seco y, sin interrumpir su partitura, giraron 45 grados para, cara a cara con él, rendirle pleitesía al unísono con una leve inclinación de cabeza y… de instrumento.  A continuación, se fueron con la música a otra parte siguiendo a la Virgen y a los santos.

Mi chica –que es de Boston, la pobre- preguntó extrañada por qué le hacían tal reverencia a Escámez. Le respondieron los vecinos con igual extrañeza por su pregunta:

“¿Cómo no van a saludar los músicos a don Alfonso? Si no fuera por su donativos, la banda no tendría ni para pagar los instrumentos”.

Ojalá conocieran –y quisieran- a don Alfonso Escámez en toda España como le conocen , le quieren y admiran –con razón- en su pueblo (y casi el mío) de Águilas.

Descanse en paz el banquero que apoyó la Democracia.