Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Ha muerto el «tío Walter», uno de mis ídolos profesionales

Hablé con él, por última vez, hace 18 años. Fue una entrevista de admirador a maestro, televisada en directo, en el programa informativo «Espiral, detrás de la Noticia» de TVE-2, que yo dirigía y presentaba entonces, tras mi fracaso como director fundador del diario El Sol.

Nunca olvidaré su talante abierto, flexible y tolerante, pero tampoco su carácter amable pero firme, su gracia periodística y su coraje ético cuando defendía principios profesionales o derechos humanos.

Recuerdo muy bien el motivo de la última entrevista que tuve con él, a finales de 1990 o principios de 1991: desenmascarar las mentiras del Gobierno de los Estados Unidos durante la primera guerra del Golfo, tras la invasión de Kuwait por Sadam Hussein.

¿Cormoranes del Pacífico petroleados en Irak?

El presidente George Bush I (padre de George Bush II, el peor presidente de la historia de EE.UU) había inaugurado una desastrosa política informativa sobre el ataque aliado a Irak y la liberación de Kuwait.

Bush padre no quería que los norteamericanos vieran la guerra de Irak tal como vieron (¡y perdieron!), años atrás, la guerra de Vietnam. (Fué precisamente Walter Cronkite uno de los que más contribuyeron, desde el campo de batalla, a cambiar la opinión pública norteamericana sobre el desastre y los crímenes de guerra en Vietnam )

Bush I estableció en Irak una férrea censura, incluyó y vigiló a los periodistas («incrustados», se decía entonces) dentro de unidades armadas. Pero no sólo limitó la libertad de movimientos y de información de los periodistas sino que les «facilitó» su labor ofreciéndoles noticias e imágenes falsas de la guerra o de otras guerras. La imagen más soprendente, suministrada por las televisiones norteamericanas a todo el mundo, fue la de unos pobres cormoranes ennegrecidos, completamente cubiertos de petróleo crudo, tratando de volar sin éxito, con sus alas pegadas al cuerpo con crudo. Pronto se descubrió que esas imágenes no correspondían a la guerra de Irak ni ese petróleo era el derramado por Sadam Hussein en Kuwait sino que eran muy viejas y procedían del hundimiento de un petrolero en las lejanas costas -creo recordar- de Alaska.

Walter Cronkite, ya jubilado de su célebre telediario («The CBS Evening News«) pero considerado aún «la voz de la verdad» y el periodista más fiable de Améríca, montó en cólera y pidió testificar ante el Senado contra la política informativa del Gobierno Bush. Su comparecencia televisada ante el Senado marcó un hito en la historia del periodismo y de la presidencia de Bush padre. Cronkite conoció a todos los presidentes desde Hoover y tuvo diferente trato y diferentes conflictos con ellos.

Algo parecido a lo de Bush I con Irak le ocurrió al presidente Lindon B. Johnson cuando vio un crudo reportaje de Cronkite sobre la guerra de Vietnam en el que reclamaba una paz negociada. Le atribuyen a Johnson esta frase:

«Si hemos perdido a Cronkite, hemos perdido al americano medio».

Esta mañana me enteré por 20minutos.es de la muerte de Walter Cronkite. Sabíamos que el «tío Walter» estaba malito, que era muy mayor (92 años) y que, como todos nosotros, acabaría muriéndose algún dia.

Ayer fue ese día para al gran Walter Cronkite. Ya se que este nombre no significará nada para muchos periodistas jóvenes. Es una pena que así sea. (Por hablar hoy de él, algunos me llamarán -y quizás con razón- abuelo cebolleta.) Sin embargo, para los de mi generación (que informábamos en plena dictadura franquista), era un ídolo profesional digno de imitar.

Estamos tan faltos aún de maestros, en nuestra vieja, hermosa y razonablemente vilipendiada y corrupta profesión, que, cuando un periodista tan entero y decente como éste se nos va de este mundo, nos sentimos un poco más huérfanos.

Con la desaparición de Cronkite hemos perdido un un punto de referencia fundamentel, no sólo profesional sino humano, ético y político, para el ejercicio digno del periodismo y para la defensa de la libertad de expresión, que no es -ni mucho menos- un derecho exclusivo ni una patente de corso para los periodistas sino un derecho constitucional de todos los ciudadanos.

He repasado algunas fotos de su vida, que reproduce The New York Times en su portada on line de hoy y el reportaje obituario que está dando la CNN con imágenes de archivo. Me han traído duros y entrañables recuerdos del ejercicio de nuestra profesión.

Recuerdo los largos e intensos debates, con mis colegas de la Nieman Foundation for Journalism de Harvard University, sobre la necesaria separación de hechos y opiniones, de datos y emociones, a la hora de informar al público. Recuerdo que Cronkite solía defender firmemente tal separación. Él presumía de ser un periodista, no un analista. Cuando se jubiló, criticó a su sucesor en el telediario de la CBS porque, según dijo:

«Dan Rather interpreta el papel de periodista en lugar de ser uno de ellos».

Hace un rato he visto en la CNN las imágenes de archivo de Cronkite informando -casi en directo- del asesinato del presidente Kennedy -a quien él conocía muy bien.

Tras confirmar su muerte a tiros en Dallas, Cronkite se quitó las gafas, para mirar de lejos el reloj de pared del estudio de la CBS y dar la hora exacta del magnicidio. En ese mismo momento, se le saltaron unas lágrimas. Sin gafas, no pudo ocultar sus emociones. Cronkite era contrario a opinar y a mostrar emociones ante las cámaras o frente al teclado o el micrófono, pero aquel día lloró. Su proximidad y complicidad con su público era proverbial: lloró como lloraron, en aquel mismo instante, casi todos sus telespectadores.

Tuvo otro fallo emocional -que yo recuerde. Televisando en directo la llegada del hombre a la Luna, vió como Amstrong posaba su pie sobre el suelo lunar y el frío Cronkite abrió mucho los ojos y no pudo evitar esta exclamación, cargada de emoción:

«Oh!, Boy!»

Siempre concluía su telediario con esta frase casi mágica:

«And that´s the way it is»

Recordaba un poco a su precursor en las noticias del principio de la televisión, Edward Murrow (el ídolo periodístico de mis suegros yanquis), que terminaba su noticiario con otra frase ya célebre:

«Buenas noches y buena suerte»

Con esta misma frase tituló George Cloony una película sobre la vida de Ed Murrow. y la ética periodística.

Por cierto, en 1943, Ed Murrow de la CBS quiso contratar en Moscú al joven Cronkite por 125 dólares a la semana. El joven periodista le dijo que no y siguió trabajando para la agencia United Press donde cobrada 92 dólares a la semana. En 1961 sucedió a Murrow al frente del telediario de la CBS, y con un sueldo bastante más alto.

Como Aristóteles pudo superar a Platón (¡qué mayor éxito puede haber para un maestro!), Cronkite superó a Murrow. Sin embargo, su sucesor –Dan Rather– no le llegó ni a la suela de sus zapatos. De tanto interpretar su papel de periodista, se convirtió en un actor (el nuevo infortaiment: mezcla de información y entretenimiento) y se olvidó de lo que era la base de este viejo oficio: informar limpiamente sobre las cosas tal como tú crees que pasaron.

He cubierto para TVE o para Prisa algunos acontecimientos internacionales a la vez que Dan Rather y creo que, al criticar a su sucesor, Cronkite tenía más razón que pelusilla.

El director de cine, Lumet, que hizo una serie de televisión sobre grandes maestros, dijo de Walter Cronkite :

«Me pareció incorruptible, en una profesión donde es tan fácil corromperse».

Descanse en paz el maestro de periodistas.

3 comentarios

  1. Dice ser era un gra personaje , un gran comunicado

    era un gran personaje , un gran comunicador y su carisma atravesó fronteras, en paz descanse, despues de tantos años de trabajo.

    18 julio 2009 | 20:40

  2. Dice ser Compara Tive

    Era la cumbre. La cima.Si Arsenio Escolar estuviera dotado de la luz de la autocrítica, que no lo está, después de leer esta crónica tendría que sufrir un ataque de depresión profunda que lo indujera incluso al suicidio.¿Qué hizo él? ¿Qué hice yo?Él, a la vista está. ¿Yo?Contratar la famosa serie del Ezcritor, todo un éxito del periodismo mundial. Azuzar a los empleados para que pongan titulares escandalosos, medias verdades, y engaños y trueques que obliguen a los lectores a hacer muchos clicks. Informar en un noventa por ciento del diario sobre noticias de Belén Esteba y similares; repetir hasta la saciedad la consigna de «Alonso a Ferrari», hacer publicidad engañosa sobre redes sociales que son de la misma empresa, permitir que se vayan blogueros como Pepe Cervera por negligencia propia porque en estas páginas se desprestigian, entrevistar a los propios empleados como el Becario y hacer dos ERE’s.Si el «tío Walter» viviera y comprobara con sus propios ojos el trabajo de estos dos ilustres personajes del periodismo patrio durante una temporada, no le daría más valor que a los periódicos norteamericanos que publican en portada que aterrizaron los extraterrestres en una granja de Ohio o que el Lago Michigan será dentro de dos siglos sopa de tomate y se negaría a consideraros como colegas.Hay otros mundos, pero están en este.

    18 julio 2009 | 21:45

  3. Dice ser erik

    Gracias por compartir. Gran relato.

    23 julio 2009 | 03:51

Los comentarios están cerrados.