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La oniomanía del viernes negro

Vemos un cartel con una cifra seguida del símbolo «%» y perdemos la cabeza. Ya puede ser en directo que de manera online que se despierta en nuestro interior una especie de ansiedad: se acelera la respiración, las pupilas se dilatan

Nuestro cuerpo reacciona igual que ante una situación de peligro o de amenaza. Se nos mete en la cabeza que tenemos mucho que ver y comprar y muy poco tiempo para hacerlo.

Recibimos un bombardeo constante de correos electrónicos, anuncios por la tele, por la radio, por las redes sociales… Es como si el Black Friday fuera una avalancha gigante que nos quisiera engullir dentro de su onda consumista.

Personalmente, como amante de la moda (y de los chollos) que me considero, encuentro este día agobiante. El estrés de que no puedes perder un solo segundo para adquirir las prendas ya que pueden agotarse rápido, las tallas que desaparecen como por arte de magia, el tiempo para realizar la compra que se agotarse te hace empezar de nuevo con el carrito vacío

De hecho, con solo unas zapatillas en mi carro de una conocida tienda online, me preguntaba qué sentido tenía comprarlas así, aprisa y corriendo. Supuestamente la clave de este tipo de descuentos es que cuanto más gastes más amortizas el descuento, ya que el coste del envío (a no ser que sea gratuito) no suele estar incluido.

Pero claro, yo solo quería el par de zapatillas. Por mucho que me di una vuelta digital por las otras categorías, no encontré nada de mi interés, y soy totalmente contraria al comprar por comprar.

Eso significa que este día tengo que comprar a tontas y a locas, aprisa y corriendo, sin pies ni cabeza.

Y llamadme clásica, pero soy una persona que disfruta de ir de compras, de la experiencia. De hecho disfruto tanto que me llevo prendas sabiendo que van a ser devueltas más adelante solo por volver y darme una segunda vuelta de reconocimiento por la tienda.

Entiendo que en el caso de tener los regalos ya pensados o necesitar cosas muy concretas, el Black Friday funciona (y tanto), pero si, como en mi caso, no tienes una lista de productos en concreto, es absurdo dejarse llevar por la locura consumista que se apodera de nosotros.

Este año (y para 2018) me he propuesto comprar con pragmatismo, con frialdad y con cabeza, y aunque estoy segura de que algún que otro flechazo o amor a primera vista experimentaré entre los percheros de las tiendas, procuraré comprar con lógica.

Ni el horno está para bollos, ni el armario es infinito, ni el planeta para la cantidad de ropa que acabamos tirando al año.

Ir de rebajas (online) con éxito

Si quieres ahorrarte las colas, mogollones, nervios y follones de las rebajas de todos los años, la opción de compra vía electrónica nos facilita mucho las cosas.

Varias tiendas ofrecen la oportunidad llegado el gran día de ponerte a adquirir sus productos ratón en mano (gracias Internet, te adoramos). Además, la mayoría de ellas permiten que devuelvas lo que quieras de manera gratuita. Vale que es un poco engorroso lo de tener que ir a Correos cargados con un paquete, pero merece la pena.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que mucha gente va a estar al igual que nosotros, comprando productos como loca, por lo que armarse de paciencia es una de las claves para no tirar el portátil por la ventana.

Fijarnos en la talla es una cosa fundamental, especialmente cuando compramos en alguna tienda que puede tener un sistema de tallaje diferente al nuestro como el americano o el inglés (no dudéis en desplegar las guías de tallas que suelen ser de gran ayuda).

Si tenéis, como yo a veces, la duda existencial de qué talla cogeros, una buena idea puede ser echarle un ojo a la composición. Si tu idea es que la prenda te quede ancha y ves que el tejido es algodón, es preferible que te la cojas unas tallas más grande.

A la hora de pagar tienes la opción de pagar con tarjeta o en algunos casos Paypal. Vigila que realmente estés en la plataforma de pago de la web para evitar que pongas tus datos en sitios poco recomendables.

Yo comprando online

Por último solo te queda esperar a que llegue el ansiado paquete (sueles tener opción de envío a domicilio que tarda un poco más, o recogida en tienda si tiene espacio físico) y rezar porque el color sea el mismo de la foto para disfrutar de tus nuevas adquisiciones.

Cómo comprar en rebajas y vivir para contarlo

Faltan menos de 15 días para que empiecen las rebajas, y los que somos de sueldo ajustado, contamos los días con tanta ilusión como la cuenta atrás para vacaciones.
Antes que nada, para ir de compras en tan destacada ocasión debes plantearte un conjunto que te permita optimizar al máximo la compra. Traducción: ropa fácil de quitar y poner, un vestido para poder probarte los pantalones sin tener que desvestirte del todo y unos zapatos simples.
Aléjate de los de cordones/cintas/botones cuanto más sencillo más rápido podrás quitarlos. El bolso: pequeño y cómodo son para mí los requisitos básicos, que lo puedas llevar cruzado sin que te moleste para cargar prendas como un burrito sabanero.
Te adelanto desde ya que, como tú, encontrarás tantas otras personas ávidas de las mismas prendas (si pensabas que ibas a ser la única en busca y captura de la biker amarilla de Zara o de las sandalias con pompones, lo llevas claro!) e incluso de tu misma talla. De hecho hay mujeres que bajo el influjo de los descuentos se vuelven tan violentas que sus agresiones merecerían tarjeta y penalti.
Hay una serie de situaciones ‘rebajiles’ para las que debes estar preparado mental y físicamente. Si tu talla de zapatos no está, no cometas el error de llevártelos más grandes o más pequeños. Esos errores se pagan caros, y generalmente con sangre (por las rozaduras).
No piques con ‘el cebo’, a saber prendas de la nueva colección que parecen diseñadas por la mismísima corte celestial o complementos. La joyería, esmaltes y demás son cosas que NUNCA o casi nunca están rebajadas y solo sirven para engrosarte el ticket. Así de crueles son los dueños de las firmas.

Tú cuando ves las prendas de la nueva colección.

Es una buena ocasión para hacerte con básicos pero cuidado con la ropa ‘castaña’. Estás comprando tranquilamente y ¡zasca! Chaquetas horribles del año de la pera que llevan intentando revender desde las rebajas de 2006. Por mucho que valgan 3 euros tú y yo sabemos que NO te las vas a poner y formarán parte nada más salir de la bolsa del permafrost de tu armario.
El odioso límite de prendas es también otra cosa a tener en cuenta, por lo que si te lías a coger, ten en cuenta que tendrás que dejar una parte. En serio, no hay nada más horrible que cuando una dependienta (de buena fe, eso sí, que solo hacen su trabajo) te pide que elijas las que vas a meter primero. Es más difícil que cuando echan Star Wars y El Señor de los Anillos por la tele a la misma hora. Eso sin contar que luego tienes que volver a hacerte la cola y entras en un bucle que, cuando has terminado de probarte todo lo que habías cogido, las rebajas siguen, pero son las de enero.
La mejor hora para ir de rebajas es siempre por la mañana o a medio día, por la tarde, olvídate. Y si es en fin de semana ni te cuento. Aquello está más lleno que un concierto de los Rolling, por lo que una decisión que parece sabia es la de hacer la compra desde casa. Ten en cuenta que la paciencia es FUN-DA-MEN-TAL. Los servidores de las tiendas suelen entrar en colapso en rebajas, por lo que te sentirás tentada de tirar por la ventana el portátil después de darle al f5 más de noventa veces.
Cuando consigues entrar a la web y empiezas a comprar no eres muy consciente de que te estás dejando un pastizal. Lo único que pasa por tu cabeza es «Oh, ¡mira que bonito! ¡Uy y esto también! ¡Al carrito todo!». Y eso sin hablar del típico problema cuando vas a hacer el pago final y te sale la pantallita de «Error» porque algunas de las prendas ya se han agotado.
Y todo para que una vez han pasado las rebajas te des cuenta de que eres aún más pobre, de que la mitad de las cosas que te has comprado no acaban de gustarte y de que sigues sin tener nada que ponerte.

Las 10 cosas típicas que padeces cuando vas de rebajas

1.Todos somos unas personas educadas, corteses y tranquilas hasta que llegan las rebajas y sacamos al Balrog que llevamos dentro mientras la dependienta del probador nos mira las 14 prendas que llevamos en el carro y no nos las deja pasar.

Apenas unos días antes de ese momento tienes fichados todos los modelitos, zapatos y bolsos que van a formar parte de tu armario. «¡Esta vez sí!» piensas orgullosa.

2.Después de contar cada segundo, por fin llegan las 12 y corres como una loca a tu portátil/tablet/móvil a comprar desde las apps o páginas web de la tienda de rigor. Has liado a tu novio, a tu madre y al vecino de abajo que también esta dándole a ‘Actualizar’ para ver si consigues esos botines rebajados. Tu salón, más que un salón, parece el centro de operaciones de Microsoft. Pero después de una hora dándole infructuosamente al botoncito, mientras fantaseabas con lanzar el ordenador al suelo y prenderle fuego, vuelcas tus esperanzas en ir de compras al día siguiente.

3.Lo malo es que las rebajas son como la Segunda Guerra Mundial, y tú eres Polonia, constantemente saqueada, pisoteada y arrasada por las señoras que solo salen en esas fechas ( y en la cabalgata de reyes). La batalla del Abismo de Helm es más organizada que la jauría que se monta y tienes que contener tus ganas de pegar un par de tiros al aire para que se calme el alboroto.

4.La ropa que estaba anoche HA DESAPARECIDO y en su lugar hay miles de ‘prendas de rebajas’ que son las típicas camisetas de manga larga y chaquetas de punto en todos los colores que te puedas imaginar, desde el verde menta al rosa chicle, es decir, colores que nunca en la vida vas a combinar.

5.Todo forma parte de la trampa para que te fijes en la increíblemente-bella-pero-extremadamente-inasequible Nueva Colección (de la que acabarás comprando algo quieras o no).

6.Nunca hay tu talla. En un momento de agudeza descubres la prenda que te probaste ayer. Feliz, corres hacia ella apartando a señoras a tu paso mientras la aferras. Pero es talla XS. ¡Joder! ¿Como que una XS? ¡¿Pero esta talla existe?! Tomas aire, y recuerdas que justo te acabas de apuntar al gimnasio por lo que seguramente, te acabará sirviendo.

7. Pero miras la etiqueta y solo esta rebajada un 20%. Eso sí, la ropa más fea esta al 50. ¿Y qué haces tú con un 20% de descuento? ¡Oh gracias, señores de Blanco! Gracias por quitarme dos euros de la camiseta. Voy a comprar acciones de Telefónica con el dineral que me estoy ahorrando.

8. Pero aún así no puedes permitirte soltarla. De hecho, no debes bajar la guardia ni un segundo, ha habido mujeres a las que les han robado los propios zapatos mientras se estaban probando un par de la tienda.

9.Ni Test de Cooper ni leches. Las rebajas son el mejor medidor para conocer nuestra resistencia: colas interminables, gente desagradable, percheros que ponen «Desde 3.99» y, tras media hora yendo prenda por prenda, la prenda a 3.99 no existe… Solo sobreviven los más fuertes, las rebajas son la prueba de la teoría darwiniana de la selección natural.

10. Nunca te vas contenta. Acabas con la sensación de que has gastado mucho, de que has comprado poco y encima esa talla XS jamás te va a entrar y la chaqueta de punto la sacarás un día a la calle y luego formará parte de las prendas de andar por casa. Pero no desesperes, en verano vuelve a haber rebajas.