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Los estereotipos que nos venden los anuncios de colonia

Si el mundo fuera como un anuncio de colonias, íbamos jodidos. Bueno, «íbamos» no, íbamos jodidas nosotras.

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Ejemplo: Una pareja está a punto de besarse cuando el chico se detiene mientras se suceden flashbacks en los que se le ve conduciendo un deportivo marcha atrás en dirección contraria (algo muy irresponsable dicho sea de paso), asistiendo a un combate de boxeo o yendo en moto. Al mismo tiempo su voz en off ilustra las escenas: «Unas veces me amarás. Otras me odiarás. Nunca sabrás dónde estoy o dónde vivo. No seré un ángel. Ahora lo sabes». La chica, totalmente seducida por todo esto, porque claro, quién va a resistirse a un hombre que nos dice que no se va a portar bien y que va a hacer lo que le salga de los cojones, no puede resistirse y cae rendida a sus encantos fundiéndose en un beso.

Me viene a mí un tío que me gusta y suelta eso y «Chao pescao. Ahí tienes la puerta».

Pero claro, no es el mundo real. Es el mundo de las colonias. El mundo en el que los perfumes son sinónimo de cosas diferentes ya seas hombre o mujer.

Una colonia masculina se traduce en seducción. Pero no seducción romántica de esa de regalar rosas o una cena con velitas, seducción de llevar al huerto, de pasar por la piedra, de cepillar, chuscar, pillar cacho y luego irte a toda ostia en tu moto porque eres un indomable de la vida y a ti una noche de sexo no te ata habiendo más presas que cazar. Además con cualquier mujer, porque si algo venden estos anuncios es que literalmente toda fémina en un radio de cinco kilómetros a la redonda no va a poder resistirse a tus feromonas masculinas. No, ni siquiera un ángel de Victoria´s Secret como Gisele Bündchen o Lily Aldridge.

Según One Million chasqueas los dedos y tienes dinero en efectivo, un deportivo y las bragas de la chica que quieras en el suelo. La realidad es que, aunque sea la fantasía de muchos, solo tengo un conocido que encaje en esa utopía, porque, por mucho que os duela, no está al alcance de todos. Y (¡hola, espabila, wake up!) una colonia no va a cambiarlo.

Pero pasemos ahora a los perfumes femeninos. Siguiendo el ejemplo de One Million (es que es tan TAN sexista que le provoca urticaria a mi feminista interior) nosotras chasqueamos los dedos y tenemos millones de zapatos de tacón y un anillo de compromiso con un diamante absurdamente grande nivel «Vas a acabar necesitando una muñequera porque pesa tanto que a corto plazo se va a cargar tu túnel carpiano».

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Porque lo que las colonias femeninas nos venden es seducción en cuanto a amor. Y no amor de una noche de ese que surge en Kapital con dos copas encima, no, amor del bueno del de toda la vida, del de ver gotas de pis en el suelo y seguir queriendo a la otra persona con todo tu corazón.

Entre tanta flor, nube, color pastel y música de violines nunca sé si me encuentro ante un anuncio de perfume o de compresas. Cuando veo que los protagonistas se besan, cogen a la mujer de la mano o le regalan flores ya me queda claro ante cuál estoy.

Entonces ¿a qué viene este arrebato contra los anuncios de colonias? Pues a que estoy saturada. Y no solo de esta publicidad de perfumes constante (¡que parece que no se puede regalar otra cosa!) sino de que a través de los anuncios se sigan perpetuando roles sexistas y nos sigan vendiendo una y otra y otra y otra vez que lo «normal» es que las mujeres quieran relaciones a largo plazo y los hombres solo mojar.

Más que nada porque formamos parte de una sociedad lo bastante variada como para que las estrategias de marketing se amplíen un poco de miras. Tengo amigas que después de los fuegos artificiales de la noche invitan a su acompañante a marcharse sin tan siguiera darle tiempo a ponerse los calzoncillos de nuevo y amigos que, al contrario, ya están agobiados pensando que como no tengan hijos pronto, no van a poder seguirles el ritmo cuando salgan a hacer running juntos.

Pero a fin de cuentas, quién me va a hacer caso a mí que compro las colonias por cómo huelen y no por la idea de feminidad y romanticismo con el que no me siento particularmente identificada que se empeñan en venderme.

Resiliencia. Capítulo 16: Hemos terminado

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo
Capítulo 10: Lo que te mereces
Capítulo 11: No deberían hacerte llorar
Capítulo 12: Jugando las cartas
Capítulo 13: Hacer sangre
Capítulo 14: Madrid me mata
Capítulo 15: Tú tienes la culpa

Capítulo 16: Hemos terminado

Andrés no había querido ni oír la palabra ‘Hospital’ por lo que se limitó a dejar que la encía cicatrizara de manera natural. Lo más natural posible teniendo en cuenta las circunstancias en las que se había abierto. Desde aquel día notaba como Mia se guardaba mucho de cualquier tipo de enfrentamiento entre ellos. La chica se limitaba a hacer todo lo que él pudiera pedirle. Desde fotos en clase a notas de audio hablando con su familia para que Andrés pudiera comprobar que realmente se encontraba en casa. Casi podía notar como su novia había tirado la toalla y no podía sentirse más agradecido. Por eso no pudo evitar sorprenderse cuando discutieron poco antes de despedirse el viernes, a las puertas del fin de semana.

-Estos dos días voy a estar en casa estudiando, que necesito el tiempo, por lo que no voy a poder quedar.-dijo Mia cuando estaba a punto de bajarse del coche.

-¿Cómo es eso de que en dos días no vamos a vernos?

-Tengo que estudiar Andrés, voy muy atrasada y necesito el tiempo.

-Bueno, pero un rato podrás quedar, ¿o de verdad pretendes que me crea que vas a estar 48 horas estudiando sin hacer una sola pausa?-Mia titubeó mientras trataba de buscar algo que sonara convincente.

-No es que no vaya a hacer ninguna pausa, obviamente tengo que parar para comer y dormir, es que necesito concentración y si te veo sé que ya no voy a estar pensando en los exámenes sino en disfrutar, por lo que necesito que no nos veamos.

Andrés la miró sin creerse lo que decía.

-Pensaba que tenías tantas ganas de estar conmigo como yo contigo, pero ya veo que me equivocaba.

-Andrés no es eso, claro que tengo ganas de estar contigo.

-Si de verdad las tuvieras sacarías un hueco de donde fuera. Creo que cuando quieres hacer algo lo que te sobran son razones, y que cuando no quieres, encuentras excusas- el chico tomó aire-. Y eso suponiendo que en realidad vayas a estar estudiando en casa, algo que no acabo de creer.

Mia le miró con sus enormes ojos castaños. Andrés podía leer en ellos toda la tristeza que guardaban. Se mezclaba con las líneas avellana que entrecruzaban su iris. Una tristeza que, al poco de conocerla, no estaba. Si solo fuera menos rebelde y se abriera más a él…

-Ya sé, ¿por qué no me invitas a comer a tu casa este fin de semana? Así conozco a tus padres y estoy ese rato de pausa de estudiar contigo.

-No.

Mia había respondido tajante. Era la primera vez que se negaba a algo en mucho tiempo y Andrés recibió la negativa como si le hubieran abofeteado la cara.

-¿No? ¿Por qué no?

-Porque no quiero que conozcas a mis padres todavía, es muy pronto.

-¿Cómo que pronto? Llevamos ya unos meses saliendo.

-¿Y qué? Para mí aún no ha llegado el momento, además es algo que debería salir de mí, no ser impuesto por ti.

Andrés, sin poder retener el enfado le pegó un puñetazo al volante guardándose de darle al claxon.

-No te lo estoy imponiendo, pero el tiempo es algo muy relativo. Miriam me presentó a sus padres a los pocos días de empezar a salir.

-Sí, pero yo no soy Miriam- replicó ella.

«Desde luego que no» pensó Andrés. Con su ex novia todo esto había resultado infinitamente más fácil de lo que nunca había sido con Mia. Decidió atacar por otro flanco.

-Si de verdad me quisieras estarías muriéndote de ganas de que me conocieran. De hecho yo a los míos no paro de hablarles de ti y no hay día que mi madre no me pida que te lleve a su casa. No sé cómo no ves que todos saldríamos ganando. Tú estudias, pasamos un rato juntos y me meto a tus padres en el bolsillo, es perfecto- el chico le cogió la mano y se la acercó a su pecho-. Además de que para mí significaría mucho. Suelta el freno, caramelo.

-Bueno…está bien. Se lo diré a mis padres. Luego te digo por whatapp lo que sea.- Mia le besó y salió del coche. Andrés bajó la ventanilla.

-Espero tener una respuesta afirmativa. No me gustaría que este finde discutiéramos. No sé cuántas muelas más van a aguantar nuestras broncas.- Vio como la chica se estremecía, seguramente recordando el final del concierto.

Para Andrés, conocer a los padres de Mia, era un gran paso. Sabía cómo ganárselos y aquello siempre ponía las cosas infinitamente más sencillas, de hecho incluso podían convertirse en aliados. Cuando le abrieron la puerta, saludó con una gran sonrisa. Los padres de Mia y sus hermanas pequeñas le esperaban en medio de una cocina en la que reinaba la algarabía. Mia cogió en brazos a la más pequeña.

-Mira Raquel, este es Andrés, mi novio-La pequeña le miró con desconfianza.-. ¿A que es guapo?

-No.-la niña se revolvió entre sus brazos y salió corriendo hacia la mediana, algo más mayor, que tenía la mitad del salón ocupado por un despliegue de muñecas.

-Andrés, perdona el desorden- Carol, la madre de Mia le dio dos besos mientras sacaba una fuente del horno, cerraba la nevera y elegía dos piezas de fruta pareciendo que tenía ocho en vez de dos brazos-. Teníamos ganas de conocer al chico con el que nuestra hija pasa tanto tiempo.

Lo dijo de pasada, pero a Andrés no se le escapó el tono de aquel «tanto». No llevaba ni cinco minutos en aquella casa y ya había algo que le había hecho sentir incómodo. Sus padres no serían fáciles, pero acabaría por gustarles. Estaba convencido.

-¿Qué tal Andrés? Yo soy Ramón.- El padre de Mia le tendió la mano y este se la estrechó con fuerza. Sabía que los apretones de manos hablaban de una persona antes de que esta abriera la boca y Andrés sabía cómo darlos para transmitir confianza y seguridad.

Tras las presentaciones de rigor, el alboroto de la cocina se mudó al comedor, donde Ramón y Carol intercalaban retazos de conversación con los berrinches de la más pequeña. Cuando las niñas terminaron de comer y se marcharon a la habitación, pudieron hablar de manera más distendida. Andrés, tras adular en repetidas ocasiones las dotes culinarias de Ramón, el responsable del asado, les habló de su trabajo y de cómo cada día su hija llegaba a casa sana y salva gracias a que él la esperaba cuando salía del bufete.

-Bueno, así también te aseguras de que no vea a nadie más -dijo la madre mientras cortaba tranquila un trozo de carne. Mia la miró incrédula.

-¡Mamá!

-¿Es o no es verdad? Ha sido llegar este chico y de repente dejar de tener interés por todos tus amigos.

Andrés dejó los cubiertos lentamente.

-No creo que tenga nada de malo que Mia esté tan enamorada como para que quiera pasar conmigo todo el tiempo.- Andrés miró a la chica esperando alguna respuesta por su parte.

-Creo que mi hija puede hablar por sí misma, no necesita que ni tú ni nadie opine por ella.-soltó Carol con calma.

-Déjalo, mamá, tú no lo entiendes. No hay nadie con quien prefiera estar que no sea Andrés. Con él estoy feliz.

Andrés se quedó satisfecho con la respuesta de su novia y su madre no hizo más comentarios, solo cuando Andrés se estaba despidiendo volvió a abrir la boca.

-Por cierto, se me ha olvidado preguntarte antes, ¿qué te pasó en esa mano?

Andrés no tuvo que ver a dónde le señalaba para saber que se refería a la que había reventado la ventanilla del cristal. En ese momento sus sospechas de por qué no le acababa de gustar a la madre de Mia se confirmaron. «Lo sabe».

-Una caja demasiado pesada que tuve que cargar yo solo. Me cayó encima destrozándome la mano.

Carol asintió. Como inspectora de Hacienda que era, su trabajo era fijarse en los detalles y descubrir toda irregularidad que pudiera existir. Andrés le pidió a Mia que saliera con él para poder pasar unos minutos juntos.

El chico la convenció para despedirse en el coche. Y en cuanto ella estuvo subida, arrancó dejando atrás la calle de la chica.

-¿A dónde vas? Tengo que estudiar.

-Tu madre nos vio el día que me contaste lo del bufete.

-¿Qué?

-No te hagas la tonta. O nos vio o se lo dijiste, y quiero pensar que no fuiste tan gilipollas como para contarle eso, porque sería el fin de nuestra relación.

-¡Yo no le he contado nada a nadie!

Andrés aceleró y adelantando a varios coches, y pasando por algún que otro semáforo en rojo, enfiló la Castellana a toda velocidad.

-¿Puedes ir un poco más despacio por favor? Me estoy asustando.

El chico, en vez de atender a Mia, pisó más a fondo el acelerador y recordando la sensación amarga de rechazo que había sentido durante la comida, atravesó las dos rayas perpendiculares metiéndose en el carril contrario.

-¡Dios mío! ¡Qué haces! ¡Estás loco!- Mia gritaba mientras los coches del carril contrario les pitaban y les sorteaban dando volantazos. -¡Basta por favor!- Andrés aguantó un poco más hasta que al final, de un movimiento brusco, se incorporó a su carril y se paró en una de las perpendiculares. Mia tiritaba nerviosa en el asiento fruto del shock mientras lloraba sin emitir ningún sonido. Con los ojos vidriosos parecía totalmente ida.

-Nada en esta vida me importa lo más mínimo, Mia. Nada excepto tú.

La chica seguía callada hasta que Andrés la dejó en su portal. Sin mediar palabra, Mia salió del coche. Al poco de arrancar, Andrés recibió un whatsapp

«Es la última vez que juegas con mi vida. Esto se ha terminado. Casi nos matas.»

 

 

Resiliencia. Capítulo 15: Tú tienes la culpa

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo
Capítulo 10: Lo que te mereces
Capítulo 11: No deberían hacerte llorar
Capítulo 12: Jugando las cartas
Capítulo 13: Hacer sangre
Capítulo 14: Madrid me mata

Capítulo 15: Tú tienes la culpa

Desde que habían empezado a salir, Mia no había oído  al chico hablar apenas de su grupo de rock. Andrés argumentaba que aquello era algo que hacía con sus amigos por diversión y que, últimamente, no había ratos más llenos de ella que los que pasaba con la chica. Mia hacía como que se creía la excusa, cuando sabía que lo que no quería Andrés era un motivo para dejarla sola, fuera de su estrecha vigilancia.

Fue por eso por lo que le sorprendió que el chico la invitara aquel fin de semana a un concierto que iban a dar en un local de su antiguo barrio en Getafe. La petición de Andrés había sido urgente, «Necesito que estés ahí, caramelo», por lo que Mia aceptó a regañadientes pensando en la cercanía de sus exámenes de junio y en lo atrasada que iba con el temario desde que tenía que dedicarle las tardes al bufete de abogados.

No había entrado al local y ya se sentía fuera de lugar. Inés se había negado a acompañarla haciendo gala de una compromiso con sus estudios que le había faltado a ella, por lo que no le había quedado otra que ir sola. La mayoría de los asistentes se conocían entre ellos y habían formado un tapón en la entrada del local. Mia atravesó a la gente como pudo y se apresuró para coger sitio en un lateral apartado del escenario. El poder de convocatoria del grupo era algo incuestionable. El público estaba formado por gente de todas las edades, desde chicas con pinta de recién llegadas a los dieciocho hasta alguno rondando los cincuenta, que o bien era un amante del rock, o era padre de alguno de los integrantes.

La mirada de Mia vagaba recorriendo cada esquina del local hasta que se topó con unas chicas que la miraban fijamente. Una de ellas, la más bajita, la observaba con gesto hosco. No entendía a qué venía esa hostilidad cuando no la conocía de nada. Estaba a punto de escribir a Andrés cuando las luces se atenuaron y los primeros acordes de Sweet Child of Mine llenaron el poco espacio que quedaba en la sala. Andrés, en el centro del escenario, era el Axl Rose de su banda. Mia, que hasta ese momento no le había escuchado cantar, se quedó anonadada.

El chico escalaba por las notas con una facilidad innata mientras sus manos recorrían el mástil de la guitarra incansablemente, con una pasión que casi le hacía tener envidia de que fuera el instrumento y no su cuerpo lo que se encontrara entre sus manos. Después de Guns´n Roses llegaron Bon Jovi, Led Zeppelin, Kiss, Nirvana y hasta los Rolling Stones. Mia se dejó llevar por la música mientras sacudía la cabeza y se dejaba embriagar con los ojos cerrados. En aquel momento apenas recordaba que estaba sola, solo podía pensar en lo que le gustaba la música acompañada de la voz de Andrés. Cuando la banda se tomó unos minutos de descanso lamentó que el espectáculo parara.

-Eres la nueva novia de Andrés, ¿no?- La chica bajita que no le había quitado ojo al entrar se encontraba pegada a ella. Su tono de voz no le agradó lo más mínimo, además de que la consideraba una maleducada por hablarle así sin tan siquiera conocerse. Mia bajó la cabeza para mirarla a los ojos mientras le contestaba.

-¿Y a ti qué más te da?

-A mi me da igual, pero deberías saber que te la está pegando conmigo.

Mia se quedó muda mientras sentía que el suelo desaparecía bajo sus pies. Aquello le resultaba no difícil, sino prácticamente imposible de creer. Aún incrédula observó cómo la chica se sacaba un móvil del bolsillo y le enseñaba una foto de Andrés de espaldas cogiendo su cazadora del suelo. La fecha no engañaba, aquello había pasado hace dos días.

-No te preocupes. Os pasa a todas. Os dice que lo vuestro es algo especial que ha planeado el universo y después viene a verme por las tardes.

Mia la miró con repulsión mientras una parte de ella se negaba a creerla.

-Serás muy guapa y todo lo que tú quieras, pero de poco te sirve si busca en otras camas lo que no le das en la tuya. Y por cierto, disfruta de Across the Universe, es la canción que siempre os dedica a todas cuando el concierto va a acabar.

Dicho eso, se alejó con suficiencia dejando a su espalda el mismo resultado que si hubiera lanzado una bomba atómica. Mia se encontraba desencajada cuando Andrés salió del camerino para preguntarle si le estaba gustando el espectáculo.

-Todo genial hasta que esa enana ha venido a decirme que es la otra.- Andrés miró hacia donde Mia señalaba y se echó a reír a carcajadas.

-Mia, esa es Miriam, mi ex novia.

-¿Y qué hace aquí?

-La ha invitado el batería. Ha estado un rato en el camerino cotilleando lo que íbamos a cantar durante el concierto. No sé qué más te habrá dicho pero hazme caso, no puedes creer de ella una sola palabra. Miente más que habla. Apuesto a que te ha dicho que estamos juntos.

-Me ha enseñado una foto de hace dos días en la que sales vistiéndote.

-Fui a su casa a por las cosas que me faltaban, no te dije nada porque no quería preocuparte. Confía en mí, entre Miriam y yo no hay nada. Está rabiosa porque rompí con ella cuando tenía las miras puestas en el altar.

-¿Ya tenía en mente que os casarais? Pero, ¿cuántos años tiene?

-Los que yo, 28.

-Joder, pues es un poco mayorcita para hacer estas cosas.

-Miriam es capaz de hacer o decir lo que sea con tal de hacer daño. Es una amargada y de la gente amargada solo salen cosas malas.

-Ya decía yo que tenía cara de hija de puta- dijo Mia mientras se relajaba. Por un momento hasta sintió pena de que una mujer que casi rondaba la treintena se hubiera rebajado tanto. Pensó hasta en contestarla, pero le parecía degradarse y entrar en un juego en el que se veía demasiado madura como para formar parte. Andrés se despidió de ella y corrió de nuevo al escenario.

Su visita había servido para liberar tensiones y Mia se sintió hasta tentada de lanzarle una sonrisa a la ex novia de Andrés, que seguía mirándola fijamente. Pero, ¿para qué? Se encontraba disfrutando de algunas de sus canciones favoritas de la boca de su novio. No necesitaba más. Había aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas y a exprimirlas al máximo. Era feliz sin más. Y nadie, y menos una amargada con cara de mala uva, iba a cambiarlo.

Cuando ya se aproximaban al final del concierto, Andrés esperó a que terminaran los aplausos del último tema.

-Me gustaría dedicar la última canción a la persona más especial que he tenido la suerte de encontrar en mi vida. No decidimos de quién nos enamoramos, pero decidimos qué camino tomar para poder estar con esa persona. El nuestro no ha sido fácil, pero no cambiaría ni un solo paso. Por ti, Mia, que lo único que quiero, es que lo seas hasta el fin de mis días.

Andrés tomó asiento en una banqueta y rasgando con delicadeza las cuerdas de la guitarra empezó a cantar aquel tema que poco tiempo antes, había sido una excusa para dejar en manos del azar, si volvían o no a encontrarse. Mia notó cómo se le erizaba cada pelo de la piel según Andrés cantaba. No sabía si era su voz, el escenario o que todo el mundo parecía igual de ensimismado que ella, pero el chico le parecía mágico.

Un golpecito en el hombro le hizo volver a la realidad. Un chico más o menos de su edad se encontraba frente a ella sonriéndola.

-¿Qué tal? Soy…- el chico se presentó dándole dos besos mientras Mia trataba de ocultar su enfado porque la hubieran interrumpido en plena canción-. No quiero molestarte, solo quería dejarte mi número. Te llevo viendo un rato y bueno… Me gustaría conocerte algo más, así que si quieres háblame por ahí.

El chico parecía bastante cortado por lo que Mia cogió el número y lo tiró al suelo nada más ver que se giraba y volvía con sus amigos. Afortunadamente aún quedaba un poco de canción, por lo que pudo disfrutar por unos instantes más de la voz de Andrés. Cuando el chico acabó, aplaudió con ganas. Nada podría empañar aquella noche tan perfecta.

-¿Se puede saber qué hacías cogiendo el número de ese tío?

Andrés no había dejado ni que Mia le saludara para empezar a increparla en el propio escenario.

-Nada más cogerlo lo he tirado.- se justificó ella presintiendo que se avecinaba tormenta. Qué breve había sido la calma. El chico la agarró y la sacó a través del camerino por la puerta de atrás del local. Una vez fuera sin soltarla le sacudió del brazo

-No es que lo tires, es el hecho de que se lo cojas dando a entender que estás interesada.-Andrés empezaba a alzar la voz por momentos. Mia intentó soltarse, pero el chico no tenía intención de dejar de hacer fuerza.

-Lo he cogido para no hacerle sentir mal rechazándole. Era tan fácil como luego tirar el número.

-Pues yo no te he visto tirarlo. ¡De hecho me juego lo que quieras a que te lo has guardado para hablarle más tarde!

-Estás flipando. Te estoy diciendo que no me lo he guardado, lo he tirado al suelo.

-¿Ah sí? Pues venga, vamos a buscarlo, así me demostrarás que dices la verdad.

-¡No!- por primera vez Mia se negó enfrentándose a él- ¡Andrés, estás paranoico! Tienes que parar, me estás montando un numerazo por nada.

-¿Por nada? ¿Te meten fichas en mi cara, no haces nada para cortarlo y soy yo el que monta un número por nada?

El chico alzó el brazo y Mia se pegó contra la pared del local. Era imposible que Andrés fuera a golpearla. Aquello no podía estar pasando, pensó mientras cerraba los ojos con fuerza. Andrés pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo y bajó el brazo.

-No te voy a pegar, porque te quiero demasiado- Mia suspiró tranquila y volvió a abrirlos-. Pero me voy a pegar a mí, necesito sacarme esta rabia.

Mia incrédula vio como su novio empezaba a darse puñetazos en la cara sin parar. Le parecía una situación tan surrealista que casi se preguntó si no estaría en una pesadilla. Pidiéndole a gritos que parará observó impotente como Andrés seguía hundiendo sin cesar el puño en su mandíbula.

Mia se dejó resbalar por la pared y se abrazó las rodillas hundiendo la cara entre las piernas. Andrés paró y alzó la cara de la chica para que le mirara a los ojos. Por la boca le resbalaban varios hilos rojos que goteaban por su cuello manchando su camiseta. Andrés escupió algo al suelo. En medio de la sangre se encontraba una muela.

-Tú tienes la culpa de esto.

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