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¿Y el feminismo pa cuando?

Querida Jennifer López,

Nosotras moviendo cielo y tierra por la igualdad, saliendo a la calle para que se nos reconozcan derechos, para romper la imagen social que se nos ha impuesto y tú quieres que nos preguntemos «¿y el anillo pa cuando?»

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¿Esto qué es? ¿Una especie de maniobra para que estemos distraídas con tus ritmos pegadizos mientras se siguen cometiendo injusticias en contra de nosotras? ¿Es como cuando se decía que las mujeres no deberían poder votar debido a supuestas deficiencias psicológicas y fisiológicas?

«Ya lo tengo todo, pero ¿Y el anillo pa’ cuando?» dices. Como mujer trabajadora que te escucha si quiero un anillo, unos zapatos, un bolso o una colección de libros, me los compro. Y en el caso de que sea el que tú reclamas, el de pedida, te confieso, no nos corre mucha prisa.

Te diré algo, no querer el anillo no me convierte en «mujer regala». Pero ya que usas la expresión ¿qué haces en 2018 utilizando un término sinónimo de «Mujer ofrecida» o «mujer fácil»?

¿Qué haces echándonos la libertad sexual de esa manera a la cara? ¿Es que las que se acuestan con los hombres que quieren no son material de esposa? No me juntes churras con merinas que de eso ya lleva encargándose el heteropatriarcado toda la vida y mujeres independientes (como tú), tienen que echar una mano para levantarnos, no para mantenernos discriminadas.

Así que te propongo unos versos nuevos más acordes a la realidad social actual que pueden encajar en tu canción y hacer que la letra no sea tan machista:

¿Que terminen las mujeres asesinadas por violencia machista pa cuando?
¿Garantizar la protección de las víctimas de violencia pa cuando?
¿Que ninguna mujer tenga miedo de que le violen pa cuando?
¿Educación sexual integral en todos los niveles educativos para formar en la igualdad pa cuando?
¿El voto femenino universal pa cuando?
¿El fin de los matrimonios infantiles concertados que obligan a niñas menores de edad a casarse pa cuando?
¿La prohibición de la mutilación genital femenina pa cuando?
¿El derecho a la escolarización para todas las mujeres pa cuando?

Dime Jennifer, estas cosas ¿pa cuando? Porque, créeme, me pregunto a menudo cualquiera de ellas porque me producen mucha más ansiedad que si me voy a casar o no con mi pareja. Y son preguntas de las que necesitamos una respuesta urgente.

Vaqueros por la violencia de género

O un pañuelo rojo en su defecto es lo que apoya Guess para concienciar del Denim Day. El 27 de mayo es cuando tendrá lugar el día del vaquero.

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Organizado por Peace Over Violence, centro que previene la violencia de género sexual doméstica y hacia los jóvenes, el Denim Day se celebrará en España por primera vez por una sentencia que tuvo lugar en 1998, año en el que absolvieron a un hombre de 45 años que violó a una mujer de 18 porque esta tuvo que quitarse los vaqueros de lo ajustados que los llevaba, algo que el Tribunal interpretó como consentimiento.

Lo que sucedió en 1998 es algo que, casi 20 años después seguimos viendo en los medios y en los tribunales: justificaciones, excusas y alegatos que señalan a la víctima de un crimen y dejan impune al verdadero culpable.

Es el segundo año que la marca Guess apoya el día con una donación de 10 euros por cada prenda vaquera que vendan del 20 al 27 de mayo a la Fundación Ana Bella, organización española que apoya a las mujeres víctimas de la violencia de género.

Los que compren en el mismo día recibirán de regalo la bandana roja con la que han posado varios actores, presentadores o influencers en un vídeo que ha lanzado la marca. A lo largo del vídeo revelan escalofriantes datos como que el 22% de las mujeres españolas han sufrido alguna forma de violencia, es decir, una mujer de cada cinco. Mientras que una de cada siete ha sufrido actos de violencia sexual (una de cada trece por una pareja o ex pareja) se puede decir que se ha producido un abuso cada siete horas denunciados a lo largo de 2015.

El compromiso del Denim Day recoge lo siguiente:

  • Reconocer que la violencia sexual es un problema de todos.
  • Participar en la conversación nacional sobre las violaciones y la violencia sexual utilizando los hashtags #gearup y #denimday.
  • Apoyar a los supervivientes y no culpar a la víctima.
  • Comprometerse en relaciones saludables y libres de violencia.

La idea de la iniciativa es concienciar de que no hay excusas que justifiquen una violación ni mucho menos nada que invite a hacerlo. ¿Te sumas?

#SiMeMatan

Si me matan de día dirán que llevaba pantalones cortos o que salía a correr a menudo por el parque que estaba cerca de mi casa. Si me matan de noche dirán que iba muy maquillada.

GTRES

Si me matan por la calle dirán que no debería estar volviendo sola a esas horas. Si me matan en el portal dirán que debería haber sido más prudente y que no debería fiarme de nadie. Ni de un vecino, ni tan siquiera del portero.

Si me matan a mí o a cualquiera de mis amigas dirán que salíamos de fiesta y que habíamos tomado unas copas. Dirán que vivíamos nuestra sexualidad libremente o que no teníamos un novio que nos ‘protegiera’. Dirán que trabajábamos de imagen o que bailábamos reggaeton, que no deberíamos haber sido tan amables con ese compañero de la oficina o de la universidad.

Si me matan en España dirán que dejé a mi ex novio con el corazón roto. Si me matan en Italia dirán que no debería haberme fiado de la gente que acababa de conocer y que vivía sola a casi dos mil kilómetros de mi familia.

Dirán que iba por la calle con las mallas del gimnasio, esas que marcan hasta los pelos de las piernas. Dirán que tenía la lengua muy larga y no me callaba ante una situación de acoso callejero, porque siempre digo lo que pienso. Dirán que fue por defenderme en vez de no ofrecer resistencia.

Si me matan, también es posible que mencionen que más de uno ya había dejado caer en el blog que escribía, que esto se volvería en mi contra, que de feminista esto pasaría. Porque claro, una mujer viva se queja, una que no lo está solo puede guardar silencio. Al menos si me matan quiero pensar que morí diciendo la verdad.

Si me matan dirán todo lo que haga falta para que tú, que lees la noticia de mi muerte, no te asustes. Que no es que haya asesinos sueltos por la calle, no te preocupes, que no te quite el sueño, es por todos los motivos anteriores.

Porque si nos matan, es más fácil buscar hasta debajo de las piedras «motivos» que expliquen que lo hayan hecho. Asumir que vivimos en una sociedad aún machista que entiende que la mujer está a merced del hombre es más doloroso, de hecho, da incluso miedo. Porque claro, es más tranquilizador pensar que porque tu hija salga con una falda larga no va a pasarle nada. Porque darte cuenta de que a ella, a tu hermana, a tu prima pequeña, a tu sobrina, a tu ahijada o a tu novia, solo por haber nacido mujer ya tiene posibilidades de ser asesinada, es más jodido.

En España fueron asesinadas en 2016 (no murieron o perdieron la vida, sino que fueron asesinadas) 44 mujeres. Solo llevamos 5 meses de 2017 y han matado a 23. Mataron a 60 en 2015, 54 en 2014, 54 en 2013, 52 en 2012, 61 en 2011, 73 en 2010, 56 en 2009, 76 en 2008 y 71 en 2007 (no me lo he inventado, podéis ver las estadísticas en la web del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad). Un total de 623 mujeres en casi 10 años. ¿Cuántas más tienen que morir? ¿Cuánto más tiempo vamos los medios a seguir indagando en la víctima y mirando hacia el otro lado?

Pero sigamos en el mundo al revés. Quizás en la próxima película de Sherlock Holmes, el detective, en vez de investigar se dedique a elaborar una lista de excusas absurdas que argumenten que la víctima al final es la responsable de su muerte. A ver si nos acordamos de que en un asesinato el culpable es el que comete el acto de asesinar.

Esto es lo que te va a pasar si intentas meterme mano

(Luego no digas que no te avisé)

GTRES

Bailo ligera, feliz en mi burbuja de música latina mientras muevo las caderas y sonrío a mi amiga entre los mechones de pelo que insisten en cubrirme la vista cada vez que muevo la cabeza con un poco más de ritmo.

Estamos las dos solas y puedo sentir como, poco a poco, nos van acorralando contra una de las paredes de la pista como si fuéramos presas. Lo hacen repetida y sistemáticamente a lo largo de la noche, como si solo por el hecho de estar bailando sin compañía masculina lanzáramos un mensaje invisible de que estamos abiertas y perceptivas. Lo que estamos haciendo es tratar de disfrutar de la noche con una amiga. Sin más misterio ni otro objetivo que no sea el de divertirnos juntas bailando.

Con más o menos tacto, en función de los modales de los que se acercan, rechazamos, negamos o nos apartamos bruscamente de los que intentan alejarnos de la otra, de los que buscan aislarnos. Cuando creía que los españoles eran los que menos entendían un «No» por respuesta llegan los italianos. No es que no entiendan el «No», es que lo entienden pero no lo aceptan. Insisten, te cogen, se pegan todavía más, te pellizcan el moflete y te repiten la misma cantinela a voces. «¿Cómo te digo que no, que no estoy interesada?». Y ya por fin, cuando a la enésima vez lo repites seria, rozando el enfado, heridos, momentaneamente, en su orgullo, se alejan y van a por otra aún más desprevenida.

Pero en uno de los rechazos siento que, no contento con mi respuesta, una mano se desliza por mi espalda y roza mi culo. No es un contacto casual o accidentado, pues puedo notar como la palma y sus dedos se regocijan con mi forma. Inmediatamente, de manera intuitiva pego un grito y me aparto. Veo al que me ha metido mano, aprovechando la situación de que se alejaba de nosotras. En ese momento todos mis niveles de adrenalina se disparan, me ciegan, me embalan y solo puedo ver su nuca de espaldas alejándose. Sé que cuento con escasos segundos antes de que se pierda definitivamente entre la gente. No los malgasto. Sin pensar, de manera automática, le cojo del hombro. Era más alto y seguramente más pesado, pero yo contaba con el impulso y el enfado, por lo que rápidamente le giro hacia mí. Mi otra mano se pliega sobre sí misma, retrocede y seguidamente vuela. Atraviesa el espacio cargado de humo e impacta en su cara con fuerza. Sé que le he hecho daño porque a los segundos recibo un latigazo en el nudillo de dolor. Jamás había pegado un puñetazo que no fuera a un saco de boxeo. Se lleva las manos a la cara y esta vez dejo que se vaya corriendo.

Y me quedo ahí. Con la mano y el orgullo dolido. Sintiendo satisfacción por haberme defendido sola, asco porque se haya sentido con el derecho de tocarme algo tan íntimo y al mismo tiempo preocupación por si le sangrará la nariz (sí, aún encima de lo cerdo que ha sido me preocupa su nariz). Me siento dolida por haber tenido que pegar y en una parte de mi cabeza se proyectan mis padres disgustados conmigo, que siempre me han enseñado que la violencia física no trae nada bueno y no debo recurrir a ella. Pero luego, más tarde, cuando ya llego a casa de madrugada, pienso con calma en lo que ha pasado. No he sido yo quién ha actuado mal. Me he defendido de una agresión física. He reaccionado ante un abuso que ha sucedido sin mi consentimiento sobre mi propio cuerpo. Es decir, si él no me hubiera acosado en primer lugar, jamás en la vida le habría dado un puñetazo.

Tuve miedo durante la noche de volver a encontrármelo, de que el chico regresara con amigos, pero si me volviera a suceder, sin duda alguna, volvería a hacerlo, porque (y esto de verdad que necesitamos metérnoslo en nuestra cabeza) NADA justifica que alguien te toque sin tu permiso. NADA justifica que te hagan algo que no quieres y NADIE puede criticarte por haberte defendido si has tenido la mala suerte de vivirlo.

(Y quiero pensar que el cabrón de la discoteca se lo pensará dos veces antes de volver a faltarle a otra mujer el respeto)

Resiliencia. Capítulo 16: Hemos terminado

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo
Capítulo 10: Lo que te mereces
Capítulo 11: No deberían hacerte llorar
Capítulo 12: Jugando las cartas
Capítulo 13: Hacer sangre
Capítulo 14: Madrid me mata
Capítulo 15: Tú tienes la culpa

Capítulo 16: Hemos terminado

Andrés no había querido ni oír la palabra ‘Hospital’ por lo que se limitó a dejar que la encía cicatrizara de manera natural. Lo más natural posible teniendo en cuenta las circunstancias en las que se había abierto. Desde aquel día notaba como Mia se guardaba mucho de cualquier tipo de enfrentamiento entre ellos. La chica se limitaba a hacer todo lo que él pudiera pedirle. Desde fotos en clase a notas de audio hablando con su familia para que Andrés pudiera comprobar que realmente se encontraba en casa. Casi podía notar como su novia había tirado la toalla y no podía sentirse más agradecido. Por eso no pudo evitar sorprenderse cuando discutieron poco antes de despedirse el viernes, a las puertas del fin de semana.

-Estos dos días voy a estar en casa estudiando, que necesito el tiempo, por lo que no voy a poder quedar.-dijo Mia cuando estaba a punto de bajarse del coche.

-¿Cómo es eso de que en dos días no vamos a vernos?

-Tengo que estudiar Andrés, voy muy atrasada y necesito el tiempo.

-Bueno, pero un rato podrás quedar, ¿o de verdad pretendes que me crea que vas a estar 48 horas estudiando sin hacer una sola pausa?-Mia titubeó mientras trataba de buscar algo que sonara convincente.

-No es que no vaya a hacer ninguna pausa, obviamente tengo que parar para comer y dormir, es que necesito concentración y si te veo sé que ya no voy a estar pensando en los exámenes sino en disfrutar, por lo que necesito que no nos veamos.

Andrés la miró sin creerse lo que decía.

-Pensaba que tenías tantas ganas de estar conmigo como yo contigo, pero ya veo que me equivocaba.

-Andrés no es eso, claro que tengo ganas de estar contigo.

-Si de verdad las tuvieras sacarías un hueco de donde fuera. Creo que cuando quieres hacer algo lo que te sobran son razones, y que cuando no quieres, encuentras excusas- el chico tomó aire-. Y eso suponiendo que en realidad vayas a estar estudiando en casa, algo que no acabo de creer.

Mia le miró con sus enormes ojos castaños. Andrés podía leer en ellos toda la tristeza que guardaban. Se mezclaba con las líneas avellana que entrecruzaban su iris. Una tristeza que, al poco de conocerla, no estaba. Si solo fuera menos rebelde y se abriera más a él…

-Ya sé, ¿por qué no me invitas a comer a tu casa este fin de semana? Así conozco a tus padres y estoy ese rato de pausa de estudiar contigo.

-No.

Mia había respondido tajante. Era la primera vez que se negaba a algo en mucho tiempo y Andrés recibió la negativa como si le hubieran abofeteado la cara.

-¿No? ¿Por qué no?

-Porque no quiero que conozcas a mis padres todavía, es muy pronto.

-¿Cómo que pronto? Llevamos ya unos meses saliendo.

-¿Y qué? Para mí aún no ha llegado el momento, además es algo que debería salir de mí, no ser impuesto por ti.

Andrés, sin poder retener el enfado le pegó un puñetazo al volante guardándose de darle al claxon.

-No te lo estoy imponiendo, pero el tiempo es algo muy relativo. Miriam me presentó a sus padres a los pocos días de empezar a salir.

-Sí, pero yo no soy Miriam- replicó ella.

«Desde luego que no» pensó Andrés. Con su ex novia todo esto había resultado infinitamente más fácil de lo que nunca había sido con Mia. Decidió atacar por otro flanco.

-Si de verdad me quisieras estarías muriéndote de ganas de que me conocieran. De hecho yo a los míos no paro de hablarles de ti y no hay día que mi madre no me pida que te lleve a su casa. No sé cómo no ves que todos saldríamos ganando. Tú estudias, pasamos un rato juntos y me meto a tus padres en el bolsillo, es perfecto- el chico le cogió la mano y se la acercó a su pecho-. Además de que para mí significaría mucho. Suelta el freno, caramelo.

-Bueno…está bien. Se lo diré a mis padres. Luego te digo por whatapp lo que sea.- Mia le besó y salió del coche. Andrés bajó la ventanilla.

-Espero tener una respuesta afirmativa. No me gustaría que este finde discutiéramos. No sé cuántas muelas más van a aguantar nuestras broncas.- Vio como la chica se estremecía, seguramente recordando el final del concierto.

Para Andrés, conocer a los padres de Mia, era un gran paso. Sabía cómo ganárselos y aquello siempre ponía las cosas infinitamente más sencillas, de hecho incluso podían convertirse en aliados. Cuando le abrieron la puerta, saludó con una gran sonrisa. Los padres de Mia y sus hermanas pequeñas le esperaban en medio de una cocina en la que reinaba la algarabía. Mia cogió en brazos a la más pequeña.

-Mira Raquel, este es Andrés, mi novio-La pequeña le miró con desconfianza.-. ¿A que es guapo?

-No.-la niña se revolvió entre sus brazos y salió corriendo hacia la mediana, algo más mayor, que tenía la mitad del salón ocupado por un despliegue de muñecas.

-Andrés, perdona el desorden- Carol, la madre de Mia le dio dos besos mientras sacaba una fuente del horno, cerraba la nevera y elegía dos piezas de fruta pareciendo que tenía ocho en vez de dos brazos-. Teníamos ganas de conocer al chico con el que nuestra hija pasa tanto tiempo.

Lo dijo de pasada, pero a Andrés no se le escapó el tono de aquel «tanto». No llevaba ni cinco minutos en aquella casa y ya había algo que le había hecho sentir incómodo. Sus padres no serían fáciles, pero acabaría por gustarles. Estaba convencido.

-¿Qué tal Andrés? Yo soy Ramón.- El padre de Mia le tendió la mano y este se la estrechó con fuerza. Sabía que los apretones de manos hablaban de una persona antes de que esta abriera la boca y Andrés sabía cómo darlos para transmitir confianza y seguridad.

Tras las presentaciones de rigor, el alboroto de la cocina se mudó al comedor, donde Ramón y Carol intercalaban retazos de conversación con los berrinches de la más pequeña. Cuando las niñas terminaron de comer y se marcharon a la habitación, pudieron hablar de manera más distendida. Andrés, tras adular en repetidas ocasiones las dotes culinarias de Ramón, el responsable del asado, les habló de su trabajo y de cómo cada día su hija llegaba a casa sana y salva gracias a que él la esperaba cuando salía del bufete.

-Bueno, así también te aseguras de que no vea a nadie más -dijo la madre mientras cortaba tranquila un trozo de carne. Mia la miró incrédula.

-¡Mamá!

-¿Es o no es verdad? Ha sido llegar este chico y de repente dejar de tener interés por todos tus amigos.

Andrés dejó los cubiertos lentamente.

-No creo que tenga nada de malo que Mia esté tan enamorada como para que quiera pasar conmigo todo el tiempo.- Andrés miró a la chica esperando alguna respuesta por su parte.

-Creo que mi hija puede hablar por sí misma, no necesita que ni tú ni nadie opine por ella.-soltó Carol con calma.

-Déjalo, mamá, tú no lo entiendes. No hay nadie con quien prefiera estar que no sea Andrés. Con él estoy feliz.

Andrés se quedó satisfecho con la respuesta de su novia y su madre no hizo más comentarios, solo cuando Andrés se estaba despidiendo volvió a abrir la boca.

-Por cierto, se me ha olvidado preguntarte antes, ¿qué te pasó en esa mano?

Andrés no tuvo que ver a dónde le señalaba para saber que se refería a la que había reventado la ventanilla del cristal. En ese momento sus sospechas de por qué no le acababa de gustar a la madre de Mia se confirmaron. «Lo sabe».

-Una caja demasiado pesada que tuve que cargar yo solo. Me cayó encima destrozándome la mano.

Carol asintió. Como inspectora de Hacienda que era, su trabajo era fijarse en los detalles y descubrir toda irregularidad que pudiera existir. Andrés le pidió a Mia que saliera con él para poder pasar unos minutos juntos.

El chico la convenció para despedirse en el coche. Y en cuanto ella estuvo subida, arrancó dejando atrás la calle de la chica.

-¿A dónde vas? Tengo que estudiar.

-Tu madre nos vio el día que me contaste lo del bufete.

-¿Qué?

-No te hagas la tonta. O nos vio o se lo dijiste, y quiero pensar que no fuiste tan gilipollas como para contarle eso, porque sería el fin de nuestra relación.

-¡Yo no le he contado nada a nadie!

Andrés aceleró y adelantando a varios coches, y pasando por algún que otro semáforo en rojo, enfiló la Castellana a toda velocidad.

-¿Puedes ir un poco más despacio por favor? Me estoy asustando.

El chico, en vez de atender a Mia, pisó más a fondo el acelerador y recordando la sensación amarga de rechazo que había sentido durante la comida, atravesó las dos rayas perpendiculares metiéndose en el carril contrario.

-¡Dios mío! ¡Qué haces! ¡Estás loco!- Mia gritaba mientras los coches del carril contrario les pitaban y les sorteaban dando volantazos. -¡Basta por favor!- Andrés aguantó un poco más hasta que al final, de un movimiento brusco, se incorporó a su carril y se paró en una de las perpendiculares. Mia tiritaba nerviosa en el asiento fruto del shock mientras lloraba sin emitir ningún sonido. Con los ojos vidriosos parecía totalmente ida.

-Nada en esta vida me importa lo más mínimo, Mia. Nada excepto tú.

La chica seguía callada hasta que Andrés la dejó en su portal. Sin mediar palabra, Mia salió del coche. Al poco de arrancar, Andrés recibió un whatsapp

«Es la última vez que juegas con mi vida. Esto se ha terminado. Casi nos matas.»

 

 

Resiliencia. Capítulo 15: Tú tienes la culpa

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo
Capítulo 10: Lo que te mereces
Capítulo 11: No deberían hacerte llorar
Capítulo 12: Jugando las cartas
Capítulo 13: Hacer sangre
Capítulo 14: Madrid me mata

Capítulo 15: Tú tienes la culpa

Desde que habían empezado a salir, Mia no había oído  al chico hablar apenas de su grupo de rock. Andrés argumentaba que aquello era algo que hacía con sus amigos por diversión y que, últimamente, no había ratos más llenos de ella que los que pasaba con la chica. Mia hacía como que se creía la excusa, cuando sabía que lo que no quería Andrés era un motivo para dejarla sola, fuera de su estrecha vigilancia.

Fue por eso por lo que le sorprendió que el chico la invitara aquel fin de semana a un concierto que iban a dar en un local de su antiguo barrio en Getafe. La petición de Andrés había sido urgente, «Necesito que estés ahí, caramelo», por lo que Mia aceptó a regañadientes pensando en la cercanía de sus exámenes de junio y en lo atrasada que iba con el temario desde que tenía que dedicarle las tardes al bufete de abogados.

No había entrado al local y ya se sentía fuera de lugar. Inés se había negado a acompañarla haciendo gala de una compromiso con sus estudios que le había faltado a ella, por lo que no le había quedado otra que ir sola. La mayoría de los asistentes se conocían entre ellos y habían formado un tapón en la entrada del local. Mia atravesó a la gente como pudo y se apresuró para coger sitio en un lateral apartado del escenario. El poder de convocatoria del grupo era algo incuestionable. El público estaba formado por gente de todas las edades, desde chicas con pinta de recién llegadas a los dieciocho hasta alguno rondando los cincuenta, que o bien era un amante del rock, o era padre de alguno de los integrantes.

La mirada de Mia vagaba recorriendo cada esquina del local hasta que se topó con unas chicas que la miraban fijamente. Una de ellas, la más bajita, la observaba con gesto hosco. No entendía a qué venía esa hostilidad cuando no la conocía de nada. Estaba a punto de escribir a Andrés cuando las luces se atenuaron y los primeros acordes de Sweet Child of Mine llenaron el poco espacio que quedaba en la sala. Andrés, en el centro del escenario, era el Axl Rose de su banda. Mia, que hasta ese momento no le había escuchado cantar, se quedó anonadada.

El chico escalaba por las notas con una facilidad innata mientras sus manos recorrían el mástil de la guitarra incansablemente, con una pasión que casi le hacía tener envidia de que fuera el instrumento y no su cuerpo lo que se encontrara entre sus manos. Después de Guns´n Roses llegaron Bon Jovi, Led Zeppelin, Kiss, Nirvana y hasta los Rolling Stones. Mia se dejó llevar por la música mientras sacudía la cabeza y se dejaba embriagar con los ojos cerrados. En aquel momento apenas recordaba que estaba sola, solo podía pensar en lo que le gustaba la música acompañada de la voz de Andrés. Cuando la banda se tomó unos minutos de descanso lamentó que el espectáculo parara.

-Eres la nueva novia de Andrés, ¿no?- La chica bajita que no le había quitado ojo al entrar se encontraba pegada a ella. Su tono de voz no le agradó lo más mínimo, además de que la consideraba una maleducada por hablarle así sin tan siquiera conocerse. Mia bajó la cabeza para mirarla a los ojos mientras le contestaba.

-¿Y a ti qué más te da?

-A mi me da igual, pero deberías saber que te la está pegando conmigo.

Mia se quedó muda mientras sentía que el suelo desaparecía bajo sus pies. Aquello le resultaba no difícil, sino prácticamente imposible de creer. Aún incrédula observó cómo la chica se sacaba un móvil del bolsillo y le enseñaba una foto de Andrés de espaldas cogiendo su cazadora del suelo. La fecha no engañaba, aquello había pasado hace dos días.

-No te preocupes. Os pasa a todas. Os dice que lo vuestro es algo especial que ha planeado el universo y después viene a verme por las tardes.

Mia la miró con repulsión mientras una parte de ella se negaba a creerla.

-Serás muy guapa y todo lo que tú quieras, pero de poco te sirve si busca en otras camas lo que no le das en la tuya. Y por cierto, disfruta de Across the Universe, es la canción que siempre os dedica a todas cuando el concierto va a acabar.

Dicho eso, se alejó con suficiencia dejando a su espalda el mismo resultado que si hubiera lanzado una bomba atómica. Mia se encontraba desencajada cuando Andrés salió del camerino para preguntarle si le estaba gustando el espectáculo.

-Todo genial hasta que esa enana ha venido a decirme que es la otra.- Andrés miró hacia donde Mia señalaba y se echó a reír a carcajadas.

-Mia, esa es Miriam, mi ex novia.

-¿Y qué hace aquí?

-La ha invitado el batería. Ha estado un rato en el camerino cotilleando lo que íbamos a cantar durante el concierto. No sé qué más te habrá dicho pero hazme caso, no puedes creer de ella una sola palabra. Miente más que habla. Apuesto a que te ha dicho que estamos juntos.

-Me ha enseñado una foto de hace dos días en la que sales vistiéndote.

-Fui a su casa a por las cosas que me faltaban, no te dije nada porque no quería preocuparte. Confía en mí, entre Miriam y yo no hay nada. Está rabiosa porque rompí con ella cuando tenía las miras puestas en el altar.

-¿Ya tenía en mente que os casarais? Pero, ¿cuántos años tiene?

-Los que yo, 28.

-Joder, pues es un poco mayorcita para hacer estas cosas.

-Miriam es capaz de hacer o decir lo que sea con tal de hacer daño. Es una amargada y de la gente amargada solo salen cosas malas.

-Ya decía yo que tenía cara de hija de puta- dijo Mia mientras se relajaba. Por un momento hasta sintió pena de que una mujer que casi rondaba la treintena se hubiera rebajado tanto. Pensó hasta en contestarla, pero le parecía degradarse y entrar en un juego en el que se veía demasiado madura como para formar parte. Andrés se despidió de ella y corrió de nuevo al escenario.

Su visita había servido para liberar tensiones y Mia se sintió hasta tentada de lanzarle una sonrisa a la ex novia de Andrés, que seguía mirándola fijamente. Pero, ¿para qué? Se encontraba disfrutando de algunas de sus canciones favoritas de la boca de su novio. No necesitaba más. Había aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas y a exprimirlas al máximo. Era feliz sin más. Y nadie, y menos una amargada con cara de mala uva, iba a cambiarlo.

Cuando ya se aproximaban al final del concierto, Andrés esperó a que terminaran los aplausos del último tema.

-Me gustaría dedicar la última canción a la persona más especial que he tenido la suerte de encontrar en mi vida. No decidimos de quién nos enamoramos, pero decidimos qué camino tomar para poder estar con esa persona. El nuestro no ha sido fácil, pero no cambiaría ni un solo paso. Por ti, Mia, que lo único que quiero, es que lo seas hasta el fin de mis días.

Andrés tomó asiento en una banqueta y rasgando con delicadeza las cuerdas de la guitarra empezó a cantar aquel tema que poco tiempo antes, había sido una excusa para dejar en manos del azar, si volvían o no a encontrarse. Mia notó cómo se le erizaba cada pelo de la piel según Andrés cantaba. No sabía si era su voz, el escenario o que todo el mundo parecía igual de ensimismado que ella, pero el chico le parecía mágico.

Un golpecito en el hombro le hizo volver a la realidad. Un chico más o menos de su edad se encontraba frente a ella sonriéndola.

-¿Qué tal? Soy…- el chico se presentó dándole dos besos mientras Mia trataba de ocultar su enfado porque la hubieran interrumpido en plena canción-. No quiero molestarte, solo quería dejarte mi número. Te llevo viendo un rato y bueno… Me gustaría conocerte algo más, así que si quieres háblame por ahí.

El chico parecía bastante cortado por lo que Mia cogió el número y lo tiró al suelo nada más ver que se giraba y volvía con sus amigos. Afortunadamente aún quedaba un poco de canción, por lo que pudo disfrutar por unos instantes más de la voz de Andrés. Cuando el chico acabó, aplaudió con ganas. Nada podría empañar aquella noche tan perfecta.

-¿Se puede saber qué hacías cogiendo el número de ese tío?

Andrés no había dejado ni que Mia le saludara para empezar a increparla en el propio escenario.

-Nada más cogerlo lo he tirado.- se justificó ella presintiendo que se avecinaba tormenta. Qué breve había sido la calma. El chico la agarró y la sacó a través del camerino por la puerta de atrás del local. Una vez fuera sin soltarla le sacudió del brazo

-No es que lo tires, es el hecho de que se lo cojas dando a entender que estás interesada.-Andrés empezaba a alzar la voz por momentos. Mia intentó soltarse, pero el chico no tenía intención de dejar de hacer fuerza.

-Lo he cogido para no hacerle sentir mal rechazándole. Era tan fácil como luego tirar el número.

-Pues yo no te he visto tirarlo. ¡De hecho me juego lo que quieras a que te lo has guardado para hablarle más tarde!

-Estás flipando. Te estoy diciendo que no me lo he guardado, lo he tirado al suelo.

-¿Ah sí? Pues venga, vamos a buscarlo, así me demostrarás que dices la verdad.

-¡No!- por primera vez Mia se negó enfrentándose a él- ¡Andrés, estás paranoico! Tienes que parar, me estás montando un numerazo por nada.

-¿Por nada? ¿Te meten fichas en mi cara, no haces nada para cortarlo y soy yo el que monta un número por nada?

El chico alzó el brazo y Mia se pegó contra la pared del local. Era imposible que Andrés fuera a golpearla. Aquello no podía estar pasando, pensó mientras cerraba los ojos con fuerza. Andrés pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo y bajó el brazo.

-No te voy a pegar, porque te quiero demasiado- Mia suspiró tranquila y volvió a abrirlos-. Pero me voy a pegar a mí, necesito sacarme esta rabia.

Mia incrédula vio como su novio empezaba a darse puñetazos en la cara sin parar. Le parecía una situación tan surrealista que casi se preguntó si no estaría en una pesadilla. Pidiéndole a gritos que parará observó impotente como Andrés seguía hundiendo sin cesar el puño en su mandíbula.

Mia se dejó resbalar por la pared y se abrazó las rodillas hundiendo la cara entre las piernas. Andrés paró y alzó la cara de la chica para que le mirara a los ojos. Por la boca le resbalaban varios hilos rojos que goteaban por su cuello manchando su camiseta. Andrés escupió algo al suelo. En medio de la sangre se encontraba una muela.

-Tú tienes la culpa de esto.

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