Hace falta tener un ego a prueba de misiles para proclamar la posesión de un vecino traidor. Sólo Belén Esteban puede. El Vellido Dolfos de esta historia se llama Juanjo Ortega. Aquí no hay ninguno Sancho II que asesinar. El pecado del fementido vecino ha sido irse de caza con Jesulín y, según Belén, pasarse a su bando. Según fuentes familiares cercanas al ‘traidor’, éste se encuentra muy afectado, con la casa y su taller de fotografía del madrileño barrio de Bilbao rodeada de reporteros e intentando aclarar las cosas con su ex amiga y vecina. Alguien, suponen que un espontáneo fan de la Esteban, le ha rayado el coche. Belén se niega a hablar con él. ¡Ay, si siguiera Juanjo luciendo el físico que tenía en los noventa! Ya habrían apañado un encuentro de Belén con Juanjo, que, como podéis ver, fue campeón de España de culturismo.
La que se ha armado por un vestidito de novia. Victorio&Lucchino, esa pareja de diseñadores a quien tan bien imitaban Los Morancos, han cometido una crueldad imperdonable con Belén Esteban. De capa caída tras el mediocre desfile que presentaron en Cibeles, parecen necesitados de hacerse publicidad a costa de las ilusiones de la mujer del dedo enhiesto. Ella ha desmentido rotundamente en el programa de Ana Rosa Quintana que pretendiera que el vestido de novia le saliera de balde, como señalaron los sevillanos en un principio. Parece ser que el libanés Elie Saab también se niega a vestir de novia a Belén Esteban, ni aun pagando los 7.000 euros que costaba el modelo elegido. Los responsables de la firma Pronovias no querían que el diseño, ya en el catálogo de la próxima temporada, «se quemara» y no quisieran comprarlo futuras clientas. Semejante argumento no lo habrían utilizado jamás si estuviéramos hablando de Tamara Falcó Preysler o Eugenia Martínez de Irujo, por poner un ejemplo. A este paso, la pobre ex de Jesulín va a tener que pedirle prestado a la jugadora de baloncesto Amaya Valdemoro su vestido de primera comunión para casarse con Fran. Belén Esteban somos todos. Basta de clasismos. Se niegan a vestir al pueblo encarnado en la madrileña y luego nos venden sus gafas de sol a 250 euros. ¡Arriba la Esteban!