Ahora que Toni Leblanc evoluciona favorablemente, de lo cual nos alegramos, es buen momento para hablar de él. El enorme calado de este actor y cómico es increíble. En el año 2000 TVE realizó una gala en su honor que obtuvo cifras de audiencia récord. El PSOE, entonces en la oposición, se dio cuenta enseguida. Hasta Felipe González se prestó a colaborar con una entrevista grabada hablando de Toni y poniendo, de paso, a parir al partido en el poder de forma subliminal. La plana mayor del PSOE acudió al Auditorio de Alcobendas, donde se grabó el programa.

El PP, siempre escaso de reflejos, no mandó a casi nadie a un acto organizado por la televisión pública, entonces en sus manos. Pero dejemos los temas políticos en manos de los blogs de Arsenio Escolar, Martínez Soler o Escudier, que lo hacen mucho mejor. Nunca he entendido la devoción hacia Toni. Su célebre personaje, Cristobalito Gazmoño, hizo mucho daño a miles de familias con deficientes mentales. Y las anécdotas inéditas sobre su vida son jugosísimas.

Cuando era joven, Toni discutía de negocios en su camerino; recibía, por decirlo así, sentado desnudo en un orinal. Como todo se sabe –y era imposible mirar hacia otro lado–, pronto se hizo con una fama, merecida y singular. Era el Dinio o el Nacho Vidal de aquellos tiempos. No se le resistía vedette alguna. Si os parece la anécdota políticamente incorrecta dadas las circunstancias del protagonista, convaleciente de un infarto, se siente. Tampoco lo eran sus interpretaciones del gazmoño de las narices.