Retrocedamos en el tiempo. Año 2001: los leggins eran LO MEJOR del mundo después del invento de las chanclas de dedo. Cómodos, elásticos, para todas las tallas y favorecedores. Los llevábamos desde los 12 a los 72 años. En mi caso los llevaba hasta en verano. Eso sí, siempre debajo de una falda o vestido. Para mi no había mayor felicidad que hacer la voltereta lateral en el patio sin preocuparme por enseñar mis bragas de Hello Kitty.

Aunque ni se nos pasaba por la cabeza llevarlos de otra manera, se popularizaron en los 80 como pantalones gracias a la moda del aerobic y del fitness (y a los vídeos tipo ponerse-en-forma-con-Jane-Fonda). From gym to street. Fijaos si se hicieron populares que fue en los 80 cuando salieron del ámbito gimnástico y se les consideró un elemento del streetwear.

Así llegaron los años de oro del leggin. Madonna, Cindy Lauper, Olivia Newton John…las mujeres más famosas de la época caían rendidas a la cintura alta sobaquera en nylon, en cuero, en latex y en cuanto tejido reflectante se te pueda pasar por la cabeza.

Los leggins brillaron (y mucho), pero su furor cayó en picado hasta los 2.000, los años que os he descrito al principio, su segunda edad dorada. Sin embargo, parece que nos confabulamos para que acabaran desterrados en el armario siendo solo perdonados a la hora de hacer deporte.

Y es que los leggins tienen un pequeño problemilla: marcan cada detalle (y no me estoy refiriendo a la cinturilla de las bragas) o, en otras palabras, perfilan la ‘pezuña de camello’ e incluso pueden transparentar.

Kendall Jenner en leggins. GTRES

Sin embargo, el destierro ha llegado a su fin.

Un pequeño ejército de modelos entre las que se encuentran Miranda Kerr, Kendall Jenner, Gigi Hadid, Alessandra Ambrosio o Joan Smalls, o, en otras palabras, mujeres que pueden embutir sus cuerpos en esta prenda sin problemas, han sacado los leggins del armario.

Para combinarlos, las celebrities, optan por crop tops (si tienen six pack), sudaderas, jerséis anchos e incluso tacones…vamos, como si fueran unos pitillos (unos pitillos que te marcan las intenciones, eso sí).

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