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Reventando la talla 36

Recuerdo la revisión médica que nos hacían en el colegio, poco más que controlarnos la vista, auscultarnos, y, lo más importante, pesarnos. Ese era el momento en el que nos subíamos a la báscula y esperábamos el veredicto aguantando la respiración (que por aquel entonces la cifra no solía superar los 40 kilos). Recuerdo que compartíamos los pesos con orgullo o con recelo y que incluso había compañeras delgadas que pedían al médico que no lo dijera en alto. Porque a nuestros 8, 9, 10 u 11 años los kilos ya eran una cuestión de peso.

Salían los números y enseguida eras tachada por los típicos cabrones (y cabronas) que se apresuraban a señalar aquello que se convertiría en tu mote hasta el fin de los tiempos ya fuera por peso, pelos, granos, gafas o no tener pecho.

Más adelante, en la adolescencia, no era el número de la báscula que nos arrojaba el médico, sino el de la etiqueta del pantalón el que nos importaba. ¿Adivináis cuál? El mismo que es para muchos una frontera, el 36.

La talla 36 se ha convertido en una especie de nota de corte a la hora de pensar en la belleza: o lo tienes y perteneces al club, o no lo tienes y estás fuera. Directamente fuera. Hemos convertido el número en una referencia universal para todo.

Yo, que hasta hace unos años usaba la talla 36, también sentía la presión de encajar en esa medida que parecía la apropiada, la correcta. Además del cambio de madurez que todos experimentamos desde que entramos hasta que salimos de la universidad, empecé a aficionarme por el fitness, por un estilo de vida saludable, por correr, por cargar peso y tener que soltarlo exhausta, por las agujetas de los dos días siguientes. Mi cuerpo cambió conmigo: crecieron partes como los brazos, el culo y las piernas y encogieron otras, como las tetas. Pasé de llevar una vida de persona adicta a ver series tirada en la cama a persona que ve series, sale a correr o entrena una hora al día.

Esta semana, probándome los últimos vaqueros que me quedan de la talla 36 (los otros han ido quedándose atascados a la mitad de los muslos cada vez que intentaba ponérmelos), en un giro reventaron, estallaron, se rindieron, colapsaron. Confirmaron que no estoy hecha ya para la talla 36, y os diré algo, nunca me ha importado menos el número que visto y nunca me he visto mejor con una talla 40 italiana.

De hecho prefiero preocuparme por otros números como la nota de mis ejercicios de clase, la de veces que mi pareja me dice «te quiero», los años que estoy a una decena de días de cumplir, los kilómetros que me separan de darle un abrazo a mi hermano, el precio de los libros en inglés de la tienda que está cerca del Duomo, el peso que levanto o los minutos que tardo en derretir chocolate en el microondas por poner unos ejemplos.

La hija de Michael Jackson y su flirteo con la moda

Seguramente recordarás a Paris Jackson como esa niña enternecedora de la que todos nos compadecimos que lloraba delante del micrófono en el funeral de su padre. Los años han pasado y la hija del rey del pop, que se dedicara a lo que se dedicase iba a estar en el punto de mira por ser descendiente de quien es, ha decidido abrirse camino en el mundo de la moda.

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Dejando a un lado su pasmoso parecido con Madonna de joven (y si no atentos a la foto de más abajo), la hija de Michael Jackson forma parte ahora de IMG Models, una agencia en la que se codeará con compañeras como Gisele Bündchen, Alessandra Ambrossio o Gigi Hadid, casi nada vamos.

Poco antes del fichaje estrella de la temporada, la habíamos visto en la alfombra roja de los Grammy y sentada en el front row de varios desfiles de la Semana de la Moda parisina.

thank you @imgmodels i feel very lucky and blessed

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Sus señas de identidad además de sus ojos azules son su amor por los tatuajes y pendientes, sin olvidar su corte de pelo original, lo que la convierten en un perfil diferente dentro de las figuras convencionales de las agencias de modelos.

Aunque la exposición pública profesional no le va a pillar de nuevas -Paris Jackson ha debutado como actriz en un capítulo de la serie Star- al igual que Selena Gómez, lidia en ocasiones con la presión de las redes sociales y ha cerrado sus cuentas en varias ocasiones.

Y aunque joven y nueva en el sector, tiene las cosas claras: «No todo el mundo está feliz con lo que haces. Si tú no estás feliz con lo que haces, eso es un problema. Pero si tú estás feliz, ¿a quién le importa?» (EOnline.com en la edición aniversario de la revista Harper’s Bazaar). No puedo esperar a que su trabajo me sorprenda.

@jeanpaulgoudeofficial @harpersbazaarus @glendabailey

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La moda de los abrigos que no abrigan

«Un abrigo camel» fue una de mis peticiones para los Reyes Magos de este año. «Pero que abrigue de verdad» le insistí a mi madre (como si realmente hiciera falta hacerle hincapié a una madre en eso).

Así dio comienzo una travesía casi tan larga como la que tuvo que emprender Frodo hacia el Monte del Destino. La diferencia es que mientras que él iba de un lado a otro sufriendo los efectos del anillo yo iba de tienda en tienda exasperándome cada vez más según dejaba los abrigos de nuevo en los percheros.

Al principio tenía que probármelos para comprobar si abrigaban o no, pero según fui volviéndome asidua en los Zaras, H&M´s, Pull & Bears, Bimba y Lolas, Stradivarius o Lefties de todo Madrid acabé desarrollando la capacidad de saber si una prenda abrigaba o no por el tacto.

Enganchaba la manga entre los dedos, la frotaba contra sí misma comprobando su grosor y volvía a dónde mi madre a darle la mala nueva: «Es precioso, pero no abriga«. Y así con todos.

Me llamó la atención que en pleno mes de enero, los abrigos a la venta fueran poco más gruesos que algunas chaquetas del armario y ya ni os hablo de los que están compuestos de fibra en su mayor parte. He intentado que los científicos de Harvard den respuesta a esta gran incongruencia pero es tal la confusión que les ha producido que se han rendido ante la dificultad del problema.

No sé si es que por primera vez voy a un lugar frío o que soy más consciente del valor de las cosas, de la calidad y de lo que cuesta ganar dinero que cuestan, pero ni uno solo de las decenas de abrigos que toqué me convenció.

La verdad es que NO entiendo el sentido de todo esto. ¿Para qué vender abrigos que no abrigan en invierno? Me refiero, si los sacan en entretiempo puede tener algo de lógica, pero no para cuando estamos enfrentándonos a las mínimas temperaturas del año.

Así que por favor, dueños de tiendas low cost, sed sinceros, ¿qué pretendéis con esto? ¿Es un acuerdo con las farmacéuticas para que pasemos resfriados todo el invierno controlándonos con medicamentos o para que nos veamos obligados a comprar el doble de jerséis y chaquetas para ponernos por debajo de unos abrigos finos como el papel de fumar?

No quiero un plumas que me haga parecer un muñeco Michelín ni un abrigo térmico ultra especializado de la muerte por el que tenga que gastarme 200 euros. Quiero un abrigo bonito que abrigue. Y no me parece pedir tanto.

El escandaloso vestido de Chrissy Teigen que dañó mental y físicamente

Nadie, y repito, absolutamente nadie recuerda el paso de John Legend por los American Music Awards de este año, y es que su mujer, la modelo Chrissy Teigen acaparó la atención con su diseño de Yousef Akbar.

Siendo 100% sincera, lo que acaparó la atención fue la abertura del vestido que de no ser por un imperdible le habría llegado a la axila. La modelo ya lo advertía en su cuenta de Twitter, que se había depilado por encima de las rodillas porque podía ser un gran día. La depilación, láser por lo visto según aclaró posteriormente, llegó hasta la zona genital ya que a pesar de lo cuidadosa que fue a la hora de moverse con el vestido, un fotógrafo cazó de pasada el interior de la raja (de la falda) y zasca, escándalo al canto.

INSTAGRAM

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Mientras que las críticas florecieron en las redes como zombies en The Walking Dead,  hubo incluso quien le recriminó que aquello no era «comportarse como una dama». Eh, ¿perdón? Estamos en 2016, esos comentarios se quedaron en 1940. Pero como a Chrissy le importaba bastante poco la polémica que se había creado en torno al modelito, le respondió divertida que si algo había dejado claro fue que era una dama.

En mi caso, y hablo también poniendo como ejemplo a amigas mías, la ropa interior no es del todo imprescindible. Ya fuera por cuestión de comodidad o porque el diseño no permitía que se me disimularan las bragas, las he dejado alguna vez en casa. Y ya de paso también el sujetador, por lo que he ido «marcando» o desbragada sin sentirme menos «dama».

Francamente lo que a mí me parece una vergüenza es que las criticas que recibió por ese despiste captado por un fotógrafo avispado le hicieran sentir lo bastante presionada como para llegar al punto se disculparse en su cuenta personal de Instagram por, y cito textualmente, «los que fueron dañados mental o físicamente por mi hooha«.

En primer lugar, cuando eliges ese tipo de vestido, sabes a lo que te expones. Es como cuando vas a una boda con un escote de palabra de honor o cuando llevas una falda corta y subes unas escaleras. Puede que no te haga mucha gracia pero asumes con toda la naturalidad que puedes acabar enseñando algo y ‘palante’.

En segundo lugar, vivimos en un mundo con empresas que superan constantemente los límites de emisiones de dióxido de carbono, en el que una mujer muere asesinada cada día, en el que la corrupción se practica impunemente, en el que acaecen atentados terroristas un mes sí y otro también (y estos solo son unos ejemplos); por lo que me parece un poco fuerte que una persona tenga que disculparse porque le cazaran un plano en el que se le veía ligeramente el asunto, que a fin de cuentas es algo de su propio cuerpo.

Por último, me gustaría señalar que todos, TODOS, tenemos genitales y en algún momento, los hemos mostrado sin querer, ya fuera haciendo pis en algún sitio público (no vayáis de dignos, que todos lo hemos hecho), en la playa víctimas de alguna ola traicionera o bajándonos del coche cuando llevamos falda corta.

Sí, el tema del vestido de Chrissy Teigen es una vergüenza, pero no por ella, sino por el hecho de que sigamos escandalizándonos por un cuerpo y no por otras cosas que son realmente inmorales.

Réquiem por los vaqueros favoritos

(Suena Lacrimosa de Mozart mientras cruzo la que será nuestra última mirada. Se me hace un nudo en el estómago solo de pensar en su pérdida. Siempre se van cuando menos te lo esperas, en el momento más inoportuno. Piensas que van a estar ahí en todo momento y de repente tienes que aprender a vivir sin ellos, sin tus vaqueros favoritos)

Recuerdo la primera vez que os vi, en medio de una torre de pantalones. No sospechaba lo importantes que seríais para mí un día. No podía imaginar la de momentos juntos que nos esperaban por delante.

Cuando os llevé al probador y os abroché en mi cintura sucedió la magia. Supe que estábamos destinados por cómo os amoldábais a cada centímetro de mi cuerpo: tobillos al aire, pernera ajustada, oscuros en la parte de los muslos y con bolsillos que disimulaban el culo. Joder… erais perfectos.

No había un momento en el que no encajarais, lo mismo os sacaba en verano que en invierno (bien es verdad que con altas temperaturas algo menos). Agradecíais sandalias, botas, botines, zapatillas y hasta las pantuflas de andar por casa si me hubiera puesto a ello. La de clases en la universidad que habremos pasado juntos, la de tardes de cervezas, la de fiestas…

Erais aquellos siempre fieles que nunca cambiabais después de pasar por la lavadora. Si bien otros salían más tirantes vosotros me sentabais como siempre.

No sé si fue el tiempo juntos, el excesivo uso, vuestra composición o a qué factor le debo el luto que llevo hoy conmigo, pero aún me duele el «crack» del desgarro que os inhabilitó por completo. Miré la abertura sin llegar a creérmelo. No. Que se lleven mis americanas, sudaderas, vestidos, faldas… cualquiera, pero no a ti. No a ti que siempre que te pongo me siento yo misma y me veo estupenda.

Toca mirar hacia delante, quedarme con los buenos recuerdos y con las fotos en redes sociales que tenemos juntos y buscar un par que te sustituya, o, por lo menos, que lo intente.

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Vaqueros favoritos, Madrid (febrero de 2012-octubre 2016)

Los hombres también tienen derecho a ser conquistados

Tú, sí tú, que eres el último en salir de la discoteca cuando ya han encendido las luces, que te pasas el día jugando a los videojuegos, que te chifla el baloncesto, que te encanta el gimnasio, que eres más de bar, que tocas la guitarra en una banda con amigos, que sigues doscientas series americanas, que eres un purista del cine japonés, o que no eres ninguno de los anteriores, te escribo a ti y a todos ellos.

GREEN WEDDING SHOES

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Te escribo porque tienes derecho a ser conquistado. No digo que haya obligación, digo que tienes derecho a que te hagan sentir especial. Tienes derecho a encontrarte una persona que te ponga la luna como lámpara de noche. Tienes ese derecho porque vales, porque eres diferente, porque eres único. Porque tú, que te conoces mejor que nadie, sabes que quieres a alguien a tu lado capaz de ver todo lo que llevas por dentro pero que disfrute de las gilipolleces que haces por fuera.

Tienes derecho a ser conquistado. A que peleen por ti con uñas y dientes. A que se disculpen si la han cagado. A que te vayan detrás si te vas porque te han hecho daño. Tienes derecho a que te hagan sentir el único en el mundo, que no es algo exclusivo para nosotras. A que te miren como Angelina miraba a Brad cuando parecía que sería para siempre. A que tengan detalles, sorpresas, a que te emocionen, a que te pongan el pulso a diez mil… A que cada día te ganen por poquito que sea. Tienes derecho a que te traten, ni más ni menos, como te mereces. A que, después de media hora vistiéndote, ella aprecie que te has puesto guapo, que llevas la barba bien afeitada, que te has cortado el pelo como ese jugador de fútbol que tanto te encanta y que te queda casi mejor que a él.

Tienes derecho a todo, desde un simple «Buenos días» por Whatsapp a un regalo inolvidable de aniversario. Tienes derecho a que no te dejen escapar porque saben lo que se perderían si lo hicieran. Tienes derecho a que te cuiden, a que te protejan, a que respeten que si tienes que estudiar, estar con los amigos, hacer deporte o, sencillamente, quedarte en casa rascándote la barriga, puedas hacerlo.

Porque tienes derecho a velas encendidas para esas ocasiones en las que no es solo sexo, derecho a que te inviten a cenar, a que te regalen bombones porque a vosotros también os gusta el chocolate. Tienes derecho a que se tengan en cuenta tus gustos y que ella, de vez en cuando, también ceda para poder hacer planes en los que compartirlos.

Y si estás con alguien que no lo ve así, que considera que todo esto es cosa tuya por ser «el hombre de la relación» piénsalo, porque, te digo yo que tú también tienes todo el derecho del mundo a ser conquistado.

Estar en pareja hoy en día no se trata solo de igualdad, sino de equidad.

Resiliencia. Capítulo 18: Yo jamás te haría daño

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo
Capítulo 10: Lo que te mereces
Capítulo 11: No deberían hacerte llorar
Capítulo 12: Jugando las cartas
Capítulo 13: Hacer sangre
Capítulo 14: Madrid me mata
Capítulo 15: Tú tienes la culpa
Capítulo 16: Hemos terminado
Capítulo 17: No me gusta para ti

Capítulo 18: Yo jamás te haría daño

Después de llevar unos minutos esperando apoyado en una de las columnas de la puerta de la facultad de Mia, Andrés esperaba que el examen de la chica no se demorara mucho. Quería aprovechar al máximo el poco tiempo que pudiera estar con ella antes de volver al almacén. Distraído pasó su mirada por la masa de futuros periodistas y publicistas que se arremolinaban bajo una nube de humo. Una silueta conocida salió del montón y se dirigió a él furibunda. El chico reconoció a Inés y, sin darle tiempo a saludarla, ella le increpó.

-¿Qué estás haciendo aquí?- Inés respiraba agitadamente pero Andrés no dejó que eso le amilanara.

-He venido a buscar a mi novia- respondió con seguridad.

-Ya no es tu novia. Ayer lo dejasteis. Me llamó para contármelo todo -Andrés frunció el ceño preguntándose hasta dónde alcanzaba aquel todo.-. No paráis de discutir, no funcionáis y que lo mejor es que cada uno por su lado, algo de lo que me alegro profundamente. ¡Sí! ¡Por fin puedo decirlo! Porque no haces otra cosa que volverla infeliz.

-Lamento decepcionarte pero después de eso tuvimos una conversación madura y lo arreglamos como los adultos que somos.- Inés le miró incrédula sin poder creérselo.

-Eso no es posible… Ella estaba segura… Algo has hecho para que vuelva contigo y me juego lo que quieras. Pero no te vas a salir con la tuya Andrés…

El chico, que llevaba un rato tratando de contenerse, no aguantó más y agarró a la chica del brazo.

-Te voy a decir una cosa. No tienes ni idea de lo que hay entre Mia y yo. Y si tú o cualquier persona se mete por medio, acabará mal –el chico miró a ambos lados y bajó la voz-. Si me entero de que tratas de comerle la cabeza a Mia para que rompa conmigo o haga algo estúpido, le harás compañía a Fer en la cama de al lado –Seguidamente la soltó-. Y ahora sonríe, que viene Mia.

-¡Inés! Perdona, se me olvidó decirte que Andrés y yo lo habíamos solucionado. ¿Te quieres venir a tomar algo con nosotros?- Inés alzó la mirada hacia su amiga. Las ojeras que le acompañaban desde que había empezado a salir con Andrés estaban ocultas bajo unas bolsas hinchadas. Inés conocía de sobra a su amiga como para saber que solo se le ponían así los ojos después de una noche en vela.

-No, gracias. Creo que iré a casa a seguir estudiando para los exámenes.- dijo la chica. Y, tras despedirse de la pareja, emprendió el camino al metro.

Desde el episodio del suicidio, Mia estaba peor que nunca. Andrés casi podía sentir como el día a día de la chica se basaba en tratar de mantener el equilibrio entre una vida normal y una crisis nerviosa. No le gustaba verla así, pero sabía que era la única forma de que su novia se comportara. La sensación de control que tenía sobre ella le tranquilizaba.

Puede que pasaran la mayor parte de las horas del día separados, pero él sabía lo que hacía su novia en cada momento. Bastaba con que le dijera que quería una prueba para que la chica le mandara ubicaciones, fotos y notas de audio. Nada más escudriñarlas minuciosamente y quedarse tranquilo, Andrés las borraba. Pero cuando llegó el final de la semana, su calma basada en la vigilancia digital de su novia se tambaleó.

Mia tenía la última práctica del curso en los estudios de la facultad y la chica le había avisado de que estaría dos horas sin cobertura, algo que en la mente de Andrés se traducía a “totalmente ilocalizable”. El chico durmió intranquilo. No había manera de que ella pudiera demostrarle al momento que iba a encontrarse ahí, por lo que, para su tranquilidad, decidió que recurriría a la observación directa.

Nada más llegar al almacén fingió un dolor de estómago y unas náuseas lo suficientemente convincentes como para que Sanz le diera el día libre temeroso de que pudiera echar a perder algún pedido. Andrés voló con el coche hacia la facultad de su novia y se dirigió al mostrador de información para averiguar dónde se encontraban los alumnos de su clase.

La bedel, para sorpresa de Andrés, le facilitó esa información sin pedirle una acreditación. Bastó con hacerle la pregunta para que la mujer le indicara el estudio en el que estaban. Mientras bajaba hacia los platós no pudo evitar pensar en lo inseguro que era el sistema. ¿Y si él hubiera sido un loco armado con una venganza personal en mente? Suerte tenían de que se encontrara tan cuerdo.

Para no ser visto, se metió en uno de los recovecos del pasillo, donde podía ver perfectamente la puerta del aula. Esperó hasta que los alumnos empezaron a salir. El estómago se le encogió cuando no reconoció a su novia entre ellos.

Dirigió automáticamente la mano a su bolsillo y sacó el móvil para llamarla. Un mensaje que avisaba sobre que el móvil estaba apagado o fuera de cobertura, saltó al instante. Encolerizado, buscó la aplicación de rastreo que se había descargado en el teléfono y en el de Mia para recibir su ubicación cada dos minutos. La última dirección en la que aparecía la chica era aquella, por lo que no podía haber salido de la facultad.

Estaba a punto de recorrer cada clase con tal de encontrar a su novia cuando la puerta del estudio se abrió una vez más. Mia salió hablando con un chico despreocupada. Andrés vio como se alejaban y, activando la cámara, les sacó una foto.

Sin perderles de vista, les siguió por la facultad a una distancia considerable pulsando continuamente el disparador del teléfono. Entre tantos universitarios, Andrés se sentía abrigado, era casi imposible que Mia llegara a descubrirle. Por fin les vio entrar a la cafetería, donde se apresuraron a compartir una mesa doble.

Las paredes acristaladas le facilitaron mucho la tarea a la hora de poder sacarles fotos. Su novia reía sin parar y cogía al chico del brazo en numerosas ocasiones durante la conversación. Tras un rato hablando, buscó algo en su bolso. Andrés vio como encendía el móvil y fruncía el ceño al ver su llamada. Se excuso de su amigo y abandonó la mesa en busca de un lugar más tranquilo para devolverle la llamada a su novio. La llamada apareció al segundo en su pantalla. Andrés colgó y apagó el teléfono mientras se alejaba de la cafetería en busca de la salida. Mia tendría que explicarle muchas cosas cuando fuera a buscarla al trabajo esa noche.

Aprovechando que Raúl había cogido las vacaciones, Andrés disponía del piso para él durante varias semanas, por lo que decidió llevar a Mia aquella noche a dormir con él ya que la chica no tenía que madrugar al día siguiente.

Cuando llegaron, Andrés la invitó a esperarle en el salón mientras iba a buscar algo a su cuarto. Al rato volvió y plantó las imágenes sacadas a papel de las fotos que había hecho de Mia y el chico aquella mañana.

-¿Qué es esto?- preguntó mientras soltaba las fotos en la mesa. La chica, incrédula, las cogió para mirarlas una a una.

-¿Has encargado que me sigan?- dijo Mia con un hilo de voz.

-Esa no es mi pregunta- dijo Andrés con calma mientras seguía observándola.-. Te he preguntado que qué es esto. ¿Me vas a contestar?

Mia se incorporó mientras soltaba las fotos con enfado dejando que se desperdigaran por la mesa.

-¿Sabes qué es esto? ¡Esto es nuestra ruptura!-seguidamente trató de avanzar pero Andrés la lanzó con violencia contra el sofá.

-Te he preguntado que qué es esto.- Andrés se inclinó con todo su peso contra ella impidiéndole salir. Mia empezó a revolverse.

-¡No es nada, solo es un compañero!- la chica trataba de zafarse pero la fuerza de Andrés le hacía imposible moverse. –Suéltame por favor.

-No me creo que sea solo un compañero. ¿Vas a decirme la verdad de una vez?- La chica empezó a llorar con impotencia.

-Te estoy diciendo que solo es un compañero de clase. Se te está yendo la olla, estás viendo cosas donde no las hay.

Andrés la cogió del cuello con una mano mientras se ponía en pie. Los ojos de la chica parecían a punto de salirse de sus órbitas. La incorporó sin soltarla hasta poner su cara a la altura de la suya. Mia, incapaz de respirar, boqueaba tratando de suplicar.

-Mientes, zorra.- El chico la soltó contra el suelo con la mala suerte de que Mia se golpeó con la mesa en la cabeza y perdió el conocimiento.

La sangre se congeló en las venas de Andrés. Con cuidado se agachó y presionó el cuello de la chica. Notó como su pulso latía con fuerza y se tranquilizó.

Cuando al rato Mia se despertó, Andrés la había tumbado en su cama y le aplicaba hielo en el bulto que le había salido en la cabeza del golpe.

La chica, nada más abrir los ojos y encontrar a Andrés a su lado se apartó contra la pared, tratando de alejarse de él lo más posible.

-Aléjate de mí.

-¿Qué te pasa, Mia? ¿Por qué reaccionas así?

La chica, sin creerse las palabras de su novio empezó a llorar.

-Me has agarrado del cuello y me has tirado contra el suelo.-dijo mientras sorbía con fuerza los mocos.

-¿¿Que he hecho qué??- Andrés puso su mejor cara de preocupación y le acarició la frente.- No amor mío, nada de eso. Hemos discutido por las fotos y cuando tratabas de marcharte te has tropezado con la alfombra y te has caído. Seguro que eso ha sido una pesadilla Mia, estabas mascullando un montón de cosas ininteligibles cuando seguías inconsciente. Yo jamás te haría daño. No sé ni cómo se te pasa por la cabeza. Te quiero demasiado.

Vio cómo la chica se derrumbaba emitiendo profundos sollozos. Aprovechó su confusión para acercarse a ella. Mia no rehuyó el contacto. Andrés sospechaba que la chica estaba tan débil emocionalmente que en ese momento se aferraba más a lo que quería que hubiera pasado que a lo que había sucedido en realidad. Andrés dejó que se acurrucara entre sus brazos y la meció con ternura.

-No te preocupes, amor, todo está bien. Ven aquí, deja que te abrace. Te quiero. No pasa nada. Te quiero.

PIXABAY

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La belleza está en el tamaño del paquete y de las tetas

(Si como lector no te has llevado las manos a la cabeza, algo estoy haciendo mal)

No, no lo digo yo. Es mi conclusión después de conocer un videojuego llamado Saints Row IV.

Normalmente cuando mi hermano me habla de videojuegos desconecto automáticamente. No es que no me interese, es que no entiendo ni papa cuando empieza a decir cosas como ‘blasters’, shooters’ y más términos bélicos en inglés.

Tetazas. YOUTUBE

Diferencias de ‘Sex Appeal’ al 50 y al 100. YOUTUBE

Cuando mencionó este videojuego en concreto dijo que le recordaba a los Sims. «Mmmm Sims» debió de pensar mi cerebro prestando atención mientras recordaba tantos buenos momentos cancelando acciones en el último momento solo para ver a mi personaje volverse loco.

La trama del videojuego (del Saints Row, no de los Sims) va sobre una lucha aliens-humanos entre dos dimensiones: la realidad y una simulación. Lo que tiene de parecido a los Sims es la modificación del personaje a tu antojo. Puedes cambiarle los rasgos, la constitución, la etnia, la complexión… Cada detalle es algo que te permiten elegir, hasta el punto de que tu personaje incluso puede ir con lágrimas en la cara.

Pero la diferencia que tiene con los Sims es el apartado de ‘Sex appeal‘ mediante el cual regulas el atractivo de tu personaje de 0 a 100.

Si en la vida real nos resulta complicado decidir cuáles son los factores que hacen atractiva a una persona (el sentido del humor, la personalidad en su conjunto, un rasgo físico distintivo…) los desarrolladores del juego simplificaron al máximo el dilema relacionando los valores del ‘Sex appeal‘ con el tamaño del pene y de las tetas.

Vale que el videojuego sea precisamente conocido por llevar las cosas al extremo (de hecho ha sido censurado en varios países por fomentar la violencia sexual) pero esta representación de atractivo me parece una sexualización gratuita y sin sentido.

El usuario mayoritario de la industria del videojuego es el hombre, lo que hace que (y si yo fuera hombre, me sentiría bastante ofendido por tanto simplismo) la mayoría de los videojuegos presenten personajes femeninos no solo muchas veces jóvenes hasta el extremo de casi rozar la ilegalidad, sino dotados de unos atributos cuyo tamaño es irreal además de que, mágicamente, desafían todas las leyes de la gravedad (ya os digo que cualquier pecho que llene una copa más allá de la B va a estar algo caído).

Los videojuegos llevan los estereotipos al máximo nivel: ellos tienen que estar musculados hasta el punto de parecer culturistas y ellas deben ser siempre sexys.

En mi opinión es una sexualización gratuita porque no afecta a la jugabilidad, es decir, si nuestra personaje fuera venciendo a los enemigos de un tetazo y de su tamaño dependiera su supervivencia, pase. Pero nos encontramos ante la elección de un rasgo que no afecta para nada al desarrollo del juego. Y lo mismo para ellos y el tamaño de su ‘paquete’.

Aunque el videojuego no está recomendado para menores de 18 años, ¿cuántos tiendas de videojuegos conocéis que lo respeten? Yo tampoco conozco ninguna. Y, en el caso de que no lo vendan, en ocasiones son los propios padres los que no ven el problema que supone que sus hijos jueguen con este tipo de videojuegos.

Creo que se nos olvida que no solo la violencia puede afectar la sensibilidad de los jugadores. Que este tipo de videojuegos, lo único que hace es fomentar la superficialidad, porque es como si cada vez que encendieran la consola dijeran a gritos: «Eh, chaval, si tu polla no mide 20 cms no eres atractivo«. Francamente, prefiero que, a las generaciones venideras, les transmitan cosas mejores. O que, si juegan a esto, los padres sepan transmitirles a tiempo que nuestra valía como personas no se encuentra en el relleno del sujetador o del calzoncillo.

 

Paqute de 0 a 100. YOUTUBE

Diferencia de paqute de 50 a 100. YOUTUBE

Una alfombra roja futurista en la Gala Met 2016

(Antes de ser fashion blogger solo me enteraba de los saraos que tenían lugar al otro lado del charco cuando me compraba la revista de prensa rosa de turno. Ahora no, ahora basta que monten un photocall en cualquier parte para que os haga un post sobre lo que llevan las invitadas.)

Este lunes tuvo lugar en el Museo Metropolitano de Arte (Met) la gala con el mismo nombre, organizada por Anna Wintour, que es el pistoletazo de salida a la exposición de primavera de este año: Manus x Machina. La gracia de esta fiesta en particular es que la temática debe ser acorde a la exposición, por lo que suele ser una mezcla entre alta costura y disfraces de carnaval. El tema de este año, o La moda en la era de la tecnología, nos ha dejado una alfombra roja que parece salida de las siete entregas de Star Wars.

Las que mejor representaron el dresscode Manus x Machina fueron Karolina Kurkova con su vestido cognitivo, y es que llevar una prenda que reaccionaba a los tuits le da, sin ninguna duda, el premio de la personificación del espíritu de la gala, al igual que a Claire Danes cuyo vestido se iluminaba; la cantante Lady Gaga que fue vestida de Lady Gaga (no olvidemos que lleva varias alfombras muy elegante pero alejada de su esencia) optando por un corsé futurista en plateados y Jourdan Dunn que llevó el tono del vestido hasta en la melena.

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De los metalizados que pasaron por las escaleras del Met, fue el plata el que más triunfó entre las invitadas: desde un estilo más bohemio como el de Poppy Delevingne hasta la armadura quijotesca con la que se presentó Kim Kardashian (que por cierto, está casi irreconocible con tanta ropa puesta. Sin las tetas al aire he tardado un rato en darme cuenta de que era ella). Aunque no todos las elecciones de las invitadas son santo de mi devoción, y esto va por ti, Rita Ora y por tu naked dress de hace ya dos temporadas, los diseños plateados pasaron el corte.

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Los vestidos en dorado que llevaron Lily Aldridge, Rachel McAdams, Jemima Kirke o Zendaya brillaron algo menos ante los flashes. Sí, me estoy refiriendo en concreto al de Rachel McAdams, que parece alta costura de Desigual y no me lo pondría ni para destrozarlo en una carrera de barro. Aunque el vestido dorado de Zendaya con un brazo al aire es para mí el mejor de esta categoría, no sé en qué andaba pensando la cantante cuando se le ocurrió la idea de combinarlo con la melena que llevaba Ringo Starr en 1960.

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¿Conoces a la típica novia que se compra el vestido para la boda pensando «Seguro que en alguna fiesta me lo puedo volver a poner»? Pues así debieron de pensar Jennifer Hudson o Lorde, aunque la cantante se puso en el último momento una especie de escayola en el brazo para darle un toque más informal.

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El color favorito por excelencia de las alfombras rojas también tuvo varias adeptas. Bella Hadid, Alexa Chung, Chloë Grace Moretz, Nicole Kidman, Brie Larson o Naomi Campbell apostaron por el color de la elegancia con un toque estelar. Mientras que Bella Hadid fue la más clásica con el rollo Hollywood de su vestido, las demás optaron por brillos plateados que le dieran algo de vidilla al negro.

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Beyoncé, Gigi Hadid, la princesa Charlotte de Monaco, Demi Lovato, Jessica Chastain y Lupita-apellido impronunciable-Nyong’o fueron las encargadas de ponerle un toque de color a la gala. Bueno, la princesa Charlotte, en concreto se los puso todos, no fuera a ser que pecara de ir poco colorida. Un puntazo también fue el recogido de la actriz de 12 años de esclavitud que parece salido de una película de ciencia ficción. No sé cuántas horas de peluquería hay detrás pero, después de ver el pelo de Zendaya, solo puedo decir que merecieron la pena.

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En toda fiesta siempre encontramos a la típica persona que pasa del tema, en el caso de anoche fueron Blake Lively, Katy Perry, Dakota Johnson y Emma Roberts las que decidieron que eran «Too cool for school» y que independientemente de la temática, se iban a poner el vestido que quisieran. Por sus vestidos podría parecer que nos encontramos en la gala Met de la primavera, la de Asia, la espacial o la geométrica, pero de moda y tecnología como que no tienen mucha pinta. Pertenecerían al grupo de, como lo definió una amiga, «Yo solo vengo por la fiesta de después».

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Aunque centradas en el tema de la gala, muchas de las invitadas pasaron sin pena ni gloria por las prestigiosa fiesta de la Wintour. La espalda del vestido de Emily Ratajkowski (conocida por ser la modelo que sale en topless junto a Kim Kardashian en una de sus fotos de Instagram) queda como cuando sales de la ducha y te enrollas la toalla en la cintura. Lo bien que está la chica y el flaco favor que le hace la falda. Sarah Jessica Parker, que el año pasado llevó uno de los diseños más comentados, optó por americana y piratas. PIRATAS en la Gala Met. Aún no me explico como Anna Wintour no se desmayó. Bueno sí, porque iba en un Chanel y como que desmayarte en un Chanel de alta costura no es plan, no vaya a ser que se quede con alguna arruga. El futurismo dominatrix de la co-anfitriona Taylor Swift (que tiene narices que encima eres la co-anfitriona, que es como ser la madrina en una boda) me parece que no hay por dónde cogerlo mientras que su amiguísima Selena Gómez apañó con un vestido veraniego al que le puso una especie de sujetador-yelmo por encima. A ver, sí, por poder, puedes combinarlo, otra cosa es que tenga el más mínimo sentido y quede bien la mezcla. Adriana Lima me parece que se despistó de camino a su fiesta de disfraces de Criadas y Señoras mientras que la elección de Emma Watson me ha hecho replantearme seriamente si su estilista es una persona con ojos en la cara o si la han vestido a oscuras en el showroom.

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Y para acabar, las que se han caído con todo el equipo y han conseguido entrar a la fiesta porque tenían invitación o estarían en listas, que sino los ‘puertas’ las habrían mandado a la calle. Para compensar la cantidad de ropa sobre el cuerpo de Kim Kardashian, Madonna fue medio desnuda (no desnuda del todo porque sino nos escandalizaríamos, así que se puso una gasilla negra de encaje que cubría su ropa interior). Irina Shayk se enfundó un extraño vestido azul que no sé qué perturbada mente se atrevió a diseñar. En esta vida hay que tener valor para subirse a una montaña rusa o para hacer puenting, pero nada comparado al que hay que tener para hacer ese vestido y dormir tranquilo por las noches. Zoe Kravitz, que no tenía mala pinta con su tocado de Catwoman, fracasa estrepitosamente con los pliegues de la espalda de su vestido, que le hacen parecer la versión chic de una mosca. Por último, Nicki Minaj, que, como Lady Gaga, fue vestida de sí misma, se puso un vestido con más hebillas que una película porno de bondage.

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Resiliencia: una lucha convertida en novela

Cuando empecé a escribir Resiliencia, no era una novela; por ser, no era nada más que cuadernos llenos de letras manchadas de lágrimas. Era un conjunto de diarios que había escrito manteniendo mi buena (o mala) costumbre de dejar constancia de lo que vivo. No era más que una serie de retazos inconexos de una parte de mi vida que había sido intensa hasta llegar al punto de traumática. Esto no iba a ser un libro sobre la violencia de género. Esto iba a ser la mayor historia de amor jamás contada, pero no hay amor en el maltrato.

Hace falta mucho valor para salir de una relación dañina, sea del tipo que sea, con violencia emocional o física. Yo salí. Por los pelos. Pero salí. Y la persona que soy ahora se ha formado también a partir de esa vivencia.

Resiliencia empezó como terapia, como una psicóloga muda que me ayudara a poner cada cosa en su sitio. Después cambió y cobró vida. Empecé escribiendo una historia con tintes propios que al poco se transformó en algo independiente que ya no hablaba solo de mí, sino que hablaba de todas. Ahora la historia me utiliza a mí para que la escriba.

Resiliencia no es solamente el nombre de una novela. Resiliencia es mi día a día y el de tantas mujeres que han visto la luz más allá, y han decidido seguirla. Es mi forma de decirle al mundo que puede tocarle a cualquiera, que la edad, el entorno o el lugar en el que hayas nacido, no va a protegerte del maltrato. Es algo de lo que, si yo he aprendido, a otra le puede servir de ayuda. Ese es el objetivo de Resiliencia, convertir mi experiencia, y de la de tantas otras mujeres, en algo que puede lograr tu supervivencia.

La historia comienza con Mia, una chica joven. Quizás como tú. O quizás no. Mia tiene 20 años, una carrera empezada recientemente en la universidad y un novio algo distinto a ella. Empieza a trabajar de azafata de imagen para ganar un dinero extra y conoce a Andrés. Andrés, a sus 28 años parece que tiene la vida resuelta con un trabajo fijo en una empresa de repostería y una relación de más de cinco años.

Por un extraño azar, ambos dejan a sus parejas y deciden empezar algo juntos. Y todo cambia.